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Rojo

DOMINGO DE RAMOS DE LA PASION DEL SEÑOR

1.- En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo nuestro Señor en Jerusalén para consumar su
Misterio Pascual. Por lo tanto, en todas las celebraciones se conmemora esta entrada del Señor: Por
medio de una procesión o de una entrada solemne, antes de la celebración principal, y por medio de una
entrada sencilla antes de las demás celebraciones. Pero puede repetirse la entrada solemne (no la
procesión), antes de algunas otras celebraciones que se celebren con gran asistencia del pueblo.

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén


Primera forma: Procesión
2.- A la hora señalada, los fieles se reúnen en una iglesia menor o en algún otro lugar adecuado, fuera
del templo hacia el cual va a dirigirse la procesión. Los fieles llevan ramos en la mano.
3.- El ministro, revestido, se acerca al lugar donde el pueblo está congregado.
4.- Entretanto se entona un canto adecuado.
5.- Enseguida el ministro saluda al pueblo y hace una breve exhortación para invitar a los fieles a
participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con éstas o semejantes
palabras.

MNISTRO: EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO.


PUEBLO: AMEN.
SALUDO: El Señor Jesús, que se entregó hasta la muerte para darnos vida, esté con todos
ustedes.

Queridos hermanos:
Después de habernos preparado desde el principio de la Cuaresma con nuestra penitencia y
nuestras obras de caridad, hoy nos reunimos para iniciar, unidos con toda la Iglesia, la
celebración anual del Misterio Pascual, es decir, de la pasión y resurrección de nuestro
Señor Jesucristo, misterios que empezaron en Jerusalén, su ciudad. Por eso, recordando
con toda fe y devoción esta entrada salvadora, sigamos al Señor, para que participando de
su cruz, tengamos parte con él en su gloriosa resurrección y su vida.
6.- Después de esta exhortación, el ministro, teniendo juntas las manos, dice la oración siguiente:

Oremos:
Dios todopoderoso y eterno,
santifica con tu bendición estos ramos,
para que, quienes acompañamos jubilosos a Cristo Rey,
podamos llegar, por él, a la Jerusalén del cielo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita.
7.- Enseguida se dice el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén (ciclo correspondiente).
EVANGELIO
Año A:
Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según San Mateo
21,1-11
uando se aproximaban ya a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monde de los Olivos, envió
C Jesús a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar,
encontrarán amarrada una burra y un burrito con ella; desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les
pregunta algo, díganle que el Señor los necesita y enseguida los devolverá”.

Esto sucedió para que se cumplieran las palabras del profeta: Díganle a la hija de Sión: He aquí
que tu rey viene a ti, apacible en un burro, en un burrito, hijo de animal de yugo.

Fueron, pues, los discípulos e hicieron lo que Jesús les había encargado y trajeron consigo la burra
y el burrito. Luego pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentó encima. La gente, muy
numerosa, extendía sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de los árboles y las tendían
a su paso. Los que iban delante de él y los que lo seguían gritaban: “¡Hosanna! ¡Viva el hijo de
David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!”

Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Unos decían “¿Quién es éste?” Y la
gente respondía: “Éste es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”.
Palabra del Señor.

Año B:
Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Marcos 11,1-10
Cuando Jesús y los suyos iban de camino a Jerusalén, al llegar a Betfagé y Betania, cerca del
monte de los Olivos, les dijo a dos de sus discípulos: “Vayan al pueblo que ven allí enfrente;
al entrar, encontrarán amarrado un burro que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganmelo.
Si alguien les pregunta por qué lo hacen, contéstenle: Él Señor lo necesita y lo devolverá pronto”.
Fueron y encontraron al burro en la calle, atado junto a una puerta, y lo desamarraron. Algunos de
los que allí estaban les preguntaron: “¿Por qué sueltan al burro?” Ellos les contestaron lo que
había dicho Jesús y ya nadie los molestó.

Llevaron el burro, le echaron encima los mantos y Jesús montó en él. Muchos extendían su manto
en el camino, y otros lo tapizaban con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante de Jesús
y los que lo seguían, iban gritando vivas; “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en el cielo!”.
Palabra del Señor.

O Bien:
Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Juan 12,12-16

E n aquel tiempo, al enterarse la gran muchedumbre que había llegado para la fiesta, de que
Jesús se dirigía a Jerusalén, cortaron hojas de palmera y salieron a su encuentro, gritando:
“¡Hosanna!, ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel!”

Habiendo encontrado Jesús un burrito, lo montó, como está escrito: No tengas temas, hija de Sión,
mira que tu rey viene a ti montado en un burrito.
Sus discípulos no entendieron estas cosas al principio, pero cuando Jesús fue glorificado, se
acordaron de que habían sido escritas cerca de él y que ellos las habían cumplido.
Palabra del señor.

Año C
Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Lucas 19, 28-40

E n aquel tiempo, Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino de Jerusalén, y al acercarse
a Betfagé y a Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
diciéndoles: “Vayan al caserío que está frente a ustedes. Al entrar, encontrarán atado un burrito
que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta por qué lo
desatan, díganle: “El Señor lo necesita”.

Fueron y encontraron todo como el Seños les había dicho. Mientras desataban el burro, los dueños
les preguntaron: “¿Por qué lo desamarran?”
Ellos contestaron: “El Señor lo necesita”. Se llevaron, pues, el burro, le echaron encima los
mantos e hicieron que Jesús montara en él.

“Bendito el rey que viene en nombre del Señor


¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”

Algunos fariseos que iban entre la gente, le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. Él les
replicó: “Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras”.
Palabra del Señor.

8.- Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede tenerse una breve reflexión. Al iniciar la procesión,
el ministro puede hacer una exhortación con estas palabras u otras parecidas.

(Antes de la procesión) Lucas 19, 28-40. Bendito el que viene en nombre del Señor
La lectura evangélica antes de la procesión nos cuenta lo que sucedió aquel día, cuando, sabiendo que
había llegado su hora, Jesús decide ir a Jerusalén. Montado en un borrico, entra en la ciudad acompañado
de las aclamaciones de los discípulos: "hosanna (¡viva!), bendito el que viene en nombre del Señor". No
sería seguramente un gran acontecimiento, sino más bien una manifestación (menos mal que entonces no
había el prurito de contar el número de presentes) popular y espontánea de admiración al que consideraban
como el Profeta enviado de Dios. Tampoco la cabalgadura en que entra es demasiado gloriosa.
Esta procesión en honor a Cristo el domingo de Ramos tuvo su origen en Jerusalén, ya en el siglo IV, y
luego se difundió a toda la Iglesia. Las comunidades que pueden hacerlo organizan hoy una procesión
partiendo de un lugar diferente, mientras van dedicando cantos de alabanza a Cristo. Lo principal no son
los ramos benditos, sino que la comunidad "acompaña a Cristo aclamándole con cantos", agitando, eso sí,
esos ramos que han sido "bendecidos" porque se les da un significado simbólico de fe.

Queridos hermanos (as): Imitando a la multitud que aclamaba al Señor, avancemos en paz.
Todos: En el nombre de Cristo. Amén.

9.- Y se inicia la procesión hacia el templo donde va a tenerse la celebración. Si se usa el incienso, el
turiferario va adelante con el turibulo, en el cual habrá puesto incienso previamente; enseguida un
acólito con la cruz adornada y, a su lado, dos acólitos con velas encendidas. Sigue luego el ministro y,
detrás de ellos, los fieles con ramos en las manos. Al avanzar la procesión, el coro y el pueblo entonan
cantos apropiados en honor a Cristo Rey:
TU REINARAS HIMNO A CRISTO REY

Tú reinaras este el grito ¡Que viva mi Cristo,


Que ardiente exhala nuestra fe. que viva mi Rey,
Tu reinaras oh Rey Bendito que impere doquiera
Pues tu dijiste reinaré triunfante su ley! (2)
¡Viva Cristo Rey,
REINE JESÚS POR SIEMPRE, viva Cristo Rey!
REINE SU CORAZÓN
EN NUESTRA PATRIA 1. Mexicanos, un Padre tenemos
EN NUESTRO SUELO que nos dio de la Patria la unión,
ES DE MARÍA LA NACIÓN[bis] a ese Padre gozosos cantemos
Empuñando con fe su pendón.
Tu reinaras dulce esperanza
Que al alma llena de placer 2.- Demos gracias al Padre que ha hecho
Habrá por fin paz y bonanza que tengamos de herencia la luz
Felicidad habrá doquier. y podamos vivir en el reino
que su hijo nos dio por la cruz.
Tu reinaras dichosa era
Dichoso pueblo con tal rey 3.- Dios le dio el poder, la victoria;
Será tu cruz nuestra bandera pueblos todos, venid y alabad
Tu amor será nuestra ley a este Rey de los cielos y tierra
en quien sólo tenemos la paz.
Tu reinaras en este suelo
Te prometemos nuestro amor 4.- Rey eterno, Rey universal,
Oh buen Jesús, danos consuelo en quien todo ya se restauró,
En este valle de dolor te rogamos que todos los pueblos
Sean unidos en un solo amor.

10.- Al entrar la procesión al templo, se hace un canto alusivo a la entrada del Señor en Jerusalén.
11.- El ministro, al llegar al altar, hace la debida reverencia y, si lo juzga oportuno, lo inciensa. Luego se
dirige a su lugar y omitida toda otra ceremonia, da fin a la procesión pasando al # 20 y diciendo la
oración colecta, continúa después con la Liturgia de la Palabra.

Segunda forma: Entrada solemne


12. Donde no se pueda hacer la procesión fuera de la iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro del
templo por medio de una entrada solemne, antes de la celebración principal.
13. Los fieles se reúnen ante la puerta del templo o bien dentro del mismo templo, llevando los ramos en la mano.
El ministro, y algunos de los fieles, van a algún sitio adecuado del templo, fuera del presbiterio, en donde pueda
ser vista fácilmente la ceremonia al menos por la mayor parte de la asamblea.
14. Mientras el sacerdote se dirige al sitio indicado, se canta la antífona "Hosanna al Hijo de David" (n.
4) o algún otro cántico adecuado. Después se bendicen los ramos y se lee el evangelio de la entrada del
Señor en Jerusalén. Después del Evangelio, el ministro va solemnemente hacia el presbiterio a través del
templo, acompañado por los ministros y por algunos fieles, mientras se canta el responsorio "Al entrar el
Señor" , u otro cántico apropiado.
15. Al llegar al altar, el ministro hace la debida reverencia. Enseguida va a la sede y, omitida toda otra
ceremonia, pasa al # 20 y dice la oración colecta de la celebración, continuando después con la Liturgia
de la Palabra.
Tercera forma: Entrada sencilla
16. En todas las demás celebraciones de este domingo, en las que no se hace la entrada solemne, se
recuerda la entrada del Señor en Jerusalén por medio de una entrada sencilla.
17. Mientras el ministro se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con su salmo u otro cantico
sobre el mismo tema. El ministro, al llegar al altar, hace la debida reverencia, va a la sede y saluda al
pueblo. Luego sigue la celebración de la manera acostumbrada.

18.- ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Jn 12,1.12-13; Sal 23, 9-10.


Seis días antes de la Pascua, cuando el Señor entró en Jerusalén, salieron los niños a su encuentro llevando
en sus manos hojas de palmera y gritando:
Hosanna en el cielo. Bendito tú, que vienes lleno de bondad y de misericordia. Puertas, ábranse de par en
par; agrándense, portones eternos, porque va a entrar el Rey de la gloria. Y ¿quién es ese Rey de la gloria?
El Señor de los ejércitos es el Rey de la gloria. Hosanna en el cielo. Bendito tú, que vienes lleno de
bondad y de misericordia. (Sal 23, 9-10)

MINISTRO: En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.


R/. Amén.

Ministro: Hermanos, bendigan al Señor, que nos invita bondadosamente a la mesa del Cuerpo de Cristo.
R/. Bendito seas por siempre, Señor.

19.- Acto Penitencial


Ministro: Al comenzar esta celebración, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros
corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros
hermanos. (Momento de silencio).
Ministro: Señor, ten misericordia de nosotros.
R/. Porque hemos pecado contra ti.
Ministro: Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R/. Y danos tu salvación.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Señor, ten piedad…

20.- ORACION COLECTA


Oremos.

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se hiciera hombre y
padeciera en la cruz para dar al género humano ejemplo de humildad, concédenos
benigno, seguir las enseñanzas de su pasión y que merezcamos participar de su gloriosa
resurrección. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos.
R/. Amén.
La celebración de hoy tiene tres lecturas, y es muy recomendable leerlas todas, a no ser que alguna razón
pastoral aconseje lo contrario.
Dada la importancia de la Pasión del Señor, se puede omitir una de las dos primeras lecturas, o ambas, y
leer sólo la Pasión del Señor, aun en su forma breve.
LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
No aparté mi rostro de los insultos, y sé que no quedaré avergonzado
Del libro del profeta Isaías 50, 4-7
n aquel entonces dijo Isaías: “El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al
E abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me
ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro
de los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que
no quedaré avergonzado”.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Del salmo 21


R. Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?
Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen: “Confiaba en el Señor, pues que él lo
salve; si de veras lo ama, que lo libre”. R.
Los malvados me acercan por doquiera como rabiosos perros. Mis manos y mis pies han taladrado
y se pueden contar todos mis huesos. R.
Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúdame,
no te quedes de mí tan alejado. R.
A mis hermanos contaré tu gloria y en la asamblea alabaré tu nombre. Que alaben al Señor los que lo
temen. Que el pueblo de Israel lo adore. R.

SEGUNDA LECTURA
Cristo se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó
De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 2, 6-11
C risto, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino
que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a
los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y
una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que,
al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan
públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO Flp 2, 8-9

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.


Cristo se humilló por nosotros, y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso
Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
PASION
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO
26, 14-27, 66

CICLO A
2017 9 ABRIL
2020 5 ABRIL
2023 2 ABRIL
2026 29 MARZO
2029 25 MARZO
2032 21 MARZO
2035 18 MARZO
2038 18 ABRIL
2041 14 ABRIL
2044 10 ABRIL

La señal de la cruz, +, se refiere a Cristo; la C, al cronista, y S, a la sinagoga

C En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
S “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?”
C Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una
oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se
acercaron a Jesús y le preguntaron.
S “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”
C Él respondió:
+ “Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora
está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’”.
C Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a
la mesa con los Doce, y mientras cenaban, les dijo:
+ “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme”.
C Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno:
S “¿Acaso soy yo, Señor?”
C Él respondió:
+ “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme.
Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de
aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!
Más le valiera a ese hombre no haber nacido”.
C Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S “¿Acaso soy yo, Maestro?”
C Jesús le respondió:
+ “Tú los has dicho”.
C Durante la cena, Jesús tomó un pan y, pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos,
diciendo:
+ “Tomen y coman. Éste es mi cuerpo”.
C Luego tomó en sus manos una copa de vino y, pronunciada la acción de gracias,
la pasó a sus discípulos, diciendo:
+ “Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la nueva alianza,
que será derramada por todos, para el perdón de los pecados.
Les dijo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que
beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre”
C Después de haber cantado el himno salieron hacia el monte de los Olivos,
Entonces Jesús les dijo:
+ “Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche, porque está escrito:
‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño’. Pero después de que
yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea”.
C Entonces Pedro le replicó:
S “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”.
C Jesús le dijo:
+ “Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás
negado tres veces”
C Pedro le replicó:
S “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”.
C Y lo mismo dijeron todos los discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llama Getsemaní y
dijo a sus discípulos:
+ “Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá”.
C Se llevó consigo a Pedro y a los hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les
dijo:
+ “Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo.
C Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo:
+ “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga
como yo quiero, sino como quieres tú”.
C Volvió entonces a donde estaban los discípulos los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ “¿No han podido velar conmino ni una hora? Velen y oren, para no caer en
la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil”.
C Y alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo:
+ “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad”.
C Después volvió y encontró a sus discípulos otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de
sueño. Los dejó y se fue a orar de nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Después de
esto, volvió a donde estaban sus discípulos y les dijo:
+ “Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora y el Hijo del Hombre va
ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar”.
C Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de una chusma numerosa
con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar
les había dado esta señal:
S “Aquel a quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo.
C Al instante se acercó a Jesús y le dijo:
S “¡Buenas Noches, Maestro!”.
C Y lo besó. Jesús le dijo:
+ “Amigo, ¿es esto a lo que has venido?”
C Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron. Uno de los que estaban con Jesús, sacó
la espada, hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús:
+ “Vuelve la espada a su lugar, pues quien usa la espada, a espada morirá.
¿No crees que si yo se lo pidiera a mi Padre, él pondría ahora mismo a mi
disposición más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿Cómo se cumplirían
entonces las Escrituras, que dicen que asó debe suceder?”
C Enseguida dijo Jesús a aquella chusma:
+ “¿Han salido ustedes a apresarme como a un bandido, con espadas y palos?
Todos los días yo enseñaba, sentado en el templo, y no me aprehendieron. Pero
todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los profetas”.
C Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron a
la casa del sumo sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. Pedro los fue
siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué
paraba aquello. Los sumos sacerdotes y todo el sanedrín andaban buscando un falso testimonio contra
Jesús, con ánimo de darle muerte; pero no lo encontraron, aunque se presentaron muchos testigos falsos.
Al fin llegaron dos, que dijeron:
S “Éste dijo: ‘Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días’”.
C Entonces el sumo sacerdote se levantó y le dijo:
S “¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en contra tuya?”
C Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo:
S “Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”.
C Jesús le respondió:
+ “Tú lo has dicho. Además, yo les declaro que pronto verán al Hijo del
hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo”.
C Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:
S “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?
C Ellos respondieron:
S “Es reo de muerte”.
C Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas.
Otros lo golpeaban, diciendo:
S “Adivina quién es el que te ha pegado”.
C Entretanto, Pedro estaba afuera, sentado en el patio. Una criada se le acercó y le dijo:
S “Tú también estabas con Jesús, el galileo”.
C Pero él lo negó ante todos, diciendo:
S “No sé de qué me estás hablando”.
C Ya se iba hacia el zaguán, cuando vio otra criada y dijo a los que estaban ahí:
S “También ése andaba con Jesús, el nazareno”.
C Él de nuevo lo negó con juramento:
S “No conozco a ese hombre”.
C Poco después se acercaron a Pedro los que estaban ahí y le dijeron:
S “No cabe duda de que tú también eres de ellos, pues hasta tu modo de hablar te delata”.
C Entonces él comenzó a echar maldiciones y a jurar que no conocía a aquel hombre.
Y en aquel momento cantó el gallo. Entonces se acordó Pedro de que Jesús había dicho: ‘Antes de que
cante el gallo, me habrás negado tres veces’. Y saliendo de ahí se soltó a llorar amargamente.

Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra
Jesús para darle muerte.
Después de atarlo, lo llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron.
Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado a muerte, devolvió
arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos diciendo:
S “Pequé, entregando la sangre de un inocente”.
C Ellos dijeron:
S “¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú”.
C Entonces Judas arrojó las monedas de plata en el templo, se fue y se ahorcó.
Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron:
S “No es lícito juntarlas con el dinero de las limosnas, porque son precio de sangre”.
C Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del alfarero, para sepultar ahí a los extranjeros.
Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy “Campo de sangre”.
Así se cumplió lo que dijo el profeta Jeremías: “Tomaron las treinta monedas de plata
en que fue tasado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel,
y las dieron por el Campo del alfarero según lo que me ordenó el Señor”.

Comienza la lectura breve


C Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó:
S “¿Eres tú el rey de los judíos?”
C Jesús respondió:
+ “Tú lo has dicho”.
C Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le
dijo Pilato:
S “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?”
C Pero él nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de
la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran.
Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos:
S “¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?”
C Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia.
Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle:
S “No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.
C Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la
libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así, cuando el procurador les preguntó:
S “¿A cuál de los dos quieren que suelte?”
C Ellos respondieron
S “A Barrabás”.
C Pilato les dijo:
S “¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?”
C Respondieron todos:
S “Crucifícalo”.
C Pilato preguntó:
S “Pero, ¿Qué mal ha hecho?
C Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza:
S “¡Crucifícalo!”
C Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos
ante el pueblo, diciendo:
S “Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo.
Allá ustedes”.
C Todo el pueblo respondió:
S “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”
C Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo
crucificaran.

Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a todo el batallón.
Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron
en la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha y, arrodillándose ante él, se burlaban diciendo:
S “¡Viva el rey de los judíos!”,
C y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpearon en la cabeza. Después de que se burlaron de él,
le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a
un lugar llamado la Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, le dieron de beber a Jesús vino mezclado
con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber.
Los que lo crucificaron re repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados ahí para
custodiarlo.
Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: ‘Este es Jesús, el rey de los judíos’.
Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban por ahí lo insultaban moviendo la cabeza gritándole:
S “Tú que destruyes el templo y en tres días lo redificas,
sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”.
C También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, diciendo:
S “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y
creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios, si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho:
‘Soy el Hijo de Dios’”.
C Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban.
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra.
Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz:
+ “Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?”,
C que quiere decir:
“Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?” Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S “Está llamando a Elías”.
C Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapo en vinagre y sujetándola a una
caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron:
S “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”.
C Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, espiró
(Aquí todos se arrodillan y guardan silencio por unos instantes)
Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo, la tierra tembló y las rocas se
partieron. Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la
resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.
Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que
ocurrían, se llenaron de un gran temor y dijeron:
S “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”:
Fin de la lectura breve
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

C Estaban también allí, mirando desde lejos, muchas de las mujeres que habían seguido a Jesús desde
Galilea para servirlo. Entre ellas estaba María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la
madre de los hijos de Zebedeo.
Al atardecer vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de
Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato dio orden de que se lo entregaran. José
tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo, que había hecho
excavar en la roca para sí mismo. Hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se retiró.
Estaban ahí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
Al otro día, el siguiente de la preparación de la Pascua, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron
ante Pilato y le dijeron:
S “Señor, nos hemos acordado de que ese impostor, estando aún en vida, dijo: ‘A los tres días
resucitaré’. Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus
discípulos, lo roben y digan al pueblo:
‘Resucitó de entre los muertos’, porque esta última impostura sería peor que la primera”.
C Pilato les dijo:
S “Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el sepulcro como ustedes quieran”.
C Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, poniendo un sello sobre la puerta y dejaron ahí la guardia.
Palabra del Señor.
REFLEXION: (ver el complemento en la Pasión de Marcos)
-I- Comienza la Semana Santa con gloria y dolor
Damos inicio hoy a la "Semana Santa" o "Semana Grande", que es mitad Cuaresma (hasta la Eucaristía del Jueves)
y mitad Triduo Pascual (desde esa Eucaristía hasta la Vigilia Pascual y luego todo el domingo).
La empezamos con este domingo que, como su nombre compuesto refleja -"domingo de Ramos en la Pasión"-, tiene
dos dimensiones muy distintas: las alabanzas que la multitud dedicó a Jesús en su entrada a Jerusalén, con palmas y
Hosannas, y luego la Eucaristía, más adusta, con las tres lecturas apuntando al drama de la cruz, sobre todo la de la
pasión.
Por eso, la Eucaristía de este domingo tiene dos elementos característicos: la entrada procesional y el evangelio de
la Pasión. A veces, resulta difícil conjugar estas dos actitudes, sobre todo en comunidades en que abundan los niños,
que tienen en esta fiesta un protagonismo evidente, como el que tuvieron en Jerusalén. Pero es una sucesión de
aspectos que está bien pensada: la entrada de Jesús en la ciudad santa fue acompañada por un inesperado
entusiasmo por parte de la gente sencilla, pero él iniciaba esta última semana de su vida dispuesto a cumplir su
misión con su muerte en la cruz. Las dos cosas se unen en la celebración de hoy, a pesar de su contraste.
Todavía estamos en Cuaresma, y hoy vamos a escuchar lecturas muy profundas que retratan el camino de Jesús
hacia su Pascua, con el poema de Isaías y sobre todo con la pasión según Mateo. Ya desde la oración colecta de la
Misa, nada más terminar la procesión, el discurso es diferente: "tú quisiste que nuestro Salvador se anonadase,
muriendo en la cruz, para que todos nosotros sigamos su ejemplo".
(Antes de la procesión) Mateo 21, 1-11. Bendito el que viene en nombre del Señor
La lectura evangélica antes de la procesión nos cuenta lo que sucedió aquel día, cuando, sabiendo que había llegado
su hora, Jesús decide entrar en Jerusalén. Montado en un borrico, entra en la ciudad acompañado de las
aclamaciones de los discípulos: "viva (¡hosanna!) el Hijo de David... bendito el que viene en nombre del Señor". No
sería seguramente un gran acontecimiento, sino más bien una manifestación (menos mal que entonces no había el
prurito de contar el número de presentes) popular y espontánea de admiración al que consideraban como el Profeta
enviado de Dios. Tampoco la cabalgadura en que entra es demasiado gloriosa.
Esta procesión en honor a Cristo el domingo de Ramos tuvo su origen en Jerusalén, ya en el siglo IV, y luego se
difundió a toda la Iglesia. Las comunidades que pueden hacerlo organizan hoy una procesión partiendo de un lugar
diferente, mientras van dedicando cantos de alabanza a Cristo.
Lo principal no son los ramos benditos, sino que la comunidad "acompaña a Cristo aclamándole con cantos",
agitando, eso sí, esos ramos que han sido "bendecidos" porque se les da un significado simbólico de fe.

Mateo 26,14 - 27, 66. Pasión de Nuestro Señor Jesucristo


El relato de la Pasión -en el que se ve cómo se cumplen a la perfección las anteriores lecturas- presenta en Mateo
unos matices propios. Por ejemplo, es el que más citas bíblicas aporta, para demostrar, como pretende en todo su
evangelio, que en Jesús se cumplen las promesas del AT. Es el único que nos habla del remordimiento y suicidio de
Judas; pone énfasis en los espectaculares fenómenos que suceden a la muerte de Jesús en el velo del templo, en la
tierra, en las rocas y en la resurrección de muertos; también se detiene en los ultrajes que dirigen a Jesús en la cruz
la gente, las autoridades y los ladrones ajusticiados con él.
La pasión empieza en Mateo en la última cena de Jesús con los suyos, el anuncio de la traición de Judas, las
palabras y gestos sobre el pan y el vino, la advertencia a Pedro sobre su negación; para seguir con la oración y la
agonía en el huerto, la traición de Judas y la detención por los enviados de las autoridades, el episodio de las
negaciones de Pedro, el juicio ante las autoridades religiosas y luego ante las civiles, la condena a muerte por Pilato,
el camino hacia el Gólgota y la muerte en la cruz, gritando las palabras del salmo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?", para terminar con la sepultura del cuerpo de Jesús por parte de José de Arimatea.

