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Resumen:
Entiendo por saga el conjunto de narraciones entrelazadas por un argumento central que
originan un peculiar y distintivo universo literario. En este caso, el universo que genera
Byung-Chul Han es filosófico. Hasta el momento la editorial Herder ha publicado en España
5 títulos de la saga: La sociedad del cansancio, La sociedad de la transparencia, La agonía
del Eros, En el enjambre y Psicopolítica. El argumento central de estas obras es la
positivización excesiva que sufre el mundo actual.
La primera parte del presente trabajo se centra en los tres primeros volúmenes, de los que se
propondrá un breve resumen con los elementos esenciales de la descripción de la sociedad
positiva que hace Han.
En la segunda parte se trata de profundizar por varios caminos abiertos por el coreano-alemán.
Han ha irrumpido con fuerza en el panorama filosófico y editorial de Europa. Su breves e
intensos libros ya están dando que hablar en el ámbito de las Ciencias Sociales y los Estudios
Culturales. ‘El hombre tranquilo’ que parece ser Byung-Chul Han ha resultado ser un
auténtico polemista. Finalmente, trataremos de dar algunas claves de la crítica que Han hace
del capitalismo consumado en la sociedad actual que habitamos.
I
Cada epocalidad tiene su propio y particular estatus patológico. Lo que nos toca ahora, en este
arranque del siglo XXI, es la enfermedad neuronal1. La enfermedad neuronal no es como la
enfermedad infecciosa. Ésta se contagia, se transfiere, el germen pasa de una persona a otra de
varias formas. Y, además, tenemos a nuestro sistema inmunológico que nos defiende de los
agentes patógenos. La enfermedad neuronal no es contagiosa, no se produce porque algo
negativo entre dentro de nosotros y nos destruya; y nada en nuestro sistema nos va a defender
de ella. Lo de ahora es diferente: un infarto debido al “exceso de positividad” (p. 12).
En la época inmunológica, explica Han, teníamos una clara y profunda diferencia entre lo de
dentro y lo de fuera, lo propio y lo ajeno. Y las relaciones que se establecen son de ataque y
defensa: lo otro es lo negativo, se rechaza lo extraño y se muestra hostilidad ante lo ajeno. El
intruso se convierte en enemigo. Es el antígeno ante el que actúan nuestras defensas, esto es,
los anticuerpos, las inmunoglobulinas y los interferones. Hay que defenderse de la violencia
del enemigo con la violencia inmunológica. La sociedad, dice Han (p. 13) estaba “organizada
inmunológicamente”. Esta organización es siempre dialécticamente negativa: el uno niega a lo
otro. Es más, el uno se reafirma a sí mismo negando la negatividad del otro 2.
En la época neuronal las cosas han cambiado, o están en vías de cambiar. Desaparecen la
“otredad y la extrañeza” y su lugar lo ocupa la diferencia posmoderna y el exotismo. Éstas
carecen de esa carga viral que puede provocar una reacción inmunológica. El turista y el
consumidor toman el relevo del “sujeto inmunológico” (p. 14). Ya no existe la dicotomía de
lo propio y lo ajeno, con lo que, al estar todo permitido, la violencia parece que tiende a
desaparecer. Realmente no desaparece, se transforma.
Por eso, entiendo, que la metáfora del ‘infarto’ de Han tiene mucha importancia. El infarto de
miocardio (IAM), por ejemplo, es la necrosis isquémica del músculo cardiaco 3. Y es la anoxia
prolongada del miocardio, por la obstrucción coronaria, lo que produce la destrucción
1 “Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con
hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional
(SDO) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo” (p. 11).
2 En este punto puede ser provechosa la lectura de casi cualquier obra del pensador francés
Michel Foucault, que dedicó buena parte de su vida filosófica al estudio de estas cuestiones. Podría ser, por
ejemplo, ‘La hermenéutica del sujeto’ (Akal, 2005), o ‘Nacimiento de la biopolítica’ (FCE, 2007).
