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BLOQUE 2: DESARROLLO EN LA INFANCIA TEMPRANA

Los temas a tratar:


1) Capacidades precoces de percepción/acción:
2) Desarrollo Psicomotor
3) Desarrollo psicológico de personalidad:
4) Intersubjetividad Primaria y Secundaria:
5) Desarrollo cognitivos básicos:

Se trabajará con bibliografia de la catedra ya indicada y materiales en Plataforma


Bibliografia:
Moreau de Linares: Descubriendo continentes Cap.I,II,III,IV,V,VI Ed. Lugar 1990
Rivière, A. (1986/2003). Interacción precoz. Una perspectiva vygotskiana a partir de
los esquemas de Piaget. En M. Belinchón, A. Rosa, M. Sotillo & I. Marichalar (comp.)
Ángel Rivière. Obras Escogidas, Vol II, pp. 109-142. Madrid: Panamericana. (primera
parte)
Español, S. (2001). Creación de símbolos y ficción durante el segundo año de vida
Estudios de Psicología 22 (2), pp. 207-226
Jean Piaget 6 estudios y Construccion de lo Real

1) Aportaciones de Piaget (antes de los dos textos de piaget)


Para comprender bien el concepto de aprendizaje e instrucción en el enfoque
genético/cognitivo/constructivista piagetiano, es preciso resumir los principios
generales que subyacen a los postulados iniciales de los autores de la Escuela de
Ginebra sobre el aprendizaje:
* El aprendizaje es un proceso constructivo básicamente de carácter interno: es
decir, son las propias actividades cognitivas del sujeto las que determinan sus
interacciones ante el medio ambiente en el que está inmerso.
* Por tanto, no basta la actividad externa al sujeto para que éste aprenda algo, es
necesaria su propia actividad interna (codificación/procesamiento y decodificación)
de modo que su aprendizaje depende del nivel de desarrollo operatorio que posee.
* El aprendizaje es un proceso de reorganización y reestructuración cognitiva. Ello
supone que ha asimilado la información del medio y al mismo tiempo ha
acomodado los conocimientos que se tenía previamente a los nuevos datos
recientemente adquiridos. Este proceso de autorregulación cognitiva de denomina
“Proceso de Equilibración”.
* En el desarrollo del aprendizaje y la instrucción son importantes los conflictos
cognitivos, discrepancias y contradicciones cognitivas. Estas discrepancias entre
las expectativas o representaciones que el sujeto tiene ante un problema
determinado y los resultados que ofrece el profesor o la realidad misma, son los
que producen un desequilibrio en su sistema cognitivo y estimulan al sujeto a la
consecución de un nuevo equilibrio más evolucionado y elaborado.
* La interacción social favorece el aprendizaje y la instrucción, no por sí misma,
sino por las contradicciones y desequilibrios que produce
entre los conceptos o experiencias propias y ajenas, y por ello llevan al niño a
nuevas reorganizaciones / reestructuraciones y ajustes constantes del
conocimiento de forma más elaborada y evolucionada.
* La experiencia física es con frecuencia una condición necesaria, aunque a veces
no suficiente, para que se produzca el aprendizaje. Implica una toma de
conciencia de la realidad que facilita la solución de problemas e impulsa el
aprendizaje, aunque el niño no sepa explicar adecuadamente su por qué.
Aunque el objetivo de Piaget no fue ofrecer una sistemática teoría psicoeducativa,
sus principios teóricos han dado lugar a un cuerpo de ideas básicas y originales en
torno al quehacer educativo, como las que se relacionan a continuación y que se
mencionaron en el apartado de antecedentes de la Psicología de la Instrucción en
Europa: * Teoría desarrollista del aprendizaje: Piaget parte del supuesto
básico de la independencia del proceso de desarrollo y del proceso de
aprendizaje. Desde este punto de vista, se considera el aprendizaje como un
proceso externo y de alguna manera paralelo al proceso de desarrollo.
* Aprendizaje cognoscitivo por medio de la participación activa y motivada: Define
la inteligencia como un proceso adaptativo que se realiza a través de intercambios
activos entre las personas y las características del ambiente. De ese modo, los
conocimientos se derivan de la acción, no como simples respuestas asociativas,
sino mediante la asimilación de lo real a las coordinaciones necesarias y
generales de la acción. * El proceso de Socialización: Para Piaget, el desarrollo
pleno de la personalidad del alumno implica su desarrollo social a la par que el
intelectual, mediante la formación simultánea de unas conciencias
libres y unos individuos respetuosos hacia los derechos y libertades de los demás
(Piaget, 1975).
* Los modelos de equilibrio: Es una pieza fundamental de la teoría piagetiana
(1977) inspirada en la biología como en la teoría general de sistemas. Las
cualidades fundamentales de la estructura del conocimiento son la homeostasis y
la totalidad, así como la relación que existe entre las partes. Las estructuras
cognitivas se desarrollan en función de lo que denominó "procesos de
equilibración", que consiste en la búsqueda constante de equilibrio.
* Aspectos relacionados con la programación de un sistema abierto: Piaget no
estableció una descripción de las características de lo que podría ser un sistema
de programación ideal, pero es posible identificar algunas características al
respecto. .- La programación debe ofrecer unos objetivos y contenidos de
enseñanza adaptados a las posibilidades evolutivas del alumno.
De todas formas, la influencia de Piaget en la enseñanza ha sido discutida, sobre
todo en lo que se refiere a las ideas psicológicas del desarrollo, de las que se
derivan la mayor parte de sus implicaciones en el campo educativo. Otra crítica es
que su modelo se ha perdido en generalidades. Ahora bien, su trabajo ha sido
fecundo y ha abierto caminos a la investigación, sobre todo en lo que se refiere a
la construcción de esquemas. A través del conocimiento general de los esquemas
dirigidos a comprender la realidad y de los procedimientos dirigidos a la meta
particular del problema, los sujetos van construyendo "redes interpretativas"
(Inhelder, 1976) que son verdaderos modelos de la realidad, o sistemas de
representación del problema. Se trataría de teorías elaboradas en la acción
(Hernández, 1984).

2) El Primer año de Vida del Niño- René Spitz (primero leer esto y después los
de Melanie Klein)
Desarrollo:
Freud introdujo el término objeto libidinal, en sus tres ensayos sobre la teoría sexual,
aca describe las relaciones recíprocas entre la madre y el hijo, a lo denomina
relación entre el objeto (hijo) y el sujeto (madre).
Rene Spitz hace referencia que el sujeto se ocupa de la catexia de objeto, de la
elección de objeto, pero sólo excepcionalmente de las relaciones de objeto.
La mayor parte del primer año de vida está dedicado a esforzarse por sobrevivir, a
formar y elaborar dispositivos de adaptación que sirvan para conseguir esa meta.
Todo aquello de que carece el infante, lo compensa y proporciona la madre. El
resultado es una relación complementaria, una diada.
A medida que las potencialidades del infante se desarrollan en el primer año de
vida, se irá haciendo independiente del medio que lo rodea. Este proceso se efectúa
tanto en el sector somático como en el psicológico de la personalidad del infante. El
crecimiento y el desarrollo, en el sector psicológico, dependen esencialmente del
establecimiento y el despliegue progresivo de relaciones de objeto cada vez más
significativas, es decir, de relaciones sociales.
El conocimiento freudiano ve al neonato como un organismo psicológicamente
indiferenciado, venido al mundo con un equipo congénito y ciertas Anlagen. Este
organismo posee una conciencia de percepción, de sensación y de todas las demás
funciones psicológicas, ya sean conscientes o inconscientes. La diferenciación se
inicia como resultado de dos procesos distintos que son:
Maduración: que es el despliegue de las funciones de la especie, producto de la
evolución filogenética, innatas, que emergen en el trascurso del desarrollo
embrionario o que se trasmiten, tras el nacimiento.
Desarrollo: consiste en la aparición de formas, de función y de conducta que son el
resultado de intercambios entre el organismo en parte del medio interno y por otra
parte del medio externo.
En el momento de nacer, no existe el “yo”. No existe el superyó, ni el simbolismo, ni
el pensamiento por medio de símbolos. Las interpretaciones son simbólicas
inaplicables. Los símbolos aparecen más o menos con la adquisición del lenguaje.
Sólo pueden detectarse indicios de sus prototipos de forma más fisiológica que
psicológica.

Los principios reguladores básicos del funcionamiento psíquico, postulados por


Freud, son:
 El principio de Nirvana (principio de permanencia);
 El principio de placer
 El principio de realidad

La división descriptiva de la psique es:


 Consciente
 Inconsciente

El punto de vista topográfico:


 inconsciente
 preconsciente
 consciente.

El punto de vista dinámico:


Sostiene que los procesos mentales se derivan de la acción recíproca de fuerzas
que radican “originariamente de la naturaleza de los instintos”; por lo que tienen un
origen orgánico.
Hay dos grupos de instintos: libidinal y agresivo.
Desde el punto de vista económico, el psicoanálisis supone que las
representaciones mentales de los instintos tiene una carga (catexia) de cantidades
de energía definidas. Freud concibió al fenómeno psíquico desde una visión
tridimensional en sus aspectos: dinámico, topográfico y económico. Freud
reemplazó el punto de vista topográfico por el estructural.
El Aparato Psíquico o estructural:
Se divide en el yo, ello y superyó.
El punto de vista genético sostiene que todo fenómeno psicológico, a más de sus
aspectos contemporáneos y experiencial, puede ser investigado a través de su
ontogénesis, hasta su origen psicológico. La teoría de la libido y las zonas
erógenas, de la excitación sensorial adecuada de esas zonas surge la satisfacción,
en el trascurso de la maduración las zonas oral, anal y genital son activadas,
marcando las etapas sucesivas del desarrollo libidinal.
La libido en psicoanálisis significa en primer lugar, la fuerza de los instintos sexuales
dirigidos hacia el objeto, tomando “sexual” en el amplio sentido que exige la teoría
analítica. Para Freud, la agresión, indica la presión y la dirección en relación con el
objeto. La agresión sirve para acercar, para asir, para sostener, para dominar y para
destruir el objeto y por extensión, las cosas. Mediante la instrumentalidad de un
órgano especial que es el aparato muscular. La modalidad de cada zona, su función
constrictora o expulsora, figura entre los determinantes de la cualidad distintiva del
impulso parcial y de la etapa libidinal dada.
En las series complementarias, todos los fenómenos psicológicos son, el resultado
de la influencia mutua y de la acción recíproca de factores innatos con
acontecimientos experienciales.
El punto de vista adaptativo:
Exige que la explicación psicoanalítica de todo fenómeno psicológico incluya
proposiciones psicoanalítica de todo fenómeno psicológico incluya proposiciones
concernientes a su relación con el medio ambiente.
El equipo congénito, aquello con lo que el recién nacido está dotado y que lo hace
único, consta de tres partes: los genes (equipo heredado), las influencias
intrauterinas que actúan durante la gestación y las influencias que se hacen
operantes en el curso del parto.
La génesis de las relaciones de objeto son las relaciones entre la madre y el hijo.
Entre las peculiaridades de esta relación es que en un principio es un estado de
desconexión social, un lazo puramente biológico, que se va trasformando, paso a
paso, en lo que ha desear finalmente la primera relación social del individuo. Es una
transición de lo fisiológico a lo psicológico y social. En la etapa biológica (in útero)
las relaciones del feto, son puramente parasitarias. Pero en el trascurso del primer
año de vida, la criatura pasará por una etapa de simbiosis psicológica con la madre,
desde la cual ganará gradualmente la etapa siguiente, en donde se va a desarrollar
las interrelaciones sociales. En la relación madre e hijo, se podía encontrar el
germen de todo el desarrollo de las relaciones sociales del orden más elevado.
Para el neonato, el medio circundante consiste, por así decirlo, solo en la madre o
quien la sustituye. Esté individuo único no es percibido por el recién nacido como
una entidad distinta a él, sino que es simplemente parte de la totalidad de sus
necesidades y de su satisfacción.
El objeto libidinal, según Freud, es un instinto, es aquello en relación a lo cual o a
través de lo que el instinto es capaz de lograr su finalidad. El objeto no es por fuerza
algo extraño o externo; sino más bien puede ser una parte del propio cuerpo del
sujeto. El cual puede cambiarse innumerables veces. Puede ocurrir también que el
mismo objeto sirva para la satisfacción de varios instintos simultáneamente. Estos
cambios son condicionados inherentes de la maduración y la diferenciación
progresivas de los impulsos instintivos, de la interacción dinámica entre ellos de la
estructura de los impulsos instintivos, de la interacción dinámica entre ellos, de la
estructura de los impulsos parciales y de otros factores.
El hecho de que el objeto libidinal cambie frecuentemente, lo distingue en principio
del concepto de objeto de la psicología académica. Este objeto de la psicología
académica, al que denominamos “cosa”, permanece constante idéntico a sí mismo
y puede describirse mediante un sistema de coordenadas espaciotemporales. El
objeto libidinal no permanece constante o idéntico a sí mismo. Las relaciones de
objeto son relaciones entre un sujeto y un objeto. En este caso el sujeto es el
neonato. No hay objeto ni relaciones de objeto en el mundo del recién nacido.
Ambas cosas se desarrollan progresivamente, paso a paso, en el trascurso del
primer año. Hay tres etapas del desarrollo del primer año en el objeto libidinal: etapa
pre-objetal o sin objeto, etapa del precursor del objeto y la etapa del objeto libidinal
propiamente dicho.
La etapa sin objeto coincide más o menos con la del narcisismo primario, la etapa
de no diferenciación, ya que la percepción, la actividad, las funciones del recién
nacido no están suficientemente organizadas en unidades, salvo, hasta cierto punto,
en aquellas zonas que son indispensables para la supervivencia. En esta etapa el
recién nacido no sabe distinguir una cosa de otra, no sabe tampoco distinguir una
cosa externa de su propio cuerpo. Percibe también al pecho como satisfactor de sus
necesidades y proveedor de alimento, si no está diferenciado ni organizado.
El aparato perceptor del recién nacido se halla escudado del mundo exterior
mediante una barrera contra los estímulos extraordinariamente alta. Esta barrera
protege al infante durante las primeras semanas y meses de vida de la percepción
de los estímulos del medio ambiente. Los estímulos percibidos de fuera son
percibidos sólo cuando su nivel de intensidad excede el del umbral de barrera contra
el estímulo. Entonces irrumpen a través de dicha barrera rompiendo el sosiego del
neonato, que reacciona con violencia y desagrado. Estas respuestas de displacer
pueden observarse desde el nacimiento.
Según Freud, al nacer no hay consciencia, el llamado trauma del nacimiento no deja
ningún recuerdo. La breve angustia que el recién nacido experimenta desaparece
cuando se le deja en paz, en cuestión de segundos.
La excitación negativa del recién nacido, en respuesta a una estimulación excesiva,
debe ser considerada como un proceso de descarga. La ley del principio de Nirvana,
consiste en que la excitación se mantiene a un nivel constante y cualquier tensión
que excede este nivel ha de ser descargada sin demora. Una vez establecida, la
función psicológica se regirá por la ley del principio del placer y el displacer durante
algún tiempo, hasta que, a su vez, el principio de placer sea sustituido, aún cuando
jamás por completo, por los mecanismos reguladores del principio de realidad. Al
comienzo un organismo actúa tanto fisiológicamente como psicológicamente, un
sistema binario.
El neonato no tiene imagen alguna del mundo en absoluto, ni estímulos de ninguna
modalidad sensorial que pueda reconocer como señales; incluso cuando alcanza
los seis meses de edad, sólo poquísimas de estas señales han quedado
establecidas y depositadas como rastros mnémicos. Cada estímulo tiene que ser
trasformado primero en una experiencia significativa; sólo entonces puede
convertirse en una señal, a la cual se irán añadiendo, paso a paso, otras señales,
para construir la imagen coherente del mundo del niño.
Esta diversidad de condiciones capacita al neonato a la creación de la barrera contra
los estímulos, que lo protegerán de la gran mayoría de los estímulos a los que
estamos expuestos de ordinario. Está protección consta de varias partes. Primera,
las estaciones receptoras, no están aún provistas de energía al nacer. Segunda, la
mayor parte del día se la pasa durmiendo o adormilado. Por último, la elaboración
mental de los estímulos que llegan se desarrolla gradualmente durante muchos
meses, en razón directa con la capacidad de madurez del infante para la acción
voluntaria. El medio ambiente singular, es un factor, la madre protege al infante de
un material contra el exceso de estímulos de cualquier clase. La madre ayuda
también al infante a tratar con los estímulos que proceden de su interior,
proporcionándole una descarga a la tensión (hambre, abrigo), y alivia la tensión
desagradable. La reciprocidad entre la madre y el hijo, crea para el infante un mundo
singular muy propio, con su clima emocional específico, esto, permite al bebé
trasformar, poco a poco, los estímulos sin significado, en señales significativas. La
percepción tiene que aprenderse, coordinarse, integrarse y sintetizarse
experimentando las corrientes incesantes y cambiantes, los tranquilos remansos y
los rápidos de las relaciones de objeto.
El neonato no percibe, la percepción, propiamente dicha, se basa en la apercepción.
Gran parte de las vías de percepción que intervienen pertenecen aun sistema de
captación básicamente distinto del sistema de percepción que actúa en edad
posterior. Las diferencias existentes entres ellos, al que se halla presente al nacer
la organización cenestésica.
Este sistema de captación es generalizado, primordialmente visceral, tiene su centro
en el sistema nervioso autónomo y se manifiesta en forma de emociones. Por lo
cual se prefiere designar a esta forma de percepción, recepción. Es un fenómeno
de todo o nada, que funciona como un sistema binario. El desarrollo posterior,
llamado organización diacrítica, en donde la percepción se efectúa a través de los
órganos sensoriales periféricos y es localizada, circunscrita e intensiva; sus centros
están en la corteza y sus manifestaciones son procesos cognoscitivos, entre los que
se encuentran los procesos conscientes del pensamiento. Al nivel cenestésico, ya
desde el nacimiento, la sensibilidad visceral está conectada con algunas de las
modalidades sensoriales periféricas, tales como la superficie cutánea.
La transición, es automáticamente demostrable por las modificaciones sucesivas de
la envoltura de estos órganos, que van desde el cutis hasta la mucosa. Estos
órganos de transición, que median entre la recepción interna y la percepción
externa, tienen una función principal en el proceso de la ingestión de alimento
enfocado a la supervivencia. Según Freud, la función anaclítica llega a ser
verdaderamente cenestésica con la percepción diacrítica.
El papel de la organización de la cenestésica en la economía total de la persona
como un sistema se hace forzadamente evidente por dos razones: la organización
diacrítica ha evolucionado a partir de la cenestésica. Los canales de conexión entre
las dos organizaciones no quedan nunca obstruidos del todo, ni siquiera
neurológicamente. La organización cenestésica continúa funcionando durante toda
la existencia. En los casos de peligro, las fuerzas arcaicas arrollan el silenciador e
irrumpen con violencia aterradora, descargas explosivas de emociones primarias,
con enfermedades psicosomáticas malignas.
No solo los afectos son caóticos e indiferenciados en el infante, sino que también
lo es la percepción; que la percepción diacrítica no existe aún y que el neonato no
puede distinguir una cosa de otra, y mucho menos singularizar al objeto libidinal, y
que responde principalmente a los estímulos interoceptivos.
Aproximadamente al final de la primera semana de vida, el infante empieza a
responder a las sugerencias. Aparecen a los primeros indicios de conducta dirigida
hacia un fin, es decir, actividad, asociada con procesos psíquicos, los cuales
aparecen ocurrir según el modo de los reflejos condicionados.
La primera de tales sugerencias que provoca una respuesta es un cambio de
equilibrio. Si después el octavo día se levanta de la cuna a un niño criado al pecho
y se lo coloca en los brazos en postura de mamar el infante volverá la cabeza en
dirección del pecho de la persona que la levante. Por el contrario, si el mismo infante
es alzado de la cuna en posición vertical, no se producirá el movimiento de volver
la cabeza. El reconocimiento de tales sugestiones y la respuesta a ellas se vuelve
cada vez más específico en el trascurso de las ocho semanas siguientes. Rubinow
y Frankl han demostrado que hasta el comienzo del segundo mes de vida, el infante
reconoce las sugestiones de alimento sólo si tiene hambre. Aquí nos hallamos con
dos secuencias de conductas: 1) a esa edad el infante reconoce la sugerencia para
que se alimente sólo cuando tiene hambre. 2) Cuando está gritando por tener
hambre, no reconoce el pezón que tiene en la boca y sigue gritando. Para que el
infante sea capaz de percibir un estímulo externo a esa edad (entre la segunda y la
sexta semana de vida) dos factores han de hallarse presentes y combinarse. El
primero es el estímulo externo de la necesidad y el segundo es el estímulo de origen
propioceptivo, es decir el estado de hambre del infante, su necesidad de alimento.
El sistema propioceptivo del infante está ocupado en la experiencia de displacer.
El infante percibirá el estímulo del pezón en su boca si se cumplen las siguientes
condiciones:
1) si el aparato propioceptivo, no está nulificado, inundado por una tensión masiva
desagradable
2) si el infante tienen hambre, lo que hace que el aparato esté dispuesto para la
percepción externa.
Hacia el principio del segundo mes, un ser humano que se acerque empieza a
adquirir un puesto único entre las cosas que rodean al neonato. El infante comienza
apercibir visualmente al adulto que se acerca. Si uno se aproxima al neonato
hambriento que está llorando, a la hora de alimentación, éste se callará, abrirá la
boca y hará con ella movimientos de succión. En términos de percepción, al
segundo mes el infante reacciona al estímulo exterior sólo cuando éste coincida con
la percepción introceptiva del hambre. En esta etapa la percepción del medio
circundante está condicionada a la tensión generada por una tendencia
insatisfecha. Dos o tres semanas después, se observa un progreso más; cuando el
infante percibe un rostro humano, sigue los movimientos de éste con atención
