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Capítulo I: Generosidad: La generosidad como virtud ética es un término medio ubicado en el

concepto de dinero o riqueza. Este concepto se vincula con la dicotomía dar/recibir, por supuesto,
la generosidad está enfocada más en dar que en recibir.

Los extremos que están en la generosidad son la prodigalidad y la tacañería. La prodigalidad se


representa en las personas que son proclives a gastar su dinero en cosas superfluas, los llamamos
pródigos. Este tipo de hombres son los que despilfarran sus ganancias hasta destruir su propio
patrimonio por los vicios a los que están sometidos. Las prodigalidad se enfoca en dar y no en
recibir, mientras que la avaricia (o tacañería) se enfoca más en recibir excesivamente.

La avaricia en cierto sentido es un vicio que no tiene remedio. Cuando los hombres envejecen
parecen más proclives a cometer avaricia que prodigalidad. Por otro lado, solventar la vida con
ganancias vergonzosas (robo por ejemplo) es propio de un avariento, pues estos no dan nunca y
reciben de todo sin importar la fuente donde extrajeron las riquezas.

De este modo podemos observar que el pródigo está mucho más cerca de la virtud que el avaro

Uso del dinero

Para llegar a ser generoso se debe hacer un correcto uso del dinero; obviamente, quien lo use mal
(se lo procure excesivamente o lo despilfarre) caerá en unos de los dos vicios. El uso del dinero en
cuanto al generoso debe ser ''dar a quien conviene'', ''no recibir de quien conviene'' y ''ganárselo
como se debe''.

La acción de dar y recibir

Dar es una acción relacionada con el bien, así como también lo es la honestidad. Más alabado es
quien da que quien recibe.

Se podría pensar que no recibir dinero es un gesto de generosidad, pero la verdad es que estos
hombres que no reciben dinero son más tenidos en cuenta más por ser justos.

Cuando el generoso tiene poca fortuna y aun asi da, éste será más generoso que un hombre que
tenga mucha fortuna y de poco. Aunque el nivel de generosidad no se mide por cuanta cantidad se
de, sino más bien por el mismo hábito

Decir la verdad: Más que la moderación la sinceridad tiene que ver con la verdad. Los extremos
de la sinceridad son las mentiras; el arrogante dice cosas que no tiene y el disimulado dice no
tener bienes que en realidad sí tiene

(2). El hombre sincero debe decir la verdad sólo cuando esta nos es motivo de honor y no cuando
se saca ventaja o una conveniencia vergonzosa.

La verdad vista desde Aristóteles esta en el hombre que no se siente más de lo que representa
como hombre y también no se siente menos de lo que representa como hombre, es seguidor de la
verdad y es por eso que el recto camino lo lleva a ser sincero es parte de lo que un hombre bueno
representa.

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