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M A R IO C ESA R TOM EI

TOPOLOGIA
ELEMENTAL
Un saber previo
a la lectura de
L
Jacques Lacan

Prólogo de GERARDO MAESO


Composición: Alberto Auné
Dibujos: Valeria Valentín] Tomei

ISBN: 987-99569-0-7

Copyright Sara Oliva


Sánchez de Bustamante 1784, 5to. “K”
1425 Buenos Aires - República Argentina
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
Impreso en la Argentina / Printed in Argentina
Libro de edición argentina
PROLOGO

Jacques Lacan pretendió rigurosidad para su disciplina el


psicoanálisis, que encontraba con cada paciente en su clínica,
en el lugar de su práctica.
Fue tal vez el único psicoanalista que intentó con sus mate­
rnas formalizar la experiencia para orientarse en ella y hacer de
la misma algo más que una experiencia inefable.
Sabemos que detras de cualquier formalización hay un “algo”
intuitivo sobre el cual se apoya la estética conceptual.
Es así como Mario C. Tomei intenta mostrar los modelos
topológicos imaginarios que surgen en las enseñanzas de Lacan
y que constituyen el hilo conductor de este libro.
La presente obra es el recorrido del autor quien durante dos
años trató de aclarar y explicar la banda de Moebius, el cross-cap
y el toro.
La lectura de este texto nos transmite el asombro y la curio­
sidad apasionada de un trabajo que constituye el símbolo de un
acto creador.

GERARDO MAESO
A mis amigos psicoanalistas...

... y a mis otros amigos también.


El presente trabajo tiene por origen una serie de notas
que escribí, a modo de guía, para encarar, con un grupo
de psicoanalistas amigos, el estudio de los modelos topo-
lógicos utilizados por Jacques Lacan.
Dado que, como es de pensar teniendo en cuenta la
profesión elegida por ellos, nineruno se caracterizaba por
mostrarse demasiado inclinado al estudio de las mate­
máticas, el lector encontrará que en el desarrollo del
mismo se ha sacrificado en más de una oportunidad
todo tipo de rigor científico en aras de facilitar la com­
prensión del tema tratado.

EL AUTOR
TOPOLOGIA ELEMENTAL
Las propiedades de las figuras que se estudian en Geometría
Elemental dependen por lo general de sus medidas.
Así, decimos que dos triángulos son iguales si tienen sus tres
lados correspondientes iguales.
Para poder verificar dicha igualdad es necesario medir dichos
lados. Estas propiedades que dependen de las medidas de las figu­
ras son propiedades métricas y para el estudio que vamos a realizar
NO NOS INTERESAN. Por lo tanto, dejemos lo escrito anterior­
mente a modo de Introducción y concentremos nuestra atención
en la siguiente figura, la cual, como vemos, es una circunferencia
que divide a la superficie de la
hoja de papel en la que está
dibujada en dos partes. Una parte
es la zona rayada que ella en­
cierra y la otra parte es el resto
de la hoja.
En esta figura se verifica
que: Io) Dos puntos de una
misma parte pueden unirse siem­
pre dibujando una línea que
nunca cortará a la circunferen­
cia. 2o) Si unimos mediante
una línea dos puntos que pertenezcan a cada una de las partes,
ésta cortará siempre a la circunferencia. 3o) Toda línea cerrada
que dibujemos en cualquiera de las dos partes limita una superficie
que pertenece totalmente a la parte en que ha sido dibujada.
Lo dicho puede verificarse en los dibujos que se encuentran
en la página siguiente.
Estas propiedades se siguen cumpliendo si en lugar de dibujar
una circunferencia dibujamos un triángulo, un cuadrado, o una
superficie encerrada por una línea cerrada cualquiera.

Dibujemos ahora dos circunferencias que posean el mismo


centro y distinto radio. Ellas dividen a la superficie de la hoja de
papel en tres partes.
Una es la que encierra la
circunferencia de radio r2. Otra
la que queda comprendida entre
la circunferencia de radio r t y la
circunferencia de radio r2 a la
que se la llama Corona circular
y la tercera es el resto de la hoja.
Ayalicemos si la corona cir­
cular tiene las mismas propieda­
des que la superficie encerrada
por la circunferencia.
Vemos que si dibujamos una línea cerrada dentro de la coro­
na circular el área que ella encierra no pertenece totalmente a la
corona circular pues abarca también la superficie que encierra
la circunferencia central. Por lo
tanto la propiedad 3) no se cum­
ple y la corona circular y el
círculo no gozan de esta pro­
piedad en común.
Podemos decir que hay
ciertas propiedades cualitativas
que el interior de un círculo, un
cuadrado y un triángulo tienen
en común que la corona circular
no posee.
Supongamos ahora que tuviéramos un círculo hecho de
caucho, al cual se lo pueda desformar plásticamente convirtiéndo­
lo en un triángulo, un cuadrado o una figura delimitada por una
línea cerrada cualquiera.
A medida que vayamos desformando el círculo existirán
propiedades métricas que se modificarán, pero otras, por ejemplo
las que hemos visto, que son comunes al círculo, al cuadrado y a la
figura delimitada por una línea cerrada cualquiera, permanecerán
invariables a través de toda la deformación.
A las propiedades que permanecen invariables a través de una
deformación continua se las llama propiedades fonológicas y son
estudiadas por la TOPOLOGIA.

Imaginemos ahora que tenemos un mapa con la división polí­


tica del mundo, en el cual están todos los países separados unos de
otros por sus fronteras dibujadas en negro, y coloreados de forma
tal que dos países cualesquiera que tengan una frontera común
posean colores diferentes. Si tres países tienen una frontera
común, esta frontera aparecerá en el mapa dibujado como un
punto en el cual se unen las fronteras de los países tomados de a
dos. por ejemplo {BRASIL - PARAGUAY) (ARGENTINA -
PARAGUAY) (ARGENTINA - BRASIL).
Este mapa se dibuja a continuación, en la página siguiente.
(ARGENTINA- PARAGUAY) (ORASIL- BWGJAY)

Si pudiéramos mirar a ese punto con una lupa que poseyera


un aumento infinitamente grande, lo veríamos rodeado por otros
puntos vecinos de la siguiente forma:

Ahora tomemos el mapa, hagamos con él un bollo y tirémos­


lo al cesto de los papeles. Pero antes d$ pasar a otro tema, veamos
la relación que existe entre el mapa hecho un bollo que está en el
cesto de los papeles y el mapa original que tan bien lucía en el
escritorio.
Para empezar, sabemos que pese a la deformación que sufrió
el mapa origina] al hacerse el bollo, el punto de encuentro de las
tres fronteras sigue dibujado sobre el papel en algún lugar del
bollo. Entonces ya hemos encontrado una primera relación y dire­
mos que al punto de encuentro de las tres fronteras del mapa origi­
nal le corresponde el punto de encuentro de las tres tronteras en
el bollo y solamente ese punto y que al punto de encuentro de
las tres fronteras en el bollo le corresponde el punto de encuen­
tro de las fronteras en el mapa original y solamente ese punto.
Dado que este punto es uno de los tantos puntos de la fron­
tera y sabemos que éstos también se encuentran dibujados en su •
totalidad en el bollo. Podemos establecer esta misma relación
entre los puntos de las fronteras en el bollo con los puntos de las
fronteras en el mapa original.
¿Y acaso, por el solo hecho de arrugar el papel, habrá desa­
parecido o aparecido algún punto coloreado? Podríamos decir
que no, puesto que si deshiciéramos el bollo y plancháramos el
papel, el mapa aparecería tal cual el original. Luego, también
podríamos establecer la misma correspondencia entre los puntos
celestes, verdes y amarillos del bollo y los puntos celestes, verdes
y amarillos del mapa original.

Generalizando, diremos: I o) que a cada punto del


mapa original le corresponde un punto y solo uno del
mapa hecho bollo, y 2o ) que a cada punto del mapa
hecho bollo le corresponde un punto y solo uno del
mapa original.

Visto esto, cabe preguntarnos: estos puntos que se correspon­


den, ¿cómo estarán ubicados unos respecto de otros? Por ejemplo,
volviendo nuevamente a la imagen ampliada que teníamos del
punto de encuentro de las tres fronteras, podemos preguntamos:
al punto celeste que en el mapa original está próximo al punto
de encuentro de las fronteras, ¿qué punto le corresponde en el
bollo?
Dado que no hemos modificado el dibujo, sino que simple­
mente lo hemos arrugado, las fronteras que se encuentran dibu­
jadas en el bollo seguirán separando a los mismos países, que
separaban en el mapa original, y éstos seguirán coloreados con
los mismos colores. Luego, el punto celeste seguirá encontrándose
en el bollo próximo al punto de encuentro de las fronteras. Lo
mismo podemos afirmar del punto verde y del amarillo, y pode­
mos decir también que al punto F que separa al punto celeste
del verde en el mapa original le corresponderá un punto F que
separa al punto celeste del verde en el bollo.

Generalizando, podemos decir, 3o) que a dos puntos


vecinos en el mapa original corresponden dos puntos
vecinos del mapa hecho bollo y a dos puntos vecinos
del mapa hecho bollo corresponden dos puntos vecinos
en el mapa original.

A una transformación que tenga estas dos características se


la llama TRANSFORMACION TOPOLOGICA u HOMEOMOR-
FISMO.

Un HOMEOMORFISMO entre dos figuras es una


correspondencia tal que a todo punto de una de las dos
figuras corresponde un punto y sólo uno de la otra, y
que a dos puntos vecinos de una corresponden dos
puntos vecinos de la otra.

La noción de homeomorfismo desempeña en Topología el


mismo papel que el de igualdad en la Geometría Elemental. En
Geometría Elemental dos figuras iguales tienen las mismas pro­
piedades. De igual modo, dos conjuntos de puntos homeomorfos
cualesquiera tienen las mismas propiedades topológicas, y a estas
propiedades se las llama invariantes topologicos. Dos de tales con­
juntos deben ser mirados en Topología como no diferentes o
Veremos que el homeomor-
fismo entre distintas figuras o
conjuntos de puntos no depende
en absoluto de su forma o su
tamaño.
Figura 1: lomemos un seg­
mento de recta AB y unamos
cada uno de sus puntos con otro
punto exterior E por medio de
rectas. ¿Cuántas rectas debería­
mos dibujar? Infinitas. Pero nos
conformaremos con dibujar unas
pocas de ellas, haciendo notar
que lo que se da en éstas se veri­
fica también en las infinitas
rectas que no hemos dibujado.
Si a este haz de rectas que
hemos dibujado lo cortamos con
una recta, cada una de las rectas
del haz determinará sobre ella un
punto que tiene su correspon­
diente en el segmento AB.
Así, el punto C tiene por correspondiente al punto A, el
punto 1 se corresponde con el 2, el 3 con el 4, y así sucesivamente.
Vemos también que a puntos vecinos sobre el segmento CD le
corresponden puntos vecinos en el segmento AB. Por ejemplo,
al punto 1, vecino del punto C, le corresponde el punto 2, vecino
del punto A.
Luego, entre el segmento CD y el segmento AB existe un
homeomorfismo, pues a un punto del segmento CD corresponde un
punto y sólo uno del segmento AB y a dos puntos vecinos del
segmento CD corresponden puntos vecinos en el segmento AB.
Por lo tanto, el segmento AB y el segmento CD, que en
la Geometría Elemental serían considerados diferentes (pues
uno es más largo que el otro), en Topología son considerados
equivalentes o no diferentes.
Vemos en la Figura 2 que entre los puntos del segmento de
recta AB y los puntos de la línea curva que corta al haz de rectas
se establecen las mismas relaciones que en el ejemplo anterior.
Luego, el segmento AB y el segmento curvo CD son homeo-
morfos y para la Topología son considerados como no dife­
rentes.
Siguiendo el mismo procedimiento, vemos en la Figura 3
que existe un homeomorfismo entre la superficie de una semi-
esfera y la superficie de un círculo.
Luego, para la Topología,
la superficie de una semiesfera
y un círculo son equivalentes.
Si retomamos el ejemplo
que dimos del círculo hecho de
caucho, el cual por deforma­
ción se puede transformar en un
triángulo, un cuadrado o una
figura limitada por una línea
cerrada cualquiera, podemos
decir que entre estas figuras es
posible siempre establecer las
relaciones de correspondencia
y vecindad entre sus puntos,
propias del homeomorfismo, por lo cual son topológicamente
equivalentes.
Para continuar avanzando en nuestro estudio necesitamos
valernos de una superficie, denominada toro. Para visualizarla,
inflemos una cámara de bicicleta y nos encontraremos en pre­
sencia de un toro. Si ahora procedemos a deformar la cámara
de bicicleta torciéndola, entre la cámara original y la cámara
deformada, siempre, a un punto de una, le corresponderá un
punto y sólo un punto de la otra, y a puntos vecinos de una le
corresponderán puntos vecinos en la otra. Luego, son topológi­
camente equivalentes. Además, si dejo la cámara librada a su
suerte retomará la forma primitiva. Superficies homeomorfas
que pueden pasar de unas a otras por una deformación continua,
decimos que tienen la misma posición en el espacio.
Procedamos ahora a cortar el toro de forma tal que quede
como un pedazo de manguera, y hagamos con ella un nudo como
muestra la figura siguiente.
Luego, unamos los bordes
de la manguera de forma tal, que
los puntos que coincidían en la
cámara antes del corte coincidan
nuevamente en esta unión. O sea,
que todo quede en la cámara
como si el corte nunca se hubiera
realizado.
Entre la superficie de esta
cámara anudada y la cámara
original se cumplirá que a un
punto de una corresponde uno y
solo uno de la otra, y a puntos
vecinos en una corresponden
puntos vecinos en la otra; luego,
son homeomorfos.
Si quisiéramos pasar de la cámara anudada a la forma de la
cámara primitiva, no lo podríamos realizar por simple deforma­
ción, y tendríamos que cortar la cámara, deshacer el nudo, y unir
nuevamente. Las superficies homeomorfas que no gozan de la
propiedad de pasar de una a otra por medio de una deformación
se dice que tienen distinta posición en el espacio.

Dado que en los próximos temas que abordaremos vamos


a referirnos a las superficies y a la forma en que éstas se cortan,
conviene que veamos algunas de las características que les son
propias.
Todos tenemos idea de lo que es una superficie. Si hablamos
de la superficie de la pared todos sabemos que nos referimos a la
parte visible de la pared y nunca a la parte interior de ella, también
sabemos .que si se nos pide la medida de dicha superficie bastará
con que digamos cuál es su largo y cuál es su ancho para contestar
a dicha pregunta pero que si por un exceso de celo quisiéramos
informar también su profundidad, no lo podríamos hacer, pues
nos sería imposible medirla, dado que una superficie no posee
profundidad.
Ampliemos un poco más lo ya dicho con otro ejemplo. Cuan­
do nos referimos a la superficie del mar, realmente a lo que esta­
mos aludiendo es a la superficie de separación entre el agua del
mar y ¿1 *úre- Toda persona que se zambulla en el mar, al atravesar
esa superficie dejará de estar en contacto con el aire y tomará
contacto con el agua de mar; a la inversa, cuando emerja para res­
pirar, al atravesar dicha superficie, parte de su cuerpo dejará de
estar en contacto con el agua para entrar en contacto con el aire.
En ningún momento este nadador, al atravesar esa superficie, se
encontrará con algo que sea distinto del agua o del aire, y esto
sucede porque esta superficie carece de espesor. De todas formas,
si bien carece de espesor, hemos dicho que el nadador la atraviesa
desde el aire hacia el agua al zambullirse y desde el agua hacia el
aire al emerger.
Para que esto suceda, la superficie debe poseer dos caras:
•una que da hacia el aire que se atraviesa como primera al zambu­
llirse, y una que da hacia el agua que se atraviesa como primera
al emerger. A superficies con estas características se las llama
biláteras.
De la misma forma, cuando hablamos inicialmente de la
superficie de una pared, realmente nos referíamos a la superficie
de separación del aire y la pared, la cual como hemos visto tendrá
dos caras, una que dará hacia la pared y otra que dará hacia el
aire.
Lo mismo ocurrirá, obviamente, con la superficie de un
papel, la cual tendrá dos lados: un lado que dará hacia el papel
y otro lado que dará hacia el aire. Si consideramos una hoja de
papel, esto sucederá en las dos caras de ella.
Por lo tanto, no es correcto considerar a las dos caras de
una hoja de papel como a dos lados de una superficie.
espesor

SUPERFICIE
-0 .3 * AIRE DE I
: SEPARACION AIRE SEPARACION ;
¡REVERSO DE ANVERSO DE
; LA HOJA LA HOJA
! AIRE ----------- AIRE
La figura anterior representa a una hoja de papel vista de
perfil, a la cual se le ha exagerado el espesor.
De todas formas, como para materializar determinados mode­
los topológicos no tendremos más remedio que valemos de una
hoja de papel, deberemos imaginar que esta hoja de papel carece
de espesor y además, para que cada una de sus caras se pueda asi­
milar a cada uno de los lados de
la superficie bilátera, deberemos
considerar a una de las caras de espesor
la hoja de papel como vista desde
el aire(l) que es realmente desde (2 ) (i:
donde nosotros la miramos, y a
!a otra cara, si bien la miramos de
la misma forma(2) deberemos
imaginar que la miramos desde a íre
adentro del papel(3). AIRE
Siempre que para nuestros
ejemplos utilicemos una hoja de
papel, lo haremos considerándola
de esa manera. *
Supongamos ahora que es­
tuviéramos contemplando el agua
contenida en una pileta de nata- ~sirT
ción, y que en su superficie viéra- _y % espesor
mos reflejada la imagen de un ¡jei ^
edificio pintado de amarillo y
ubicado de forma tal que todos los rayos luminosos que de él pro­
vienen se reflejen totalmente en la superficie del agua, como desde
nuestro lugar veríamos el lado de la superficie que da hacia el aire,
es obvio que la veríamos con un reflejo amarillo.
Si miramos a esta misma superficie desde abajo del agua
veríamos el lado de ella que da hacia el agua. Dado que al estar
bajo el agua el reflejo amarillo no llegará hasta nosotros, veremos
a ese lado de la superficie de color celeste, debido a que se trans-
parenta el color del cielo. Luego, cada uno de los lados de una
superficie bilátera, a pesar de que la superficie carezca de espesor,
pueden verse coloreados por dos colores distintos.
Dado que ya sabemos qué son las superficies, veamos qué
sucede cuando ellas se cortan entre sí: éste es un concepto que nos
conviene tener muy claro pues lo utilizaremos con frecuencia.
Cuando decimos que dos rectas se cortan en un punto, real­
mente, ¿qué queremos decir?
Queremos decir que ese punto es común a ambas rectas.
Supongamos que una recta r se corte con una recta s en
un punto A. Ese punto A pertenecerá tanto a la recta r como a
la recta s.

Si nos imaginamos a una hormiguita caminando por la recta


r, pasaría por el punto A como si la recta s no existiera, y lo mis­
mo ocurriría si viniera caminando por la recta s : pasaría por el
punto A como si la recta r no existiera.
Esto nos hace recordar a un cruce de calles:

santa te
callao

La zona rayada es común a las avenidas Santa F.e y Callao; el


punto A es común a las rectas r y s .
Veamos ahora qué sucede cuando dos superficies planas se
cortan.
Supongamos que las rectas r y s del ejemplo anterior se en­
contraran dibujadas en dos superficies planas distintas; el punto A,
en el cual se cortan, pertenecería a ambas superficies planas, por
ser común a ambas rectas.

De la misma forma que hemos dibujado a las rectas r y s


sobre estos planos, podríamos dibujar también en ellos muchas
otras rectas similares a r y s, que se cortaran dos a dos en un
punto, tales como r, s t , r2 s2 , r 3 s3 .

Si dibujáramos los infinitos pares de rectas que sería posible


trazar sobre estos planos, los puntos en que ellas se cortan forma­
rían una recta. Esta recta, que pertenece a ambos planos, que es
común a los dos, constituye la línea en la cual estas dos superficies
se cortan y cada uno de los puntos de esta recta gozará de las mis­
mas propiedades que el punto A de nuestro primer ejemplo
poseía.
Por lo tanto, volviendo al ejemplo de la hormiguita, si ésta
camina por la recta r pasará por el punto A como si la recta s no
existiera, pero vemos que al hacerlo pasa al otro lado de la superfi­
cie en la que se encuentra dibujada la recta s, como si esta super­
ficie no existiera.

