Lengua y literaturaEl profesor me escruta —piensa Federico
Parolo—. Me observa largamente (largura que
consiste —dirime, cuidadoso, Federico Parolo—
no en la extensividad, en un recorrido que empie-
ce por las pestanas y finalice en las puntas de mis,
dedos y en la lapicera fatalmente inmovil que
cuelga de ellos, sino en cierta intensidad: su vista
clavada enérgicamente entre mis dos ojos siempre
apenas entreablertos, como si quisiera horadar
mi frente, penetrar, indagar). “Piense, Parolo", me
dice el profesor, y golpea con la palma de la mano
sobre la mesa: como si matara una mosca pero
con la mosca ausente, yen el vaso de agua que tan,
amablemente le hemos servido al profesor esta
manana encasa, el liquido bailotea oscilando casi
hasta desbordarse. “Piense, Parolo” —piensa Fe-
derico Parolo—, insiste el profesor, ya sin golpear
sobre la mesa con la palma de la mano (acaso
porque la mosca ha muerto y se ha convertide en
arabesco plano en la superficie dela mesa, oacaso
porque la mosea, impunemente, se ha escapado).
Yo considero la situacion —se dice Federico
Parolo a si mismo— y alcanzo a apreciar cierto
105.grado de presumible viabilidad en la resoluclOh
del dilema. El profesor me aguarda: la hoja, com
entregada, espera recibir la accién eficaz y poeo
menos que definitiva de la tinta azul-negra de mi
lapicera Parker, cuyo cartucho estreno este mi
mo dia, en mf clase de lengua, y que por lo tamil
brotara (cabe suponer) firme y abundante, Sith
embargo, la tinta no brota, y nobrota porque yo ni
apoyo la punta metilica de la lapicera sobre
Papel, ni eferzo presion manual alguna, nt much@)
‘menos deslizo el vertice mismo de la convexiday
extrema de la Parker a lo largo de la hoja: y no 10
hago —conflesa, intimamente, Federico Parolo=
Porque, en verdad, no se me ocurre qué cow
Poner. “jPiense, Parolol”, enfatiza el profesor, qué
no me tutea ni me nombra por mi nombre, y
sefala esa Unica oracion que espera en la hoja qu
espera, con el borde levemente sombrio de la tit
de su dedo indice.
La oractén no es dificil. Lo sé —piensa Federieo
Parolo— menos por la posibilidad real de vislum
brar el modo correcto de resolverla, que por tit
evaluacién meramente cuantitativa: cuento lal
palabras de la oracion —evaliia Federico Parolo=
y lo clerto es que son solamente tres. La primeri
es la palabra “el”: unitaria y breve, casi fugaz, por
afadidura. Con esa palabra principia la oraclémy
yenella se detiene momentineamente la punta de
‘mi lapicera Parker. por suponer que su simplich=
dad resolutiva se corresponde proporcionalmente
con su brevedad: que deducir la funcién sintaction
( es que de eso se trata) de la palabra “el” se)
necesariamente més facil que resolver la de
Palabra que le sigue (la palabra “alumno”),
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pe
fi —ptensa Federico Parco, se dice a s
zcepciona, me veo cbligado a sban-
Drimigenia toma de postion, y la nta
de la lapoera Parker, la tnta induds-
delatora de un cartucho recién colocado,
fre Ia palabra el testmonto dela vacla:
unto indie insignificante, puro efecto
oxi reposada reposando sobrela oj),
lia "e" deel facra cna oy requliee la
fon dean punto sobre su crest,
fo eo esto, cota inserpclon van, to que
al profesor Vo que completa se dive Fede:
arolo~ el proceso ae progresivairitacion
3) El mod brusco en aue se qulta sus
rantcojosy comicnsa a mordlsguesr una
atlas la iquterda) parece ser una sedal
roo de dicho proces eh su estado de
WE golpe que vuelve a dar sobre Ia mesa
Wezeon ta mano abirta, como st otra moses
fa sobre a hola o como aise posara la
Mnosea que cocapé antes que ahora
satinca el sentido de las senales prece-
Pista ver, uno de los puntos extreme del
lentovstlatoriodel agua en elvaso lesa
fermtomodelreciptente, yuna gota peaquena
illantereshala por el lado exterior hacia i=
fompoqucneclendose sin masa travesde su
ecurcciendode pronto altocarlamaders.
un pogulto, Parla dieee profesor, con
je, enas perceptible concesion em sus
facién esta conformada por tres palabras:
primera es “el’, y la segunda “alumno”, la
‘es “estudia’, y al cabo de la misma Io que
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