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1. Milenarismo: Mito y realidad del fin
de los tiempos
J uan Merino
2. La alquimia. Una aventura inacabada
B las Carmona
3. Los profetas sospechosos.
Sectas de ayer y de hoy
S heldon B . K opp
4. Guru. Metáforas de un
psicoterapeuta
MICh El G all
5. Yi King. La Biblia china
A ndrE B illy
6. Stanislas de Guaita. Príncipe del esoterismo
GURU
Metáforas de un psicoterapeuta
ISBN: 84-7432-119-0
Introducción . . . . . 11
Epílogo . 231
El curandero
El sacerdote y el chamán
48
aprender a identificarse con las necesidades y los sen
timientos del grupo, con lo que funcionaba en el do
minio público y era sostenido por la autoridad y el
consenso.
El día de la caza quedaba atrás y la influencia del
chamán era consecuentemente restringida. L a v i c t o
ria del secerdocio socialm en te u ngido sobre la fuerza
alta m en te peligrosa e im pred ecib le del 4 se
in d ivid u o
ría dominante en el futuro. Se debía aprender el modo
de vida de las plantas. El individuo no valdría más
que un simple grano de trigo; se le podía sacrificar
para bien de toda cosecha, para la supervivencia del
orden del grupo social.
Entre los cazadores, la sumisión pasiva al grupo
no se consideraba ninguna virtud. No habían vivido
en un mundo unificado, gobernado por dioses, sino
en un sitio salvaje poblado por espíritus que vagaban
libremente y por hombres nómadas. En cada bestia
que se mataba, había un espíritu poderoso que debía
ser vencido. En semejante mundo, no había ningún
sacerdocio nacido del ritual y de la tradición, tampo
co un siervo de Dios opresor de hombres. En cambio,
estaba el chamán, elevado a su posición de guía espi
ritual en virtud del poder de sus propias luchas, inte
riores y el impacto de sus propias visiones asombro
sas. Su tarea era lograr que los espíritus se sometieran
a él mismo y que los hombres normales se liberaran
para poder experimentar la visión de sus propias almas.
El sacerdote se calificaba aprendiendo actos ritua
les y las palabras v e r b a t i m , mientras que al chamán
se le requería que demostrara talento en la improvi
sación y adaptación creativa a situaciones nuevas.
Estos valores divergentes también se reflejan en los
ritos de la pubertad. Estos ritos tenían como objeti
vo el definir las virtudes que caracterizan la masculi
nidad de cada grupo. En las primitivas sociedades
agrícolas, cuando un niño llegaba a la edad propicia,
era llevado al lugar de los hombres y debía superar
el calvario de un sacrificio ritual. Era lo mismo para
cada niño, algún tatuaje especificado, algunas heridas
o una circunsición llevada a cabo según lo prescrito
junto con el recitado de oraciones tradicionales. Hasta
este momento, al niño se le ha enseñado a creer en
algunas leyendas alegóricas utilizadas para engañar a
las mujeres y los niños. Esto sería el equivalente del
mito mucho menos sistemático de la cigüeña usado
en tiempos recientes para ocultarles a los niños los
misterios de la concepción y del nacimiento. Durante
los ritos de la pubertad, al joven se le permitía cono
cer «la verdad real» del sentido de la vida, la natura
leza de Dios y la misión de los hombres. Se le revela
ban todos los secretos tribales.
En contraste con las elaboradas ceremonias y éxta
sis comunales de los ritos de iniciación de los agricul
tores, la transción del cazador de la niñez a la vida
adulta era algo severo e individual. Lo típico, como
entre los ojibwas, una tribu cazadora americana, cuan
do llegaba la hora, era que el padre llevava a su hijo
a los bosques donde le dejaba para que ayunase a so
las y meditara sobre el sentido de la vida. Como era
un tiempo de autodescubrimiento, no se le decía al
joven lo que podía encontrar. No se le ofrecía ningu
na imagen socialmente aprobada. En cambio, se le ha
cía entender que tendría una visión, su propia visión
de quién llegaría a ser y de lo que haría con su vida.
