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Hegel y Su Concepto de Estado PDF
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Introducción
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más aún lockeano. Esta compleja elaboración, independientemente de su éxito
o fracaso, nos ayuda hoy a entender las formas de existencia del Estado no
sólo objetivo, institucional, externo, sino también en el plano subjetivo e in-
cluso inconsciente; Hegel nos orienta a comprender el Estado corno el dra-
ma que todos llevamos dentro. Desde una lectura crítica esto puede significar
tomarle la palabra al Hegel filósofo de la libertad y, desde ahí, desmontar con
actitudes cotidianas, objetivas, pero también subjetivas y aun íntimas, esa
carga opresiva de la existencia humana que a veces se sintetiza con uaa pa-
labra: el Estado.
Procederemos de la siguiente manera. En primer lugar haré un esbozo del
contexto filosófico en que tuvo su origen el pensamiento de Hegel, haciendo
énfasis en las tendencias que pretendía conciliar. Después reseñaré los rasgos cen-
trales de su sistema filosófico donde ubicaré a la Eticidad y, dentro de ella, al
Estado. Sólo de esta manera se puede comprender, más o menos profundamen-
te, el significado del concepto hegeliano del Estado. Finalmente, en un apartado
de conclusiones, señalaré algunos límites de la concepción hegeliana del Estado.
Presupuestos
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es que, en efecto, la formación filosófica de Hegel tenía tras de sí a la Ilus-
tración y al Romanticismo. No menos importante fue la Revolución france-
sa de 1789, acontecimiento que verdaderamente impactó a Hegel al grado que,
como se sabe, cada año, sin excepción, brindaba en honor de aquella gran
hazaña. Además, junto con sus jóvenes compañeros Hólderlin y Schelling
sembró, en homenaje a la Revolución, el "árbol de la libertad".'--
Tenemos pues los ingredientes de la gran síntesis hegeliana. El principio
de la Ilustración era la razón. El del Romanticismo el amor. El de la Gran
Revolución, la libertad. No menos importante fue el expresivismo de Herder.3
A esto podemos agregar otras dos influencias notables: la forma de organi-
zación política de la Grecia antigua, la polis, que mostraba la posibilidad de
que todos los hombres libres participaran en igualdad de condiciones en la
decisión de su vida comunitaria, y la religión cristiana, cuyo mensaje origi-
nal podía entenderse en términos de doctrina moral que regía la conducta in-
dividual hacia el bien.'
¿Cómo unificar principios tan diferentes? ¿cómo hacer armónicos elemen-
tos que habían seguido tradicionalmente caminos no sólo distintos sino has-
ta opuestos? Precisamente Hegel intenta realizar la unificación en una gran
2. Vid. Joachim Ritter, Hegel and the French Revolution. Essays on tlze Philosophy of Right, Lon-
dres , Massachusetts Institute of Technology, 1982, en especial , pp. 35-123.
3. Charles Taylor hace especial énfasis en el significado que tuvo esta corriente en la formación
del pensamiento de Hegel . Para más detalles e incluso para tener una imagen más adecuada de los
movimientos que reaccionaron contra la Razón ilustrada , vid. Charles Taylor, Hegel y la .sociedad
moderna, México , FCE, col. Breviarios , núm. 329, 1983 , 340 pp.
4. Hegel compuso , como era tradicional para los filósofos , una `vida de Jesús ', cuya lectura aún
hoy es interesante para reubicar la figura de Jesús de Nazareth como un renovador de la conciencia
de su pueblo, como un reformador de su ethos , en suma, como el propulsor de una transformación
intelectual y moral . A partir de esta visión , la religiosidad será una preocupación permanente de He-
gel y uno de los componentes sustanciales de su concepto de Estado . La religiosidad no debe en-
tenderse aquí en un sentido dogmático sino en el más terrenal y mundanizado de atmósfera de ideas,
creencias , ritos y tradiciones , que ligan a los miembros de un pueblo , y los mantiene unidos en lo
que les es común . Vid. Hegel, Historia de Jesús, Madrid , Taurus . También: Hegel , " La positividad
de la religión cristiana" y "La esencia del cristianismo y su destino ", en Id., Escritos de juventud,
trad . Zoltan Szankay y José María Ripalda , México , FCE, 2a. reimpr., 1984, pp. 73-162 y 287-383,
respectivamente . El problema de la religión en Hegel también es tratado en el capítulo primero de
Reyes Mate , La ra,.ón de los vencidos , Barcelona , Anthropos , 1991, pp . 27-89.