3 Quevauvilliers, J & Perlemuter, L., Diccionario de Enfermería, Masson, Barcelona, 1ª edición 2ª
reimpresión 1996, p.361.
irreparable del músculo, que tiene graves consecuencias sobre el latido cardíaco. Si hacemos
caso de las categorías propias de la época inmunológica, no hay mecanismo en nuestro
interior que nos defienda del infarto, como sí lo hay en una infección bacteriana o vírica. En
nuestras arterias coronarias no hay una serie blanca4 que nos defienda de una placa de ateroma
que se trombosa provocando la estenosis del vaso sanguíneo. No es un enemigo externo el
que ataca nuestro interior. El infarto, sea de miocardio o sea cerebral, -para que nos
entendamos- no deja de ser una manera de reventar por dentro. Son los propios hábitos de
vida de las personas los que ayudan a provocarlos: malos hábitos alimenticios, obesidad y
sedentarismo, tabaquismo, enolismo, alcoholismo y adicción a drogas, estrés, entre otros. La
época neuronal también es violenta como la violencia del infarto. Pero es una violencia silente
y sistémica, inmanente que surge desde dentro y golpea al propio interior. Es la violencia de
la positividad que actúa por rebosamiento, por saturación, por abundancia.
¿Por qué piensa Han que el modelo inmunológico ya no está presente en la sociedad actual,
que es una cosa del pasado? La respuesta inmunitaria es una “reacción de defensa del
organismo con producción de anticuerpos que destruyen los antígenos y las células malignas
que asientan en el organismo”5. Si seguimos la metáfora, la sociedad tendería a defenderse de
los extraños, a los que tomaría como enemigos. En palabras de R. Esposito: “una respuesta de
protección ante un peligro”6. El coreano-alemán dice que no, que ahora las cosas no ocurren
así. El inmigrante, el extraño, los alienígenas ya no da miedo, el otro no es tenido como una
amenaza. Ahora mismo es una carga más que un peligro, un gravamen o una obligación
pesada e impuesta. La globalización elimina los límites y los cruces: ahora somos todos
ciudadanos de un lugar llamado mundo7. Si el “mundo inmunológicamente organizado” está
marcado por las fronteras, por los muros y las vallas, que impiden el movimiento y la mezcla,
cómo consiente el mestizaje y el entrecruzamiento que vivimos ahora 8. El mundo de la
globalización habita en la tierra plana –Colón se equivocaba, claro está. Ahora, lo que ve Han
es hibridación y mezcolanza, y la “hiperestesia inmunológica no permitiría ninguna
hibridación” (p. 17). El otro-peligro-amenaza ha desaparecido, también la polaridad buenos-
malos, con lo que desaparece la dialéctica de la negación. Ahora, en el tiempo de las
patologías neuronales, lo que tenemos, dice Han, es la dialéctica de la positividad. Ahora el
peligro llega desde uno mismo, de la identidad, de la “sobreabundancia de lo idéntico” (p.
19), de la “masificación de la positividad” (p. 23). La positividad tiene que ver con la
superproducción, el superrendimiento, la supercomunicación, la sobreabundancia y la
hiperactividad. ¿Qué viene después de tanto exceso, qué conlleva este morir de éxito? El
agotamiento, la histeria, la fatiga y la asfixia. Estos excesos nos infartan, nos hacen reventar
por dentro.
II
El exceso de positividad, dice Han, causa estragos en el ser humano, le empuja a vivir en la
sociedad del rendimiento y la sociedad de la hiperactividad.
La clave de la sociedad disciplinaria o sociedad del control, dice Han, está en las
prohibiciones y las obligaciones, en los mandatos y las leyes. ‘No se puede’ es el lema que la
caracteriza. Y en tiempos de la negatividad -cuando todo era imposible, y no se podía cambiar
el mundo porque todo estaba bajo control- el tedium vitae era muy reconocible: brazos caídos,
impotencia, pesadumbre, hastío, la desazón, el aburrimiento profundo de Walter Benjamin9.
Este paradigma está dando paso a la sociedad del rendimiento 10. El mundo del ‘Yes, we can’,
en el que se multiplican los proyectos y las iniciativas, en el que la motivación y el estado de
ánimo hiperactivo lo es todo. Las técnicas disciplinarias –prohibiciones y obligaciones- tienen
un límite: “la negatividad de la prohibición tiene un efecto bloqueante e impide un
crecimiento ulterior” (p. 27). Para que no decaiga la productividad se cambian estas técnicas
por otras técnicas de rendimiento. La mente de la gente sufre una mutación: el deber es
reemplazado por el poder. No hay tiempo que perder peleándose contra los que nos obligan y
vivimos en crisis y el Welfare no da más de sí. Limitar su entrada es limitar la sobrecarga del gasto público.
