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2) El Primer año de Vida del Niño- René Spitz (primero leer esto y después los
de Melanie Klein)
Desarrollo:
Freud introdujo el término objeto libidinal, en sus tres ensayos sobre la teoría sexual,
aca describe las relaciones recíprocas entre la madre y el hijo, a lo denomina
relación entre el objeto (hijo) y el sujeto (madre).
Rene Spitz hace referencia que el sujeto se ocupa de la catexia de objeto, de la
elección de objeto, pero sólo excepcionalmente de las relaciones de objeto.
La mayor parte del primer año de vida está dedicado a esforzarse por sobrevivir, a
formar y elaborar dispositivos de adaptación que sirvan para conseguir esa meta.
Todo aquello de que carece el infante, lo compensa y proporciona la madre. El
resultado es una relación complementaria, una diada.
A medida que las potencialidades del infante se desarrollan en el primer año de
vida, se irá haciendo independiente del medio que lo rodea. Este proceso se efectúa
tanto en el sector somático como en el psicológico de la personalidad del infante. El
crecimiento y el desarrollo, en el sector psicológico, dependen esencialmente del
establecimiento y el despliegue progresivo de relaciones de objeto cada vez más
significativas, es decir, de relaciones sociales.
El conocimiento freudiano ve al neonato como un organismo psicológicamente
indiferenciado, venido al mundo con un equipo congénito y ciertas Anlagen. Este
organismo posee una conciencia de percepción, de sensación y de todas las demás
funciones psicológicas, ya sean conscientes o inconscientes. La diferenciación se
inicia como resultado de dos procesos distintos que son:
Maduración: que es el despliegue de las funciones de la especie, producto de la
evolución filogenética, innatas, que emergen en el trascurso del desarrollo
embrionario o que se trasmiten, tras el nacimiento.
Desarrollo: consiste en la aparición de formas, de función y de conducta que son el
resultado de intercambios entre el organismo en parte del medio interno y por otra
parte del medio externo.
En el momento de nacer, no existe el “yo”. No existe el superyó, ni el simbolismo, ni
el pensamiento por medio de símbolos. Las interpretaciones son simbólicas
inaplicables. Los símbolos aparecen más o menos con la adquisición del lenguaje.
Sólo pueden detectarse indicios de sus prototipos de forma más fisiológica que
psicológica.
ellos los atrae especialmente. Por otro lado, los estudios microanalíticos de las
interacciones adulto-bebé ponen en videncia una sincronía interactiva basada en
el pulso y el ritmo (es decir, en la organización del tiempo) que es el sustento de la
experiencia placentera de contacto mutuo y de la elaboración de la
intersubjetividad (Trevarthen y Reddy, 2007).
La sensibilidad infantil al tiempo se observa también en algunas de las habilidades
iniciales señaladas en el área de la psicología cognitiva de la música: como la
distinción precoz, en el laboratorio, de patrones rítmicos, de contornos melódicos
prototípicos y de cambios de tono, de timbre y distancias entre alturas. Estas
precoces habilidades musicales del bebé se ponen en juego en sus interacciones
espontáneas con los adultos: los bebés son sensibles a los cambios de tono, a los
contornos melódicos y tímbricos de la vocalización parental así como a sus
atributos rítmicos, y el pulso parece ser el elemento esencial para el acoplamiento
interactivo entre ellos (Trevarthen, 2000).
Las capacidades iniciales infantiles parecen especialmente diseñadas para
acoplarse con los rasgos más sobresalientes de la estimulación adulta. Cuando
los adultos se dirigen a los bebés, al menos en nuestra cultura, remarcan el pulso,
retardan el tiempo del habla, hacen pausas más largas, hablan más rítmicamente,
con frases bien segmentadas y tienden a usar un conjunto de cinco prototipos
melódicos (Papôusek, 1996). Organizan, además, sus sonidos y movimientos bajo
la forma repetición-variación. Generan así un tipo de estimulación ideal: porque si
fuese siempre igual, el bebé se habituaría y perdería interés; y porque la repetición
genera una regularidad que le permite anticipar el curso del tiempo, es decir,
permite predecir lo que vendrá (Rivière, 2003). Los adultos repiten frases,
movimientos, sonidos, expresiones faciales, exagerando sus contornos melódicos,
su amplitud, su duración y las pausas entre ellos, realizando variaciones en la
intensidad, el ritmo, el tono, de forma tal que la estimulación es, al mismo tiempo,
conocida pero nueva.
Finalmente, los estudios experimentales han detectado también una sensibilidad
perceptual del bebé a propiedades amodales (no dependientes de una modalidad
específica) de naturaleza temporal, como la duración o el ritmo (Lewkowicz, 2000).
Datos recientes indican vínculos entre la dimensión temporal y la información
multimodal: la Hipótesis de la Redundancia Intensensorial sostiene que la
información sensorial presentada en forma redundante a través de dos o más
modalidades resalta las propiedades amodales como el ritmo, la duración, la
velocidad, la intensidad, facilitando el aprendizaje y la discriminación de estas
propiedades. En cambio, bajo condiciones de
Etapa de operaciones concretas. Esta fase que se desarrolla entre los 7 y 11 años
aproximadamente, el niño se hace más capaz de mostrar el pensamiento lógico
ante los objetos físicos. Una facultad recién adquirida, la reversibilidad, le permite
invertir o regresar mentalmente sobre el proceso que acaba de realizar, una acción
que antes sólo había llevado a cabo físicamente.
Frente a los objetos, los niños pueden formar jerarquías y entender la inclusión de
clase en los diferentes niveles de una estructura. Para hacer comparaciones,
pueden manejar mentalmente y al mismo tiempo: la parte o subclase, y el todo o
clase superior.
Etapa de las operaciones formales. Este periodo que abarca de los 11 a los 15
años aproximadamente, se caracteriza por la habilidad para pensar más allá de la
realidad concreta. La realidad es ahora sólo un subconjunto de las posibilidades
para pensar. En la etapa anterior desarrolló relaciones con interacción y materiales
concretos; ahora puede pensar en relación de relaciones y otras ideas abstractas,
como proporciones y conceptos de segundo orden.
Por esto, en este trabajo hemos tenido en cuenta las capacidades que tienen
los niños a esta edad y nos hemos basado en los estadios de Piaget. Este trabajo
esta dirigido a niños de 11 a 12 años. Estarán al final del estadio de las operaciones
concretas y comenzando el estadio de las formales. Teniendo en cuenta las
características de estos estadios hemos llevado a cabo una serie de actividades.
Hemos combinado actividades donde los alumnos trabajan observando
directamente los monumentos que hemos estudiado y en otras actividades hacen
comparaciones y estudian características sobre textos que leen en clase de una
manera más abstracta.