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totalidad. Fe y saber, amor y razón, individualidad y comunidad, orden y li-
bertad, particularidad y Estado; éstas son parejas de términos que habitual-
mente representan una mutua exclusión. La filosofía de Hegel quiere la
síntesis. El resultado es un Sistema filosófico que pretende abarcar el :odo,
el Absoluto. Tal sistema no descansaría, entonces, en la omisión de alguna
parte constitutiva de la realidad. Se trata, antes bien, de la eliminación / con-
servación / levantamiento de las partes en el todo; de lo que se ha traducido
como superación o subsunción: el término alemán Aufhebung.
El Sistema
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humano; era, en cierto modo, crearlos, inventarlos. Por eso, el pensamiento era
un arduo proceso mediante el cual se aprehende y, con ello, se crea la realidad.
Ésta es la razón por la que se ha dicho que en Hegel coinciden lógica y onto-
logía, es decir, que la forma coherente de pensar, la capacidad de hacer juicios,
coincide con la existencia de las cosas. Esto implicaba que el conocimiento del
mundo, con todo lo que contiene, no era un movimiento inmanente o interior
del pensamiento y ajeno y exterior a los objetos, sino el reconocerse del sujeto
a sí mismo; se trata sin duda, de concebir la totalidad del mundo, de la vida,
del drama humano, como una unidad de múltiples determinaciones formales,
cada una de ellas con su particularidad. La totalidad no se disuelve en las par-
tes; la unidad se construye ciertamente por las partes pero en cuanto unidad no
es sólo igual a la suma de sus partes.
La unidad no podía darse de manera inmediata. Se hacía necesario compren-
der el mundo también como diversidad, como particularidad, como singulari-
dad. En suma, se trataba de entender el desgarramiento que produce, a un
tiempo, variedad y unidad. A partir de ahí, entonces sí se podría reestablecer
la unidad pero ya como una verdadera síntesis superior de elementos simples.
¿Cuál era la finalidad de tal intento? Me parece que Hegel mismo da la
respuesta:
5. Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, trad. José Gaos, Madrid, Alian-
za Editorial, 4a. reimpr., 1989, p. 75.
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El resorte más profundo que mueve al pensamiento de Hegel es, como vemos,
la libertad. Pero en este caso no es la libertad entendida como ausencia de
constricción. Mucho menos se trata de aquélla que postula la no intervención
del "Estado" en los asuntos individuales. No se trata de la concepción de li-
bertad que sostuvo el liberalismo. Desde la perspectiva filosófica de Hegel
la libertad es el proceso de decidir sobre sí mismo; es el saberse del ser hu-
mano como ser humano. "El mandamiento supremo, la esencia de] espíritu,
es conocerse a sí mismo, saberse y producirse como lo que es".' El hombre es
libre en tanto que es hombre. Un hombre no libre es un contrasentido. Más
aún: el hombre no nace libre sino que deviene libre. En ciertas épocas histó-
ricas sólo en potencia existía la libertad. Tuvo que ser necesario un prolon-
gado proceso histórico de desgarramiento y reconciliación para que el ser
humano realizara su libertad. "La historia universal -dice HegjIl- es la
exposición del proceso divino y absoluto del espíritu, en sus formas supre-
mas; la exposición de la serie de fases a través de las cuales el espíritu alcanza
su verdad, (y) la conciencia de sí mismo".'
El simple decir "saberse a sí mismo" ya indica, desde el puntD de vista
lógico, que el sujeto se ha separado de sí y se ha reconocido mediante Otro.
Este proceso de exteriorización y de retorno a sí mismo pero en un rango su-
perior (ya no se es el mismo que se era antes) es uno de los aspectos centra-
les de la filosofía hegeliana. Está expuesto con claridad en la Fenoinenología
del espíritu (1807) en el nivel de la experiencia de la conciencia hasta llegar
al saber absoluto, y también, aunque con un carácter sumamente difícil, en
la Ciencia de la lógica (1810-13-16), y aquí en el grado del desarrollo del
concepto. De cualquier modo, el proceso es el mismo. Es la dialéctica. Pero
en lo que nos ocupa, específicamente, se trata de la libertad del hombre en
tanto que es hombre y se realiza como hombre. ¿Cuándo se logra esto? Cuan-
do se conoce a sí mismo. Pero es un conocerse a sí mismo por medio de los
otros. Ser libre, en consecuencia, es el plantearse del ser humano como ser
humano, es decir, hacerse autoconsciente: concebirse, en suma, unido a los
6. lb id., p. 76.
7. Ideen.
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otros siendo uno con los otros. En la cúspide de todo el proceso de libertad
se encuentra el pensamiento que se piensa a sí mismo, el saber de sí mismo;
tal es el sentido y el significado del Concepto, la Idea o el Absoluto.
Este proceso de libertad que bien podríamos caracterizar como un círcu-
lo que se cierra sobre sí mismo, adopta en la filosofía hegeliana el nombre
de Idea:
8. Hegel , Enciclopedia de las ciencias filosóficas, trad . E. Ovejero y Maury, México, Porrúa,
1971, p. 107.