No dejarles que se hagan con “nuestro” Welfare.
También podemos pensar sobre la metáfora de Han y la crisis del Ébola que hemos vivido en España en el
2014. El mundo inmunológico no queda tan lejos, ni ha desaparecido del todo, desde luego.
9 Citado por Han, p. 35.
10 Los lugares emblemáticos de la sociedad disciplinaria, la prisión, el manicomio, las fábricas, los
cuarteles, las fronteras, los confesionarios, dejan su lugar a otros nuevos, las oficinas, los centros
comerciales, los escaparates y expositores, los gimnasios, los cibercafés, las redes sociales (Facebook,
Twitter, Instagram, Google+, Myspace, Youtube, Linkedin, Flickr, Tumblr, Badoo, Pinterest, Yelp), las
Plazas (Tiananmén, Tahrir, Sol, Syntagma, Taqsim Gezi), etc.
oprimen. El tiempo hay que gastarlo en trabajar, en producir, para luego poder adquirir. El
sujeto de rendimiento -un gestor, un emprendedor- funciona más rápido y es más productivo
que uno obligado a la obediencia. Rodeado e inundado de positividad, el emprendedor se
explota a sí mismo, voluntariamente, sin que nadie le esté metiendo una bayoneta por la
espalda. El gestor compite contra sí mismo, se exprime cada día más, porque ‘nada es
imposible’, todo puede hacerse mejor. Y esto es lo que le enferma: el “imperativo del
rendimiento”, el mandato de dar más y más, para tener cada vez más. No parar de crecer, de
hacer cosas, de acaparar posesiones, de tener lo último. La violencia está interiorizada: el
sujeto emprendedor cree que es libre y que decide en su vida. Pero está sometido a esa
dinámica constante y agotadora – y es que no ha olvidado el disciplinamiento de la época
anterior: la “libre obligación de maximizar el rendimiento”. Se convierte en explotador y en
explotado, en víctima y en verdugo. El cortocircuito mental no tarda en aparecer, cuando
descubre la terrible paradoja en la que vive, la “libertad obligada”. Cada vez hay menos locos
y criminales; ahora abundan los fracasados, y los deprimidos. Aquellos que no cumplen con la
nueva ortodoxia, el canon de las tres e: la eficacia11, la eficiencia12 y la efectividad13.
III
En la sociedad del trabajo moderna que postulaba Hanna Arendt -en ‘La condición humana’,
de 1958-, el ser humano se convertía en un animal trabajador. Toda actividad –sea cual sea
ésta- es reducida a trabajo. Pero, dice Han (p. 44), que esta teoría de Arendt no es válida en
“los desarrollos sociales más recientes”. En la sociedad del rendimiento y la actividad
frenética y desbocada, el trabajador también está “hiperactivo e hiperneurótico”, como vimos
anteriormente. La vida humana, en esta época tardomoderna nuestra, es algo efímero. Ahora,
nada dura lo suficiente y la obsolescencia planificada marca los tiempos. Ahora, todo se
mueve a una velocidad de vértigo y hay que decidir cuestiones trascendentes en cuestión de
minutos; y a golpe de clic del mouse. Hay que exprimir el tiempo, no malgastarlo, hay que
llenarlo como sea. Y por esta falta de poso, y de constancia, aparecen el nerviosismo y la
intranquilidad. Vivimos aislados y desnudos. Tal es nuestra desnudez que apenas sirven como
consuelo las creencias en Dios, en el más allá, o aquellas otras que servían como consuelo
ante la muerte. Vivimos en carne viva. Y para combatir el miedo –porque el miedo no nos
abandona, nos sigue atenazando como siempre- en esta “vida desnuda”, nos centramos en la
salud. Y nos centramos en el culto al cuerpo, al ejercicio físico, al running, al footing, al
spinning, al jogging, al pilates, al aerobic, al fitness, al body pump, al zumba, al step, a las
bandas elásticas, etc., a todo lo que sea sudar y quemar toxinas.
