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Mahrer, K. (2004). Proofreading your own writing? Forget it! The Leading Edge, 23(11), 1130–1131.

Publisher: Society of Exploration Geophysicists.

¿Corregir su propio texto? ¡Ni lo piense!


El bloqueo del escritor
Recomendaciones, herramientas y técnicas para escritores de temas técnicos

KENNETH D. MAHRER, U.S. Bureau of Reclamation, Denver, Colorado, Estados Unidos

Primero, definamos la diferencia entre corregir y editar el texto que uno mismo ha redactado.
Editar es revisar para mejorar características abstractas y arraigadas en la opinión, como la
claridad, la fluidez, la organización y el desarrollo de las ideas. Son fáciles de nombrar pero difíciles
de identificar; sin embargo, los reconocemos cuando vemos que faltan en el texto escrito por otra
persona. La corrección es mucho más sencilla: se trata de encontrar y corregir errores. Esto incluye
faltas de ortografía (o palabras escritas correctamente pero utilizadas en el lugar equivocado, la
pesadilla de los correctores ortográficos automáticos), oraciones sin concluir, puntuación
inapropiada, falta de concordancia entre sujeto y verbo, omisión de palabras, todas esas cosas que
los profesores nos insistían en el colegio. Con demasiada frecuencia, esos maestros puntillosos
privilegiaban la corrección sobre el contenido. Ambos son importantes, pero no a expensas del
otro (un tema para otro día). Generalmente, la corrección es la última etapa antes de lanzar un
victorioso "¡he terminado!", o debería serlo. Pero si ustedes confían en sus propios ojos y cerebro
para descubrir esos errores, ese puede ser otro error.

Déjenme mostrarles un ejemplo. Pongamos a prueba su habilidad para reconocer faltas. Cuenten
el número de “d” en la siguiente oración:
Los textos debidamente elaborados y diseñados son el resultado de años de dedicación
científica combinados con años de una larga experiencia.

¿Contaron 12? Si no fue así, probablemente no contaron las “d” de la preposición “de”. Los
expertos dicen que la mayoría de los lectores se saltan la palabra “de” porque al funcionar como
un mero conector, está implícito y, por lo tanto, lo obviamos. Este tipo de “ceguera” es frecuente
cuando corregimos nuestro propio texto. Consideremos ahora el siguiente párrafo que anda
dando vueltas por internet. Léanlo; al comienzo puede parecer difícil, pero enseguida lo leerán
fluidamente.

No pdoía cerer qeu raelemtne etsaba etnenedindo lo que etsbaa leyndeo. La metne
hmunaa teine un pdoer etxarodrianiro. De acuredo con un ivnsetiagodr de la Uinvresdiad
de Cmabirdge, el odren de las letars no es ipmrotnate praa lerer una plabara, lo
ipmrotnate es qeu la prmirea y la útlmia etésn en su dbeido luagr. El rseto pedue etsar
cnofsuo, preo se peude lerer sin porbelma. Etso se dbee a qeu la mnete huamna no lee
lerta por lerta, snio tdoa la plaarbra comeplta. ¿Sporenrdnete, vedrad? Y pneasr qeu
seipmre cerí qeu la ortrgorfaía era ipmotrnate.

¿Cómo lo hicieron? Incluso si les pareció complicado, su contenido es muy interesante. A mí me


generó una respuesta mixta. En primer lugar, como pude leerlo, me quedé pensando en lo difícil
que resulta corregir, lo que se agrava más aun cuando se trata de corregir lo que uno mismo ha
escrito. Además, pudimos leerlo no solo porque las letras al inicio y al final de cada palabra eran
Mahrer, K. (2004). Proofreading your own writing? Forget it! The Leading Edge, 23(11), 1130–1131.
Publisher: Society of Exploration Geophysicists.

las correctas, sino también porque seguimos el contexto y sabíamos qué esperar, otra fuente de
dificultades en la corrección de textos. Digo esto, porque si vemos palabras individuales revueltas
y fuera de contexto es más difícil descifrarlas. Lo he comprobado recientemente con unos
estudiantes. No tuvieron problemas para leer el párrafo, pero les resultó mucho más difícil
descifrar palabras aisladas (personalmente, soy torpe para descifrar palabras con letras revueltas y
por ese motivo, rara vez juego Scrabble con mayores de 12 años).

