Está en la página 1de 6

Fundación universitaria católica

Carolina Ordóñez Restrepo. Id: 368654


Cristología
La religión como mecanismo que genera cohesión social.

A lo largo de la historia de la humanidad pueden rastrearse distintas maneras de


interpretar la realidad, todas encauzadas a responder preguntas trascendentales
que el hombre se hace así mismo y a partir de las cuales pretende dotar de
sentido su existencia. La religión aparece como una de las maneras con las cuales
los seres humanos elijen concebir el mundo y su existencia misma, de ahí que sea
posible rastrear e identificar una evolución del pensamiento en cuanto a
explicaciones mitológicas y metafísicas, empezando por el animismo y finalizando
con el monoteísmo, que en definitiva dan cuenta de un progreso en el
razonamiento humano y la capacidad del hombre para construir edificios
intelectuales lo suficientemente resistentes al devenir de la historia. Por lo anterior
me ha resultado interesante analizar, desde la perspectiva cristiana, la conexión
entre razón y fe, entendiendo razón como resultado de procesos neurobiológicos,
pero no por ello reduciéndola ontológicamente a la actividad netamente cerebral,
puesto que de esta actividad emergen estados mentales y experiencias
conscientes, capaces de mover la voluntad del hombre y encauzarla hacia fines
colectivos concretos, tales como la religión con su respectiva función cultural y
social.

En un primer momento expondré la postura del filósofo John Searle frente a la


consciencia y cómo la actividad neurobiológica produce cambios en la conducta
humana de acuerdo con procesos físico-químicos llevados a cabo al interior del
cerebro; En un segundo momento analizaré la experiencia cristiana desde dos
posturas frente a la concepción de Jesucristo difundidas en teología,
especialmente a partir de la modernidad, a saber, aquella en la que se le presenta
como un sujeto histórico concreto y aquella en la que se defiende su carácter
divino y trascendente, esto con el fin de visibilizar de qué manera se sigue
promoviendo el dualismo sobre todo para sustentar posturas sobrenaturales de la
existencia. Finalmente expondré cómo ciertas practicas religiosas concretas
estimulan la producción de hormonas que generan experiencias subjetivas de
bienestar que en definitiva indican por qué es tan importante la religión en las
distintas sociedades, todo lo anterior sin pretender afirmar que dichas creencias
sean falsas o verdaderas pues el único interés es establecer en qué medida puede
anularse el dualismo mente/cuerpo tan promulgado especialmente en los
ambientes religiosos.

Primera parte: Searle y la consciencia.

En filosofía de la mente se exponen distintas teorías todas emergentes


específicamente a partir del dualismo cartesiano, el cual hace una división
sustancial de la realidad humana, es decir, divide al hombre entre su cuerpo y su
mente; ambos fenómenos hacen parte de él, sin embargo son dos sustancias que
se contraponen pues tienen que ver con dos realidades distintas: una física y otra
metafísica. La pregunta oscila entre la posibilidad de sostener este dualismo o
descartarlo dado que no se explica cómo es que dos realidades causal y
ontológicamente distintas pueden estar vinculadas de la manera que lo están
teniendo implicaciones una sobre la otra.

Por cuestiones de economía me centraré en la postura de Searle con respecto a


este dualismo sustancial, pues el debate ha tenido una evolución que es
interesante analizar con mayor amplitud. Desde la postura materialista, que
defiende un monismo es decir una visión del ser unívoca, se pretende anular la
existencia de los estados mentales o reducirla a la actividad netamente cerebral,
para Searle esto no es posible puesto que “podemos hacer que nuestros sucesos
sean lo bastante grandes para incluir tanto el aspecto fenomenológico como el
aspecto neurobiológico” (2006). Es decir que la experiencia subjetiva no puede
eliminarse o explicarse como un fenómeno de tercera persona pues se enuncia
desde un “yo” particular.

Searle afirma entonces que los problemas actuales en cuanto a la mente y la


consciencia son un problema definicional, es decir un problema del lenguaje ya
que las definiciones tradiciones de mente y cuerpo sustentan dos realidades que
no se explica cómo se comunican, o se relacionan. Por tanto, este pensador
sostendrá que la consciencia opera como concepto que sustenta todos los
fenómenos de primera persona, dado que los estados mentales son causados por
estimulación de ciertas áreas del cerebro, pero esta estimulación produce una
experiencia subjetiva: un “yo” que percibe como ningún otro individuo lo hará, lo
cual quiere decir que dichas percepciones comportan un carácter narrativo e
interpretativo que no puede ni debe descartarse.

De acuerdo con la anterior es posible aventurarse y conjeturar de qué modo el


cerebro se relaciona directamente con el cuerpo a partir de procesos químicos de
segregación de sustancias y cómo está actividad se produce a partir de sucesos
naturales como el hambre, la sed, o de sucesos exteriores producidos en la
interacción con el medio ambiente y la sociedad pero que definitivamente hacen
parte de una misma realidad material y concreta.

Segunda parte: Jesús histórico y Jesús trascendente.