La “sociedad de rendimiento tardomoderna” (p. 47) nos recluye en una vida desnuda,
convirtiéndonos en muertos vivientes, en los auténticos walking dead. La “hiperactividad, la
histeria del trabajo y la producción” (p. 48) son reacciones frente a este proceso de
zombificación14. La sociedad de la actividad sin fin “hace posible la explotación sin dominio”
(p. 48). Convierte al mundo todo en un Gulag en el que guardas y prisioneros son una y la
misma persona. Es la “pérdida de la capacidad contemplativa”, dice Han (p. 51) frente a
Arendt, y la “absolutización de la vida activa” lo que provoca el actual estado de histeria y
nerviosismo en el que vivimos.
IV
Los “activos” de Nietzsche en ‘Humano demasiado humano’15 son el sujeto de rendimiento
de Han. Son gentes que no para quieta un minuto y que por la noche cae agotada en la cama.
Que tiene infinidad de cosas que hacer y muy poco tiempo para hacerlas. Está feo estar quieto
14 También puede ser provechosa la lectura de ‘Filosofía zombi’ de Jorge Fernández Gonzalo
(Anagrama, 2011).
15 Citado por Han, p. 55.
y parado. Hacer las cosas con pausa es sospechoso. El mundo tiene que estar lleno de gente
ocupada; los mismos desocupados tienen que estar ocupados activamente buscando una
ocupación. Si no lo hacen, aparecen como rémoras para la sociedad de la hiperactividad. Ni
los abuelos jubilados pueden estar ya desocupados. Pasear por parques y jardines o irse a la
tasca del barrio a jugar al dominó con sus convecinos. Tienen que cuidar de sus nietos para
que sus hijos -los activos de Nietzsche- puedan estar plenamente activos y ocupados.
¿En volver a la serenidad de la contemplación está la solución –propuesta por Han- a este
histérico modo de vida? Pues sí, la solución está en la combinación de la pausa y la rabia. Hay
que volver a mirar con atención, a recuperar la calma, el sosiego y la paciencia. Volver a
contemporizar, a medir los tiempos en las reacciones. También hay que volver a recuperar las
interrupciones y los cortes. Recuperar la tranquilidad, el temple y el control de los impulsos,
como dice Nietzsche16, no dejar que los instintos hiperactivos controlen nuestras respuestas.
Hay que resistirse a tanta actividad, evitar el círculo vicioso de la acción-reacción-
repercusión. Dice Han: “Es una ilusión pensar que cuanto más activo uno se vuelva, más
libre se es” (p. 54). Hay que volver a decir no. Hay que empezar a vacilar, de nuevo;
desacelerar, decrecer, frenar, dar marcha atrás, incluso. Dejar de ser máquinas calculadoras
que realizan actividades ininterrumpidamente.
V
El mundo de trabajo inhumano, lúgubre y hostil, está lleno de animales trabajadores. La
sociedad disciplinaria, de muros y paredes, no se acaba de ir; tampoco el sujeto de obediencia,
con sus convenciones e instituciones. La sociedad inmunológica se resiste a desaparecer,
como esas bacterias que termina haciéndose resistentes a los antibióticos. Sigue habiendo
apestados y parias de la vida, gente infestada y enemiga que hay que vigilar y mandar a
prisión o a terapia. Todavía abundan los apáticos y los faltos de cualquier iniciativa; los que
están irritados y enervados todo el santo día. Conviven todos ellos con los deprimidos -los
melancólicos y afligidos- con los neuróticos y con los hiperactivos. A través de ese mundo
que narra Melville18 se abre paso –como respuesta a su negatividad- la positividad del mundo
de rendimiento y la hiperactividad.
Pero, dice Han (p. 72), “la sociedad de rendimiento y actividad produce un cansancio y un
agotamiento excesivos”. Vivimos en una exuberancia tal, a una velocidad tan tremenda, en un
machacamiento tan constante, que vemos nuestras energías físicas y psíquicas arrasadas 19. Y
esto tiene consecuencias. La primera es la sociedad del dopaje, para poder mantener la
vitalidad en este mundo que prima la economía de la eficiencia y de la aceleración 20. La
segunda es la violencia de la soledad y el aislamiento: el Yo, sólo Yo, y nada más que Yo. Se
destruyen los parentescos, las comunidades, las cercanías y las vecindades. Incluso el mismo
lenguaje se ve afectado por el agotamiento de las gentes que lo usan21. El cansancio del Yo
agotado, es un cansancio a solas, perturbador, “que aniquila el mundo” (p. 74). Esta es la
sociedad que viene –o quizás la sociedad que ya está- “la sociedad del cansancio”.