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La Idea se hace tal por medio de tres desdoblamientos. En cada uno de
ellos es Idea pero adopta figuras específicas: lógica, naturaleza y espíritu.
Debe entenderse, además, que la Idea es el proceso de unidad de estas sus tres
figuras. "La más pura forma en que la Idea se revela es el pensamiento mis-
mo: así es la Idea considerada en la lógica. Otra forma es la de la naturaleza
física. La tercera, por último, la del espíritu en general".' En este último punto
del itinerario encuentran su verdad los dos anteriores: ahí llegan a ser com-
pletamente lo que son. Mientras tanto su realización es total y, simultánea-
mente, parcial; lo primero en su esfera particular, lo segundo en cuanto partes
de la totalidad. Los elementos iniciales, entonces, sólo llegan a realizarse
completamente en el último ámbito. Este movimiento, en el que el tercer tér-
mino envuelve a los anteriores y al mismo tiempo les otorga su verdad sin
soslayarlos, permea toda la filosofía hegeliana. El didáctico profesor de Ber-
lín solía explicar a sus alumnos tal movimiento con una bella rnetáfora:
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11. Mario Rossi , Il sistema hegeliano dello Stato, Milán, Feltrinelli , 1976, p. 14.
12. Hegel , Lecciones sobre la filosofía de la historia ,... op. cit., p. 59.
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El Espíritu
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sigo mismo pero también con los demás. En tanto que el individuo es sujeto
de derecho, es decir, en tanto que no sólo es ser natural (de carne y hueso) y
no sólo es ser con sentimientos, pasiones, psique, etcétera, sino que también
es ser jurídico, el hombre adquiere la determinación de persona. Es interesante
señalar que para Hegel la personalidad del sujeto jurídico se adquiere con la
propiedad. Pero se trata de una propiedad que representa la exteriorización
de la subjetividad humana. La fundamentación de la propiedad -y en esto
Hegel es un fiel seguidor de Locke- la otorga el trabajo. Es una enajenación
ciertamente, pero lo es de carácter positivo. Se trata de un momento necesa-
rio para que el hombre sea hombre desde el punto de vista de la juridicidad.
Por esta razón, la primera parte del espíritu objetivo lleva el nombre de "De-
recho abstracto".
Dentro del espíritu objetivo -y como su segundo momento constituti-
vo- se desarrolla la relación del hombre consigo mismo pero ahora como
sujeto de deberes morales. Se trata de la voz de la subjetividad que imprime su
imperativo en la conducta humana. Es la moralidad (Moralitdt) que Hegel
distingue de la eticidad (Sittlichkeit) en un aspecto central: la primera es sub-
jetiva mientras que la segunda une a los seres humanos éticamente en forma
objetiva-subjetíva.13 Conviene recordar que es Hegel el que le brinda un sen-
tido técnico a la eticidad o Sittlichkeit.
Precisamente, el tercer momento del espírtu objetivo es la eticidad. Como
hemos dicho, atiende a una relación del hombre con los otros y, a través de
13. Hegel pretende superar la moralidad kantiana que, como se sabe, se resume en el imperati-
vo categórico "Actúa de tal modo que puedas querer que la máxima de tu acción se convierta en ley
universal ". La confrontación entre la ética kantiana y la eticidad hegeliana es una de las fuentes,
acaso la más importante , del debate actual sobre la ética . Para informarse acerca de los términos y
significado de la contraposición entre Kant y Hegel, vid. Joachim Ritter, "Morality and Ethical Life:
Hegel's Controversy with Kantian Eth ics", en Id. Hegel and the French Revolution,... op. cit., pp.
151-182. Hay una versión castellana de este ensayo de Ritter en AA VV., Estudios sobre la filosofía
del derecho de Hegel, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales , 1989, pp . 143-169. También:
Amelia Valcárcel, Hegel y la ética. Sobre la superación de la mera moral, Barcelona , Anthropos,
1988, especialmente la tercera parte , pp. 261-429. Para una discusión del mismo tema en clave con-
temporánea : vid. Jürgen Habermas , Escritos sobre moralidad y eticidad, Barcelona , Paidós, 1991.
Y Karl-Otto Apel, "La ética del discurso como ética de la responsabilidad : una transformación pos-
metafísica de la ética de Kant ", en Apel, Dussel y Fornet, Fundamentación de la ética y filosofía
de la liberación, México, Siglo Veintiuno editores-UAM-lztapalapa, 1992, pp. 11-44.
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los otros, consigo mismo, en cuanto ser universal. Es de nuestro interés de-
tenernos en los tres elementos constitutivos del espíritu objetivo que son el
derecho, la moralidad y la eticidad. Dentro de esta última se encuentran la
familia, la sociedad civil y, finalmente, el Estado.