concentrada. El ser humano aparece en el campo visual del infante cada vez que
su necesidad es satisfecha. De ese modo queda asociado con el alivio del displacer,
así como con la experiencia de placer. En la gran mayoría de los casos el infante
criado al pecho mira fijamente el rostro de la madre sin cesar durante todo el acto
de mamar y sin apartar la vista hasta que se queda dormido en el pecho.
La comprensión de lo que el recién nacido puede experimentar al ver por vez
primera cuando abre los ojos, no sólo son vistas las formas; sino más que la
sensación misma es reconocida como si se originara en los ojos; sin duda podría
ser atribuida por el sujeto a cualquiera de las otras modalidades sensoriales. La
percepción parece empezar como una totalidad, y las diversas modalidades
perceptivas han de irse separando unas de otras en el curso del desarrollo. Acaso
hasta la maduración desempeña un papel en este proceso. La percepción, en el
sentido en que perciben los adultos, no se halla presente desde el principio; ha de
adquirirse, aprenderse.
Al nacer el infante responde, efectivamente, sólo a las sensaciones originadas
dentro de su cuerpo; que se hallan protegidas de la intrusión de los estímulos del
exterior por una barrera contra ellos. El estudio de Senden muestra que, cuando
los estímulos impregnan los ojos, antes de éstos hayan aprendido a ver, no tienen
significado. No obstante hay una zona que actúa de forma muy específica desde el
nacimiento. En ella, los órganos sensorios, para los estímulos venidos de fuera, se
encuentran con los receptores sensoriales de los estímulos venidos de dentro.
Es digno notarse que el reflejo de asir el pezón con los labios, es una combinación
con el succionar, representan la única conducta dirigida del infante al nacer. Cuando
en pezón llena la boca del recién nacido y cuando fluye la leche por la faringe los
receptores sensoriales para el exterior, así mismo los del exterior, son estímulos
simultáneamente. Esta estimulación acumulativa conjunta parece suscitar una
respuesta mucho más segura y garantizada; el bebé empieza a succionar y a tragar
lo que succiona. Toda percepción empieza en la cavidad oral, que sirve de puente
primigenio la percepción interna y la percepción externa. El único órgano donde
actúa la percepción durante las primeras semanas de vida sino más bien de
recepción. De la precursora de la percepción es la cavidad oral. El infante responde
con una secuencia de conducta específica, cuando se introduce algo en su cavidad
oral. La cavidad oral con sus órganos, la lengua, los labios, las mejillas y el aparato
nasofaríngeo so la superficie que se usa primero en la vida para la percepción táctil
y la exploración.
Un cambio de la percepción por contacto a la percepción a distancia, es de
importancia suprema para el desarrollo del infante. Este cambio se efectúa por
medio del instrumento de las relaciones de objeto. Cuando el infante mama al
pecho, siente el pezón en la boca y al mismo tiempo ve el rostro materno. Aquí la
percepción por contacto se mezcla con la percepción a distancia. Las dos forman
parte de una sola experiencia. Esta fusión abre el camino para un cambio gradual,
de la orientación a través del contacto, a la orientación a través de la percepción a
distancia.
Las diversas modalidades de la percepción son en gran proporción inoperantes al
iniciarse la percepción como tal y tienen que ser aprendidas. En el hombre la
secuencia genética empieza con la situación de mamar, e hicimos notar el papel
que desempeñan el aprender, el desarrollo y las relaciones de objeto, en el curso
del camino de la percepción por contacto a la percepción a distancia. Algunas
modalidades sensoriales pueden tener subclases.
Entre las edades 0; 2 más 0; 2 más 20, el infante responde a los estímulos que
cumplen ciertas cualidades Guestalt, que están en movimiento, ya sean
bidimensionales o tridimensionales. Después del tercer mes de vida, el infante
muestra en sus respuestas que ahora distingue una Guestalt tridimensional de la
misma Gestalt en proyección bidimensional.
La adición de la percepción a distancia enriquece el espectro de los sectores
perceptuales; facilita la orientación y el dominio, expande las funciones autómatas
del yo y finalmente contribuye a la primacía del principio de realidad.
Las cualidades emocionales, el placer y el displacer, toman parte en esta
experiencia perceptual. En la audición hay también cualidades dinámicas
implicadas, las de la actividad y la pasividad.
Emergen en respuesta a una necesidad que produce tensión. Esa tensión se reduce
con la satisfacción de la necesidad, lo que entonces lleva a la aquiescencia. El
neonato no es capaza de percepción a distancia sólo de percepción por contacto,
mediante la cavidad oral. De esto se sigue que el pecho es, sin duda, el primer
percepto, pero no es un objeto visual, sino de contacto; más específicamente, es un
objeto percibido por contacto oral.
Freud, consideraba la percepción como un acto concebido en términos orales. La
percepción mediante los envíos periódicos por el yo de pequeñas cantidades de
inversión catéxica en el sistema perceptual, por medio del cual prueba el medio
circundante (tastes), es entonces un modelo activo. El neonato no distingue la
percepción primitiva de la satisfacción de la necesidad. Las dos suceden
simultáneamente. En una etapa posterior, mediante la adquisición de la percepción
a distancia, se interpone un intervalo entre el acto de percibir y el acto de consumir.
Mucho más tarde se adicionarán las funciones defensivas. Hay tres órganos
ancilares de la percepción al nacer, la mano: la cual descansa sobre el pecho, sus
dedos se mueven lenta y continuamente, agarrando, golpeando, haciendo presa y
arañando. Las vías nerviosas que conectan al estómago, la boca y las extremidades
superiores y el oído interno con el sistema nervioso funcionan al nacer. Por lo tanto,
la estimulación de cualquiera de esos órganos, de los cuales la bosa es el que sirve
de guía, iniciarán patrones de conducta específica. La coordinación primera de la
mano y la boca, contribuyen al desarrollo de las funciones del yo y a la integración
de éste. El laberinto del oído: cerca del octavo día de vida, un cambio de posición
provocará en el recién nacido la respuesta de asirse al pezón y succionar. Las
sensaciones de los tres órganos perceptuales ancilares presentes al nacer (la mano,
el laberinto y la epidermis) están subordinadas al sistema perceptual central de la
cavidad oral.
La experiencia perceptual, es de naturaleza con sumatoria. Procura la satisfacción
de la necesidad y reduce la tensión tras un periodo de excitación no grata; también
anuncia otro de quiescencia, señalado por la ausencia de lo desagradable. Freud
creía, que las primeras huellas mnémicas se establecen sólo cuando una
experiencia de satisfacción interrumpía la excitación suscitada por una necesidad
interna. Esta experiencia de satisfacción pone fin a un estímulo interno que ha
originado una elevación de la tensión.
Las organizaciones sensorial, efectora, etc., del hombre están compuestas por dos
sistemas, cenestésico y diacrítico. Las sensaciones del sistema cenestésico son
extensivas y sobre todo viscerales; sus efectores son primordialmente las
musculaturas blandas y su organización nerviosa comprende, entre otros, los
sistemas simpático y parasimpático. Las sensaciones del sistema diacrítico son
intensivas e implican los órganos sensoriales; su musculatura es estriada y su
organización nerviosa está subordinada al sistema nervioso central. En el neonato
el sistema diacrítico no ha dado comienzo a su función de ninguna manera
apreciable. El infante percibe y funciona primordialmente en el cenestésico.
El tolera grandes cantidades de estimulación vestibular, para él puede servir de
estímulo condicionado. En la cuarta semana de vida, sólo existe un objeto
perceptual que el infante sigue con los ojos a distancia y ése es el rostro de los
mayores. El estado de amamantamiento, no es simplemente una experiencia de
satisfacción de necesidad. Inicia el tránsito de la percepción exclusiva por contacto
a ala percepción a distancia. Activa el sistema perceptual diacrítico, que remplaza
gradualmente a la organización original y primitiva cenestésica.
Según los experimentos de Lewin e Isacower, llegan a la conclusión de que en el
sueño, de los adultos, la regresión al pecho de la madre estaría indicada el
contenido de los sueños. (Spitz modifica esta proposición desde el punto de vista
visual de Isacower, diciendo que no es el pecho que se aproxima sino más bien la
percepción visual del rostro humano lo que recuerdan los adultos) Por lo general
estos tienen un contenido visual y los ejemplos de Lewin. Sin embargo muestra que
el primer objeto perceptual visual y estructurado de la vida, que adopta forma
definida y permanente, surgiendo de las burbujas luminosas de diferentes
géneros… que no tienen forma de nada a distancia, es el rostro humano. Hasta el
tercer mes de vida el niño que mama no mirará al pecho de la madre, sino al rostro
de ésta.
Al examinar la génesis de las primeras percepciones del infante, nos hemos dado
cuenta de que surgen en función de la necesidad y de la satisfacción de ésta. En el
ritmo circadiano de la vida del neonato, las necesidades se repiten, reiteradamente,
con breves intervalos de una forma u otra. Y su satisfacción no llega siempre
inmediatamente. Al ser esa necesidad satisfecha, son frecuentes las demoras. Esas
demoras, desempeñan un papel principal en el desarrollo adaptativo. La frustración,
que acompaña a la demora, está en el origen de la conducta adaptativa y es uno de
los dispositivos de adaptación más importantes, a saber, las huellas de recuerdos y
el recuerdo. Freud decía, es evidente que una condición previa para que se
establezca la comprobación de la realidad es haber perdido objetos que en un
tiempo proporcionaron una satisfacción real. En el recién nacido la región oral y la
cavidad oral tienen dos funciones diferentes pero ambas importantes para la
supervivencia: una es la ingestión, que asegura la supervivencia física inmediata
del individuo. La segunda función es la percepción, que en el neonato también
comienza en la extremidad rostral, en la región oral y en la cavidad oral. Desde allí
la percepción se ramifica en cinco modalidades ejecutivas; el tacto, el gusto, el
olfato, la vista y el oído. Se deduce que el desarrollo ulterior de la percepción estará
también estrechamente ligado con el afecto. El afecto es el que abre paso al
desarrollo; que no sólo favorece al desarrollo de la percepción sino también al de
otras funciones. Los afectos determinan la realización entre la percepción y la
cognición.
En el comienzo del segundo mes de vida, el rostro humano se convierte en un
percepto visual privilegiado, preferido a todas las demás cosas del medio circúndate
del infante. Ahora está es capaz de separarlo y de distinguirlo del trasfondo,
dedicándole su atención completa perlongada.
Al tercer es, este volverse hacia en respuesta al estímulo del rostro humano
culmina. Para entonces la madurez física y el desarrollo psicológico del infante le
permiten coordinar al menos una parte de su equipo somático y usarlo para la
expresión de la experiencia psicológica; ahora responderá al rostro del adulto con
una sonrisa. En el tercer mes de vida el bebé responde al rostro del adulto
sonriendo, si se cumplen ciertas condiciones; que el rostro se muestre de frente, de
modo que el infante pueda ver los dos ojos y que el semblante tenga movilidad. Los
niños antes de los dos meses de edad, no sonríen con certeza a nadie ni a nada;
las mismas niñas, después de alcanzar los seis meses de edad, reservan su
respueta sonriente para sus madres, amigos y, en una palabra, para los objetos de
su amor, pero no suelen sonreír a desconocidos. En las investigaciones quedó
establecido que la respuesta sonriente del infante en el tercer mes de vida, su
reconocimiento de la faz humana, no indica una verdadera relación de objeto.
El niño de tres meses no percibe un congénere humano, y tampoco una persona o
un objeto libidinal, sino sólo un signo. Esta Gestalt, se compone de la frente, los ojos
y la nariz, todo ello en movimiento. El infante responde sin duda a una Gestalt, y no
a la persona en particular, se demuestra por el hecho de que su respuesta no está
limitada a un individuo, sino a aquellos individuos, a los que responde con la sonrisa,
pueden intercambiarse con toda libertad. Cualquiera puede, en esta etapa, suscitar
la respuesta sonriente, si cumple las condiciones requeridas para la Gestalt
privilegiada que actúa como disparador de la respuesta.
El infante de tres meses es todavía incapaz de reconocer el rostro humano en perfil,
no ha reconocido as u congénere suyo en absoluto, solo percibe esta Gestalt signo
correspondiente a la frente, los ojos y la nariz. Cuando está Gestalt se modifica, el
objeto de percepción ya no es reconocido, perdió su tenue cualidad de objeto. La
sonrisa del infante entre los tres y los seis meses no es suscitada por el rostro del
ser humano, sino por un indicador Gestalt. La Gestalt signo no es un objeto de
verdad es un preobjeto. Lo que el infante reconoce en esta Gestalt signo, no son las
cualidades esenciales del objeto libidinal; ni los atributos propios del objeto que
atiende a las necesidades del infante, que lo protege y satisface. Lo que reconoce
durante la etapa preobjetal son atributos secundarios, externos y no esenciales.
Reconoce la Gestalt signo que es una configuración de una parte del rostro humano,
no de un rostro individual específico. El reconocimiento del semblante individual
aparece en el infante, cuatro o seis meses después.
La Gestalt signo, que el niño reconoce a la edad de los tres meses es un transición
desde la percepción de cosas, al establecimiento del objeto libidinal. En este
intercambio el objeto, o más bien lo que va a ser el objeto, es investido
progresivamente con catexia libidinal. Ese investimento catéxico, que caracterizan
al objeto libidinal, lo distingue de las cosas.
Aún cuando el equipo innato está a disposición del bebé desde el primer momento
de vida, ha de ser activado; esa chispa vital es conferida al equipo mediante
