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Caer. Al fondo. Fuerte y dolorosamente.

Así es como se siente, o al menos, así es como


lo sentí yo. Todas las historias que comienzan de este modo tienen un cartel de
advertencia que dice, ¡Cuidado esto es un monologo deprimente, que a la larga te
aburrirá y deprimirá!, y puede que sea cierto porque a nadie verdaderamente le
interesará leer los lamentos de otra persona. Creo que mi propósito no es ese, no quiero
deprimir a nadie, quizás transmito esto con el deseo de ayudar, irónico en verdad, ya
que no soy de esos que van por ahí con brotes de humanidad al otro, o cómo se dice
generalmente, solidaridad.

Contarlo me ayuda a sanar. Al escribir estas líneas, creo que borro un poco ese pasado.
Me hago la idea de que tenerlo en papel es sacarlo de mi cuerpo, de mi mente, es
purificar, es cambiarme y cambiarlo todo.

Mi historia comienza completamente normal, y por normal quiero decir cliché, me


considero un tipo cliché. Nací y crecí en una familia de clase alta, nunca pase por
hambre, siempre consegui lo que quería, jamas estuvo en mis planes privarme de algo,
no sabia lo que era ahorrar al utilizar el dinero, o trabajar para poder conseguir algo.
Seguramente, y no los culpo, ya me etiquetaron de un frívolo, malcriado, mantenido, y
muchas mas cosas de las que podrían acusarme. Y es verdad, son todas ciertas. A la lista
anterior de cualidades, le agregaría la palabra EGOISTA, y la destacaría por sobre las
otras. Es sin dudas mi mayor característica, o al menos lo era.

Podria a partir de ahora decir que lo que me paso no fue justo, adaptar la actitud de
victima y culpar al entorno en el que creci, podría tambien decir que fue la educación de
mis padres, la influencia de mis amigos, el hecho de que nunca supe lo que es
necesidad, y muchas otras cosas que podría destacar a mi favor, y decir que no fue mi
culpa ser un joven indiferente, un bloque de hielo ante el sufrimiento de los demás y
cosas por el estilo. Pero no, en la actualidad estoy intentando un ejercicio nuevo, que es
ser valiente y hacerme responsable por mis actitudes, bueno y por qué no hacerlo, soy
una persona que puede pensar y decidir, puedo distinguir el bien del mal. Si no he
querido ser diferente ha sido decisión mia.

Volviendo a mi caída, a mi hundimiento, y es aquí donde entenderán porque fue


necesario la breve introducción sobre mi. Si no creen en la experiencias metafisicas, les
pido ahora que abran sus mentes, porque lo que les voy a relatar a continuación puede
parecerles lo mas insolito e improbable del mundo, y el que yo pueda relatarlo aun más.
Tenia muchos amigos, y créanme que ellos eran justo como yo, con todas esas actitudes
tan “agradables” que les mencione anteriormente. La mayoría del tiempo la pasábamos
en fiestas, pensando en esas frivolidades que para todo adolescente son indispenciables,
tener la mejor ropa, el mejor corte de pelo, la mayor cantidad de mujeres que puedas
conseguir, y la aprobación de todos tus pares. Con 18 años, mis prioridades todavía eran
esas. Que mi foto tenga miles de likes, era ser famoso, y lo mas gratificante para mi
autoestima. Y si, yo pensaba que estaba bien, que eso era ser feliz, me comparaba lo que
quería cuando quería, iba a los lugares que quería, mi vida era lo mas lejano al dolor que
podía imaginar, estaba satisfecho con todo ello.

Debo admitir que para mis padres, siempre fui un dolor de cabeza. Meterme en
problemas era una de mis especialidades, y parte de la rutina. No es que yo los buscara,
o tal vez si, quizás mi inconsiencia y mi poca madures se aliaban para que la mayoría
de los fines de semana tuviera esos recurrentes lios. Enemigos, por montones, y creo
que esto era un indicio de la simpática persona que podía llegar a ser cuando me lo
proponía, y por si no lo entendieron, fue sarcástico.

