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1.- INTRODUCCIÓN.-
Es necesario iniciar el presente artículo delimitando teóricamente las características más resaltantes
de los sistemas penales que existen o han existido en los distintos sistemas jurídicos del mundo. Al
respecto, Roxin[1] sostiene que cuando el Estado se hace cargo por sí mismo de la persecución
penal, existe una doble posibilidad de configurar el procedimiento penal: proceso inquisitivo o
acusatorio. En el primero el juez interviene por sí mismo: él detiene, interroga, investiga, y condena.
No hay acusador ni acusado, sino solamente el juez (el inquisidor) – que investiga y juzga – y el
objeto de su actividad (el inquirido). Sin embargo, contra esta configuración del proceso existen
serios inconvenientes: por un lado, en el proceso inquisitivo, el juez no es imparcial, sino se siente
preponderantemente un órgano de persecución penal y, por el otro lado, el inquirido está
prácticamente indefenso, pues no puede defenderse de modo suficiente. La otra posibilidad consiste
en conformar el proceso penal, aún manteniendo el principio de oficialidad, como proceso acusatorio,
por tanto unir las ventajas de la persecución penal estatal con las del proceso acusatorio que
consisten, precisamente, en que juez y acusador no son la misma persona. Esto sólo puede suceder
si el Estado asume tanto la tarea del acusador como la del juez, separado esa función en dos
autoridades distintas – una autoridad de acusación y el tribunal -. Es decir, sólo es posible a través
de la creación de una autoridad de acusación estatal especial, la fiscalía.
Para Rifa, Richard y Riaño[2] los rasgos que caracterizan al sistema inquisitivo son los siguientes: a)
El órgano jurisdiccional actúa ex officio, concentrando las funciones acusadora, defensora y
juzgadora. b) Predomina un criterio contrario al favor libertatis del imputado. Es decir, prevalece la
tendencia a privar de libertad al inculpado durante todo el desarrollo del proceso. c) El proceso es
secreto y no se admite la contradicción del acusado. d) Predomina la forma escrita. La prueba se
obtiene de la investigación de oficio del juez, que valora de forma tasada, conforme con lo previsto
en la ley. e) No existe juicio oral, pero se admite la doble instancia. Por otro lado, estos autores
indican que el sistema acusatorio viene configurado por una serie de rasgos que, conforme la
doctrina mayoritaria, podrían sintetizarse en los siguientes términos: a) La necesidad de existencia
de una acusación, ya que el juez no puede proceder ex officio. Para los delitos públicos se instaura
la acción penal pública, mientras que para los privados se reserva la acción penal al perjudicado u
ofendido. b) Predomina un favor libertatis como regla para las cautelas penales. c) Existencia de
contradicción de las partes en el juicio, debiendo ser público y oral. d) El material probatorio debe
ser aportado exclusivamente por las partes, disfrutando éstas de igualdad de medios de acusación
y defensa. e) Libre apreciación de la prueba por el juez.
Al respecto, Rodríguez[6] refiere que para caracterizar el modelo que trae el NCPP, como en su
oportunidad se hizo con el código de 1991 y sus versiones mejoradas de 1995 y 1997, se recurre al
calificativo de acusatorio, debido a que al examinar el tratamiento dado a las funciones procesales
básicas se aprecia que el nuevo texto rituario efectúa una determinación perfectamente diferenciada,
primero, de la persecución, comprensiva de la investigación, acusación y prueba de la misma;
segundo, de la defensa o resistencia ante la incriminación; y, por último, del juzgamiento y fallo; es
más, junto a esta determinación de funciones el código procede a atribuirlas al respectivo sujeto
procesal, entiéndase el Ministerio Público, el imputado y su defensor técnico, y el órgano
jurisdiccional, respectivamente (artículos 1, 60, 61, referidos al Ministerio Público; artículos 71, 80,
84, alusivos al imputado y su defensor técnico, y artículo 16 relativo al órgano jurisdiccional);
distinguiéndose así de las opciones inquisitivas o mixtas que confunden o superponen las funciones
precitadas y sobredimensionan el rol de un sujeto procesal como el juez y postergan a los otros.
Agrega que, en la determinación de las cualidades del nuevo modelo también se hace referencia al
término garantizador o “garantista”, en razón a que el código contiene un tipo de proceso que integra
de modo redoblado garantías procesales o escudos protectores del justiciable, quien no por estar
sujeto a imputación y encartamiento deja de ser persona o pierde su dignidad de tal (artículo 71);
distanciándose de este modo de las posiciones inquisitivas o mixtas para las cuales, de manera
explícita o sobre entendida, el imputado es sólo un objeto al servicio del proceso que, por ejemplo,
puede permanecer indefinidamente bajo prisión preventiva. Finalmente, el autor, señala que además
de la nominación de acusatorio y garantizador, se afirma que el NCPP es de tendencia adversativa
porque remarca la naturaleza principal del juicio público y oral, la trascendencia del contradictorio y
la responsabilidad que en materia de actuación probatoria le corresponde a las partes que sostienen
pretensiones contrarias; el Ministerio Público, como titular de la pretensión punitiva, y el imputado y
su defensor técnico a cargo de la pretensión libertaria. Gracias a esta nota adversativa se crean las
condiciones para que el órgano jurisdiccional cumpla, durante la investigación, función de garante
de los derechos fundamentales, y, en la etapa intermedia, de saneamiento; en tanto que en el juicio
habrá de ocuparse ante todo de evaluar imparcialmente el resultado de la actividad probatoria
realizada por las partes y emitir fallo de absolución o condena (artículos 356.1, 385.2, 29.2, 4, 5;
71.4, 253.1, 323, 393, 394, 398 y 399). En clara divergencia con los modelos inquisitivos o mixtos se
aprecia que el NCPP no enturbia la imparcialidad del juez involucrándolo en actividades de
investigación o pesquisa o atribuyéndoles la tares de probar los hechos.
Estas características que nuestro sistema procesal penal ha adoptado normativamente, constituyen
los lineamientos generales que lo definen. Sin embargo, dichas cualidades no pueden sustentar por
si solas todo el sistema procesal penal, pues necesitan de una serie de derechos y principios
normativos que coadyuven a fortalecer el sistema desde un punto de vista no sólo interpretativo, sino
también de aplicación fáctica. Entre estos tenemos al principio acusatorio, el principio de
imparcialidad, el derecho aun plazo razonable, el derecho a un juicio previo, oral, público y
contradictorio, el derecho a un juez natural, el principio de legalidad de las medidas cautelares, el
principio de igualdad de armas, el derecho a impugnar, a la presunción de inocencia prohibiendo la
valoración de pruebas obtenidas con violación de derechos fundamentales (prueba prohibida), el
derecho de defensa, de no autoincriminación, a la proscripción de la persecución penal y procesal
múltiple (ne bis in idem). Muchos de los cuales se encuentran reconocidos a nivel constitucional y/o
internacional.
Estas son algunas de las diferencias entre ambos sistemas, las mismas que son necesarias recordar,
pues a partir de los defectos de proceso penal antiguo, identificaremos con mayor facilidad las
virtudes del nuevo sistema, imprimiendo de sentido acusatorio, garantista y adversarial nuestra
constante actividad en el quehacer procesal de la justicia penal. Esto con la finalidad de eliminar de
nuestro sistema penal la cultura inquisitiva de la que ha venido alimentándose desde hace mucho
tiempo atrás, y la que constituye – en última instancia – el principal obstáculo para la implementación
y desarrollo de un sistema acusatorio en nuestro país.