La Eticidad
Como hemos dicho, la eticidad abarca, para decirlo con términos de la lógi-
ca hegeliana, el devenir del ser subjetivo y el ser objetivo, el momento del
encuentro entre la subjetividad y la objetividad, el paso por el cual lo subje-
tivo está dejando de ser subjetivo para devenir objetivo, y lo objetivo está
dejando de ser objetivo para subjetivizarse. Con palabras menos hegelianas
ello quiere decir que la eticidad abarca las relaciones del hombre cDn los otros
hombres, relación que no se mantiene en la intersubjetividad (y que hubiera
permitido a Hegel, según Habermas, desarrollar la idea de una comunidad
de comunicación democráticamente organizada), sino que se objetiva, se hace
concreta. En el nivel de la eticidad, el hombre se realiza como hombre en tanto
forma una comunidad con sus semejantes. En la eticidad "el individuo se
contempla en cada uno como sí mismo, llegando a la más alta objetividad del
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sujeto (Subjektobjektivitcit); y precisamente por ello, esta identidad de todos
no es una identidad abstracta, no es una igualdad propia de la burguesía (Bür-
gerlichkeít), sino una igualdad absoluta, y una igualdad intuida, una igualdad
que se presenta en la conciencia empírica, en la conciencia de la particulari-
dad; lo universal, el espíritu, está en cada uno y para uno, incluso en tanto que
se trata de algo singular o individual".15 También aquí, pues, la esencia del
hombre se cumple como relacionalidad. Hay que advertir que la eticidad no
alude al conjunto de hombres o a la yuxtaposición de individualidades. La
eticidad no es la multitud sin relación: "Una multitud en cuanto tal no esta-
blecería la relación que existe en la eticidad, [relación dada por] la subsun-
ción de todos en algo general que tuviese realidad para la conciencia de todos,
que formase una unidad con ellos y tuviera poder y fuerza sobre ellos cuan-
do éstos quisieran ser individuos aislados, y fuese idéntica a ellos de un modo
amistoso u hostil".` Se trata entonces de un concepto que alude a la relacio-
nalidad de los seres humanos en cuanto tales. Es un concepto central de la
obra hegeliana. De hecho, tal concepto "va a distinguir su pensamiento po-
lítico de las teorías basadas en el Derecho Natural"." En efecto, "Eticidad -ex-
plica Prieto- es el conjunto de pautas a todos los niveles (moral, estético,
político...) que rige la vida comunitaria".
El concepto de eticidad (Sittlichkeit) está llamado a ser, con mucho, el
concepto central de la filosofía política hegeliana. Es un hecho que con este con-
cepto Hegel intentará dar solución al gran problema de la historia del pensa-
miento político pero que adquiere especial relevancia para la modernidad.
Se trata del problema de la conciliación entre el individuo y la comunidad, lo
que significa resolver la oposición entre la libertad individual y la coexisten-
cia del individuo libre con sus semejantes. Reducido a su forma esencial, esto
quiere decir hallar la armonía entre la libertad y la autoridad. Como gran cues-
tión de la época, antes de Hegel ya se habían probado soluciones que este pen-
sador tomará siempre en cuenta.
15. Hegel , El sistema de la eticidad , trad . Luis González - Honoria , Madrid, Editora Nacional,
1982, p. 157.
16. idea.
17. Fernando Prieto , El pensamiento p olítico de Hegel, Madrid, Universidad Pontificia Comi-
llas Madrid, 1983, p. 75.
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El modelo absolutista de Thomas Hobbes había encontrado una de las
posibles respuestas: se trataba de conservar la libertad del individuo mediante
la instauración de una autoridad absoluta que la garantizase. Tal autoridad,
formada mediante el pacto, concentraba la capacidad de todos y cada. uno de
los individuos para ejercer la fuerza en contra de los otros. Así, se generaba
un estado de paz, forzosa ciertamente, pero que garantizaba el disfrute de la
libertad entendida en su sentido negativo (como ausencia de constricción).
Ni Rousseau ni Kant aceptaron esa solución. Ellos, cada uno por su par-
te, establecieron otro modelo para solucionar la oposición entre la libertad y
la autoridad del Estado. El primero formuló la idea de un Estado ético donde
el individuo no dejaba de ser individuo y permanecía "tan libre como antes".
Sólo en el Estado, ya entendido como una comunidad ética, el individuo po-
dría ser verdaderamente libre, tanto en sentido negativo como, y sobre todo, en
sentido positivo, obedeciendo sólo a leyes que él mismo se hubiera dado.
Kant conservó el sentido rousseauniano de la libertad.` Sin embargo, le
dio una forma sistemática y coherente. La forma que adquirió la libertad en
Kant fue la del Estado jurídico y no ya, como en Rousseau, solamente ético.