Se le decía que fuera cual fuese esa visión, aprendie
ra lo que aprendiese de sí mismo y del mundo, debía
confiar en ello y respetarlo. Cuando regresaba la tribu
respetaba su visión simplemente porque era la de él y
porque la había descubierto por sí mismo.
¿Cómo entonces se diferencia de los demás jóvenes
en conflicto el futuro chamán? Por un lado, parece
que es más profundamente vulnerable a su propia pro
blemática interna, menos capaz de resolverla en comu
nicación con los demás, y más valiente al arrojarse a
las profundidades de su ser y encontrar lo que hay en
el fondo. El chamán es aquel hombre que, de todos
los cazadores, tiene la visión personal más imponente
y poderosa. Su visión es tan plena que ningún grupo
puede dejar de reconocer al chamán. Puede quedarse
solo si le es necesario. Empieza por tener que resol
ver una lucha interna crucial, una crisis de su propia
identidad que es de proporciones monumentales, un
asunto de vida o muerte. Aunque entonces se dice que
el chamán lucha contra los espíritus, no lo hace con
tra seres espirituales que están fuera de sí mismo, sino
contra los pensamientos, ideas, sentimientos y mani
festaciones de su conflicto interno.
Un joven chamán en potencia empieza por ser con
siderado en la comunidad como un hombre «enfermo»,
atrapado en una abrumadora crisis psicológica que
se expresa en una profunda confusión mental e inclu
so en enfermedad física. Si se puede curar, entonces
puede ser un chamán; es decir, curar a los demás como
asunto de su propia supervivencia personal. Debe ac
tuar como chamán, enloquecer o morir. Sus opciones
son limitadas. Su propia batalla triunfal le dota de una
profundidad, una sensibilidad y un conocimiento intui
tivo que le faculta para ayudar a los otros. Y su propio
proceso de autocuración debe ser renovado una y otra
vez a lo largo de toda su vida.
Las crisis emocionales y espirituales que debe so
brepasar el chamán representan una experiencia de
muerte y resurrección. Puede considerar que los es
píritus le han atrapado, consumido y reconstruido; que
le han llevado a las entrañas de la tierra o a las pro
fundidades de las aguas; o que le han despedazado
animales y se ha reconstruido parte por parte. La ima
ginería en la que se expresa esta lucha quedará con
formada y coloreada por su medio local, en un intento
creativo de hablar concretamente de su viaje al cora
zón del mundo, al meollo de su propia alma. De este
modo, un groenlandés es tragado por un oso; un sibe
riano es cortado a trozos, cocido y comido, para ser
luego sacado del huevo de una ave; un australiano es
penetrado por una lanza en una cueva, etcétera. Cada
uno expresa su descenso y reaparición de una manera
que se ajusta a su cultura.
La descripción de los acontecimientos de cada fase
de esta lucha se expresa en forma de metáforas, como
si se tratara de eventos externos, mientras que por su
puesto se trata de hechos internos.5 Estas experiencias
psicológicas tienen lugar mientras el chamán está en
estado de trance, durante el cual se entrega volunta
riamente a su odisea en el submundo. Empero, estas
experiencias son siempre descritas en términos de imá
genes del mundo real. Más tarde, los acontecimientos
son recordados como milagros que realmente suce
dieron. Cada transformación, así como cualquier pér
dida de lo viejo para ganar lo nuevo, implica un dolor
terrible. El novicio debe superar varías transforma
ciones de esta clase a fin de poder por último conver
tirse en un chamán poderoso. Después de años de
una serie de experiencias similares, puede ocurrir la
iluminación y entonces el candidato emerge como
chamán hecho y derecho.
Esta transformación sucede con la ayuda de espí
ritus que le apoyan, figuras oníricas que le muestran
el camino y le enseñan a ser un chamán. Un chamán
más anciano puede tomar parte en esta iniciación, pero
normalmente en un papel de guía y capacitador en vez
de instructor. El aspirante a chamán llega a la ilumi
nación a través de sus propias visiones y de ellas debe
sacar sus crecientes poderes psíquicos.