En el texto “Teología y sujeto” (2005) de Juan José Tamayo se realiza una


distinción entre lo que significaba hacer teología y las nuevas maneras que en la
contemporaneidad podrían dar lugar a nuevas interpretaciones acerca del
acontecimiento histórico en el que Jesús de Nazaret es protagonista.
Esta nueva forma de hacer teología, afirma Tamayo que: “ha de caracterizarse
por la provisionalidad y el tanteo, por la búsqueda y la interrogatividad, por la
imaginación y el riesgo, por la sospecha y la autocrítica permanente” (Teología y
Sujeto, 2005, pág. 95) es evidente que los puntos expuestos tienen que ver con la
manera en que la ciencia fáctica da tratamiento a sus objetos de estudios,
fundamentalmente por la noción de provisionalidad que presupone una realidad
cambiante y contingente, además de atribuirle al conocimiento un carácter de
falibilidad que permite juzgar a priori elementos propios de dicho fenómeno sin
temer el error. Esta manera de tratar los fenómenos resulta cuestionante cuando
se analiza el objeto de estudio mismo de la teología, siendo netamente abstracto e
inteligible, este carácter de provisionalidad y tanteo lo sitúa en el campo mismo de
la interpretación
La teología actual presenta entonces dos análisis interesantes de Jesucristo como
centro de la religión cristiana. Jesús, un hombre que nace en un espacio-tiempo
concreto y crece en una familia, observa la realidad concreta que le rodea y
emprende un camino que le permite su realización personal pero que también
tiene implicaciones en la vida de aquellos quienes le conocieron e hicieron de su
vida todo un hito para la humanidad.

En su texto “¿quién es este hombre?”, Nolan asegura que “Jesús fue una persona
histórica que tuvo sus propias y profundísimas convicciones, por las que fue
incluso capaz de morir. ¿No hay alguna forma de que todos nosotros (con fe o sin
ella) podamos dar a Jesús nuevamente hoy la posibilidad de hablar por sí mismo?”
(1981), el mismo discurso de Jesús revela una existencia particular dado que se
atribuye así mismo la categoría de hijo de Dios que ha venido a comunicar el
mensaje de un reino concreto al cual el hombre debe aspirar. Puede entreverse a
partir de lo expresado la posibilidad de analizar en estas dos formas de interpretar
la existencia de Jesucristo, el dualismo antes mencionado, pues si bien se
reconoce la existencia concreta de Jesús, es a partir de su pensamiento puesto en
el discurso cómo se revelan ambas realidades.

En el texto Jesús símbolo de Dios se afirma que “la fe es una forma universal de la
experiencia humana” (Haight, 2009) de lo cual se sigue que dicha experiencia
comporta un carácter ontológico que es posible analizar desde categorías
específicas, por tanto la experiencia de fe de Jesucristo puede entenderse desde
dos realidades contrapuestas, a saber, la que se expone en el mundo real como
un conjunto de actos morales encauzados al bien común y la que se revela como
trascendente y que comunica un “mensaje de vida eterna en un reino que no es de
este mundo”

Esta lectura particular que se hace respecto a la vida de Jesucristo da cuenta de


las dos dimensiones de la realidad humana que están presentes en diferentes
ámbitos y que puede entenderse a partir de la biología del cerebro, pues
finalmente no puede comprobarse la existencia de un reino después de la muerte
hasta haber ido a él, sin embargo, sí es posible entender por qué el razonamiento
humano establece estas distinciones a partir del análisis de comportamientos y
discursos.

Tercera parte: la realidad del ser del hombre como un todo.

Retomando a Searle, la conciencia tiene tres aspectos fundamentales:


Cualitatividad, subjetividad y unidad aspectos netamente subjetivos que como ya
se dijo provienen específicamente de la actividad cerebral. Esta actividad cerebral
se pone en marcha cuando sucesos internos como el hambre, la sed generan un
cambio en la química del cerebro, del mismo modo los sucesos externos producen
actividad neuronal que modifica el comportamiento.

En el caso particular de la experiencia religiosa y mística se sabe que la oxitocina,


hormona encargada de generar empatía de un individuo hacia otro y de algún
modo estabilidad emocional, es producida cuando por ejemplo se realizan
meditaciones y oraciones generando una sensación de bienestar, lo anterior
permite argumentar que estas experiencias místicas son necesarias en la
sociedad puesto que los individuos de acuerdo con esta actividad del cerebro
encauzan su conducta con el fin de obtener dosis pequeñas de felicidad y
esperanza, lo cual permite descubrir de qué manera la religión cumple una función
social específica.

Para finalizar, puede afirmarse que las visiones dualistas del ser del hombre
buscan sustentar la existencia de dos realidades distintas pero que puede que esa
visión se haga innecesaria cada vez que se descubren cómo los procesos
cerebrales dan cuenta del comportamiento humano y sus causas.

Bibliografía
Haight, R. (2009). Jesús símbolo de Dios. Madrid: Trotta.

Nolan, A. (1981). ¿quién es este hombre? mes biblia, 1-41.

Searle, J. (2006). La mente: una breve introducción. Bogotá: Grupo editorial norma.

Tamayo, J. J. (2005). Teología y Sujeto. Theologica Xaveriana, 91-105.

También podría gustarte