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Alley Robert - El Ultimo Tango en Paris PDF
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Robert Alley
II
III
IV
VI
VII
1
Juego de palabras: whore y war, que tienen una pronunciación
aproximada.
—Sabemos que se compra la ropa en una gran
tienda —dijo Jeanne—. Eso no es mucho, muchachos,
pero es un principio.
—No es un principio, es un final.
La atmósfera anterior en la habitación circular había
pasado. Ahora las frías baldosas tenían un efecto
desapacible, pero
Jeanne persistió. Como de casualidad, le preguntó la
edad.
—Voy a cumplir noventa y tres este fin de semana.
—Oh, no lo representas.
Él empezó a afeitarse con movimientos precisos.
—¿Has ido a la universidad? —preguntó ella.
—Oh, sí. Fui a la universidad del Congo. Estudié el
apareamiento de las ballenas.
—Los barberos por lo general no van a la
universidad.
—¿Me estás diciendo que parezco un barbero?
—No —dijo ella—, pero ésa es una navaja de
barbero.
—O de un demente.
No hubo sentido del humor en su voz.
—Entonces, ¿quieres cortarme? —decidió ella.
—Eso sería como escribirte mi nombre en la cara.
—¿Como hacen con los esclavos?
—Los esclavos son marcados en el culo —dijo él—. Y
yo quiero que estés en libertad.
—Libertad —la palabra le sonó extraña a Jeanne—.
Yo no soy libre.
Lo miró en el espejo. Paul mantenía el mentón en
alto y miraba el progreso de la navaja sobre su garganta.
Su masculinidad pareció amenazada en ese preciso
instante sin vigilancia.
—¿Sabes qué? —preguntó ella—. No quieres saber
nada de mí porque odias a las mujeres. ¿Qué te han
hecho?
—O pretenden saber quién soy o pretenden que no
sé quiénes son ellas. Y eso es muy aburrido.
—No temo decir quién soy. Tengo veinte años...
—¡Por Dios! —dijo él volviéndose hacia ella—. ¡No te
gastes el seso!
Jeanne iba a seguir hablando, pero él levantó la
navaja.
—¡Cállate! ¿Lo entiendes? Sé que es duro, pero vas
a tener que soportarlo.
Jeanne aflojó.
Paul dejó caer la navaja en la cartera. Se enjuagó la
cara, se secó y luego agarró los bordes del lavabo y
verificó su solidez.
—Estos bordes son muy raros —dijo—, ya no se
encuentran en ninguna parte. Creo que este lavabo nos
hace permanecer juntos, ¿no lo crees?
Alargó la mano y tocó cada uno de los artículos de
tocador de Jeanne de un modo casi delicado.
—Pienso que estoy contento contigo —dijo.
Le dio un beso inesperado, se dio media vuelta y se
fue del cuarto.
—¡Encore! —exclamó Jeanne—. ¡Hazlo de nuevo, de
nuevo! Terminó su maquillaje de prisa, contenta de que
él lo hubiera admitido. Se vistió y le dijo alegremente en
francés:
—Ya voy, estoy casi lista.
Abrió la puerta y salió al corredor mal iluminado.
—¿Podemos irnos juntos? —preguntó sabiendo de
que el no objetaría la propuesta.
Pero no hubo respuesta. Paul ya se había ido.
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