El impresionante relato es muy conveniente leerlo por entero, y con los mejores recursos de una buena lectura y
comunicación: es lo que más bien puede hacer a la comunidad cristiana, año tras año, poniéndonos ante la gran
lección de generosidad que Cristo nos dio al entregarse como reconciliación entre Dios y la humanidad. Aunque lo
escuchemos cada año -y por duplicado, porque también se proclama el Viernes- nunca deja de impresionarnos.
PASION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MARCOS
14, 1-15, 47

CICLO B
2018 25 marzo
2021 28 marzo
2024 24 marzo
2027 21 marzo
2030 14 abril
2033 10 abril
2036 6 abril
2039 3 abril
2042 30 abril
2045 2 abril

La señal de la cruz, +, se refiere a Cristo; la C, al cronista, y S, a la sinagoga

C Faltaban dos días para la fiesta de Pascua y de los panes Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas
andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían:
S “No durante las fiestas, porque el pueblo podría amotinarse”
C Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón el leproso, en Betania, llegó una mujer con un
frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús.
Algunos comentaron indignados:
S “¿A qué viene este derroche de perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos
denarios para dárselo a los pobres”.
C Y criticaban a la mujer; pero Jesús replicó:
+ “Déjenla. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien, porque los
pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a
mí no me tendrán para siempre. Ella ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a
embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo les aseguro que en cualquier parte del
mundo se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo”.
C Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes, para entregarles a Jesús. Al
oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo. El
primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a
Jesús sus discípulos:
S “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
C Él les dijo a dos de ellos:
+ “Vayan a la ciudad. Encontraran a un hombre que lleva un cántaro de agua;
síganlo y díganle al dueño de la casa de donde entre: ‘El Maestro manda a
preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis
discípulos? Él les enseñara una sala en el segundo piso, arreglada con divanes.
Prepárenos allí la cena”.
C Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la
cena de Pascua. Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo:
+ “Yo les aseguro que uno de ustedes,
uno que está comiendo conmigo, me va a entregar”.
C Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S “¿Soy yo?”
C Él respondió:
+ “Uno de los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo.
El hijo del hombre va a morir, como está escrito; pero,
¡ay del que va a entregar al Hijo de hombre!
¡Más le valiera no haber nacido!”
C Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronuncio la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos,
diciendo:
+ “Tomen: esto es mi cuerpo”.
C Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y
les dijo:
+ “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos.
Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid
hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.
C Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo:
+ “Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito:
‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas’; pero cuando resucite,
iré por delante de ustedes a Galilea”.
C Pedro replicó:
S “Aunque todos se escandalicen, yo no”.
C Jesús le contestó:
+ “Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes
de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres”.
C Pero él insistía:
S “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”.
C Y los demás decían lo mismo.
Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:
+ “Siéntense aquí mientras hago oración”.
C Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
+ “Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí, velando”.
C Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejara de él aquella hora.
Decía:
+ “Padre, tú lo puedes todo: aparta de mí este cáliz.
Pero que no se haga lo que yo quiero si no lo que tú quieres”:
C Volvió a donde estaban los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
+ “Simón, ¿estás dormido? ¿No has podido velar ni una hora?
Velen y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu está pronto,
pero la carne es débil”.
C De nuevo se retiró y se puso a orar, repitiendo las mismas palabras. Volvió y otra vez los encontró
dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño; por eso no sabían qué contestarle. Él les dijo:
+ “Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora.
Miren que el Hijo del hombre se va a ser entregado en manos
de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor”.
C Todavía estaban hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce y con él, gente con espadas y
palos, enviada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos.
El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S “Al que yo bese, ése es. Deténgalo y llévenselo bien sujeto”.
C Llegó, se acercó y le dijo:
S “Maestro”.
C Y lo besó.
Ellos le echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes desenvainó la espada
y de un golpe le cortó la oreja a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
+ “¿Salieron ustedes a apresarme con espadas y palos,
como si se tratara de un bandido?
Todos los días he estado entre ustedes, enseñando en el templo
y no me han apresado.
Pero así tenía que ser para que se cumplieran las Escrituras”.
C Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho envuelto
nada más con una sábana y lo detuvieron; pero él soltó la sábana y se les escapo desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote y se reunieron todos los pontífices,
los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos hasta el interior del patio
del sumo sacerdote y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno, buscaban una acusación contra Jesús
para condenarlo a muerte y no la encontraban.
Pues, aunque muchos presentaban falsas acusaciones contra él,
los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron:
S “Nosotros lo hemos oído decir: ‘Yo destruiré este templo,
edificado por hombres, y en tres días construiré otro, no edificado por hombres’”.
C Pero ni aun en esto concordaba su testimonio. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie
y le pregunto a Jesús:
S “¿No tienes nada que responder a todas esas acusaciones?”
C Pero él no le respondió nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar:
S “¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios Bendito?”
C Jesús contestó:
+ “Sí lo soy. Y un día verán cómo el Hijo del hombre está sentado a la derecha
del Todopoderoso y cómo viene entre las nubes del cielo”.
C El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras exclamando:
S “¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia ¿Qué les parece?”
C Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle,
y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S “Adivina quién fue”:
C y los criados también le daban de bofetadas. Mientras tanto, Pedro estaba abajo en el patio.
Llegó una criada del sumo sacerdote, y al ver a Pedro calentándose lo miró fijamente y le dijo:
S “Tú también andabas con Jesús el Nazareno”.
C Él lo negó, diciendo:
S “Ni sé ni entiendo lo que quieres decir”.
C Salió afuera hacia el zaguán, un gallo cantó, la criada, al verlo se puso de nuevo a decir a los
presentes:
S “Ése es uno de ellos”.
C Pero él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes le dijeron a Pedro:
S “Claro que eres uno de ellos, pues eres galileo”.
C Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S “No conozco a ese hombre del que hablan”.
C Enseguida, cantó el gallo por segunda vez.
Pedro se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús:
‘Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres’, y rompió a llorar.
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Comienza la lectura breve


C Luego que amaneció, se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el
Sanedrín en pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Éste les
preguntó:
S “¿Eres tú el rey de los judíos?”
C Él respondió:
+ “Sí lo soy”.
C Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S “¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan?.
C Jesús ya no le contestó nada, de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Durante la fiesta de Pascua, Pilatos solía soltarles al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la
cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente
y empezó a pedir el indulto de costumbre.
Pilato les dijo:
S “¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?”
C Porque sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero lo sumos sacerdotes
incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato les volvió a preguntar:
S “¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?”
C Ellos gritaron:
S “¡Crucifícalo!”
C Pilato les dijo:
S “ Pues ¿qué mal ha hecho?”
C Pilato, queriendo dar gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo
entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón.
Lo vistieron con un manto color púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado y
comenzaron a burlarse de él, dirigiéndole este saludo:
S “¡Viva el rey de los judíos!”
C Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para
crucificarlo.
Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de
Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir “lugar de la
Calavera”).
Le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo aceptó.
Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver qué le tocaba a cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito:
“El rey de los judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otros a su izquierda.
Así se cumplió la Escritura que dice: ‘Fue contado entre los malhechores’.
Los que pasaban por ahí, lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole:
S “¡Anda! Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de
la cruz”
C Los sumos sacerdotes se burlaban también de él y le decían:
S “Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey del Israel, baje
de la cruz, para que lo veamos y creamos”.
C Hasta los que estaban crucificados con él también lo insultaban.
Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde.
Y a las tres, Jesús gritó con voz potente:
+ “Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?”
C (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?):
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S “Miren, está llamando a Elías”:
C Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó
Para que bebiera, diciendo:
S “Vamos a ver si viene Elías a bajarlo”.
C Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
(Aquí todos se arrodillan y guardan silencio por unos instantes)

C Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.


El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo:
S “De veras este hombre si era Hijo de Dios”.
Fin de la lectura breve
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C Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas María Magdalena,
María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo
seguían para atenderlo; y además de ellas, otras muchas que habían venido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea,
miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios.
Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto,
y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho que había muerto.
Informado por el oficial, concedió el cadáver a José.
Éste compro una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro
excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, se fijaron en donde lo ponían.
Palabra del Señor.

REFLEXIÓN:
-I- Comienza la Semana Santa con gloria y dolor
Damos inicio hoy a la "Semana Santa" o "Semana Grande", que es mitad Cuaresma (hasta la Eucaristía
del Jueves) y mitad Triduo Pascual (desde esa Eucaristía hasta la Vigilia Pascual y luego todo el
domingo).
La empezamos con este domingo que, como su nombre compuesto refleja, tiene dos dimensiones muy
distintas: las alabanzas que la multitud dedicó a Jesús en su entrada a Jerusalén, con palmas y "hosannas",
y luego la Eucaristía, más adusta, con las tres lecturas apuntando al drama de la cruz, sobre todo el
evangelio de la Pasión.
Por eso, la Eucaristía de este domingo tiene dos elementos característicos: la entrada procesional y el
evangelio de la Pasión. A veces, resulta difícil conjugar estas dos actitudes, sobre todo en comunidades en
que abundan los niños, que tienen en esta fiesta un protagonismo evidente, como el que tuvieron en
Jerusalén. Pero es una sucesión de aspectos que está bien pensada: la entrada de Jesús en la ciudad santa
fue acompañada por un inesperado entusiasmo por parte de la gente sencilla, pero él iniciaba esta última
semana de su vida dispuesto a cumplir su misión con la muerte en la cruz.
Todavía estamos en Cuaresma, y hoy escuchamos lecturas muy profundas que retratan el camino de Jesús
hacia su Pascua, con el poema de Isaías y sobre todo con la pasión según Marcos. Ya desde la oración
colecta de la Misa, nada más terminar la procesión, el discurso es diferente: "tú quisiste que nuestro
Salvador se anonadase, muriendo en la cruz, para que todos nosotros sigamos su ejemplo".

Isaías 50, 4-7. No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
En el repaso celebrativo de los momentos importantes de la historia de la salvación, llegamos al tercer
"cántico del Siervo del Señor", de Isaías. Un poema que nosotros vemos cumplido en Jesús de Nazaret. El
cuarto, el más impresionante, lo proclamamos el Viernes Santo.
Hoy se afirma de este Siervo que tiene "una lengua experta, para saber decir al abatido una palabra de
aliento". Pero también se dice que antes, "cada mañana, me despierta el oído para que escuche como los
discípulos". Escucha para luego poder comunicar las palabras de Dios. El Siervo es, además, consciente
de que su misión va a ir acompañada de oposición: "ofrecí la espalda a los que me golpeaban"; siempre,
eso sí, con la ayuda de Dios: "mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido".
A esta lectura, que ya preludia la Pasión, le hace eco uno de los salmos más impresionantes: "Dios mío,
¿por qué me has abandonado?", el salmo que los evangelistas ponen en labios de Jesús en la cruz. En
verdad, la pasión de Jesús está narrada después como siguiendo la pauta de los versículos de este salmo:
"se burlan de mí... acudió al Señor, que lo libre... me taladran las manos y los pies... echan a suertes mi
túnica". Incluida también la confianza en Dios: "tú, Señor, no te quedes lejos, ven a ayudarme".

Filipenses 2, 6-11. Se rebajó: por eso Dios lo levantó sobre todo


En su carta a los cristianos de Filipos, Pablo incluye un himno cristológico que seguramente ya se cantaba
en las primeras comunidades. Un himno que habla del proceso "pascual", su "paso" o "tránsito". Desde su
condición divina se rebaja a la humana y a la humillación de la muerte, el anonadamiento total
(movimiento descendente). Desde ahí la fuerza de Dios lo eleva como Señor de toda la creación
(movimiento ascendente).
Es un resumen teológico de la Pascua de Cristo. No es de extrañar que en la celebración de las Vísperas de
cada sábado recitemos este himno, que resume el misterio pascual de Cristo con su muerte (viernes), su
estancia en la sepultura (sábado) y la resurrección en la madrugada del domingo.

Marcos 14,1 - 15,47. Pasión de Nuestro Señor Jesucristo


El relato de la Pasión tiene en Marcos un particular relieve. Se ha dicho de este evangelio que todo él es
"un relato de la Pasión precedido de una larga introducción".
La pasión empieza en Marcos con la escena de Betania, en que una buena mujer unge a Jesús, que la tiene
que defender de los que protestan por lo que consideran un gasto inútil. Sigue con la Última Cena, con la
institución de la Eucaristía pero también con el anuncio de la traición de Judas. La angustiosa oración de
Getsemaní va seguida por el bochornoso abandono de todos los discípulos y la negación de Pedro. El
proceso religioso (ante el Sanedrín) y el civil (ante Pilato) llevan a Jesús al camino de la cruz (el
verdadero "viacrucis") y a la dramática muerte, en medio de dos malhechores.
También en este relato de la Pasión sigue Marcos fiel a su estilo sobrio y ceñido. Junto al sufrimiento
físico de los azotes y la crucifixión, se destaca el dolor moral: el abandono de los suyos, la traición de
Judas, la negación de Pedro, las burlas de los espectadores ("ha salvado a otros y no se puede salvar a sí
mismo") y, finalmente, su dramático grito: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
El impresionante relato es conveniente leerlo por entero, y con los mejores recursos de una buena lectura y
comunicación: es lo que más bien puede hacer a la comunidad cristiana, año tras año, poniéndonos ante la
gran lección de generosidad que Cristo nos dio al entregarse como reconciliación entre Dios y la
humanidad. Aunque la Pasión del Señor la escuchemos cada año -y por duplicado, porque también se
proclama el Viernes- nunca deja de impresionarnos.

-II- Pascua es muerte y vida


La procesión de hoy no es sólo la entrada a la Eucaristía: es la entrada a toda la Semana Santa.
Cada Misa la iniciamos con un "introito", pero el de hoy es especial, recordando la entrada de Jesús
cuando llegó a Jerusalén para su semana decisiva. Sus discípulos seguramente pensarían que este era el
momento elegido para proclamar rey a su Maestro. Pero Jesús sabe que, aunque parece entrar como Señor
y Rey, en realidad, antes tiene que sufrir como el Siervo, y que en vez de un trono le espera la cruz.
Las dos dimensiones son importantes para hoy y van íntimamente unidas. Tal vez algunos de los
que hoy vienen a "bendecir ramos", no acudan después a las celebraciones del Triduo Pascual. Por eso es
bueno que se unan en la celebración de hoy el recuerdo de la muerte, con la lectura de la pasión, y también
el adelanto de la resurrección, que aparece en varios textos, y se escenifica de alguna manera en la
procesión.
La Pascua son las dos cosas: cruz y vida. El prefacio de hoy dice, por una parte, que "Cristo,
siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la injusticia de ser contado entre los
criminales", pero a la vez da gracias a Dios porque "de esta forma, al morir, destruyó nuestra culpa y, al
resucitar, fuimos justificados". En la oración pedimos a Dios "que las enseñanzas de su pasión nos sirvan
de testimonio y que un día participemos en su resurrección gloriosa".
Nosotros también nos unimos a las aclamaciones de la gente de Jerusalén, expresándole a Jesús, al
comienzo de su Semana Grande, nuestra admiración y gratitud, dispuestos a acompañarle en su camino de
cruz a la alegría de la Pascua.

"Por eso Dios lo levantó sobre todo"


Jesús camina decidido a su Pascua, a la Pascua completa, que es muerte y resurrección, y nos da una gran
lección desde la cruz.
Para Isaías, la misión del Siervo es "decir una palabra de aliento a los abatidos", pero él mismo tiene que
asumir el dolor y el castigo de la humanidad: "ofrecí la espalda a los que me golpeaban". Aspecto que ha
subrayado fuertemente el salmo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". El poema del
Siervo no sólo se puede considerar figura de la muerte de Cristo, sino también de su glorificación: "mi
Señor me ayudaba... sé que no quedaré avergonzado".
Lo mismo sucede con Pablo, que describe el "viaje pascual" de Cristo Jesús: "se despojó... se rebajó...
muerte de cruz... Dios lo levantó sobre todo". Muerte y resurrección. Al contrario que Adán y Eva, que
querían "ser como dioses", Jesús se rebaja, se despoja de su rango, hasta la muerte.
El relato de la pasión nos ha presentado la seriedad del camino de Jesús, por solidaridad con los hombres,
hasta la muerte en cruz. Pero no va a ser esa la última palabra: en la Vigilia Pascual escucharemos el
evangelio más importante del año, el de la resurrección, que será la respuesta de Dios a la entrega de
Jesús.
Para Marcos, el centro de todo el relato es la persona de Cristo, Hijo de Dios, que se entrega
voluntariamente para la salvación del mundo. Si su evangelio empezaba definiéndose como "evangelio de
Jesucristo, Hijo de Dios" (1,1), concluye prácticamente con la admirable confesión del centurión romano
al pie de la cruz: "verdaderamente era Hijo de Dios". De momento, color rojo: rojo de sangre, rojo de cruz,
rojo de fiestas de mártires, rojo de Viernes Santo. Para desembocar pronto en el blanco de la Pascua.
¡Desde el "hosanna" de hoy hasta el "crucifícale" del Viernes y el "aleluya" de la noche pascual!

Cruz y gloria también en nuestra vida


La impresionante lectura de la Pasión nos afecta a todos y se refleja también en nuestra vida, a lo largo
del año.
Nuestro seguimiento de Cristo comporta, a veces, cargar como él con la cruz. Seguramente no será tan
dramático nuestro camino como el suyo: abandonado de todos, incluso con silencio o ausencia aparente de
Dios, azotado cruelmente, escarnecido, clavado en la cruz, ejecutado injustamente. Pero sí tendremos días
en que se acumulan los motivos de dolor y desánimo.
Por eso también nosotros necesitamos reafirmar hoy de alguna manera, con la procesión de ramos, la
confianza en el triunfo de Cristo y nuestro. Estamos destinados, no a la cruz, sino a la vida. No al
sufrimiento, sino a la alegría.
No todo el año será Semana Santa. O si lo es, también irá acompañada de Pascua. Las celebraciones de
esta Semana, sobre todo las del Triduo Pascual, son como el faro que da sentido a todo el año. En la
monición que el sacerdote dice, según el Misal, antes de la procesión, se expresa bien el sentido de este
domingo: "recordando con fe y devoción la entrada triunfal de Jesucristo en la ciudad santa, le
acompañemos con nuestros cantos, para que, participando ahora de su cruz, merezcamos un día tener parte
en su resurrección y en su vida.
El texto de Pablo a los de Filipos es breve. Si leemos el versículo inmediatamente anterior a este pasaje,
vemos la intención con la que Pablo incluye este himno de la comunidad en su carta: "tened entre vosotros
los mismos sentimientos que Cristo: el cual, siendo de condición divina...". Se trata de que cada uno de
nosotros haga suya la actitud de Jesús. La Pascua de Cristo -su paso por la muerte a la vida- es también la
Pascua de la Iglesia, y de la Humanidad, y de cada uno de nosotros.
PASION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS
22, 14-23, 56

CICLO C
2016 20 MARZO
2019 14 ABRIL
2022 10 ABRIL
2025 13 ABRIL
2028 09 ABRIL
2031 06 ABRIL
2034 02 ABRIL
2037 29 MARZO
2040 25 MARZO
2043 22 MARZO

La señal de la cruz, +, se refiere a Cristo; la C, al cronista, y S, a la sinagoga

C Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
+ “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer,
porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal
cumplimiento en el Reino de Dios”.
C Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo:
+ “Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque yo les aseguro que ya no
volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios”.
C Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
+ “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria
mía”.
C Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo:
+ “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por
ustedes”. “Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la
mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de
aquel hombre por quien será entregado!”.
C Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.
Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más
importante. Jesús les dijo:
+ “Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se
hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario:
que el mayor de entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna,
como si fuera un servidor. Porque, ¿Quién vale más, el que está a la mesa o el
que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de
ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y
yo les voy a dar el Reino como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y
beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las
doce tribus de Israel”.
C Luego añadió:
+ “Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos
como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez
convertido, confirma a tus hermanos”:
C Él le contestó:
S “Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte”.
C Jesús replicó:
+ “Te digo. Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres
veces que me conoces”.
C Después les dijo a todos ellos:
+ “Cuando los envié sin provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó
algo?
C Ellos contestaron:
S “Nada”.
C Él añadió:
+ “Ahora, en cambio, el que tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que
no tenga espada, que venda su manto y compre una. Les aseguro que conviene
que se cumpla esto que está escrito de mí: ‘Fue contado entre los malhechores’,
porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí”.
C Ellos le dijeron:
S “Señor, aquí hay dos espadas”.
C Él les contestó:
+ “¡Basta ya!”.
C Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a
ese sitio, les dijo:
+ “Oren, para no caer en la tentación”.
C Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo:
+ “Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi
voluntad, sino la tuya”.
C Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él, en su angustia mortal, oraba con mayor
resistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su
oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena.
Entonces les dijo:
+ “¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación”.
C Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de los Doce, quien se
acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo:
+ “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”
C Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él dijeron:
S “Señor, ¿los atacamos con la espada?”
C Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino diciendo:
+ “¡Dejen! ¡Basta!
C Le tocó la oreja y lo curó.
Después Jesús les dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a los ancianos que habían
venido a arrestarlo:
+ “Han venido a aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido.
Todos los días he estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero
ésta es su hora y la del poder de las tinieblas”.
C Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía
desde lejos. Encendieron fuego en medio el patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó con ellos.
Al verlo junto a la lumbre una criada se le quedó mirando y dijo:
S “Éste también estaba con él”.
C Pero él lo negó diciendo:
S “No lo conozco, mujer”.
C Poco después lo vio otro y le dijo:
S “Tú también eres uno de ellos”.
C Pedro replicó:
S “¡Hombre, no lo soy!”
C Y como después de una hora, otro insistió:
S “Sin duda que éste también estaba con él, porque es galileo”.
C Pedro contestó:
S “¡Hombre, no sé de qué hablas!”
C Todavía estaban hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se
acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho: ‘Antes de que cante el gallo, me negarás tres
veces’, y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.
Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, le daban de golpes, le tapaban la cara y le
preguntaban:
S “¿Adivina quién te ha pegado?”
C Y proferían contra él muchos insultos.
Al amanecer, se reunió el consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes y los escribas.
Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le dijeron:
S “Si tú eres el Mesías, dínoslo”.
C Él les contestó:
+ “Si se lo digo, no lo van a creer; y si les pregunto, no me van a responder.
Pero ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todo
poderoso”.
C Dijeron todos:
S “Entonces, ¿tú eres el hijo de Dios?”
C Él les contestó:
+ “Ustedes mismos lo han dicho: sí lo soy”.
C Entonces ellos dijeron:
S “¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca”.
C El consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús
ante Pilato. Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo:
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Comienza la lectura breve

S “Hemos comprobado que éste anda amotinado a nuestra nación y oponiéndose a que se pague
tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey”.
C Pilato preguntó a Jesús:
S “¿Eres tú el rey de los judíos?”
C Él le contestó:
+ “Tú los has dicho”.
C Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba:
S “No encuentro ninguna culpa en este hombre”.
C Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S “Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí”.
C Al oír eso, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya
que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy
contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba
presenciar algún milagro suyo.
Le hizo preguntas, pero él no le contestó ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas,
acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él, y le mandó
poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato.
Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos. Pilato convocó a los
sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo y les dijo:
S “Me han traído a este hombre, alegando que alborotaba al pueblo; pero yo no lo he
interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusan.
Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte
se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré”.
C Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo:
S “¿Quita a ése? ¡Suéltanos a Barrabás!
C A éste lo habían metido a la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió
a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando:
S “¡Crucifícalo, crucifícalo!”
C Él les dijo por tercera vez
S “¿Pues qué ha hecho de malo? no he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de
modo que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré”.
C Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió
que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y
homicidio y a Jesús se lo entregó a su arbitrio. Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a cierto
Simón de Cierne, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo
una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él.
Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo:
+ “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y pos sus hijos,
porque van a venir días en que se dirá: ‘¡Dichosas las estériles y los vientres que
no han dado a luz y los pechos que no han criado!’ entonces dirán a los montes:
‘Desplómense sobre nosotros’, y a las colinas: ‘Sepúltennos’, porque si así
tratan al árbol verde, ¿Qué pasará con el seco?”
C Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado “la
Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Jesús decía desde la cruz:
+ “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
C Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes. El pueblo estaba mirando. Las autoridades le
hacían muecas, diciendo:
S “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”.
C También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían:
S “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”.
C había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Éste es el rey de los
judíos”. Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús diciéndole:
S “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”.
C Pero el otro le reclamaba, indignado:
S “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el
pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho”.
C Y le decía a Jesús:
S “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”.
C Jesús le respondió:
+ “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
C Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres
de la tarde.
El velo del templo se rasgó a la mitad.
Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!”
C Y dicho esto, espiró.
(Aquí todos se arrodillan y guardan silencio por unos instantes)
C El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo:
S “Verdaderamente este hombre era justo”.
C Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo,
mirando lo que ocurría,
se volvió a su casa dándose golpes de pecho.
Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia,
lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea,
y permanecían mirando todo aquello.

Fin de la lectura breve


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Un hombre llamado José, consejero del sanedrín,
hombre bueno y justo,
que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos
ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea,
y que aguardaba el Reino de Dios,
se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Lo bajó de la cruz,
lo envolvió en una sábana
y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca,
donde no habían puesto a nadie todavía.
Era el día de la Pascua y ya iba a empezar el sábado.
Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
acompañaron a José para ver el sepulcro
y cómo colocaban el cuerpo.
Al regresar a su casa,
prepararon perfumes y ungüentos,
y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.
Palabra del Señor.

REFLEXION:
Lucas 22,14 - 23, 56. Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
El relato de la Pasión empieza en Lucas en la última cena de Jesús con los suyos, con las palabras y gestos
sobre el pan y el vino, el anuncio de la traición, la advertencia a Pedro sobre su negación, los consejos
sobre cómo hay que entender la autoridad como servicio; para seguir con la oración y la agonía en el
huerto, la traición de Judas y la detención por los enviados de las autoridades, el episodio de las
negaciones de Pedro, el juicio ante las autoridades religiosas y luego ante las civiles, la condena a muerte
por Pilato, el camino hacia el Gólgota y la muerte en la cruz, con el perdón anunciado al buen ladrón y
con las últimas palabras, gritadas a Dios: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu", para terminar con
la sepultura del cuerpo de Jesús por parte de José de Arimatea.
El impresionante relato -que es muy conveniente leer por entero, y con los mejores recursos de una buena
lectura y comunicación- es lo que más bien puede hacer a la comunidad cristiana, año tras año,
poniéndonos ante la gran lección de solidaridad que Cristo nos dio al entregarse como reconciliación entre
Dios y la humanidad. Aunque lo escuchemos cada año -y por duplicado, porque también se proclama el
Viernes- nunca deja de impresionarnos. (La otra parte se puede ver al terminó de la Pasión según san
Marcos).

CREDO…
PLEGARIA UNIVERSAL (DOMINGO DE RAMOS)

MINISTRO: Como Jesucristo oró al Padre en el momento de su máximo sufrimiento, oremos también
nosotros con toda confianza ante Dios, nuestro Padre. Pidamos especialmente por los hombres que más
comparten el sufrimiento de Jesús.
R/. PADRE MISERICORDIOSO, ESCÚCHANOS.
1.- Dios se reveló sobre todo en el amor de Jesús, en su sufrimiento, en su humillación hasta morir en la
cruz. Pidamos que la Iglesia y los cristianos no busquemos la gloria y el poder, sino el servicio humilde,
atento, comprometido con los más necesitados, con los más pobres. Oremos.

2.- Jesús, en la cruz, clamó al Padre con el grito del hombre que se siente abandonado. Pidamos por las
mujeres y los hombres, los niños, jóvenes o ancianos, que se sienten solos, perdidos, abandonados, para
que sepamos portarnos con ellos como hermanos. Oremos.

3.- Jesús fue juzgado y condenado por los poderosos. Pidamos por todos los que tienen algún poder en la
sociedad, para que luchen de verdad por la paz y la justicia para todos los hombres, muy especialmente
para los más menospreciados y oprimidos. Oremos.

4.- En este Domingo de Ramos, en este día en que los niños aclaman con alegría al Señor, oremos por
ellos, para que Dios bendiga su inocencia. Oremos.

5.- Y por todos nosotros, para que celebremos de tal modo estos días santos que progresemos en nuestro
camino de seguimiento de Jesucristo. Oremos.

MINISTRO: Padre, tú nos has revelado la inmensidad de tu amor a través del camino que siguió Jesús
hasta la muerte. Haz que contemplando su pasión y muerte, compartamos más su vida nueva. Aquella vida
nueva que tú quieres para todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

RITO DE LA COMUNION
El ministro se acerca al lugar donde guarda la Eucaristía, toma el copón con el Cuerpo del Señor, lo
pone sobre el corporal que está en el altar y hace una genuflexión.

Acción de gracias con adoración


El ministro arrodillado con los fieles, entona un himno eucarístico, o uno de alabanza, o recita una
plegaria litánica dirigida a Cristo presente en la Eucaristía.

Himno Eucarístico
CANTEMOS AL AMOR DE LOS AMORES

Cantemos al Amor de los amores, Por nuestro amor oculto en el sagrario


cantemos al Señor. Su gloria y esplendor;
Dios está aquí, venid adoradores para nuestro bien se queda en el santuario
adoremos a Cristo Redentor. Esperando al justo y pecador.
GLORIA A CRISTO JESÚS Oh gran prodigio del amor divino,
CIELOS Y TIERRA, BENDECID AL SEÑOR. Milagro sin igual;
HONOR Y GLORIA A TI, REY DE LA GLORIA prenda de amistad, banquete al peregrino
AMOR POR SIEMPRE A TI, DIOS DEL AMOR. Dó se come el cordero celestial.
Plegaria litánica
Ministro: A ti, Jesús, te dirigimos nuestra plegaria. Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.
Todos: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.

Ministro: Tú eres el Hijo único del Padre.


Todos: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.

Ministro: Tú, para librarnos del mal aceptaste hacerte hombre en el seno de la Virgen.
Todos: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.

Ministro: Tú, rotas las cadenas de la muerte, abriste a los creyentes el reino eterno.
Todos: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.

Ministro: Tú, sentado a la derecha del Padre, eres Rey de la gloria.