Estos nuevos poderes aparecen para ser transmi
tidos a la gente que él trata de ayudar; o, lo más
probable, hace que surjan poderes similares en ellos.
El chamán ofrece mucho en términos de curación y
guía y puede aportar calma y confianza espiritual a
la tribu ayudando a sus miembros a experimentar
sus propias visiones. Pero los cazadores son tercos y
cerrados y tal vez él deba utilizar la triquiñuela de
un espectáculo mágico preliminar a fin de atraer su
atención y comprometer al grupo con sus manipula
ciones en una experiencia de total concentración de
las dos partes. Este truco consiste principalmente en
la capacidad de esconder en su persona, y hacerlas
aparecer a voluntad, pequeñas piedras de cuarzo y
trozos de madera; de apenas menos importancia que
la rapidez de sus manos es el poder de parecer sobre
naturalmente solemne como si fuera el poseedor de
un conocimiento inaccesible al común de los mortales.6
Cuando al fin empieza a actuar de chamán, lo hace
en un estado como de trance, dejándose ir en su propia
excitación interior. El mismísimo término chamán pro
viene de una palabra manchú que significa «excitarse,
enfurecerse, golpear o bailar». Este estado de éxtasis
que él domina ha sido descrito como un viaje a la
tierra de las ánimas, al más allá, al submundo o el
cielo, o a vastas zonas geográficas, regiones reales y
conocidas.7 Tan intensos son estos estados internos,
y el chamán los formula de forma tan poética, que
los observadores se encuentran de repente participan
do en el viaje (en algunos casos, incluso cuando el
observador es un antropólogo profesional).
De esta manera el chamán puede así liberar a los
otros miembros de su comunidad de cazadores exci
tándolos con sus propias visiones personales. Al libe
rar a cada uno para enfrentarse a sí mismo, el cha
mán abre al cazador una fuente de asombro y de poder
interno. No puede ayudar a curar a ningún cazador
en concreto sin experimentar todo lo que el otro
sufre, experimentándolo dentro de sí mismo con una
total intensidad. Para el chamán, la curación es una
repetición o renovación de curarse a sí mismo por
medio de un acto creativo con el otro. Entonces cada
cazador puede elaborar algo de este poder a fin de
conservarlo para sí mismo.
De este modo, el chamán de la sociedad cazadora
mantiene su posición en virtud de sus logros espiritua
les personales. Según las necesidades del momento,
puede lidiar con los otros de manera individual; impro
visando, para estar con ellos en el mundo cotidiano y
todas sus cambiantes perplejidades.
Lo inmediato y lo improvisado del chamán pueden
hacer justicia, como no pueden hacer los rituales del
sacerdote, a acontecimientos de cada día y a los pe
rennes problemas del hombre en los que una ley sin
posibilidades de cambio sólo puede ser discernida
vagamente.8
En contraste, el sacerdocio de la sociedad agrícola
a menudo es un cargo tribal hereditario, sobrenatural,
remoto y de dedicación completa. La guía que ofrece
el sacerdote tiene lugar en momentos ceremonial
mente fijados; es general en naturaleza y a menudo
de un orden predestinado. El sacerdote sirve a un
poder benevolente y por definición es, en sí mismo,
bueno. Representa el orden moral de las cosas y todo
lo que es cierto en el universo
Un sacerdote bien puede reflejar el trasfondo de
la filosofía de la vida del grupo, pero el chamán está
en otro plano individual. Lidia con él ahora, tal como
es, llevando su persona concreta para encontrar a
cada hombre hacia su propia visión interior.
El chamán esquimal Igjugarjuk nos dice: La sabi
duría verdadera sólo se encuentra lejos de los hom
bres, en las grandes soledades, y únicamente se puede
adquirir por medio del sufrimiento. Las privaciones y
los sufrimientos son lo único que puede abrir la mente
de un hombre a lo que está escondido a tos demás.10
Muchos de los chamanes contemporáneos, de las
sociedades recolectoras y cazadoras que han sobre
vivido hasta nuestros días, han perdido su pureza de
visión y se han transformado en meros embusteros.