intercambios con otro ser humano, con un congénere o con la madre.
Esa chispa vital es conferida al equipo mediante intercambios con otro ser humano,
con un congénere o con la madre.
Solo una relación recíproca podrá proporcionar el factor experimental en el
desarrollo del infante, consistiendo en un intercambio de conducta, en el cual el
afecto desempeña el papel principal.
La retroalimentación recíproca, dentro de la diada, entre la madre y el infante y
viceversa, es un flujo continuo. Sin embargo, en la diada es básicamente asimétrica.
Con lo que la madre contribuye a la relación es completamente diferente de aquello
con que contribuye el infante. Cada uno de ellos es el complemento del otro y la
madre proporciona lo que el bebé necesita, a su vez el bebé proporciona lo que
necesita la madre.
Desde el comienzo de la vida es la madre, la compañera humana del niño, la que
media en toda percepción, en toda acción, en toda intuición, en todo conocimiento.
El clima emocional, en la relación madre e hijo, favorable en todos los aspectos al
desarrollo del niño. Lo que crea ese clima son los sentimientos de la madre hacia el
hijo. Su amor y afecto por el pequeño hacen de éste un objeto de interés
incalculable para ella; y aparte de su interés sin mengua, le brinda una gama
siempre recovada, enriquecida y variada de experiencias vitales, que son todo un
mundo. El niño responde a este afecto afectivamente.
De acuerdo con la personalidad de la madre puede haber una diferencia enorme,
respecto a que el niño sea precoz o retrasado, dócil o difícil, obediente o revoltoso.
En la diversidad de conductas y manifestaciones de conducta que rigen las
relaciones múltiples que se desarrollan entre el infante y la madre.
Está claro que las diferencias en la actitud del bebé modelarán las relaciones
diádicas. Una madre tolerante reaccionará de modo diferente que otra desdeñosa
u hostil; una madre tranquila, de distinto modo que otra ansiosa o movida por
sentimientos de culpabilidad. Es igualmente evidente que los problemas de la madre
repercutirán en la conducta del niño, llevando, en determinadas condiciones, a un
conflicto creciente.
En la relación madre e hijo, la madre representa lo dado del medio; o bien puede
decirse que ella es la que representa ese medio. Por parte del infante, lo dado
comprende el equipo congénito suyo, que consta del Anlage y la maduración.
Muchas funciones sufren cambios como resultado de la acción recíproca de la
maduración fisiológica con el desarrollo psicológico.
La madre, con su individualidad estructurada y madura; del otro, el hijo, cuya
individualidad va a irse desplegando progresivamente, desarrollándose y
estableciéndose; los dos factores están entre sí en una relación mutua y circular de
conducta. Tanto la madre y el hijo no viven en el vacío, sino en un medio económico
social, como una cultura, grupo étnico.
Las consecuencias y la significación del establecimiento del primer precursor del
objeto libidinal son: es ésta la etapa en que el infante se vuelve desde lo que Spitz
ha llamado recepción del estímulo venido desde dentro, hacia la percepción del
estímulo venido desde fuera. Ahora el infante sea capaz de reconocer el rostro
humano y de dar indicios de esto al sonreír en respuesta a él, demuestra que se
han depositado rastros de recuerdos. Lo que implica que en el aparato psíquico se
ha producido una visión. El infante se ha vuelto capaz las cargas catéxicas en
función psicológica hasta otra, de un rastro mnémico al siguiente. La capacidad de
desviar las catexias de un rastro mnémico u otro, corresponde a la definición
freudiana del pensamiento. Se ha producido una estructuración dentro de la somato
psique, el yo y el ello se han separado el uno del otro.
A los tres meses se produce un paso integrativamente primordial, que hace que se
junten muchos de los núcleos destinados del yo en una estructura de un orden
superior de complejidad y que formen el yo rudimentario. Mientras es él mismo el
producto de las fuerzas integradores que actúan en la materia viviente, el yo a su
vez se ha convertido en el centro gravitatorio de la organización, la coordinación y
la integración.
Al nacer, la situación del sensorium, no catexiado, constituyen la barrera contra el
estímulo, la maduración progresiva de los caminos neurales como la catexia
creciente de la representación central de los receptores sensoriales harán que baje
gradualmente este umbral protector contra la percepción exterior. El proceso
catéxico lleva a una síntesis dando como resultado un yo rudimentario, este yo,
remplazará ahora la burda protección del umbral de la barrera contra los estímulos,
con un procedimiento selectivo, superior y más flexible a los estímulos que llegan.
La acción dirigida, se convierte no sólo en una válvula de escape para la descarga
de la energía libidinal y agresiva, sino también en un dispositivo para adquirir
dominio y control por medio de la pisque, acelerando así el desarrollo.
La respuesta sonriente inicia el comienzo de las relaciones sociales en el hombre.
Es el prototipo y premisa de todas las relaciones sociales subsiguientes.
El primer año de vida es el período más plástico del desarrollo humano. Se
aprenderá tanto en tan poco tiempo. Tras la etapa de desamparo y pasividad antes
de los tres meses, el niño pasa a otra etapa durante la cual explora, tantea y amplia
el terreno ganado hasta entonces, se efectúa a través de los cambios e
interacciones con el objeto previo, esas interacciones ahora características nuevas
porque el infante ha progresado hacia la actividad dirigida y hacía el acto
estructurado.
Siguiendo la transición desde la etapa sin objeto, de actividad no dirigida, hacia la
actividad estructurada, dirigida por el yo, una segunda transición introducirá a otra
integración de una superior.
Durante la etapa transicional, las experiencias del infante tienen consecuencias más
trascendentales que en otros periodos en que la organización psíquica es más
estable. De ser expuesto el infante a un trauma durante esas transiciones; esto
tendría consecuencias específicas y a veces graves. Cada etapa transitoria es
vulnerable a determinados traumas, pero no en particular a otros. No obstante, al
principio de esta etapa transicional los dispositivos nuevos no están dispuestos del
todo, y por eso el organismo tienen que valerse de los trasferidos de la etapa
anterior, aún cuando no sean ya adecuados para las nuevas tareas.
La organización de la psique infantil parece tolerar el dolor mejor que la del adulto.
Existen periodos críticos en el trascurso del desarrollo. Clover fue el psicoanalista
que introdujo el concepto de las fases críticas, aplicó esta proposición al organismo
en crecimiento. Durante esos periodos críticos las corrientes del desarrollo se
integrarán unas con otras en varios sectores de la personalidad, así como con las
funciones y capacidades emergentes que resultan de los procesos de maduración.
Si el niño establece y consolida con éxito un organizador, en el nivel apropiado,
puede proseguir su desarrollo en la dirección del organizador siguiente. Cuando la
consolidación del organizador se desvía, el desarrollo se detiene. Una perturbación
en el despliegue de la personalidad del infante será seguido de una alteración en el
equilibrio entre las fuerzas del desarrollo y aquellas que ha suscitado la maduración.
Este tipo de desequilibrio está, en gran medida, limitado a los primeros años de vida
y se suscita frecuentemente en ellos. Con los avances de la edad, decrece su
ocurrencia; desapareciendo por completo tras la pubertad. El desequilibrio entre el
desarrollo y la maduración es favorecido grandemente por la plasticidad de la psique
infantil.
Otra razón para la plasticidad de la personalidad del infante en el primer año de
vida, es la falta de una estructura psíquica bien establecida y diferenciada. La teoría
psicoanalítica afirma que el yo es esa esfera de la psique que media entre las
relaciones con el interior y el exterior, en las transacciones del mundo interno y el
medio. El recién nacido no tiene yo. No puede contener con los estímulos que llegan
a su protección contra ellos es casi automática, debido al alto umbral perceptivo de
la barrera contra estímulos. No obstante, cuando los estímulos que vienen son lo
suficientemente fuertes se produce una irrupción de ellos, que puede modificar la
personalidad, hasta ahora no diferenciada, del infante.
La existencia de la madre, su sola presencia, actúa como un estímulo para las
respuestas del infante; su acción más pequeña hasta cuando no esté relacionada
con el pequeño, actúa como estímulo. Durante el primer año de vida, las
experiencias y las acciones intencionales son probablemente las que ejercen
aisladamente una influencia más importante en el desarrollo de los diversos
sectores de la personalidad del infante. Este extrae placer del proceso de la
descarga de sus impulsos instintuales en forma de acciones. El éxito acrecienta su
placer; y repetirá hasta dominar finalmente la conducta específica que haya tenido
éxito. Por el contrario, abandonará las acciones que llevan regularmente al fracaso.
Si la actitud de la madre es maternal y tierna, los afectos de ella facilitarán los actos
innumerables y variados de su bebé. Hay madres cuyas personalidades desviadas
pueden ejercer una influencia patológica sobre el desarrollo de sus niños.
Freud, llamó masa de dos, a la relación entre madre e hijo, que en cierta medida
está aislada del medio circundante y que se mantiene mediante lazos afectivos
extraordinariamente poderosos.
Freud, trata del proceso de la descarga que se hace necesario como resultado de
los estímulos originados en el interior del cuerpo. El camino de la descarga adquiere
una función secundaria extraordinariamente importante, a saber, la de llevar a cabo
una comprensión con otra persona; y el desamparo original, de los seres humanos
es así el origen primario de toda motivación moral.
La comunicación entre la madre e hijo, durante los primeros 6 meses de vida y hasta
a fines del primer año, se produce en el nivel no verbal. La comunicación del neonato
no está dirigida a alguien más, sino la expresión de un proceso interno. Las formas
de comunicación internas de la diada madre e hijo, tienen características
expresivas; es decir, son originadas por afectaos y no están dirigidas. El signo es
un percepto que, empíricamente, está vinculado con la experiencia de otro objeto o
de una situación. Puede sustituir a la percepción del objeto o de la situación misma.
Los signos y las señales están relacionadas jerárquicamente; el signo es el término
genérico: la señal, designa una conexión aceptada convencionalmente entre un
signo y una experiencia, ya sea esa conexión accidental, arbitraria u objetivamente
presente. Un símbolo es un signo que representa un objeto, una acción, una idea.
Entre la madre y el hijo existe una desigualdad notable en los medios de
comunicación. Durante algún tiempo el mensaje que produce el infante, al menos
durante los primeros meses de vida, consta de signos y nada más que de signos;
los mensajes originados en la pareja adulta del infante son señales dirigidas
volitivamente y percibidas como tales por el infante.
Durante los primeros seis meses el sistema sensorium del infante se halla en estado
de transición, este cambia gradualmente desde la recepción cenestésica hacia la
percepción diacrítica. El sistema cenestésico responde a las señales no verbales,
no dirigidas, expresivas; para el niño las señales cenestésicas originadas en el clima
afectivo de la relación entre madre e hijo son evidentemente los medios normales,
naturales de comunicación, a los que responde él con una reacción totalista. Y la
madre a su vez percibe las repuestas totales del infante de la misma manera. Las
señales afectivas generadas por la disposición de ánimo maternal se concierten en
una forma de comunicación con el infante.
Consciente o inconsciente, cada uno de los miembros de la pareja madre e hijo,
perciben el afecto del otro y a su vez responde con afecto, en un intercambio
constante afectivo recíproco.
El despliegue de la percepción afectiva y los intercambios afectivos preceden a
todas las demás funcionas psíquicas; éstas se irán desarrollando
subsecuentemente sobre los cimientos proporcionados por los intercambios
afectivos. Los afectos parecen tener seguir sirviendo de guía al resto del desarrollo.
Es de suma importancia que en la primera relación del infante sea con un congénere
humano, pues todas las relaciones sociales se basarán en esa relación.
Los afectos placenteros surgen en el trascurso de los tres primeros meses de vida,
siendo la respuesta sonriente su manifestación más notable. Las manifestaciones
de displacer se vuelven más y más específicas en el curso de los tres primeros
meses de vida. Al comienzo del cuarto mes, el niño expresa su desagrado al
abandonarle su pareja humana. Alrededor del sexto mes, la especificación de la
respuesta sonriente y de la respuesta de desagrado se hace más señaladas y se
extienden a un número creciente de estímulos, incluyendo las cosas, ahora el niño
llorará cuando le quitan su juguete. Las dos experiencias afectivas principales son
el placer y el displacer.
Privar al infante del afecto de displacer, durante el trascurso del primer año de vida,
es tan dañino como privarle del afecto del placer. El papel de ambos es de igual
importancia en la formación del aparato psíquico y de la personalidad. Dejar inactivo
a cualquiera de estos afectos trastornará el equilibrio del desarrollo. Se requiere de
la frustración para el bienestar del infante, sin el displacer, adecuada a la edad, no
es posible ningún desarrollo satisfactorio del yo.
Entre el sexto y el octavo mes se produce un cambio decisivo en la conducta del
niño hacia los otros. El bebé ya no responde con una sonrisa cuando un visitante
casual se detenga junto a su camita y le sonría, ahora el infante distingue
claramente entre el amigo y el extraño. Hay una negativa a entrar en contacto con
el desconocido con matiz más o menos pronunciado de angustia. Es la angustia
del octavo mes. A esta edad el niño puede influir en el medio para aliviar su
necesidad. Esta angustia del octavo mes, ocurre porque el percepto de la cara del