Si la corrección de textos es tan compleja, ¿qué debemos hacer? Como soy tan inepto como todo
el mundo, busqué ayuda en internet. Google mostró el Laboratorio de Redacción en Línea de la
Universidad de Purdue (Purdue University’s Online Writing Lab, OWL)1, que sugiere unas buenas
estrategias. OWL ofrece dos clases de estrategias —generales y personalizadas—. Entre las
generales, recomienda descansar para tomar distancia del manuscrito. Incluso una pausa de cinco
minutos lo ayudará a retomar el texto con la mente y ojos renovados. También podría leer algo
sobre otro tema durante esa pausa para alejarse de su tópico original. Seguidamente, OWL
recomienda enfáticamente ¡desacelerarnos! Esto facilita encontrar errores que se nos pasarían
por alto si leyéramos a la velocidad acostumbrada —recordemos las “d” anteriores—.

Otra estrategia es leer en voz alta. Esto hace que leamos lo que está en la página y no lo que
pensamos que está en la página. Tal vez se podría señalar cada palabra a medida que se va
leyendo. Hace poco usé esta estrategia en una clase de redacción técnica y los alumnos realmente
se sorprendieron, porque al leer en voz alta sus trabajos pudieron encontrar faltas que no habían
notado cuando hicieron la lectura silenciosa y, además, observaron que había partes que
requerían una revisión. Es conveniente deslizar un papel sobre el texto conforme avanzamos la
lectura. Esto facilita que nos concentremos en la revisión línea por línea. Otra sugerencia (no de
OWL) es leer párrafos al azar. Esto suele evitar que aumentemos la velocidad automáticamente.
Mi estrategia favorita es leer el manuscrito ¡hacia atrás! Eso tiende a aislar las palabras y la
puntuación del contexto y permite identificar anomalías. También nos mantiene alertas.

Las estrategias personalizadas de OWL incluyen:

• Encuentre la oración (o dos) que represente la tesis de su documento. ¿No la puede


encontrar? Entonces redacte una en el lugar apropiado. Los lectores necesitan esta clave.

• Ubique el punto principal o clave de cada párrafo. Si no lo encuentra, imagine cuán


perdidos estarán sus lectores cuando traten de identificar los temas claves. Arréglelo;
reestructure para incluir una oración o enunciado principal en cada párrafo.

• Piense en los errores más comunes (por ejemplo, oraciones inconclusas, palabras omitidas,
oraciones extensas, sintaxis incorrecta, comparaciones inapropiadas, etc.) y revise oración
por oración en busca de un error común. ¿Tedioso? ¡Sí! ¿Necesario? Solo si desea un
manuscrito limpio.

Tenga en cuenta que las dos primeras estrategias corresponden a una edición, pero ¡qué diablos!,
el objetivo es un documento legible útil. Un sitio web de Virginia Tech sobre corrección de
manuscritos dice que la mayoría de los errores en la escritura se hacen inconscientemente (¿en
serio? Siempre pensé que todos mis errores los cometía a sabiendas; ¡qué tonto he sido!). Sin

1
https://owl.english.purdue.edu/writinglab/
Mahrer, K. (2004). Proofreading your own writing? Forget it! The Leading Edge, 23(11), 1130–1131.
Publisher: Society of Exploration Geophysicists.

embargo, hay dos fuentes de errores inconscientes: primero, por información defectuosa de la
memoria sinestésica. En términos simples, si siempre han escrito mal una palabra, lo seguirán
haciendo inconscientemente, incluso después de saber la ortografía correcta.

La segunda fuente de equivocaciones es la falta de atención por una fracción de segundo. La


mente funciona mucho más rápido que los dedos sobre el teclado o el lápiz. Aquí, la lección es que
debemos trabajar con una copia impresa, no en la pantalla del computador. Es muy fácil que la
vista se dirija a otro punto en la pantalla del computador. (Por supuesto, estoy diciendo esto
mientras trabajo en mi pantalla, pero tengo el respaldo de los supereditores de esta revista. ¡Ellos
me corrigen todo el tiempo!). Y mi punto final es que los correctores automatizados de ortografía
y de gramática no son una barricada suficiente. Son maravillosos comparados con la manera como
corregíamos cuando no existían, pero no nos salvan. Un ejemplo de ello: leí y corregí la ortografía
de este manuscrito varias veces. Cada vez encontré errores. Sin embargo, la defensa final fueron
esos maravillosos editores de la revista, que encontraron cosas de las que no me había percatado.
¡Hacen un trabajo increíble! Así, si queremos tener un manuscrito correcto, debemos contar con
alguien más. Debemos hallar a una persona o a un grupo de personas a quienes les encante
encontrar errores. No hay que tomar su labor como una crítica personal a nuestra manera de
escribir —recuerden que no se trata de un hijo, es un documento—. Consideren su aporte como
un paso hacia un producto final exitoso, ¡un producto que nos brindará credibilidad! ¡Realmente
funciona!

Autor al que se le debe enviar la correspondencia: kmahrer@do.usbr.gov

Traducido por Marta Miyashiro

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