Con la separación kantiana entre moralidad y juridicidad, entre moral y de-
recho, se daba una respuesta que intentaba ser sólida, al problema de la conci-
liación entre la libertad individual y el principio del orden. Ciertamente
los individuos debían gozar el máximo de libertad y para ello era necesaria
la instauración de un estado de derecho, es decir, una república. Con la divi-
sión de poderes y el sometimiento de ellos y de todos los ciudadanos a la ley,
se garantizaba el pleno disfrute de la libertad. Para que esta solución fuera po-
sible Kant diferenció entre moral y derecho. Ambos se basaban en mandatos:
la primera en imperativos categóricos, es decir, en aquellos que instituyen
cumplir un mandato sólo por deber; el segundo, en cambio, en imperativos
hipotéticos que son aquellos que mandan en forma condicional: "s, actúas de
tal forma obtendrás tal beneficio" o bien, expresados en forma negativa: "evita
hacer tal acto, si no quieres padecer un castigo". El derecho impone castigos
y penas si se violan sus mandatos; limita la libertad para así garantizarla y
18. Es un detalle curioso que en la frugal habitación de Kant sólo estuviese colgado un cuadro:
el retrato de Rousseau.
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promover la armonía social. En cambio, la moral, que es la que realmente
forma la virtud, no impone castigos si se violan sus mandatos. Por eso Kant
la llama "derecho imperfecto". Su seguimiento queda atrapado en la subjeti-
vidad. El Estado es sólo la síntesis del derecho. Por ello, para Kant el Esta-
do no es ni moral ni inmoral: es simplemente un Estado jurídico.19
Hegel no queda satisfecho ni con la respuesta hobbesiana ni con Rousseau
ni con Kant. Hegel enfrentó el reto de conciliar libertad individual, autoridad
política y, además, en una unidad ética. La clave de tal solución está en la
eticidad.
La eticidad comprende tres estaciones: la familia, la sociedad civil y el
Estado. Estas tres fases del desarrollo del espíritu ubican al ser humano en
relación con los demás, pero ciertamente en distintos niveles. El nivel elemen-
tal es el de la familia. El hombre no es un ente aislado. Nace en una primera
comunidad ética que lo forma. Tal comunidad es la familia. La naturaleza del
vínculo familiar es el amor, la confianza y la obediencia. Pero el ser humano
también es sujeto de necesidades. Esas necesidades implican la exterioriza-
ción o sea el ir fuera del vínculo familiar y entablar relaciones con otros hom-
bres, representantes de otras familias, para la satisfacción de las necesidades
y para la regulación administrativa que implica esta labor. Se forma así la
sociedad civil. En este punto hay que recordar que Hegel recibe una podero-
sa influencia tanto de la obra de Ferguson An Essay on the History of Civil
Society20 como de los economistas clásicos, principalmente de James Steuart
a quien lee durante el periodo de Berna. Hegel plantea el problema de la so-
ciedad civil y de su dinámica interna. Se trata del mundo de la producción y
de los resortes administrativos necesarios para que la dinámica de esta esfe-
ra funcione bien. Aquí surgen contradicciones y desgarramientos en las rela-
ciones éticas entre los hombres. Se genera por una parte riqueza y por la otra
pobreza. El trabajo se divide. Las relaciones éticas, entonces, tienen que for-
19. Immanuel Kant, Metafísica de las costumbres, trad . Adela Cortina Orts y Jesús Conill San-
cho, Madrid, Tecnos, 1989, 374 pp. También: Norberto Bobbio, "Kant y las dos libertades ", en Id.
Estudios de historia de la filosofía. De Hobbes a Gramsci, Madrid, Debate, 1985, pp. 197-210. José
F. Fernández Santillán , Kant y Locke. Ensayos de filosofía política, México, FCE, 1992.
20. Sobre este punto en particular, vid. José María Ripalda, La nación dividida. Raíces de un
pensador burgués: G. W. F. Hegel, México, FCE, capítulo II.
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mar una comunidad superior donde queden reconciliadas las relaciones que
han entrado en conflicto. La eticidad debe realizarse como tal. Y es aquí pre-
cisamente cuando se constituye el Estado, síntesis y realización cabal de la
idea de la eticidad. El Estado queda, así, dando sentido final a la idea de igual-
dad, implícita en el término eticidad. No se trata de la fundamentación que
del principio de la estatalidad hace el contractualismo iusnaturalista. Pero,
ciertamente, los elementos de tal explicación están presentes en Hegel. Em-
pero el pensador alemán les da un giro, les otorga otro ordenamiento y, por
lo tanto, otra lógica. En Hegel encontramos "estado de naturaleza", "contra-
to", "sociedad civil" y "Estado". También nos podemos percatar de que He-
gel habla de una naturaleza humana y del derecho natural. Sin embargo el
contenido diverso que, respecto del contractualismo iusnaturalista moderno,
Hegel vierte en tales términos altera la visión de conjunto y, por supues-
to, tiene consecuencias muy diferentes. En este sentido "la filosofía del de-
recho de Hegel al mismo tiempo en que se presenta como la negación de todos
los sistemas del derecho natural, es igualmente el último y más perfecto sis-
tema de derecho natural".21 En efecto, pensamos que Hegel representa, a un
tiempo, la culminación y la superación del iusnaturalismo.