desconocido es comparado con las huellas mnémicas del rostro de la madre. Éste
descubre que es diferente y, por lo tanto, será rechazado. Esta capacidad de
desplazamiento catéxico sobre las huellas mnémicas acumuladas con seguridad en
el niño de ocho meses, reflejan el hecho de que ha llegado establecer una verdadera
relación de objeto y que la madre se ha convertido en su objeto libidinal, su objeto
de amor. Una vez que ha quedado establecido el objeto y que los impulsos
agresivos y libidinales se fusión, algunos de los mecanismos de defensa, en
particular la identificación, adquieren la función que tendrán al servicio del adulto.
Las instituciones culturales desempeñan un papel significativo en la formación de la
personalidad. Proporcionan la clase de oportunidades que delimitan la expresión
delos procesos intra psíquicos, tanto en la madre como en el hijo.
Los impulsos libidinales y agresivos se diferencian entre sí, en el trascurso de los
tres primeros meses de vida como resultado de los intercambios que se efectúan
entre madre e hijo. La madre es la persona que satisface los deseos orales del
infante; ella se convierte en el blanco de los impulsos agresivos y libidinales del
infante. El infante tiene dos objetos: el objeto bueno, hacia el cual se vuelve la libido,
y el objeto malo contra el cuan va dirigida la agresión. Al principio de esta etapa
transicional, emerge un yo rudimentario, que actúa como un aparato central
coordinador de gobierno y permite descartar un impulso en forma de acción dirigida.
Alrededor de los seis meses de vida, el infante verá a la persona de la madre de un
modo distinto, esta atraerá hacia sí los impulsos agresivos del infante, así como sus
impulsos libidinales. La fusión del objeto bueno y el malo en uno, los aspectos
buenos de la madre sobrepasan los aspectos malos y el impulso libidinal sobrepasa
el impulso agresivo. Ahora los dos impulsos están dirigidos hacia un solo objeto,
emocionalmente catexiado con más fuerza, objeto del que podemos hablar como
del establecimiento del objeto libidinal propiamente dicho y de la iniciación de las
verdaderas relaciones de objeto.
La madre es en general, la que reprime o facilita las relaciones de objeto, es su
conducta, la que determina el modo en que las relaciones de objeto se conformarán
y conducirán.
La capacidad para tolerar la frustración es el origen del principio de la realidad. Este
principio es la formulación de una función de rodeo; la satisfacción inmediata del
impulso ha de ser aplazada, de modo que, al posponerla, se puede lograr
posteriormente una satisfacción más adecuada.
Katherine Wolf, creía que las relaciones de objeto normales con la madre son un
prerrequisito para la capacidad del infante de relacionarse con las cosas y
dominarlas, esto muestra lo indispensable que es para el infante el logro de la fusión
de los impulsos agresivos y libidinales, al ser capaz de descargarlos sobre una sola
persona, la madre.
La significación del segundo organizador para el desarrollo ulterior del infante se
refleja en el despliegue rápido y en la estructuración de la personalidad. En la
angustia del octavo mes, hacen su aparición muchos patrones de conducta,
realizaciones y relaciones. Existe una comprensión de los ademanes sociales Se
producen cambios significativos en el trato del niño con el medio inanimado.
Distingue a su madre de los desconocidos, eso se da dos meses antes que el infante
tenga capacidad para distinguir un juguete de otro. Después de la angustia del
octavo mes, si se colocan varios juguetes delante del niño este escogerá su
preferido en lugar del que esté más cerca. En el nivel afectivo empieza a surgir una
matización sutil de actitudes emocionales como los celos, cólera, envidia, amor
afecto alegría, etc., esto puede observarse hacia el primer año de vida. La actitud
de la madre, el clima emocional con que subviene a las necesidades del infante,
son de importancia decisiva para el desarrollo de la imitación.
El tercer organizador, la locomoción es un progreso madurativo, hace que con
frecuencia medie un espacio entre el niño y su madre, la intervención de ésta ha
de valerse cada vez del gesto y de la palabra. Una vez que el infante ha adquirido
la locomoción, ahora la palabra que use la madre más frecuentemente es “¡No, no!”
y al decirla, mueve la cabeza, al tiempo que evita que haga el infante lo que quería
hacer. El niño comprende lo que la madre prohíbe a través de un proceso de
identificación, el niño con el tiempo imitará el gesto negativo con la cabeza. Para el
infante, este movimiento de cabeza se convierte en el símbolo y el vestigio
constante de los actos frustrad ores meternos. El negativo con la cabeza y la palabra
“no” son los primeros símbolos semánticos que aparecen en el transcurso del código
de comunicación semántica del niño. Es quizás, además el primer concepto
abstracto del niño. Las proposiciones psicoanalíticas dicen que el dominio pro el
niño del gesto negativa de la cabeza, revela que es el resultado de un proceso
dinámico complejo. En primer lugar representa una frustración emocional para el
niño, esta prohibición de la madre impone la frustración, esto está investido de una
carga afectiva específica, que tiene el significado del rechazo, de la derrota, en una
palabra de frustración. Pro otra parte, la prohibición, interrumpe la iniciativa, una
acción del niño, y le empuja de la actividad a la pasividad. Hay entonces, una carga
afectiva de displacer por la frustración que provoca un empuje agresivo desde el
ello, ahora el niño se encuentra atrapado entre un conflicto entre el vínculo libidinal
y la agresividad, corriendo así el riesgo de perder el objeto (la madre) tendrá que
recurrir a una solución de compromiso.
En el desarrollo de la afirmación, se podría esperar entonces que interviniera el
impulso libidinal. En el segundo año de vida, adopta su significado semántico,
convirtiéndose en el gesto de afirmación; es muy probable que ocurra esto varios
mese después de haber adquirido el gesto semántico de negación.
Freud, decía que las desviaciones y perturbaciones, se puede inferir el
funcionamiento “sano” del organismo. En las relaciones de objeto normales, los
padres deben disfrutar con el niño y el niño disfrute con los padres. Las relaciones
entre madre e hijo implican dos individuos diferentes por completo, y que aquello
que satisfacía a la madre era enteramente diferente de lo que satisfacía al infante.
Es básico en las relaciones de objeto normales, que éstas han de ser satisfactorias
tanto para la madre como para el hijo.
Las perturbaciones de la personalidad maternal se reflejarán en perturbaciones del
infante. Las influencias psicológicas dañinas son la consecuencia de relaciones
insatisfactorias entre la madre y el hijo. Tales relaciones insatisfactorias son
patológicas y se pueden dividir en dos: relaciones madre e hijo, incorrectas y
relaciones madre e hijo insuficientes.
Ni el factor psicológico por sí solo, ni el elemento congenital pro sí solo llevarían a
la irrupción de la enfermedad, está se debe únicamente a la conjunción de ambos.
La personalidad de la madre es la dominante en la diada, la personalidad materna
actúa como agente, provocador de la enfermedad, como una toxina psicológica.
Privar a los infantes, en el primer año de vida, de las relaciones de objeto lleva a
graves perturbaciones emocionales. Cuando privamos a los infantes de sus
relaciones con las madres, sin ofrecerles un sustituto adecuado, les privamos de los
suministros libidinales. Cuando el suministro es insuficiente, se dan las
enfermedades defectivas psicogénicas, o enfermedades defectivas emocionales.
Las consecuencias de la deficiencia emocional se dividen en dos sub categorías, al
defectividad parcial y la defectividad total.
Franca Repulsa Primaria: consiste en una franca repulsa global de la maternidad,
desde la preñez hasta al infante. El niño con frecuencia, muere, es abandonado ó
cedido para su adopción.
La repulsa pasiva primaria, Margaret Ribble, describe que el niño que no quiere ser
aceptado por la madre se vuelve comatoso. Después de curarse, estos niños tienen
que aprenderá a succionar. Su estado pone en peligro la vida del recién nacido. Una
de las secuelas que puede aparecer, es el vómito infantil. Esta repulsa pasiva
maternal, no está dirigida contra el niño como individuo, sino contra el hecho de
haberlo tenido.es una repulsa sin objeto. Puede existir durante las primeras
semanas, cuando el niño empieza a desarrollarse, su individualidad específica
empieza a sentirse y la hostilidad materna se hace también más específica, más
dirigida hacia su hijo.
La tolerancia Excesiva Angustiosa Primaria, es una actitud maternal que puede
considerarse como una forma especial de las que Lewy ha llamado la protección
materna excesiva. En los hijos de estas madres, aparece con frecuencia, el cólico
de los tres meses, después de la tercera semana de vida, el infante empieza a
quejarse. El alimento puede calmarle, per sólo temporalmente. Dentro de un tiempo
relativamente corto, el infante vuelve a dar muestras de síntomas dolorosos de
cólico. Hacia el fin del tercer mes, las perturbaciones tienen la tendencia a
desaparecer de un modo tan inexplicable como aparecerieron. Soto observó que
en las instituciones los niños no padecían del cólico del tercer mes. Él creía que esto
se debía a que la rutina de la alimentación a la hora en punto, así como a la ausencia
completa de la solicitud maternal, explican la inmunidad del cólico del tercer mes de
los bebés de la institución. Existe la hipótesis de una etiología de origen doble, si
los recién nacidos con hipertonicidad congénita son criados por una madre que
tienen un exceso de preocupación anguistiosa padecerán el cólico del tercer mes.
Un niño hipertónico es incapaz de deshacerse de su tensión normalmente, mediante
el proceso de mamar. Por el contrario lo descarga mediante gritos y agitación
motora intensa, la madre excesivamente solícita, alimenta al niño inmediatamente
otra vez exagerando la alimentación, durante este proceso cierta tensión se
descarga mediante la actividad oral y la deglución. No obstante el alimento que el
infante ha injerido recarga al sistema digestivo, acrecienta la tensión y origina un
recrudecimiento del estado de displacer, lo que lleva a la repetición del cólico y de
los gritos. La madre ansiosa es capaz de interpretar los gritos dentro del marco de
la autodemanda y alimentará una vez más al infante, prosiguiendo con el círculo
vicioso.
Después del tercer mes cabe suponer, que la madre con sentimientos de
culpabilidad o inexpertas se cansarán del requerimiento por la autodemanda ó
aprenderán a interpretar un poco mejor los gritos de sus infantes. Además el infante
a esa edad puede canalizar sus actividades y el nivel de tensión desciende.
Una consideración práctica ante está problemática es el chupete, pues el infante
logra descargar su energía y no ha consumido demasiado alimento que provoque
los cólicos. Otro método de descarga consiste en mecer al niño en una cuna.
La hostilidad enmascarada de ansiedad, la mayoría de los niños que padecían de
eczema, sus madres tenían una actitud de angustia manifiesta. Esa angustia
manifiesta correspondía a la presencia de cantidades inusitadamente grandes de
hostilidad inconsciente reprimida. Hay dos factores que pueden influir en los niños
con eczemas, el primero es una predisposición congénita, el cutis de esos niños es
más vulnerable de lo habitual y el segundo, es la influencia del medio, las relaciones
de objeto de los niños con eczema eran diferentes al promedio, hay un
empobrecimiento en los sectores sociales y del aprendizaje, un menor índice de
niños con eczema muestran la angustia del octavo mes, además, la mayoría de
madres de estos niños muestran una personalidad infantil, a estas madres no les
gusta tocar a sus hijos y se preocupan por la fragilidad de sus hijos. Esta
preocupación exagerada es una compensación de la hostilidad inconsciente.
Papel de la identificación primaria, la identificación primaria se refiere al estado de
no diferenciación, en el cual no hay diferencias en el infante mismo y tampoco es
éste capaz de distinguir entre lo de fuera y lo de dentro, entre el yo y el no yo. Hay
una carecía no sólo de una estructura psíquica, sino también de fronteras entre lo
psíquico y lo somático. La identificación primaria, se hace difícil con esas madres
angustiadas que rehúsan a sus hijos la satisfacción de la necesidad inherente de
ser tocado. Según, Malher, el proceso de separación individuación es el camino
hacia la individuación que pasa a través de las identificaciones secundarias. Pues
el niño ha adquirido las técnicas de la madre de cuidar de él, de velar por él antes
de que sea capaz de separarse así mismo de ella y convertirse en un individuo
independiente. Por consiguiente, cuando la madre hace difícil la identificación
primaria al rehusar la experiencia táctil, obstruye dos logros importantes del
desarrollo; el de la formación del yo y el de las identificaciones secundarias. Así en
el curso normal del desarrollo, los impulsos agresivos y libidinales descargan en la
estructura de la interacción física entre la madre y el hijo. En los niños que padecen
eczema, sus madres no les ofrecen las oportunidades suficientes para tales
descargas.
El eczema infantil, se limita a cierta fase del desarrollo se produce una cura
espontánea, por lo general al comienzo del segundo año. Ya que en este periodo el
niño adquiere la locomoción y se vuelve más independiente de las señales
originadas en la madre. Ahora él se ha vuelto capaz de sustituir las relaciones de
objeto normales por estímulos que él mismo puede obtener.
Fluctuaciones entre el mimo y la hostilidad (cabeceo de los infantes), los niños, por
lo general, llevan una actividad cabeceante después de los seis meses de edad.
Cuando el cabeceo de la infancia adopta un giro patológico, se convierte en la
actividad principal del niño, afectado por ese estado, y viene a sustituir a la mayoría
de las actividades habituales corrientes en esa edad.
Las relaciones de los niños cabeceantes y sus madres eran muy peculiar en los
experimentos, pues esa relación no se hallaba ausente, pero estaba lejos de ser
una relación estrecha y bien equilibrada. Estas madres tenían personalidades
