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Es llamativo cómo la mayoría de las corrientes de salud mental, así como de filosofía que

pretenden, en teoría, soslayar los problemas de salud mental colectiva, y así están originados
desde una postura que más bien, se ha dedicado a amplificar de modo exponencial una gran
cantidad de etiquetas que nos fuerzan a encasillarnos en un clúster clínico u otro, a nosotros
mismos o a los demás, así también dividirnos en partes, disgregando una mirada holística por
sobre una tonelada de criterios diagnósticos que explican el cómo cursa cada cuadro, y un millar
de técnicas centradas en trabajar con el síntoma más que con la raíz del asunto, y seguidamente
más con el síntoma del terapeuta que con el del cliente o paciente, en vez de estar focalizados en
reparar su matriz para restaurar su capacidad de Autopoiesis Esencial, es decir, su capacidad de
autoorganizar su experiencia camino de una vida con significado, pues en nuestro planeta hoy la
crisis de hoy en día además de ser de recursos, es esencialmente de consciencia, y la ciencia está
más bien trabajando para que podamos vivir con el menor rango de síntomas posible, pero parece
no tener interés en curar la base de la enfermedad, aún más extraño es que cada solución a esta
crisis de sentido humana está inmersa a la vista en ese libro tan popular a través de las parábolas
de Jesucristo, cuales todas apuntan a equilibrarse mediante elevarse aún una octava más alta del
último escalafón de la jerarquía de necesidades humanas, llena a una persona de propósito y
gratitud por cada centímetro de su vida, y comenzará a sanar exponencialmente su capacidad de
gestionar su presente de modo eficiente, eficaz y efectivo.

Sin ánimo de emitir juicios directos, parece ser que hemos perdido el foco sobre la raíz
existencial de cada problema y su abordaje colectivo, para ir a modelos descriptivos que compiten
entre escuelas de generación en generación sobre quien tiene el mejor set de constructos
teóricos para describir cada fenómeno, descartando lo que otros desarrollan en términos
descriptivos y procedimentales, recayendo finalmente en el limbo teórico de tipo “reductio ad
infinitum” que perdió el foco sobre el problema real e intenta más bien se barajan naipes de póker
para ver qué escuela, corriente o casa de estudios gana el premio nobel y se hace dueño de la
verdad, y han gastado todos sus esfuerzos más bien en acrecentar la fama de una escuela o
corriente teórica por sobre otra, y sus respectivos desarrolladores, mientras los problemas
colectivos de salud mental esencial están en el punto ciego de la gran mayoría de estos asuntos, y
las consecuencias las vive directamente el planeta y cada uno de los grupos más desvalidos de
esta, asimismo encubiertamente la mayoría de personas que viven bajo el yugo corporativo
postmoderno y al final están focalizados en acaparar capital, fama, reconocimiento u otros
placeres mundanos que distan completamente de la crisis de sentido y consciencia que está
agarrado a un poderoso porcentaje de la población, como si fuera el más rebelde y resistente de
los parásitos: El Ego.

Desde el análisis que hemos hecho desde la perspectiva de Jesucristo, explicada en


parábolas que transmitió a sus discípulos, podemos ver con sencillez parsimónica, como por
ejemplo en las parábolas de “La Lámpara”, o de“ Las Diez Virgenes” y la de “Los Talentos”, una
pequeña alusión a algo similar a la pirámide de las necesidades del ser humano de Abraham
Maslow en sus escalafones más altos, dado que las corrientes de hoy en día, se han vuelto
aparatosas en su mayoría, olvidando la importancia que tiene llegar unificadamente como raza
humana todos al “Epoché del Ego” para legar al “Eidos del ser trascendental”. Pues en todas ellas
se habla claramente como el brillar en el ser trascendental, compartir el sentido de contribución y
llevarlo a cabo en cada vida, es algo absolutamente tan escencial como comer, pues además de
alimentar a la gente que está muriendo de hambre en el mundo, es absolutamente necesario
tener en cuenta que no es solo de pan el hambre de nuestra sociedad, si no en mayor proporción
de sentido, se contribución, de esencialidad, de trascendencialidad de cada ser, pues si no
enseñamos a los que tienen hambre de sentido, siempre estarán consumiendo exponencialmente
al planeta, y mientras más sacien esta hambre hedónica e individualista hija de la posmodernidad
actual, inversamente proporcional será el saciar de los estómagos más desvalidos, pues la crisis
que vive el mundo no es solo de recursos, sino de consciencia.