De la misma forma, si caminara por ia recta s, al pasar por el


punto A atravesaría a la superficie en la que está dibujada la recta r
como si ésta no existiera.
Estas propiedades se cumplen para todos los puntos de esta
línea de corte que estas superficies comparten, y que permite que
ambas superficies puedan ser recorridas en su totalidad como si la
otra no existiera.
Si las superficies no fueran planas, esta línea no sería una
recta y su forma se vería ligada a las formas que tengan las superfi­
cies que se corten; no obstante, sus puntos seguirán gozando de
las propiedades anteriormente citadas.
A esta línea de corte se la conoce con el nombre de línea de
penetración.
De la misma forma que dos reítas que se cortan tienen un
punto en común, cuando una recta corta a una superficie lo hace
en un punto que ambas poseen en común, y si la hormiguita del
ejemplo camina por esa recta atravesará la superficie desde uno de
sus lados por el punto A.
Si después de haber atravesado la superficie realiza el camino
inverso, atravesará nuevamente la superficie desde su otro lado por
el mismo punto A. Luego, vemos que al mismo punto A lo encon­
tramos en ambos lados de la superficie. Toda superficie se encuen­
tra constituida por infinitos puntos, cada uno de los cuales perte­
nece a ambos lados de la superficie.
Supongamos que tomamos una tira de papel (recordemos que
valiéndonos de determinados supuestos ya expuestos nosotros con­
sideramos a ambas caras de la hoja de papel como si fueran dos
lados u6 una superficie), aclarado esto, supongamos que tomamos
una tira de papel rectangular ABCD como indica la Figura 1, cuya
base AD es bastante más larga que su altura AB.
FIG 1

A
Marquemos en ella el punto P de forma tal que divida al lado
AB en dos partes iguales, y el punto P\ que haga lo mismo con el
lado CD. Unamos P con P’ y obtendremos la línea PP’, que es la
mediana del rectángulo ABCD y lo divide en dos partes iguales.
Tracemos esta línea y coloreemos el rectángulo PBCP’ como
indica la Figura 1 en ambas caras del papel.
Si ahora unimos el borde AB con el borde CD de forma tal
que coincidan los puntos A y D y otro tanto ocurra con los puntos
B y C, obtendremos una superficie cilindrica como la que repre­
senta la Figura 2.
Si quisiéramos relacionarla FIG 2
con una forma que nos resulte
familiar, diremos que se asemeja
mucho a un servilletero. b ít
Si en lugar de unir ambos pp*
lados como lo hemos hecho ante­ AD
riormente, los unimos de forma,
tal que el punto A coincida con el punto C y el punto B coincida
con el punto D, al hacerlo,obtendremos una superficie como la

que representa la Figura 3. A esta superficie se la conoce con el


nombre de Cinta de Moebius.

FIG 3

A modo de ejercicio, veamos si la superficie cilindrica y la


cinta de Moebius son topológicamente equivalentes. Dado que a
ambos modelos los hemos construido con la misma banda de
papel, podemos decir con seguridad, aun sin mirar las figuras, que
a un punto de la cinta cilindrica le corresponde un punto y sólo
uno de la cinta de Moebius, y viceversa. Luego, una de las dos
condiciones necesarias para que esfas superficies sean homeo-
morfas se cumple.
Si ahora miramos las dos figuras, que representan ambos mo­
delos, vemos que en la figura que representa a la superficie cilin­
drica los puntos coloreados, salvo a lo largo de la línea central, se
encuentran siempre próximos entre ellos, o sea que al lado de un
punto coloreado habrá siempre un punto coloreado y lo mismo
ocurre con los puntos sin colorear. En cambio, en la figura que re­
presenta a la cinta de Moebius, vemos que en la línea de unión de
la tira de papel los puntos coloreados se encuentran próximos a
los puntos sin colorear: luego, a dos puntos vecinos de la superfi­
cie cilindrica no le corresponden dos puntos vecinos en la cinta de
Moebius y a la inversa: esto significa que no se cumple una de las
dos condiciones necesarias para que dos superficies sean homeo-
morfas.
En consecuencia, una superficie cilindrica y una cinta de
Moebius no son topológicamente equivalentes.
Supongamos ahora que tuviéramos que fabricar grandes can­
tidades de estos dos modelos de cintas y que para satisfacer esta
necesidad nos viéramos obligados a contratar a un grupo de perso­
nas para que se encarguen de su armado.
Para ello, además de entregarles las tiras de papel y el pega­
mento, deberemos establecer una regla, a seguir para su pegado,
que sea de fácil interpretación. Lo primero que se nos ocurre es
utilizar letras como en las dos construcciones que realizamos
anteriormente, pero este método nos parece demasiado laborio­
so para aplicarlo a una gran producción. Descartado este método,
decidimos analizar todas las fases que requiera e¡ armado de cada
una de estas superficies, y al hacerlo vemos que, para la fabrica­
ción de ambos modelos, la cinta de papel debe ser unida por sus
lados más pequeños. Por lo tanto, si identificamos estos dos lados
con una letra minúscula, por ejemplo la letra a, podremos especi­
ficar que para su armado se unan siempre los bordes identificados
con la misma letra.

Entonces, al entregar las tiras de papel, podemos acompañar­


las con una nota que diga: “Para su armado deberán unirse los
lados identificados con la letra a". Con esta indicación queda per­
fectamente definido qué lados deben unirse, pero nos falta indicar
cómo deben unirse estos dos lados. Para ello dibujaremos una
flecha sobre cada uno de los bordes identificados con la letra a y
completaremos la nota explicativa, la cual en su texto final dirá:
“Para su armado deberán unirse los lados identificados con la letra
a de forma tal que las puntas de las flechas queden superpuestas”.
En la superficie cilindrica las flechas indicarán la misma
dirección:

En la cinta de Moebius las flechas indicarán direcciones


opuestas:

Es común que cuando se construyan superficies por medio


de desformación y pegado de polígonos, en el caso anterior un
cuadrilátero, se indique su construcción como lo acabamos de ver.
Por ejemplo, el dibujo que vemos a continuación indica los
pasos a seguir para obtener, a partir de un rectángulo, una super­
ficie denominada Toro.

Sobre esto volveremos cuando tratemos al Toro en parti­


cular.
Volviendo a la cinta de Moebius, vemos que las flechas dibu­
jadas en la tira de papel indican direcciones opuestas y en conse­
cuencia, para que sus puntas coincidan, al ser pegada la tira de
papel, ésta deberá efectuar sobre sí misma un semigiro y éste
podrá realizarse hacia la derecha o hacia la izquierda. Para acla­
rar esto, imaginemos las agujas de
un reloj, que indiquen la hora a
las seis de la tarde.
Todos sabemos que en una
hora la aguja de los minutos
realizará un giro completo y ocu­
pará nuevamente la misma posi­
ción. También sabemos que para
que la aguja de los minutos ocu­
pe la posición que tiene, en este
caso, la aguja de las horas bastará
con que realice la mitad del reco­
rrido anterior, o sea un medio
giro, y este semigiro podrá reali­
zarse hacia la derecha si la aguja
avanza como lo haría normal­
mente un icloj, o hacia la izquier­
da, moviéndose como lo hace
cuando nosotros atrasamos un
reloj.
De la misma forma, para
que coincidan las puntas de las
flechas, para su pegado, la tira
de papel podrá torcerse realizando sobre sí misma un semigiro
hacia la derecha o hacia la izquierda, obteniéndose una cinta de
Moebius con torsión derecha o izquierda respectivamente.

SEMIGIRO DERECHO SEMIGIRO IZQUIERDO


Una cinta de Moebius con torsión izquierda es homeomorfa
con una cinta de Moebius con torsión derecha, pero no se puede
pasar de una a otra por una deformación continua, pues ocupan
posiciones diferentes en el espacio.
Retomando nuevamente el tema al cual estamos abocados,
podríamos entregar las tiras de papel de dos colores diferentes,
por ejemplo tiras de papel amarillas y tiras de papel azules, y decir
en nuestra nota explicativa: “Para su armado deberán unirse los
lados identificados con la letra a de forma tal que las puntas de
las flechas queden superpuestas, y para ello, en caso de ser necesa­
rio, deberá realizarse en las cintas amarillas un semigiro a la iz­
quierda, y en las azules un semigiro a la derecha”.
Por último, notemos que las direcciones de las flechas las
podemos indicar haciendo una muesca triángular, con una tijera,
sobre el borde de la tira de papel a modo de cola de la flecha,
como muestran las figuras que vemos a continuación:

T
/V . ..... y-
4 y

Vemos entonces que podemos prescindir de dibujar las
flechas y entregar las tiras de papel provistas únicamente de estas
dos muescas, y decir en la nota explicativa que las tiras de papel
deben ser unidas de forma tal que las muescas coincidan.
Ahora que Usted está en condiciones de encarar la produc­
ción de cintas de Moebius a nivel industrial, por favor: fabrique
una cinta de Moebius para usted, utilizando una tira de papel como
a continuación indicamos:
-SUP^RPlCie ClUfsDrtlCA
£
co
— —----------
CifiTA OC nOG&‘33
<U£ cm.
Eo
a~>
No deje de dibujar la línea central de la tira de papel en
ambas caras de ésta.
Las medidas que proponemos no deben ser necesariamente
las que usted debe utilizar, pero conviene que a cada centímetro
de altura que tenga la cinta ie haga corresponder 11 centímetros
o más en su longitud. Esto facilita su manipuleo.

Una vez construidos nuestros modelos, de superficie cilin­


drica y de cinta de Moebius, vamos a estudiar a cada una de ellas
en particular.
Comencemos con la superficie
cilindrica:
Vemos en primer lugar que 2 bordes
esta superficie tiene dos bordes,
los cuales limitan los dos lados
aue posee la misma. Podemos
comprobar en nuestro modelo
que es posible colorear cada uno
de los lados de esta superficie
con un color distinto, por ejem­
plo un lado color amarillo y un
lado color rojo, y si hiciéramos caminar a nuestra pequeña cola­
boradora, la hormiga, sobre el lado amarillo de la superficie, ésta
sólo podría Llegar al lado rojo pasando por encima de uno de los
bordes o atravesando la superficie desde su lado amarillo. Si por
algún motivo hiciera el camino inverso, atravesaría la superficie
desde el lado rojo. Evidentemente, la superficie cilindrica es bi­
látera.
Veamos ahora la cinta de Moebius:
La cinta de Moebius es una superficie que se caracteriza por
tener un solo borde y un solo lado.
Para comprobar que la cinta de Moebius tiene un solo borde,
identifiquemos un punto cualquiera de él con una marca, y a partir
de ese punto recorramos el borde, siempre en una misma di­
rección.
Veremos que después de un cierto tiempo de hacer esto, ha­
bremos recorrido todo el borde y nos encontraremos nuevamente
en el punto de partida. Este único borde que posee la cinta de
Moebius limita una superficie, la cual si intentamos colorear de dos
colores distintos, con la condición de que estos dos colores estén
siempre separados por el borde, nos resultará imposible y al hacer­
lo descubriremos que a la superficie de la cinta de Moebius sólo se
la puede colorear de un solo color, respetando la condición esta­
blecida. Esto sucede como consecuencia de que la superficie de la
cinta de Moebius tiene un solo lado. A las superficies que tienen
un solo lado se las denomina uniláteras
Ampliemos un poco esto:
en el modelo Usted podrá com­
probar que la superficie de la
nnta de Moebius puede ser
atravesada por un alfiler en cual­
quiera de sus puntos. De la mis­
ma forma que el alfiler una recta,
podrá cortar la superficie en cual­
quiera de sus puntos.
Tomemos ahora una recta
que corte la superficie de la cinta
de Moebius en un punto de su
línea central. Como ya sabemos,
esa recta y la línea central tienen
un punto común.
Imaginemos que dos hormi­
guitas pasan por ese punto, una
caminando por la línea central
y la otra caminando por la recta;
esta última hormiguita, al pasar
por el punto, atravesará la super­
ficie. Si después de haber atravesado la superficie advirtiera que se
ha olvidado sus anteojos y tuviera que regresar a buscarlos, debería
realizar el camino inverso, y atravesaría la superficie por el mismo
punto en el sentido inverso. El hecho de que la hormiguita pueda
atravesar la superficie por ese punto en dos direcciones opuestas,
lo cual también se cumplía para todo punto de una superficie bi­
látera, puede llegar a desconcentrarnos un poco; pero veamos qué
hubiera ocurrido si la hormiguita no hubiese tenido ese olvido. Si
la hormiguita no hubiese olvidado sus anteojos y una vez atrave­
sada la superficie se hubiese detenido en el punto; después de
transcurrido cierto tiempo hubiera visto venir caminando por la
línea central a la otra hormiguita, la cual poco después alcanzará
su misma posición, caminando siempre sobre la superficie de la
cinta de Moebius y sin haber atravesado la superficie.
Para concretar, diremos que cuando hacemos un análisis
puntual de la superficie podemos pensar, por el hecho de que ella
puede ser atravesada en un punto en dos direcciones opuestas, que
nos hallamos en presencia de una superficie bilátera, pero cuando
integramos el punto al resto de la superficie vemos, por la carac­
terística de ella, que la superficie es atravesada en ese punto en
dos direcciones opuestas pero desde el mismo lado.
Para seguir analizando la cinta de Moebius tracemos sobre ella
una recta, a la cual identificare­
mos con la ícüa J, que corte a
la línea central en el punto P.
Vemos que esa recta cortará
también al borde de la cinta de
Moebius en el punto A y en el
punto B, los cuales se encuen­
tran sobre la recta a y a ambos
lados del punto P. Luego, en
la cinta de Moebius, a cada punto
de la línea central le corresponden dos puntos en su borde. El
punto A y el punto B determinan con el punto P los segmentos
AP y PB, que obviamente pertenecen a la recta a.
Imaginemos ahora que cuan­
do en el ejemplo anterior la hor­
miguita que camina sobre la línea
central comienza su marcha pa­
sando por el punto P otra hormi­
guita la acompaña, pero haciendo
su salida desde un punto cual­
quiera del segmento PB (notemos que tanto el punto P como este
punto del segmento PB pertenecen a la recta a). A esta hormiguita
se le ha encomendado la tarea de colorear el área comprendida
entre la línea central y el borde, de la cinta de Moebius, sin cruzar
en ningún momento por encima de ellos.
Sabemos que cuando la hormiguita que camina por la línea
central se encuentra con la hormiguita de los anteojos (recorde­
mos que estamos ampliando el ejemplo anterior) habrá realizado
una vuelta completa y se encontrará nuevamente sobre la recta a
en el punto P.
Podríamos pensar que lo mismo haya ocurrido con la hormi­
guita pintora, y que ésta también se encuentre en su punto de par­
tida, pero no es así, pues si bien al igual que la otra hormiguita ha
realizado una vuelta a lo largo de la cinta de Moebius y se encon­
trará en un punto de la recta a, este punto pertenece al segmento
AP, y si quisiera llegar a ubicarse en su punto de partida debería
cruzar por sobre la linea central de la cinta de Moebius dado que
el punto desde el cual ella ha partido pertenece al segmento PB.
Si la línea central de la cinta de Moebius fuera un río, la hormi­
guita, saliendo de una de sus orillas, hubiera pasado a la orilla
opuesta sin haber cruzado el río.
Todo esto hace que para concluir su tarea la hormiguita
deberá trabajar otro tanto y recién ella podrá decir “ tarea cum­
plida” después de dar dos vueltas a lo largo de la cinta de Moebius.
Cuando haya hecho ésto, la superficie de la cinta de Moebius que­
dará con dos zonas bien definidas; una pintada y la otra sin pintar,
separadas entre sí por la línea central y por el borde de la cinta de
Moebius, y si la hormiguita quisiera pasar de la zona pintada a la
zona sin pintar, sólo podría hacerlo de una de estas tres maneras:
1) Atravesando la superficie.
2) Pasando sobre el borde.
3) Pasando sobre la línea central.
Conviene que, como ejercicio, usted coloree de la forma ante­
riormente indicada su modelo de cinta de Moebius ycompruebe
personalmente todo lo que hemos dicho. Si lo hace'«o tire el mo­
delo así obtenido, pues lo usaremos más adelante.
A continuación veamos qué ocurre si cortamos a la cinta de
Moebius por su línea central. Hasta este momento, siempre que
hemos hablado de “cortar” , lo hemos hecho utilizando la acepción
estrictamente matemática del término, y para cortar a una super­
ficie lo hemos hecho utilizando una recta u otra superficie; en esta
oportunidad imaginemos que la cortamos con una tijera, imagine­
mos que la seccionamos.
Como introducción al tema, veamos que ocurre cuando cor­
tamos una hoja de papel, siguiendo su línea central, con una ti­
jera.
Tomemos una hoja de papel y dibujemos en ella su línea
central, la cual dividirá a la hoja
de papel en dos partes iguales.
Luego, tracemos en los dos bor­
des de la hoja de papel, paralelos
a la línea central, sendos puntos. a 3
que identificaremos respectiva­
mente con la letra A y la letra B.
Dibujemos en el papel a la recta
que pasa por el punto Á y por el
Dunto B, a la cual identificare­
mos con la letra a y que determina sobre la línea central el
punto P.
Cortemos el papel por la
línea central. Una vez realizado
el corte, lo primero que salta a
la vista es que la hoja de papel
ha perdido su unidad y se ha
transformado en dos hojas de
papel más pequeñas. En segundo
lugar, vemos que una vez cortado
el papel por su línea central, ésta desaparece y en su lugar nos en­
contramos que el corte ha creado dos bordes, sobre los cuales la
recta a determina los puntos A, y B i, que corresponden al punto
P de la línea central, como muestra la figura.
Si desplazamos los dos pedazos de papel de forma tal que los
bordes permanezcan paralelos entre sí y que el punto At ocupe el
lugar que ocupaba, en el espacio, el punto A antes de efectuarse
el corte y lo mismo ocurra entre el punto B, y el punto B, vemos

que entre el punto At y el punto Bj queda determinado el seg­


mento A, Bi (en línea de puntos en la figura) que ocupa en el
espacio el mismo lugar que ocupaba originariamente el segmento
AB sobre el papel.
Esto que hemos visto para un punto de la línea central, se
cumple para todos los puntos de ella y en consecuencia a cada
punto de la línea central le corresponden después del corte dos
puntos, cada uno de los cuales es parte constitutiva de cada uno
de los bordes creados por el corte. Estos pares de puntos determi­
nan en el espacio segmentos de rectas similares al segmento
At B, y con sus mismas características, y estos infinitos segmen­
tos de recta crean una superficie que ocupa en el espacio el mismo
lugar que ocupaba antes del corte la superficie del papel. Para
visualizar con una imagen que nos es familiar de qué manera puede
quedar definida una superficie en el espacio por su borde, pense­
mos en un arco de football, en el cual, el travesaño y los dos
postes determinan una superficie que es necesario atravesar en
cualquiera de sus puntos con la pelota para convertir el gol, y esta
superficie únicamente depende para su existencia del arco de
football que la limita. De la misma manera, los dos bordes creados
por el corte crean una superficie en el espacio vacío que los separa.