Todos: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.

Ministro: Creemos que haz de volver como Juez y Señor de todos los hombres.
Todos: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.

Ministro: Ven en ayuda de tus fieles a quienes redimiste con tu preciosa Sangre.
Todos: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.

Ministro: Haz que en la gloria eterna formemos parte de tus santos.


Todos: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.

Ministro: (de pie) Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos
a decir:

Y todos juntos prosiguen:


Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino; hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Luego, si se juzga oportuno, invita a los fieles con estas palabras:


Dense fraternalmente la paz.
O bien:
Como hijos de Dios, dense ahora un signo de comunión fraterna.
A continuación, el ministro hace genuflexión, toma la hostia y, sosteniéndola un poco elevada sobre el
copón, la muestra al pueblo, diciendo:

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.


Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Si también el ministro comulga, dice en secreto:

El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.


Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el copón, se acerca a los que quieren comulgar y elevando un poco la hostia, la muestra a
cada uno y dice:

El Cuerpo de Cristo.
R/. Amén.

Mientras se distribuye la comunión puede entonarse un canto eucarístico.


Al terminar de distribuir la comunión, guarda la reserva en el sagrario, hace una genuflexión y vuelve a
su lugar. Entonces se puede tener un breve momento de silencio.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Oremos.
Tú, que nos has alimentado con esta Eucaristía y por medio de la muerte de tu Hijo nos das
la esperanza de alcanzar lo que la fe nos promete, concédenos, Señor, llegar, por medio de
su resurrección, a la meta de nuestras esperanzas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

RITO DE CONCLUSIÓN
Si el ministro es un laico, invoca la bendición de Dios y se santigua, diciendo:

Ministro: El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
O bien:
Ministro: El Señor omnipotente y misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo nos bendiga
y nos guarde.
R. Amén.
Ministro: En el nombre del Señor, pueden ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.
Después el ministro, hecha la debida reverencia, se retira.

Viva la fe, viva la esperanza, viva el amor CORO COMPLETO


Viva la fe, viva la esperanza, viva el amor
viva la fe, viva la esperanza, viva el amor
que viva cristo, que viva cristo, que viva el rey. SE CANTA 2 VECES

Que viva cristo, que viva, que viva cristo


que viva, que viva cristo que viva el rey SE CANTA 2 VECES

Mira lo que hizo en mi Jesús


mira lo que hizo en mi Jesús
él me salvó y me liberó
mira lo que hizo en mi Jesús.
LUNES SANTO
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 34, 1-2; Sal 139,8
Juzga, Señor, a los que me hacen daño, ataca a los que me atacan, toma las armas y el escudo, levántate y
ven en mi ayuda. Señor, mi fuerza de salvación.

Ministro: En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.


R/. Amén.

Ministro: Hermanos, bendigan al Señor, que nos invita bondadosamente a la mesa del Cuerpo de Cristo.
R/. Bendito seas por siempre, Señor.

Acto Penitencial
Ministro: Al comenzar esta celebración, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros
corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros
hermanos. (Momento de silencio).

Ministro: Señor, ten misericordia de nosotros.


R/. Porque hemos pecado contra ti.

Ministro: Muéstranos, Señor, tu misericordia.


R/. Y danos tu salvación.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

ORACIÓN COLECTA
Oremos.
Te rogamos, Dios todopoderoso, que quienes desfallecemos a causa de nuestra debilidad,
nos recuperemos gracias a la pasión de tu Unigénito.
Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de
siglos.

PRIMERA LECTURA
No gritará ni hará su voz en las plazas.
Del libro del profeta Isaías 42, 1-7

M iren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.


En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la
mecha que aún humea.
Proclamará la justicia con firmeza, no titubeará ni se doblegará, hasta haber establecido el derecho sobre
la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza.
Esto dice el Señor Dios, el que creó el cielo y lo extendió, el que dio firmeza a la tierra, con lo que en ella
brota; el que dio el aliento a la gente que habita la tierra y la respiración a cuanto se mueve en ella: "Yo, el
Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano; te he formado y te he constituido
alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la
prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas".
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Del salmo 26
R. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará
temblar? R.
Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen.
R.
Aunque se lance contra mí un ejército, no temerá mi corazón; aun cuando hagan la guerra contra mí,
tendré plena confianza en el Señor. R.
La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Ármate de valor y fortaleza y en el Señor confía. R.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO


R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor Jesús, se nuestro, sólo tú has tenido compasión de nuestras faltas.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

EVANGELIO
Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura.
Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre
los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la
mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los
pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume.
Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: “¿Por qué no se ha
vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?” Esto lo dijo, no porque le
importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en
ella.
Entonces dijo Jesús: “Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los
tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán".
Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino
también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes
deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús.
Palabra del Señor.

REFLEXION:
1. En esta Semana Santa como primera lectura leemos los cuatro cantos del Siervo de Yahvé, del profeta
Isaías. Los tres primeros, del lunes al miércoles. El cuarto, en la impresionante celebración del Viernes Santo.
Son cantos que nos van anunciando la figura de ese Siervo, que podría referirse al mismo pueblo de Israel,
pero que, poco a poco, se va interpretando como el Mesías enviado por Dios con una misión muy concreta en
medio de las naciones.
El primer canto, que escuchamos hoy, presenta al Siervo como el elegido de Dios, lleno de su Espíritu, enviado
a llevar el derecho a las naciones y abrir los ojos de los ciegos y liberar a los cautivos. Se describe el estilo con
el que actuará: «la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará».
Como la misión de ese Siervo no se prevé que sea fácil -y así aparecerá en los cantos siguientes- el salmo ya
anticipa la clave para entender su éxito: «el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?... Cuando me
asaltan los malvados, me siento tranquilo: espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor».
2. La entrañable escena de Betania sucedió «seis días antes de la Pascua», en Betania, y por eso se lee
precisamente hoy.
La queja de Judas sirve para señalar la intención del gesto simbólico: Jesús es consciente de que su fin se
precipita, e interpreta el gesto de María como una unción anticipada que presagia su muerte y sepultura.
La muerte de Jesús ya se ve cercana. Además, sus enemigos deciden matar también a Lázaro.
3. Jesús es el Siervo verdadero. El enviado de Dios para anunciar su salvación a todos los pueblos. El Mesías
que demuestra ser el Siervo entregando su propia vida por los demás.
El pasaje que hemos leído en Isaías resuena casi al pie de la letra en los relatos que los evangelistas nos hacen
del bautismo de Jesús en el Jordán: también allí se oye la voz de Dios diciendo que es su siervo o su hijo
querido, y aparece el Espíritu sobre él, y empieza una misión de justicia y buena noticia.
También de él se puede decir que no quebró la caña que estaba a punto de romperse, sino que se mostró
siempre lleno de paciencia y tolerancia (no como Santiago y Juan, que quieren hacer llover fuego del cielo
sobre el pueblo que no les recibe, o como Pedro, que saca su espada y hiere a los que detienen al Maestro).
Más tarde Pedro, con un conocimiento mucho más profundo de Jesús, podrá decir que «pasó haciendo el bien»
(Hch 10).
También de él se podrá decir que devolvió la vista a los ciegos y se preocupó de liberar de sus males a toda
persona que encontraba sufriendo. Y de esto somos más conscientes precisamente en vísperas de celebrar el
Triduo de su muerte en la Cruz y su resurrección a la nueva existencia. Ayer celebrábamos con él su entrada
en Jerusalén, con un gesto decidido de asumir sobre sus hombros el destino que nos hubiera correspondido a
nosotros. El Siervo camina hacia su muerte. Con unción previa incluida. Nuestros ojos estarán fijos en él estos
próximos días, llenos de admiración. Dispuestos a imitar también nosotros, en su seguimiento, sus mismas
actitudes de fidelidad a Dios y de tolerante cercanía para con los demás. Dispuestos a vivir por él <entregados
por>.

PLEGARIA UNIVERSAL
En este tiempo de la Sagrada Pasión, en que Cristo presentó al Padre súplicas y oraciones con lágrimas,
supliquemos humildemente a Dios para que se digne escuchar nuestras plegarias, por amor a su hijo.
R/. PADRE MISERICORDIOSO, ESCÚCHANOS.
1.- Para que la Iglesia, Esposa de Cristo, se purifique más plenamente por la Sangre de Cristo, en este
tiempo santo de Pasión. Oremos.
2.- Para que todas las cosas en el mundo se pacifiquen en orden a la salvación, por medio de la sangre de
Cristo. Oremos.
3.- Para que todos los que participan de la Pasión de Cristo por la enfermedad y los sufrimientos alcancen
fortaleza y paciencia. Oremos.
4.- Para que todos nosotros, por la pasión y muerte de Cristo, lleguemos a la gloria de la resurrección.
Oremos.
Ministro: Atiende, Señor, a las súplicas de tu pueblo para que, cuanto no se atreve a esperar por sus
propios méritos, lo alcance por la pasión de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

RITO DE LA COMUNION
El ministro se acerca al lugar donde guarda la Eucaristía, toma el copón con el Cuerpo del Señor, lo
pone sobre el corporal que está en el altar y hace una genuflexión.

Acción de gracias con adoración


El ministro arrodillado con los fieles, entona un himno eucarístico, o uno de alabanza, o recita una
plegaria litánica dirigida a Cristo presente en la Eucaristía.
Himno Eucarístico
CANTEMOS AL AMOR DE LOS AMORES

Cantemos al Amor de los amores, Por nuestro amor oculto en el sagrario


cantemos al Señor. Su gloria y esplendor;
Dios está aquí, venid adoradores para nuestro bien se queda en el santuario
adoremos a Cristo Redentor. Esperando al justo y pecador.
GLORIA A CRISTO JESÚS Oh gran prodigio del amor divino,
CIELOS Y TIERRA, BENDECID AL SEÑOR. Milagro sin igual;
HONOR Y GLORIA A TI, REY DE LA GLORIA prenda de amistad, banquete al peregrino
AMOR POR SIEMPRE A TI, DIOS DEL AMOR. Dó se come el cordero celestial.

Plegaria litánica
Ministro: A ti, Jesús, te dirigimos nuestra plegaria.
Todos: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.

Ministro: Tú eres el Hijo único del Padre. R/:

Ministro: Tú, para librarnos del mal aceptaste hacerte hombre en el seno de la Virgen. R/.

Ministro: Tú, rotas las cadenas de la muerte, abriste a los creyentes el reino eterno. R/.

Ministro: Tú, sentado a la derecha del Padre, eres Rey de la gloria. R/.

Ministro: Creemos que haz de volver como Juez y Señor de todos los hombres. R/.

Ministro: Ven en ayuda de tus fieles a quienes redimiste con tu preciosa Sangre. R/.

Ministro: Haz que en la gloria eterna formemos parte de tus santos. R/:

Ministro: (de pie) Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos
a decir:

Y todos juntos prosiguen:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino; hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Luego, si se juzga oportuno, invita a los fieles con estas palabras:


Dense fraternalmente la paz.
O bien:
Como hijos de Dios, dense ahora un signo de comunión fraterna.
A continuación, el ministro hace genuflexión, toma la hostia y, sosteniéndola un poco elevada sobre el
copón, la muestra al pueblo, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Si también el ministro comulga, dice en secreto:

El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.


Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el copón, se acerca a los que quieren comulgar y elevando un poco la hostia, la muestra a
cada uno y dice:

El Cuerpo de Cristo.
R/. Amén.

Mientras se distribuye la comunión puede entonarse un canto eucarístico.

Al terminar de distribuir la comunión, guarda la reserva en el sagrario, hace una genuflexión y vuelve a
su lugar. Entonces se puede tener un breve momento de silencio.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Oremos.
Quédate, visita, Señor, a tu pueblo y protege con tu constante amor a quienes has
santificado por estos misterios, para que recibamos de tu misericordia y conservemos con
tu protección, los auxilios de la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

RITO DE CONCLUSIÓN
Si el ministro es un laico, invoca la bendición de Dios y se santigua, diciendo:
Ministro: El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
O bien:

Ministro: El Señor omnipotente y misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo nos bendiga
y nos guarde.
R. Amén.
Ministro: En el nombre del Señor, pueden ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.

Después el ministro, hecha la debida reverencia, se retira.

Se entona canto de salida.


MARTES SANTO
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 26,12
No me entregues, Señor, al odio de los que me persiguen, pues han surgido contra mí testigos falsos, que
respiran violencia.

ORACION COLECTA
Concédenos, Dios todopoderoso y eterno, celebrar de tal modo los sacramentos de la
pasión del Señor, que nos hagamos dignos de recibir tu perdón.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
santo y es Dios por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA
Te convertiré en luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los últimos rincones de la tierra.
Del libro del profeta Isaías 49, 1-6.
Escúchenme, islas; pueblos lejanos, atiéndanme: Señor me llamó desde el vientre de mi madre; Cuando
aún estaba yo en el seno materno, el pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada filosa, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha puntiaguda,
me guardó en su aljaba y me dijo:
“Tú eres mi siervo, Israel en ti manifestaré mi gloria”. Entonces yo pensé: «En vano me he cansado,
inútilmente he gastado mis fuerzas; en realidad mi causa estaba en manos el Señor, mi recompensa la
tenía mi Dios”. Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor,
para hacer que Jacob volviera a él y congregar a Israel en torno suyo -tanto así me honró el Señor, y mi
Dios fue mi fuerza-. “Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los
sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los
últimos rincones de la tierra”.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Del Salmo 70


R. En ti, Señor, he puesto mi esperanza.
Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado. Tú, que eres justo, ayúdame y
defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo. R.
Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame,
Señor, de los malvados. R.
Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío. Desde que estaba en el seno de mi madre,
yo me apoyaba en ti y tú me sostenías. R.
Yo proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia. Me enseñaste a alabarte desde niño
y seguir alabándote es mi orgullo. R.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO


R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al
sacrificio.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
EVANGELIO
Uno de ustedes me entregara. No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.
Escuchen, hermanos, el Santo Evangelio según san Juan 13, 21-33, 36-38
E n aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y
declaró: “Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar”. Los discípulos se miraron perplejos
unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba
reclinado a su derecha. Simón Pedro le hozo una seña y le preguntó: “¿De quién lo dice?” Entonces él,
apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto: “Señor, ¿Quién es?” le contestó Jesús: “Aquel a quien yo le
dé este trozo de pan, que voy a mojar”. Mojo el pan y se lio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el
bocado, entró en él Satanás.
Jesús le dijo entonces a Judas: “Lo que tienes que hacer, hazlo pronto”. Pero ninguno de los comensales
entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a su cargo la bolsa, Jesús le había
encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el
bocado, salió inmediatamente. Era de noche.
Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido
glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo
glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dijo a los judíos, así se lo digo a
ustedes ahora: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden ir’”. Simón Pedro le dijo: “Señor, ¿a dónde vas?”
Jesús le respondió: “A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; me seguirás más tarde”. Pedro replicó:
“Señor, ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Jesús le contestó: “¿conque darás mi
vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces”:
Palabra del Señor.

REFLEXION:
1. Hoy leemos el segundo «canto del Siervo» en Isaías.
El Siervo es llamado por Dios ya desde el seno de su madre, con una elección gratuita, para que cumpla
sus proyectos de salvación: «me llamó desde las entrañas maternas y pronunció mi nombre».
Dos comparaciones describen al Siervo: será como una espada, porque tendrá una palabra eficaz («mi
boca, una espada afilada»), y será como una flecha que el arquero guarda en su aljaba para lanzarla en el
momento oportuno.
La misión que Dios le encomienda es «traerle a Jacob, reunir a Israel... más aún: ser luz de las naciones,
para que la salvación de Dios alcance hasta el confín de la tierra».
En este segundo canto aparece ya el contrapunto de la oposición, que en el primero de ayer no aparecía. El
Siervo no tendrá éxitos fáciles y más bien sufrirá momentos de desánimo: «yo pensaba: en vano me he
cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas».
Le salvará la confianza en Dios: «mi salario lo tenía mi Dios». Confianza que subraya muy bien el salmo:
«a ti, Señor, me acojo, no quede yo derrotado para siempre... sé tú mi roca de refugio... porque tú fuiste mi
esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud».
2. FIDELIDAD/CRISIS: Jesús es el verdadero Siervo, luz para las naciones, el que con su muerte va a
reunir a los dispersos, el que va a restaurar y salvar a todos.
También en él podemos constatar la «crisis» que se notaba en el canto de Isaías. Jesús no tuvo
aparentemente muchos éxitos. Algunos creyeron en él, es verdad, pero las clases dirigentes, no. Hoy
escuchamos que uno le va a traicionar: lo anuncia él mismo, «profundamente conmovido». También
sabemos qué van a hacer sus seguidores más cercanos: uno le negará cobardemente, a pesar de que en ese
momento asegura con presunción: «daré mi vida por ti». Los otros huirán al verle detenido y clavado en la
cruz. La queja del Siervo («en vano me he cansado») se repite en sus labios: «¿no habéis podido velar una
hora conmigo?... Padre, ¿por qué me has abandonado?». En verdad «era de noche». A pesar de que él es la
Luz.
3. Nuestra atención se centra estos días en este Jesús traicionado, pero fiel. Abandonado por todos, pero
que no pierde su confianza en el Padre: «ahora es glorificado el Hijo del Hombre... pronto lo glorificará
Dios». A la vez que admiramos su camino fiel hacia la cruz, podemos reflexionar sobre el nuestro: ¿no
tendríamos que ser cada uno de nosotros, seguidores del Siervo con mayúsculas, unos siervos con
minúsculas que colaboran con él en la evangelización e iluminación de nuestra sociedad? ¿somos fieles
como él?
Tal vez tenemos momentos de crisis, en que sentimos la fatiga del camino y podemos llegar a dudar de si
vale o no la pena seguir con la misión y el testimonio que estamos llamados a dar en este mundo. Muchas
veces estas crisis se deben a que queremos éxitos a corto plazo, y hemos aceptado la misión sin asumir del
todo lo de «cargar con la cruz y seguir al maestro». Cuando esto sucede, ¿resolvemos nuestros momentos
malos con la oración y la confianza en Dios? ¿Podemos decir con el salmo: «mi boca contará tu auxilio...
porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza»?
Estos días últimos de la Cuaresma y, sobre todo, en el Triduo de la Pascua tenemos la oportunidad de
aprender la gran lección del Siervo que cumple con radicalidad su misión y por eso es ensalzado sobre
todos.

PLEGARIA UNIVERSAL:
Ministro: Cristo colgado en la cruz intercede por todos los hombres. Es el mediador entre el cielo y la
tierra, reconcilia a todos los hombres con Dios. Unidos a él oramos a nuestro Padre Dios.
R/. PADRE MISERICORDIOSO, ESCÚCHANOS.

1.- Por la iglesia de Dios, para que se disponga a celebrar el Misterio Pascual siguiendo fielmente los
pasos de Jesús.

2.- Por todos los pueblos de la tierra, para que llegue a ellos el anuncio de la Redención consumada en el
árbol de la cruz.

3.- Por aquellos miembros de la humanidad que sufren, para que su dolor no sea inútil y puedan alcanzar
la plena salvación.

4.- Por los aquí reunidos, para que nuestro arrepentimiento y penitencia sean camino de gracia y
redención.

Ministro: Dios, Padre nuestro, que te apiadas de la humanidad hasta entregar a tu propio Hijo, acude en
nuestra ayuda para que lo que te pedimos sea realidad en todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

Si se va a distribuir la Comunión, ver rito de la comunión en el lunes santo.

ORACION DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Oremos.
Alimentados por estos dones de salvación, suplicamos, Señor, tu misericordia, para
que este Sacramento, que nos nutre en nuestra vida temporal, nos haga partícipes de
la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Ritos conclusivos (como lunes santo).


MIÉRCOLES SANTO
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Flp 2, 10.8.11
Que al nombre de Jesús, toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en los abismos, porque el Señor se
hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Jesucristo es el Señor para gloria de Dios
Padre.

ORACIÓN COLECTA
Oremos.
Padre misericordioso,
que para librarnos del poder del enemigo,
quisiste que tu Hijo sufriera por nosotros
el suplicio de la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA
No aparté mi rosto a los insultos.

Del libro del profeta Isaías 50, 4-9


n aquel entonces, dijo Isaías: “el Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al
E abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me
ha hecho oír sus palabras yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que tiraban de la barba. No aparté mmi rostro a
los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, pero eso endurecí mi rostro como roca y sé que
no quedaré avergonzado. Cercano esta de mí el que me hace justicia, ¿Quién luchará contra mí? ¿Quién es
mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿Quién se atreverá a
condenarme?”
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Del Salmo 68

R. Por tu bondad, Señor, socórreme.

Por ti he sufrido injurias y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo, aun para
aquellos de mi propia sangre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae. R.

La afrenta me destroza el corazón y desfallezco. Espero compasión y no la hallo; consoladores, y no los


encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre. R.

En mi cantar exaltaré tu nombre, proclamaré tu gloria, agradecido. Se alegrarán al verlo los que sufren,
quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre, ni olvida al que se
encuentra encadenado. R.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al
sacrificio.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

EVANGELIO
¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!

Escuchemos el Santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25

E n aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
“¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?” Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde
ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
“¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” El respondió: “Vayan a la ciudad, a casa de
fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en
tu casa’ ”.
Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la
mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme”.
Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno:
“¿Acaso soy yo, Señor?”
El respondió: “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del
hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser
entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a
entregar: “¿Acaso soy yo, Maestro?” Jesús le respondió: “Tú lo has dicho”.
Palabra del Señor.

REFLEXION:
1. Hoy leemos el tercer canto del Siervo (el cuarto y último, más largo y dramático, lo escuchamos el
Viernes Santo). Sigue la descripción poética de la misión del Siervo, pero con una carga cada vez más
fuerte de oposición y contradicciones.
La misión que le encomienda Dios es «saber decir una palabra de aliento al abatido». Pero antes de hablar,
antes de usar esa «lengua de iniciado», Dios le «espabila el oído para que escuche».
Esta vez las dificultades son más dramáticas: «ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los
que mesaban mi barba, no oculté el rostro a insultos y salivazos».
También en este tercer canto triunfa la confianza en la ayuda de Dios: «mi Señor me ayudaba y sé que no
quedaré avergonzado». Y con un diálogo muy vivo muestra su decisión: «tengo cerca a mi abogado,
¿quién pleiteará conmigo?».
El salmo insiste tanto en el dolor como en la confianza: «por ti he aguantado afrentas... en mi comida me
echaron hiel. Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor... miradlo, los humildes, y alegraos,
que el Señor escucha a sus pobres».
2. La comunidad cristiana vio a Jesús descrito en esos cantos del Siervo. Su entrega hasta la muerte no es
inútil: así cumple la misión que Dios le ha encomendado, al solidarizarse con toda la humanidad y su
pecado.
En el evangelio leemos de nuevo la traición de Judas, esta vez según Mateo, ya que ayer habíamos
escuchado el relato de Juan. Precisamente cuando Jesús quiere celebrar la Pascua de despedida de los
suyos, como signo entrañable de amistad y comunión, uno de ellos ya ha concertado la traición y las
treinta monedas (el precio de un esclavo, según Ex 21,32).
3. Terminando ya la Cuaresma -concluirá mañana, Jueves Santo, por la tarde, antes de la Misa vespertina-
y en puertas de celebrar el misterio de la Pascua del Señor, junto a la admiración contemplativa de su
entrega podemos aprender su lección: espejarnos en el Siervo de Isaías y sobre todo en Jesús, que cumple
en plenitud el anuncio.
¿Somos buenos oyentes de la palabra, tenemos ya de buena mañana «espabilado el oído» para escuchar la
voz de Dios? ¿somos discípulos antes de creernos y actuar como maestros?
Y luego, cuando hablamos a los demás, ¿es para «decir una palabra de aliento a los abatidos»? Es lo que
hizo Cristo: escuchaba y cumplía la voluntad de su Padre y, a la vez, comunicaba una palabra de cercanía
y esperanza a todos los que encontraba por el camino. ¿Sabemos ayudar a los que se hallan cansados y
animar a los desesperanzados? ¿Estamos dispuestos a ofrecer nuestra espalda a los golpes cuando así lo
requiere nuestro testimonio de discípulos de Cristo? ¿a recibir los insultos que nos pueden venir de este
mundo ajeno al evangelio? ¿o sólo buscamos consuelo y premio en nuestro seguimiento de Cristo?
También nosotros, amaestrados por la Pascua de Jesús, debemos confiar plenamente en Dios. Estamos
empeñados en una tarea cristiana que supone luchas y que es signo de contradicción. Pero, de la mano de
Dios, no debemos darnos nunca por vencidos: ¿quién podrá contra mí? Si alguna vez nos toca «aguantar
afrentas» o «recibir insultos», basta que miremos a Cristo en la cruz para aprender generosidad y
fidelidad. Incluso cuando alguien nos traicione, como a él.

PLEGARIA UNIVERSAL.
Ministro. Oremos, hermanos, y supliquemos la clemencia de Dios todopoderoso para que nos conceda
cuanto pedimos con fe.
R/. PADRE MISERICORDIOSO, ESCÚCHANOS.
1.- Para que el Redentor del mundo, que se entregó a la muerte por su grey, libre a la Iglesia de todo mal.

2.- Para que el Redentor del mundo, que oró con lágrimas en la cruz, interceda ante el Padre por todos los
hombres.

3.- Para que el Redentor del mundo, que tuvo tantas angustias y tristezas, socorra a los que sufren, les dé
paciencia en la tribulación y alivie sus dolores.

4.- Para que a nosotros, sus discípulos, que recordamos con veneración su cruz, nos reanime con la fuerza
de su resurrección.

Ministro: Dios, Padre nuestro, que lleguen a tu presencia las súplicas de los que te invocan para que
vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del
mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Si se va a distribuir la Comunión, ver rito de la comunión en el lunes santo.
ORACION DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Oremos.
Concédenos, Dios todopoderoso,
creer y sentir profundamente
que, por la muerte temporal de tu Hijo,
proclamada en estos santos misterios,
tú nos has dado la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
Blanco
JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR
En la tarde, a la hora más oportuna se celebra la Cena del Señor, con participación de toda la comunidad
y con la intervención de los ministros.
La sagrada comunión se puede distribuir a los fieles sólo dentro de la celebración; pero a los enfermos se
les puede llevar a cualquier hora del día.
Adórnese el altar con flores con la moderación que conviene a la índole del día. El sagrario debe estar
completamente vacío.

ANTIFONA DE ENTRADA Cfr. Gál 6,14


Debemos gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, porque en él está nuestra salvación,
nuestra vida y nuestra resurrección, y por él fuimos salvados y redimidos.
Hoy la entrada debería ser muy solemne, con la procesión de los ministros, y con un canto largo y centrado en la cruz de
Jesucristo, en su camino de la muerte a la vida.

Ministro: En el nombre del Padre…


Ministro: Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo: en él está nuestra
salvación, vida y resurrección. Él nos ha salvado y liberado. Bendigamos al Señor que nos invita
benignamente a la mesa del Cuerpo de Cristo.
R/. Bendito seas por siempre, Señor.
Acto Penitencial
Ministro: En silencio, reconozcamos que él es nuestro Señor, que nos ha liberado del pecado, y pidámosle
que tenga piedad de nosotros. (Silencio).
+ Tú, pan vivo bajado del cielo: Señor, ten piedad.
+ Tú, alimento de vida eterna: Cristo, ten piedad.
+ Tú, camino, verdad y vida: Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Se dice Gloria. Mientras se canta este himno se tocan las campanas. Terminado el canto, las campanas
no vuelven a tocarse hasta el Gloria de la Vigilia Pascual, a no ser que el obispo diocesano disponga
otra cosa.
Gloria a Dios en el cielo, ten piedad de nosotros;
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Porque sólo tú eres Santo,
Por tu inmensa gloria te alabamos, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
te bendecimos, te adoramos, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre
te glorificamos, te damos gracias, Amén.
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso Señor,
Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ORACION COLECTA
Oremos.
Dios nuestro, reunidos para celebrar la santísima Cena
en la que tu Hijo unigénito, antes de entregarse a la muerte,
confió a la Iglesia, el nuevo y eterno sacrificio,
banquete pascual de su amor,
concédenos que, de tan sublime misterio,
brote para nosotros la plenitud del amor y de la vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de siglos.
R. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Prescripciones sobre la cena pascual.