extravertidas, con una predisposición al contacto intensivo, posesivo y tendencias
aloplásticas. La mayoría tenían personalidades infantiles, que carecían de control
sobre su agresividad, la cual se expresaba en explosiones frecuentes de emociones
negativas y de una hostilidad manifiesta violentamente. Los infantes se hallaban
expuestos alternativamente a explosiones de cariño, de amor y a otras igualmente
de intensa, hostilidad y cólera.
Los niños cabeceantes mostraban puntos característicamente bajos en sus gráficas
de desarrollo. Especialmente en el sector de adaptación social y el de la habilidad
manipuladora. En estos niños, la madre ha entorpecido el establecimiento de lo más
importante, del objeto libidinal, lo que hace que las relaciones de objeto posteriores
sean difíciles o imposibles para el niño. Esto detiene al niño en el nivel de narcisismo
primitivo, de tal modo que éste se limita a la descarga de su impulso libidinal en
forma de cabeceo.
Oscilaciones cíclicas del humor de la madre (juegos fecales y coprofagia) la
coprofagia y los juegos fecales e ven raramente en el primer año de vida, en los
casos de coprofagia esto ocurre de los nueve a los quince meses de vida. El juego
fecal durante el primer año de vida, está íntimamente relacionado con la ingestión
oral. La mayoría de las madres de estos niños, sufren algún grado de psicosis o de
depresión. En las madres depresivas se da porque sufren de cambios de humor
intermitentes hacia sus hijos. Estos humores varían desde la hostilidad extrema
como repulsa, hasta la compensación, extremada también de aquella hostilidad, en
forma de “solicitud exagerada”. La madre era cariñosa pero dicho amor tenía ciertos
rasgos exagerados.
La personalidad de los niños coprófagos, tenían una perturbación psiquiátrica de un
genero especial, tenían una apariencia depresiva, además estos niños, se muestran
bien predispuestos socialmente, a su manera peculiar y extraña. La personalidad
de las madres de estos niños mostraban una ambivalencia profundamente
asentada, cuando sus superyós estaban en situación ventajosa, los componentes
hostiles eran reprimidos y tenían la apariencia de una madre que se sacrifica así
misma. El niño se enfrenta, es su afecto, con un objeto libidinal en potencia que
mantiene una actitud consecuente durante un periodo bastante largo para permitir
la formación de relaciones de objeto, pero dicho periodo llega a su fin y empieza la
segunda fase del ciclo, en la que el objeto en potencia se convierte en lo contrario.
Ana Freud, pensaba que el humor depresivo de la madre genera en el niño una
inclinación hacia las tendencias depresivas. La madre depresiva se retira del niño y
este la sigue adentrándose en el humor depresivo de ella. Los tres componentes
del cuadro clínico de la coprofagia son: 1) la depresión lleva a la incorporación oral
del objeto perdido. 2) el niño imita la depresión de la madre. 3) el niño coprófago ha
sufrido lo que equivale a la pérdida del objeto “bueno”. Hay dos elementos en el
cuadro depresivo de la madre que provocan la patología del hijo: 1) la naturaleza
periódica de sus cambios de humor. 2) las tendencias oral-incorporativas
inconscientes características de la depresión.
En el niño encontramos tres factores destacados, para la coprofagia que sirven y
facilitan el esfuerzo del hijo para recobrar a la madre: 1) la facilidad que proporciona
el seguir el humor de la madre. Es un precursor de la identificación, pues la
identificación propiamente dicha es inasequible en esta etapa, debido al incompleto
del yo. 2) Una facilidad dinámica suscitada por la reacción del hijo ante la pérdida
del objeto bueno. 3) una facilidad de fase, por haber llegado el infante a la transición
de la fase oral a la anal.
La hostilidad materna compensada conscientemente (el niño hipertímico), la
conducta maternal en estos casos, es el resultado de un conflicto consciente en
tales casos es el resultado de un conflicto consciente. Para tales madres, el hijo
sirve de desahogo para sus satisfacciones narcisistas y exhibicionistas, no como
objeto amoroso. No obstante, una madre así se da cuenta de que su actitud hacia
su hijo es impropia, se siente culpable, y por eso, conscientemente, compensa con
exceso su actitud mediante una dulzura almibarada o agridulce.
Enfermedades defectivas emocionales del infante: hay una ausencia física materna,
mientras que al mismo tiempo el sustituto de la madre es inadecuado o
prácticamente inexistente. Los hijos de estas madres suelen tener ciertas
características: en el primer mes, estos niños se vuelven llorones, exigentes, tienden
a asirse al observador, cuando este logra contacto con ellos. En el segundo mes, el
lloriqueo muchas veces se cambia en gemidos, pérdida de peso. Hay una detención
de desarrollo. En el tercer mes, los niños se niegan al contacto. Se inicia el insomnio;
prosigue la pérdida de peso. Hay una tendencia a contraer enfermedades
interrecurrentes el retraso motor se generaliza. Se inicia la rigidez facial. Después
del tercer mes, la rigidez facial queda firmemente establecida. En la investigación
que realizó Spitz, observó que la mayoría de estos niños habían sido privados de la
madre durante un período prácticamente ininterrumpida de tres meses, del sexto al
octavo mes de vida. Tanto la sintomatología como la expresión facial de los infantes
recordaban grandemente lo que se encuentra en los adultos deprimidos. En los
infantes esto se llama Depresión Anaclítica, ya que es un tanto diferente a la
depresión en los adultos, pues el infante tiene aún incompleto su aparato psíquico.
Si durante el período de transición la madre regresa, el niño mejor, aunque hay una
falta de pruebas para determinar si esa mejoría es completa o si esta perturbación
dejará secuelas que aparecerán en años posteriores.
No obstante, cuando la separación excede de cinco meses, la sintomatología entera
cambia radicalmente y parece fundirse con el síndrome “hospitalismo”.
Una condición necesaria para que el desarrollo de la depresión anaclítica es que el
infante, antes de la separación haya tenido buenas relaciones con su madre.
Privación emocional total (hospitalismo), si se priva a los infantes durante el primer
año, de todas las relaciones de objeto por periodos que durante el primer año, de
todas las relaciones de objeto por periodos que duren más de cinco meses, darán
muestras de los síntomas cada vez más graves de un empeoramiento, irreversible.
La naturaleza de la relación madre e hijo, si la hubo, anterior a la privación parece
tener escasa influencia en el curso de la enfermedad. Si la privación emocional
continúa durante el segundo año de vida, hay una proporción espectacularmente
creciente de la mortalidad.
Los efectos de la pérdida del objeto, consideraciones psicológicas: la depresión
anaclítica y el hospitalismo demuestran una deficiencia grande en las relaciones de
objeto que lleva a una detención en el desarrollo de todos los sectores de la
personalidad.
El desarrollo tanto de los impulsos libidinales como agresivos, está vinculado
estrechamente con la relación del infante con su objeto libidinal, estos se
manifiestas, además, simultáneamente o alternativamente como respuesta al único
y mismo objeto libidinal. Pero cuando no hay un objeto libidinal estos impulsos
quedan privados de su blanco y se quedan en el aíre por así decirlo, el destino del
impulso agresivo se vuelva contra el mismo infante a manera de rechazo y agresión
contra sí mismo, el único objeto que le queda.
Mientras los infantes estén privados de su objeto libidinal, se volverán cada vez más
incapaces de dirigir hacia fuera, no sólo la libido, sino también la agresión. Cuando
el infante separado de la madre no puede hallar un blanco para descargar sus
impulsos primero se vuelve llorón, suplicante, como si esos infantes trataran de
recobrar el objeto perdido con la ayuda de su impulso agresivo. Un poco después,
las manifestaciones visibles de agresión empiezan a decrecer; a los dos meses de
separación ininterrumpida, aparece en el infante los primeros síntomas somáticos
definidos.
Cuando la madre vuelve, tras una separación de menos de tres a cinco meses, esos
infantes parecen trasformados por completo. Se vuelven alegres y animosos; son
felices con sus madres y con las personas mayores en general, y disfrutan con
juegos de actividad y jugando con otros niños. También durante un tiempo cuando
menos se hacen más agresivos, respecto a los otros, que cualquier infante normal
de la misma edad.
Los infantes que padecen Marasmo, fueron privados de la oportunidad de formar
relaciones de objeto, no han sido capaces de dirigir el impulso libidinal y el impulso
agresivo sobre uno y el mismo objeto; que es el requisito indispensable para lograr
la fusión de ambos. Los impulsos fusionados se vuelven contra su propia persona,
que aquellos toman como objeto.
La neutralización que se da en el sector de los impulsos, desempeña un papel
comparable al del principio de la realidad en el sector de la acción. El individuo ha
de ser capaz de comprender que su meta inmediata puedeno ser asequible o puede
exigir demasiado displacer. Esta intuición misma exige del niño operaciones
mentales, que requieren un nivel de integración del yo, en el que la satisfacción
puede ser aplazada y el impulso instintual quedar en suspenso. Los impulsos
instintuales no fusionados a la destrucción, ya sea del objeto o del sujeto, sino de
ambos. Pero cuando pueden ser neutralizados, la energía impulsiva será mantenida
en suspenso, en espera de una oportunidad más favorable para el uso de la energía
neutralizada en el logro de una aspiración sintónica del yo. La neutralización del
impulso sirve a la función de defensa. Puede añadirse a la lista de los mecanismos
defensivos: el principio de realidad y dispositivo de adaptación, será su precursor.
3) EL DESARROLLO COMO ESTRATEGIA ADAPTATIVA: CARACTERÍSTICAS
EXCLUSIVAS DE LA INFANCIA HUMANA (luego de esto leer los textos de
psicoanálisis)
SILVIA ESPAÑOL
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California 94305, USA.
Resumen
En este trabajo se presenta una hipótesis evolucionista acerca del desarrollo. Se
compara la infancia humana con la de los primates no humanos y se describen
sus rasgos exclusivos vinculados con la extensión y transformación del mundo
emocional, la interacción adulto-bebé y la formación de procesos psicológicos
complejos. Se argumenta a favor del papel constitutivo de las artes temporales en
cada uno de los rasgos descriptos.
Palabras clave: infancia temprana, artes temporales, evolución, musicalidad
comunicativa.
Abstract
This paper introduces an evolutionary hypothesis about development. It compares
human infancy with non human primate infancy and describes its exclusive
features linked with the extension and transformation of the emotional world, the
adult-infant interaction and the formation of complex psychological processes. It
argues about the constitutive roll of temporal arts in each of its descripted features.
Keywords: early infancy, temporal arts, evolution, communicative musicality.
La intersección entre la psicología cognitiva del desarrollo y la psicología
evolucionista ha dado lugar, en los últimos años, a un modo de abordaje de la
mente humana que implica básicamente concebirla como el producto de una ola
evolutiva que favoreció el _____________ * Doc. en Psicología. Universidad
Autónoma de Madrid. Profesora a cargo de la Asignatura “Infancia Temprana” de
la Facultad de Psicología. UBA. Investigadora del CONICET. E-mail:
silvia.ana.es@gmail.com
desarrollo cognitivo como una estrategia adaptativa a largo plazo (Gómez, 2007).
En esta idea simple pero esencial radica, en gran medida, el interés que el
desarrollo humano despierta actualmente en otras áreas de conocimiento, como la
psicología de la música o la psicología del lenguaje, la filosofía de la mente o la
psicología cognitiva clásica.
La ola evolutiva que favoreció el desarrollo como estrategia adaptativa condujo a
que el período de la infancia se prolongara en la línea de los primates,
marcadamente extensa en comparación con la de otros mamíferos. En primaria
instancia, tal estrategia evolutiva parece peligrosa: da lugar a organismos débiles y
vulnerables, por un período cada vez más extenso, que requieren que los
miembros adultos inviertan mucho tiempo y energía en su cuidado. Sin embargo,
como claramente lo vio Jerome Bruner en los años setenta, la vulnerabilidad e
inmadurez con que nacen los primates tiene una ventaja evolutiva fundamental:
permite que haya plasticidad, fluidez o flexibilidad cognitiva.
Si todo nuestro repertorio conductual y nuestras capacidades representacionales
estuvieran pautadas filogenéticamente, tendríamos a nuestra disposición
únicamente estructuras fijas. En cambio, la disposición a completar las
adaptaciones comportamentales durante la ontogenia, propia de los primates, dio
lugar a comportamientos flexibles. La flexibilidad comportamental se asocia al
desarrollo prolongado porque es el resultado de la construcción y articulación de
representaciones flexibles que requieren de tiempo y experiencia para su
gestación. La tan extensa y protegida infancia de los primates humanos es un
período delicado, dedicado a la construcción de representaciones flexibles del
mundo físico y social y a intervenir en función de ellas.
Nuestra disposición a completar las adaptaciones comportamentales durante la
ontogenia nos libera de la posibilidad de cometer algunos “errores”, como el de
aquellos famosos patitos que quedaron “fijados” al etólogo Lorenz. Aunque el
reconocimiento de rostros en humanos es una de las capacidades más
encauzadas biológicamente, las representaciones de nuestros cuidadores y
progenitores son complejas y flexibles y se van construyendo durante el
desarrollo. No existe, para nosotros, un instante de impronta o troquelado que no
permite rectificar el equívoco. Existe un prolongado período de inmadurez en el
que se van construyendo representaciones flexibles y multimodales (visuales,
auditivas, táctiles, olfativas) de nuestros congéneres, del mundo, de nosotros
mismos. Este período despierta un marcado interés teórico porque allí pueden
observarse múltiples lugares donde se produce el ensamble naturaleza