Ya sabemos qué ocurre cuando cortamos una hoja de papel


por su línea central. Para continua», y antes de abordar ccrte
de la cinta de Moebius, veamos qué ocurre si cortamos por su línea
central a una superficie cilindrica. Una vez realizado el corte, lo
primero que notamos es que la superficie cilindrica ha perdido su
unidad y se ha transformado en dos superficies cilindricas de
menor altura.
En segundo lugar, vemos que la línea central, que era en la
superficie original una línea interior, se ha transformado en dos
bordes, los cuales limitan entre si en el espacio que los separa una
nueva superficie cilindrica.
Veamos ahora, para finalizar, qué sucede cuando cortamos
la cinta de Moebius a lo largo de su línea central utilizando unas
tijeras. Para ello comenzaremos haciendo un estudio parcial del
corte, para luego integrar su resultado a toda la cinta de Moebius.
Tracemos sobre la cinta de Moebius una recta Que corte a su
línea central en el punto P y de­
termine sobre su borde a los pun­
tos A y B. Hecho esto, nos da­
mos cuenta que si limitamos
nuestro estudio a una pequeña
zona de la cinta de Moebius que
contenga el segmento de recta
AB nos encontraremos que en
esta zona se debe cumplir todo
lo expuesto en el ejemplo ante­
rior para la hoja de papel, pues
no difiere en absoluto de ella.
En consecuencia, si cortamos a la cinta de Moebius por su
línea central, ésta desaparece y en su lugar encontramos que el
corte ha creado dos bordes y si a estos bordes los desplazamos con­
venientemente, en forma similar a como fueron desplazados los
bordes creados por el corte en la hoja de papel del ejemplo ante­
rior, crean en el espacio vacío
que los separa una superficie
que ocupa el lugar ocupado
anteriormente por la zona de la
cinta de Moebius en estudio. Si
continuamos con el corte, al
cortar, se seguirán creando local­
mente esos dos bordes, los cuales
desplazados convenientemente
crearán en el espacio que los se­
para una superficie que, como
hemos dicho, ocupara el lugar ocupado anteriormente por la cinta
de Moebius, que va desapareciendo con su corte por su línea
central.
Cuando terminemos de seccionar el último punto de la línea
central y ésta haya desaparecido totalmente, nos daremos cuenta
de que estos dos bordes, que visto parcialmente, creaba el corte,
al considerar el corte en su conjunto aparecen integrando un borde
único y ese borde limita en el espacio una superficie que ocupa el
lugar que ocupaba, antes de ser cortada, la cinta de Moebius. Este
borde único no es ni más ni menos que el borde de una cinta de
Moebius que se ha creado en el espacio vacío a consecuencia del
corte.
Hemos visto que si cortamos una hoja de papel por su línea
central, ésta pierde su unidad y se transforma en dos hojas de
papel más pequeñas, cada una de las cuales es topológicamente
equivalente a la hoja de papel original y que lo mismo ocurre con
la superficie cilindrica, la cual después del corte se transforma en
dos superficies cilindricas de menor altura, que mantienen las
mismas propiedades topológicas que la superficie original.
Entonces, generalizando, podríamos inclinamos a pensar que
si cortamos a la cinta de Moebius por su línea central, ésta se trans­
formaría en dos cintas de Moebius más pequeñas. NADA ES MAS
INEXACTO QUE ESTA SUPOSICION.
Veamos ahora, realmente, qué es lo que sucede cuando corta­
mos a una cinta de Moebius por su línea central. Para ello utilice­
mos el modelo que hicimos, co­
mo ejercicio en el ejemplo de la
hormiguita pintora, el cual se en­
cuentra coloreado de forma tal
que su zona coloreada y su zona
sin colorear se encuentran separa­
das por la línea central.
Si cortamos a la cinta de Moebius a lo largo de su línea cen­
tral, lo primero que observamos, para nuestro asombro, es que la
cinta de papel que la constituye no se divide en dos partes, sino
que sigue manteniendo su unidad y que, si la medimos, su longitud
comparándola con la longitud que tenía la cinta de Moebius antes
del corte, ha aumentado al doble. Vemos también que esta cinta
tiene dos lados, uno coloreado y uno sin colorear, los cuales se
encuentran separados entre sí por dos bordes. De lo observado
nos damos cuenta que, como consecuencia del corte, se ha des­
truido la estructura de la cinta de Moebius y nos encontramos en
presencia de una superficie bilátera la cual, si bien es topológica-
mente equivalente a una superficie cilindrica, ocupa respecto de
ésta un lugar distinto en el espacio, debido a que presenta cuatro
semitorsiones que la superficie cilindrica no tiene.

Respecto de estas bandas, o cintas, podemos decir que cuan­


do tienen un número par de semitorsiones ellas son homeomorfas
con una superficie cilindrica y cuando tienen un número impar de
semitorsiones son topológicamente equivalentes a una cinta de
Moebius.
Resumiendo: a consecuencia del corte de la cinta de Moebius
por su línea central, desaparece la estructura de la cinta de
Moebius y aparece una banda, bilátera, con cuatro semitorsiones.
Si cortamos esta nueva cuita por su línea cenüal obtendremos dos
cintas entrelazadas, a las cuales sólo podremos separar si cortamos
transversalmente a una de ellas. Es importante notar que cada una
de estas cintas asi anudadas serán siempre superficies biláteras y
que nunca a consecuencia del corte de una de estas cintas se creará
una cinta de Moebius.
Por último, si cortamos a una cinta de Moebius siguiendo una
línea que partiendo de un punto que se encuentre entre la línea
central y el borde se mantenga siempre a la misma distancia de
ambos, veremos que para realizar dicho corte deberemos dar, en
forma similar a lo que le ocurrió a la hormiguita pintora, dos
vueltas completas a la cinta de Moebius.
Una vez realizado el corte, veremos que la estructura de la
cinta de Moebius no ha desaparecido, ya que como consecuencia
del corte se ha desprendido de ella una banda bilátera con cuatro
semitorsiones que se halla entrelazada con la cinta de Moebius de
la cual se desprendió.
Es conveniente que corte Usted una cinta de .Moebius de la
forma indicada, para visualizar lo dicho anteriormente.
Al referimos a la cinta de Moebius hemos mencionado, con
frecuencia, a su borde y a su línea central. El primero de ellos es
una línea cerrada que encierra a la superficie de la cinta de
Moebius y separa al interior de la superficie del exterior, en forma
similar a la frontera de un país. La segunda, la línea central de la
cinta de Moebius, es también una línea cerrada pero que pertenece
al interior de la superficie y no encierra ningún area de ésta. Deci­
mos que está en el interior de la superficie pues no constituye su
borde.
Si miramos en una cinta de Moebius a esta línea central, vere­
mos que ella se nos muestra en el espacio como formando un ocho
alargado, como un signo de infinito. Es por esto y por su condi­
ción de línea interior que a la línea central de la cinta de Moebius
se la conoce también con el nombre de ocho interior.
Para finalizar con el tema, diremos que la línea cerrada que
constituye el borde de la cinta de Moebius se nos presenta en el
espacio como formando dos rizos. Para visualizarlo pensemos en
los dos rizos que tiene una montaña rusa de un parque de diver­
siones.

©
Debido a esto, la línea cerrada que constituve el borde de
la cinta de Moebius se la conoce con el nombre de doble rizo.
Todos hemos visto alguna
vez, en algún libro de Matemáti­
cas, el dibujo de un cubo. Este
dibujo está realizado siguiendo
un método que se denomina
perspectiva, y que nos da sensa­
ción de profundidad.
También hemos visto que
sí por alguna necesidad en la
explicación hace falta mostrar
las aristas del cubo que quedan
ocultas a nuestra vista, por las
caras visibles del cubo, ellas se
indican con una línea de puntos.
Hasta ahora, siempre que hemos dibujado a una cinta de
Moebius lo hemos hecho tratando de lograr en el dibujo la ilusión
de profundidad. Veamos cómo podemos dibujar una cinta de
Moebius valiéndonos únicamente de dos dimensiones y que ella
quede perfectamente representada.
Tomemos uno de nuestros modelos de cinta de Moebius y
achatémoslo de forma tal que podamos guardarlo entre las hojas
de un libro. Al hacerlo, veremos que en la superficie del modelo
aparecerán tres pliegues, y que su borde se superpondrá tres
veces como consecuencia de esos pliegues.
Pongamos un papel carbónico sobre una hoja de papel y
apoyemos sobre él a la cinta de Moebius así achatada. Pasemos un
lápiz sobre el borde visible y también sobre las líneas formadas
por los pliegues del modelo.
Al retirar el papel carbónico y la cinta de Moebius, quedará
sobre la hoja de papel la huella de esta última constituida por un
dibujo, de dos dimensiones, que representa un borde que realmen­
te se corresponde con el borde visible de la cinta de Moebius.
Los tres puntos en los cuales el borde se corta en el dibujo
corresponderán a los lugares en los,cuales el borde de la cinta de
Moebius se superpone a causa del achatamiento de la misma. Para
indicar que el borde de la cinta de Moebius es único y continuo,
podemos establecer que la parte del borde que oculta de nuestra
vista la superficie visible de la cinta sea dibujada, como en el dibujo
del cubo, en línea de puntos.
A este dibujo se alude cuando se habla de un aplanamiento
de la cinta de Moebius. Este dibujo desde el plano, con dos dimen­
siones y realizado con lincas rectas, de una sola dimensión, descri­
be en forma acabada la estructura de la cinta de Moebius.
Veamos, a continuación, algunos ejemplos:
CNTA DE M0EB1US CINTA CE M0E3US
ecn serrígiro derecho con tressem igiros
hacia la derecha
& g( espacio se ardan 1-
¡ mutuamente

CINTA CE NCEEIUS 00N TRES SEMITCRSIONES


HACIA LA DERECHA CORt ACA
FOR SU LINEA CENTRAL
Ya hemos visto con anterioridad que cuando decimos que dos
superficies se cortan, estamos diciendo que ellas tienen una línea
en común y que a consecuencia de esa línea cada una de las
superficies desconoce la existencia de la otra.
Si una superficie (SUP 1) se
corta con otra superficie (SUP 2)
en una recta esa recta pertene­
ce tanto a (SUP 1) como a
(SUP 2), y cada punto de la recta
a debe ser considerado como el
conjunto de dos puntos distintos,
uno perteneciente a (SUP 1) y el
otro perteneciente a (SUP 2).
Así como dos superficies
pueden cortarse entre sí, puede
suceder que una superficie se corte así misma,sepenetre, en algu­
na parte de ella; si ello ocurre la línea de corteserá común a dos
partes distintas de la misma superficie.
Tomemos una superficie plana, rectangular, con la forma de
la tira de papel que utilizamos
I i narü fabricar la cinta d~ Moebius.
1
En ella tracemos la recta a-± y la
recta a2, como muestra la Figura
r i
i t

1 OI
Jn fig 1 1. Luego hagamos que esta su­
perficie se corte a sí misma en la
r

recta a de forma tal que la recta


ax y la recta a2 ocupen el mismo
lugar en el espacio, con lo cual
cada punto de la recta a puede
ser considerado como el conjun­
to de un punto de la recta a, y
un punto.de la recta a2 .
Imaginemos que nuestra pequeña amiguita camina por la
línea central de la superficie antes de que ésta se penetre a sí
misma (Figura 1, al comienzo de la página siguiente,). Ella atra-
vesará la recta a t y lam recta a2u2 por un punto que pertenecerá
respectivamente a cada una de las rectas.
Si realiza el mismo camino después que la superficie se haya
penetrado a sí misma (Figura 2 de la página siguiente), al atravesar
la recta a lo hará inicialmente por un punto perteneciente a la
recta a¡ , y en segundo lugar por un punto de la recta a2, que en
conjunto constituyen el punto de la recta a, lo hará tal cual lo
hubiera hecho en la superficie de no haber existido la penetración.
O sea que la hormiguita, al igual que la superficie, desconoce
esta penetración y en consecuencia, para ella, la superficie antes y
despue's de haberse penetrado en nada será diferente.

Dado que la superficie que hemos utilizado para realizar este


ejemplo es similar a la que hemos utilizado anteriormente para
realizar tanto a la superficie cilindrica como a la cinta de Moebius,
si después que ella se haya penetrado unimos sus bordes mas pe­
queños podremos obtener, de acuerdo a cómo lo hagamos, una
superficie cilindrica que se penetra a sí misma o una cinta de
Moebius que se penetra a sí misma.
Las figuras que vemos a continuación muestran las muescas
características que llevan las tiras de papel en ambos casos:

Sup. cilindrica que se penetra a si noisma


cinta de moebius que se penetra a si m isma
Si Usted desea realizar un modelo que simule la penetración
de la superficie, tome una tira de papel de las que utilizamos para
realizar el modelo de la cinta de Moebius, en ella haga dos cortes
hasta la línea central, como indica en línea de puntos la figura.
Uno de los cortes, partiendo de uno de los bordes, finalizará sobre
la línea central en el punto A; el segundo corte, comenzando en
el otro borde, terminará sobre la línea central en el punto B.

Después de realizados los cortes, la tira de papel se verá de la


siguiente manera (el dibujo exagera el espesor del corte):

Luego, doble la tira de papel haciendo que ambos cortes se


enfrenten —como se indica ai comienzo de la página siguiente-y
a continuación deslice uno dentro del otro, de forma tal que el
punto A y el punto B se superpongan.
Para Finalizar, sólo le resta pegar la tira de papel de forma tal
que las muescas hechas en sus bordes se superpongan.
Sabemos que si dispusiéramos de un instrumento lo sufi­
cientemente preciso para realizar cortes y volverlos a cerrar, de
forma tal que se unieran punto por punto los bordes que el corte
produce, quedando la superficie como si el corte no se hubiera
realizado, podríamos cortar una cinta de Moebius y luego de pro­
ducir en ella la deformación que se nos ocurra, la cual puede in­
cluir, pliegues, nudos y penetraciones, al unirla con ayuda de este
mágico instrumento obtendremos nuevamente una cinta de
Moebius que para la topología en nada diferirá de la original, salvo
el hecho de que, posiblemente, ocupará un lugar distinto del que
ésta ocupaba en el espacio.
Veamos si podemos crear un modelo que sin importarnos si
se ajusta o no a la realidad nos ayude a visualizar los rudimentos
del funcionamiento de este fantasioso instrumento.
Tomemos una superficie en
la cual se haya dibujado cinco
círculos alineados como muestra
la figura de la derecha. Imagine­
mos que se auisiera dividir a esta ooooo
superficie en dos pedazos me­
diante un corte que también di­
vida al grupo de círculos por la
mitad, como vemos en las figuras del comienzo de la página
siguiente, y que además se quisiera poder unir nuevamente a esta
superficie de forma tal que los círculos aparecieran después de
unida ésta, como si el corte no hubiese existido
A poco de pensar nos damos cuenta que si identificamos
a cada circulo con una letra, el hecho de que la unión se realice
correctamente estaría garantizado, pero nos encontramos con el
inconveniente de que si escribimos la letra dentro del círculo, al
seccionar a éste la letra se destruirá. Esto lo solucionamos escri­
biendo la letra a ambos lados de los círculos:

Una vez señalada la superficie, de esta forma nos damos


cuenta que bajo ciertas condiciones al unir a dos semicírculos
identificados con una misma letra no sólo el círculo que ellos for­
man queda unido correctamente, sino que el resto de los círcu­
los también lo hacen.
No obstante si unimos a los dos semicírculos identificados
con la letra C podemos obtener dos resultados diferentes: en uno
de ellos los restantes círculos se unen correctamente. Hn el otro no lo
hacen de manera correcta, como vemos en las siguientes figuras:

CORRECTO INCORRECTO

Este hallazgo nos lleva a concebir otras dos formas para señali­
zar a la superficie, que nos garantizan la perfecta unión de los circu­
ios, las cuales, como veremos más adelante, también podrán usarse
conjuntamente. En ambas, previamente a realizar el corte, debere­
mos identificar a uno de los círculos con una letra, pero mientras
en una de ellas dibujaremos una flecha a ambos lados de la línea
por donde pasará el corte con sus puntas indicando la misma direc­
ción, en la otra variante se identificará a la línea por donde pasará
el corte con dos letras distintas según se encuentre de un lado o del
otro del círculo identificado. Veamos en particular, con un ejem­
plo, cada una de estas formas.
En la primera variante deberemos identificar uno de los círcu­
los con la letra C y también dibujar una flecha a'ambos lados de
la línea por donde se realizará el corte con sus puntas indicando
la misma dirección.
Cuando después del corte unamos a los dos semicírculos
identificados con la letra C cuidando que al hacerlo las puntas de
las flechas indiquen la misma dirección, podemos garantizar que
los demás semicírculos se unirán correctamente.
El gráfico que representa esta variante se.indica a conti­
nuación:
Para realizar la segunda variante, deberemos, además de iden­
tifica' a uno de los círculos con la letra C’, también identificar a la
línea por donde pasará el corte, con !a letra a hacia un lado del
circulo identificado con la letra C, y con la letra b hacia el otro
lado como vemos en esta fisura:

Cuando después del corte unamos a los dos semicírculos


identificados con la letra C, cuidando que se una la parte de los
bordes identificados con la letra a, y lo mismo haga la parte de
los bordes identificados con la letra b, podemos garantizar que
los demás círculos se unirán correctamente.
Si imaginamos que estos círculos fueran los puntos de la
línea por donde pasa el corte, a los cuales los estuviéramos viendo
con un microscopio que posea un aumento infinitamente grande,
nuetro modelo quedaría concluido. En rigor de verdad, no se
puede hablar de seccionar puntos por la mitad sin cometer desde el
punto de vista matemático una herejía imperdonable. Sólo un
burro podría rebuznar semejante cosa. Pero en los resultados fina­
les, todo se da en la realidad pomo si esto ocurriera efectivamente
así. Debido a esto, al visualizar a los modelos de superficies que
próximamente mostraremos, nos será de mucha utilidad verlos
como si sus puntos se comportaran como los círculos del modelo
anterior
De lo visto se desprende que nuestra máquina deberá para
cumplir su cometido, poder identificar y señalizar cada uno de
los puntos de la línea por donde se realizará el corte, y además,
seccionarlos por la mitad y volverlos a unir.
Si imaginamos que ella cumple mágicamente con todas estas
exigencias, existirán tres aspectos, del resultado que se obtendrá al
usarla, que conviene resaltar:
1) Cada vez que se realice un corte sobre una superficie, éste
producirá, localmente, dos bordes.
2) Siempre podrá obtenerse nuevamente, sobre la superficie,
la línea por donde se ha realizado el corte, uniendo ios bordes
que éste produjo.
3) Cada uno de los puntos de esta línea así obtenida, deberá
siempre considerarse, como un solo punto, y no como for­
mado por el conjunto de dos puntos.
En base a esto de aquí en más, para nosotros, el concepto
de línea y el concepto de borde nada tendrán en común. Tanto es
así que de la figura de la derecha
podremos decir dos cosas distin­
tas, sea que consideremos a sus
trazos como rectas o los veamos
significando dos bordes.
Si consideramos a los dos
trazos como rectas diremos:
“La recta a y la recta b se cortan en el punto P, y éste debe
ser considerado como formado por el conjunto de dos puntos, uno
perteneciente a la recta a y otro perteneciente a la recta b ".
Si a los trazos los vemos significando a dos bordes producidos
por un corte diremos:
“El borde a y el borde b se unen en el punto P. el cual es
un punto de la línea por donde ha pasado el corte que les dio
origen.”
Para remarcar estas diferencias, podemos agregar, que cuando
dos rectas ocupan el mismo lugar en el espacio, que es el caso
que se presenta en la línea de penetración de dos superficies que se

<o -fi

se atraviesan mutuamente, cada una de ellas desconoce la presencia


de la otra. A diferencia de esto, cuando dos bordes ocupan el mis­
mo lugar en el espacio, nuestra fantástica máquina los une forman­
do nuevamente, sobre la superficie, a la línea por donde se ha
realizado el corte.
Debemos tener en cuenta estas diferencias siempre que hable­
mos de rectas o de bordes.
Supongamos ahora que. con la ayuda de nuestra máquina, qui­
siéramos cortar una cinta de Moebius para luego unirla de forma tal
que sin dejar de ser una cinta de Moebius ocupe otro lugar en el
espacio. Para ello, además de efectuar ei corte, debemos identifi­
car qué puntos de ella deberán unirse después del corte, y cómo
deberá realizarse la unión de dichos puntos para que la superficie
auede como si corte nunca hubiese existido. Señalizaremos con
este propósito la superficie utilizando en forma conjunta las últi­
mas dos formas de hacerlo que hemos visto.
Como en ambas es necesario identificar a un punto con una
letra, elegiremos para este propósito al punto en el cual el corte
seccionará a la línea central y lo identificaremos con la letra P,
como vemos en la Figura l de la página siguiente.
Vemos también, en la misma figura, que el corte seccionará al
borde en el punto A y en el punto B. Estos dos puntos determinan
con el punto P los segmentos PA y PB, por donde pasará el corte.