Del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14


n aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el
E primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: ‘El día diez
de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña
para comérselo, que se junte con los vecinos, y elija un cordero adecuado al número de personas y a la
cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.
Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al
atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a
comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego, comerán panes sin levadura y hierbas
amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa,
porque es la Pascua, el paso del Señor.
Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos sus primogénitos del país de Egipto, desde los
hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los Dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de
señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes la
plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto.
Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en
generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua.’”.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Del salmo 115


R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de la salvación, e invocaré su
nombre. R.
A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu
esclavo e hijo de tu esclava R.
Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su
pueblo. R.
SEGUNDA LECTURA
Cada vez que ustedes comen este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor.

De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios 11, 23-26

H ermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que
iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
“Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía”.
Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con
mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él”.
Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beban de este cáliz, proclaman la muerte del Señor,
hasta que vuelva.
Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Juan 13, 34


R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

EVANGELIO
Los amó hasta el extremo.

Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al
Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto el corazón de Judas Iscariote, el hijo de
Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y
sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una
toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos, y a
secárselos con la toalla que se había ceñido.
Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le replicó: “Lo
que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dijo: “Tú no me
lavarás los pies jamás” Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo
Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El
que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios,
aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos están limpios”.
Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo
que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si
yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a
los otros. Les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”.
Palabra del Señor.

REFLEXION: Se exponen los grandes hechos que se recuerdan en esta celebración, es decir, la
institución de la Sagrada Eucaristía y del Sacramento del orden y el mandato del Señor sobre el amor
fraterno.

- I - La Eucaristía del Jueves: inicio del Triduo Pascual


Con la Misa vespertina de hoy damos por concluida la Cuaresma e iniciamos el Triduo Pascual, que
abarcará los tres días siguientes: Viernes, Sábado y Domingo.
Tradicionalmente en la mañana de este Jueves, en vísperas ya de Pascua, se celebraba la Misa de
reconciliación de los que durante la Cuaresma habían hecho el camino de los "penitentes". También la
Misa Crismal, en la que se bendicen o consagran los óleos y el crisma que se utilizan, a partir de la nueva
Pascua, en cuatro de los sacramentos: Bautismo, Confirmación, Unción de enfermos y Orden. Ambas
celebraciones, la penitencial y la crismal, se suelen celebrar ahora uno de los días anteriores, siempre en la
cercanía inminente de la Pascua.
Aunque la celebración principal de estos días, y por tanto de todo el año, es la Eucaristía de la Vigilia
Pascual, la de hoy es también entrañable para el pueblo cristiano: recuerda la institución de la Eucaristía,
el mandamiento del amor fraterno -con el gesto simbólico del lavatorio de los pies- y la institución del
ministerio sacerdotal. La celebramos, hoy con especial significado, bajo las dos especies: Pan y Vino, que
nos recuerdan que estamos participando del Cuerpo entregado y de la Sangre derramada de Cristo, que
ahora vive como el Señor Resucitado.
En esta Eucaristía hay otra particularidad: consagramos más cantidad de pan, para poder comulgar
mañana, Viernes, día en que no celebraremos la Eucaristía, pero sí podremos comulgar. Esto hace que la
"reserva" eucarística en el sagrario sea hoy particularmente significativa y se haya convertido con los
siglos en un acto de fe y de amor por parte de la comunidad, que dedica unas horas a la adoración
agradecida al Señor Jesús por su gesto de entrega continuada en la Eucaristía.

Éxodo 12,1-8.11-14. Prescripciones sobre la cena pascual


El texto del libro del Éxodo describe cómo celebraban y siguen celebrando los judíos su cena pascual,
empezando por aquella noche decisiva de su historia, cuando Moisés, con la ayuda de Dios, los sacó de
Egipto y se inició el éxodo de su liberación. Esta cena histórica está descrita con los ritos que luego se
harían usuales, en tiempos más pacíficos: la reunión familiar, el sacrificio del cordero y el pan ácimo, que
es un pan sin acabar de fermentar, símbolo de un pan de mayor tristeza, pan fabricado precipitadamente.
Esta celebración es cada año para los judíos un memorial en honor del Señor, en recuerdo y actualización
del amor de Dios que salva a su pueblo. Es también la que celebró Jesús con los suyos antes de dar a sus
gestos y palabras un sentido nuevo: el memorial de su Pascua.
"Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles", dice el salmo de hoy. Pero su amor y su poder logran
lo que parecía imposible: liberar al pueblo de la esclavitud. La copa de la salvación, que para el salmista
era acción de gracias "por todo el bien que me ha hecho", es para nosotros la seguridad de que "el cáliz de
la bendición es la comunión con la Sangre de Cristo".

1 Corintios 11, 23-26. Cada vez que ustedes coman y beban, proclaman la muerte del Señor.
Nosotros ahora celebramos ya la Pascua cristiana, la que Cristo nos dejó en testamento antes de iniciar su
Pasión: la Eucaristía. En la ciudad griega de Corinto se ve que dejaban mucho que desear las reuniones
eucarísticas. Pablo les acusa duramente: "os resulta imposible comer la Cena del Señor", eso que celebráis
no es la Eucaristía que Cristo pensó. El pecado de los corintios era la falta de fraternidad. En la cena
previa a la celebración, no esperaban a que llegaran los pobres y no les hacían partícipes de lo que sobraba
a los ricos: "despreciáis a la comunidad y avergonzáis a los pobres".
Lo que leemos hoy es el razonamiento que él emplea para desautorizar tales celebraciones. Lo que pensó
Cristo con la Eucaristía es precisamente lo contrario: él ofreció a todos su Cuerpo y su Sangre y les
encargó que hicieran el memorial de esa entrega. Lo que hacen en Corinto no parece memorial, sino anti-
memorial.
Esta situación de la comunidad de Corinto le da pie a Pablo para describir por primera vez el relato de la
última cena de Jesús, la institución de la Eucaristía, que todavía no han tenido ocasión de narrar los
evangelistas.

Juan 13,1-15. Los amó hasta el extremo


Cuando Juan inicia el relato de la Ultima Cena, no nos cuenta la institución de la Eucaristía, como hacen
los demás evangelistas. Dice que Jesús, "sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al
Padre" -o sea, de su éxodo personal-, para manifestar a todos su amor "hasta el extremo", antes de su
Pasión, realizó el gesto simbólico del lavatorio de los pies: "se quita el manto, toma una toalla, se la ciñe,
echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos".
Pedro, incapaz de comprender cómo el jefe y maestro del grupo pueda humillarse de esa manera, se niega
a que le lave los pies, hasta que Jesús le "amenaza" con lo que Pedro no podía de ningún modo admitir: "si
no te lavo, no tienes nada que ver conmigo".
El final de la escena es el "mandato" de que le imiten también ellos en su vida: "pues si yo, el Maestro y el
Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros".

- I I - Inauguramos el Triduo Pascual


Cristo inició su "Triduo Pascual" con la Cena. Nosotros, también. Él, cuando iba a su Pasión, quiso
anticipar sacramentalmente, con los signos del pan y del vino, su entrega en la cruz. También ahora su
Iglesia, en miles y miles de comunidades en todo el mundo, celebra en esta Eucaristía el prólogo de la
Pascua. En ese Pan partido y en ese Vino compartido quiso Cristo que participáramos cada vez de su
propia persona y de su Pascua.
Esta celebración no tendríamos que considerarla "autónoma" (algo así como "el día de la caridad fraterna",
o "de la Eucaristía", o "del sacerdocio"). Vemos todos esos aspectos en relación íntima con la muerte y
resurrección de Cristo: la Eucaristía la instituyó "la noche en que fue entregado". Esta Eucaristía es la
inauguración del Triduo Pascual. En una de las oraciones del Jueves en la liturgia hispánica se dice:
"venimos, Señor, con la asamblea de todo el pueblo, para dar solemne inicio a la celebración de la
Pascua".
Desde hace siglos, el canto de entrada de hoy no apunta, como uno pudiera pensar, ni a la Eucaristía ni a
la caridad fraterna, sino a la muerte y resurrección de Cristo: "nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de
nuestro Señor Jesucristo; en él está nuestra salvación, vida y resurrección". Como decimos en la oración
del día, "celebramos aquella memorable cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte...", y la
Eucaristía la vemos como la celebración de la Alianza que Jesús selló en la cruz: "el banquete de su amor,
el sacrificio nuevo de la Alianza eterna".
La variante del Canon romano para este día también relaciona nuestra celebración con la cruz del Viernes:
"el cual, hoy, la víspera de padecer por nuestra salvación y la de todos los hombres, tomó pan...". También
el gesto simbólico del lavatorio de los pies, que realizamos hoy después del evangelio y de la homilía,
apunta claramente a la muerte del Siervo, que se entregó por todos en la cruz.
La Eucaristía es siempre, también el Jueves Santo, memorial y actualización de la muerte salvadora de
Cristo: "el cual, al instituir el sacrificio de la eterna alianza, se ofreció a sí mismo como víctima de
salvación (en la cruz) y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya (en la Eucaristía). Su
carne, inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada por nosotros, es bebida
que nos purifica" (prefacio I de la Eucaristía). En la oración sobre las ofrendas resumimos la teología de la
celebración eucarística: "cada vez que celebramos este memorial de la muerte de tu Hijo, se realiza la obra
de nuestra redención".

Pascua para Israel, para Cristo...


Para Israel la Pascua fue una experiencia única, que recuerdan siempre con fe y gratitud: fue Yahvé quien
"pasó" por las casas de Egipto, y luego también el pueblo "pasó" a través del Mar Rojo y del desierto hasta
la tierra prometida y la libertad. De ese "paso = pascua", acontecimiento histórico irrepetible, celebran
anualmente, en la cena pascual, un memorial lleno de alegría. La primera lectura de hoy nos introduce en
esa perspectiva.
Esa Pascua primera se cumplió plenamente en el "paso" de Cristo a través de la muerte a la vida: "antes de
la fiesta de Pascua (la fiesta judía que celebró con los suyos, sea en el mismo día que los demás o en otro
anterior), sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre...".
... y para nosotros
Es también nuestra Pascua. De la Pascua de Cristo se nos hizo partícipes ya el día de nuestro Bautismo:
"¿o es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?
Fuimos con él sepultados por el Bautismo en su muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado
de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rm
6,3-4).
Pero además nos encargó que celebráramos, hasta su vuelta, un memorial de su Pascua en forma de
comida, participando de su Cuerpo entregado y de su Sangre ofrecida por la humanidad. La Eucaristía no
la podemos entender ni celebrar bien sino desde la perspectiva de la entrega pascual de Cristo en la cruz.
Es lo que nos recuerda hoy san Pablo al relatarnos la última cena: "haced esto en memoria mía".
La última frase del apóstol define bien lo que es la Eucaristía en ese "tiempo intermedio" entre la Pascua
primera de Jesús, hace dos mil años, y la última, al final de los tiempos: "cada vez que coméis de este pan
y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que venga". La Eucaristía es un "hoy" siempre en
dinámica tensión entre el "ayer" de la muerte pascual de Cristo y el "mañana" de su vuelta gloriosa.
Es admirable, y nunca acabaremos de alegrarnos y de agradecer suficientemente, el que Cristo instituyera
un sacramento en el que podemos participar de su Cuerpo y de su Sangre.
Los varios prefacios de la Eucaristía describen la finalidad de este sacramento, como alimento para
nuestro camino: "en la última cena con los apóstoles, para perpetuar su pasión salvadora, se entregó a sí
mismo como Cordero inmaculado y Eucaristía perfecta... con este sacramento alimentas y santificas a tus
fieles" (prefacio II), "su carne, inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada
por nosotros, es bebida que nos purifica" (prefacio I). Con ello Cristo nos quiere dar fuerza para que
recorramos el camino de esta vida y lleguemos con él a la Pascua eterna: "nos reunimos en torno a la mesa
de este sacramento admirable, para que la abundancia de tu gracia nos lleve a poseer la vida celestial"
(prefacio II); "has querido que tu Hijo nos precediera en el camino del retorno a ti... y en la Eucaristía él se
hace comida y bebida espiritual, para alimentarnos en nuestro viaje hacia la Pascua eterna" (prefacio III).
Será bueno, en la jornada de hoy, releer la encíclica que Juan Pablo II firmó el Jueves Santo del año 2003
sobre la Eucaristía: "La Iglesia vive de la Eucaristía", en la que, entre otras cosas, nos invita a no perder
nuestra capacidad de admiración y asombro, ante lo que significa que Jesús haya pensado dejarnos este
sacramento como factor de unidad con él y como alimento para nuestro camino.

El mandato del amor fraterno


Pero hoy no podemos olvidar otra entrañable lección que nos dio Jesús, en el momento en que se disponía
a iniciar su Pasión. Además de dejarnos la "herencia" de la Eucaristía, nos dejó también en testamento una
lección de caridad servicial y de amor fraterno, sobre todo para los que ejercen alguna clase de autoridad.
El lavatorio de los pies tiene una clara relación con la muerte del Siervo, que se entrega totalmente por los
demás. En la Cena se despoja del manto y lava los pies a sus discípulos. En la cruz se despoja incluso de
su vida, para dar vida a todos. Tanto en la cruz como en la Eucaristía, destaca su lección de amor fraterno
universal. Lo que en la cruz sucedió dramáticamente, en la Eucaristía se celebra y participa cada vez de un
modo sacramental: "mi Cuerpo por vosotros".
Es un gesto simbólico que de forma plástica expresa la lección que nos quiere dejar como testamento.
Tanto el relato que los evangelistas hacen de las palabras y gestos de Jesús con el pan y el vino (los
sinópticos) como el del lavatorio de los pies (Juan) terminan con la misma recomendación: "haced esto
como memorial mío... os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo
hagáis".
Celebrar la Pascua del Señor debe tener un reflejo en nuestra existencia. Y el aspecto que más debería
notarse en nuestra "vida pascual" es el de la caridad fraterna, servicial, si hace falta con sacrificio, como
en su caso. La caridad no es algo añadido a la Eucaristía (o a la Pascua): es algo integrante de ella. Pablo
reprende a los corintios que pretendan celebrar la Eucaristía sin fraternidad. Este sacramento no debe
hacernos crecer sólo en nuestra unión con Cristo, sino también en fraternidad. Por eso preparamos cada
vez la comunión con Cristo con la petición del Padrenuestro "perdónanos como nosotros perdonamos",
con el abrazo de paz, y con el gesto simbólico del Pan partido y compartido, lo mismo que el del cáliz que
también compartimos.
¿Somos, queremos ser, discípulos de Jesús en esto? Él nos ha indicado el camino: haced lo que yo he
hecho, celebrad la Eucaristía en mi memoria, recibid mi Cuerpo y mi Sangre como alimento, y lavaos los
pies los unos a los otros, amándoos como yo os he amado. Pedro no entendió -o no le interesaba entender-
el gesto de Cristo: el que ejerce la autoridad, ¿debe humillarse de este modo?
Esto nos compromete a todos, en la vida eclesial y en la familiar, a una actitud de servicialidad y entrega.
Si celebramos bien la Eucaristía y crecemos en el amor fraterno y en nuestros esfuerzos por la justicia
social, entonces sí que se podrá decir que hemos aprendido la lección de Cristo y estamos celebrando bien
la Pascua.

Otra opción: La institución de la Eucaristía como rito memorial de la “alianza nueva y eterna” es
ciertamente el aspecto sobresaliente de la celebración de hoy. Pero el Misal Romano nos invita a tener en
cuenta otros aspectos del “misterio” de este día: la institución del sacerdocio ministerial y el servicio
fraterno de la caridad.
San Juan, en su evangelio, no nos refiere la institución de la Eucaristía, como hacen los evangelios
sinópticos, lo cual no deja de llamar la atención. En cambio, al principio de su relato sobre la Última
Cena, cuenta Juan cómo Jesús lavó los pies a sus discípulos y les dejó como testamento hacer lo mismo
los unos con los otros. Y lo que les manda nos es repetir un rito; sino hacer lo que él hizo con sus
discípulos: rehacer en todo tiempo y en cada comunidad acciones de servicio recíproco, por medio de las
cuales se haga presente el amor de Cristo para con los suyos.
Pero lo que el Jueves Santo pone en el centro de la memoria eclesial es el signo del amor gratuito, total y
definitivo, de parte de Jesús. Él es el Cordero pascual que lleva a plenitud el proyecto de liberación
iniciado con el primer éxodo (primera lectura). La entrega que hace de sí mismo en su muerte es el
principio de una presencia nueva y permanente, porque podemos alimentarnos sacramentalmente con su
Cuerpo, inmolado por nosotros, y beber su Sangre derramada por nosotros, y así quedar fortalecidos y
limpios de nuestras culpas, como recuerda el primer prefacio de la Eucaristía.
La Presencia real del Señor, muerto y resucitado, en el pan y en el vino sobre los que se pronuncia la
“acción de gracias” se extiende, aunque de un modo diferente, a los hermanos, en especial a los más
pobres (segunda lectura). Por eso, alguien que discrimina, que desprecia a los demás, que crea o fomenta
divisiones en la comunidad, no sabe realmente “reconocer el cuerpo del Señor” (cfr. 1 Cor 11,29).
Dentro de la comunidad, las relaciones de unos con otros se deben valorar en clave de servicio, y no de
poder, y encuentran su expresión más perfecta en la celebración de la Eucaristía. Lo cual vale, en primer
lugar, para quienes presiden la Eucaristía y la comunidad cristiana, a la que deben unir en la oración
común y en las diversas actividades de apoyo recíproco.
Especialmente en este día, pedimos al Señor que nos haga participar en su sacrificio liberador y que nos
inspire ese espíritu de donación y de servicio que ejerció él tan admirablemente en la Última Cena. Que la
Iglesia continúe haciendo presente en el mundo el misterio de la salvación, mediante la Palabra y los
sacramentos.

Lavatorio de los pies


Después de la reflexión, donde lo aconseje el bien pastoral, se lleva a cabo el lavatorio de pies.
Los que han sido designados de entre el pueblo de Dios son acompañados por el ministro (hombres y
mujeres <jóvenes y ancianos, sanos y enfermos>), a ocupar los asientos preparados para ellos en un
lugar visible. El ministro se acerca a cada una de las personas y, con la ayuda de los acólitos, les lava los
pies y se los seca.
Mientras tanto, se entona un canto adecuado.

Después del lavatorio de los pies, el ministro lava y seca sus manos, va su lugar y continúa con la oración
universal.
PLEGARIA UNIVERSAL
Ministro: Oremos, amados hermanos, al Padre, por medio de Jesucristo, quien, antes de entregarse a la
muerte, nos dejó en la Eucaristía el memorial de su Pasión.
R/. PADRE MISERICORDIOSO, ESCÚCHANOS.
1.- Por la Iglesia, para que no deje nunca de celebrar el memorial de la muerte y la resurrección del Señor,
y haga presente en el mundo aquel amor y aquel servicio por los cuales Jesús lo dio todo. Oremos.
2.- Por todos los hombres y mujeres del mundo, para que vivan con aquel amor con el cual Jesús los ama.
Oremos.
3.- Para que la semilla de amor que Dios ha sembrado en el corazón de los hombres crezca y dé fruto.
Oremos.
4.- Por los pobres, para que encuentren en nosotros una señal eficaz de la entrega de Jesús. Oremos.
5.- Por los sacerdotes, para que sean fieles ministros de la Eucaristía y vivan intensamente aquello que
celebran. Oremos.
6.- Por todos nosotros, para que, del mismo modo que nos hemos reunido para participar en la cena del
Señor, vivamos unidos en la caridad fraterna. Oremos.
Ministro: Dios nuestro, que has del amor a ti y a los hombres la plenitud de tu ley, escucha la oración que
con amor te presentamos por los necesitados del mundo entero.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

RITO DE LA COMUNION
El ministro se acerca al lugar donde guarda la Eucaristía, toma el copón con el Cuerpo del Señor, lo pone
sobre el corporal que está en el altar y hace una genuflexión.

Plegaria litánica
Ministro: A ti, Jesús, te dirigimos nuestra plegaria.
Todos: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias.

Ministro: Tú eres el Hijo único del Padre. R/.

Ministro: Tú, para librarnos del mal aceptaste hacerte hombre en el seno de la Virgen. R/.

Ministro: Tú, rotas las cadenas de la muerte, abriste a los creyentes el reino eterno. R/.

Ministro: Tú, sentado a la derecha del Padre, eres Rey de la gloria. R/.

Ministro: Creemos que haz de volver como Juez y Señor de todos los hombres. R/.

Ministro: Ven en ayuda de tus fieles a quienes redimiste con tu preciosa Sangre. R/.

Ministro: Haz que en la gloria eterna formemos parte de tus santos. R/.

Ministro: (de pie) Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos
atrevemos a decir:
Y todos juntos prosiguen:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino; hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Luego, si se juzga oportuno, invita a los fieles con estas palabras:


Dense fraternalmente la paz.
O bien:
Como hijos de Dios, dense ahora un signo de comunión fraterna.
A continuación, el ministro hace genuflexión, toma la hostia y, sosteniéndola un poco elevada sobre el
copón, la muestra al pueblo, diciendo:

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.


Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Si también el ministro comulga, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el copón, se acerca a los que quieren comulgar y elevando un poco la hostia, la muestra a
cada uno y dice:

El Cuerpo de Cristo.
R/. Amén.

Mientras se distribuye la comunión puede entonarse un canto eucarístico.

Después de distribuir la comunión, se deja sobre el altar un copón con hostias para la comunión del día
siguiente, y termina la celebración con esta oración.

ORACION DESPUÉS DE LA COMUNION


Oremos.

Concédenos, Dios todopoderoso,


que así como somos alimentados en esta vida
con la cena pascual de tu Hijo,
así también merezcamos ser saciados en el banquete eterno.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Traslado del Santísimo Sacramento
+ Dicha la oración después de la comunión, el ministro, de pie, pone incienso en el turibulo, y
arrodillado, inciensa tres veces al Santísimo Sacramento. Enseguida recibe el paño de hombros de color
blanco, se pone de pie, toma en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del paño.

+ Se forma entonces la procesión para llevar el Santísimo Sacramento con ciriales e incienso a través de
la iglesia, hasta el sitio donde se le va a guardar, preparado en alguna parte de la iglesia o la capilla
convenientemente adornada. Va a adelante un ministro con la cruz alta en medio de otros dos ciriales
encendidos. Siguen los demás con velas encendidas. El ministro lleva el Santísimo Sacramento, lo
precede el turiferario con el turibulo humeante. Entre tanto se canta el himno Pange, lingua (excepto las
últimas dos estrofas), o algún otro canto eucarístico.

+ Al llegar al lugar donde va a depositarse el Santísimo Sacramento, el ministro, deposita el copón en el


tabernáculo, que permanece con la puerta abierta. Enseguida, pone de nuevo incienso en el turibulo, se
arrodilla e inciensa el Santísimo Sacramento, mientras se canta Tantum ergo Sacramentum u otro
canto eucarístico. Después se cierra el tabernáculo.

+ Después de unos momentos de adoración en silencio, el ministro hace genuflexión y se retira a la


sacristía.

+ En el momento oportuno se desnuda el altar y, si es posible, se quitan de la iglesia las cruces. Si


algunas no se pueden quitar, es conveniente que queden cubiertas con un velo.

+ Invítese a los fieles, a dedicar alguna parte de su tiempo, en la noche, a la adoración delante del
Santísimo Sacramento. Esta adoración, después de la media noche, hágase sin solemnidad.

+ Si en la misma iglesia no se va a celebrar la Pasión del Señor el Viernes Santo, la celebración se


concluye como de costumbre y se deposita el Santísimo Sacramento en el sagrario.
Rojo
VIERNES SANTO DE LA PASION DEL SEÑOR

1. El día de hoy y el de mañana, por una antiquísima tradición, la Iglesia omite por completo la
celebración de los Sacramentos, excepto el de la Penitencia y el de la Unción de los enfermos.

2. En este día la Sagrada Comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la
Pasión del Señor; pero a los enfermos, que no puedan tomar parte en esta celebración, se les puede
llevar a cualquier hora del día.

3. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros, sin manteles.

Celebración de la Pasión del Señor


4. Después del mediodía, alrededor de las tres de la tarde, a no ser que por razón pastoral se elija una
hora más avanzada, se celebra la Pasión del Señor, que consta de tres partes: Liturgia de la Palabra,
Adoración de la Cruz y Sagrada Comunión.

5. El ministro, se dirigen al altar, y hecha la debida reverencia, se postra rostro en tierra o, si se juzga
mejor, se arrodilla, y ora en silencio durante un espacio de tiempo. Todos los demás se arrodillan.

6. Después el ministro, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el pueblo, que está de pie, dice, con las
manos juntas, dice una de las siguientes oraciones, omitida la invitación Oremos.

ORACION

A cuérdate, Señor, de tu gran misericordia, y


santifica a tus siervos con tu constante protección,
ya que por ellos Cristo, tu Hijo, derramando su sangre,
instituyó el misterio pascual.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

O bien:

Señor Dios, que por la Pasión de nuestro Señor Jesucristo


nos libraste de la muerte heredada del antiguo pecado,
concédenos asemejarnos a tu Hijo
y haz que, así como naturalmente
llevamos nosotros la imagen del hombre terreno,
por la gracia de la santificación,
llevemos también la imagen del hombre celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
Primera parte
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Él fue traspasado por nuestros crímenes

Del libro del profeta Isaías 52, 13-53, 12


H e aquí que mi siervo prosperará, será engrandecido y exaltado, será puesto en alto. Muchos se
horrorizaron al verlo, porque estaba desfigurado su semblante, que no tenía ya aspecto de hombre;
pero muchos pueblos se llenaron de asombro. Ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que
nunca se les había contado y comprenderán lo que nunca se habían imaginado.
¿Quién habrá de creer lo que hemos anunciado? ¿A quién se le revelará el poder del Señor? Creció en su
presencia como planta débil, como una raíz en el desierto.
No tenía gracia ni belleza. No vimos en él ningún aspecto atrayente; despreciado y rechazado por los
hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento; como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y
desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo tuvimos por leproso, herido por
Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el
castigo que nos trae la paz. Por sus llagas hemos sido curados.
Todos andábamos errantes como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos
nuestros crímenes. Cuando lo maltrataban, se humillaba y no abría la boca, como un cordero llevado a
degollar; como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Inicuamente y contra toda justicia se lo llevaron. ¿Quién se preocupó de su suerte? Lo arrancaron de la
tierra de los vivos, lo hirieron de muerte por los pecados de mi pueblo, le dieron sepultura con los
malhechores a la hora de su muerte, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá a sus
descendientes, prolongará sus años y por medio de él prosperarán los designios del Señor. Por las fatigas
de su alma, verá la luz y se saciará; con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con los
crímenes de ellos.
Por eso le daré una parte entre los grandes, y con los fuertes repartirá despojos, ya que indefenso se
entregó a la muerte y fue contado entre los malhechores, cuando tomó sobre sí las culpas de todos e
intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Del salmo 30

R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado. En tus manos encomiendo mi espíritu, y tú, mi
Dios leal, me librarás. R.

Se burlan de mí mis enemigos, mis vecinos y parientes de mí se espantan, los que me ven pasar huyen de
mí. Estoy en el olvido, como un muerto, como un objeto tirado en la basura. R.

Pero yo, Señor, en ti confío. Tú eres mi Dios, y en tus manos está mi destino. Líbrame de los enemigos
que me persiguen. R.

Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo y sálvame, por tu misericordia. Sean fuertes y valientes de corazón,
ustedes, los que esperan en el Señor. R.
SEGUNDA LECTURA
Aprendió a obedecer y se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.

De la carta a los hebreos 4, 14-16; 5, 7-9

Hermanos: Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote, que ha entrado en el cielo. Mantengamos
firme la profesión de nuestra fe. En efecto, no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de
compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que
nosotros, excepto el pecado. Acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para
recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno.
Precisamente por eso, Cristo, durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas con fuertes voces y
lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el
Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación
eterna para todos los que lo obedecen.
Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Flp 2, 8-9


R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso
Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

7. Finalmente se lee la Pasión del Señor, según san Juan. Recuérdese que no se llevan ciriales ni
incienso, ni se hace al principio el saludo, ni se signa el libro. La lectura la hace un ministro. Puede ser
hecha por lectores, reservando al ministro, la parte correspondiente a Cristo.

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN


18, 1-19, 42
Ciclos A, B, C
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LL

La señal de la cruz, +, se refiere a Cristo; la C, al cronista, y la S, a la sinagoga.


