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Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo

Social.

Maestría en Políticas Sociales


Sociales.
Seminario: Metodología de la Intervención Social
Docente: Ma. Felicitas Elias
Maestrandas:
Lic. Eliana Funes
Lic. Ariadna Gorostegui Valenti.
“Ninguna sociedad puede transformar el orden existente sino tiene un
conocimiento fundamental de los resortes de ese orden existente y de las
relaciones de dominación de ese orden existente. En un país hay dominación
porque hay naturalización y legitimación de las relaciones de dominación, de
abuso y de autoridad. Hay dominación porque se naturaliza el abuso. Hay
dominación porque se naturaliza el sufrimiento. Porque naturaliza la
desigualdad y la injusticia. Autoconocimiento de la sociedad es el
desmontamiento de los resortes que sostienen todas esas naturalizaciones para
así llegar a una sociedad más justa. Hay que visibilizar la contingencia y la
arbitrariedad de las relaciones de dominación y de todos los otros sustantivos
abstractos enumerados. Desnaturalizar el mundo es revulsivo. Desnaturalizar
las relaciones de dominación es revolucionario. A toda victoria política le
precede una victoria cultural, una victoria simbólica en el desmontamiento de
los mecanismos de dominación. Ahí la batalla está abierta, significa una batalla
sin tregua en todas las áreas del conocimiento del mundo. Es decir, el debate
donde la sociedad genera su sentido común.” (Linera, 2016)

Reflexiones en torno a la compleja relación política social-sociedad:


aportes para desnaturalizar las prácticas de intervención

Como sugiere García Linera en la cita precedente, detrás de toda política social hay una
acción que se enraíza en diversos mecanismos y relaciones de dominación y explotación que
generan diversos modos de estar desigualmente hoy en el mundo. Así es que este trabajo
buscará reflexionar acerca de qué significa intervenir desde el Estado sobre la red de individuos,
relaciones, e instituciones en pleno siglo XIX. Para ello se utilizará como referencia, autores/as
que han provisto interesantes ideas con el objetivo final será ponerlos en diálogo constructivo.
En primer lugar, se retomará el planteamiento de José Adelantado, quien revisa el
vínculo estructura-política social buscando establecer un esquema para el análisis de esta
relación que escape de clásicas dicotomías. Esto llevará a reflexionar desde Verónica Gago que,
desde una investigación etnográfica pone el foco sobre los talleres clandestinos, logra iluminar
las nuevas lógicas que han posibilitado y, a su vez fueron producidas por la implementación del
régimen de acumulación de los años 90 en la Argentina. Luego, y de manera complementaria,
desde el campo de la filosofía se tomará a Jorge Alemán quien ha sabido sintetizar de qué se
habla cuando se piensa en el efecto del neoliberalismo sobre la construcción subjetiva. Por su
parte, Rolando Franco explica de manera clara cómo se ha estructurado el Estado a partir de la
década neoliberal. Y finalmente De la Aldea y otros, desde el análisis de la implementación
ponen el foco sobre los efectores y su construcción subjetiva, lo que permitirá concluir acerca de
qué problemas deben tenerse en cuenta a la hora de pensar en modelos de políticas públicas que
busquen operar sobre la complejidad contemporánea.
Ahora bien, tal como se señaló, se comenzará explicando algunas líneas teóricas de la
propuesta de José Adelantado acerca de la razón de ser y de hacer de las políticas sociales, con
el objetivo de que posteriormente se puedan relacionar con los demás autores. El autor procura