Escribamos ahora a ambos lados del segmento PA una letra


a con el objeto de que una parte de los bordes que el corte produz­
ca queden identificados con esa letra, lo mismo haremos a ambos
lados del segmento PB, utilizando la letra b. También, como
muestra la Figura 2 mostrada más arriba, a ambos lados del seg­
mento PA dibujaremos una flecha que apunta hacia el borde.
Estas flechas, cuando cerremos el corte, deberán coincidir en su
dirección. Con la misma finalidad también dibujaremos a ambos
lados del segmento PB una flecha que apunte hacia el borde.
Una vez señalizada la cinta de esta manera, podemos cortar­
la sin temor a equivocarnos cuando la unamos nuevamente.
Si después de cortar la cinta de Moebius torcemos la superfi­
cie así obtenida de forma tal, que la semitorsión que ella posee
desaparezca, ella se nos mostrará como indica la siguiente fiíjura:

Vemos en el dibujo superior que si uniéramos la cinta de


papel tal cual se enfrentan los bordes, nos encontraremos con que,
salvo el punto P, ningún punto ocuparía en la superficie su lugar
original. Debido a esto, antes de realizar la unión de la superficie
deberemos efectuar algunos trabajos sobre ella y dado que para
ello vamos a hablar en particular de cada uno de los bordes que
produce el corte, conviene que los identifiquemos con un número,
como indica el siguiente dibujo:

De esta forma, al referimos ai borde 1 o al borde 2, sabremos


a. cuál de los bordes hacemos referencia. Los próximos dibujos
que utilizaremos para el desarrollo de este tema representarán
una pequeña zona que abarca al borde 1 y al borde 2 y sobre
éstos dibujaremos directamente las puntas de las flechas. Con
estas flechas que se forman a partir del punto P identificaremos a
la parte del borde sobre la que están dibujadas: así, para mencio­
nar a la parte de los bordes identificadas con la letra a, diremos
simplemente “la flecha a”.
Mirando los dibujos vemos
que para que la ñecha a del
borde 2 se enfrente con la fle­
cha a del borde 1 de forma tal
que sus puntas coincidan, ten­
dría que pivotear con centro en
el punto P hasta que su punta
coincida con la punta de la
flecha b dibujada en el mismo
borde 2 .
Vemos que esto lo podemos
lograr doblando el extremo de la
tira de papel que contiene el
borde 2 por la línea central.
De igual forma si queremos
que la flecha b del borde 1 se
enfrente con la flecha b del
borde 2 de forma tal que sus
puntas coincidan, tendría que
pivotear con centro en el punto
P hasta que su punta coincida
con la flecha a de su mismo
borde.

Pleguemos ambos extremos de la cinta de la forma que


hemos explicado, pero deteniéndonos al hacerlo de manera que
las puntas de las flechas queden levamente separadas.
De esta forma, a los extremos de la cinta así doblados, los
veremos como dos pequeñas carpitas.
El gráfico siguiente muestra los dobleces que hemos indi­
cado:
p p

Una vez hecho esto, para poder lograr lo que nos hemos pro­
puesto, nuestro próximo paso será unir el punto P de forma tal
que ocupe sobre la línea central el mismo lugar que ocupaba antes
del corte. También deberemos unir ia parte de los bordes identifi­
cada con la letra a, de forma tal que esta parte de la superficie
quede como antes de haberse realizado el corte, lo cual lograremos
haciendo que las dos flechas a se confundan en una sola flecha a .
De la misma forma, haciendo que las dos flechas b se confundan
en una sola flecha b, lograremos que la parte de los bordes identi­
ficada con la letra b se una de forma tal que la superficie resultan­
te quede como si no se hubiera realizado el corte.
Vemos, en los dibujos precedentes, que si comenzamos por
unir ambas flechas a la superficie que se forma se interpone entre
las dos flechas & y si comenzamos por unir ambas flechas b la su­
perficie que se forma se interpone entre ambas flechas a y en am­
bos casos el punto P ocupa sobre la línea central el lugar aue ocu­
paba antes del corte. A raíz de esto, si realizamos ambas uniones
en forma conjunta, la superficie resultante deberá tener una línea
de penetración y cada uno de los puntos de ésta deberá ser consi­
derado como el conjunto de un punto de la flecha a y un punto
de la flecha b .
Las siguientes figuras muestran a la línea de penetración vista
desde dos posiciones distintas.
Integremos esta pequeña zona, sobre la cual hemos realizado
nuestro estudio, al resto de la superficie para obtener la cinta de
Moebius y veamos cómo queda ésta:

Es importante no pasar por alto, que debido a aue el punto


P, como hemos visto, ocupa el mismo lugar en la línea central
tanto cuando unimos las flechas a como cuando unimos las flechas
b al realizarse la unión en forma conjunta no compartirá su lugar
con ningún punto diferente de él, por lo tanto si bien participa en
la línea de cierre del corte no forma parte de la línea de penetra­
ción. Veamos a continuación, con la ayuda de nuestra pequeña
colaboradora, qué consecuencia tiene esto.
Hemos dicho que la zona en estudio una vez doblada por su
línea central se asemeja a dos pequeñas carpitas:

Imaginemos que fueran dos pequeñas carpitas de papel. En


ellas, como en toda carpa, nosotros podemos hablar de un adentro
y de un afuera. Así, por ejemplo, decimos que estamos adentro
de una carpa cuando ella nos cubre v nos protege del sol o de la
lluvia, y decimos que estamos afuera cuando ella no lo hace.
Dado que la superficie que constituye a cada una de las carli­
tas es bilátera, si una hormiguita quisiera pasar desde el lado de
adentro al lado de afuera de una de ellas caminando, por la super­
ficie deberá hacerlo pasando por encima de uno de sus bordes o
bien atravesándola.
Si uniéramos a las dos carpitas de forma tal que queden en
continuidad los lados de ellas que dan hacia adentro, y lo mismo
ocurra con los lados de ella que dan hacia afuera, obtendríamos

una carpa más grande y en ella la hormiguita, partiendo de cual­


quier lugar del lado que da hacia el interior de la misma, podrá re­
correr a éste en su totalidad. Igualmente podrá recorrer todo el
lado exterior de la carpa partiendo de cualquier lugar del mismo.
Sir la hormiguita quisiera pasar del lado de adentro de la carpa al
lado de afuera sin abandonar la superficie sólo podrá hacerlo atra­
vesando a ésta o pasando sobre su borde.
Veamos ahora qué ocurre si a las carpitas las unimos en la
misma forma en que hemos cerrado el corte realizado en la cinta
de Moebius.
Dado que en el desarrollo del tema vamos a referimos a cada
carpita en particular, vamos a identificar a una de ellas con la letra
A y a la ©tra con la letra B.
Comencemos por unir las flechas a:
Si después de hacerlo nuestra pequeña colaboradora camina­
ra, como muestra el dibujo siguiente, desde algún punto del lado
exterior de la carpa A, después de pasar sobre la línea de unión
de ambas carpas se encontraría caminando sobre la superficie de
la carpa B, pero en su lado que da hacia su interior.

De forma análoga, si hubiera comenzado a caminar desde


algún punto del lado interior de la carpa A después de pasar sobre
la línea de unión de ambas carpas se hubiera encontrado caminan­
do sobre el lado exterior de la superficie que constituye a la carpa
B. (El dibujo no lo muestra).
Si en lugar de unir las flechas a hubiésemos unido las flechas
b, el resultado obtenido al hacer caminar sobre la superficie obte­
nida a nuestra pequeña amiguita resultaría similar al anterior, y
ello ocurre debido a que al unir a las superficies de esta forma
se pone en continuidad el lado extemo de una carpita con el lado
interno de la otra y a la inversa.
Como ya hemos visto, si realizamos ambas uniones en forma
conjunta, la superficie resultante presentará una línea de penetra­
ción. En esta línea de penetración, la superficie no perdería su
continuidad, pues recordamos que cuando dos superficies se cor­
tan cada una de ellas desconoce la existencia de la otra.

El siguiente cuadro indica el lugar adonde llegará la hormi­


guita al caminar sobre la superficie así unida en función a su lugar
de salida y complementa lo que se dice a continuación:

Lugar de salida Lugar de llegada,


después de pasar la linea de
penetración
1 Lado interno Lado externo Rojo
carpa (A) carpa (B)
2 Lado externo Lado interno Rojo
carpa (B) carpa (A)
3 Lado interno Lado extemo Azul
carpa (B) carpa (A)
4 Lado externo Lado interno Azul
carpa (A) carpa (B)
Imaginemos que a la hormiguita se le pidiera que al caminar
pintara a la superficie de dos colores distintos con la condición de
que una vez que comience a pintar con un color a la superficie
continúe haciéndolo hasta que quede totalmente pintada la parte
de ella que encierra el borde de la carpa sin nunca traspasar a éste.
Si miramos el renglón 1 del cuadro de la página anterior, vemos
que si la hormiguita comienza por pintar de rojo el lado interno
de la carpa A, cuando termine de pintar hasta el borde toda la
superficie habrá pintado también todo el lado externo de la
carpa B. Exactamente la misma parte de la superficie habría pin­
tado de rojo la hormiguita si hubiese comenzado a pintar por el
lado extemo de la carpa B como se ve en el renglón 2 del cuadro.
Si ahora miramos el renglón 3 del cuadro vemos que si la hormi­
guita comienza por pintar de azul el lado interno de la carpa B, cuan­
do termine de pintar hasta el borde toda la superficie habrá pintado
también todo el lado externo de la carpa A. Exactamente la misma
parte de la superficie habría pintado de azul la hormiguita si hubiese
comenzado a pintar por el lado extemo de la carpa A, como se ve en
el renglón 4 del cuadro anterior. Debido a que, como hemos visto, a
esta superficie se la puede colorear de dos colores distintos, de forma
tal que las dos partes de ella así coloreadas se encuentran separadas
por el borde, podemos afirmar que la superficie de las carpitas así
unidas es una superficie bilátera, uno de cuyos lados lo forman el
lado interno de la carpa A y el lado externo de la carpa B y el otro
lado lo componen el lado interno de la carpa B y el lado externo de la
carpa A, v si la hormiguita auisiera pasar de un lado al otro de la su­
perficie sólo podría hacerlo pasando sobre el borde o atravesándola.
De lo dicho podríamos suponer que de ninguna manera podría
la hormiguita trasladarse caminando desde el lado exterior de la car­
pa A al lado exterior de la carpa B.
Esta suposición es totalmente falsa, pues la hormiguita puede
hacer este recorrido pasando por el punto P, que si bien pertenece
a la línea de unión de las carpas, no forma parte de la línea de pe­
netración. Gracias a la existencia de este punto P la hormiguita
puede, sin pasar por los bordes, recorrer en forma continua toda
la superficie formada por la unión de ambas carpas y podrá hacerlo
tanto si comienza por la parte de éstas que da al exterior como
por la parte que da al interior.
Lo dicho podría inducimos a pensar que estas dos carpitas
así unidas constituyen una superficie unilátera, pero esto no es así
y lo que realmente sucede es que al pasar la hormiguita por el
punto P atraviesa a ía superficie, ¡AUNQUE USTED NO LO
CREA!
Más adelante volveremos sobre este tema.
Si cortamos a la cinta de
Moebius por la línea que indica
el dibujo, obtendremos una su­
perficie que se conoce con el
nombre de cono en ocho. Esta
superficie es topoiógicamente
equivalente a un cono, si bien
ocuoa un lugar distinto de él
en el espacio, pues se trata de
una superficie cónica que se
penetra a sí misma. Vemos en
el dibujo de la derecha, que ella
ocupa en la cinta de Moebius el
mismo lugar que ocupan nues­
tras carpitas, tan trabajosamente
unidas, y en realidad el cono en
ocho y ellas son la misma cosa.

Veamos ahora otra forma de presentarse la cinta de Moebius


en el espacio, que tiene especial importancia, pues vahándonos de
ella podremos obtener superficies uniláteras cerradas. .
Esta forma de presentarse la cinta de Moebius en el espacio
se produce cuando ella se penetra a sí misma por su línea central.
Para comenzar, señalicemos a la cinta de Moebius de la misma
forma que hicimos en el caso anterior, pero sin dibujar las flechas:

Hecho esto, procedamos a cortarla; a este corte lo denomina­


remos corte 1 . Después de hecho el corte deberemos torcer a la
cinta de forma tal que la semitorsión que ella tiene desaparezca:

Por último, hagamos que la cinta pierda su forma de anillo y


se aplane:
.a Cu
p

rd cr

Una vez hecho esto, como para proseguir con nuestra tarea
necesitaremos cortar a esta cinta en dos pedazos exactamente
iguales, para luego unirla como si el corte no hubiese existido, será
necesario señalizar a la línea por donde pasará éste, de la forma
que ya nos es habitual. Para ello, el punto en el cual el corte
seccionará a la línea central, lo identificaremos con la letra Q y a
las partes de la línea por donde pasará el corte la identificaremos,
a ambos lados de ese punto, con las letras c y d. Desde luego,
como debemos dividir a la cinta en dos pedazos iguales el punto
O será el punto medio de la línea central.

cr o n Cu
ai -U jD
cr
u
Cl CL

Después de señalizar a la cinta de esta forma, procedamos a


realizar el corte; a este segundo
corte lo llamaremos (corte 2).
Realizado el corte la cinta que­
dará separada en dos partes a las
cuales las identificaremos con
la letra A y con la letra B.
La figura de la derecha
muestra a la parte identificada
con la letra A y a la parte iden­
tificada con la letra B, penetrán­
dose a través de sus líneas cen­
trales y encontrándose orientadas
de forma tal que los bordes pro­
ducidos por el (corte 1) se en­
cuentren agrupados en un extre­
mo, y los bordes producidos por
el (corte 2) se encuentren agru­
pados en eí otro extremo.
Si trazamos en la parte iden­
tificada con la letra A a la recta
rv y en la parte identificada con
la letra B a la letra r2, tal cual se
muestra en la página siguiente,
haciéndolo de forma tal que se
corten en un punto, éste perte­
necerá a la iínea de penetración
de ambas superficies, y deberá ser considerado como formado por
el conjunto de dos puntos, uno perteneciente a la recta r, y el
otro perteneciente a la recta r2 .
Dado que es posible hacer corresponder, a cada punto de la
línea de penetración, un par de estas rectas que pasen por él,
podríamos pensar que los puntos que forman a estas rectas, cons­
tituyan la totalidad de los puntos que componen a la superficie
original. Pero esto no es así, pues para que la superficie original
resulte completa nos falta unir entre sí a los dos bordes produci­
dos por el (corte 1) con el objeto, de obtener nuevamente la línea
por donde éste pasó y también, con el mismo propósito, unir los
bordes producidos por el (corte 2).
No debemos caer en el error de tomar a los dos bordes pro­
ducidos por el corte, que están en el dibujo significados por dos
rectas que se cortan y sus correspondientes señalizaciones, como
si realmente se tratara de dos rectas que se cortan.
Debido a que, como vimos, al realizarse el (corte 1) se seccio­
nó con éste a la línea central en el punto P, al unirse los bordes
producidos por él obtendremos nuevamenta a este punto de la
línea central, el cual dado a que es, única y exclusivamente, el re­
sultado de la unión de dos bordes, constituirá un punto y sólo uno
de la línea central, y en consecuencia no formará parte de la línea
de penetración.
Las mismas consideraciones corresponderá hacer al unir los
dos bordes producidos por el (corte 2) con respecto al punto Q de
la línea central.
Una vez obtenido el punto P y el punto Q, sólo, nos resta unir
entre sí la parte de los bordes identificados con la misma letra y
obtendremos la superficie original como si en ella el corte no se
hubiera realizado, pero ocupando un lugar distinto en el espacio.
Veamos qué relación se establece entre la cinta de Moebius
original y la cinta de Moebius que se penetra por su línea central
que hemos obtenido.
Para ello es conveniente poner de manifiesto algo que hasta
ahora pasamos por alto y es el hecho de que los dos cortes que
realizamos, con el objeto de seccionar a la cinta de Moebius en dos
partes, divide al borde de ésta en cuatro segmentos iguales, perte­
neciendo a cada una de las partes en que queda dividida la cinta
dos de estos segmentos de borde, como muestra la figura:
A
En la figura hemos identificado a cada uno de los segmentos
en que quedó dividido el borde de la cinta de Moebius al ser corta­
da con un número, de aauí en más, al referirnos a ellos, lo haremos
agregando a la palabra “borde” el número correspondiente. En
consecuencia, para hacer mención al segmento de borde identifica­
do con el número uno diremos simplexnente (borde 1).
Si ahora unimos entre sí a las partes de los bordes creados
por el (corte 1) identificadas con la letra a y también a las partes
de los bordes identificadas con la letra b el (corte 1) desaparece y
la superficie quedn como si éste nunca se. hubiera producido.
Como consecuencia de esto el (borde 4) queda en continuidad con
el (borde 1) y el (borde 2) queda en continuidad con el (borde 3),
como muestra la figura:
Para finalizar deberemos unir entre sí a la parte de los bordes
producidos por el (corte 2) identificadas con la letra c y también a
las partes de los bordes identificadas con la letra d. AI hacerlo el
(corte 2) desaparece y la superficie queda como si éste nunca se
hubiera producido. Como consecuncia de esta unión el (borde 1)
se pone en continuidad Con el (borde 2) y el (borde 3) se pone en
continuidad con el (borde 4), como muestra la siguiente figura:
Vemos que al quedar nuevamente unida la superficie, ésta
tiene, al igual que la cinta de Moebius que le dio origen, un solo
borde y éste está compuesto por los cuatro segmentos de borde,
en que resultó separado el borde de esta última al ser cortada,
los cuales se encuentran unidos en el mismo orden que presenta­
ban inicialmente.
De todo lo visto podemos decir que entre ambas superficies
existe un homeomorfismo tal que a la línea central de una le co­
rresponde la línea de penetración de la otra con el agregado del
punto P y el punto Q, y al borde de una le corresponde el borde
de la otra.
A la cinta de Moebius que se
penetra por su línea central la
veremos en el espacio como
muestra el dibujo de la derecha.
Si analizamos todos los
pasos que hemos seguido hasta
obtener esta cinta de Moebius
que se penetra a sí misma por
su línea central, veremos que
podemos llegar al mismo resul­
tado final, tanto si comenzamos
nuestra tarea actuando sobre una
cinta de Moebius con torsión
izquierda como si lo hacemos
sobre una cinta de Moebius con torsión derecha. Lo que sucede es
que la cinta de Moebius al penetrarse a sí misma por la línea cen­
tral pierde la semitorsión que poseía originariamente tanto haya
sido ésta hacia la izquierda o hacia la derecha. Debido a esto exis­
te una característica referente a la torsión, que la cinta de
Moebius que se penetra a sí misma por la línea central, por care­
cer de torsión, no tendrá. Veamos en qué consiste:
Si miramos la imagen que produce una cinta de Moebius al
reflejarse en un espejo plano, la veremos con torsión hacia la iz­
quierda si la cinta de Moebius puesta delante del espejo posee
torsión hacia la derecha, y la veremos con torsión hacia la derecha
si la cinta de Moebius puesta delante del espejo tiene torsión hacia
la izquierda.
Resumiendo: al reflejarse una cinta de Moebius en un espejo
plano se produce una imagen de ésta que presenta invertido el
sentido de su torsión. Si Usted desea visualizar esto haga dos
cintas de Moebius, una con torsión hacia la izquierda y otra con
torsion hacia la derecha. Luego póngase delante de un espejo sos­
teniendo en cada una de las manos una de las dos cintas de
Moebius. Para terminar mire la imagen, reflejada por el espejo,
de la cinta de Moebius que sostiene en la mano derecha, y com­
párela con la cinta de Moebius que sostiene en su mano izquierda.
Verá que la imagen de la cinta de la mano derecha y la cinta de la
mano izquierda tienen, ambas, la torsión hacia el mismo lado.
Veamos ahora cómo participa la cinta de Moebius que se
penetra a si misma por su línea central en la constitución de super­
ficies .uniláteras cerradas.
Digamos al pasar que una característica que poseen en
común todas las superficies cerradas, es que, sin excepción, care­
cen de borde.
Si deformamos en forma continua a la cinta de Moebius, que
se penetra a sí misma por su línea central, hasta conseguir que
todo su borde pueda apoyarse sobre una superficie plana, como
muestra la figura, obtendremos una superficie que, debido al pare­
cido que tiene con un gorrito, se la conoce con el nombre de
gorro cruzado.

Esta superficie, dado que resulta de la deformación continua


de una cinta de Moebius, es topológicamente equivalente a ésta, y
se la verá en el espacio como muestra el dibujo superior de la
página siguiente.
Para finalizar, digamos que así como podemos hacer un corte
en una esfera que produzca en
ella un agujero y desprenda un
casquete esférico, existe una su­
perficie que ante un corte similar
da como resultado a la misma
esfera agujereada, pero en lugar
de desprenderse de ella un cas­
quete esférico, se desprende un
gorro cruzado. A esta superficie
se le da el nombre de esfera pro­
vista de un gorro cruzado, pero
es común que se omita mencio­
nar la esfera y se la denomine
simplemente cross cap.
Tanto la esfera como la esfera provista de un gorro cruzado
son superficies cerradas pues carecen de borde. La esfera es una
superficie cerrada bilátera y la esfera provista de un gorro cruzado
es una superficie cerrada unilátera. Por el hecho de ser bilátera, la
esfera tendrá un lado de la superficie que la constituye que dará
hacia su interior y otro lado de la misma superficie que dará hacia
el exterior de la misma. Si una hormiguita quisiera pasar desde el
interior de la esfera al exterior de ella, nunca podría hacerlo cami­
nando sobre la superficie, y para lograr esto deberá atravesarla.
En la esfera provista de un gorro cruzado, que de ahora en
más denominaremos cross-cap, dado que es unilátera, un mismo
lado de la superficie que la constituye estará orientado hacia el
interior y el exterior de la misma.
Una hormiguita que se encontrara en la misma situación que
la anterior podrá trasladarse hacia el exterior caminando siempre
sobre la superficie de la misma sin necesidad de atravesarla, y esto
resuita posible debido a la línea de penetración que le provee el
gorro cruzado.
Si a la cinta de Moebius que nos sirvió para realizar el gorro
cruzado le hubiéramos coloreado a una de las dos zonas que
quedan comprendidas entre la línea central y el borde, veríamos
que lo que realmente hace la hormiguita al pasar del interior al
exterior del cross-cap cruzando por la línea de penetración es
trasladarse de la zona sin colorear de la cinta de Moebius a la zona
coloreada pasando sobre la línea central.
Sabemos que una hormiguita podría recorrer en su totalidad
cada una de estas zonas, siempre que se mantenga dentro de los
límites que le marcan la línea central y el borde.

