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Diana Karen Olivé Cruz La comunidad eclesial Psicología 7°A

Comentario sobre la lectura

Desde el comienzo del semestre y retomando la información obtenida en el semestre

pasado “Proyecto Cristiano” hemos llegado a la conclusión que el proyecto de dios estaba

basado en la inclusión y la fraternidad. Que todos aquellos llamados milagros se debían a la

atención que se les daba y prestaba a las personas que en ese tiempo se encontraban en una

posición vulnerable: enfermos, pobres, ignorantes, prostitutas, etc., todos aquellos que eran

excluidos por no ser como los demás. A ellos se les denominaba como los malditos y más

los excluían. Nadie quería estar con ellos, eran los olvidados, nadie les prestaba atención ni

atendían sus necesidades.

Y entonces llego Jesús predicando el Reino de Dios, acercándose a los pobres, a los

ignorantes, enfermos y todos aquellos que eran despreciados por el gobierno y la sociedad

(a los “malditos” por así decirlo). Estas personas necesitaban sentirse parte de algo, ese algo

era la sociedad, y esto se logró cuando Jesús acudió con ellos y escucho sus demandas y

peticiones, que los trato de forma fraterna y compartió el pan y la mesa con ellos.

Esto solo da una pequeña idea de lo que se logra cuando somos incluyentes con los

otros, les cambiamos la vida; se crea un ambiente más sano, se logra la fraternidad. ¿Cómo

se logra llegar a esto? No necesitamos que llegue un salvador y nos diga que tenemos que

hacer, nosotros con pequeñas acciones podemos cambiar el mundo, porque son justo estas

las que lo cambian.

Cuando dejamos de discriminar a las personas por su estado socioeconómico, color

de piel, orientación sexual, forma de pensar o todo aquello que denominamos como

“diferente” porque no está dentro de los estándares que nos ha marcado la sociedad; y al

contrario, las incluimos en nuestras actividades, compartimos experiencias con ellos,


Diana Karen Olivé Cruz La comunidad eclesial Psicología 7°A

lograremos un cambio tanto en su vida como en la nuestra. En cambio, si seguimos con esa

actitud egoísta y arrogante y los hundimos más en su miseria, solo lograremos aislarlos más

y que lleven una vida solitaria lo cual no es nada sano, pues de ello pueden devenir

trastornos del estado de ánimo, como la depresión, sentimientos de rencor hacia los otros, e

incluso suicidios que en lugar de unirnos como sociedad nos alejan.

Dejemos de darle el poder a otros y excluir personas porque no se encuentran dentro

de los estándares para darle paso a la era de la inclusión y fraternidad, cumplir el Reino de

Dios que tanto predicaba Jesús, porque al final “a eso vino” ¿no? A darnos un mensaje de

inclusión, fraternidad y amor.

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