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romper con ciertos esquemas clásicos que, según explica, convierten a la política y la estructura
social en dos bloques monolíticos que no permiten ver las complejidades empíricas de los
procesos socioestructurales. A esta justificación, suma el hecho de que para él, los antiguos
esquemas pecan de objetivistas y de un reduccionismo incapaz de ver la complejidad de la
relación estructura-política social.
Así es que Adelantado, para logar salirse de la clásica manera de entender las políticas
sociales, plantea un análisis tridimensional en donde presta atención en: la dimensión de las
esferas, la de los actores colectivos y la de los ejes de desigualdad. Retomando a Giddens, quien
con su teoría de la estructuración busca salvar uno de los debates que han ocupado a la
sociología contemporánea (el paso del individuo a la estructura, o de lo micro a lo macro),
Adelantado propone estudiar la relación en cuestión como una relación recursiva que exigiría
disponer el foco, no en la explicación causal, sino en la comprensión multidimensional de
diversos aspectos. La división de esferas, al estilo weberiano1, separa la realidad estructural en
una serie de sub-esferas que proveen bienestar (la esfera mercantil, estatal doméstico-familiar y
comunitaria) en las que operarían los diversos actores sociales y diversas maneras de
desigualdad.
Así, a la política social el autor la define como “un dispositivo gubernamental que
permite la gestión de la desigualdad asignando a cada esfera de la estructura social (mercantil,
estatal, doméstica y relacional) un determinado papel en la satisfacción de las necesidades,
reequilibrando el flujo de relaciones entre ellas de forma continua” y, la misma, “moviliza
recursos de unos sectores a otros mediante un conjunto de procedimientos que construyen y
modulan la desigualdad social, al asignar a cada sector determinada responsabilidad en el
suministro de recursos de bienestar” (Adelantado J., 1998:145) Ahora bien, esta definición se
dirige a plantar que no sólo la política es definida por la estructura social, sino que además es
generadora de desigualdades puesto que opera en las diferentes esferas mercantilizando-
desmercantilizando, familiarizando-desfamiliarizando, estatizando-desestatizando,

1
Con cierto paralelismo al planteamiento que realiza José Adelantado, en su libro Economía y Sociedad
(2002), Max Weber ya separaba la estructura entre tres órdenes: orden social, jurídico y económico. Así,
este autor pensaba la estructuración de la sociedad en relación a estos tres espacios en donde el actor se
situaba ocupando un determinado lugar en la estructura social, definiendo sus probabilidades de
existencia (tal como lo señala Weber en partes de su texto). Este planteamiento, de algún modo, sugiere
cierta intención impugnadora respecto a la teoría de clases marxista, pues pensar la clase social en la
exclusividad del mercado se opone con la comprensión de la misma en tanto realidad empírica,
históricamente determinada por las relaciones sociales de producción, y ligada a un cierto sentimiento
comunitario. Así, la situación de clase (concepto definido como las probabilidades de existencia definidas
en el mercado) estará entonces probabilísticamente determinada por la concurrencia en el mercado de
trabajo y/o de servicios.
Diluyendo de esta manera la explicación de la movilización colectiva por medio de la
identificación de clase, la teoría weberiana excluye en cierto modo, la comprensión de ciertas
manifestaciones de organización colectiva diferentes al formato sindical o partidista, y opaca la utilidad
de pensar a través de conceptos como conciencia de clase, identidad obrera o condiciones de existencia.

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comunitarizando-descomunitarizando, puesto que al gestionar los recursos modifica las
responsabilidades y derechos que operan en cada esfera.
En relación con lo anterior se quiere destacar una idea que luego permitirá reflexionar
acerca de la acción generada, a través y a causa de, la una política social. Adelantado plantea
que uno de los dispositivos más importantes de las políticas es su normativización, que puede
tener diferente intensidad según se establezca como una norma constitucional (marco general de
derechos y deberes), leyes administrativas (que regulan los recursos y la acción de quienes
ejecutan la política ), y reglas de funcionamiento (que establecen otro escalón de derechos
necesario para ejecutar una determinada política social).
Ahora bien, si lo anterior se relaciona con el estudio de Verónica Gago (2014) se
observa que efectivamente una ley establece cambios en la estructura social y es que, respecto a
su estudio acerca de los talleres clandestinos en Buenos Aires, la autora plantea que “La ley de
Trabajo a domicilio contempla la figura del tallerista bajo un doble estatuto: como empleado
respecto a quien le encarga el trabajo y como empleador respecto a los costureros/as. En 2008,
el gobierno nacional presentó un proyecto de ley que recoge algunos de los principales reclamos
empresarios” (op.cit., 187). Así, la Gago explica que la ley suprime el vínculo tallerista y
fabricante, de manera que desliga a los fabricantes de la responsabilidad de lo que sucede en
esos talleres, a la vez que desregula el precio que se paga.
Otro elemento importante a referenciar desde Verónica Gago es que, al desarrollar de
manera pormenorizada los mecanismos en que se despliega la razón neoliberal, evidencia
mecanismos de gobierno sobre la vida que permiten la existencia de talleres textiles
clandestinos. Explicita cuáles son las prácticas concretas que operan incrementando las
desigualdades sociales y, a través de un análisis foucoltiano, da cuenta de una serie de prácticas
y discursos que operan en una compleja red que caracteriza a los talleres. Al mostrar la micro-
realidad desplegada en el caso concreto de los talleres, muestra que no todas las desigualdades
son iguales pues en el caso del trabajador migrante existe un diferencial de explotación2. Esto
aportaría complejidad empírica al análisis de Adelantado ya que muestra que no sólo la
desigualdad se define en las esferas donde afecta la política pública, sino que además