Hemos visto que entre la cinta de Moebius que se penetra a


sí misma por la línea central, que no es otra cosa que el gorro
cruzado, y la cinta de Moebius que le da origen, existe una corres­
pondencia por la cual al borde de una le corresponde el borde de
la otra y a la linca central de una le corresponde la línea de
penetración de la otra, con el agregado del punto P y el punto Q.
En base a esto, si una hormiguita caminara por una cinta de
Moebius que se penetra a sí misma por una línea central mante­
niéndose siempre entre el borde de ésta y la línea de penetración
recorrería sobre la superficie una zona que se correspondería con
una de las dos zonas en las cuales queda dividida la cinta de
Moebius por la línea central, por ejemplo la zona coloreada. Si
después de hacerlo, cruzara la línea de penetración y caminara
manteniéndose siempre entre ésta y el borde, la parte de la super­
ficie que recorrería se correspondería con la otra zona, por
ejemplo la zona sin colorear. Pero dado que, como hemos visto,
al pasar por la línea de penetración la hormiguita pasa de la parte
del gorro cruzado que da hacia el interior del cross-cap a la parte
del gorro cruzado que da hacia el exterior del cross-cap, o vice­
versa, podemos decir que la parte del gorro cruzado que da hacia
el interior del cross-cap está constituida por una de las dos zonas
que quedan delimitadas por el borde y la línea central de la cinta
de Moebius y la parte del gorro cruzado que da hacia el exterior
del cross-cap estará constituida por la otra zona igualmente deli­
mitada sobre la cinta de Moebius.
El gorro cruzado, además de proveer al cross-cap de su línea
de penetración, le aporta también a éste los puntos P y Q que,
como hemos visto, se encuentran inmediatamente después de
ambos extremos de ésta. Estos puntos son los que permiten reco­
rrer en forma continua toda la superficie exterior o interior del
cross-cap pasando por un punto de la línea central. De no existir
estos puntos siempre que se pasará por un punto de ¡a línea central
se pasaría del interior al exterior del cross-cap o viceversa. Real­
mente al pasar por cualquiera de estos dos puntos, como ya lo
habíamos adelantado, se atraviesa la superficie. Es importante
tener una idea de cómo funciona esto.
Para ello, nos será muy útil estudiar otra manera de lograr
que la cinta de Moebius se penetre por su línea central. Para con­
seguirlo procedamos, de la miáma forma auc.en el caso anterior,
pero una vet dibujado el punto Q sobre la línea central en lugar
de reaiizar el (corte 2), de la forma en que lo hemos hecho en esa
oportunidad lo realizaremos comenzando por uno de los extremos
de la línea central y siguiendo a ésta en su recorrido hasta llegar
al punto Q, pero sin seccionar a éste.
Antes de realizar el corte señalizaremos a la parte de la línea
central por donde se efectuará éste con el objeto de que los bordes
que el corte produzca queden señalizados con la misma letra a los
efectos de que posteriormente puedan ser unidos como gí el corte
nunca hubiera existido.
n xi
'■d XI

corte; 0.-° c p
^ c X2
Una vez realizado el corte doblemos la cinta de la forma que
muestra la figura siguiente:

i a In
I O1V
í [Q

b |a
Si prosiguiésemos doblándola, podemos unir a los bordes que
produjo el (corte 2) de forma tal
que la cinta se penetre por su
línea central, como muestra la
figura de la derecha.
Si por último cerramos los
dos bordes que produjo el
(corte 1) uniendo las partes de
éstos identificadas con la misma
letra obtendremos, como preten­
díamos, una cinta de Moebius
que se penetra a sí misma por
su línea central. En ella, ni el
punto P ni el punto Q forman
parte de la línea de penetración.
Ahora hagamos caminar a nuestra pequeña amiguita de
forma tal que pase por el punto Q y que al desplazarse vaya de­
jando un rastro de su camino. En el dibujo siguiente lo vemos
representado por dos flechas, una que partiendo del borde llega
al punto Q y a continuación, otra que saliendo del punto Q ter­
mina en el borde.
Para terminar, y sin perder de vista esta huella, realicemos
el proceso inverso, para obtener a partir de la cinta de Moebius
que se penetra a sí misma por la línea central, nuevamente, a la
cinta plana de la cual deriva.
X 1 \
Después de hacerlo, al mirar la cinta notaremos que sólo
podemos ver la parte de la huella que dejó la hormiguita a la iz­
quierda del punto Q, mientras que la parte de la huella que se en­
cuentra a la derecha del punto Q queda oculta de nuestra vista
por la superficie.
El hecho de que la huella que dejó la hormiguita hasta lle­
gar al punto Q se encuentre de un lado de la superficie, y después
de pasar por el punto Q se encuentre del otro lado de la superficie
es posible única y exclusivamente debido a que 1a hormiguita a
través del punto Q pasa de un lado al otro de la superficie.

Si deseáramos separar del cross cap, el gorro cruzado, que él


posee, deberíamos hacerlo mediante un corte que recorra el borde
de este último en su totalidad, y dado que el borde del gorro cru­
zado se corresponde con el borde de la cinta de Moebius, dicho
corte, deberá realizar dos vueltas completas ah\;dedor del gorro
cruzado para lograr su objetivo.
2o V U E L T A

Cuando se realiza este corte el cross-cap se separa en dos


partes. Una parte la constituye un casquete esférico que es una
superficie bilálera, y ia otra parte es el gorro cruzado que como
sabemos es una superficie unilátera.

Veamos ahora qué sucede si realizamos en el cross-cap un


corte que separe de su superficie un sector que incluya a uno de
los puntos, P o Q, y parte de la línea de penetración.
Dado que tanto en el caso de que el objeto producido por el
corte se separe llevando consigo al punto P como que se separe
llevando consigo al punto Q, el corte será similar, nos bastará
ver cómo será ese corte en uno de los dos casos.
Para su mejor visualizadón estableceremos un paralelo entre
este corte a realizarse en el gorro cruzado y su correspondiente en
la cinta de Moebius que le dio origen. Recordemos que para reali­
zar el gorro cruzado cortábamos a la cinta de Moebius en dos
partes exactamente iguales y hacíamos que se penetrasen por su
línea central.

Veamos ahora cómo se realiza el corte en uno de los extre­


mos, por ejemplo el que agrupa a los bordes que produjo el
corte 1.
Con el objeto de ayudar a la comprensión de los dibujos,
liaremos tres de ellos para cada una de las etapas en que dividamos
el corte.
La Figura N° 1 mostrará la línea por donde pasa el corte en
cada una de las partes, mostrando a éstas antes de producirse su
unión.
La Figura N° 2 muestra a esta misma línea sobre el gorro
cruzado.
La Figura N° 3 muestra a la línea correspondiente a esta
misma línea, sobre la cinta de Moebius que dio origen al gorro
cruzado.
FlG 2

FIG 3
En la primera etapa veremos que el corte sale de un punto de
la unión de la parte A con la parte B, y después de pasar por la
línea de penetración finaliza en otro punto de la linea de unión de
la parte A con la parte B.
Hecho este corte, se separa de la parte A un sector de super­
ficie que contiene al punto P, pero éste permanece aún ligado al
gorro cruzado por la parte identificada con la letra B.
Si observamos la Figura 3, vemos que el corte ha realizado
media vuelta alrededor del punto P. En la segunda etapa, el corte
continúa desde el mismo punto de la línea de unión de la parte A
y la parte B, y después de pasar por la línea de penetración arriba
al mismo punto de la línea de unión de la parte A y la parte B en
donde comenzó la primera etapa.
Hecho este corte, se separa totalmente de la superficie una
parte de ella que lleva consigo al punto P y una parte de la línea
de penetración. Este objeto desprendido no es otra cosa que un
cono en ocho.
Si observamos la Figura 3, vemos que el corte ha recorrido
una vuelta completa alrededor del punto P y al hacerlo ha despren­
dido un disco que lleva consigo a este punto y a parte de la línea
central.
Es evidente que el cono en ocho y el disco que se desprende
de la cinta de Moebius son topológicamente equivalentes. Real­
mente el cono en ocho no es otra cosa que ese disco que se penetra
a sí mismo por la línea central.

Si bien a primera vista el corte que se realiza para separar


a este cono en ocho de la superficie del gorro cruzado parecería
dar dos vueltas alrededor del punto P. si establecemos un paralelo
entre este corte y el corte que se corresponde con él en una cinta
de Moebius que no se penetre a sí misma, vemos que éste real­
mente realiza un solo giro alrededor de dicho punto, pero al
hacerlo cruza dos veces la línea central.
Primer Giro Aparente
Segundo Giro Aparente

Giro Real

Correspondientemente el corte en el gorro cruzado pasará dos


veces por la línea de penetración. La distancia entre los puntos en
el cual el corte cruza a la línea central y el punto P podrá ser igual
o distinta. En el primer caso, como ya hemos visto, el corte en el
gorro cruzado al pasar por la línea de penetración lo hará las dos
veces por un mismo punto. En el segundo caso, al pasar por la
línea de penetración lo hará por dos puntos distintos y el cono en
ocho desprendido asumirá una forma tal que podría hacernos
pensar en una oreja.
Si el corte se realiza de forma tal que el objeto desprendido
lleve, de la línea por donde debe pasar el (corte 1), únicamente el
punto P, éste asumirá la forma que muestra la figura:

Así como la cinta de Moebius no pierde su condición de uni­


látera después que de ella se haya desprendido el disco que lleva
consigo el punto P, tampoco el gorro cruzado perderá tal condi­
ción después de que en él se haya realizado el corte que desprende
el cono en ocho.
Todo lo dicho respecto del punto P se repite sin ninguna dife­
rencia para el punto Q, y si bien en apariencia el corte cuando se
realiza en un gorro cruzado que forma parte de un cross-cap se
presenta distinto para cada uno de ellos, las consecuencias que
produce en la superficie son exactamente las mismas, según vemos
a continuación:
P
P

Vemos que en ambos casos el cross-cap se divide en dos


partes, una de las cuales es un cono en ocho y la otra es una super­
ficie unilátera abierta.
Y cabe ahora preguntarnos: ¿Cómo podríamos cerrar nueva­
mente a esta superficie unilátera abierta de forma tal que se trans­
forme nuevamente en el cross-cap?
La contestación es una sola: Incorporándole nuevamente el
cono en ocho que se ha desprendido de él y que lleva consigo al
punto P o al punto Q. Veamos por qué esto es así:
Tomemos dos superficies que se corten en el espacio, a las
cuales identificaremos con la letra A y con la letra B. Dibujemos
sobre la superficie identificada con la letra A a la recta a y sobre
la superficie identificada con la letra B a la letra b, de forma tal
que se corten en un punto. Ese punto, como ya hemos visto, será
un punto de la línea de penetración.
Dado que las dos rectas que se cortan determinan un plano, el
cual a su vez las contiene, el plano determinado por la recta a y la
recta b contendrá al punto en que ellas se cortan y'ese punto será
forzosamente un punto de la línea de penetración.

Estas dos rectas que se cortan podrían formar parte de una


línea cerrada que se corta a sí misma en un i'unto, como muestra
la siguiente figura:

Esta línea también determina en el espacio una superficie que


a su vez la contiene. Dado esto, la superficie que la línea determina
contendrá al punto en el cual la línea se cfirta a sí misma y este
punto formará parte de la línea de penetración. Cabe agregar que,
a diferencia del caso anterior, esta superficie no será necesaria­
mente plana.
Tomemos ahora a una superficie que se penetre a sí misma
en forma de ocho, como muestra la siguiente figura:
Dado que para la topología las dimensiones no tienen
ninguna importancia, podríamos suponer que si vamos achicando
ia línea en ocho que constituye a uno de sus bordes, de forma tal
auc ella se reduzca a un punto, obtendríamos como resultado un
cono en ocho, con lo que se establecería una equivalencia topo-
lógica entre esta superficie y el cono en ocho.

Esto es falso pues en todo momento de la reducción el punto


en que la línea se corta a sí misma sigue siendo un punto de la
linca de penetración y dado que, como resultado final, la línea se
confundirá con ese punto, podemos afirmar que el punto resultan­
te de dicha reducción seguirá siendo un punto de la línea de
penetración y no un punto inmediatamente exterior a ella, como
exige la estructura del cono en ocho.
Recordemos que la hormiguita al pasar por ese punto podía
recorrer toda la parte exterior del cono en ocho; en cambio, en el
caso que tenemos bajo estudio, la hormiguita al pasar por él
pasaría del exterior al interior del cono en ocho o viceversa.
Retomando nuestro tema central, recordemos que una vez
retirado el cono en ocho del cross-cap, éste se convierte en una
superficie unilátera abierta, que como sabemos no es otra cosa
que una cinta de Moebius.
El siguiente dibuio muestra un cross-cap al cual se le ha reti­
rado el cono en ocho que lleva al punto Q.
P

Vemos que se trata de la cinta de Moebius que se penetra a


sí misma formando un cono en ocho que vimos con anterioridad,
v para cuya explicación hablamos de las carpitas.
p D

Este dibuio presenta una línea a la cual podemos mirarla


como representando al borde de la cinta de Moebius o como signi­
ficando uno de los dos bordes producidos por el corte que se
realizó para desprender el cono en ocho del cross-cap.
Si miramos a esta línea como significando a uno de los bor­
des que produjo el corte, realizado para desprender del cross-cap
al cono en ocho que lleva al punto Q, la ünica forma de obtener
nuevamente al cross-cap es unir a este borde, producido por el
corte, con el otro borde, producido por el mismo corte, que se
halla en el cono en ocho.
Si en cambio miramos a esta línea como representando el
borde de la cinta de Moebius, éste sería una linea cerrada que se
corta a sí misma en un punto de la línea de penetración. En este
caso, como acabamos de ver, tanto que querramos obtener nueva-,
mente al cross-cap cerrándolo con la superficie que esta línea ce­
rrada determina, o reduciendo el ocho que ella muestra hasta
transformarlo en un punto, la superficie así obtenida carecerá de
uno de los dos puntos que el cross-cap posee inmediatamente des­
pués de la línea de penetración y que hacen a su estructura. La
superficie así obtenida, en lugar de ser una esfera provista de un
gorro cruzado, que es lo que pretendíamos obtener, será una es­
fera provista de un cono en ocho.
Si bien los dibujos de ambas superficies serán iguales, en la
esfera provista de un gorro cruzado, por ser éste una cinta de
Moebius que se penetra a sí misma por su línea central, sabemos
que ni el punto P ni el punto Q pertenecerán a la línea de penetra­
ción, mientras que en la esfera provista de un cono on ocho, uno
de los puntos, como recién hemos visto, pertenecerá a la línea de
penetración y el otro no pertenecerá a ella.
A modo de conclusión de este tema, diremos que si unimos
dos gorros cruzados por sus bordes, obtendremos una esfera pro­
vista de dos gorros cruzados. Dado que, como ya hemos dicho,
cada uno de estos gorros cruzados son homeomorfos con una cinta
de Moebius, la superficie así obtenida en nada será diferente,
desde el punto de vista topológico, a la superficie que se obtiene
al unir dos cintas de Moebius por sus bordes y que es conocida
con el nombre de botella de Klein.
TORO

CAPITULO I
Dado que con seguridad todos hemos visto en alguna oportu­
nidad una pelota y una cámara para rueda de automóviles, vamos
a dar por sabido de qué se trata y, pasando por alto su descripción,
comenzaremos por establecer una comparación entre ellas. Al
hacerlo, lo primero que surgirá, es que ambas dividen al espacio
en dos partes, una que pertenece a su interior y que es donde se
aloja el aire que le inyectamos al inflarlas y la otra, que comprende
el resto del espacio que las rodea. También resultará evidente que
tanto la pelota como la cámara podrán ser fabricadas de forma
tal que la goma que las constituye sea de color rojo del lado que
da hacia el interior de ellas v de color azul del lado que da hacia el
exterior. Otra coincidencia que encontraremos entre una y otra es
que para alcanzar el interior de cada una de ellas deberemos reali­
zar un agujero en la goma que las constituye.
Digamos ahora que a una superficie que tiene la forma de
una pelota se la denomina superficie esférica, y a una superficie
que tiene la forma de una cámara para rueda de automóviles se la
denomina toro.
Extendiendo a ambas superficies, lo que acabamos de ver al
comparar a la pelota con la cámara, podemos decir, que tanto el
toro como la superficie esférica, dividen el espacio en dos partes,
son biláteras y son cerradas.
Basándonos en estas tres características coincidentes, podría­
mos llegar a suponer, que el toro y la superficie esférica son topo-
lógicamente equivalentes, pero esto realmente no es así, dado que
el toro presenta ademas una característica que le es propia. El toro
limita, sin encerrar, a una parte del espacio exterior que queda
perfectamente identificada por su sola presencia, cosa que la
superficie esférica no hace.
Para ejemplificar lo anteriormente dicho, pensemos que dis­
ponemos de ambos elementos para armar un juego de playa. Este
podría consistir en hacer pasar la pelota a través de la cámara o
bien en zambullirnos a través de ella pero nunca podríamos propo­
ner hacer pasar la cámara a través de la pelota o zambullirnos a
través de la pelota, pues carecería de sentido. Realmente cuando
decimos a través de la cámara queremos establecer que la pelota o
la persona deberá pasar por la zona que limita la cámara en el
espacio exterior.
Otro ejemplo muy elocuente lo constituye el aro que se uti­
liza para jugar al basquetbol a través del cual deberá pasar la pelo­
ta, para que se contabilice un doble. Realmente el aro de basquet­
bol, que no es otra cosa que un toro, limita una zona del espacio
por donde debe pasar la pelota para que se contabilice un doble y
gracias a que la limita sin encerrarla, la pelota puede ser lanzada
por el jugador, pasar por la zona que limita el aro y regresar nueva­
mente al campo de juego.
El toro, en cuanto superficie, puede ser generado por un pun­
to que se mueve en el espacio respetando determinadas exigencias.
Para ver cómo esto sucede conviene que, para comenzar, elevemos
nuestras miradas hacia el ciclo.
Cuando en una noche serena vemos "caer una estrella”, esto
se presenta ante nuestros ojos como una línea luminosa en el cielo.
Esa línea luminosa nos indica los sucesivos lugares que ha ocupado
el meteorito en su tránsito por la atmósfera.
Análogamente, si apoyamos
la punta de un lápiz sobre un pa­
pel, quedará marcado en él un
punto. Ese punto nos indicará, el
lugar donde el lápiz estuvo apo­
yado sobre el papel. Si a partir de
ese punto trazamos con el lápiz
una línea, ella nos indicará los
distintos lugares que ha ocupado
el lápiz en su movimiento.
Por lo tanto, podemos decir
que los distintos lugares que
ocupa la punta del lápiz en su movimiento determinan una línea.
Esta línea podrá ser cerrada si el lápiz termina su movimiento en
el mismo lugar en que lo comenzó o abierta si no lo hace así.
Generalizando, podemos decir que los sucesivos lugares que
ocupa un punto al desplazarse por el espacio, determinan una línea
y esa línea podrá ser cerrada o abierta.
Antes de continuar, conviene que tengamos una idea aproxi­
mada de la forma en que esto sucede. Para ello, imaginemos que
tomamos una hoja de papel y efectuamos en ella una perforación
con un sacabocados. Al hacerlo veremos que de la hoja se des­
prenderá un pequeño disco de papel, y como consecuencia de esto
quedará en ella un espacio vacío que nos indicará el lugar donde
ese pequeño disco se encontraba antes de ser removido.