18 Citado por Han, pp. 61 y ss. Se trata de ‘Bartleby el escribiente’ de Herman Melville (Nordica,
2008.)
19 Aquí podría ser provechosa la lectura de ‘Ensayo sobre el cansancio’ de Peter Handke
(Alianza, 2006).
20 Neuro-Enhabcement lo llama Han (p. 71).
21 No hay más que ver cómo se ha impuesto esa forma de escribir en los teléfonos móviles y las
redes sociales. Un pequeña broma chistosa a modo de ejemplo:
HIJA- ‘Mm st nch llgr trd. N t prcps. xoxo’.
MADRE – ‘Compro vocal y resuelvo’.
22 En este punto vendría bien la visualización de ‘El Prometeo capturado’, Óleo en lienzo de P.P.
Rubens (1611 - 1612). Actualmente se exhibe en el Museo de Arte de Filadelfia (EEUU).
23 Aquí adelanta Han algunos argumentos de lo que será ‘La agonía del Eros’: el sujeto narcisista
del rendimiento.
24 Los libros de Byung-Chul Han no son manuales de autoayuda que ofrecen la misma receta para
todo el mundo. El berlinés de adopción propone una alternativa personal e individual. Si nos paramos a
pensar a la velocidad que vivimos y lo profundo que está clavado el consumismo en nuestras carnes, nos
damos cuenta que la alternativa de Han no es sencilla, ni simple. Han lleva viviendo en Alemania un buen
puñado de años pero aquí, con este conato de solución a la hiperactividad depresiva y alienante de la
sociedad del capitalismo consumado, parece que no olvidó su origen asiático. El Zen no es una filosofía
menor -ni mucho menos- ni sus principios han de caer en el pozo sin fondo del consumo de masas. Sobre
este tema Han ha escrito un libro todavía no traducido del alemán: ‘Philosophie des Zen-Buddhismus’,
Reclam Stuttgart, Stuttgart 2002. Conviene en este punto la recomendación de ‘El camino del Zen’ de Alan
Watts (Edhasa, 2003) o ‘Budismo Zen’ de Daisetz Teitaro Suzuki (Kairos, 1986).
LA SOCIEDAD DE LA TRANSPARENCIA
I
La transparencia es la exigencia que domina, a día de hoy, el discurso público. Pero de un
modo tan exagerado que termina convertido en fetiche. Esta fetichización es un síntoma más
del cambio de paradigma que lleva Han contando en sus dos libros anteriores: el paso de la
negatividad a la positividad. La transparencia se ha puesto de moda frente a la corrupción
galopante de los políticos; los mismos políticos se lanzan a una carrera desenfrenada para
desnudarse delante del gran público 25. Pero la transparencia es mucho más que el subterfugio
de una clase política que quiere limpiar sus vergüenzas.
“La transparencia es una coacción sistémica que se apodera de todos los sucesos sociales y
los somete a un profundo cambio” (p.12). Lo otro, y lo extraño, perturba y estorba la
comunicación, por eso tienen que ser eliminados. Todo ha de ser transparente hoy en día, de
ese modo –dirá Han- todo se estabiliza y se acelera, va más rápido porque como todo es lo
mismo, la reacción en cadena está asegurada. Esta coacción, convierte a la sociedad del
rendimiento, del cansancio, de la transparencia, en la sociedad de la uniformidad (p. 13). Esta
coacción hace del sujeto una pieza de engranaje, en un circuito más de una máquina. Lo
espontáneo no es permitido –no es transparente- porque no se ve de venir; es un evento que
surge de repente, sin que haya una programación previa. Y en la sociedad de la uniformidad
todo tiene que estar medido y calculado. Nadie puede sacar los pies del tiesto, nada puede
quedar a la improvisación.