Me lo merecia. Caer, me lo merecia con todo lo que esto implicaba. Y así fue como
paso, caí en la oscuridad, en el sueño de muerte. Fue una noche de sábado, las típicas,
las de fiesta. Como les conte antes, ser responsable y conciente de mis actos estaba lejos
de mis planes, y esa noche me pase. Con mis amigos compartíamos la costumbre que
muchos adolescentes tienen, juntarnos previamente a la salida en una casa y “motivar”
la alegría en el cuerpo, poéticamente hablando. Si, como deducen, con alcohol y drogas.
Monetariamente no teníamos problema alguno, lo que se te antojara esa noche, un par
de llamadas y lo conseguias. Yo no era tan partidario de las drogas, sentía que con el
alcohol ya estaba lo suficientemente desinhibido, y me gustaba al día siguiente poder
recordar como habíamos causado el descontrol en cada fiesta a la que íbamos, cuantas
chicas había conseguido esa noche, y con respecto a eso, tener la capacidad de elegir a
cual de las “posibilidades” brindarles mi atención, poder diferenciar la carne buena de la
que no me apetecia. Se que suena muy vil y terriblemente malo, pero trato de ser preciso
y detallar como en realidad era.

Pero aquel sábado cedí, cuando aumentaban mis ánimos por terminar esa noche, que no
había sido tan generosa en la caseria de chicas, escuche ese consejo de mi amigo que me
decía que tomando esa pastillita se me iria ese malhumor que tenia, y que comenzaría a
disfrutar de nuevo. Me parecio que no estaría mal, al menos por esa noche, y preferí esa
opción a tener que soportar hasta que mis amigos quisieran retirarse, o seguir la fiesta en
otro lugar.

Y no tengo muchos recuerdos de lo que paso después, todo comenzó a ir mas rápido, a
ser mas absurdo y mas gracioso. Ya ni pensaba en las chicas, las luces del lugar me
tenían un poco ipnotizado, mientras intentaba seguir el ritmo de la música con pasos
demasiado descordinados que me llevaban al suelo de vez en cuando. Evidentemente
esa pastilla no me cayo del todo bien, me sentía muy mal después del efecto
esfervecente, y la mezcla con alcohol lo hacia todo mas complicado. Y entonces el lugar
empezó a asfixiarme, las paredes se movían mas de lo normal, empece a sudar frio, un
terrible cuadro que aumentaba mas y mas mi desesperación por salir de allí. Un impulso
a sacar del bolsillo de mi amigo sus llaves, sabia que el no iba a querer acompañarme a
la salida, y que suplicarle me llevaría mucho tiempo, sentía que el corazón iba a salir de
mi pecho. Estaba un poco más cuerdo, puede ser tal vez porque maravillosamente
expulse una cantidad exuberante de vomito en el baño de hombres antes del cuadro de
pánico, y fue por eso que pude llegar al auto, y comencé a andar.

Rápido como nacer, así de rápido es morir. No sentí nada, fue solo el impacto del auto
contra ese muro, ese muro que tenía una frase pintada, y que curiosamente, fue mi
lección. “Recibimos lo que merecemos, porque todo lo que das vuelve”, eso decía. Y
simplemente paso, caí en la oscuridad profunda.

Todo negro, pensé que me encontraría con alguna luz al final de un tunel, como
anticipan las películas. Pero no, ahí estaba yo, sumido en la nada oscura. Y fue entonces
comenzaron a aparecer, no solo una luz, si no varias, de diferentes colores, como
destellos. No sabía que debía hacer, es raro morir, porque estas ahí tan solo, escuchando
tus pensamientos demasiado claros, como si salieran de tu cabeza y pudieras
escucharlos claramente. Opte por lo normal, lo que todos harían, le pregunte a las luces
“¿Qué tengo que hacer ahora?”. Después de mi pregunta todo volvió a ser oscuro.

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