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En este capítulo se empieza la lectura con una inquietud de parte de Maquiavelo hacia el lector, ¿es
mejor que un príncipe sea temido o amado?, Maquiavelo da de inmediato una respuesta a esa duda:
es mejor ser temido, Maquiavelo entra en un razonamiento de la naturaleza humana para demostrar
porque es mejor ser temido que amado, porque el miedo a una sanción o a un castigo es más fuerte
que la lealtad por amor o clemencia a un líder. La mayoría de los príncipes prefieren ser queridos,
considerados clementes y no crueles por parte de sus vasallos, pero este comportamiento puede
acarrear serios problemas para la unión y la paz de una sociedad, porque la clemencia conlleva a la
desobediencia, dado que no importa contrariar una norma si se es perdonado fácilmente, por eso un
príncipe debe ser cruel, castigar severamente las faltas cometidas por los miembros de la
comunidad, a fin de que estas no se vuelvan a repetir, siempre que la crueldad esté justificada en la
búsqueda de la paz y armonía del pueblo, esta debe ser aplicada.
Junto con esto Maquiavelo da una serie de ejemplos con respecto a líderes fuertes y temidos,
señalando en especial énfasis a César Borgia, quién fue un líder temido, pero que llevo a los
mejores años de paz y prosperidad a la Romaña. Maquiavelo así mismo quiere dejar en claro que
ser temido no es lo mismo que ser odiado, ya que este último puede llevar a rebelión de parte de las
masas y que un príncipe tiene que alejarse en todo momento de esa percepción.