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C En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto,
y entraron allí Él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a
menudo allí con sus discípulos. Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos
sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo
que iba a suceder, se adelantó y les dijo:
+ "¿A quién buscan?".
C Le contestaron:
S "A Jesús, el nazareno".
C Les dijo Jesús:
+ "Yo soy".
C Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles 'Yo soy', retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús
les volvió a preguntar:
+"¿A quién buscan?".
C Ellos dijeron:
S "A Jesús, el nazareno".
C Jesús contestó:
+ "Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan".
C Así se cumplió lo que Jesús había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me diste". Entonces
Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja
derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ "Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?".
C El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron
primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado
a los judíos este consejo: "Conviene que muera un solo hombre por el pueblo". Simón Pedro y otro
discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el
palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el
conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a
Pedro:
S "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?".
C Él dijo:
S "No lo soy".
C Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También
Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y
de su doctrina. Jesús le contestó:
+ "Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la
sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a
escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo
que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho".
C Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole:
S "¿Así contestas al sumo sacerdote?".
C Jesús le respondió:
+ "Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se
debe, ¿por qué me pegas?".
C Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y
le dijeron:
S “¿No eres tú también uno de sus discípulos?”
C Él lo negó diciendo:
S “No lo soy”.
C Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le
dijo:
S "¿Qué no te vi yo con Él en el huerto?".
C Pedro volvió a negarlo y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio.
Era
muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena
de Pascua. Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo:
S "¿De qué acusan a este hombre?".
C Le contestaron:
S "Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído".
C Pilato les dijo:
S "Pues llévenselo y júzguenlo según su ley".
C Los judíos le respondieron:
S "No estamos autorizados para dar muerte a nadie".
C Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en
el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S "¿Eres tú el rey de los judíos?".
C Jesús le contestó:
+ "¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?".
C Pilato le respondió:
S "¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí.
¿Qué es lo que has hecho?".
C Jesús le contestó:
+ "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores
habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es
de aquí".
C Pilato le dijo:
S "¿Conque tú eres rey?".
C Jesús le contestó:
+ "Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad.
Todo el que es de la verdad, escucha mi voz".
C Pilato le dijo:
S "¿Y qué es la verdad?".
C Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:
S "No encuentro en Él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en
libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?".
C Pero todos ellos gritaron:
S "¡No, a ése no! ¡A Barrabás!"
C (El tal Barrabás era un bandido). Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados
trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura
y, acercándose a Él, le decían:
S "¡Viva el rey de los judíos!".
C Y le daban de bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S "Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en Él ninguna culpa".
C Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S "Aquí está el hombre".
C Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron:
S "¡Crucifícalo, crucifícalo!".
C Pilato les dijo:
S "Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en Él".
C Los judíos le contestaron:
S "Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado hijo de
Dios".
C Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S "¿De dónde eres tú?".
C Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces:
S "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para
crucificarte?".
C Jesús le contestó:
+ "No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por
eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor".
C Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S "¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!”
C Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado"
(En hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los
judíos:
S "Aquí tienen a su rey".
C Ellos gritaron:
S "¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!".
C Pilato les dijo:
S "¿A su rey voy a crucificar?".
C Contestaron los sumos sacerdotes:
S "No tenemos más rey que el César".
C Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y Él, cargando con la cruz, se dirigió
hacia el sitio llamado "la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con Él a
otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la
cruz; en él estaba escrito: "Jesús el nazareno, el rey de los judíos". Leyeron el letrero muchos judíos,
porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces
los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:
S "No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy rey de los judíos".
C Pilato les contestó:
S "Lo escrito, escrito está".
C Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada
soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Por
eso se dijeron:
S "No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca".
C Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso
hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de
Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a
su madre:
+ "Mujer, ahí está tu hijo".
C Luego dijo al discípulo:
+ "Ahí está tu madre".
C Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él. Después de esto, sabiendo Jesús que todo
había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ "Tengo sed".
C Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una
caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo:
+ "Todo está cumplido".
C E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
(Aquí se arrodillan todos y guardan silencio por unos instantes)

C Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los
ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a
Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con
él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los
soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.
El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y Él sabe que dice la verdad, para que
también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: ‘No le quebrarán
ningún hueso’; y en otro lugar la Escritura dice: ‘Mirarán al que traspasaron’.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió a
Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de
mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se
acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un
sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la
preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús.
Palabra del Señor.

9. Después de la lectura de la Pasión; el ministro dice una breve reflexión, después de la cual puede
exhortar a los fieles a orar durante un breve espacio de silencio.

REFLEXION:
- I - La centralidad de la cruz
Hoy entramos de lleno en el Triduo Pascual, ya inaugurado a modo de prólogo con la Eucaristía
vespertina de ayer. Lo hacemos dirigiendo nuestra mirada hacia la cruz de Cristo.
El Viernes y el Sábado no tienen Eucaristía: se celebran, junto con el Domingo, como un único día, y la
Eucaristía central de los tres días es la de la Vigilia, en la que afirmaremos que "Cristo Nuestra Pascua, ha
sido inmolado" (prefacio). O sea, aquella noche no celebramos sólo la resurrección de Jesús, sino también
su inmolación en la cruz, como un acontecimiento único en dos etapas.
El Viernes, y también a ser posible el Sábado, se vive austeramente, con el ayuno llamado "pascual", que
no tiene color penitencial, sino de inicio de la Pascua.
El esquema de la celebración de hoy, que es una liturgia de la Palabra seguida de la adoración de la cruz y
de la comunión, es muy sencillo y de un contenido impresionante:
- después de una entrada austera, sin canto, y con una postración contemplativa,
- pasamos a escuchar las lecturas bíblicas, sobre todo la Pasión, que en este día es cada año la de san Juan,
- la Palabra termina, después de la homilía, con la Oración Universal, hoy con más solemnidad, pidiendo a
Dios, precisamente el día de la muerte de nuestro Sacerdote e Intercesor, que su salvación alcance a toda
la humanidad;
- a continuación realizamos un gesto simbólico muy expresivo: después de mostrar solemnemente la cruz
de Cristo, la adoramos con la genuflexión y el beso, que significan nuestra gratitud y admiración;
- y, aunque hoy no haya Eucaristía, desde 1955 sí podemos participar en la comunión del Cuerpo de Cristo
que se consagró expresamente para hoy en la Eucaristía del Jueves. En los primeros siglos nadie
comulgaba en este Viernes, ya que no se celebra la Eucaristía; el ayuno de este día era también ayuno de
Eucaristía; luego, durante siglos, comulgó sólo el sacerdote; fue Pío XII, quien en su reforma de la
Semana Santa, introdujo la posibilidad de que la comunidad participara hoy del Cuerpo de Cristo.
Como dice J. Castellano en su presentación de este día, las etapas de esta celebración son la Pasión
proclamada (en las lecturas), la Pasión invocada (en la oración universal), la Pasión venerada (en el gesto
de la adoración de todos) y la Pasión comunicada (en la comunión eucarística).
Todo el día de hoy (y el de mañana) preside los lugares de culto la cruz del Salvador, centro de la atención
de los fieles, como en la tarde-noche de ayer Jueves lo fue la Eucaristía.

Isaías 52,13 - 53,12. Él fue traspasado por nuestras rebeliones


Las lecturas apuntan claramente a la muerte salvadora de Cristo. Empezando por el cuarto cántico del
Siervo (el domingo de Ramos leímos el 3o, y entre semana también los otros dos), el poema que
directamente canta la actitud de entrega del Siervo hasta la muerte.
La descripción del Siervo que carga con los males de la humanidad es en verdad dramática: "despreciado
y desestimado... él soportó nuestros sufrimientos... leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por
nuestras rebeliones".
El salmo que acompaña a esta lectura parece como un eco del cántico de Isaías, expresando el dolor del
justo -"soy la burla de mis enemigos"- y, a la vez, su confianza: "pero yo confío en ti, Señor, haz brillar tu
rostro sobre tu siervo". Repetimos como antífona las palabras que los evangelistas ponen en labios de
Cristo en la cruz: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu".

Hebreos 4,14-16; 5,7-9. Aprendió a obedecer y se ha convertido en auto de salvación eterna


El autor de la carta a los Hebreos anima a sus lectores a la perseverancia en su seguimiento de Cristo. Para
ello les propone el ejemplo de Jesús en su hora más crítica, la Pasión, en la que realiza la misión
anunciada del Siervo.
El argumento que aduce es que "no tenemos un Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras
flaquezas", porque las ha experimentado él mismo en su propia carne. Describe la crisis de Jesús ante su
muerte con palabras más expresivas todavía que las de los evangelistas (que hablaban de tristeza, miedo,
pavor y tedio), cuando dice que "a gritos y con lágrimas presentó oraciones y súplicas al que podía
salvarlo de la muerte" y, "a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer". También dice que fue
escuchado en su petición: no porque se le libró de la muerte antes, sino después de experimentarla.

Juan 18,1 - 19,42. Pasión de Nuestro Señor Jesucristo


El Viernes Santo leemos cada año la Pasión según Juan, mientras que el domingo de Ramos se van
alternando los otros tres evangelistas. De nuevo, hoy, una lectura pausada, expresiva, de la Pasión es el
momento culminante de la celebración de la Palabra. La comunidad cristiana queda siempre impresionada
por este relato del camino de Cristo a la cruz.
La escena queda interrumpida en el punto más bajo del camino pascual de Cristo: la crucifixión, la muerte
y la sepultura. El relato se completará en la noche de Pascua con la resurrección.
-II- La gran lección de la cruz
Juan termina su relato con las palabras del profeta Zacarías: "mirarán al que traspasaron". Nosotros
miramos hoy impresionados a ese Cristo clavado en la cruz, el mismo a quien Pilato presentó al pueblo
diciendo: "ahí tenéis al hombre" ("ecce homo"). Ahí está: perseguido como un criminal, calumniado,
torturado física y moralmente, en medio de dos malhechores, ante las burlas de los circunstantes. Las
lecturas nos ayudan a entender la profundidad de este acontecimiento.
Hoy dedicamos particular atención a la muerte de Cristo, el primer acto del "tránsito" o del "paso"
pascual. La celebración la hacemos con vestiduras rojas, el color de la sangre, por la muerte del primer
Mártir, Cristo Jesús. No estamos de luto, sino que, en una celebración sobria e intensa, contemplamos
con fe y admiración la entrega generosa de Cristo en solidaridad con el género humano.
Las lecturas nos presentan la teología del dolor de Cristo, como el Siervo que ha cargado sobre sus
hombros el mal de toda la humanidad, como el que, enviado por Dios para salvarnos, aunque con gritos y
lágrimas deseara ser librado de la muerte, obedeció hasta el final, experimentando en sí mismo todo el
dolor que puede sufrir una persona. Dios nos salva asumiendo él con su propio dolor el desfase que se da
entre su plan salvador y nuestra debilidad. Es el pensamiento que desarrolló con densidad teológica Juan
Pablo II en su carta apostólica "Salvifici doloris" ("el sentido cristiano del dolor") de 1984.

También el dolor de la humanidad


Los textos de hoy apuntan también al dolor de toda la humanidad. En la cruz de Cristo se puede decir que
están representados todos los que han sufrido antes y después de él: los que son tratados injustamente, los
enfermos y desvalidos, los que no han tenido suerte en la vida, los que sufren los horrores de la guerra, del
hambre o de la soledad, los crucificados de mil maneras. También en nuestro caso el dolor, como en el de
Cristo, puede tener valor salvífico, aunque no acabemos de entender todo el sentido del plan salvador de
Dios.
Dios no está ajeno a nuestra historia. No es un Dios impasible. Por medio de su Hijo ha querido
experimentar lo que es sufrir, llorar y morir. Nos ha salvado desde dentro. Cristo no sólo ha sufrido por
nosotros, sino con nosotros y como nosotros. No nos ha salvado desde la altura, sino que ha asumido
nuestro dolor. Es un ejemplo, como quiere el autor de la carta a los Hebreos, para todos los que se sienten
cansados en su camino de fe y tentados de dimitir: el ejemplo palpitante de este Cristo que camina hacia
la cruz y que es "capaz de compadecerse de nuestras debilidades, porque ha sido probado en todo
exactamente como nosotros, menos en el pecado".
El salmo de hoy, al final, nos invitaba a todos los que experimentamos alguna vez el dolor y el desánimo:
"sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor". Con el ejemplo de la pasión y muerte de
Cristo, tenemos más motivos todavía para aceptar en nuestras vidas el misterio del dolor y del mal.
El Catecismo del 1992 lo expresa bien: "Jesús, aun siendo Hijo, con lo que padeció, experimentó la
obediencia. ¡Con cuánta más razón la deberemos experimentar nosotros, criaturas y pecadores, que hemos
llegado a ser hijos de adopción en él! Pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo
para cumplir su voluntad, su designio de salvación para la vida del mundo. Nosotros somos radicalmente
impotentes para ello, pero unidos a Jesús y con el poder de su Espíritu Santo, podemos poner en sus
manos nuestra voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que agrada al
Padre" (CCE 2825).

Pero con la esperanza de la vida


Pero hoy no celebramos sólo la cruz. Celebramos la totalidad del misterio pascual. El Viernes es ya
"Pascua": la Pascua del Crucificado. Aunque pongamos énfasis en la primera etapa del único movimiento
pascual, la muerte, los textos de hoy nos invitan ya a mirar hacia delante, hacia la resurrección. Ese Cristo
muerto en la cruz resucitará por el poder de Dios, y el destino de gloria que le espera a él es también el
que nos espera a nosotros.
Las oraciones de hoy hablan también de la resurrección. Pedimos a Dios su protección, ya que "Jesucristo
tu Hijo, a favor nuestro instituyó por medio de su sangre el misterio pascual" (oración inicial). En la
poscomunión afirmamos: "nos has renovado con la gloriosa muerte y resurrección de Jesucristo". En la
oración sobre el pueblo, se dice que esta comunidad "ha celebrado la muerte de tu Hijo con la esperanza
de su santa resurrección". Es lo correspondiente a lo que diremos en el prefacio de la Noche Pascual: "en
esta noche en que Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado". Aquella noche no celebramos sólo la
resurrección, sino también la inmolación de Cristo, el misterio pascual entero.
También las lecturas dejan abierta la puerta de la esperanza. La de Isaías asegura que este Siervo que
"tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores... que justifica a muchos cargando con los
crímenes de ellos", luego "verá su descendencia y prolongará sus años".
También para la carta a los Hebreos, después del momento crítico de Jesús en su dolor, que terminó en la
obediencia y en la entrega de la cruz, cambia el panorama: "y llevado a la consumación, se ha convertido
para todos los que obedecen en autor de salvación eterna".
La muerte de Jesús se celebra con seriedad, pero con aire de victoria. Durante el gesto de la adoración de
la cruz, se cantan antífonas como esta: "tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y
glorificamos. Por el madero ha venido la alegría al mundo", o cantos como "Victoria, tú reinarás". Uno de
los himnos clásicos del Viernes Santo es el "Vexilla Regis prodeunt", "los estandartes del Rey avanzan".
Según el Misal Romano, en su tercera edición de 2002, también se puede cantar, durante esta adoración,
el Stabat Mater dolorosa, porque la Madre es la mejor maestra en nuestra sintonía con el dolor de Cristo
Jesús.
Lo que celebramos hoy da sentido también a nuestros momentos de dolor y fracaso. No se nos ha
asegurado que los que creemos en Jesús nos veremos libres de dificultades, o de la enfermedad y la
soledad y el fracaso y la muerte. Pero sí se nos ofrece luz y fuerza para que nuestra vivencia de todos esos
momentos sea en sintonía con Cristo. Aunque no entendamos del todo el misterio del mal o de la muerte,
no es en vano, sino que tiene una fuerza salvadora y pascual, hacia la nueva vida que Dios nos prepara.
Ese Cristo clavado en la cruz, que dedica palabras de perdón a sus vecinos condenados con él y ofrece su
vida al Padre, es nuestro modelo más vivo y convincente. Cuando hoy besamos la cruz, en signo de
adoración a Cristo, le pedimos también que nos enseñe a llevar la nuestra, nuestra pequeña o gran cruz,
con la misma entereza con que él la cargó sobre sus hombros.

Otra Opción: Hoy no se celebra la Eucaristía porque el ambiente festivo de su celebración no va de acuerdo con el
acontecimiento que es centro de la atención de la comunidad cristiana el Viernes Santo: la muerte de su Señor. Se
celebra una “acción litúrgica”, dominada por la cruz, manifestación luminosa del amor divino llevado hasta la
locura.
El profeta Isaías describe al Siervo del Señor en el momento en que lleva a cabo su misión de liberar al pueblo de
sus pecados: como Cordero inocente, cargado con los pecados de su pueblo, él se deja llevar silenciosamente al
matadero. De su muerte libremente aceptada brota la justificación de muchos. Los modos con que Dios lleva a
delante sus proyectos nos desconciertan. La omnipotencia renuncia a imponerse con la fuerza y se vuelve
impotencia.
Jesús muere en el momento en que se inmolan en el Templo los corderos destinados a la celebración de la Pascua
Judía. Del costado traspasado de Jesús brota la sangre con que son misteriosamente marcados quienes pertenecen al
nuevo pueblo, quienes son salvados por Dios (cfr. Ex 12, 7.13). Cristo crucificado es, por lo tanto, el verdadero
Cordero pascual, “nuestra Pascua” inmolada (cfr. 1 Cor 5,7). Es “verdadero” porque es la verdadera realidad que
expresaban los sacrificios antiguos: la alianza con Dios y nuestra participación en su proyecto de salvación.
La pasión de Jesús es en verdad una “pasión gloriosa”, porque el Padre da ya en ella su respuesta, que transforma la
derrota en victoria: “Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). La Cruz se vuelve
así el corazón del mundo. Desde allí se elevó al Padre la oración de Cristo por la salvación de todos. Uniéndose a
esta acción sacerdotal de su Señor, también la Iglesia eleva su “oración universal”: todo se reúne bajo la Cruz;
porque sólo en este misterio de muerte y resurrección pueden encontrar solución los problemas y los dramas que
llenan la historia de la Iglesia y de la humanidad.
La Comunión eucarística, con que se concluye la acción litúrgica, nos hace partícipes de la muerte gloriosa de
Cristo y de sus frutos. Nos hace entrar en la alianza sellada con la sangre del Cordero y acoger al Espíritu que
brotó del costado de Cristo. Nos admite a participar ya desde ahora en las bodas del Cordero, que tendrán su
pleno cumplimiento en la fiesta del cielo (cfr. Apoc 19,7-9).
Oración universal
10. La Liturgia de la Palabra se termina con la oración universal, que se hace de esta manera: el
ministro laico, de pie, en el ambón, dice la invitación, en la cual expresa su intención por la que se va a
orar. Enguida oran todos en silencio durante un breve espacio de tiempo, y luego el ministro de pie, dice
la oración con las manos juntas.

Los fieles pueden permanecer arrodillados o de pie, durante todo el tiempo de la oración.

11. Antes de las oraciones del ministro pueden utilizarse las invitaciones tradicionales: Nos ponemos de
rodillas- Nos ponemos de pie; en ese caso, los fieles se arrodillan en silencio durante la súplica.

12. En grave necesidad pública, el Ordinario del lugar puede permitir o mandar que se añada alguna
intención especial.

I. Por la santa Iglesia


Oremos, queridos hermanos, por la santa Iglesia de Dios, para que nuestro Dios y Señor le conceda la paz
y la unidad, y se digne protegerla en toda la tierra y nos conceda glorificarlo, como Dios Padre
omnipotente, con una vida pacífica y serena.

Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el ministro:

Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo revelaste tu gloria a todas las naciones, conserva la obra de tu
misericordia, para que tu Iglesia, extendida por toda la tierra, persevere con fe inquebrantable en la
confesión de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

II. Por el Papa


Oremos también por nuestro Santo Padre, el Papa N., para que Dios nuestro Señor, que lo escogió para al
orden de los obispos, lo conserve a salvo y sin daño para bien de su santa Iglesia, a fin de que pueda
gobernar al pueblo santo de Dios.

Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el ministro:

Dios todopoderoso y eterno, cuya sabiduría gobierna el universo, atiende favorablemente nuestras
súplicas y protege con tu amor al Papa que nos diste, para que el pueblo cristiano, que tú mismo
pastoreas, progrese bajo su cuidado en la firmeza de su fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

III. Por el pueblo de Dios y sus ministros


Oremos también por nuestro obispo N., por todos los obispos, presbíteros y diáconos de la Iglesia, y por todo
el pueblo santo de Dios.

Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el ministro:

Dios todopoderoso y eterno, que con tu Espíritu santifica y gobierna a toda la Iglesia, escucha nuestras
súplicas por tus ministros, para que, con la ayuda de tu gracia, te sirvan con fidelidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
IV. Por los catecúmenos.
Oremos también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nuestro Señor los ilumine
interiormente, les abra los oídos de sus corazones y les manifieste su misericordia, y para que, mediante el
bautismo se les perdonen sus pecados y queden incorporados a Cristo, Señor nuestro.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el ministro:
Dios todopoderoso y eterno, que sin cesar concedes nuevos hijos a tu Iglesia, acrecienta la fe y el
conocimiento a los (nuestros) catecúmenos, para que, renacidos en la fuente bautismal, se cuenten entre
tus hijos de adopción.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

V. Por la unidad de los cristianos.


Oremos también por todos los hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor se digne
congregar y custodiar en la única Iglesia a quienes procuran vivir en la verdad.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el ministro:
Dios todopoderoso y eterno, que reúnes a los que están dispersos y los mantienes en la unidad, mira
benignamente la grey de tu Hijo, para que, a cuantos están consagrados por el único bautismo, también los
una la integridad de la fe y los asocie el vínculo de la caridad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

VI. Por los judíos.


Oremos también por los judíos, para que a quienes Dios nuestro Señor habló primero, les conceda
progresar continuamente en el amor de su nombre y en la fidelidad a la alianza.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el ministro:
Dios todopoderoso y eterno, que confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia, oye compasivo
los ruegos de tu Iglesia, para que el pueblo que adquiriste como tuyo, merezca llegar a la plenitud de la
redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

VII. Por los que no creen en Cristo.


Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan ellos
encontrar el camino de la salvación.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el ministro:
Dios todopoderoso y eterno, concede a quienes no creen en Cristo que, caminando en tu presencia con
sinceridad de corazón, encuentren la verdad; y a nosotros concédenos crecer en el amor mutuo y en el
deseo de comprender mejor los misterios de tu vida, a fin de que seamos testigos cada vez más auténticos
de tu amor en el mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

VIII. Por los que no creen en Dios.


Oremos también por los que no admiten a Dios, para que por la rectitud y sinceridad lo que es recto,
merezcan llegar hasta él.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el ministro:
Dios todopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres para que deseándote te busquen y para que al
encontrarte, descansen en ti, concédenos que, en medio de sus dificultades de este mundo, al ver los signos de
tu amor y el testimonio de las buenas obras de los creyentes, todos los hombres se alegren al confesarte como
único Dios verdadero y Padre de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

IX. Por los gobernantes.


Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, para que Dios nuestro Señor guíe sus mentes
y corazones, según su voluntad providente, hacia la paz verdadera y la libertad de todos.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el ministro:
Dios todopoderoso y eterno, en cuyas manos están los corazones de los hombres y los derechos de las
naciones, mira con bondad a nuestros gobernantes, para que, con tu ayuda, se afiance en toda la tierra un
auténtico progreso social, una paz verdadera y una verdadera libertad religiosa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

X. Por los que se encuentran en alguna tribulación.


Oremos, hermanos muy queridos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todos los
errores, aleje las enfermedades, alimente a los que tienen hambre, libere a los encarcelados y haga justicia
a los oprimidos, conceda seguridad a los que viajan, un buen retorno a los que se hallan lejos del hogar, la
salud a los enfermos y la salvación a los moribundos.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el ministro:
Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los afligidos y fortaleza de loa que sufren, escucha a los que te
invocan en su tribulación, para que todos experimenten en sus necesidades la alegría de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

Segunda parte

ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ


14. Terminada la oración universal, se hace la adoración solemne de la santa Cruz. De las dos formas
que se proponen a continuación para la presentación de la cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada
conforme a las necesidades pastorales.

Presentación de la Santa Cruz

Primera forma
15. El ministro, se dirige a la sacristía, de donde se trae procesionalmente la Cruz, cubierta con un velo
morado. Se dirige a través de la Iglesia hasta el centro del presbiterio, acompañado de so acólitos con
velas encendidas.
El ministro, de pie ante el altar, de cara al pueblo, recibe la cruz, descubre un poco su extremo superior,
la eleva y canta: Miren el árbol de la Cruz , ayudado en el canto, si es necesario por el coro. Todos
responden: Vengan y adoremos. Terminado el canto, todos se arrodillan y adoran en silencio, durante
unos instantes, la Cruz que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.
Ministro: Miren el árbol de la Cruz, donde estuvo clavado el Salvador del mundo.
R/. Vengan y adoremos.
Enseguida el ministro descubre el brazo derecho de la Cruz y, elevándola de nuevo, comienza a cantar (en el
mismo tono que antes): Miren el árbol de la Cruz, y se prosigue como la primera vez.

Finalmente descubre por completo la Cruz y, volviéndola a elevar; comienza por tercera vez: Miren el árbol
de la Cruz, como la primera vez.

Segunda Forma
16. El ministro, va a la puerta de la iglesia, juntamente con otros ministros. Ahí recibe la cruz ya descubierta,
los ministros toman los ciriales encendidos, y todos avanzan en procesión hacia el presbiterio. Cerca de la
puerta de la Iglesia, el que lleva la Cruz la levanta y canta: Miren el árbol de la Cruz. Vengan y adoremos,
se arrodillan después de la respuesta, y adoran un momento en silencio. Esto mismo se repite a la mitad de la
iglesia y a la entrada del presbiterio. (Se canta las tres veces en el mismo tono).

Adoración de la santa Cruz


17. Enseguida, el ministro, acompañado de dos personas con velas encendidas, lleva la Cruz hasta la entrada
del presbiterio o hasta un lugar apto y la coloca ahí o la entrega a los ministros para que la sostengan, y se
colocan las velas a la derecha y a la izquierda de la Cruz.

18. Para la adoración de la Cruz, se acerca primero el ministro celebrante, habiéndose quitado el calzado, si
es oportuno. Enseguida se acercan, a la manera de una procesión, los ministros laicos y los fieles, y adoran la
Cruz, haciendo delante de ella una genuflexión simple o algún otro signo de veneración, según la costumbre
del lugar, por ejemplo, besando la Cruz.

19. Expóngase solamente una Cruz a la adoración de los fieles. Si por el gran número de asistentes no todos
pudieran acercarse, el ministro, después de que una parte de los fieles hayan hecho adoración, toma la Cruz
y de pie ante el altar, invita a todo el pueblo con breves palabras a adorar la santa Cruz.

20. Mientras tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos, los Improperios, el himno Crux Fidelis, u otros
cánticos apropiados. Todos, conforme van terminando de adorar la Cruz, regresan a sus lugares y se sientan.

Cantos para la adoración de la santa Cruz


ANTÍFONA
Tu cruz adoramos, Señor,
tu santa resurrección alabamos y glorificamos,
pues del árbol de la Cruz
ha venido la alegría al mundo entero.
Cfr. Salmo 66, 2

Que el Señor se apiade de nosotros y nos bendiga,


que nos muestre su rostro radiante y misericordioso.

Se repite la antífona: Tu Cruz…


Improperios
Las partes que corresponden al primer coro se indican con el número 1; las que corresponden
al segundo, con el número 2; las que deben cantarse juntamente por los dos coros, con los números 1 y 2.
Algunos versos también pueden cantarse por dos cantores.

1 y 2. ¡Pueblo mío! ¿Qué mal te he causado,


o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.

1. ¿Por qué yo te saqué de Egipto,


tú le has preparado una cruz para tu Salvador?

2. ¡Pueblo mío! ¿Qué mal te he causado,


o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.

1. Hágios o Theós.
2. Santo Dios.
1. Hágios Ischyrós.
2. Santo fuerte.
1. Hágios Athánatos, eléison himás.
2. Santo inmortal, ten piedad de nosotros.
1 y 2. ¿Por qué yo te guié cuarenta años por el desierto,
te alimenté con el maná y te introduje en una tierra fértil,
tú le preparaste una cruz a tu Salvador.

1. Hágios o Theós.
2. Santo Dios.
1. Hágios Ischyrós.
2. Santo fuerte.
1. Hágios Athánatos, eléison himás.
2. Santo inmortal, ten piedad de nosotros.

