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La Tierra hueca

La idea de una Tierra hueca no ha sido exclusiva de escritores de ciencia


ficción como Julio Verne o H. G. Wells, esta teoría ha tenido defensores a lo
largo de la historia entre científicos de renombre
Pocos astrónomos pueden presumir de un curriculum tan extenso como el que
adorna la figura de Edmond Halley: capitán de barco, cartógrafo, subdirector de la
Real Casa de la Moneda, profesor de geometría en la Universidad de Oxford…
además inventó la campana de buceo, el mapa meteorológico e incluso un método
práctico para mantener el pescado fresco. Hizo muchas cosas, excepto descubrir
el cometa que lleva su nombre. En astronomía hizo grandes aportaciones y llegó a
ocupar el cargo de astrónomo real de 1720 a 1742. Sin embargo, quizás su papel
más importante en la historia de la ciencia fuera el de convencer a Isaac
Newton de que publicara sus hallazgos en la magna obra Philosophiae Naturalis
Principia Mathematica y pagar de su propio bolsillo los costes de la edición en
1687.
En 1692 Halley planteó la idea de que la Tierra era en realidad una cáscara hueca
de unos 800 km de espesor. El interior estaría formado por otras dos cáscaras
concéntricas (del diámetro de Venus y Marte) y un núcleo interno (del diámetro de
Mercurio). Las cáscaras estarían separadas entre sí por atmósferas gaseosas y
rotarían a distinta velocidad. La idea tenía su fundamento en un valor erróneo de
la densidad lunar calculado por Newton, lo que obligaba a que la Tierra fuera
menos pesada de lo que es en realidad. La teoría de la Tierra hueca permitía dar
respuesta también al origen de las auroras. Halley vio una intensa aurora boreal
en Londres en 1716. Además de su propio testimonio, recopiló impresiones de
otros testigos de distintos lugares y trazó las formas de los arcos aurorales. Halley
especuló con que este fenómeno luminoso no eran sino emanaciones de gases
procedentes de las atmósferas de las capas interiores de la Tierra.
En el retrato oficial para la Royal Society realizado en 1736 por el pintor
sueco Michael Dahl podemos ver a Halley sosteniendo un modelo de su
Tierra hueca. Crédito: © The Royal Society
Halley había dedicado mucho tiempo al estudio del magnetismo terrestre tras
haber recorrido buena parte del globo en barco haciendo mediciones de la
variación de la aguja de la brújula. Debido a la falta de datos globales, en 1683
llegó a la conclusión de que en la Tierra había cuatro polos magnéticos. La idea de
una Tierra hueca también permitía ofrecer una explicación a este hecho, pues
cada cáscara disponía de su propio campo magnético y sus efectos eran
apreciables en las capas superiores.
Además de la necesidad astronómica derivada de los cálculos erróneos de
Newton había otras razones que hacían plausible que la Tierra fuera hueca. Por
una parte, para un pensador del siglo XVIII era necesario conciliar los datos
geográficos y geológicos con las narraciones bíblicas de la Creación y del Diluvio.
En este sentido destaca la obra del jesuita Athanasius Kircher Mundus
subterraneus publicada en la época.
Grabado del interior de la Tierra en Mundus subterraneus de Kircher.
Crédito: Wikimedia Commons
Para Halley era una prueba adicional de la omnipotencia del Creador que las
esferas interiores estuvieran habitadas por seres vivos. La Tierra hueca se
entendía mejor en una cosmovisión en la que los terremotos y los volcanes, las
cavernas, las simas, los manantiales o la existencia de fósiles no tenían una
explicación sencilla. Estas ideas de Halley dieron pie a numerosas teorías
disparatadas.

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