No deja de ser interesante como en nuestra sociedad hemos atomizado siempre los
elementos en factores duales, blanco vs negro, creyente vs ateo, oriental vs occidental, y como
estos elementos falazmente antitéticos se ven como reales en la consciencia colectiva más allá de
que solo resisten dualidad en el papel, elemento que nos ha llevado a mencionar entonces que el
tener una consciencia superior, un trascender de nuestra elevación como raza humana, es una
opción solo para monjes que están en un monasterio, es más se ha unido a la religión de modo
mayoritariamente excluyente, sin embargo hasta el mismo Cristo menciona en más de una ocasión
como sí permite inclusive que se le niegue a él, pero que a pesar de permitir también que se
niegue lo que él llama “El Espíritu Santo”, de ser negado en nuestro libre albedrío seremos
condenados a ser cortados en dos, elementos que son vistos por la mayoría de las personas como
efectivamente ser cercenado a sangre fría por un Dios castigador, pero que si es observado a
través de las parábolas, mencionan esto graficado como luz, iluminación, talentos o lámparas,
como una responsabilidad esencial para elevarnos por sobre las vísceras y lo humano, y es por lo
menos curioso que precisamente en esto resida la única forma de salvación que tiene nuestro
planeta, cual como hemos mencionado antes está en severos problemas de consciencia, lo cual
vemos reflejado en cada síntoma de nuestra sociedad. Todos los sistemas teóricos de filosofía, o
de psicología, o de política, siempre apuntan a sanar los síntomas, a hacer todo lo posible por
mantener un estilo de vida confortable para las personas, en donde se disipe el dolor con
fármacos o métodos para olvidar, hipnosis que expían a nivel consciente, pero que no sanan la
enfermedad, sino que hacen curaciones que nos permiten vivir cómodamente en casa sin
necesidad de convertirnos en seres plenos. En la política es relativamente lo mismo, son puestas a
elección distintas opciones que tienen distintos abordajes de los problemas, y ofrecen distintas
soluciones para apalear los síntomas de la sociedad, pobreza, delincuencia, mala educación,
injusticias, etc., sin duda es una postura que genera beneficios a corto plazo, eso es indiscutible,
pero de nuevo, apuntan a soslayar los síntomas para mantenerlos bajo de activar la luz roja del
pánico colectivo, pero que hace pervivir las variables subyacentes que hacen posibles los síntomas,
y es sencillo, el ser humano ha sido entrenado para conformarse con cubrir los primeros peldaños
de su pirámide jerárquica de necesidades masivamente, para olvidarse de elevarse para cumplir
todas las demás. Estamos tomando colectivamente como opcional el elevar al ser humano hacia
nuevos horizontes, el trascender en una consciencia del Eidos fundamental, del yo superior, o el
yo divino, hemos ofrecido una falsa panacea esperando que todos olviden que es tan fútil que nos
ha llevado a vivir conectados a una matriz de infelicidad encubierta con el consumismo hedónico,
y la inseguridad constante de atomizarnos a nosotros mismos en el individualismo, hemos
utilizado el Epoché para poner entre paréntesis lo esencial, y hemos dejado fuera del paréntesis
esencial todo lo mundano que está elevando la aguja del marcador del planeta hasta el nivel
crítico, lo que parece cuando menos curioso, ya que muchas veces esta inconsciencia pareciera ser
deliberada.

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