2
Explica la autora que “Ser de nacionalidad boliviana supone explotación sobre esta pertenencia” y el
taller textil es el centro de la “economía de la migración” que se caracteriza por diferencias que se
expresan tanto en lo salarial, de estatuto legal, y de lo que ella llama riqueza comunitaria. Los talleristas
reclutan familiares, conocidos por ciertas características relacionadas con la obediencia; y el trabajador
contrae el costo de traslado.
Esa pertenencia comunitaria se capitaliza haciendo valer esa diferencia étnico-nacional en el
mercado. Esto se logra por las mismas condiciones de emigración (encontrarse en una ciudad solos) que
hace que el “taller se vuelva un dispositivo de reterritorialización, arma de nuevo tipo de comunidad, en
una ciudad desconocida”. Lo que la autora llama “diferencial de explotación” se sostiene por un tipo de
cálculo que se hace antes de emigrar y que se recalcula cuando se llega y las condiciones no son las
imaginadas.

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cuestiones como la etnia o el género incrementan los modos en que esa desigualdad se ejecuta a
través de diversos dispositivos. En palabras de la autora:

“La lectura de las situaciones laborales migrantes desde la óptica de la


esclavitud refuerza, desde la perspectiva nacional, una idea de diferencia de
naturalezas entre nacionalidades.(…) migrantes y prostitutas son leídos,
minorizados, desde la legislación de la trata de personas y desde la opinión
pública como víctimas. Allí la diferencia de naturaleza queda sexualidazada y
etnizada y, en simultáneo, confinada a dos economías específicas, que bordean
lo clandestino (…) La diferencia, antropologizada, como clave de la
justificación naturalizada de la esclavitud –o del trabajo manual y servil, feme-
nino en fin– deviene clave del orden político. Son capaces de hacer lo que hacen
(e incapaces de lo que se considera moralmente correcto) justamente debido a
una naturaleza particular que, en sus versiones más políticamente correctas,
tomará el nombre de cultura, tradición, hábitos y costumbres.” (Gago,
2014:192-193)

También logra complejizar la esfera comunitaria de la que habla Adelantado, puesto


que si se parte de Gago se observa que la misma no sólo se encarga de proveer bienestar a la
sociedad, sino que también puede operar como vehículo para la extorsiva desposesión del
inmigrante en el sistema clandestino. Pues,
“en la medida que el taller explota recursos comunitarios y se sustenta
sobre una serie de conquistas políticas, éstas, de manera paradojal, pasan a
funcionar como entramado comunitario “invertido”, es decir, a favor de una
explotación de los empleados.(…) Lo comunitario se expresa también como
forma flexible y barata de proveer recursos. (…) El hecho de que los
trabajadores de los talleres sean migrantes permite su exclusión de la
categorización de ciudadanos en el país de acogida, por lo cual la solidaridad
entre ambos términos (trabajador=ciudadano), deja de regir y flexibiliza en
extremo todos los rasgos de su inserción productiva.” (Gago, 2014:184).