Podríamos representar al disco de papel con un círculo raya­


do y al lugar que éste ocupó con un círculo sin rayar.
disco do papel que lugar que el disco de
se desprende papel o cu po

Así como el lugar ocupado en el espacio por un círculo, es un


círculo exactamente igual, el lugar ocupado por un punto en el
espacio será un punto. No obstante esto, y por comodidad de
exposición, nosotros representaremos a un punto y al lugar ocupa­
do por él de la misma forma que lo hicimos en el disco de papel y
su lugar.
Haciendo jugar a nuestra imaginación, podríamos decir que
esta manera de representar un punto y el lugar ocupado por éste
en el espacio, sería coincidente con la visión que tendríamos de
ellos, si los miráramos con una lupa que posea un poder de aumen­
to infinitamente grande.
A partir de aquí, al lugar que un punto ocupa o ha ocupada
en el espacio lo denominaremos punto lugar.

ü
PUNTO PUNTO
O LUGAR

Establecido esto, veamos ahora en qué «forma un punto que


se mueve en el espacio genera una línea.
Para ello, vamos a comenzar diciendo que: siempre que un
punto realiza un pequeño movimiento deja inmediatamente próxi­
mo a él el lugar que inmediatamente antes ocupó.
Enunciado esto, convendrá aclarar, que es lo que en este caso
consideramos un pequeño movimiento.
Cuando decimos que un punto ha realizado un movimiento,
estamos indicando que dicho punto ha recorrido una distancia. Si
al apreciar la distancia recorrida ésta nos carece grande, por ejem­
plo quinientos kilómetros, solemos decir que el movimiento reali­
zado es grande; inversamente, si la distancia recorrida nos parece
chica, por ejemplo un milímetro, decimos que el movimiento es
pequeño. Vemos que las distancias se expresan mediante un núme­
ro: en nuestro ejemplo el número quinientos y el número uno. se­
guidos por una unidad de medida, en nuestro ejemplo el kilómetro
y el milímetro.
Ahora bien: dado que, como acabamos de ver, uno de los dos
componentes que expresan una distancia es un número, y como es
sabido, toda vez que se piense en un número, sea cual fuere éste,
siempre existirá un número menor que el número pensado, pode­
mos decir que toda vez que pensemos en una distancia, por peque­
ña que ésta sea, siempre existirá una distancia menor que ella.
Una consecuencia directa de esto es, que también cuando
pensemos en un movimiento, por pequeño que éste sea, siempre
existirá un movimiento menor que aquel en el cual podamos haber
pensado.
Este movimiento siempre más pequeño que el más pequeño
movimiento en el que nosotros podamos pensar, este movimiento
que el punto realiza, pero que está muy próximo a no haberse
realizado, es el pequeño movimiento al cual hacemos referencia en
lo enunciado anteriormente.
Aclarado esto decíamos que: cuando un punto realiza un pe­
queño movimiento deja inmediatamente próximo a él, el lugar que
inmediatamente antes ocupó.
Si hecho esto, el punto realiza un movimiento similar, el
punto lugar resultante quedará en esta ocasión inmediatamente
próximo a él y al punto lugar ya existente, pues como podemos
ver en el dibujo se encuentra entre ambos.

Dado que a un movimiento lo podemos considerar consti­


tuido por la sucesión de infinitos de estos pequeños movimientos,
el punto al moverse va dejando tras de sí, a modo de cola, una
infinidad de puntos lugar ordenados uno tras otro en forma con­
tinua, los cuales de esta manera constituyen unalíneaen el espacio.
Como ya hemos dicho, si el punto regresa a ocupar el punto
del espacio desde el cual comenzó su movimiento, la línea que él
generará será una línea cerrada.
Veamos ahora qué sucede cuando una línea se mueve en el
espacio.
Nosotros sabemos que una línea está compuesta por infinitos
Duntos. Cuando ella realiza un
pequeño movimiento cada uno
de ellos deja inmediatamente
próximo a él, el lugar que inme­
diatamente antes ocupó y todos
estos “puntos lugar” en su con­
junto constituyen, a su vez, una
línea.
La línea al moverse en el
espacio va dejando tras de sí una
infinidad de líneas lugar ordena­
das una al lado de la otra en for­
ma continua, las cuales, de la
misma forma en que se ordenan
una tira de paja al lado de la otra
para fabricar una cortina, consti­
tuyen una superficie. Si la línea
que se mueve en el espacio es una
línea cerrada, por ejemplo una
circunferencia, la superficie gene­
rada por ella será de forma tubu­
lar y las líneas lugar se irán suce­
diendo una tras otras en forma
análoga a lo que sucede cuando
apilamos argollitas de igual tamaño una sobre otra.
Resumiendo, una línea al moverse en el espacio genera una
superficie.
Vamos a agregar que, de una linea que al moverse en el espacio
genera una superficie, decimos que es la generatriz de dicha super­
ficie y su forma es uno de los dos factores que determinan la
forma de esta última.
El otro factor que concurre a determinar la forma de la super­
ficie generada, es la trayectoria que realiza la línea en su desplaza­
miento por el espacio. En consecuencia si dada una línea nosotros
quisiéramos que ella genere una determinada superficie en el espa­
cio deberíamos encontrar alguna forma de dirigir su movimiento.
Para ello comenzaremos por ver qué pautas debemos estable­
cer para que un punto se mueva en el espacio siguiendo una tra­
yectoria preestablecida.
Es fácil darse cuenta que si un punto al moverse en el espa­
cio, comparte su lugar en forma sucesiva con cada uno de los pun­
tos que componen un segmento de recta la trayectoria del movi­
miento realizado por él será una línea recta. De igual forma, si el
punto en su movimiento comparte su lugar en forma sucesiva con
cada uno de los puntos de una circunferencia su trayectoria será
circular.
Generalizando, podemos decir que, cuando un punto se
mueve en el espacio de forma tal que en forma sucesiva comparte
su lugar con cada uno de los puntos de una línea determinada,
cualquiera sea la forma que ésta tenga. Esa línea dirigirá el movi­
miento del punto en forma similar a cómo un riel de ferrocarril
dirige a la rueda de un tren.
Si este punto perteneciera a una generatriz, el movimiento de
ésta en el espacio se vería parcialmente condicionado por la exis­
tencia de dicha línea. Decimos que el movimiento se encuentra
parcialmente condicionado, pues si bien la generatriz no puede
moverse libremente en el espacio, sólo un punto de ella se verá
obligado a seguir una trayectoria determinada.
No obstante esto, si imponemos al movimiento de la genera­
triz algunas condiciones adicionales, tanto éste, como la superficie
por ella generada quedarán perfectamente determinados.
Aclaremos esto con un ejemplo: Supongamos que se nos dije­
ra que una recta se mueve en el espacio de forma tal que un mismo
punto de ella comparte su lugar en forma sucesiva con cpda uno
de los puntos de una circunferencia. Hasta aquí poco podríamos
afirmar de la superficie que ella generará, pero si a esto se agregara
la exigencia de que la recta se desplace en todo momento paralela
a sí misma podremos afirmar que se generará una superficie tubu­
lar y que los distintos puntos que componen la generatriz descri­
birán trayectorias circulares exactamente iguales a la circunferen­
cia anteriormente mencionada.

\/'
\
y
i ( ^ j
1
.

1 <n

/} v •
—- 1 —

Muy otro hubiera sido el resultado si en lugar de imponer


como condición que la recta se desplace siempre paralela a sí mis­
ma hubiéramos establecido que se mueva de forma tal, que un se­
gundo punto de ella, comparta en todo momento su lugar con un
punto fijo del espacio, que no pertenezca a la circunferencia ni al
plano que la contiene. Vemos en los dibujos que ateniéndonos a
esta condición la superficie generada será cónica.
sup.
punto f ijo^, / punto fijo — cóni ca
A la línea que dirige el movimiento de uno de los puntos de
la generatriz la denominaremos directriz.
Una consecuencia que se desprende de los ejemplos anteriores
es que si bien tanto la generatriz como la directriz son uno de los
factores que inciden en la forma que presentará la superficie gene­
rada, no son de por sí los que en forma exclusiva la determinan.
Nosotros ya hemos dicho que cuando una circunferencia se
mueve en el espacio genera una superficie tubular a la cual si qui­
siéramos visualizar podríamos comparar con un trozo de man­
guera:

Digamos ahora que si la circunferencia finaliza su movimien­


to en el mismo lugar que lo comenzó, lo cual, continuando con la
comparación anterior, equivale a decir que ambas bocas de la man­
guera se superponen, se obtendrá una superficie tubular cerrada
que, como nos muestra el dibujo, no es otra cosa que nuestro ya
conocido y galardonado gran campeón, el toro.

Sin detenemos mucho a pensar podemos darnos cuenta que


para que la circunferencia comience y finalice su movimiento en
un mismo lugar la directriz deberá ser una línea cerrada. Además
dado que la circunferencia que genera a la superficie y una línea
cerrada cualauiera no son, desde el punto de vista topológico, en
nada diferentes, podemos decir que la única condición que debe
cumplir una línea para constituirse en la generatriz'o en la directri7.
de un toro es la de ser cerrada.
Un caso particular de esto lo constituye el toro, pulcro y
simétrico, que habitualmente vemos en ios libros de texto, en el
cual tanto su generatriz como su directriz están constituidas por
una circunferencia. A este toro, lo elegiremos como modelo para
nuestras próximas explicaciones, pero cabe señalar que esto obe­
dece única y exclusivamente a una comodidad de exposición y no
debemos perder de vista, en el transcurso do las mismas, que dicho
toro será en todo momento equivalente a cualquier otro toro por
desformado que éste sea.
Aclarado esto, pasemos a ver de qué forma un toro de estas
características es generado por una circunferencia que se mueve
en el espacio.
Nosotros sabemos que en el caso que nos ocupa, tanto la
generatriz como la directriz del toro están constituidas por una
circunferencia; debido a esto, la visión que tendríamos de ellas si
pudiéramos observarlas en el preciso momento en que va a comen­
zar a generarse la superficie sería la de dos circunferencias que
comparten un punto en el espacio.
Estas circunferencias po­
dríamos identificarlas, como
muestra el dibujo, por medio
de una letra mayúscula en su
centro.
Es evidente que si tuviéra­
mos que precisar cuál de estas
dos circunferencias es la generatriz de la superficie no podríamos
decidirnos por ninguna de ellas en particular, debido a que como
se muestra en los siguientes dibujos, cualquiera de las dos podrá
constituirse en la generatriz de la superficie, reservándose para la
otra la función de directriz.
Dejando en suspenso este tema, sobre ei cual volveremos más
adelante, a partir de aquí vamos a considerar que la circunferencia
de centro A deberá moverse en el espacio de forma tal que un
mismo punto de ella comparta en forma sucesiva su lugar con cada
uno de los puntos de la circunferencia de centro B.

A este punto tan particular de la circunferencia de centro A


nosotros lo identificaremos con la letra I. El mismo se convertirá
con frecuencia en un auxiliar de gran utilidad para nosotros.
En este caso, por ejemplo, cuando él haya completado un
ffiro alrededor del centro B podremos afirmar que por lo menos
un punto de la circunferencia generatriz se encontrará ocupando
el mismo lugar que tenia antes de comenzar el movimiento.
Desde ya, que esta afirmación no la pgdemos extender a los
demás puntos que constituyen a dicha circunferencia. Para que
esto ocurra, la misma, deberá cumplir en su movimiento por el
espacio, determinadas condiciones que nosotros aún no hemos
mencionado.
Puestos en la tarea de enunciar dichas condiciones, lo'primero
que se nos ocurre pensar es que, si la circunferencia generatriz
después de realizar un determinado movimiento por el espacio,
vuelve a ocupar el mismo lugar que tenía antes de comenzar a
moverse, el centro de la misma también deberá hacerlo.

Para que esto suceda y partiendo del supuesto que en la etapa


inicial del movimiento el centro A, el punto I y el centro B se en­
cuentren alineados, o lo que es lo mismo, que se encuentren sobre
una recta, deberá verificarse que cuando el punto I, después de
haber realizado un giro alrededor del centro B, se encuentre en el
mismo lugar del espacio que ocupó inicialmente los tres puntos
deberán encontrarse alineados en el mismo orden.
Vemos, en el siguiente dibujo, que de no ocurrir esto ni la
circunferencia generatriz ni su centro se encontrarán en el lugar
que tenían al iniciarse el movimiento.

| antes de comenzar el mov. et


el centro A, el centro B y el
j punto i se encuentran alineados

/ \ \\
........ _
despues de que el punto i realiza un ciro alrededor del
centro B los tres
circunferencia puniose( luaar
no ocupa no se encuentran
inicial alineados v la ¡!
De lo expuesto se desprende que, será suficiente que la cir­
cunferencia generatriz se mueva en el espacio de forma tal que su
centro se encuentre en todo momento alineado con el punto I y
con el centro B para que podamos afirmar que cuando el punto T
se encuentre en el mismo lugar que ocupó inicialmente el centro
de la circunferencia generatriz también lo haga.
En consecuencia, el enunciado de la primera condición que
deberá cumplir la circunferencia generatriz en su movimiento por
el espacio será el siguiente:

La circunferencia generatriz deberá moverse en el


espacio de forma tal que su centro se encuentre perma­
nentemente alineado con el punto que tiene en común
con la circunferencia directriz y con el centro de esta
última.

Cabe ahora preguntarse: ¿será suficiente tener la seguridad


que un punto de la circunferencia generatriz y su centro ocupan
el mismo lugar del espacio que tenían antes de comenzar el movi­
miento para poder afirmar que toda ella lo haga?
Desde ya vamos a decir que no.
La razón por la cual contestamos de esta manera tan categó­
rica la vemos con claridad en el dibujo del comienzo de la página
siguiente, en el cual dos circunferencias distintas, una contenida
en el mismo plano que contiene a la circunferencia directriz y
otra contenida en un plano perpendicular a éste, tienen por cen­
tro el mismo punto A y comparten con la circunferencia directriz
el mismo punto I.
Esto nos lleva a pensar que nos hace falta aún enunciar una
condición que obligue a la circunferencia generatriz a desplazarse
de forma tal que una vez que el punto I complete un giro alrede­
dor del centro B ella se encuentre contenida nuevamente en el
mismo plano en que se hallaba al comenzar et movimiento.
Por lo tanto, partiendo del supuesto que ella, al comenzar el
movimiento, se encuentre contenida en un plano perpendicular
al plano que contiene a la circunferencia directriz, el enunciado
de la condición que la obligue a esto será el siguiente:
La circunferencia generatriz deberá moverse de for­
ma tal que el plano que la contiene sea siempre perpen­
dicular al plano que contiene a la circunferencia di­
rectriz.

Resumiendo todo lo anteriormente expuesto, podemos decir


que para que una circunferencia genere al toro que tenemos en
estudio deberá cumplir en su movimiento por el espacio con las
siguientes condiciones:
1) Durante el movimiento un mismo punto de ella deberá com­
partir su lugar, en forma sucesiva, con los distintos puntos
que constituyen a otra circunferencia que denominaremos
directriz.
2) El centro de la circunferencia generatriz, el punto que ella
tiene en común con la directriz y el centro de la directriz,
deberán encontrarse en todo momento alineados.
3) El plano que contiene a la circunferencia generatriz y el plano
que contiene a la circunferencia directriz deberán ser en todo
momento perpendiculares entre sí.

Para que podamos visualizar con un ejemplo que nos resulte


familiar cómo será el movimiento de la circunferencia generatriz
por el espacio, al encontrarse sometida a estas condiciones, dire­
mos que será en todo igual al movimiento que realice una circun­
ferencia dibujada en el vidrio de una puerta giratoria cuando ésta
sire sobre su eje.
Antes de proseguir con nuestra exposición conviene que nos
detengamos para ver algunas características de la circunferencia
que nos serán de utilidad para continuar con este tema que nos
ocupa.
Para ello comenzáremos diciendo que si un punto se mueve
en una superficie plana, de forma tal, que su distancia a un punto
ñjo de ésta sea siempre la misma, la línea generada por él será una
circunferencia con centro en dicho punto fijo.

/
i d
"1C
d di
Jp

Desde luego todos los puntos que constituyen la circunferen­


cia pertenecerán al plano en el cual se movió el punto para gene­
rarla. A partir de aquí, cuando hagamos referencia a dicho piano,
diremos: “El plano en el cual se genera o generó la circunferencia”
o bien como recientemente hemos dicho: “El plano que contiene a
la circunferencia” .
También todas las rectas que determinan cada uno de los
puntos que constituyen a la circunferencia y el centro de la misma
pertenecerán a dicho plano; esto, si bien es obvio, lo señalo pues
conviene que lo tengamos presente.
Dicho esto tracemos ahora, en un plano, dos rectas perpendi­
culares entre sí, a las cuales identificaremos, como vemos en el si­
guiente dibujo, con la letra a y con la letra b .
Si a continuación vamos trazando circunferencias en dicho
plano, cuidando al hacerlo que cada una de ellas tenga su centro
sobre la recta b y pase por el punto en que ambas rectas se cortan,
al cual identificaremos con la letra I, veremos que a medida que
el centro de las circunferencias se aleja del punto 1 y en conse­
cuencia el radio se hace más grande, la línea que constituye la
circunferencia va perdiendo curvatura y tiende progresivamente
a confundirse con la recta identificada con la letra a, cosa que
acontecerá cuando el radio de la circunferencia en cuestión sea
infinitamente grande y su centro se encuentre sobre la recta b en
el infinito.

Nosotros sabemos que la recta identificada con la letra a, con


la cual se confunde la circunferencia al llevarse su centro, de esta
forma, al infinito es perpendicular a la recta identificada con la
letra b, sobre el cual dicho centro se encuentra.
Además es importante notar que al igual que en cualquier
otra circunferencia los puntos que constituyen una circunferencia
de radio infinito determinan con el centro de la misma una recta.
En consecuencia, en este caso particular, todas las rectas así deter­
minadas pasarán por un mismo punto ubicado en el infinito.
Debido a esto y recordando que es propio de las rectas para­
lelas cortarse en el infinito, las mismas serán paralelas entre sí.
Resumiendo, podemos decir que las rectas deter­
minadas por cada uno de los puntos que constituyen
una circunferencia de radio infinito y el centro de la
misma serán perpendiculares a la recta con la cual
dicha circunferencia se confunde y paralelas entre sí.

Circunferencia de Radio Finito

Circunferencia de Radio Infinito


Aclarado esto vamos a retomar el tema aue teníamos entre
manos.
Nosotros hemos visto que tanto la generatriz como la direc­
triz del toro que nos sirve de modelo están constituidas por una
circunferencia. Vamos a desarrollar ahora; un caso particular­
mente interesante, que se presenta cuando el centro de la direc­
triz del toro en cuestión se encuentra en el infinito.
Dado que, como hemos visto, .una circunferencia de estas
características se confunde con una linea recta, en los próximos
dibujos una parte de ella aparecerá representada por un segmento
de recta. No obstante, no debemos perder de vista en ningún mo­
mento que la línea recta, de la cual forma parte ese segmento,
aun cuando en el transcurso de la exposición para referimos a
ella digamos: “la recta directriz” , no es otra cosa que una circun­
ferencia de radio infinito.
Para comenzar, vamos a imaginar que al igual que en el caso
anterior nosotros podemos observar a la generatriz y a la directriz
en el preciso momento en que está por comenzar a ser generada
la superficie.
Debido a que, como sabemos, la generatriz deberá moverse en
el espacio de forma tal, que un
mismo punto de ella, el punto I,
comparta su lugar en forma suce­
siva con los distintos puntos que
constituyen a la directriz, la
visión que tendríamos de ellas,
en dicho momento, seria, como
vemos en el dibujo de la derecha,
la de una circunferencia que
comparte un punto con una
recta.
De hecho que la posición relativa que tienen esa circunferen­
cia y esa recta entre sí, no podrá ser cualquiera, sino que deberá
ajustarse a las condiciones que debe cumplir la generatriz en su
movimiento por el espacio.
Nosotros sabemos que la segunda condición que deberá
cumplir la circunferencia generatriz en su movimiento por el espa­
cio, establece que su centro debe encontrarse alineado con el
punto que ella comparte con la circunferencia directriz y. con el
centro de esta última.
También sabemos, que en este caso especial, el punto que la
generatriz tiene en común con la directriz y al cual nosotros
hemos identificado con la letra I, determina con el centro de esta
última, ubicado en el infinito, una recta que será perpendicular a
la recta directriz.

