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Una cruz para el 19-S

Entonces Jesús dijo a sus discípulos:


Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo,
y tome su cruz,
y sígame
-Mt. 16:24

Tomar la cruz y seguir a Jesús es un desafío


profundo en medio de un mundo dominado por el
miedo.

Un día caminaba de la torre donde alquilaba un


departamento para vivir hacia la calle. Para poder salir debía atravesar el estacionamiento que
correspondía a la planta baja del complejo donde estaban tres edificios… el último de ellos era
donde yo vivía.

Antes de encontrarme con la puerta de salida miré al piso.

Me encontré con lo que, en su momento, fue una agradable sorpresa. Una pequeña cruz de madera
estaba ahí.

¡Yo estaba emocionado!

Quien conoce mis aficiones sabe que soy coleccionista de varias cosas: imágenes de la santa cena,
estolas, Biblias… pero la más nutrida es mi colección de cruces.

Era la primera vez que tenía una cruz sin que fuera un regalo o una compra. Esa crucecita había
llegado a mi por “obra de la casualidad”.

Es una pieza pequeña, apenas cabe en mi mano, muy sencilla… casi simple. Una cruz de madera sin
muchos detalles más que acabados en las puntas que parecen emular las cúpulas bulbosas de corte
bizantino.

Recuerdo que estaba llena de polvo. La tomé, apenas si la limpié para no afectar su composición. Le
metí en mi bolsillo. Al finalizar el día, comenté el descubrimiento con mi familia… parecía que el
único “niño con juguete nuevo” era yo. La limpié con utensilios, y una solución, pertinentes para
madera. Y, con mucha emoción, la coloqué en la pared que apenas contaba 64 cruces.

Alguna vez alguien me recomendó que en lugar de “numerar” cada cruz debía ponerles nombre…
he tratado de hacerlo poco a poco. Hasta hoy, esta cruz permanecía sin nombre, pero creo que el
más adecuado sería: “La Solavino”.

En aquel departamento vivimos cinco años… ¡cinco maravillosos años! Fueron los que precedieron
a un proceso de repatriación de Argentina a México. Años muy significativos donde una parte
fundamental de la felicidad fue ese departamento en la zona de Coyoacán y, a una cuadra de Calzada
de Tlalpan.

Hoy hace un año, el 19 de septiembre de 2017, las tres torres que componían el complejo edilicio
de “Escocia 29” fueron destruidas por un sismo de consecuencias terribles para México.

Hoy es el primer aniversario de ese momento tan traumático para quienes habitamos esta ciudad y
el país entero. Muchas personas se quedaron sin casa, otras más murieron o perdieron a familiares
o amistades. Es también un aniversario más de la resurrección de la solidaridad mexicana pues
como nunca y, como siempre, en estos casos: se movilizaron personas, recursos, empatías y
energías para levantarnos de los escombros ante la mirada, a veces, indiferente de nuestras
autoridades. La solidaridad internacional también obró milagros.

Este pensamiento es sólo para seguir verbalizando, desde mi ser creyente, el profundo desafío que
encarna intentar ser seguidor de la cruz de Cristo.

Estoy a punto de comandar un simulacro de sismo en el lugar donde trabajo y… debo confesarlo…
siento la tentación del miedo. Pero me anima saber que frente al miedo está la fe. Esa que sigue
haciendo que nos levantemos de entre los escombros para buscar construir la esperanza y, así,
afirmar la Gracia de Dios que nos siga haciendo participes de esa cruz símbolo de muerte, pero
también de resurrección.

Nunca supe de donde procedía aquella crucecita que encontré en el estacionamiento de casa…
nunca supe si alguien la extravió sin echarla de menos… nunca supe si alguien la buscó después de
perderla… lo único que sé es que para mí esa cruz la puso Dios ahí para mi… quizá siendo la única
cosa que quede de Escocia 29 Dios me dice a través de esa cruz de madera sencilla, casi simple:
“niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme”

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