Así es que, como piezas que se encastran con una movilidad espasmódica, las diferentes
esperas muchas veces pueden quedar supeditadas a las necesidades de la esfera mercantil,
provocando un sistemas sociales en los que la explotación desigual funciona como un resorte
que activa o desactiva determinadas prácticas sociales y políticas .
Ahora bien, la pregunta que está implícita durante en el texto de Gago es ¿por qué se
generan y regeneran estos mecanismos de explotación/dominación? La autora explicará que
“se obedece porque se calcula al mismo tiempo que la obediencia llega a sumas incalculables.
En esa encrucijada, él y la trabajadora migrante cabalgan entre la definición foucaultiana del
migrante como “inversor de sí” (Foucault, 2007) y la de quien se ve compelido a resistir y supe-
rar condiciones de dependencia personal ahora tramadas en nuevos usos comunitarios.” (ibídem,
181). Es decir, detrás de un sistema de explotación, hay una construcción subjetiva que justifica
y guía la acción, y que es además reforzada continuamente por diversos dispositivos como son
las radios comunitarias, las fiestas populares, la modalidad de trabajo de temporalidad

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contractual, el impulso migratorio que da la voluntad de progreso, y las relaciones de
reciprocidad diferida (esto quiere decir que los migrantes sienten la necesidad de devolverle la
oportunidad de empleo a los talleristas).
Esta subjetividad, que mantiene aceitados los escenarios de cruda explotación, también
es indagada por Jorge Alemán, quien en cierta coincidencia con Verónica Gago resalta que el
sujeto neoliberal se “se unifica como sujeto “emprendedor”, entregado al máximo rendimiento
y competencia, como un empresario de sí mismo. Un empresario de sí mismo que, a diferencia
de los “cuidados de sí” clásicos o modernos que apuntaban, en el caso clásico, a protegerse de
los excesos, en el caso moderno, a buscar la mejor adaptación o alienación soportable, el
empresario de sí, el sujeto neoliberal, vive permanentemente en relación con lo que lo excede, el
rendimiento y la competencia ilimitada” (Alemán, 2013) Entonces, el neoliberalismo se dirige
no sólo a extraer el plusvalor sino que, a fin de hacerlo, despliega una serie de dispositivos que
intervienen en la constitución del sujeto, construyendo cuerpos y sentidos mediados por una
racionalidad específica homogeneizante.
Se abre, tras la noción de homogeneización, un interrogante y es que, si el
neoliberalismo como nueva fase del capitalismo ha buscado estandarizar a los sujetos bajo un
único molde del “empresario de sí” ¿por qué las políticas a partir de los noventas han tendido a
la focalización? Es decir, la focalización explica una redefinición de los sujetos beneficiarios,
que ya no se dirigen a instituciones que ofrecen servicios públicos, sino que ahora es la
comunidad la que establece local y microsociológicamente las demandas específicas y ultra
necesarias que tienen en un momento dado. Rolando Franco (1996), sobre este aspecto
caracteriza lo que llama el “paradigma emergente”, en referencia al nuevo modelo estatal que
estaba organizándose en la era de los noventas. Para el autor para el crecimiento “se requiere
incorporar progreso técnico al proceso productivo, con miras a elevar la productividad (CEPAL,
1991). Ello exige una mano de obra educada y flexible, que seguramente se verá obligada a
cambiar de trabajo varias veces a lo largo de su vida laboral.” (Franco, 1996:4) Ahora bien, los
efectos de esa ultraflexibilización que ya anunciaba Rolando están en parte explicando o
permiten comprender la nueva subjetividad. Sujetos que ya no están preparados para
desempeñarse en un puesto, deben “reinventarse” a sí mismos, invertir para poder seguir los
cambiantes ritmos del mercado laboral.
Rolando Franco, en la línea de José Adelantado, entiende que hay diferentes
subsectores que son proveedores de bienestar, por lo que, al descentrar el papel y la
responsabilidad del Estado y dirigir la mirada ya no a la clase media y a los grupos organizados,
sino al pobre, lo principal con el paradigma neoliberal es que “tiende a fomentar -dentro de lo
posible- la participación de otros actores. Busca asignar recursos públicos contra la presentación
de proyectos confeccionados por los interesados de acuerdo a su propia percepción de cómo
solucionar determinados problemas sociales. Esta concepción cree que la capacidad de