Por lo tanto si el centro A debe encontrarse alineado con el


punto I y con el centro B y a estos dos últimos los sabemos ubica­
dos sobre una rcc-ta, perpendicular a la directriz, el centro A tam­
bién deberá encontrarse sobre ella.
Debido a que los tres puntos se encuentran sobre la misma
recta, ésta podrá considerarse determinada, tanto por el punto I
y ei centro B, con la dificultad que este último se encuentra en el
infinito y por lo tanto fuera de toda posibilidad de ser visto, o
bien por el punto I y por el centro A en cuyo caso dicha dificultad
no se presenta.
En consecuencia, podemos decir que la visión que tendremos
de la generatriz y de la directriz en el momento que está por co­
menzar a generarse la superficie será la de una circunferencia y
una recta que comparten un punto del espacio y ¡o hacen de forma
tal que dicha recta, o sea la recta directriz, resulta perpendicular a
la recta que determina el centro A y el punto /, tal cual se muestra
a comienzo de la página siguiente.
Por último, teniendo en cuenta que para que se cumpla la ter­
cera condición el plano que contiene a la recta directriz y el plano
que contiene a la circunferencia generatriz deberán ser en todo
momento perpendiculares entre sí, podemos establecer que en el
mt -aento inicial que estamos considerando también lo sean.
Por lo tanto, resumiendo lo expuesto, vamos a decir que en
el momento en que está por comenzar a generarse la superficie, la
generatriz y la directriz de la misma se presentan como una circun­
ferencia y una recta, contenidas en planos que son perpendicula­
res entre sí, las cuales comparten un punto del espacio y lo hacen
de forma tal que la recta directriz resulta perpendicular a la recta
que determinan el punto que ella tiene en común con la circunfe­
rencia generatriz y el centro de esta última.
De hecho que esta visión que tenemos de la generatriz y la
directriz de la superficie en el momento que estamos consideran­
do, deberá perdurar a lo largo de todo el movimiento.
Para ello, la circunferencia deberá moverse de forma tal que
en todo momento:
1) Un mismo punto de ella comparta su lugar con un punto de
la recta directriz.
2) Las rectas que, para cada posición del centro de la generatriz,
quedan determinadas entre éste y el punto que tienen en
común la generatriz y la directriz sean siempre paralelas
entre sí y perpendiculares a esta última. De esta forma, dado
que las rectas paralelas se cortan en el infinito, ambos puntos
estarán permanentemente alineados con el centro B que por
nuestro capricho allí se encuentra.
3) El plano que la contiene sea perpendicular al plano que con­
tiene a la recta directriz.
En dicho movimiento la circunferencia irá generando una
superficie cilindrica que, como sabemos por lo expuesto anterior­
mente, podrá ser considerada como un toro que tiene el centro de
su circunferencia directriz en el infinito.

Hasta aquí hemos considerado a la circunferencia generatriz


como algo ya existente sin tener en cuenta que ella es a su vez
generada por un punto.
Por lo tanto, sin variar el final, convendrá que recreemos este
cuento cambiando de protagonistas. Al hacerlo y, debido a que
ahora comenzaremos diciendo: “Había una vez un diminuto punto
que se movía en el espacio” y no “Había una vez una circunferen­
cia” La inexistencia inicial de esta última nos creará una pequeña
dificultad que debemos superar.
En efecto, si para obtener la superficie cilindrica seguirnos los
mismos pasos del ejemplo anterior, una vez que el punto haya
generado a la circunferencia, ésta, deberá moverse en el espacio
éf
respetando las mismas condiciones que en le fueron impuestas.
Pero, y aquí surge la dificultad, en el ejemplo anterior dichas con­
diciones se encuentran siempre referidas a la circunferencia. Por lo
tanto, debido a la inexistencia inicial de ésta, nos veremos obliga­
dos a enunciar a las mismas de manera distinta.
Para ello, si bien al no existir inicialmente la circunferencia,
mal podremos poner como condición: que ella se mueva de for­
ma tal que el plano que la contiene, etc., etc...., dado que ese
plano y el plano en el cual se mueve el punto para generar la cir­
cunferencia, son una misma cosa, diremos que él y no la circunfe­
rencia, es el que se mueve en el espacio. Pudiendo hacerlo mientras
el punto está generando la circunferencia o después que ella haya
sido generada.
En dicho plano existen dos puntos que tendrán especial inte­
rés para nosotros. Uno es el punto en el cual se situará el centro de
la circunferencia, al cual identificaremos con la letra C, y el otro
es el punto desde el cual el punto P encargado de generarla comen­
zará su movimiento.
A ese punto lo identificaremos cona la letra I:

Antes de comenzar su movimiento el punto P com­


parte su lugar con el punto I.

Después de comenzado el movimiento el punto I y


el punto P sólo volverán a compartir su lugar cuando
este último haya realizado un giro alrededor del
punto C.
El punto del plano en que se szenera la circunferencia, desde
el cual el punto P comienza su movimiento, o sea el punto /, es de
mucha importancia para nosotros, pues si bien la circunferencia
inicialmente no existe, sabemos que, ese punto formará parte de
ella y por lo tanto será a él a quien haremos compartir en forma
sucesiva su lugar, con cada uno de los puntos de la recta directriz.
Al punto que la recta directriz comparte con el punto P y
con el punto I, antes de que comience el movimiento, lo identifi­
caremos con la letra O.

Antes de comenzar el movimiento:


Con todos estos elementos a nuestra disposición podemos
decir que para que la circunferencia una vez generada se mueva en
el espacio cumpliendo con las condiciones impuestas en el ejemplo
anterior, el desplazamiento del plano en el cual ella ha sido, o será
generada, deberá realizarse respetando las siguientes condiciones:

1) El punto del plano en que se genera la circunferencia, desde


el cual el punto P, encargado de generarla, comienza su movi­
miento, deberá compartir en forma sucesiva su lugar con cada
uno de los puntos de la recta directriz. A este punto lo iden­
tificaremos con la letra I.
2) Las rectas que. para cada posición del centro C, quedan deter­
minadas entre éste y el punto que tiene en común el plano
en que se genera la circunferencia, con la recta directriz, de­
berán ser siempre paralelas entre sí.
3) El plano, en que se genera la circunferencia, será en todo mo­
mento perpendicular al plano que contiene a la recta di­
rectriz.

Llegados a esta altura de la exposición imaginemos que tu­


viéramos el poder de manejar a voluntad tanto el movimiento del
punto encargado de generar a la circunferencia como el desplaza­
miento del plano en el cual éste se mueve.
Si se nos pidiera que dispusiéramos todo, de forma tai que
debido al movimiento combinado de éstos, se genere una superfi­
cie cilindrica podríamos presentar dos programas alternativos.
En ambos podríamos establecer que el punto que genera a la
circunferencia se detenga al encontrarse nuevamente en el mismo
lugar del espacio desde el cual comenzó a moverse. Pero, mientras
en uno de los programas, a partir de ese acontecimiento, el plano
en el cual él realiza su movimiento comenzará a desplazarse, en el
otro programa el punto y dicho plano comenzarán a moverse en
forma simultánea.
Veamos en particular cada uno de ellos.
En el primero de los casos, el piano en el que se mueve el
punto permanecerá en reposo durante todo el proceso de genera­
ción de la circunferencia. A causa do esta inmovilidad el lugar del
espacio desde el cual el punto P comienza a moverse y el lugar del
espacio en el cual el punto P se encontrará después de haber reali­
zado un giro alrededor del punto C, serán coincidentes. Debido a
esto el punto P se detendrá v el plano en el cual ha sido generada
la circunferencia comenzará a desplazarse cumpliendo con las con­
diciones establecidas. De esta forma, la circunferencia, al estar con­
tenida en dicho plano, lo acompañará en su movimiento generando
la superficie cilindrica.
Los siguientes dibujos y sus notas correspondientes nos ayu­
darán a visualizar lo anteriormente dicho:
El punto P comienza su movimiento desde un lugir
del espacio que comparte con el punto I y con el
punto O.

El punto P se mueve sobre el plano manteniendo


siempre la misma distancia al centro C mientras el punto
I y el punto O continúan compartiendo el mismo lugar
del espacio.
El punto P después de realizar un giro alrededor del
punto C se encuentra en el mismo lugar del espacio que
ocupaba antes de comenzar el movimiento y lo compar­
te nuevamente con el punto l y él punto O que allí se
encontraban. A partir de este momento la circunferencia
existe.

EPILOGO:

Una vez que la circunferencia ha sido generada, el


plano que la contiene comienza a desplazarse.
La circunferencia por estar contenida en él lo acom­
paña en su movimiento y...

... al hacerlo genera la superficie cilindrica.

Vemos que esta forma de generar la superficie cilindrica en lo


único que difiere de los ejemplos anteriores es en que la circunfe­
rencia que se mueve en el espacio es inicialmente generada por un
punto. Realmente si esto no nos sirviera como introducción al
Dróximo tema, no valdría la pena ni siquiera haberlo mencionado.
Pero vale.
En el segundo caso, tanto el punto como el p'.ano en que éste
se mueve, para generar a la circunferencia, comenzarán a moverse
conjuntamente. Debido a esto, en el mismo momento en que el
punto P comienza su movimiento alejándose del punto I, el plano
en el cual éste se mueve comenzará a desplazarse y en consecuen­
cia el punto I se alejará del punto O.
Antes de continuar, vamos a establecer que tanto el movi­
miento del punto P como el movimiento del punto I serán unifor­
mes, o lo que es lo mismo, que el punto P empleará siempre la
misma cantidad de tiempo en realizar un giro alrededor del centro
C y el punto I demorará siempre la misma cantidad de tiempo para
recorrer una misma distancia medida sobre la recta directriz.
Establecido esto, vamos a suponer que el punto P demora 8
minutos en realizar un giro completo alrededor del centro C y que
el punto I, en ,;sos mismos ocho'minutos, se desplaza 8 centíme­
tros sobre la recta directriz. Teniendo en cuenta estos datos y
dado que el punto P y el punto 1 comienzan a moverse en forma
simultánea, podremos afirmar que ocho minutos después de haber
comenzado el movimiento el punto P habrá realizado un giro alre­
dedor del centro C y se encontrará compartiendo con el punto I
un lugar, sobre la recta directriz, que se encuentra distanciado
ocho centímetros del punto O.

Antes de comentar el movimiento el punto P, el


punto I y el punto O comparten un mismo lugar en él
espacio.
Transcurridos ocho minutos, el punto P ha realizado
un giro alrededor del centro C y comparte un lugar del
espacio con £?/ uiifito 1 q z íc dista S cc?ztittictroti del
punto O.

Realmente, lo dicho, no sólo será válido respecto del punto


O, sino que, para cualquier lugar del espacio, que ocupe el punto
P en su movimiento, se verificará que: si a partir de allí el punto P
realiza un giro completo alrededor del punto C, las posiciones ocu­
padas por él, al comenzar y al finalizar dicho giro, se encontrarán
separadas por una distancia de ocho centímetros.
Esta medida, de la separación entre ambas, se muestra en el
gráfico de la página siguiente.
Generalizando, podemos decir que, sea cual fuere el lugar del
espacio en que se encuentre el punto P. una vez que hayamos esta­
blecido el tiempo que deberá emplear éste para realizar un giro
alrededor del centro C y la distancia que en ese mismo tiempo se
desplazará el punto I, se cumplirá que si a partir de allí éste realiza
un giro completo alrededor del centro C, una vez concludio el
mismo, la distancia que mediará entre el punto P y dicho lugar
será siempre la misma.
Consideremos ahora que, sin que se modifique la velocidad
del punto I, el punto P en lugar de emplear ocho minutos para
realizar un giro alrededor del centro C emplee para realizar el
mismo solamente cuatro minutos.
Sin mucho esfuerzo, podemos damos cuenta que si el punto
I en ocho minutos recorre ocho centímetros, al no variar su velo­
cidad, en cuatro minutos deberá recorrer cuatro centímetros.
Por lo tanto, podemos decir que cuando el punto P haya
concluido su primer giro, alrededor del centro C, se encontrará
sobre la recta directriz compartiendo con el punto I en un lugar
que dista cuantro centímetros del punto O. Vemos que, en la me­
dida que el punto P, emplea menor cantidad de tiempo en realizar
un giro, al rededor del centro C, su lugar de encuentro con el
punto I, se concreta, también a menor distancia del punto O.
Finalmente, llevando esto al límite, cuando el punto P demore
para realizar dicho giro una cantidad de tiempo que sea más peque
ña que la menor cantidad de tiempo que nosotros podamos imagi
nar, el punto I, en esa misma cantidad de tiempo, habrá realizado
un “pequeño movimiento” y ambos puntos se encontrarán, sóbre­
la recta directriz, compartiendo un lugar que se encuentra inme­
diatamente próximo al punto O.

P
I
I
Vemos que a diferencia del ejemplo anterior el punto P no
finaliza su giro en el punto O sino inmediatamente próximo a él;
debido a esto, al r.o ocupar nuevamente el mismo lugar desde el
cual comenzó a moverse, no se detendrá y continuará girando alre­
dedor del centro C. Al hacerlo y dado que cada uno de los puntos
lugar que constituyen la línea generada por el punto P puede ser
considerado como el lugar desde donde éste comienza un giro alre­
dedor del centro C, se verificará, para cada uno de ellos así consi­
derados, que una vez concluido el giro, el punto P se encontrará
inmediatamente próximo a él.

De esta forma el punto P en cada uno de los giros que realice,


irá generando una línea en forma de rizo, cuyos puntos que ia.
componen se encontrarán inmediatamente próximos a los puntos
que componen la línea generada en el giro anterior.
Esta sucesión de rizos que
se repiten, siempre uno próximo
al otro, irán constituyendo una
superficie cilindrica.
Desde ya que al encontrar­
se el centro de la circunferencia
directriz en el infinito, el punto
P en ningún momento volverá a
ocupar el lugar del espacio desde
el cual comenzó su movimiento
y seguirá girando para siempre
alrededor del centro C mientras
lo acompaña en su desplaza­
miento por el espacio.
Muy otro seria el resultado si el centro de la circunferencia
directriz 110 se hubiera encontrado en el infinito.
De ocurrir esto, una vez que el centro C haya completado un
giro alrededor del centro de la directriz el. punto P se encontrará
compartiendo con el punto I y con el punto O el mismo lugar del
espacio que tenía antes de comenzar el movimiento con lo cual
habrá terminado de generar al toro y podrá detenerse teniendo,
él, la satisfacción de la tarea cumplida y nosotros el alivio de dar
casi por terminado este tema. Decimos “casi por terminado”,
pues para tener tamaña satisfacción aún nos queda algo por ver.
Nosotros sabemos que para que el punto P, en su movimien­
to por el espacio, genere un toro, deberá, después de haber realiza­
do una cantidad infinita de giros alrededor del centro C, encontrar­
se en el mismo lugar que ocupaba cuando empezó a moverse.
Para que esto ocurra el punto P deberá realizar, además de los
infinitos giros alrededor del centro C, un giro alrededor del centro
de la circunferencia directriz que lo lleve a ocupar el lugar que
tenía inicialmente.

Las vueltas que el punto P realiza alrededor del centro C


podrán contarse, como si fueran las espiras de un resorte, sobre
la línea que dicho punto genera en su movimiento por el espacio,
pero será imposible contar sobre dicha línea esa vuelta de más aue
el punto realiza alrededor del centro B, lo cual hace que este siró
pase muchas veces desapercibido.
También el centro C por estar estrechamente relacionado al
movimiento del punto que genera a la superficie, habrá realizado,
una vez generado el toro, un giro alrededor del centro de la circun­
ferencia directriz. En dicho giro el punto que constituye al centro
C generará una circunferencia en el espacio con la cual, y he aquí
nuestro próximo tema, el toro que nos ocupa se encontrará
íntimamente ligado.

Para poder seguir el desarrollo del tema planteado con el


menor esfuerzo posible conviene que tengamos presentes deter­
minados conceptos.
Para ello, y a modo de repaso, vamos a recordar que:
1) Un toro divide al espacio en dos partes. Una de ellas está
constituida por la parte del espacio que él encierra y la otra
por el resto del espacio.
2) En forma análoga una circunferencia divide al plano que la
contiene en dos partes. Una de ellas está constituida por la
parte de dicho plano que ella encierra v la otra por el resto
del plano.
3) Cuando un punto se mueve en un plano de forma tal que la
distancia que lo separa de un punto fijo de éste se mantiene
constante, la línea por él generada constituye una circunfe­
rencia con centro en dicho punto fijo.
Teniendo en cuenta lo dicho vamos a suponer que la distan­
cia que existe entre el punto que genera a una circunferencia y el
centro de la misma disminuye de forma tal, que ambos puntos se
encuentran inmediatamente próximos uno al otro.
Independientemente de este acercamiento, que mantendrá al
punto inmediatamente próximo al punto alrededor del cual gira,
éste en su movimiento generará una circunferencia, la cual, como sa­
bemos, separará al plano que la contiene en dos partes: una de
ellas será la parte del plano que dicha circunferencia encierra y
que en este caso particular estará constituida por un solo punto.
La otra parte será el resto del plano.
Esta circunferencia es, sin lugar a dudas, la circunferencia
más pequeña en que es dable pensar pero, no obstante su tamaño,
nada impide que una circunferencia de estas características se
constituya en la generatriz de un toro. De ocurrir esto mientras
ella en su movimiento por el espacio va generando la superficie,
en forma simultánea, su centro irá generando una circunferencia.
Esta circunferencia, por ser el resultado del movimiento del
único punto que la generatriz encierra, constituye, en forma
exclusiva, el espacio que el toro encierra una vez generado.
En consecuencia y teniendo en cuenta que el espacio que
un toro encierra está directamente relacionado con el tamaño de
la circunferencia que lo genera, podemos decir que el espacio
mínimo que un toro puede encerrar está constituido por la cir­
cunferencia que genera el centro de su generatriz.
Desde ya que dicha circunferencia, al ser generada por el
centro de la generatriz, se encontrará siempre presente en el inte­
rior de todo toro y lo hará guardando una relación con éste que
podríamos describir, diciendo que el mismo se encontrará, algo
así, como atado con ella por dentro.
Por lo expuesto, hasta aquí, nos damos cuenta que sería
imposible pensar en un toro sin la presencia en su interior de una
circunferencia de estas características.
A esta circunferencia que se encuentra siempre presente en
el interior del toro y con la cual éste se encuentra como atado
por dentro, nosotros, de aquí en más, la denominaremos
alma.
L MA

Desde ya, que el poseer un alma no es privativo del toro que


estamos utilizando como modelo, ya que ella se encontrará siem­
pre presente en el interior de cualquier toro por desformado que
éste sea. La misma estará constituida por una circunferencia o por
una línea cerrada topológicamente equivalente a ella.
Dado que para el desarrollo de los próximos temas no nos
hará falta hacer uso del toro que hasta aquí utilizamos como mo­
delo, nos despediremos de él para introducimos, nuevamente y
de lleno, en el mundo de la topología, en el cual, felizmente,
hablar de tamaños, alineaciones y ángulos, carece totalmente de
sentido.
Para comenzar, vamos a suponer que a una lámina de caucho
de forma rectangular, que posee una de sus caras coloreada, noso­
tros le hayamos identificado dos de sus bordes con la letra a y dos
de sus bordes con la letra b, habiéndole además dibujado, en cada
uno de ellos y como muestra la siguiente figura, una flecha oue
tiene la misma dirección cuando corresponde a bordes identifica­
dos con una misma letra.
a
XI
BLANCO
a
Una lámina de caucho con una de sus caras blanca
y la otra coloreada
Nosotros sabemos, por haberlo visto al estudiar la cinta de
Moebius, aue teniendo en cuenta determinadas convenciones pode­
mos ver a una lámina de estas características como si se tratara de
una superficie bilátera. Además, en esa ocasión también adelanta­
mos que si en una superficie así señalada unimos entre sí los bor­
des que se encuentran identificados con una misma letra, cuidan­
do que las flechas correspondientes coincidan en su dirección,
obtendríamos un toro.
En efecto, al unir de esta forma los bordes identificados con
la letra a obtendremos una superficie cilindrica, la cual Dodrá ser
coloreada Dor fuera y blanca por dentro, o bien, blanca por fuera
v coloreada por dentro, según se doble a la superficie para unir el
lado identificado con la letra a .
m ____ ^

Blanca por fuera, coloreada por dentro

Coloreada por fuera, blanca por dentro


Hecho esto, sólo nos bastará, para obtener un toro, unir los
bordes identificados con la letra b de forma tal que las flechas
dibujadas en los mismos, ahora circulares, coincidan en su di­
rección.