1 y 2. ¿Qué más pude hacer; o qué dejé sin hacer por ti?
Yo mimos te elegí y te planté, hermosa viña mía,
pero tú te has vuelto áspera y amarga conmigo,
porque en mi sed me diste de beber vinagre,
y has plantado una lanza en el costado a tu Salvador.

1. Hágios o Theós.
2. Santo Dios.
1. Hágios Ischyrós.
2. Santo fuerte.
1. Hágios Athánatos, eléison himás.
2. Santo inmortal, ten piedad de nosotros.

21. Terminada la adoración, la Cruz es llevada a su lugar cerca del altar. Las velas encendidas se
colocan cerca del altar o sobre el mismo, o junto a la Cruz.
Tercera Parte
SAGRADA COMUNIÓN
22. Se extiende un mantel sobre el altar y se pone sobre él un corporal y el misal. Entre tanto, el ministro,
habiéndose colocado el paño de hombros, trae el Santísimo Sacramento del lugar de la reserva
directamente al altar, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros con candeleros
encendidos, acompañan al Santísimo Sacramento y depositan luego los candeleros junto al altar o sobre
él.
Después que el ministro, ha depositado el Santísimo Sacramento sobre el altar y ha descubierto el copón,
hace genuflexión.
23. A continuación el ministro, teniendo las manos juntas, dice con voz clara:

Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a


decir:
El ministro, con las manos juntas, dice junto con el pueblo:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

24. A continuación el ministro, con las manos juntas, dice en secreto:


Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que,
por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.

25. Enseguida hace genuflexión, toma una forma consagrada, la mantiene un poco elevada sobre el copón y
dice con voz clara, de cara al pueblo:

Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.


Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade una sola vez:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
26. y, vuelto hacia el altar, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo, diciendo en secreto: El Cuerpo
de Cristo.

27. Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la Comunión se puede cantar el salmo 21, u otro
canto apropiado.

28. Acabada la comunión, el ministro lleva el copón a algún lugar especialmente preparado fuera de la
iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el Sagrario.

29. Después el ministro dice: Oremos, y guardando, si lo cree oportuno, un breve silencio, dice la
oración después de la Comunión:
Dios todopoderoso y eterno,
que nos has redimido con la gloriosa muerte y resurrección de tu Hijo Jesucristo,
prosigue en nosotros la obra de tu misericordia,
para que, mediante nuestra participación en este misterio,
permanezcamos dedicados a tu servicio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
30. Para despedir al pueblo. El ministro, de pie y vuelto hacia el pueblo, y con las manos juntas, dice la
siguiente oración:

Envía, Señor, sobre este pueblo tuyo, que ha conmemorado la muerte de tu Hijo, en espera
de su resurrección, la abundancia de tu bendición; llegue a él tu perdón, reciba tu consuelo,
se acreciente su fe santa y se consolide su eterna redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

31. Y todos, haciendo genuflexión a la Cruz, se retiran en silencio.

32. Después de la celebración se desnuda el altar, dejando, sin embargo, sobre él la Cruz con dos o
cuatro candeleros.

33. Los que asistieron a esta solemne acción litúrgica de la tarde, no celebran la hora de vísperas.

SÁBADO SANTO
1.- Durante el Sábado Santo, la Iglesia permanece en ayuno y oración, junto al sepulcro
del Señor, meditando en su pasión y muerte, así como en su descenso al lugar de los
muertos, y esperando su resurrección.

2.- Manteniendo el altar enteramente desnudo, la Iglesia se abstiene de celebrar el


sacrificio de la Misa hasta que, después de la Vigilia solemne o espera nocturna de la
resurrección, se desborda la alegría pascual, cuya exuberancia inunda los cincuenta
días subsiguientes.

3.- Este día la sagrada Comunión puede administrarse sólo como viático.
TIEMPO PASCUAL

DOMINGO DE PASCUA DE LA RECURRECCIÓN DEL SEÑOR

VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA


1.- Según una tradición muy antigua, ésta es una noche de vigilia en honor del Señor (Ex 12,42). Los
fieles, llevando en la mano –según la exhortación evangélica (Lc 12,35-37)- lámparas encendidas, se
asemejan a quienes esperan el regreso de su Señor para que, cuando él vuelva, los encuentren vigilantes,
y los haga sentar a su mesa.

2.- La Vigilia de esta noche, la más grande y noble de todas las solemnidades, sea una sola en cada una
de las iglesias. Así esta celebración de la Vigilia se desarrolla de la siguiente manera: después de la
breve liturgia de la luz o “lucernario” y del Pregón pascual (primera parte de la Vigilia), la santa
Iglesia, llena de fe en las palabras y promesas del Señor, medita los portentos que él obró desde el
principio a favor de su pueblo (la segunda parte o liturgia de la palabra), y cuando el día está por llegar,
encontrándose ya acompañada de sus nuevos miembros, renacidos en el Bautismo (tercera parte), es
invitada a la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo por medio del memorial de su muerte y
resurrección, hasta que vuelva (cuarta parte).

3.- Toda la celebración de la Vigilia Pascual se debe hacer en la noche, de modo que no debe comenzar
antes del principio de la noche del sábado, ni terminar después del alba del domingo.

4.- La Misa de la Vigilia, aunque se celebre antes de la medianoche, es ya la Misa pascual del Domingo
de Resurrección.

5.- Quien participa en la Misa de la noche, puede comulgar también en la Misa del día. Quién celebra o
concelebra la Misa de la noche, puede celebrar o concelebrar también la Misa del día.
La Vigilia Pascual ocupa el lugar del Oficio de lectura.

6.- El diácono asiste como de costumbre al sacerdote. En su ausencia, su ministerio lo asume el


sacerdote.

7.- Prepárense suficientes velas para todos los fieles que participen en la Vigilia. Se apagan todas las
luces de la iglesia.
Primera parte
SOLEMNE INICIO DE LA VIGILIA, O “LUCERNARIO”
Bendición del fuego y preparación del cirio
8.- En un lugar adecuado, fuera de la iglesia, se prepara un fuego que llamee. Congregado ahí el pueblo,
llega el ministro con los acólitos. Uno de los ministros lleva el cirio pascual. No se usan ni la cruz
procesional, ni los ciriales.

Si las circunstancias no permiten encender el fuego fuera de la iglesia, todo este rito se desarrolla como
se indica en el n. 13.

9.- El ministro y los fieles se signan, mientras dice: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo, y enseguida saluda al pueblo, como de costumbre, le hace una breve monición sobre la
vigilia de la noche, con estas palabras u otras semejantes:

Hermanos:
En esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la vida, la Iglesia
invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración.
Conmemoremos, pues, juntos, la Pascua del Señor, escuchando su palabra y participando
en sus sacramentos, con la esperanza cierta de participar también en su triunfo sobre la
muerte y de vivir con él para siempre en Dios.
10.- Enseguida el ministro bendice el fuego, diciendo con las manos juntas:

Oremos
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo
comunicaste a tus fieles el fuego de tu luz,
santifica este fuego nuevo
y concédenos que, al celebrar las fiestas pascuales,
se encienda en nosotros el deseo de las cosas celestiales,
para que podamos llegar con un espíritu renovado
a las fiestas de la eterna claridad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
11.- Una vez bendecido el fuego nuevo, uno de los ministros lleva el cirio pascual ante el celebrante. Éste,
con un punzón, grava una cruz en el cirio. Después, traza sobre él, la letra griega Alfa y, debajo, la letra
Omega; entre los brazos de la cruz traza los cuatro números del año en curso, mientras dice:

1.- Cristo ayer y hoy,


Traza la línea vertical;
2.- Principio y fin,
Traza la línea horizontal
3.- Alfa
Traza la letra Alfa, arriba de la línea vertical;

4.- y Omega
Traza la letra omega, debajo de la línea vertical

5.- Suyo es el tiempo


Traza el primer número del año en curso,
en el ángulo superior izquierdo de la cruz;

6.- y la eternidad
Traza el segundo número del año en curso,
en el ángulo superior derecho.

7.- A él la gloria y el poder,


Traza el tercer número del año en curso,
en el ángulo inferior izquierdo.

8.- por los siglos de los siglos. Amén.


Traza el cuarto número del año en curso,
en el ángulo inferior derecho.

12.- Después de haber trazado la cruz y los demás signos el ministro puede incrustar en el cirio cinco
granos de incienso, en forma de cruz diciendo al mismo tiempo:

1.- Por sus santas llagas 1


2.- gloriosas
3.- nos proteja 4 2 5
4.- y nos guarde
5.- Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 3
_______________________________________________________________________________________________________________________________
13.- Cuando por alguna razón no se puede encender el fuego el fuego fuera de la iglesia, el rito se acomoda a las
circunstancias. El pueblo se reúne como de costumbre en la iglesia. El celebrante con los ministros, uno de los
cuales lleva el cirio pascual, se dirige a la puerta de entrada. El pueblo, en cuanto sea posible, se vuelve hacia el
ministro.
Hecho el saludo y la monición como se indica en el número 9, enseguida se bendice el fuego y se prepara el cirio
como se indica en los números 10-12.
_______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

14

14.- El celebrante enciende el cirio pascual con el fuego nuevo, diciendo (cantando):
Que la luz de Cris-to, re-su-ci-ta-do y glo-rio-so, di-si-pe
las ti-nie-blas de nues-tro co-ra-zón y de un-es-tro es-pí-ri-tu.

Procesión
15.- Encendido el cirio, uno de los ministros toma del fuego unos carbones ardientes y los coloca en el
turibulo, y el ministro, en la forma acostumbrada, pone el incienso. El ministro toma el cirio pascual y se
dispone a la procesión. El turiferario con el incensario humeante se coloca adelante del ministro que
lleva el cirio pascual. Sigue el ministro celebrante, luego el pueblo, que llevan todos en sus manos velas
apagadas.

En la puerta de la iglesia, el ministro se detiene y elevando el cirio, canta:


V. Luz de Cris – to.
Y todos responden:
R. De-mos gra-cias a Dios.
El ministro celebrante enciende su vela de la llama del cirio pascual.
16.- Enseguida el ministro avanza hasta la mitad de la iglesia, se detiene y elevando el cirio, canta por
segunda vez:
Luz de Cristo
Y todos responden
Demos gracias a Dios.
Todos encienden su vela de la llama del cirio pascual y avanzan.
17.- Al llegar ante el altar, el ministro, vuelto hacia el pueblo, eleva el cirio y canta por tercera vez.
Luz de Cristo
Y todos responden
Demos gracias a Dios.
A continuación el ministro pone el cirio pascual en el candelabro que está preparado junto al ambón o,
en medio del presbiterio.
Y entonces se pueden encender las luces de la iglesia, con excepción de las velas del altar (aunque es
preferible hacerlo hasta el momento del Gloria).

Pregón pascual
18.- Cuando el ministro llega al altar, se dirige a la sede, entrega su vela a un acolito, pone incienso en el
turibulo.
19.- Habiendo incensado el libro y el cirio, proclama el Pregón pascual desde el ambón o desde un atril.
Todos permanecen de pie, teniendo en sus manos las velas encendidas.
Cuando el Pregón pascual es proclamado por un cantor laico, se omiten las palabras Por eso, queridos
hermanos, hasta el final del invitatorio, así como el saludo: El Señor esté con ustedes.

Forma breve del Pregón pascual


Alégrense, por fin, los coros de los ángeles,
alégrense las jerarquías del cielo
y, por la victoria de rey tan poderoso,
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.
(V. El Señor esté con ustedes. R. Y con tu espíritu.)
V. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario


aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón,
a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Porque él ha pagado por nosotros


al eterno Padre la deuda de Adán,
y ha borrado con su sangre inmaculada,
la condena del antiguo pecado.

Porque éstas son las fiestas de Pascua,


en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.

Ésta es la noche en que sacaste de Egipto


a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie, sin mojarse, el Mar Rojo.

Ésta es la noche en que la columna de fuego


esclareció las tinieblas del pecado.

Ésta es la noche que a todos los que creen en Cristo,


por toda la tierra,
los arranca de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
los restituye a la gracia y los agrega a los santos.

Ésta es la noche en que,


rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.

¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!


¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!

Necesario fue el pecado de Adán,


que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados,
lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes.

¡Qué noche tan dichosa,


en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!

En esta noche de gracia,


acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino
de alabanza que la santa Iglesia te ofrece
en la solemne ofrenda de este cirio, obra de abejas.

Te rogarnos, Señor,
que este cirio, consagrado a tu nombre,
para destruir la oscuridad de esta noche,
arda sin apagarse y, aceptado como perfume,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
Jesucristo, tu Hijo,
que volviendo del abismo,
brilla sereno para el linaje humano
y vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Segunda parte
LITURGIA DE LA PALABRA
20.- En esta vigilia, “madre de todas las Vigilias”, se proponen nueve lecturas, siete del Antiguo Testamento y
dos del NT (la Epístola y el Evangelio), que deben ser leídas todas, siempre que sea posible, para conservar la
índole de la Vigilia, la cual exige que dure un tiempo prolongado.
21.- Sin embargo, donde lo pidan las circunstancias pastorales verdaderamente graves, puede reducirse el
número de lecturas del Antiguo Testamento; pero téngase siempre en cuenta que la lectura de la Palabra de
Dios, es parte fundamental de esta Vigilia Pascual. Deben leerse por lo menos tres lecturas del Antiguo
Testamento, tomadas de la Ley y de los Profetas, y cántense sus respectivos salmos responsoriales. Nunca se
omita la tercera lectura, tomada del capítulo 14 del Éxodo, con su cántico (las otras pueden ser la del Génesis
y la del profeta Ezequiel).
22.- Todos apagan sus velas y se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el ministro exhorta a la asamblea
con estas palabras u otras semejantes:
Hermanos, habiendo iniciado solemnemente la Vigilia Pascual, escuchemos con recogimiento la
palabra de Dios. Meditemos cómo, en la antigua alianza, Dios salvó a su pueblo y en la plenitud de los
tiempos, envió al mundo a su Hijo para que nos redimiera.
Oremos para que Dios lleve a su plenitud la obra de la redención realizada por el misterio pascual.
23.- Siguen luego las lecturas. Un lector va al ambón y proclama la lectura. Después el salmista o cantor,
dice el salmo, alternando con las respuestas del pueblo. Enseguida todos se levantan, el ministro dice:
Oremos, y, después de que todos han orado en silencio durante unos momentos, dice la oración que
corresponde a la lectura.
En lugar del salmo responsorial, se puede guardar un momento de silencio sagrado. En ese caso se omite
la pausa después del Oremos.

PRIMERA LECTURA**
Vio Dios lo que había hecho y lo encontró muy bueno.

Del libro del Génesis 1, 1-2, 2

E n el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos; y las tinieblas cubrían la faz
del abismo. El espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.
Dijo Dios: “Que exista la luz”, y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las
tinieblas. Llamo a la luz “día” y a las tinieblas, “noche”. Fue la tarde y la mañana del primer día.
Dijo Dios: “Que haya una bóveda entre las aguas, que se separe unas aguas de otras”. E hizo Dios una
bóveda y separó con ella las aguas de arriba, de las aguas de abajo. Y así fue. Llamó Dios a la bóveda
“cielo”. Fue la tarde y la mañana del segundo día.
Dijo Dios: “Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo lugar y que aparezca el suelo seco”. Y
así fue. Llamó Dios “tierra” al suelo seco y “mar” a la masa de las aguas. Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios: “Verdee la tierra con plantas que den semilla y árboles que den fruto y semilla, según su
especie, sobre la tierra”. Y así fue. Brotó de la tierra hierba verde, que producía semilla, según su especie,
y árboles que daban fruto y llevaban semilla, según su especie. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la
mañana del tercer día.
Dijo Dios: “Que haya lumbreras en la bóveda del cielo, que separen el día de la noche, señalen las
estaciones, los días y los años, y luzcan en la bóveda del cielo para iluminar la tierra”. Y así fue. Hizo
Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para regir el día y la menor, para regir la noche; y
también hizo las estrellas. Dios puso las lumbreras en la bóveda del cielo para iluminar la tierra, para regir
el día y la noche, y separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del
cuarto día.
Dijo dios: “Agítense las aguas con un hervidero de seres vivientes y revoloteen sobre la tierra las aves,
bajo la bóveda del cielo”. Creó Dios los grandes animales marinos y vivientes que en el agua se deslizan y
la pueblan, según su especie. Creó también el mundo de las aves, según sus especies. Vio Dios que era
bueno y los bendijo, diciendo: “Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas del mar; que las aves se
multipliquen en la tierra”. Fue la tarde y la mañana del quinto día.
Dijo Dios. “Produzca la tierra vivientes, según sus especies: animales domésticos. Reptiles y fieras. Según
sus especies”. Y así fue. Hizo Dios las fieras, los animales domésticos y los reptiles, cada uno según su
especie. Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine a los peces del mar, a las aves
del cielo, a los animales domésticos y a todo animal que se arrastra sobre la tierra”.
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen suya lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométala; dominen a los
peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”.
Y dijo Dios: “He aquí que les entrego todas las plantas de semilla que hay sobre la faz de la tierra, y todos
los árboles que producen frutos y semilla, para que les sirvan de alimento. Y a todas las fieras de la tierra,
a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todos los seres que respiran, también les doy
por alimento las verdes plantas”. Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno.
Fue la tarde y la mañana del sexto día.
Así quedaron el cielo y la tierra con todos sus ornamentos, y terminada su obra, descansó Dios el séptimo
día de todo cuanto había hecho.
Palabra de Dios.
O bien: forma breve
Del libro del Génesis 1, 1. 26-31
n el principio creó Dios el cielo y la tierra. Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y
E semejanza; que domine a los peces del mar, a las aves del cielo, a los animales domésticos y a todo
animal que se arrastra sobre la tierra”.
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen suya lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a
los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”.
Y dijo Dios: “He aquí que les entrego todas las plantas de semilla que hay sobre la faz de la tierra, y todos
los árboles que producen fruto y semilla, para que les sirvan de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a
todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todos los seres que respiran, también les doy por
alimento las verdes plantas”. Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL** Del salmo 103


R. Bendice al Señor, alma mía.
Bendice al Señor; alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza. Te vistes de belleza y majestad,
a luz te envuelve como un manto R.
Sobre bases inconmovibles asentaste la tierra para siempre. Con un vestido de mares la cubriste y las
aguas en los montes concentraste R.
En los valles haces brotar las fuentes, que van corriendo entre montañas; junto al arroyo vienen a vivir las
aves, que cantan entre las ramas. R.
Desde tu cielo riegas los montes y sacias la tierra del fruto de tus manos; haces brotar hierba para los
ganados y pasto para los que sirven al hombre. R.
¡Qué numerosas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría! La tierra está llena de tus criaturas.
Bendice al Señor, alma mía. R.
O bien:

Del salmo 32
R. La tierra llena está de tus bondades.
Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y el derecho, la tierra
llena está de sus bondades. R.
La palabra del Señor hizo los cielos y su aliento, los astros. Los mares encerró como en un odre y como en
una presa, los océanos. R.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor; dichoso el pueblo que escogió por suyo. Desde el cielo el Señor,
atentamente, mira a todos los hombres. R.
En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con
nosotros, puesto que en ti, hemos confiado. R.
Después de la primera lectura y su salmo:

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, que en todas las obras de tu amor te muestras admirable,
concede a quienes has redimido, comprender que el sacrificio de Cristo, nuestra Pascua, en
la plenitud de los tiempos, es una obra más maravillosa todavía que la misma creación del
mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
O bien : Creación del hombre.
Oremos.
Dios nuestro, que de modo admirable creaste al hombre y de modo más admirable aún lo redimiste,
concédenos sabiduría de espíritu, para resistir a los atractivos del pecado y poder llegar así a las alegrías
eternas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

SEGUNDA LECTURA
El sacrificio de nuestro patriarca Abraham.

Del libro del Génesis 22, 1-18


n aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: “Abraham, Abraham!” Él respondió:
E “Aquí estoy”. Y Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de
Moria y ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré”.
Abraham madrugó. Aparejó su burro, tomó consigo a dos de sus criados y a su hijo Isaac; cortó leña para
el sacrificio y se encaminó al lugar que Dios le había indicado. Al tercer día divisó a lo lejos el lugar, les
dijo entonces a sus criados: “Quédense aquí con el burro; yo iré con el muchacho hasta allá para adorar a
Dios y después regresaremos”.
Abraham tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac y tomó en su mano el fuego y el
cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a su padre Abraham: “¡Padre!” él respondió: “¿Qué
quieres, hijo?” El muchacho contestó: “Ya tenemos fuego y leña, ¿pero dónde está el cordero para el
sacrificio?” Abraham le contestó: “Dios nos dará el cordero para el sacrificio, hijo mío”. Y siguieron
caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que Dios le había señalado, Abraham levantó un altar y acomodó la leña. Luego
ató su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, encima de la leña, y tomó el cuchillo para degollarlo.
Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él contestó: “Aquí
estoy”. El ángel le dijo: “No descargues la mano contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios,
porque no le has negado a tu hijo único”.
Abraham levantó los ojos y vio un carnero, enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el carnero y lo
ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abraham puso por nombre a aquel sitio “el Señor provee”, por lo
que aún el día de hoy se dice: “el monte donde el Señor provee”.
El ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo y le dijo: “Juro por mí mismo, dice el Señor,
que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, yo te bendeciré y multiplicaré tu
descendencia como a las estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes conquistarán las
ciudades enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste
a mis palabras”.
Palabra de Dios.
O bien: forma breve
Del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18
n aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” ÉL respondió:
E “Aquí estoy”. Y Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de
Moria y ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré”.
Cuando llegaron al sitio que Dios le había señalado, Abraham levantó un alta y acomodó la leña. Luego
ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, encima de la leña, y tomó el cuchillo para degollarlo.
Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: “¡Abraham, Abraham! Él contestó: “Aquí estoy”.
El ángel le dijo: “No descargues la mano contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque
no le has negado a tu hijo único”: Abraham levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en
la maleza. Atrapó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo y le dijo: “Juro por mí mismo, dice el Señor,
que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, yo te bendeciré y multiplicaré tu
descendencia como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes conquistaran las
ciudades enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste
a mis palabras”.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Del Salmo 15


R. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre presente al
Señor y con Él a mi lado, jamás tropezaré. R.
Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la
muerte, ni dejarás que sufra yo la corrupción. R.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. R.
Después de la segunda lectura y el salmo:
Oremos.
Dios nuestro, excelso Padre de los creyentes, que por medio de la gracia de la adopción y por el
misterio pascual, sigues cumpliendo la promesa hecha a Abraham, de multiplicar su descendencia
por toda la tierra y de hacerlo el padre de todas las naciones, concede a tu pueblo responder
dignamente a la gracia de tu llamada.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

TERCERA LECTURA
Los israelitas entraron en el mar sin mojarse.
Del libro del Éxodo: 14, 15-15, 1

E n aquellos días, dijo el Señor a Moisés: "¿Por qué sigues clamando a mí? Diles a los israelitas que se
pongan en marcha. Y tú, alza tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los
israelitas entren en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los
persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de todo su ejército, de sus carros y jinetes.
Cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, de sus carros y jinetes, los egipcios sabrán que
yo soy el Señor".
El ángel del Señor, que iba al frente de las huestes de Israel, se colocó tras ellas. Y la columna de nubes
que iba adelante, también se desplazó y se puso a sus espaldas, entre el campamento de los israelitas y el
campamento de los egipcios. La nube era tinieblas para unos y claridad para otros, y así los ejércitos no
trabaron contacto durante toda la noche.
Moisés extendió la mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del
este, que secó el mar, y dividió las aguas. Los israelitas entraron en el mar y no se mojaban, mientras las
aguas formaban una muralla a su derecha y a su izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución y
toda la caballería del faraón, sus carros y jinetes, entraron tras ellos en el mar.
Hacia el amanecer, el Señor miró desde la columna de fuego y humo al ejército de los egipcios y sembró
entre ellos el pánico. Trabó las ruedas de sus carros, de suerte que no avanzaban sino pesadamente.
Dijeron entonces los egipcios: "Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto".
Entonces el Señor le dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar, para que vuelvan las aguas sobre los
egipcios, sus carros y sus jinetes". Y extendió Moisés su mano sobre el mar, y al amanecer, las aguas
volvieron a su sitio, de suerte que al huir, los egipcios se encontraron con ellas, y el Señor los derribó en
medio del mar. Volvieron las aguas y cubrieron los carros, a los jinetes y a todo el ejército del faraón, que
se había metido en el mar para perseguir a Israel. Ni uno solo se salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar. Las aguas les hacían muralla a derecha e
izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios, muertos en la
orilla del mar. Israel vio la mano fuerte del Señor sobre los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en
el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico al Señor:

SALMO RESPONSORIAL Éxodo 15


R. Alabemos al Señor por su victoria.
Cantemos al Señor, sublime es su victoria: caballos y jinetes arrojó en el mar. Mi fortaleza y mi canto es el
Señor, él es mi salvación; Él es mi Dios, y yo lo alabaré, es el Dios de mis padres, y yo le cantaré. R.
El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor. Precipitó en el mar los carros del faraón y a sus guerreros;
ahogó en el Mar Rojo a sus mejores capitanes. R.
El mar cayó sobre ellos; en las temibles aguas como plomo se hundieron. Extendiste tu diestra, Señor, y
se los tragó la tierra. R.
Tú llevas a tu pueblo para plantarlo en el monte que le diste en herencia, en el lugar que convertiste en tu
morada, en el santuario que construyeron tus manos. Tú, Señor, reinarás para siempre. R.
Después de la tercera lectura y el cántico:
Oremos.
Señor Dios, cuyos antiguos prodigios los percibimos resplandeciendo también en nuestros
tiempos, puesto que aquello mismo que realizó la diestra de tu poder para liberar a un solo pueblo
de la esclavitud del faraón, lo sigues realizando también ahora, por medio del agua del bautismo
para salvar a todas las naciones, concede que todos los hombres del mundo lleguen a contarse
entre los hijos de Abraham y participen de la dignidad del pueblo elegido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

CUARTA LECTURA
Con amor eterno se ha apiadado de ti tu redentor.
Del libro del profeta Isaías 54, 5-14

"E l que te creó, te tomará por esposa; su nombre es `Señor de los ejércitos'. Tu redentor es el Santo de
Israel; será llamado 'Dios de toda la tierra'. Como a una mujer abandonada y abatida te vuelve a
llamar el Señor. ¿Acaso repudia uno a la esposa de la juventud?, dice tú Dios.
Por un instante te abandoné, pero con inmensa misericordia te volveré a tomar. En un arrebato de ira te
oculté un instante mi rostro, pero con amor eterno me he apiadado de ti, dice el Señor, tu redentor.
Me pasa ahora como en los días de Noé: entonces juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la
tierra; ahora juro no enojarme ya contra ti ni volver a amenazarte. Podrán desaparecer los montes y
hundirse las colinas, pero mi amor por ti no desaparecerá y mi alianza de paz quedará firme para siempre.
Lo dice el Señor, el que se apiada de ti.
Tú, la afligida, la zarandeada por la tempestad, la no consolada: He aquí que yo mismo coloco tus piedras
sobre piedras finas, tus cimientos sobre zafiros; te pondré almenas de rubí y puertas de esmeralda y
murallas de piedras preciosas. Todos tus hijos serán discípulos del Señor, y será grande su prosperidad.
Serás consolidada en la justicia. Destierra la angustia, pues ya nada tienes que temer; olvida tu miedo,
porque ya no se acercará a ti".
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Del salmo 29
R. Te alabaré, Señor, eternamente.
Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte
y a punto de morir, me reviviste. R.
Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su
bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo. R.
Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré
por eso eternamente. R.
Después de la cuarta lectura y su salmo:
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, multiplica, en honor a tu nombre, cuanto prometiste a nuestros
padres en la fe y acrecienta la descendencia por ti prometida, mediante la santa adopción filial,
para que aquello que los antiguos patriarcas, no dudaron que habría de acontecer, tu Iglesia
advierta que ya está en gran parte cumplido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

QUINTA LECTURA
Vengan a mí y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza perpetua.
Del libro del profeta Isaías 55, 1-11