Como ya no es la víctima de la opresión cósmica, no
obtiene espontáneamente un trance real y se ve obli
gado a inducirse un semitrance con la ayuda de nar
cóticos o la mímica del viaje del alma en forma dra
mática.11 En esta corrupción del chamán, lo que una
vez fuera una entrega espontánea del ser, se convierte
en una caricatura de simulación para mantener un
papel determinado.
5. Metáforas del judaismo
El maestro de la Thora
El maestro de la Kábala
El Tsadik
El curador de alm as
El confesor
El Amigo de Dios
El Buda compasivo
El M aestro de E tica
El sabio
El Oráculo
El Dios Loco
La comadrona
El monitor
El Magus
El Amigo Sabio
El Sabio Maravilloso
La Guerra es la Paz
La Libertad es la Esclavitud
La Ignorancia es la Fuerza
La máquina
E l guía psicodélico
El ex-adicto
El desconocido
La terapia conductista
La psicología h u m an ista
Woody Gu t h r i E
S. B. K.
Enero-febrero, 1970
NOTAS DE CAPITULOS
PRIMERA PARTE
C a p ítu lo I
C a p ítu lo I I I
Magic, Faith and Healing, ed. Ari Kiev, Free Press of Glencoe,
Londres, 1964.
2. Joseph Campbell, T h e Masks o f G o d : P r i m i t i v e M y t h o l o
gy, Viking Press, Nueva York, 1968, pág. 240.
3. Arnold van Gennep, T h e R i t e s o f P a s s a g e , University of
Chicago Press, Phoenix Books, Chicago, 1964, pág. 108.
4. Campbell, pág. 238.
5. Andreas Lommel, S h a m a n i s m : T h e B e g i n n i n g s o f A r t ,
McGraw-Hill, Nueva York, 1967, pág. 39.
6. Baldwin Spencer y F. J. Gillen, T h e N a t i v e T r i b e s o f
C e n t r a l A u s t r a l i a , MacMillan and Co., 1899 (citado por Camp
bell, pág. 255).
7. Lommel, pág. 69.
8. S. F. Nadel, «A Study of Shamanism in the Nuba Moun
tains», R e a d e r i n C o m p a r a t i v e R e l i g i ó n , A n A n t h r o p o l o g i c a l
A p p r o a c h , ed. William A. Lessa y Evan Z. Vogt, Row, Peterson
and Co., Evanston, Illinois, 1958, pág. 439.
9. Ibid., pág. 437.
10. Ibid,, pág. 151.
11. Mircea Eliade, S h a m a n i s m : A r c h a i c T e c h n i q u e s o f E c s
t a s y , Random House, Pantheon Books, Nueva York, 1964, pág. 24.
C a p ítu lo V
Capítulo VIII
Capítulo IX
C a p ítu lo X I
C a p ítu lo X II
Capitulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
1. Martin Buber, T a l e s o f t h e H a s i d i s m : T h e E a r l y M a s t e r s ,
Schocken Books, Nueva York, 1966, pág. 231.
2. Edmond Rostand, C y r a n o d e B e r g e r a c , acto 11.
3. Albert Camus, «Letter to a German Friend», R e s i s t a n c e ,
R e b e l l i o n a n d D e a t h , Modern Library, Nueva York, 1960, pági
nas 3-25.
4. Ernest Hemingway, D e a t h i n t h e A f t e r n o o n , Charles Scrib
ner´s Sons, Nueva York, 1932, pág. 192.
5. Lonesome Valley; A Spiritual in P u b l i c Domain.
6. Samuel Beckett, M o l l o y , Grove Pres, Nueva York, 1955.
7. Arthur Miller, A f t e r t h e F a l l , acto II.
Esta obra, publicada por
GEDISA, S. A., terminóse de
imprimir en los talleres
de SIDOGRAF, de Hospitalet,
en mayo de 1981