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innovación se encuentra diseminada en la sociedad y no concentrada exclusivamente en el
Estado, y que la misma debe aprovecharse.”3 (ibídem, 12). Esta idea recoge de alguna manera
las críticas que planteaban la ineficiencia del Estado para resolver la cuestión social. Sin
embargo, el neoliberalismo no parece haber sido la mejor solución para la desigualdad que es
intrínseca al modo de acumulación que él mismo liberal e intensifica.
A modo de cierre, se quiere incorporar una idea que posibilita repasar los nuevos o
viejos horizontes que plantean las políticas sociales respecto a la responsabilidad sobre las
necesidades y su satisfacción. Si la intervención, tal como evidencian De la Aldea y otros
(1999), es llevada a cabo por profesionales con buenas intensiones, pero que actualmente no
saben cómo actuar ante instituciones que se desmoronan y comunidades que no existen, cabe
repensar qué posibilidades aporta semejante incertidumbre. Y es que, uno de los problemas de la
subjetividad heroica (el profesional que viene a eliminar los problemas de la comunidad para
salvarla de los mismos) es que,
“la existencia de la comunidad no se puede suponer, [por lo
que] no preexiste a la intervención, entonces un modo de relación con
las instituciones no asistencial, es dar por sentado que el otro es tan otro
como uno es uno, y lo único que se pude hacer es ponerse a dialogar
(…) valorar las prácticas compartidas, es construir un nosotros –ellos y
nosotros como comunidad de pensamiento. Entonces ya no se trata de
salvar a la comunidad sino más bien de pensar cómo leer, cómo mirar a
la comunidad, cómo constituir comunidad con la mirada, con la
intervención. La comunidad no es necesariamente geográfica. Una
comunidad puede ser una zona, pero también puede ser la comunidad
escolar. Una comunidad es el recorte de una realidad social mucho más
amplia. Hay una diferencia entre saber cómo debe ser una comunidad
como un gran todo y pensar la comunidad como algo que se construye
localmente.” (Aldea & Lewkowicz, 1999)

De esta manera, si desde las políticas sociales, tanto diseñadores/as como


interventores/as, no se puede salvar el derrumbe de las bases que mantenían la modernidad y la
máquina del progreso, el gran desafío es poder pensar y actual localmente, con esa inexistente
comunidad que propone un inexistente modelo para el mundo. Y en esa creación, apostar por
políticas sociales que lo posibiliten, parece ser una pieza imprescindible.

3
negritas originales

7
Bibliografía
o Adelantado, J. N. (1998). Las relaciones entre estructura y políticas sociales: una
propuesta teórica. (U. A. México, Ed.) Revista Mexicana de Sociología n° 3 , 60 (3),
123-156.

o Aldea, E. d., & Lewkowicz, I. (1999). La subjetividad heroica. Un obstáculo en las


prácticas comunitarias de la salud. Inédito , 1-8.

o Alemán, J. (14 de marzo de 2013). Diferencia entre sujeto y subjetividad. Página 12 ,


pág. 00.

o Franco, R. (1996). Los paradigmas de la política social en América Latina. Revista de la


CEPAL (58), 1-19.

o Gago, V. (2014). La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular.


Buenos Aires: Tinta Limón, colección Nociones Comunes.

o Linera, G. (Agosto de 2016). Conferencia Alvaro García Linera Facultad de Trabajo


Social UNLP 25 de Agosto 2016. Recuperado el 11 de junio de 2017, de
https://www.youtube.com/watch?v=-vWTP8uRKQo

o Weber, M. (2002). Economía y Sociedad. Madrid: Fondo de Cultura Económica .

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