E sto dice el Señor: "Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero,
vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es
pan y el salario, en lo que no alimenta?
Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos. Préstenme atención, vengan a mí,
escúchenme y vivirán.
Sellaré con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David. Como a él lo puse por
testigo ante los pueblos, como príncipe y soberano de las naciones, así tú reunirás a un pueblo
desconocido, y las naciones que no te conocían acudirán a ti, por amor del Señor, tu Dios, por el Santo de
Israel, que te ha honrado.
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado abandone
su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y Él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico
en perdón.
Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos. Porque así como
aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus
pensamientos.
Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de
fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra
que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión".
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Isaías 12


R. El Señor es mi Dios y salvador.
El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza,
y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación. R.
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre
es sublime. R.
Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque
el Dios de Israel ha sido grande con ustedes. R.
Después de la quinta lectura y el cántico:
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, única esperanza del mundo, tú que anunciaste, por voz de los
profetas, los misterios que estamos celebrando esta noche, multiplica en el corazón de tu pueblo
los santos propósitos porque no podría ningún santo anhelo alcanzar crecimiento sin el impulso
que procede de ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

SEXTA LECTURA
Sigue el camino que te conduce a la luz del Señor.
Del libro del profeta Baruc 3, 9-15. 32-4, 4

E scucha, Israel, los mandatos de vida, presta oído para que adquieras prudencia. ¿A qué se debe, Israel,
que estés aún en país enemigo, que envejezcas en tierra extranjera, que te hayas contaminado por el
trato con los muertos, que te veas contado entre los que descienden al abismo?
Es que abandonaste la fuente de la sabiduría. Si hubieras seguido los senderos de Dios, habitarías en paz
eternamente. Aprende dónde están la prudencia, la inteligencia y la energía, así aprenderás dónde se
encuentra el secreto de vivir larga vida, y dónde la luz de los ojos y la paz. ¿Quién es el que halló el lugar
de la sabiduría y tuvo acceso a sus tesoros? El que todo lo sabe, la conoce; con su inteligencia la ha
escudriñado. El que cimentó la tierra para todos los tiempos, y la pobló de animales cuadrúpedos; el que
envía la luz, y ella va, la llama, y temblorosa le obedece; llama a los astros, que brillan jubilosos en sus
puestos de guardia, y ellos le responden: "Aquí estamos", y refulgen gozosos para aquel que los hizo. Él es
nuestro Dios y no hay otro como El; Él ha escudriñado los caminos de la sabiduría y se la dio a su hijo
Jacob, a Israel, su predilecto. Después de esto, ella apareció en el mundo y convivió con los hombres. La
sabiduría es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna; los que la guardan, vivirán, los que
la abandonan, morirán.
Vuélvete a ella, Jacob, y abrázala; camina hacia la claridad de su luz; no entregues a otros tu gloria, ni tu
dignidad a un pueblo extranjero. Bienaventurados nosotros, Israel, porque lo que agrada al Señor nos ha
sido revelado.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Del salmo 18


R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor y hacen
sabio al sencillo. R.
En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el corazón; son luz los preceptos del Señor para
alumbrar el camino. R.
La voluntad de Dios es santa y para siempre estable; los mandatos del Señor son verdaderos y
enteramente justos. R.
Más deseables que el oro y las piedras preciosas, las normas del Señor, y más dulces que la miel de un
panal que gotea. R.
Después de la sexta lectura y su salmo:
Oremos.
Dios nuestro, que haces crecer continuamente a tu Iglesia con hijos llamados de todos los pueblos,
dígnate proteger siempre con tu gracia a quienes ha purificado con el agua del baustimo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

SÉPTIMA LECTURA
Los rociaré con agua pura y les daré un corazón nuevo.
Del libro del profeta Ezequiel 36, 16-28

E n aquel tiempo, me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos: "Hijo de hombre, cuando los
de la casa de Israel habitaban en su tierra, la mancharon con su conducta y con sus obras; como
inmundicia fue su proceder ante mis ojos. Entonces descargué mi furor contra ellos, por la sangre que
habían derramado en el país y por haberlo profanado con sus idolatrías. Los dispersé entre las naciones y
anduvieron errantes por todas las tierras. Los juzgué según su conducta, según sus acciones los sentencié.
Y en las naciones a las que se fueron, desacreditaron mi santo nombre, haciendo que de ellos se dijera:
'Éste es el pueblo del Señor, y ha tenido que salir de su tierra'.
Pero, por mi santo nombre, que la casa de Israel profanó entre las naciones a donde llegó, me he
compadecido. Por eso, dile a la casa de Israel: 'Esto dice el Señor: no lo hago por ustedes, casa de Israel.
Yo mismo mostraré la santidad de mi nombre excelso, que ustedes profanaron entre las naciones.
Entonces ellas reconocerán que yo soy el Señor, cuando, por medio de ustedes les haga ver mi santidad.
Los sacaré a ustedes de entre las naciones, los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra. Los
rociaré con agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías.
Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de ustedes el corazón de piedra y
les daré un corazón de carne. Les infundiré mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos y guardar y
cumplir mis mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi pueblo y yo seré
su Dios' ".
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL*** De los salmos 41 y 42


R. Estoy sediento del Dios que da la vida.
Como el venado busca el agua de los ríos, así, cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío. R.
Del Dios que da la vida está mi ser sediento. ¿Cuándo será posible ver de nuevo su templo? R.
Recuerdo cuando íbamos a casa del Señor, cantando, jubilosos, alabanzas a Dios. R.
Envíame, Señor, tu luz y tu verdad; que ellas se conviertan en mi guía y hasta tu monte santo me
conduzcan, allí donde tú habitas. R.
Al altar del Señor me acercaré, al Dios que es mi alegría, y a mi Dios, el Señor, le daré gracias al compás
de la cítara. R.
Después de la séptima lectura y su salmo:
Oremos.
Dios de inmutable poder y eterna luz, mira propicio el admirable misterio de la Iglesia entera y
realiza serenamente, en virtud de tu eterno designio, la obra de la humana salvación; que todo
mundo vea y reconozca que los caídos se levantan, que se renueva lo que había envejecido y que,
por obra de Jesucristo, todas las cosas concurren hacia la unidad que tuvieron en el origen.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
O bien:
Oremos.
Señor Dios, que con las enseñanzas de ambos Testamentos nos instruyes para celebrar el
sacramento de la Pascua, haz que comprendamos la hondura de tu misericordia, para que los
dones que hoy recibimos afiancen en nosotros la esperanza de los bienes futuros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Terminada la oración de la última lectura del AT, con su salmo responsorial y la oración
correspondiente, se encienden las velas del altar. El ministro entona solemnemente el himno Gloria a
Dios en el cielo, que todos prosiguen, mientras se tocan las campanas, de acuerdo con las costumbres del
lugar.

Glo-ria a Dios en el cie-lo,


y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos, te bendecimos,
te adoramos, te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.
Terminado el himno, el ministro dice la Oración Colecta, como de ordinario.

Oremos.
Dios nuestro, que haces resplandecer esta noche
Con la gloria de la resurrección del Señor,
Aviva en tu Iglesia el espíritu de adopción filial,
para que, renovados en cuerpo y alma,
nos entreguemos fielmente a tu servicio.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de siglos.
R. Amén.
Enseguida un lector hace la lectura del Apóstol
EPÍSTOLA
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no morirá nunca.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos 6, 3-11

H ermanos: ¿No saben ustedes que todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del
bautismo, hemos sido incorporados a Él en su muerte? En efecto, por el bautismo fuimos sepultados
con Él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros llevemos una vida nueva.
Porque, si hemos estado íntimamente unidos a Él por una muerte semejante a la suya, también lo
estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que el
cuerpo del pecado quedara destruido, a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda
libre del pecado.
Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con Él; pues sabemos
que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no morirá nunca. La muerte ya no tiene dominio
sobre Él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios.
Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios.

Leída la Epístola, todos se ponen de pie, y el ministro entona solemnemente tres veces, elevando gradualmente su
voz, el Aleluya, que todos repiten. Si hace falta, un salmista canta el Aleluya.

A – le-lu - ya.
Luego un salmista o un cantor dice el salmo 117, al que el pueblo responde: Aleluya.

SALMO RESPONSORIAL Del salmo 117


R. Aleluya, aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: "Su
misericordia es eterna". R.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo,
para contar lo que el Señor ha hecho. R.
La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente. R.

El ministro, pone incienso en el turibulo. Para el Evangelio no se llevan ciriales, sino solamente el incienso.

EVANGELIO
Ciclo A
Ha resucitado e irá delante de ustedes a Galilea.
Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Mateo 28, 1-10
Transcurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron
a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y
acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba
como el relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se
pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: "No teman.
Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver
el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: 'Ha resucitado de entre
los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán'. Eso es todo".
Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a
los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron
los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: "No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se
dirijan a Galilea. Allá me verán".
Palabra del Señor.

Ciclo B
Jesús de Nazaret, que fue crucificado, resucitó.
Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Marcos 16, 1-7

T ranscurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, compraron
perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del
sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino decían unas a otras: “¿Quién nos quitará la piedra de la
entrada del sepulcro?” Al llegar, vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido en una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se
llenaron de miedo. Pero él les dijo: “No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No
está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirle a sus discípulos y a
Pedro: ‘Él irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como él les dijo’”.
Palabra del Señor.

Ciclo C
¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Lucas 24, 1-12

E l primer día después del sábado, muy de mañana, llegaron las mujeres al sepulcro, llevando los
perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra ya había sido retirada del sepulcro y
entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Estando ellas todas desconcertadas por esto, se les presentaron dos varones con vestidos resplandecientes.
Como ellas se llenaron de miedo e inclinaron el rostro a tierra, los varones les dijeron: “¿Por qué buscan
entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado. Recuerden que cuando estaba todavía en
Galilea les dijo: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea
crucificado y al tercer día resucite’”. Y ellas recordaron sus palabras.
Cuando regresaron del sepulcro, las mujeres anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás.
Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María (la madre de Santiago) y
las demás estaban con ellas. Pero todas estas palabras les parecían desvaríos y no les creían.
Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se asomó pero sólo vio los lienzos y se regresó a su casa, asombrado
por lo sucedido.
Palabra del Señor.
Después del Evangelio, no se omita la reflexión, aunque sea breve.

REFLEXIÓN: LA VIGILIA PASCUAL

- I - La madre de todas las vigilias

Después de un día transcurrido en la oración y el silencio, el Sábado, en torno al sepulcro del Señor, la
comunidad se reúne esta noche para la celebración principal de todo el año. Cambiamos de horario:
iniciamos la Vigilia después de caída la noche, para "velar" con el Señor y celebrar con él el paso de la
muerte y del sepulcro a la vida nueva.
Toda la Cuaresma, con su itinerario de conversión, nos ha preparado para esta noche. El proceso
catecumenal de la iniciación cristiana tiene también su culminación en los sacramentos de esta noche,
sobre todo con el Bautismo y la Eucaristía. A su vez, esta Vigilia es el punto de partida para la
Cincuentena Pascual, siete semanas de prolongación festiva que nos llevarán a la solemnidad conclusiva,
Pentecostés.
Los judíos tienen toda la razón en alegrarse en la celebración de esta noche, como memorial de su
liberación. Nosotros, los cristianos, además, tenemos otro motivo fundamental: la resurrección de Cristo.
El esquema de la celebración de esta Vigilia tiene una hermosa coherencia interior, dinámica, progresiva,
con varios momentos de énfasis que conducen "in crescendo" hasta la Eucaristía final:
* ante todo, desde fuera de la iglesia, con el fuego nuevo, iniciamos una procesión siguiendo al Cirio
Pascual, símbolo de Cristo Luz del mundo, y progresivamente con cirios encendidos en manos de los
fieles; y escuchamos el pregón inicial de la fiesta pascual; es el rito de entrada, hoy más solemne: lo que
podríamos llamar fiesta de la luz o el "lucernario";
* la proclamación de la Palabra tiene hoy más lecturas, sobre todo del AT, que nos van conduciendo desde
la creación hasta la nueva creación o resurrección de Jesús; aquí se cumple lo que Jesús dijo a los de
Emaús: "todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse";
es la. fiesta de la Palabra;
* la parte sacramental de esta noche es más rica: ante todo celebramos el Bautismo, junto con la
renovación de las promesas bautismales por parte de los ya bautizados; es la fiesta del agua;
* y entonces pasamos a la Eucaristía, la principal de todo el año, en la participamos del Cuerpo y de la
Sangre del Resucitado; es la fiesta del Pan y del Vino;
* también es especial esta noche la conclusión de la Eucaristía, con los "aleluyas" de la despedida, el
saludo cantado a la Virgen y la prolongación, si es posible, de un pequeño ágape de los participantes;
* antes de la Vigilia, con la concentración de los fieles en torno al fuego, debería "funcionar" ya la fiesta
de la comunidad; y al terminar, con el ágape y la dispersión, debería comenzar la fiesta de la vida pascual,
a la que nos envía esta celebración.

Génesis 1,1 - 2,2. Vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno
Empezamos la escucha de la Palabra con el relato de la creación del mundo y del género humano según el
primer libro de la Biblia, el Génesis. Con un lenguaje poético y popular que se puede compaginar bien con
las teorías más avanzadas de la evolución y del origen del cosmos, el Génesis, que tiene una finalidad
religiosa y no científica, nos dice que todo es obra de la sabiduría y del amor de Dios. "Y vio que era
bueno", es la frase que se repite cada "día", excepto cuando crea al hombre y la mujer: "vio que era muy
bueno".
En esta noche nos disponemos a celebrar el "nacimiento" a la vida resucitada del segundo Adán, Cristo, el
primogénito de la nueva creación. La fuerza creadora de Dios se manifiesta poderosamente en la
resurrección de Cristo, y su Espíritu, que aleteaba sobre las aguas primordiales llenándolas de vida, es el
que hace renacer a Jesús de su sepulcro y a los cristianos de las aguas del Bautismo. Todo es nuevo en la
Pascua. Todo es génesis. Y Cristo, el nuevo Adán.
El salmo 103 nos ayuda a expresar nuestra admiración por la creación cósmica: "Bendice, alma mía, al
Señor. Dios mío, ¡qué grande eres! ¡Cuántas son tus obras, y todas las hiciste con sabiduría!". Nos sale
espontáneo pedir a Dios: "envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra", para que vayan
surgiendo "los cielos nuevos y la tierra nueva".
La oración que sigue conecta esa primera creación con la segunda: "que tus redimidos comprendan cómo
la creación del mundo no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo" o, como dice la
otra oración alternativa: "con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste".

Génesis 22,1-18. El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe


El sacrificio de Isaac es figura de la pasión de Cristo. Abrahán, nuestro padre en la fe, puesto a prueba, dio
un magnífico ejemplo de fidelidad y de confianza en los planes de Dios. Finalmente pudo evitar el
sacrificio del hijo, pero en el NT, Dios sí entregó hasta las últimas consecuencias a su Hijo en solidaridad
con la salvación del mundo. Como dice el Exsultet de esta noche, "para rescatar al esclavo, entregó al
Hijo".
El salmo 15 se aplica fácilmente a Cristo en su sepultura y en su resurrección, dando a su sacrificio un
tono de esperanza confiada: "mi carne descansa serena, porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a
tu fiel conocer la corrupción". Todos necesitamos repetir a Dios nuestra oración de súplica: "protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti".
La oración con que el sacerdote concluye esta 2a lectura pide que los cristianos sepamos imitar la
disponibilidad de Abrahán: que nos conceda responder a la llamada de Dios, o sea, a nuestra vocación de
cristianos en medio del mundo, dando testimonio como el que dio Abrahán.

Éxodo 14,15 - 15,1. Los israelitas en medio del mar a pie enjuto
La salida de Egipto y el paso del Mar Rojo, camino de la libertad, es el acontecimiento fundamental en la
historia del pueblo israelita y el mejor símbolo para todos los procesos de liberación de un pueblo.
En el Éxodo esta liberación está contada con un tono épico, popular, con las aguas formando un muro a
derecha e izquierda. De las dos versiones que escuchamos, seguramente la Ia es más verosímil: un viento
cálido que en algunas horas seca el cauce del mar de modo que se puede pasar sin demasiadas
dificultades, circunstancia que los israelitas saben aprovechar.
En el pregón pascual de esta noche se cantan las tres perspectivas de este pasaje: a) la de los judíos: "esta
es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas y les hiciste pasar a pie el Mar Rojo"; b) la de Cristo:
"esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo"; c) la
nuestra: "esta es la noche en la que los que confiesan su fe en Cristo son arrancados de los vicios del
mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y agregados a los santos".
El salmo es esta vez un pasaje del mismo libro del Éxodo: "cantaré al Señor, sublime es su victoria".
Nosotros pensamos en la liberación de Israel, y también en la de Cristo, y deseamos que pueda ser
también nuestra propia liberación, más profunda en esta Pascua que en las anteriores: "mi fuerza y mi
poder es el Señor, Él fue mi salvación".
La Ia oración compara la liberación "de un solo pueblo de la persecución del Faraón" con la que sucede
ahora: "hoy aseguras la salvación de todas las naciones haciéndolas renacer por las aguas del bautismo".
La segunda se fija más en el simbolismo del paso por las aguas: "el Mar Rojo fue imagen de la fuente
bautismal". Hacemos bien en pedir a Dios "que todos se regeneren por la participación de tu Espíritu".

Isaías 54,5-14. Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor


Terminadas las tres lecturas "históricas", el primer pasaje de Isaías nos habla de la fidelidad con que Dios
nos quiere. A pesar del pecado humano, continúa firme el amor de Dios, con símbolos muy expresivos: la
mujer abandonada que es acogida por Dios -"con misericordia eterna te quiero"-, la ciudad en ruinas
reedificada por Dios y los oprimidos que encuentran quien defienda su causa.
El salmo 29 nos hace repetir que Dios es misericordioso y salvador: "te ensalzaré, Señor, porque me has
librado... sacaste mi vida del abismo... cambiaste mi luto en danzas".
La oración nos vuelve a asegurar que Dios es "fiel a su palabra" y está dispuesto a "aumentar con su
adopción los hijos de la promesa", para que "la Iglesia vea en qué medida se ha cumplido ya cuanto los
patriarcas creyeron y esperaron".

Isaías 55,1-11. Venid a mí y viviréis; sellaré con vosotros alianza perpetua


El segundo pasaje de Isaías nos hace ver cómo Dios nos promete una alianza renovada, que nos llevará a
la vida. El profeta se sirve de la metáfora del agua que sacia la sed nunca satisfecha de la humanidad. La
Pascua de Cristo es el cumplimiento de todas las promesas, y en el Bautismo somos hechos por primera
vez partícipes de esa alianza que Dios nos ofrece. Esta noche renovaremos esa alianza, y además
participaremos de ella en la Eucaristía comulgando con el mismo Cristo Jesús.
El salmo, que aquí es un cántico del mismo Isaías, nos centra en Dios, nuestro salvador, también con la
imagen del agua viva: "sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación". Con las palabras del
profeta, también nosotros bendecimos a Dios por todo lo que ha hecho por nuestra salvación.
La oración pide a Dios que cumpla hoy plenamente "los misterios que había anunciado por la voz de los
profetas" y que nos haga "progresar en la virtud" con la ayuda de su gracia.

Baruc 3, 9-15.32- 4,4. Camina a la claridad del resplandor del Señor


El profeta Baruc nos invita a caminar a la luz de Dios, porque esa es l sabiduría verdadera. El que
abandona ese camino no encuentra paz, sino fracaso: "vuélvete... camina a la claridad de su resplandor".
Nosotros, que escuchamos al Maestro auténtico enviado por Dios, su Palabra viviente, Cristo Jesús,
tenemos la suerte de conocer mejor los caminos de esa sabiduría.
Con más razón que el mismo salmista podemos decir con el salmo 18: "la ley del Señor es perfecta...
alegra el corazón... y da luz a los ojos". Y podemos ir repitiendo las palabras que dijo Pedro a Jesús:
"Señor, tú tienes palabras de vida eterna".
La oración se acuerda de los que en esta noche reciben el bautismo, y de todos nosotros, que ya estamos
bautizados, y pide a Dios que a los que va agregando a la Iglesia como nuevos hijos, nos defienda con su
constante protección a lo largo de la vida.

Ezequiel 36,16-28. Derramaré sobre vosotros un agua pura y os daré un corazón nuevo
La última lectura del AT es del profeta Ezequiel, testigo, en el siglo VI antes de Cristo, del destierro del
pueblo a Babilonia. De parte de Dios él anuncia el perdón a su pueblo, y le promete un agua pura y un
corazón nuevo, una nueva creación y un nuevo espíritu. A pesar de los fallos del pueblo de entonces, y los
nuestros ahora, Dios tiene planes de vida, perdón y restauración. Sus planes son siempre de renovación y
de Alianza: "vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios".
El salmo 41 se alegra ya con la vuelta del destierro, "hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y
alabanza", "al Dios de mi alegría". Y nos hace repetir, como haciendo eco al tema del agua pura: "como
busca la cierva corrientes de agua...". O bien, si se prefiere, con el salmo 50, "Oh Dios, crea en mí un
corazón puro", que también hace eco a la página de Ezequiel.
La oración, que puede considerarse la mejor de toda la noche, pide que hoy se cumplan para nosotros
todas estas promesas: "lleva a término la obra de la salvación humana: que todo el mundo experimente y
vea cómo lo abatido se levanta, lo viejo se renueva y vuelve a su integridad primera, por medio de Cristo,
de quien todo procede".

Romanos 6,3-11. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más
Ahora pasamos a las lecturas del NT, después del canto festivo del Gloria. En verdad, como dice la
oración después del Gloria, Dios "ilumina esta noche santa con la gloria de la resurrección del Señor", que
ahora vamos a escuchar proclamada solemnemente.
De la carta a los Romanos leemos hoy el pasaje en que Pablo compara la experiencia del bautizo en agua
con la Pascua del Señor: incorporados a la muerte, sepultados con él, resucitados con él "para que
andemos en una vida nueva... ¡si hemos muerto con Cristo, también viviremos con él!".

Lucas 24,1-12. ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
Después del aleluya, solemnemente entonado hoy después del largo ayuno de la Cuaresma, y prolongado
por algunos versículos del salmo pascual 117 -"dad gracias al Señor porque es bueno... la diestra del Señor
es poderosa... no he de morir, viviré... la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular"-
, se nos proclama el evangelio más importante de todo el año: la resurrección del Señor de entre los
muertos.
Después de escuchar dos veces la Pasión, el domingo de Ramos y el Viernes Santo, se completa ahora el
segundo acto de la Pascua con esta Buena Noticia de la Resurrección. Lucas subraya que sucedió "el
primer día de la semana". Empieza no sólo una nueva semana, sino una nueva época: desde ahora ese
"primer día de la semana" va a ser "el día del Señor", el "domingo", que va a marcar el tiempo de todas las
generaciones.
A las mujeres que van con aromas al sepulcro y que lo encuentran vano, los misteriosos ángeles les hacen
la pregunta más expresiva del misterio cristiano: "¿por qué buscáis entre los muertos al que vive?", y la
respuesta la dan ellos mismos: "no está aquí: ¡ha resucitado!". Las mujeres, presurosas, van a anunciarlo a
los apóstoles, que no las creen. Tampoco Pedro, que corre a ver el sepulcro, se explica el fenómeno.

- I I - ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?


En un mundo lleno de noticias preocupantes, que nos inclinan al desánimo; en medio de una sociedad
indiferente, que estos días piensa tal vez más en las vacaciones que en la Pascua del Señor, nosotros nos
hemos reunido y hemos escuchado la Buena Noticia de la resurrección de Cristo Jesús.
Las mujeres fueron a buscarle "entre los muertos", al sepulcro. Pero el Espíritu de Dios lo había sacado de
ahí definitivamente. Ahora, dos mil años después, sigue vivo, y sigue presente, aunque no le veamos,
dando ánimos a su comunidad. Tal vez nosotros también merezcamos el aviso-reproche del ángel, si nos
ve desanimados: ¿por qué buscáis entre los muertos al que vive?
Este es el acontecimiento que da sentido a nuestra fe. Si somos cristianos es por eso, porque Jesús no se
quedó en el sepulcro, sino que la fuerza de Dios lo hizo pasar a su nueva existencia, en la que está para
siempre, y desde la que se nos hace presente continuamente, por ejemplo en la Eucaristía. Es la noticia -un
"credo" abreviado y rotundo- que los demás discípulos transmitieron a los dos discípulos que volvían de
Emaús: "era verdad, ¡ha resucitado el Señor!".
Vale la pena que nos dejemos conquistar por la alegría de esta noche y que entremos en el acontecimiento
de la Pascua también nosotros, junto con Jesús. Ese "sepulcro vacío" es un símbolo elocuente de la
victoria total de Cristo sobre la muere. No seguimos a un muerto, por importante que hubiera sido en vida.
Seguimos a uno que está vivo. El aviso de los ángeles es una consigna para todas las generaciones
cristianas: ¡no busquéis entre los muertos al que vive!
Para una ambientación de estos días sería bueno leer lo que dice el Catecismo sobre la resurrección de
Cristo: CCE 639-647.

La Palabra de Dios nos señala el camino de la Vida Nueva


Las diversas lecturas de hoy nos ayudan a orientarnos en la línea que Dios quiere, apuntando a la nueva
vida del Resucitado:
* la admiración agradecida por la creación cósmica y de la familia humana por parte de Dios, obra de su
sabiduría, de su poder y de su amor, que ahora nos concede conocer y seguir al nuevo Adán, Cristo Jesús,
cabeza de la nueva humanidad;
* la fidelidad de un hombre creyente como Abrahán, que tendríamos que copiar nosotros incluso cuando
nos parece que Dios nos pone a prueba y se nos acumulan las dificultades y los contratiempos;
* el deseo de que también para nosotros suceda el "paso del Mar Rojo" y la liberación, porque nuestra
vida es un continuo éxodo; con la ayuda de Dios, podemos ir renovando siempre más nuestra libertad
interior, venciendo a todos los "faraones" que se nos puedan cruzar en nuestro camino de seguimiento
de Cristo, el nuevo y definitivo Moisés, pasando en esa noche pascual de la esfera del pecado a la de la
gracia;
* la voz de los profetas, en sus cuatro lecturas, nos anima a confiar en la misericordia y el amor de Dios,
que nos es siempre fiel a pesar de nuestros fallos; que nos ofrece su Alianza renovada ahora en Cristo
Jesús; que nos lleva a corrientes de agua fresca para que saciemos nuestra sed de felicidad; que nos hace
conocer la verdadera sabiduría, la que proviene de su Palabra; y que nos promete un corazón nuevo y un
espíritu nuevo;
* Pablo nos invita a refrescar la gracia que Dios nos hizo el día de nuestro bautismo, haciéndonos sus
hijos; nosotros, esta noche, renovamos nuestras promesas bautismales, con la renuncia al mal y la
profesión de fe en Dios;
* pero, sobre todo, lo que más nos interpela es el evangelio de la resurrección de Cristo; si somos
cristianos es porque Cristo ha resucitado y ha inaugurado un nuevo orden de cosas y nos anima
continuamente con su gracia a seguir su camino. No seguimos a un libro, o a una doctrina, sino a una
Persona Viviente, Jesús, Cabeza de la nueva humanidad, que ha sido resucitado por la fuerza del Espíritu.