cultura: en la extensión y transformación del mundo emocional, en la interacción


entre las preferencias estimulares infantiles y el modo de actuar de los adultos
frente a los bebés, y en la formación de las “funciones críticas de humanización”.
Cambios en el modo de vínculo con el congénere
El nacimiento precoz de los humanos parece estar directamente vinculado con el
proceso de bipedestación. Una hipótesis ampliamente aceptada sugiere que la
evolución de la postura vertical y de la locomoción bípeda produjo un cambio en la
configuración de la pelvis y un estrechamiento del conducto natal, lo cual limitó el
crecimiento máximo del cráneo del feto humano y causó el nacimiento precoz y la
continuación de la gestación fuera del útero (el cerebro sigue creciendo a ritmo
fetal durante los primeros años de vida). La precocidad del nacimiento tuvo efectos
drásticos en la evolución del hombre. Efectos comparables, tal vez, con los
producidos por el bipedismo en la capacidad para manipular objetos y para
fabricar herramientas (al dejar las extremidades superiores libres), pero diferentes.
Porque la precocidad del nacimiento no afectó especialmente el modo de
relacionarse con el medio ambiente natural, sino que marcó decisivamente el
mundo social humano, y consecuentemente modificó las características de los
adultos de la especie. La precocidad del nacimiento afectó el mundo social debido
a que de la inmadurez se derivan la dependencia y el andamiaje parental humano
omnipresente desde el nacimiento (Rochat, 2004).
De acuerdo con Dissanayake (2000), el largo período de inmadurez de la cría
humana generó una presión selectiva para aquellos mecanismos que garantizaran
el contacto psicológico, es decir, para aquellos mecanismos que tornaran posible
las experiencias de intersubjetividad, de intimidad y de amor con el bebé. Tal
presión selectiva dio lugar a una co-evolución de predisposiciones universales en
poblaciones tanto parentales como filiales que funcionan de manera temprana
durante la ontogenia y están controladas por subsistemas no conscientes de
regulación conductual (Papôusek, 1996). De tal modo, el cuidado parental
prolongado, y la consecuente protección de la cría, quedó, cuanto menos,
favorecido y apuntalado. Pero, además, y como consecuencia de la co-evolución
de predisposiciones, la modalidad del vínculo con el congénere cambió de forma
radical: no sólo se acentuaron los sentimientos de filiación, tal como podían estar

presentes en nuestros antepasados evolutivos, sino que emergieron modos de


sentir sofisticados vinculados con la percepción del tiempo.
La presión selectiva para aquellos mecanismos que garantizaran el contacto
psicológico dio lugar a rasgos importantes del andamiaje parental. Condujo a que
conductas filiativas presentes en otros primates –como expresiones faciales,
gestos, movimientos y sonidos– se elaboraran o trataran de un modo especial,
mediante un moldeado dinámico, rítmico y trasmodal. Para atraer la atención de
los bebés, los padres elaboran sonidos y movimientos ordinarios: repiten (frases,
movimientos, sonidos, expresiones faciales) y exageran (sus contornos melódicos,
su amplitud, su duración y las pausas entre ellos). La elaboración –que conlleva
saliencia, novedad, expectativa y, por tanto, emoción– de lo que de por sí ya son
pautas filiativas tiene la virtud de conducir directamente a un estado de mutualidad
inherentemente placentero y da lugar al establecimiento de las primeras
experiencias de intersubjetividad entre el bebé altricial y el adulto atento
(Dissanayake, 2000). La conjunción del desvalimiento del bebé y del andamiaje
parental abrió las puertas a que un ser (el indefenso) y otro ser (su cuidador)
entraran en un contacto íntimo de sentimientos que trascienden las emociones
darwinianas clásicas (ira, miedo, alegría, interés, tristeza, etcétera), que
compartimos con otros primates, y permitió que emergiera lo que Stern (2000) y
Trevarthen (1998, 2000) denominan sentimientos temporales, modos de sentir
difícilmente verbalizables que se expresan con maestría en las artes temporales,
la música y la danza, pero que encuentran su germen y origen en las interacciones
tempranas en las que adulto y bebé se entienden a través del lenguaje del tiempo.
El modo no-verbal de ser y estar con el otro esencialmente conformado por qualia
temporales –prototípico de las interacciones cara a cara adulto-bebé– perdura a lo
largo del desarrollo y acontece también entre adultos (Gallagher, 2001; Gomila,
2003). Sin embargo, adopta un modo peculiar durante los primeros seis meses de
vida del bebé, en el cual el hacer conjunto de la díada prescinde de los objetos del
medio (Trevarthen, 1998; Español, en prensa). Este modo diferenciado de ser y
estar con el otro se ha transformado en los últimos años en un imán para todos
aquellos que trabajan en el punto de intersección entre la psicología del desarrollo
y la psicología de la música (Malloch y Trevarthen, 2008). De acuerdo con este
abordaje interdisciplinario del desarrollo, los bebés nacen o desarrollan
tempranamente capacidades particulares que engarzan perfectamente con modos
de actuar de los adultos, y permiten que exista contacto humano desde el
momento en que el bebé nace y establece relación ocular con

su madre. Estas capacidades de los bebés están vinculadas fundamentalmente


con la sensibilidad al tiempo, con la capacidad de expresar e interpretar
emociones y con la capacidad de imitación. La sensibilidad de los bebés al tiempo
resulta particularmente interesante, al menos por tres motivos: porque sobre ella
se concentran datos empíricos sorprendentes provenientes de estudios
experimentales actuales con bebés, porque muestra como ninguna otra capacidad
el engarce perfecto entre las predisposiciones universales del bebé y los modos
de hacer parentales universales, no conscientes e intuitivos, y porque es un índice
de la incidencia de los componentes de las artes temporales (la música y la danza)
en nuestros rasgos de especie.
La sensibilidad infantil al tiempo y la temporalidad de la actuación adulta
Hace unos treinta años que la hipótesis de que los humanos al nacer somos una
tabla rasa viene refutándose. La investigación indica que venimos al mundo con
un conjunto de predisposiciones estimulares hacia parámetros que caracterizan a
las personas, como el complejo estimular que identifica el rostro humano. Venimos
también con predisposiciones estimulares hacia parámetros que caracterizan los
modos de actuar de las personas.
Como parte de nuestro “diseño para la relación”, contamos con una precoz
sensibilidad a la percepción de contingencias y de concordancias. Un aspecto de
nuestro diseño de especie basado en la sensibilidad al tiempo. Los bebés se
muestran altamente sensibles a la percepción de contingencias: en situaciones de
laboratorio se ha demostrado que, a la temprana edad de dos meses, cuando se
establece una relación contingente y sistemática entre un esquema del bebé y una
estimulación exterior contingente, muestran con claridad respuestas sociales como
gorjeos y sonrisas. Otra preferencia que también caracteriza el modo de actuar de
las personas y que también supone una sensibilidad al tiempo es la preferencia
hacia la estimulación concordante. Se trata de una contingencia particular entre
rasgos que conforman la estimulación compleja, necesariamente multimodal, que
recibe el bebé (Markova y Legerstee, 2006). Las personas ofrecemos todo el
tiempo estimulación concordante, no sabemos no hacerlo. Desde la primera vez
que hablamos y tocamos a nuestros hijos, les estamos ofreciendo una
estimulación multimodal concordante en algún valor temporal, como la duración o
el ritmo, que a

ellos los atrae especialmente. Por otro lado, los estudios microanalíticos de las
interacciones adulto-bebé ponen en videncia una sincronía interactiva basada en
el pulso y el ritmo (es decir, en la organización del tiempo) que es el sustento de la
experiencia placentera de contacto mutuo y de la elaboración de la
intersubjetividad (Trevarthen y Reddy, 2007).
La sensibilidad infantil al tiempo se observa también en algunas de las habilidades
iniciales señaladas en el área de la psicología cognitiva de la música: como la
distinción precoz, en el laboratorio, de patrones rítmicos, de contornos melódicos
prototípicos y de cambios de tono, de timbre y distancias entre alturas. Estas
precoces habilidades musicales del bebé se ponen en juego en sus interacciones
espontáneas con los adultos: los bebés son sensibles a los cambios de tono, a los
contornos melódicos y tímbricos de la vocalización parental así como a sus
atributos rítmicos, y el pulso parece ser el elemento esencial para el acoplamiento
interactivo entre ellos (Trevarthen, 2000).
Las capacidades iniciales infantiles parecen especialmente diseñadas para
acoplarse con los rasgos más sobresalientes de la estimulación adulta. Cuando
los adultos se dirigen a los bebés, al menos en nuestra cultura, remarcan el pulso,
retardan el tiempo del habla, hacen pausas más largas, hablan más rítmicamente,
con frases bien segmentadas y tienden a usar un conjunto de cinco prototipos
melódicos (Papôusek, 1996). Organizan, además, sus sonidos y movimientos bajo
la forma repetición-variación. Generan así un tipo de estimulación ideal: porque si
fuese siempre igual, el bebé se habituaría y perdería interés; y porque la repetición
genera una regularidad que le permite anticipar el curso del tiempo, es decir,
permite predecir lo que vendrá (Rivière, 2003). Los adultos repiten frases,
movimientos, sonidos, expresiones faciales, exagerando sus contornos melódicos,
su amplitud, su duración y las pausas entre ellos, realizando variaciones en la
intensidad, el ritmo, el tono, de forma tal que la estimulación es, al mismo tiempo,
conocida pero nueva.
Finalmente, los estudios experimentales han detectado también una sensibilidad
perceptual del bebé a propiedades amodales (no dependientes de una modalidad
específica) de naturaleza temporal, como la duración o el ritmo (Lewkowicz, 2000).
Datos recientes indican vínculos entre la dimensión temporal y la información
multimodal: la Hipótesis de la Redundancia Intensensorial sostiene que la
información sensorial presentada en forma redundante a través de dos o más
modalidades resalta las propiedades amodales como el ritmo, la duración, la
velocidad, la intensidad, facilitando el aprendizaje y la discriminación de estas
propiedades. En cambio, bajo condiciones de

estimulación unimodal, la atención de los bebés se dirige más hacia las


propiedades específicas del estímulo, como el tono, la orientación, el timbre o el
color (Bahrick et al., 2002). Es razonable suponer que estas capacidades del
bebé, detectadas en el laboratorio experimental, se ponen en juego en sus
interacciones sociales: el bebé podría, por tanto, establecer equivalencias
transmodales de rasgos muy globales de tiempo (también de forma e intensidad),
por ejemplo de duración y ritmo de la rica información que el adulto le ofrece a
través de distintas modalidades, auditiva, visual, kinestésica (Stern, 1985 y 2000).
Esta capacidad es la base cognitiva-perceptual que torna posible la percepción de
los sentimientos temporales comentados en el punto anterior (Stern, 2000;
Español, 2007 y 2008).
La música entre las “funciones críticas de humanización”
El largo período de desvalimiento del bebé permite la construcción de
representaciones flexibles acerca del mundo, del yo y de los otros. Tales
representaciones conforman en gran medida lo que Ángel Rivière (2003a y b)
define como “Funciones Críticas de Humanización” (en adelante, FCH). Las FCH
son funciones mentales que no están determinadas, sino permitidas por el
genoma. Son universales y al mismo tiempo están culturalmente especificadas (se
dan en las mismas fases, sin diferencias de competencia, en niños de diferentes
sociedades, pero implican el desarrollo de pautas funcionales que son diferentes
para cada cultura). Configuran en gran medida nuestra especificidad de especie y
pueden considerarse el punto de intersección entre biología y cultura: al mismo
tiempo que están posibilitadas por la información genética, poseen un origen
cultural e histórico, no biológico. Por eso, Rivière las describe como sirenas o
centaruros: suponen una fuerte preparación biológica –es imposible explicarlas por
procesos asociativos, de imitación o de aprendizaje empírico–, pero implican un
formateo cultural de la mente humana. Requieren para su desarrollo de un
contexto interactivo particular, lo que habitualmente se denomina crianza, y
también del desarrollo de pautas complejas de intersubjetividad, es decir, de los
modos de contacto humano comentado en los puntos anteriores.
Las FCH son el borde en el que algunos ven el Rubicón que separa el mundo
humano y animal y otros ven el hilo de continuidad entre primates no humanos y
humanos. En