El Estado
Como hemos dicho, el concepto de eticidad, tal y como lo utiliza Hegel, tie-
ne la intención de superar a la moral kantiana. No se trata sólo del bien sub-
jetivo que, como imperativo categórico, se impone al hombre; antes bien, se
trata de un concepto novedoso, creativo, con el cual Hegel quiere hacer el
énfasis no ya en el sujeto o en el objeto considerados en sí, sino en la inter-
subjetividad exteriorizada como costumbres, creencias, valores, religiosidad,
lenguaje, tradiciones, juridicidad, instituciones; todo ello hace que una "mul-
titud de hombres" sea un verdadero Estado. En el siguiente párrafo Hegel
mismo nos explica esta diferenciación:
21. Norberto Bobbio, Studi hegeliani, Turín , Giulio Einaudi , 1981, p. 3 . Existe una versión cas-
tellana de uno de los ensayos de Bobbio incluido en este libro; se trata de "Hegel y el iusnaturalis-
mo", en AA VV, Estudios sobre la filosofía del derecho de Hegel,... op. cit.
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Por lo tanto aquel "lazo sagrado que une a los hombres", ese "contenido es-
piritual que constituye la esencia del individuo, como constituye el espíritu
del pueblo" tiene que concretarse en leyes. En otros términos, tiene que ser
transformado en un Estado de derecho: "Un Estado implica leyes y esto sig-
nifica que las costumbres no existen meramente en la forma inmediata, sino
como algo conocido, en la forma de lo universal".23
De esta manera las determinaciones formales del Estado no las dan, en
cuanto cuerpos aislados, ni las instituciones administrativas, ni las judicia-
les, ni el ejército; todo esto es necesario pero no suficiente. Para construir
un Estado una multitud tiene que unirse "en una generalidad" y encontrar
"la libertad en una libre sumisión comunitaria bajo una suprema autoridad
política".24
Así pues, el Estado es un proceso por medio del cual una multitud se hace
libre, es decir, se pertenece a sí misma. La libertad para Hegel, como ya he-
mos dicho, es obedecer a las propias leyes. Debe enfatizarse que el pensador
alemán , al igual que Rousseau, concibe al Estado como una comunidad ética.
Es extraña a Hegel la idea según la cual el Estado debe únicamente cuidar los
intereses individuales, privados, egoístas. Hegel fue un crítico de que en la
época moderna el Estado se sometiera al interés privado: "En los Estados de
la época moderna la seguridad de la propiedad es el pivote alrededor del cual
se mueve toda la legislación, al cual se refiere la mayor parte de los derechos
de los ciudadanos".25 Por el contrario, para Hegel el Estado debe ser la cul-
181
minación de la libertad del hombre. Y es que, como hemos visto, el Estado
tiene un lugar preciso en el desarrollo del concepto. "El Estado -explica
Bourgeois - es el resultado del movimiento de las esferas precedentes, en el
sentido de que es la unidad realizada de su contradicción, el elemento en que
ellas pueden anudar entre sí la relación de oposición por la cual se diferen-
cian, se determinan completamente -es decir, pueden ser lo que son-; en
suma: la condición de su propia posibilidad".'-6 Como tal, el Estado es la uni-
dad orgánica, viviente, colectiva, cuya coherencia la dan los vínculos entre
los hombres que han conservado sus intereses particulares pero los han su-
perado:
Por otra parte, Hegel alerta en contra de la visión liberal del Estado que otorga
a éste el papel protector de la propiedad privada:
26. Bernard Bourgeois, El pensamiento político de Hegel, Buenos Aíres, Amorrorlu, s / a, p. 13.
27. Hegel, Fundamentos de la filosofía del derecho, Buenos Aires, Siglo Veinte, s / a, parágrafo 257.
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la ética de Hegel `despierta al contacto del hombre con el ágora, con la plaza
pública, con la res pública, con la colectividad' ".3°
Conviene agregar que la visión dominante que Hegel tiene del Estado en
sus primeros escritos es una síntesis del pensamiento político anterior. El
Estado es comprendido como la suprema forma de organización social en la
que un pueblo se encuentra consigo mismo y está sometido a una misma au-
toridad legal y política. Sólo después, habiendo elaborado el concepto de eti-
cidad, Hegel incorporará la subjetividad expresada en hábitos y costumbres,
ritos y solidaridades, dentro de la unidad estatal.` De hecho, la vida sustan-
cial del Estado no se encuentra ni sólo en las instituciones políticas y jurídi-
cas ni sólo en la mera unión de los hombres, sino en los "lazos sagradDs" que
hacen de una multitud de seres una unidad orgánica. Esta subjetividad colec-
tiva es la que, a fin de cuentas, hace que el complejo institucional adquiera
sentido. En otras palabras, sin la comunidad ética formada subjetivar.-lente el
orden legal y político no es un Estado. No hace falta obligar a los individuos
a ser libres, como quería Rousseau; pero tampoco es ya necesario el impera-
tivo categórico o hipotético kantiano que obligue a los hombres a comportarse
públicamente en una forma o en otra. Los sujetos actúan como son y por lo
que son. Su comunidad los ha formado desde el seno familiar hasta su unión
con los otros fuera de la familia. Con esto, el derecho y la moralidad no des-
aparecen pero quedan subsumidos en el Estado. De este modo, el derecho, la
norma subjetiva del actuar, la familia y la sociedad civil, son momentos cons-
titutivos del Estado. En concepto, el Estado resume todos esos aspectos an-
teriores, les da un sentido y los perfecciona. Así entendido, ya ni sonará
altisonante la expresión hegeliana según la cual el Estado es lo divino sobre
la tierra.32 Para Hegel, al contrario de los liberales, el Estado no es el enemi-
go ni la síntesis jurídica que limita al individuo para permitir la armonía del
30. Francisco Gil Villegas, "Hegel: Estado y sociedad civil a la luz de nuevas fuentes", en Re-
vista Mexicana de Ciencias Políticas v Sociales, núm. 133, México, Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales-UNAM, 1988, p. 67.
31. Vid. Zbigniew A. Pelczynsky, "La concepción hegeliana del Estado", en AA VV, Estudios so-
bre la filosofía del derecho de Hegel,... op. cit., pp. 249-288.
32. Jorge Juanes, Hegel o la divinización del Estado, México, Joan Boldó i Climent Editores,
1989, 323 pp.
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conjunto. Para él, el Estado es la condición de posibilidad de que el hombre
sea realmente hombre.
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dividuo con la comunidad, el principio de la libertad y el de la estatalidad, el
sujeto jurídico y el hombre real o efectivo de la sociedad civil. Aquí se con-
cilian el orden y la libertad. ¿Cuál es el resultado? Un sistema de gobierno
con los siguientes elementos: un monarca como poder ejecutivo; un sistema
bicameral como poder legislativo, ciertamente muy curioso como veremos;
un poder gubernativo integrado por lo que Hegel llama la clase universal que
como tal cuida el interés general. Recordemos que la administración de jus-
ticia y la administración pública (la policía) pertenecen a la sociedad civil;
pero la autoridad de sus funcionarios proviene del Estado.
Interesa señalar aquí los caracteres generales del sistema bicameral plan-
teado por Hegel. Este sistema se forma, por un lado, con una cámara alta
que está integrada por los representantes de los grandes propietarios de tie-
rras; por otro lado, la cámara baja se constituye por los representantes de
las corporaciones, es decir, por los representantes del estamento del traba-
jo y de la industria: "el estamento industrial, está orientado esencialmente
hacia lo particular y por eso es él de un modo propio la corporación".33 En
la cámara baja, el poder gubernativo (esto es, la burocracia) también tiene
representantes; en este nivel su función es servir de correa de transmisión
entre los intereses particulares de las corporaciones y el interés general que
ella misma representa y que el monarca sanciona y sintetiza. He ahí el sis-
tema legislativo.
En orden de cumplir las tríadas hace falta un momento. El interés parti-
cular está representado y reconciliado con lo general en el poder legislativo.
El interés general toma cuerpo en la naturaleza misma del poder gubernati-
vo. Falta el momento de la singularidad que sintetiza al todo:
33. Hegel , Fundamentos de la filosofía del derecho,... op. cit., parágrafo 250. vid., también: Rhi-
na Roux , " Hegel y el corporativismo", en Revista Mexicana de Ciencias Políticas Y Sociales, núm.
151, México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales -UNAM, 1993.