El paso a los sacramentos y a la vida pascual


La alegría y la esperanza de esta noche deben recordarnos también el sentido que tienen los sacramentos
pascuales.
El Bautismo es nuestra Pascua personal inicial: el sacramento que nos introduce, por el baño en agua y la
acción del Espíritu, en el misterio de ese Cristo que atraviesa la muerte y pasa a la vida. Por eso
renovamos esta noche las promesas bautismales y pedimos a Dios que nos renueve él la gracia que nos
concedió el día de nuestro Bautismo: "aviva en nosotros el espíritu filial" (oración colecta antes de la
lectura de Romanos).
Pero también tiene particular sentido esta noche la Eucaristía, el don de sí mismo que nos hace el Señor
Viviente para que tengamos su fuerza en nuestro camino.
A la vez, esta noche pascual nos introduce en siete semanas de fiesta, la cincuentena, hasta el día de
Pentecostés. Lo cual supone que nos estimula a una vida nueva, una vida pascual, una vida conforme al
Señor Resucitado.
En esta Pascua se tiene que notar que algo ha cambiado, que hay en nosotros más energía, alegría, libertad
interior, esperanza, dinamismo, entrega solidaria por los demás. Los dos discípulos de Emaús, que lo
veían todo negro y estaban desencantados ("nosotros esperábamos...") empezaron a cambiar de visión
después de haber acogido al caminante amigo en su casa (la caridad nos predispone a la fe), y luego
supieron reconocerle en la fracción del pan, en la palabra (¿no ardía nuestro corazón cuando nos explicaba
las Escrituras?) y en la comunidad a la que volvieron.
Toda la celebración ha podido ser contemplativa, admirando y alabando los planes de Dios, pero debe
conducirnos a una traducción vivencial de lo que nos ha dicho la Palabra de Dios y lo que supone la
celebración de la Nueva Vida del Resucitado.
Otra opción: Esta noche es “una noche de vela en honor del Señor” (Ex 12,42). En esta noche, el Señor “paso”
para salvar y liberar a su pueblo oprimido por la esclavitud; en esta noche Cristo pasó a la vida, venciendo al gran
enemigo, la muerte. Esta noche es celebración y memorial de nuestro “paso” en Dios y hacia Dios, por medio del
Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.
La liturgia es siempre una re-presentación del acontecimiento fundamental de la salvación: la muerte y resurrección
de Jesucristo. Pero esta celebración de hoy tiene una identidad única. El conjunto de símbolos de que está
entretejida la Vigilia Pascual expresa bien el sentido de la resurrección de Cristo para la vida del ser humano.
Liturgia de la luz: El mundo de las tinieblas es atravesado por la luz, Cristo resucitado, en quien Dios ha
realizado de forma definitiva su proyecto de salvación. En él, primogénito de quienes resucitan de entre
los muertos, se ilumina el destino del ser humano, y su identidad de “imagen y semejanza” de Dios.
Liturgia de la Palabra: Las siete lecturas del AT son un compendio de la Historia de la Salvación.
Sabiendo que la Pascua de Cristo es el cumplimiento y la recapitulación de todo, la Iglesia medita lo que
Dios ha realizado en la historia; porque esa serie de acontecimientos y de promesas son realidades que se
hacen presentes en el “hoy” de la celebración.
Liturgia bautismal: El pueblo llamado por Dios a la libertad tiene que pasar a través del agua que destruye
y regenera. Como Israel en el Mar Rojo, Cristo atravesó también el mar de la muerte y salió de él
victorioso. En las aguas del Bautismo es destruido el mundo del pecado y emerge la nueva creación. El
agua, fecundada por el Espíritu Santo, genera al pueblo de los hijos de Dios: un pueblo de santos, un
pueblo de profetas, sacerdotes y reyes.
Liturgia eucarística: Es la cumbre de todo el itinerario cuaresmal y de la presente celebración. El pueblo
regenerado en el Bautismo por el poder del Espíritu es admitido al banquete pascual, que corona la nueva
situación de reconciliación libertad. Participando del Cuerpo del Señor, la Iglesia se ofrece como sacrificio
espiritual, para adentrarse cada vez más en la Pascua de Cristo.
Tercera parte
LITURGIA BAUTISMAL
Después de la reflexión se pasa a la liturgia bautismal. El ministro se dirige a la fuente bautismal si se
tiene. De lo contrario se pone un recipiente con agua en el presbiterio.

Bendición del agua


El ministro prepara a los fieles para la bendición del agua diciendo:
Pidamos, queridos hermanos, a Dios nuestro Señor, que se digne bendecir esta agua, con la cual seremos
rociados en memoria de nuestro bautismo, que nos renueve interiormente, para permanezcamos fieles al
Espíritu que hemos recibido.
Y después de una breve pausa de silencio, dice la siguiente oración, con las manos juntas:
Señor, Dios nuestro, mira con bondad a este pueblo tuyo, que vela en oración en esta noche santísima
recordando la obra admirable de nuestra creación y la obra más admirable todavía, de nuestra redención.
Dígnate bendecir esta agua, que tú creaste para dar fertilidad a la tierra, frescura y limpieza a nuestros
cuerpos.
Tú, además, convertiste el agua en un instrumento de misericordia: por ella liberaste a tu pueblo de la
esclavitud y en el desierto saciaste su sed; con la imagen del agua viva los profetas anunciaron la nueva
alianza que deseabas establecer con los hombres; por ella, finalmente, santificada por Cristo en el Jordán,
renovaste, mediante el bautismo que nos da la vida nueva, nuestra naturaleza, corrompida por el pecado.
Que esta agua nos recuerde ahora nuestro bautismo y nos haga participar en la alegría de nuestros
hermanos, que han sido bautizados en esta Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Renovación de las promesas bautismales


Después de la bendición del agua, todos, de pie y teniendo en sus manos las velas encendidas, hacen la renovación
de las promesas del bautismo.
El ministro se dirige a los fieles, con estas palabras.
Hermanos, por medio del bautismo, hemos sido hechos partícipes del misterio pascual de Cristo; es decir,
por medio del bautismo, hemos sido sepultados con él en su muerte para resucitar con él a la vida nueva.
Por eso, culminado nuestro camino cuaresmal, es muy conveniente que renovemos las promesas de
nuestro bautismo, con las cuales un día renunciamos a Satanás y a sus obras y nos comprometimos a
servir a Dios, en la santa Iglesia católica. Por consiguiente:
Ministro: ¿Renuncian ustedes al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
Todos: Sí, renuncio.
Ministro: ¿Renuncian a todas las seducciones del mal, para que el pecado no los esclavice?
Todos: Sí, renuncio.
Ministro: ¿Renuncian a Satanás, padre y autor de todo pecado?
Todos: Sí, renuncio.
Prosigue el ministro:
Ministro: ¿Creen ustedes en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Todos: Sí, creo.
Ministro: ¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que nació de la Virgen María, padeció y
murió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del Padre?
Todos: Sí, creo.
Ministro: ¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el
perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
Todos: Sí, creo.
Y el ministro concluye:
Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del pecado y nos ha hecho
renacer por el agua y el Espíritu Santo, nos conserve con su gracia unidos a Jesucristo nuestro Señor, hasta
la vida eterna.
Todos: Amén.

El ministro rocía al pueblo con el agua bendita, mientras todos entonan un canto bautismal.
Hecha la aspersión, el ministro vuelve a su lugar, en donde omitido el Credo, dirige la oración universal.

ORACION UNIVERSAL
Ministro: Hijos de Dios por la fe y el bautismo, oremos confiadamente a Cristo resucitado que venció el
pecado y la muerte y nos da la luz de la Vida.
R/. Cristo resucitado, escúchanos.
1.- Por la Iglesia, signo de Vida y esperanza en medio de todos los pueblos, oremos.
2.- Por los nuevos bautizados, para que confirmen su nuevo nacimiento con la fe y el testimonio de una
vida injertada en Jesucristo, oremos.
3.- Por el anuncio de la Buena Noticia a todos los hombres, oremos.
4.- Por la paz, la justicia y la solidaridad entre todos los hombres y todos los pueblos, frutos de la Pascua
del Señor, oremos.
5.- Por cuantos celebramos esta Noche Santa con la renovación de nuestra fe, de nuestro bautismo, de
nuestra vida de hijos de Dios y hermanos de Jesús, oremos.
Ministro: Señor Jesucristo, que con tu resurrección renovaste la creación y el hombre, infunde tu Espíritu
de amor en nosotros, para que, amando como tú nos amaste, seamos testigos de la Vida Nueva que por el
Bautismo hiciste brotar en nuestros corazones. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Cuarta parte
LITURGIA EUCARISTICA
RITO DE LA COMUNION
El ministro se acerca al lugar donde guarda la Eucaristía, toma el copón con el Cuerpo del Señor, lo
pone sobre el corporal que está en el altar y hace una genuflexión.

Acción de gracias con adoración


El ministro arrodillado con los fieles, entona un himno eucarístico, o uno de alabanza.
Ministro: (de pie) Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos alegramos
al decir:
Y todos juntos prosiguen:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Luego, si se juzga oportuno, invita a los fieles con estas palabras:
Dense fraternalmente la paz.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado, dense fraternalmente la paz.
A continuación, el ministro hace genuflexión, toma la hostia y, sosteniéndola un poco elevada sobre el
copón, la muestra al pueblo, diciendo:

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.


Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Si también el ministro comulga, dice en secreto:

El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.


Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el copón, se acerca a los que quieren comulgar y elevando un poco la hostia, la muestra a
cada uno y dice:

El Cuerpo de Cristo.
R/. Amén.

Mientras se distribuye la comunión puede entonarse un canto eucarístico.


Al terminar de distribuir la comunión, guarda la reserva en el sagrario, hace una genuflexión y vuelve a
su lugar. Entonces se puede tener un breve momento de silencio.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Oremos.
Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad,
para que, saciados con los sacramentos pascuales,
vivamos siempre unidos en el amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
Si el ministro es un laico, invoca la bendición de Dios y se santigua, diciendo:
Ministro: El Señor omnipotente y misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo nos bendiga y nos guarde.
R. Amén.
Ministro: Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Vayan en paz, aleluya, aleluya.
Todos: Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.

El ministro después de desear felices Pascuas de Resurrección, hace reverencia al Altar y se retira en
silencio o puede ir hacia la puerta para despedir a las personas.
SEMINARIO DIOCESANO DE SALTILLO
Calle: Obispo Francisco Villalobos # 701
Col. Ex hacienda el Saucillo
“ 2019 AÑO DEL SEÑOR”
CELEBRACIONES
DE
SEMANA SANTA
PARA SEMINARISTAS (LAICOS)
REFLEXION PARA LA VIGILIA PASCUAL
- I - La celebración principal del año cristiano
Después de un día transcurrido en la oración y el silencio, el Sábado, en torno al sepulcro del Señor, la comunidad
se reúne esta noche para la celebración principal de todo el año. Cambiamos de horario normal de las misas
adelantadas al sábado: iniciamos la Vigilia después de caída la noche, para velar con el Señor y celebrar con él su
paso de la muerte y del sepulcro a la vida nueva. Una serie de símbolos subrayan las características especiales de
esta celebración: la hora, el Cirio y los cirios, la iluminación progresiva de la iglesia, la celebración o el recuerdo
del Bautismo, la Eucaristía celebrada con más solemnidad y expresividad...
Toda la Cuaresma, con su itinerario de conversión, nos ha preparado para esta Vigilia. El proceso catecumenal de la
iniciación cristiana tiene su culminación en los sacramentos de esta noche, sobre todo el Bautismo y la Eucaristía. A
su vez, esta Vigilia es el punto de partida para la Cincuentena Pascual, siete semanas de fiesta que desembocarán en
la solemnidad conclusiva, Pentecostés.
Los judíos tienen toda la razón en alegrarse en la celebración de su Pascua, como memorial de su liberación de
Egipto. Nosotros, además, tenemos otro motivo fundamental: la resurrección de Cristo y el envío de su Espíritu.
El esquema de la celebración de esta Vigilia tiene una hermosa coherencia interior, dinámica, progresiva, con
varios momentos de énfasis que conducen "in crescendo" hasta la Eucaristía final:
- ante todo, desde fuera de la iglesia, en torno al fuego nuevo, iniciamos una procesión siguiendo al Cirio Pascual,
símbolo de Cristo Luz del mundo; le acompañamos con cirios encendidos en las manos y escuchamos el pregón
inicial de la fiesta pascual; es el rito de entrada, hoy más solemne, lo que podríamos llamar fiesta de la luz o el
"lucernario";
- la proclamación de la Palabra tiene hoy más lecturas, sobre todo del AT, que nos van conduciendo desde la
creación cósmica hasta la nueva creación o resurrección de Jesús; aquí se cumple lo que Jesús dijo a los de Emaús:
"todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse"; es la fiesta de la
Palabra;
- la parte sacramental de esta noche es más rica: ante todo celebramos el Bautismo (eventualmente con
Confirmación), junto con la renovación de las promesas bautismales por parte de los ya bautizados; es la fiesta
del agua;
- y entonces pasamos a la Eucaristía, la principal de todo el año, en la que participamos del Cuerpo y de la Sangre
del Resucitado; es la fiesta del Pan y del Vino;
- también es especial en esta noche la conclusión de la Eucaristía, con los "aleluyas" de la despedida, el saludo
cantado a la Virgen y la prolongación, si parece bien, con un pequeño ágape de los participantes;
- antes de la Vigilia, con la concentración de los fieles en torno al fuego, debería "funcionar" ya la fiesta de la
comunidad; y al terminar, con el ágape y la dispersión, debería comenzar la fiesta de la vida pascual, a la que nos
envía esta celebración.
Génesis 1,1 - 2,2. Vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno Empezamos la escucha de la Palabra con el
relato de la creación del mundo y del género humano según el primer libro de la Biblia, el Génesis. Con un lenguaje
poético y popular, que se puede compaginar bien con cualquiera de las teorías más avanzadas de la evolución y del
origen del cosmos, el Génesis, que tiene una finalidad religiosa y no científica, nos dice que todo es obra de la
sabiduría y del amor de Dios. "Y vio que era bueno", es la frase que se repite cada "día", excepto cuando crea al
hombre y la mujer, en que dice: "vio que era muy bueno".
En esta noche nos disponemos a celebrar el "nacimiento" a la vida resucitada del segundo Adán, Cristo, el
primogénito de la nueva creación. La fuerza creadora de Dios se manifiesta poderosamente en la resurrección de
Cristo, y su Espíritu, que aleteaba sobre las aguas primordiales, llenándolas de vida, es quien hace renacer a Jesús
de su sepulcro y a los cristianos de las aguas del Bautismo. Todo es nuevo en la Pascua. Todo es génesis. Cristo
es el nuevo Adán.
El salmo 103 nos ayuda a expresar nuestra admiración por la obra creadora de Dios: "Bendice, alma mía, al Señor.
Dios mío, ¡que grande eres! ¡Cuántas son tus obras, y todas las hiciste con sabiduría". Nos sale espontáneo pedir
a Dios: "envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra", para que vayan naciendo "los cielos nuevos y la
tierra nueva".
La oración que sigue conecta esa primera creación con la segunda: "que tus redimidos comprendan cómo la
creación del mundo no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo" o, como dice la otra oración
alternativa: "con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste".
Génesis 22,1-18. El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe
El sacrificio de Isaac es figura de la pasión de Cristo. Abrahán, nuestro padre en la fe, puesto a prueba, dio un
magnífico ejemplo de fidelidad y de confianza en los planes de Dios. Finalmente pudo evitar el sacrificio del hijo,
pero en el NT, Dios sí entregó hasta las últimas consecuencias a su Hijo en solidaridad con la salvación del mundo.
Como dice el Exsultet de esta noche, "para rescatar al esclavo, entregó al Hijo".
El salmo 15 se aplica fácilmente a Cristo en su sepultura y en su resurrección, dando a su sacrificio un tono de
esperanza confiada: "mi carne descansa serena, porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la
corrupción". Todos necesitamos repetir a Dios nuestra oración de súplica: "protégeme, Dios mío, que me refugio en
ti".
La oración con que el sacerdote concluye esta 2a lectura pide que los cristianos sepamos imitar la disponibilidad de
Abrahán: que nos conceda responder a la llamada de Dios, o sea, a nuestra vocación de cristianos en medio del
mundo, dando testimonio como el que dio Abrahán.
Exodo 14,15 - 15,1- Los israelitas en medio del mar a pie enjuto
La salida de Egipto y el paso del Mar Rojo, camino de la libertad, es el acontecimiento fundamental en la historia
del pueblo israelita y el mejor símbolo para todos los procesos de liberación de un pueblo. En el libro del Éxodo
esta liberación está contada con un tono épico, popular, con las aguas formando un muro a derecha e izquierda. De
las dos versiones que escuchamos, seguramente la Ia es más verosímil: un viento cálido que en algunas horas seca el
cauce del mar, de modo que se puede pasar sin demasiadas dificultades, circunstancia que los israelitas saben
aprovechar.
En el pregón pascual de esta noche se cantan las tres perspectivas de este pasaje: a) la de los judíos: "esta es la
noche en que sacaste de Egipto a los israelitas y les hiciste pasar a pie el Mar Rojo"; b) la de Cristo: "esta es la
noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo"; c) la nuestra: "esta es la noche
en la que los que confiesan su fe en Cristo son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia y agregados a los santos".
El salmo es esta vez un pasaje del mismo libro del Éxodo: "cantaré al Señor, sublime es su victoria". Nosotros
pensamos en la liberación de Israel y también en la de Cristo, y deseamos que pueda ser también nuestra propia
liberación, más profunda en esta Pascua que en las anteriores: "mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi
salvación".
La Ia oración compara la liberación "de un solo pueblo de la persecución del Faraón" con la que sucede ahora: "hoy
aseguras la salvación de todas las naciones haciéndolas renacer por las aguas del Bautismo". La segunda se fija más
en el simbolismo del paso por las aguas: "el Mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal". Hacemos bien en pedir a
Dios "que todos se regeneren por la participación de tu Espíritu".
Isaías 54,5-14. Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor
Terminadas las tres lecturas "históricas", empiezan las proféticas. El primer pasaje de Isaías nos habla de la
fidelidad con que Dios nos quiere. A pesar del pecado humano, continúa firme el amor de Dios, con símbolos muy
expresivos: la mujer abandonada es acogida por Dios -"con misericordia eterna te quiero"-, la ciudad en ruinas es
reedificada y los oprimidos encuentran alguien que defiende su causa.
El salmo 29 nos hace repetir que Dios es misericordioso y salvador: "te ensalzaré, Señor, porque me has librado...
sacaste mi vida del abismo... cambiaste mi luto en danzas".
La oración nos vuelve a asegurar que Dios es "fiel a su palabra" y está dispuesto a "aumentar con su adopción los
hijos de la promesa", para que "la Iglesia vea en qué medida se ha cumplido ya cuanto los patriarcas creyeron y
esperaron".
Isaías 55,1-11. Venid a mí y viviréis; sellaré con vosotros alianza perpetua
El segundo pasaj e de Isaías nos hace ver cómo Dios nos promete una Alianza renovada, que nos llevará a la vida.
El profeta se sirve de la metáfora del agua que sacía la sed nunca satisfecha de la humanidad. La Pascua de Cristo es
el cumplimiento de todas las promesas, y en el Bautismo somos hechos por primera vez partícipes de la Alianza que
Dios nos ofrece. Hoy renovamos esa Alianza, y además participamos de ella en la Eucaristía comulgando con el
mismo Cristo Jesús.
El salmo, que aquí es un cántico del mismo Isaías, nos centra en Dios, nuestro salvador, también con la imagen del
agua viva: "sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación". Con las palabras del profeta, también nosotros
bendecimos a Dios por todo lo que ha hecho por nuestra salvación.
En la oración pedimos a Dios que cumpla hoy plenamente "los misterios que había anunciado por la voz de los
profetas" y que nos haga "progresar en la virtud" con la ayuda de su gracia.
Baruc 3, 9-15.32- 4,4. Camina a la claridad del resplandor del Señor
El profeta Baruc nos invita a caminar a la luz de Dios, porque esa es la sabiduría verdadera. El que abandona ese
camino no encuentra paz, sino fracaso: "vuélvete... camina a la claridad de su resplandor". Nosotros, que
escuchamos al Maestro auténtico enviado por Dios, su Palabra viviente, Cristo Jesús, tenemos la suerte de conocer
mejor los caminos de esa sabiduría.
Con más razón que el mismo salmista podemos decir con el salmo 18: "la ley del Señor es perfecta... alegra el
corazón... y da luz a los ojos". Y podemos ir repitiendo las palabras que dijo Pedro a Jesús: "Señor, tú tienes
palabras de vida eterna".
La oración se acuerda de los que en esta noche reciben el Bautismo, y de todos nosotros, que ya estamos
bautizados, y pide a Dios que a los que va agregando a la Iglesia como nuevos hijos, nos defienda con su constante
protección a lo largo de la vida.
Ezequiel 36,16-28. Derramaré sobre vosotros un agua pura y os daré un corazón nuevo
La última lectura del AT es del profeta Ezequiel, testigo, en el siglo VI antes de Cristo, del destierro del pueblo a
Babilonia. De parte de Dios él anuncia el perdón a su pueblo, y le promete un agua pura y un corazón nuevo, una
nueva creación y un nuevo espíritu. A pesar de los fallos del pueblo de entonces, y los nuestros ahora, Dios tiene
planes de vida, perdón y restauración: "vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios".
El salmo 41 se alegra ya con la vuelta del destierro, "hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza", "al
Dios de mi alegría". Nos hace repetir, como haciendo eco al tema del agua pura: "como busca la cierva corrientes
de agua...". O bien, si se prefiere, con el salmo 50, "Oh Dios, crea en mí un corazón puro", que también hace eco a
la página de Ezequiel.
La oración, que puede considerarse la mejor de toda la noche, pide que hoy se cumplan para nosotros todas estas
promesas: "lleva a término la obra de la salvación humana: que todo el mundo experimente y vea cómo lo abatido
se levanta, lo viejo se renueva y vuelve a su integridad primera, por medio de Cristo, de quien todo procede".
Romanos 6, 3-11. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más
Pasamos a las lecturas del NT, después del canto festivo del Gloria. En verdad, como dice la oración después del
Gloria, Dios "ilumina esta noche santa con la gloria de la resurrección del Señor", que ahora vamos a escuchar
proclamada solemnemente.
De la carta a los Romanos leemos hoy el pasaje en que Pablo compara la experiencia del bautizo en agua con la
Pascua del Señor: incorporados a la muerte, sepultados con él, resucitados con él "para que andemos en una vida
nueva... ¡si hemos muerto con Cristo, también viviremos con él!".
Marcos 16,1-7. Jesús el Nazareno, el crucificado, ha resucitado
Después del aleluya, solemnemente entonado hoy después del largo ayuno de la Cuaresma, y prolongado por
algunos versículos del salmo pascual 117
-"dad gracias al Señor porque es bueno... la diestra del Señor es poderosa... no he de morir, viviré... la piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular"-, se nos proclama el evangelio más importante de todo el año:
la resurrección del Señor de entre los muertos.
Después de escuchar dos veces la Pasión, el domingo de Ramos y el Viernes Santo, se completa ahora el segundo
acto de la Pascua con esta Buena Noticia de la resurrección. Marcos subraya que sucedió "el primer día de la
semana".
Empieza no sólo una nueva semana, sino una nueva época: desde ahora ese "primer día de la semana" va a ser "el
día del Señor", el "domingo", que va a dar ritmo al tiempo de todas las generaciones.
A las mujeres que van con aromas al sepulcro, el misterioso ángel del Señor les dice: "no os asustéis: ¿buscáis a
Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí: ha resucitado". Y les da el encargo de anunciarlo a Pedro y a los
demás discípulos.
- I I - No está aquí: ha resucitado
En un mundo lleno de noticias preocupantes, que nos inclinan al desánimo; en medio de una sociedad indiferente,
que estos días piensa tal vez más en las vacaciones que en la Pascua del Señor, nosotros nos reunimos y escuchamos
la Buena Noticia de la resurrección de Cristo Jesús.
Las mujeres fueron a buscarle al sepulcro, entre los muertos. Pero el Espíritu de Dios lo había sacado de ahí
definitivamente. Ahora, dos mil años después, sigue vivo y presente, aunque no lo veamos, dando ánimos a su
comunidad. Tal vez nosotros también necesitemos oír la palabra del ángel: "no os asustéis... no está aquí: ha
resucitado".
Este es el acontecimiento que da sentido a nuestra fe. Si somos cristianos es por eso, porque Jesús no se quedó en el
sepulcro, sino que la fuerza de Dios lo hizo pasar a su nueva existencia, en la que está para siempre, y desde la que
se nos hace presente continuamente, sobre todo en la Eucaristía. Es la noticia -un "credo" abreviado y rotundo- que
los apóstoles transmitieron a los dos discípulos que volvían de Emaús: "era verdad, ¡ha resucitado el Señor!".
Vale la pena que nos dejemos conquistar por la alegría de esta noche y que entremos en el acontecimiento de la
Pascua también nosotros, junto con Jesús. Ese "sepulcro vacío" es un símbolo elocuente de la victoria de Cristo
sobre la muerte. Nosotros no seguimos a un muerto, por importante que hubiera sido en vida. Seguimos a uno que
está vivo. El aviso del ángel es una consigna para todas las generaciones cristianas: "ha resucitado... y va por
delante de vosotros.
Para una ambientación de estos días sería bueno leer lo que dice el Catecismo sobre la resurrección de Cristo: CCE
639-647.
La Palabra de Dios nos señala el camino de la vida nueva
Las diversas lecturas de hoy nos ayudan a orientarnos en la línea que Dios quiere, apuntando a la nueva vida del
Resucitado y a nuestro Bautismo:
- la admiración agradecida por la creación cósmica y de la familia humana por parte de Dios, obra de su sabiduría,
de su poder y de su amor, que ahora nos concede conocer y seguir al nuevo Adán, Cristo Jesús, cabeza de la nueva
humanidad;
- la fidelidad de un hombre creyente como Abrahán, que tendríamos que copiar nosotros incluso cuando nos parece
que Dios nos pone a prueba y se nos acumulan las dificultades y los contratiempos;
- el deseo de que también para nosotros suceda el "paso del Mar Rojo" y la liberación, porque nuestra vida es un
continuo éxodo, y con la ayuda de Dios, podemos ir renovando siempre más nuestra libertad interior, venciendo a
todos los "faraones" que se nos puedan cruzar en nuestro camino de seguimiento de Cristo, pasando en esta noche
pascual y bautismal de la esfera del pecado a la de la gracia;
- la voz de los profetas, en sus cuatro lecturas -"os reuniré, os daré un corazón nuevo, os purificaré, seréis mi
pueblo, os amaré con misericordia eterna"-, nos anima a confiar en la misericordia y el amor de Dios, que nos es
siempre fiel a pesar de nuestros fallos; que nos ofrece su Alianza, renovada ahora en Cristo Jesús; que nos lleva a
corrientes de agua fresca para que saciemos nuestra sed de felicidad; que nos hace conocer la verdadera sabiduría, la
que proviene de su Palabra; y que nos promete un corazón nuevo y un espíritu nuevo;
- Pablo nos invita a refrescar la gracia que Dios nos hizo el día de nuestro Bautismo, haciéndonos sus hij os; esta
noche renovamos nuestras promesas bautismales, con la renuncia al mal y la profesión de fe en Dios;
- pero, sobre todo, lo que más nos interpela es el evangelio de la resurrección de Cristo; si somos cristianos es
porque Cristo ha resucitado y ha inaugurado un nuevo orden de cosas y nos anima continuamente con su gracia a
seguir su camino. No seguimos a un libro, o a una doctrina, sino a una Persona Viviente, Jesús, Cabeza de la nueva
humanidad, resucitado por la fuerza del Espíritu.
El paso a los sacramentos y a la vida pascual
La alegría y la esperanza de esta noche deben recordarnos también el sentido que tienen los sacramentos
pascuales.
El Bautismo es nuestra Pascua personal inicial: el sacramento que nos introduce, por el baño en agua y la
acción del Espíritu, en el misterio de ese Cristo que atraviesa la muerte y pasa a la vida. Por eso renovamos
esta noche las promesas bautismales y pedimos a Dios que nos renueve la gracia que nos concedió el día de
nuestro Bautismo: "aviva en nosotros el espíritu filial" (oración colecta antes de la lectura de Romanos).
Pero también tiene particular sentido esta noche la Eucaristía, participada preferentemente bajo las dos
especies de Pan y Vino, el don de sí mismo que nos hace el Señor Viviente para que tengamos fuerza en
nuestro camino.
A la vez, esta noche pascual nos introduce en siete semanas de fiesta, la cincuentena, hasta el día de
Pentecostés, y así nos estimula a una vida nueva, una vida pascual, una vida conforme al Señor Resucitado.
En la Pascua de este año se tiene que notar que algo ha cambiado, que hay en nosotros más energía, alegría,
libertad interior, esperanza, dinamismo, entrega solidaria por los demás. Los dos discípulos de Emaús, que lo
veían todo negro y estaban desencantados ("nosotros esperábamos...") empezaron a cambiar de visión después
de haber acogido al caminante amigo en su casa (la caridad nos predispone a la fe), y luego supieron
reconocerle en la Fracción del Pan, en la Palabra (¿no ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las
Escrituras?) y en la comunidad a la que volvieron.
Toda la celebración ha podido ser contemplativa, admirando y alabando los planes de Dios, pero debe
conducirnos a traducir en las obras lo que nos ha dicho la Palabra de Dios y la celebración de la Nueva Vida
del Resucitado.

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