ellas se concentran las polémicas clásicas y actuales entre hipótesis continuistas y


discontinuistas. El lenguaje, la capacidad de crear ficción y las competencias de
atribución mentalista inherentes al Sistema de Teoría de la Mente son las FCH
que enumera Rivière. Sin embargo, existe otro borde en el que también
actualmente se dirime la polémica continuismo-discontinuismo: la música (Cross,
2003).
Me atrevo a decir que la música también merece ser considerada una FCH.
Aunque Rivière no llegó a plantearlo así, sí la consideró reiteradamente al elaborar
su concepto de FCH. La cartografía de las funciones mentales, que incluye las
FCH como uno de los cuatro tipos de funciones mentales posibles, fue uno de los
últimos temas sobre los que teorizó y no tuvo tiempo de escribir. Leyendo sus
conferencias editadas (arriba citadas) puede percibirse la insinuación o el atisbo
de una consideración de la música como FCH. Creo que la condición de la música
de ser específica de la especie y a la par estar culturalmente mediada nos permite
pensarla como tal. Pero, además, investigaciones actuales en el estudio de la
infancia indican que ciertos componentes musicales (como el ritmo, los contornos
melódicos, las cualidades tímbricas) participan en la adquisición del lenguaje
(Karmiloff y Karmiloff, 2001; Papôusek, 1996), en la génesis del juego de ficción
(Español, 2007) y en la formación de las experiencias de intersubjetividad
tempranas (Trevarthen, 2000; Malloch y Trevarthen, 2008). Es decir, ciertos
componentes musicales participan en la conformación de dos de las FCH y en la
constitución de aquello que las atraviesa a todas, las experiencias de
intersubjetividad.
La música y la danza: características exclusivas de la infancia humana
La infancia es producto de una ola evolutiva que favoreció el desarrollo como
estrategia adaptativa. En la cresta de esta ola está la infancia humana, extensa y
compleja como ninguna otra. Juego, cuidado parental, apego, contacto emocional,
son todos rasgos que recorren el mundo de los primates. Las experiencias de
intersubjetividad recorren también el mundo de los primates, pero adquieren en la
cresta de la ola rasgos especiales que señalan que el desarrollo humano ha de ser
contemplado desde una perspectiva estética. Las experiencias de
intersubjetividad, base de todo el desarrollo comunicativo, están más cerca de la
música y la danza (las artes temporales) que del lenguaje (Español, 2007 y 2008);
son un caso de “musicalidad comunicativa”, modo de

interacción que abarca un amplio espectro de experiencias, entre otras, la


ejecución musical (Malloch y Trevarthen, 2008); y son fuente de sentimientos que
se asemejan a los que expresan con maestría las artes temporales (Stern, 1985 y
2000). Los componentes de las artes temporales dan “soplo humano” a
actividades que compartimos con otros primates, como el juego, y participan en la
formación de aquello que nos humaniza. Me gusta pensar en la posibilidad de que
esta nueva aproximación a la infancia, que mira hacia nuestro pasado evolutivo y
convoca a las artes para comprender el desarrollo, genere otra idea (tal vez más
amorosa) de la humanidad. Que, tal vez, como decía William James, se vaya
haciendo verdadera.
4) ETAPAS DE DESARROLLO DE PIAGET

Piaget divide el desarrollo psíquico de las personas desde su nacimiento


hasta la vida adulta. Postula que el niño nace con la necesidad y con la capacidad
de adaptarse al medio. La adaptación consta en dos subprocesos: asimilación y
acomodación. La mayor parte del tiempo los niños asimilan información adecuada
a su desarrollo mental y la clasifican de acuerdo con lo que ya saben. A veces se
enfrentan a problemas que no pueden resolver y deben hacer acomodos, crear
nuevas estrategias o modificarlas para enfrentar la nueva situación. Esta teoría se
puede relacionar con el aprendizaje significativo de Ausubel. El niño tiene
conocimientos previos y al recibir la nueva información modifica sus esquemas de
conocimiento.

Este autor propone una serie de etapas de desarrollo en los seres


humanos, donde cada periodo se caracteriza por la presencia de ciertos procesos
y estructuras mentales, que maduran y se fortalecen para permitir el paso a la
siguiente etapa. Las etapas que diferencia son las siguientes:

Etapa sensoriomotora. Abarca desde el nacimiento hasta los 2 años


aproximadamente. Al nacer, el mundo del niño se enfoca a sus acciones motrices y
a su percepción sensorial. Cuando termina el primer año ha cambiado su
concepción del mundo, reconoce la permanencia de los objetos cuando se
encuentran fuera de su propia percepción. Otros signos de inteligencia incluyen la
iniciación de la conducta dirigida a un objetivo y la invención de nuevas soluciones.
El niño no es capaz de elaborar representaciones internas, lo que se supone como
pensamiento; no ha desarrollado el lenguaje, su inteligencia se considera como
preverbal. En la última etapa de este periodo se refleja una especie de "lógica de
las acciones", es decir, que la actividad está motivada por la experimentación.
Etapa preoperacional. De los 2 a los 7 años, aproximadamente. En la transición a
este periodo, el niño descubre que algunas cosas pueden tomar el lugar de otras.
El pensamiento infantil ya no está sujeto a acciones externas, comienza a
interiorizarse. Las representaciones internas proporcionan el vehículo de más
movilidad para su creciente inteligencia. Las formas de representación internas que
emergen simultáneamente al principio de este periodo son: la imitación, el juego
simbólico, la imagen mental y un rápido desarrollo del lenguaje hablado. A pesar de
importantes adelantos en el funcionamiento simbólico, la habilidad infantil para
pensar lógicamente está marcada con cierta inflexibilidad, es altamente
egocentrista.

Etapa de operaciones concretas. Esta fase que se desarrolla entre los 7 y 11 años
aproximadamente, el niño se hace más capaz de mostrar el pensamiento lógico
ante los objetos físicos. Una facultad recién adquirida, la reversibilidad, le permite
invertir o regresar mentalmente sobre el proceso que acaba de realizar, una acción
que antes sólo había llevado a cabo físicamente.

El niño también es capaz de retener mentalmente dos o más variables, cuando


estudia los objetos y reconcilia datos aparentemente contradictorios. Estas nuevas
capacidades mentales se muestran mediante un rápido incremento en sus
habilidades para conservar ciertas propiedades de los objetos, número y cantidad,
a través de los cambios de otras propiedades, para realizar una clasificación y
ordenamiento de los objetos.

Las operaciones matemáticas surgen en este periodo. El niño se convierte en un


ser cada vez más capaz de pensar en objetos físicamente ausentes, apoyado en
imágenes vivas de experiencias pasadas.

Frente a los objetos, los niños pueden formar jerarquías y entender la inclusión de
clase en los diferentes niveles de una estructura. Para hacer comparaciones,
pueden manejar mentalmente y al mismo tiempo: la parte o subclase, y el todo o
clase superior.

Los niños de 7 a 8 años muestran una marcada disminución de su egocentrismo,


se vuelven más sociocéntricos. A medida que muestran una mayor habilidad para
aceptar opiniones ajenas, también se hacen más concientes de las necesidades del
que escucha, la información que tiene y de sus intereses. Entonces las
explicaciones que elaboran los niños están más a tono con el que escucha.
Cualquier discusión implica ahora un intercambio de ideas. Al estar consciente de
los puntos devista ajenos, el niño busca justificar sus ideas y coordinar las de otros.
Sus explicaciones son cada vez más lógicas.

Etapa de las operaciones formales. Este periodo que abarca de los 11 a los 15
años aproximadamente, se caracteriza por la habilidad para pensar más allá de la
realidad concreta. La realidad es ahora sólo un subconjunto de las posibilidades
para pensar. En la etapa anterior desarrolló relaciones con interacción y materiales
concretos; ahora puede pensar en relación de relaciones y otras ideas abstractas,
como proporciones y conceptos de segundo orden.

El niño de pensamiento formal tiene la capacidad de manejar, a nivel lógico,


enunciados verbales y proposiciones, en vez de objetos concretos únicamente. Es
capaz ahora de entender plenamente y apreciar las abstracciones simbólicas del
álgebra y la crítica literaria, así como el uso de metáforas en la literatura. A menudo
se ve involucrado en discusiones espontáneas sobre filosofía, creencias,
comportamientos sociales y valores, en las que son tratados conceptos abstractos,
tales como justicia y libertad.

Cada uno de dichos estadios se caracteriza, pues, por la aparición de estructuras


originales, cuya construcción le distingue de los estadios anteriores. Lo esencial de
esas construcciones sucesivas subsiste en el curso de los estadios ulteriores en
forma de subestructuras, sobre las cuales habrán de edificarse los nuevos
caracteres. De ello se deduce que, en el adulto, cada uno de los estadios pasados
corresponde a un nivel más o menos elemental o elevado de la jerarquía de las
conductas.

APLICACIÓN DE LOS ESTADIOS DE PIAGET AL TRABAJO

Para llevar a cabo un aprendizaje significativo con los alumnos, además de


tener en cuenta sus experiencias vividas y los conocimientos que ya han adquirido
hay que conocer las capacidades que tienen. Dependiendo de la edad que tienen
los alumnos el maestro tendrá que preparar unas actividades u otras que se
adecuen a sus capacidades, para que no sean ni muy difíciles ni muy sencillas.

Por esto, en este trabajo hemos tenido en cuenta las capacidades que tienen
los niños a esta edad y nos hemos basado en los estadios de Piaget. Este trabajo
esta dirigido a niños de 11 a 12 años. Estarán al final del estadio de las operaciones
concretas y comenzando el estadio de las formales. Teniendo en cuenta las
características de estos estadios hemos llevado a cabo una serie de actividades.
Hemos combinado actividades donde los alumnos trabajan observando
directamente los monumentos que hemos estudiado y en otras actividades hacen
comparaciones y estudian características sobre textos que leen en clase de una
manera más abstracta.

Los alumnos de 6º de primaria están capacitados para resolver todas las


actividades planteadas en el trabajo apoyándose en la ayuda del profesor cuando
encuentren alguna dificultad.
GUIA DE LECTURA PARA EL LIBRO SEIS ESTUDIOS DE JEAN PIAGET.
Destinada a los capítulos del Pensamiento Sensorio-motor
El objetivo de la lectura de este capítulo es la posibilidad de caracterizar al niño
entre 0 y dos años desde las cuestiones que hacen a lo cognitivo. Para esto se toma
el texto de Piaget, donde divide el Pensamiento en tres Etapas:
 Periodo Sensorio-motor

 Periodo Pre Operatorio

 Periodo Operatorio: Concreto y Formal

En esta oportunidad centraremos la atención en la construcción de la


caracterización del bebe entre 2 a 4 años. Para esto van a utilizar el capítulo de seis
estudios sobre Sensorio motor, mas el material sobre desarrollo y un cuadro sobre
el periodo sensorio-motor que se encuentra dentro de las fotocopias
Para la lectura tener en cuenta las siguientes orientaciones:
1) El bebe cuando comienza a conocer el mundo lo hace a través de la
percepción y de los reflejos, sin embargo hay tres tipos de reacciones
circulares que son las causantes de la formación más acabada sobre el
mundo de los objetos. Describa estas reacciones circulares y sus
consecuencias

2) Caracterice las consecuencias de la articulación visión prensión para el


establecimiento de relaciones del sujeto con los objetos

3) Describa la forma en que se constituye la conservación del objeto y cuales


serian sus consecuencias

4) Describa en qué momento se puede afirmar que se ha constituido la


representación

Estas preguntas o afirmaciones convendría que las tengan preparadas (por lo


menos en borrador)
Saludos
Maria Isabel Fernandez

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