La transparencia nos exige abandonar la esfera privada. Sin embargo, el hombre necesita
lugares donde estar consigo mismo, impermeable al mundo que lo rodea. Necesita su propio
espacio para no quemarse (burn-out) por el roce y la interacción con los otros competidores
en el mundo del rendimiento constante26. Pero es que la imposición de la transparencia
supone, además, un desgarro brutal en la humanidad que somos. “El hombre –explica Han
25 http://transparencia.gob.es/
El Portal, de acuerdo con lo dispuesto por la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de Transparencia, Acceso a
la Información Pública y Buen Gobierno, tiene por objeto ampliar y reforzar la transparencia de la
actividad pública, regular y garantizar el derecho de acceso a la información relativa a aquella actividad y
establecer las obligaciones de buen gobierno que deben cumplir los responsables públicos.
26 Frente al desenfreno de la hiperactividad proponía la contemplación. Ahora, frente a la
tirando de Freud- ni siquiera para sí mismo es transparente”27, y aún así se nos obliga a caer
por ese precipicio. La sociedad positiva no admite el sufrimiento, el dolor y el
apasionamiento. El amor tiene que ser domesticado, transformado en algo consumible y
confortable, que no lesione ni haga daño. La sociedad de la uniformidad no admite la teoría;
ahora la ciencia positiva está basada en el manejo de una ingente masa de datos e
informaciones, y que la aritmética y el cálculo arreglen las cosas 28. Y todo desarrollado
delante del mundo, en el escenario, que nada quede entre bastidores. El mundo de la
transparencia es una escenificación a tiempo real de nuestro existir.
La transparencia llega también a la acción política, creando nuevos partidos políticos: los
“antipartidos” o “partidos sin color” (p. 21). Estos partidos no tienen ideologías, dicen no
pertenecer ni a la izquierda ni a la derecha; son, así lo llama Han, descoloridos partidos de
opiniones. Así, “la política da paso a la administración de necesidades sociales, que deja
intacto el marco de relaciones socioeconómicas” (p. 22)29. En la sociedad positiva,
transparente e uniforme, la política es “pospolítica” (p. 22). Y los referéndums que de verdad
importan están a un clic de ratón: el botón ‘me gusta’ del Facebook.
Hay un patrón detrás de todo esto, un fondo tremendo que queda oculto, fuera del alcance de
la vista y de la transparencia de la sociedad de la transparencia. Este secreto, que no está al
alcance de todos es que la sociedad positiva quiere reorganizar “el alma humana totalmente
de nuevo” (p. 19).
II
En la sociedad positiva las cosas son convertidas en mercancías; su ser está en ser expuestas.
Esto es, las cosas adquieren “valor solamente cuando son vistas” (p. 26), cuando está
expuestas. La exposición y la visibilidad son elementos nucleares en el capitalismo
consumado. El ‘si no lo veo no lo creo’30 se ha convertido en ‘sino lo vemos es que no existe’.
Las cosas tienen que estar descubiertas, desvestidas, desveladas, desprovistas de elementos
complejos que impidan su total captación. Es este exceso de exposición lo que convierte las
27 Citado por Han, p. 15. Tal y como diría Freud –aunque no lo haga con estas mismas palabras- ni
que preguntar a Byung-Chul Han si el caso español de ‘Podemos’ entraría en la descripción de estos
antipartidos. Puede verse: http://www.pp-international.net/
30 El escepticismo de Tomás frente al Cristo resucitado (Jn 20, 24-29) es poco menos que una
nimiedad al lado del tremendo reduccionismo que ha sufrido la existencia en la sociedad de la exposición
y la visibilidad.
cosas en mercancías. “La economía capitalista –dice Han (p. 29)- lo somete todo a la
coacción de la exposición”.
La transparencia era una coacción, ahora la exposición también recibe este calificativo. El
imperativo de transparencia, y de visibilidad, es pura violencia antropológica. Lo invisible no
existe, lo oculto, lo cubierto, lo complejo, lo inaccesible y lo misterioso tampoco; no se le
puede prestar atención porque no está expuesto. No hay nada más visible que el propio
cuerpo, por tanto, no hay nada más susceptible de ser convertida en mercancía –y ser
explotada- que el cuerpo humano. Con lo que se crea una “necesidad imperiosa de belleza y
un buen estado físico” (p. 31). Los modelos, y sus medidas inverosímiles, convertidos en
cánones de belleza, son un ejemplo palmario de esto. Y dentro del cuerpo, lo más visible es la
cara, el rostro, que se convierte en faz (face) en esta sociedad del Facebook y el Photoshop.