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Así pues, la propia lógica del desarrollo del espíritu, según la desarrolla He-
gel lleva a la necesidad del monarca. Conviene citar las líneas que con ma-
yor claridad desarrollan esta idea del profesor de Berlín:
Conclusiones
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ca dialéctica. Su sede no es ni sólo el pensamiento ni sólo el objeto, sino la
interrelación dinámica entre uno y otro. En segundo lugar, la naturaleza: el
hombre vive en un mundo natural regido por ciertas leyes; si bien no es
el hombre quien fabrica esas leyes a las que él mismo está sometido en cuanto
ser natural, sí es él quien las codifica, las comprende y las utiliza. Por últi-
mo, los seres humanos son subjetividad y también relacionalidad multíple y
diversa de unos con otros. Esta última dimensión de la vida humana es la fun-
damental y, por ende, la que da sentido y contenido a las dos primeras. He-
gel la denomina Espíritu y la divide en subjetivo, objetivo y absoluto. El
Estado es la cumbre del Espíritu Objetivo. Sí nos damos cuenta de esto, de
inmediato podemos comprender que para Hegel el Estado cumple el momento
supremo de la relacionalidad de los seres humanos. Luego entonces, el Esta-
do es un tipo determinado de relación social o, para ser más precisos, de re-
lación comunitaria entre los hombres.
2. Si precisamos aún más el lugar que ocupa el Estado en el sistema filo-
sófico de Hegel, diremos que el Espíritu Objetivo, aquel que abarca la rela-
cionalidad de los seres humanos entre sí, se divide en derecho, moralidad y
eticidad. En el derecho, el ser humano es persona. En la moralidad., además
de ser personas, los hombres son sujetos que obedecen reglas y normas sub-
jetivas que orientan su conducta. En la eticidad los hombres actúan de acuerdo
a la forma de ser de su pueblo. Aquí es donde los sujetos salen de sí para es-
tablecer relaciones sociales con los otros. Estas relaciones son diversas y con-
figuran, cada una de ellas, diversos "mundos" sociales. Podríamos decir que
son tres esas relaciones sociales: a) la familiar; b) la civil; c) la política. Ad-
viértase que en cada una de ellas el sujeto deja de ser una entidad solitaria para
convertirse en un miembro de un universo que lo desborda. Sin embargo, será
este universo el que dará forma, contenido y perfección al individuo.
La familia es el primer lugar en que el individuo entabla relaciones con
otros; aquí recibe la formación (Bildung) primera que lo educa, mediante el
lenguaje y las actitudes, en los valores, las tradiciones, la religiosidad, la for-
ma de ser común, etcétera. Los rasgos que definen la relación familiar son el
amor, la confianza y la obediencia. El carácter humano de los hombres no se
agota aquí. Tiene que traspasar esta esfera de la familia y establecer relacio-
nes sociales más allá de este núcleo, con otros hombres procedentes de otras
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36. Vid. Henri Denis , " Sociedad civil hegeliana y capitalismo", en Relaciones , publicación se-
mestral de análisis sociológico , núm. 4 , México, Departamento de Relaciones Sociales, UAM - Xochi-
milco, 1990.
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3. Para Hegel, entonces, el Estado no es el enemigo del individuo. Es, en
cambio, la condición de su propia existencia como individuo. Por elle, deci-
mos con Weil que para Hegel, "el Estado no es una organización que oprime
a los ciudadanos, es su organización".37 El nosotros político-estatal es la uni-
dad orgánica suprema de los sujetos, aquello que los hace ser sujetos. Con
esto, Hegel pretende rescatar la tradición aristotélica sin negar lo mejor de
la tradición liberal. Tomará el espíritu comunitario de la primera y la. necesi-
dad de la libre individualidad de la segunda. Para Hegel es posible, entonces,
una polis moderna, acondicionada a los requerimientos del libre despliegue
del individuo.
4. Las contradicciones de la filosofía hegeliana del Estado se concentran,
a mi juicio, en su teoría de las instituciones políticas, especialmente en aquel
movimiento mediante el cual, en orden de cumplir el silogismo universalidad,
particularidad, singularidad, hace descansar la singularidad del Estado en el
monarca. En lugar de sostener que el Estado vive en cada uno de sus miem-
bros, y ahí es singular, Hegel otorga esa cualidad no a todos y cada uno de
los miembros de la comunidad estatal sino sólo a uno de ellos: el monarca por
nacimiento. Con ello, Hegel evita profundizar en la lógica del Estado y tan
sólo se pliega a los regímenes políticos existentes en su época.
Sin embargo, si seguimos su lógica por medio de la cual el Estado es singu-
lar y como tal es individuo, queda abierto un enorme campo donde es posi-
ble hallar los mecanismos de actuación del Estado en cada uno de los
sujetos. Se podría profundizar en el estudio de aquellos momentos subjeti-
vos y personales de la acción estatal.Se podría, en fin, encontrar -y acaso,
contrarrestar- la manera en que el Leviatán habita en las conciencias. Qui-
zá desde ahí sea posible plantear la construcción de una auténtica comunidad
de carácter ético donde no mande nadie, se respete plenamente la libre indi-
vidualidad y se construya un nosotros real y, por supuesto, sin dominación.
¿Utopía? Tal vez. Pero una utopía como Ideal regulativo de la razón que orien-
te la práctica en el terreno de lo posible: con Hegel y contra Hegel.
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