El toro resulta blanco por fuera


y coloreado por dentro
C t ' 3

El toro resulta coloreado por fuera


y blanco por dentro

Si bien es evidente que según hayamos doblado a la superfi­


cie, para unir a los bordes identificados con la letra a, será una cara
u otra de la misma la aue constituya el lado exterior del toro, no
lo es tanto el hecho de que lo mismo ocurrirá según sea la forma
en que unamos, a partir de la superficie cilindrica, a los bordes
identificados con la letra b. Para ver esto, supongamos que noso­
tros ya hayamos doblado la superficie de forma tal que hubiése­
mos obtenido una superficie blanca por fuera y coloreada por
dentro y sólo nos falte, para obtener el toro,, unir los bordes
identificados con la letra b. Con el objeto de lograr esto nosotros
podríamos ir arqueando al cilindro como hicimos anteriormente
hasta que ambos bordes se unan y obtendríamos, como ya hemos
visto, en la secuencia identificada con la letra A, un toro blanco
por fuera y coloreado por dentro. O bien, en luear de hacer esto,
ir acercando a los dos bordes identificados con la letra b, como si
se tratara de dos arsollas que se deslizan sobre la superficie cilin­
drica hasta llegar a unirlos, en cuyo caso, como vemos en el si­
guiente dibujo, el toro resultante será coloreado por fuera y blanco
por dentro.
Es fácil darse cuenta que si a un toro que sea blanco por
luera y coloreado por dentro, después de cortarlo y transformarlo
en una superficie cilindrica lo unimos nuevamente de la forma
anteriormente descripta, obtendremos un toro coloreado por
fuera y blanco por dentro.
Dado que el toro así obtenido, desde el punto de vista topo-
lógico, en nada difiere del original pero en él se verifica que el
lado de la superficie que inicialmente constituía el lado interior
del toro pasa a constituir después de la transformación la parte
exterior del mismo podemos decir que, por medio de ésta, el toro
ha sido dado vuelta.
Una variación de esta forma de dar vuelta un toro se presen­
ta cuando en lugar de cortar la superficie que lo constituye de for­
ma tal que se transforme en una superficie cilindrica, nos limita­
mos a practicar en ella un agujero.
Vamos a aclarar que cuando hablamos de cortar a una super­
ficie, ello implica que como consecuencia del corte aparezcan en
ella dos bordes separados.
Y cuando hablamos de hacer un agujero en una superficie
implica que a consecuencia del corte aparezca, en ella, un solo
borde o bien dos bordes puestos en continuidad que podrán ser
considerados un solo borde.

____ i
l

El corte no llega a los bordes de la superficie


Los bordes creados por el corte quedan en continuidad
y constituyen entre ambos un solo borde
De lo dicho se desprende que si en el eiemplo anterior inte­
rrumpiéramos el corte antes de que el toro se transforme en una
superficie cilindrica, habríamos realizado en el mismo un agujero.
El siguiente dibuio nos muestra que si bien los dos bordes
que resultan del corte y que identificamos con la letra b pueden
ser unidos, haciendo coincidir las flechas, como si el corte no se
hubiera realizado, también podrán, por encontrarse en conti­
nuidad, ser vistos como si se tratara de un solo borde.

Vamos a ver a continuación dos maneras de visualizar, en


qué forma se da vuelta un toro al cual se le ha realizado un
agujero.
En el primero de los casos consideraremos que tenemos un
modelo del mismo, hecho con un material perfectamente elástico,
al cual podamos estirarlo a voluntad con la seguridad de que al
dejarlo en libertad volverá a recuperar su antigua forma.
Los siguientes dibujos, acompañados por sus notas explica­
tivas, nos muestran que:

A medida que el toro va perdiendo curvatura y tiende


a confundirse con una superficie cilindrica, la parte de la
superficie que une ambas bocas acompaña al alejamiento
de las mismas estirándose...
... y cuando como en el caso anterior ésta se acercan
como si fueran dos argollas eme se deslizan sobre una superficie
cilindrica, las acompañará nuevamente perdiendo el estiramiento
a que fue sometida, el cual desaparecerá totalmente cuando
los bordes identificados con la letra (b) se unan como si el corte
no hubiera existido y el toro original de encuentre
dado vuelta
En el segundo de los casos vamos a prescindir de exigir
que el material, con el cual se encuentre fabricado el toro, sea
elástico.
Esto nos permitirá visualizar, en los siguientes dibujos que
mostramos en esta página y la siguiente, cómo se da vuelta, por
ejemplo, el modelo de un toro hecho con tela.
Teniendo en cuenta lo que acabamos de ver, podemos decir
que tanto que demos vuelta un toro haciéndole un agujero en la
superficie que lo constituye o bien cortándolo por una línea que
ocupe el lugar que, en algún momento, haya ocupado su generatriz
obtendremos el mismo resultado.
Los dibujos que veremos a continuación nos mostrarán, ade­
más, que en ambos casos la línea cerrada que originalmente consti­
tuye el alma del toro, una vez que éste haya sido dado vuelta, se
encontrará anudada, con él, en el exterior del mismo.
corte

alma

alma
Vamos a agregar que no siempre que demos vuelta un toro,
cortándolo, el alma se encontrará anudada con él, en el exterior
del mismo.
En efecto, en los siguientes dibujos vemos que:

Si al corte del toro lo realizamos siguiendo la linea,


que ha ocupado la directriz del mismo...

t
... una vez que el toro haya sido dado vuelta, el alma
se encontrará tan libre en el espacio como lo está una pelota
al pasar por un aro de basquet-ball
TORO

CAPITULO II
Cuando nosotros estudiamos la cinta de Moebius pudimos
realizar, utilizando una hoja de papel, un modelo de la misma que
sin lugar a eludas nos fue de gran utilidad. También en el tema que
nos ocupa podremos realizar, utilizando una hoja de papel, un ob­
jeto que podrá ser visto, teniendo en cuenta las mismas convencio­
nes establecidas para los distintos modelos hechos en papel con
anterioridad, como la superficie de un toro al cual se le ha sacado
un punto. En este modelo será posible realizar todos los dibujos
y cortes realizables sobre la superficie de un toro siempre y cuando
los mismos no involucren al punto faltante.
Si bien los siguientes dibujos son por demás ilustrativos nos
ayudará a su comprensión el tener en cuenta que:

Cuando a un toro se le saca un punto, la falta del


mismo producirá en él un agujero. La presencia de este
agujero, no obstante ser más pequeño que el más peque­
ño agujero que podamos imaginar, le hará perder al toro
su condición de superficie cerrada y en consecuencia su
existencia misma. Dado que el hablar de tamaños en
topología carece totalmente de sentido, una vez que en
la superficie del toro se haya producido un agujero poco
importa si éste es puntual, grande, chico, redondo o
cuadrado, puesto que la superficie resultante, desde el
punto de vista topológico, en nada será diferente.
El modelo en papel aue vamos a realizar se corresponderá
con el dibujo identificado, en ambas secuencias, con el número
siete.
Para ello vamos a tomar una hoja de papel y vamos a colorear
o rayar uno de sus lados. Hecho esto, procederemos a trazar sobre
ella una cruz, tal cual muestra el siguiente dibujo con sus flechas y
letras correspondientes. Vamos a decir que para realizar el modelo
correspondiente al dibujo (7)A conviene que los brazos que con­
tienen a las flechas identificadas con la letra a sean más cortos que
los brazos que contienen a las flechas identificadas con ¡a letra b .

A continuación recortaremos la cruz...


... y uniremos los bordes identificados con la letra a de forma tal
que las flechas correspondientes coincidan en su dirección.

Por último, deberemos unir los bordes identificados con la


letra b de forma tal que las flechas correspondientes coincidan en
su dirección.
Los siguientes dibujos nos muestran que según hacia dónde
doblemos el papel para unir dichos bordes obtendremos el modelo
de la superficie que nos muestra el dibujo (7) A o el que nos mues­
tra el dibujo (7)B.
Dado que, como hemos dicho, en estos modelos será posible
realizar todos los dibujos y cortes realizables sobre la superficie de
un toro siempre y cuando éstos no involucren al punto faltante,
vamos a ver, a modo de ejemplo, córr.o de ellos se puede recortar
una cinta de papel que se corresponde con la banda que se obtiene
al cortar al modelo de la cinta de Moebius por su línea central.
Vamos a comenzar por recordar qué sucedía cuando cortába­
mos una cinta de Moebius por su línea central.
Supongamos para ello que disponemos un modelo de la mis­
ma que tiene, como muestra el dibujo de la página anterior, una
de las partes comprendidas entre su línea central y su borde colo­
reada y la otra sin colorear.
Si procedemos a cortar a este modelo por su línea central
obtendremos una banda de papel que, como muestra el siguiente
dibujo, tendrá:
a) Dos caras, una de las cuales Se encontrara coloreada.
b) Dos bordes.
c) Cuatro semitorsiones a raíz de las cuales se producirán en ella
dos rizos.

Si bien una cinta de esta naturaleza podrá ser desprendida,


por corte, tanto del modelo (7)A como del modelo (7)B, nosotros
utilizaremos para desarrollar este tema el primero de los mencio­
nados.
Para comenzar, vamos a deformar en forma continua a la
banda que resulta de cortar al modelo de la cinta de Moebius por
su línea central hasta que asuma la forma que muestra el siguiente
dibujo.
A continuación vamos a mostrar que se puede cortar, en el
modelo que hemos elegido, una banda exactamente igual, la cual
dará dos vueltas alrededor del anillo que contiene a las ñechas
identificadas con la letra a y una vuelta alrededor del anillo que
contiene a la flecha identificada con la letra b .
Dado que, como acabamos de ver. de un toro se puede des­
prender. por corte, una superficie que tiene la característica de
que al ser unida, haciendo desaparecer uno de sus bordes, se trans­
forma en una cinta de Moebius, podríamos vemos tentados a decir
que es posible, mediante uno o más cortes, desprender de un toro
una cinta de Moebius. NADA M AS FALSO. Debemos tener bien
presente que NUNCA a partir de una superficie bilátera se podrá
obtener por corte una superficie unilátera. Por lo tanto a partir de
un toro, NUNCA por más que se lo desforme o aplane, se podrá
obtener por corte una cinta de Moebius.
Dado que es posible que lo leído hasta aauí lo invite a jugar
un poco con los modelos de las superficies, vamos a ver cómo debe
manipulearse la banda que resulta de cortar al modelo de la cinta
de Moebius por su línea central, para unirla y obtener nuevamente
a éste.
Para seguir el desarrollo de este tema convendrá que Usted se
fabrique un modelo en papel de la cinta de Moebius, al cual, como
ya es habitual, le colorearemos una de las partes comprendidas
entre su línea central v el borde del mismo.
Teniendo en cuenta que procederemos a cortar el modelo
para luego volverlo a unir, conviene que observemos con deten­
ción, paso a paso, qué consecuencias produce el corte, para des­
pués poder desandar el camino con facilidad.
En primer lugar nosotros sabemos que la cinta de Moebius
antes de ser cortada tiene un solo borde v la banda que resulta des­
pués del corte tiene dos bordes. Este nuevo borde que aparece está
formado por los bordes que produce el corte, puestos en conti­
nuidad.
En segundo lugar la zona coloreada y la zona sin colorear
que limitan la línea central y el borde de la cinta de Moebius se en­
cuentran antes del corte ocupando un solo lado de la superficie.
Después del corte se encontrarán en lados opuestos de la super­
ficie.
De esto se desprende que para unir a la banda en cuestión y
obtener el modelo de la cinta de Moebius un borde de la misma de­
berá desaparecer para constituir la línea central, y al hacerlo el
lado coloreado y el lado sin colorear deberán encontrarse adya­
centes uno del otro.
Veamos cómo logramos esto:
En primer lugar presentaremos a la banda, que va a dar origen
a la cinta de Moebius, como si se tratara de un echarpe que nos
muestra su lado coloreado.

A partir de aqui debemos unir a la banda de forma tal que


se recomponga la línea central. En consecuencia, el lado coloreado
de la misma y el lado blanco deberán quedar en continuidad. Para
ello la doblaremos como muestra el siguiente dibujo:
Hecho esto, después de presionar entre el dedo índice y el
pulgar la parte señalada en el dibujo, nos dedicaremos con la mano
aue nos auede libre a manipulear el resto de la cinta para que ésta
no presente ninguna vuelta.

Llegados a esta altura sólo bastará acomodar a la cinta de


forma tal que el borde que va a constituir a la línea central desapa­
rezca.

Si usted realiza esta secuencia repetidas veces, empleando su


modelo, la realización de la misma se le transformará en aleo auto-
mático, a tal punto, que no tendrá necesidad*de colorearlo.v"
Concluido con esto comenzaremos el tratamiento del último
tema que veremos referente al toro.
Para el desarrollo del mismo haremos uso del modelo que
hemos identificado como (7)B. Hacemos notar que en este caso
los cuatro brazos de la cruz de papel utilizada para su construcción
poseen el mismo tamaño, con lo cual, los dos anillos de papel que
componen al mismo resultarán iguales.
Aclarado esto, vamos a trazar en el modelo la línea central de
cada uno de los anillos de papel que lo componen, a las cuales,
como muestra el dibujo, las identificaremos con la letra a y con
la letra b .

Si observamos detenidamente el modelo, vemos que tanto la


línea a corro la línea b pueden constituirse indistintamente en la
generatriz del toro que, después de habérsele sacado un punto,
éste representa.
Los siguientes dibujos nos muestran que;
Si la linea cerrada identificada con la letra (a) genera al toro
y la identificada con la letra (b) cumple la función de dirigirla en
su movimiento, el toro resultante será coloreado por fuera y
blanco por dentro.

Si la linea cerrada identificada con la letra (b) genera al toro


v la identificada con la letra (a) cumple con la función de dirigirla
en su movimiento, el toro resultante será blanco por fuera V colo­
reado por dentro.
Vemos que todo ocurre como si al haber intercambiado estas
dos líneas la función que cumplen, al generar el toro, éste se hu­
biera dado vuelta.
Dos toros, como los que hemos descripto, para los cuales se
cumple que la generatriz de cada uno de ellos es a su vez la direc­
triz del otro se encontrarán, en el espacio, anudados de una forma
bastante especial.
Convendrá que aclaremos por qué decimos esto, pero previa­
mente vamos a dejar establecido que cuando hagamos referencia al
toro generado por la línea identificada con la letra a lo haremos di­
ciendo el toro A y cuando hagamos referencia al toro generado por
la línea identificada con la letra b lo haremos diciendo el toro B.
Aclarado esto y para comenzar, vamos a decir que dos toros
se encuentran anudados cuando cada uno de ellos pasa por la parte
del espacio que el otro limita sin encerrar.
El siguiente dibujo, que representa a dos toros anudados, nos
muestra que si una hormiguita, caminando oor la parte exterior
de uno de ellos quisiera deslizarse por el espacio aue queda entre
uno y otro toro, podría hacerlo sin ninguna dificultad.
Muy otra cosa ocurrriría si el toro sobre el cual camina la
hormiguita fuera uno de los dos toros mencionados anteriormente
y de los cuales dijimos que se encontraban anudados de forma bas­
tante especial. En efecto, dado que la línea identificada con la
letra a, por ser la generatriz del toro A y la directriz del toro B,
pertenece a ambas superficies y la línea identificada con la letra
b, por ser la generatriz del toro B y 4a directriz del toro A, también
pertenece í» ambas superficies, el espacio aue en el ejemplo ante­
rior quedaba entre ambos toros v por el cual se deslizaba la hormi­
guita sin dificultad, habrá desaparecido.

Vemos, en el dibujo anterior, que para cada uno de estos dos


toros así anudados se cumple que, la parte del espacio que cada
uno de ellos limita sin encerrar y en la cual se encuentra su centro
exterior, está totalmente encerrada en el interior del otro toro.
Ahora bien, nosotros sabemos que el que haya desaparecido
el espacio que existía entre uno y otro toro no implica que la hor­
miguita no pueda recorrer al toro A o al toro B, sin dificultad y en
su totalidad, de la misma forma que lo hacía anteriormente.
Recordemos que cuando dos superficies compartían una
línea, nuestra pequeña amiguita podía recorrer en su totalidad a
cualquiera de ellas como si la otra no existiera.
Presentadas las cosas así, tanto el toro A como el toro B con­
servan su individualidad y en nada se diferencian de los dos toros
anudados que vimos con anterioridad
Pero al decir que la hormiguita camina sobre uno de los toros
como si el otro no existiera no estamos diciendo que el otro, real­
mente, no exista.
Hsto hace que sobre este tema aún tengamos algo por decir.
Nosotros hemos visto que cada uno de estos toros así anuda­
dos no es otra cosa que el otro dado vuelta; por lo tanto, si el
toro A fuera blanco por fuera y coloreado por dentro, el toro B;
sin lugar a dudas, sería coloreado por fuera y blanco por dentro.
Si imaginamos ahora a ambas hormiguitas caminando, una
por el interior del toro A y la otra por el interior del toro B podrán
llegar a ocupar, como muestra el dibujo siguiente, un mismo punto
de la línea a y al hacerlo la hormiguita que se encuentra sobre el
interior del toro A se encontrará parada sobre el lado coloreado de
la superficie mientras que la hormiguita que se encuentra en el
interior del toro B se encontrará parada sobre el lado blanco de la
superficie.
Este dibujo ocupa la página siguiente.
En consecuencia, si bien ambas hormiguitas se encuentran
sobre un mismo punto, ninguna de las dos podrá enterarse de la
existencia de la otra debido a que se encuentran a ambos lados
de la superficie, o lo que es lo mismo, separadas por la superficie.
Si ahora, en lugar de imaginar qüe ambas hormiguitas cami­
nan por el interior de los toros, suponemos que una de ellas lo
hace por el exterior del toro A y la otra lo hace por el interior del
toro B, ambas hormiguitas se encontrarán caminando.sobre la cara
blanca de la superficie (si alguna duda nos queda recordemos que
tanto la parte exterior del toro A como la parte interior del toro B
son blancas).
Por lo tanto, en esta ocasión no sólo cada una de ellas tendrá
perfecto conocimiento de la existencia de la otra, sino que, muy
probablemente, cuando lleguen al punto mencionado se establezca
una dura discusión entre ambas para ver quién de las dos se posi-
ciona sobre él.

Si de esta discusión saliera airosa la hormiguita que venía ca­


minando por el toro A y a ella le preguntáramos dónde se encuen­
tra, con seguridad nos diría que se encuentra en el exterior del
toro A. Si en cambio se hubiera salido con la suya la hormiguita
que caminaba por el toro B, ante la misma pregunta, nos contes­
taría que se encuentra en el interior del toro B.
Lo que realmente sucede es que una hormiguita que se en­
cuentre parada en ese punto y sobre el lado blanco de la superficie
se hallará en el exterior del toro A y en el interior del toro B.
Además, dado que a ese punto se puede acceder tanto caminando
por el exterior del toro A como por el interior del toro B, cual­
quiera de las dos hormiguitas, caminando por la parte blanca de la
superficie, podrá pasar de un toro a otro sin ni siquiera darse
cuenta.
En la página siguiente veremos los dibujos que grañcan esta
explicación y nos muestran que...
... Caminando por el lado blanco la hormiguita puede pasar
del lado interior del toro B al lado exterior del toro A
Caminando por el lado coloreado la hormiguita puede pasar
del lado interior del toro A al lado exterior del toro B
Lógicamente, el hecho de que una hormiguita pueda pasar,
caminando por la cara blanca de la superficie, del exterior del
toro A al interior del toro B, o bien, caminando por la cara colo­
reada de la superficie, del exterior del toro B al interior del
toro A, nos indica que el lado exterior del toro A se encuentra en
continuidad con el lado interior del toro B, y el lado exterior del
toro B se encuentra en continuidad con el lado interior del toro A.
De esto se desprende que dos toros as; anudados podrán ser
vistos comn una superficie cerrada bilátera que tiene uno de sus
lados constituido por el lado exterior del toro A en continuidad
con el lado interior del toro B y su otro lado por el lado exterior
del toro B en continuidad con el lado interior del toro A.

Resumiendo: dos toros para los cuales se cumple que


la generatriz de cada uno de ellos es a su vez la directriz
del otro podrán ser vistos como dos toros independien­
tes o bien como una sola superficie bilátera cerrada
constituida por ambos.
S e terminó de imprimir en el mes de septiembre de 1993en
Gráficas y Servicios S.R.L., Río Limay1641 "5",
P.B. Buenos Aires

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