La faz no es el rostro humano; éste es complejo y trascendente. Aquel sí es simple y
transparente, una mercancía que aspira a maximizar su valor de exposición.
“La masa de la información y la comunicación brota de un horror vacui” dice Han (p. 32).
Esta es la sociedad de la exposición, la sociedad que no tolera la distancia, los huecos vacíos,
la complejidad, la elipsis 31, lo implícito y los silencios incómodos. Todo ha de ser mostrado
explícitamente –como la pornografía- sin saltos ni discontinuidades, de modo simple y bien
masticado.
III
La sociedad positiva, la de la hipernitidez, no permite el encubrimiento, la sinuosidad, la
ambigüedad y la ambivalencia; censura aquellos espacios de juego en los que los límites no
están claros, o no son precisos. La sociedad positiva -el infierno de lo igual- busca con
denuedo la simetría; desarrollar patrones reconocibles, procedimientos de fácil
implementación y protocolos fiables a los que encomendarse. En el mundo de la exageración
no se permite, sin embargo, la pluralidad. Es un mundo en el que la hipérbole es el pan
nuestro de cada día y, sin embargo se rechaza las polisemias.
31 La elipsis es la eliminación de una o varias palabras en una frase sin que esta pierda significado.
Este concepto también tiene aplicación en el lenguaje cinematográfico: el salto en el tiempo o en el espacio
sin que perdamos el hilo de lo que ocurre. La narración no pierde significado aunque se hayan eliminado
ciertos acontecimientos. Una de las elipsis más memorables de la historia del celuloide podemos verla en
‘2001: Una odisea en el espacio’. Un homínido lanza al aire el trozo de hueso que le había servido,
anteriormente, como improvisada arma; la escena continua con el giro orbital de una imponente nave
espacial. Kubrik se ha ventilado varios millones de años en un leve –y genial- movimiento de cámara. Ese
giro supone, implícitamente, el recorrido cultural (histórico, social, científico, etc.) de toda la Humanidad.
IV
A la obscenidad de la hiperactividad, la hiperproduccción y la hipercomunicación, añade Han
(p. 59) la hiperaceleración. Un moverse aceleradamente sin causa ni razón, sin telos ni
dirección, que no busca un dónde, que no va a ningún sitio, una velocidad sin sentido. La
sociedad de la transparencia elimina el camino, denigra los rituales, las ceremonias, las
liturgias, las procesiones, las peregrinaciones 32. Todos estos son procesos narrativos
sustraídos a la aceleración; son cosas con las que hay que tomarse su tiempo para hacerlos
bien. Estos procesos no son procedimientos protocolizados, presentan obstáculos y curvas;
tienen una tensión interna, un “tiempo propio” (p. 61). Los procedimientos siempre cuentan
cosas, nunca narran; son funcionales, nunca trascendentes; son gestionados, controlados,
nunca son rutas que hay que recorrer. La sociedad se vuelve obscena cuando todo es
funcionamiento y procedimiento calculado, cuando vamos a toda prisa, sin ton ni son.
32 Aunque parece evidente, el uso que hace Han de estos conceptos están en un contexto
secularizado. El ritual de descorchar una buena botella de vino, esperar a que coja temperatura, esperar a
que se oxigene. La liturgia de compartirla con los amigos mientras se charla de lo divino y lo humano.
Entrar en una librería e ir procesionando lentamente por sus pasillos hasta encontrar el libro que te
estaba esperando. Y celebrar su compra, al llegar a casa y oler el aroma que desprenden las páginas al
abrirlo. A cosas así creo que se refiere Han.
33 El gancho o enganche (cliffhanger en inglés) es una técnica cinematográfica que deja el final de
la película, o del capítulo de una serie, al borde del precipicio. La escena final genera un estado de interés,
intriga o suspense que podrá ser resuelto al comienzo de la siguiente película o capítulo de la serie.
V
En esta sociedad de la transparencia en la que vivimos nos encontramos con una nueva
paradoja: el exhibicionismo de la intimidad. Para Han (p. 68), “la intimidad es la fórmula
psicológica de la transparencia”. Hasta no hace mucho nos encontrábamos con un espacio
cercano y un espacio lejano; y, entre medias, una distancia. Estábamos cada uno de nosotros y
los otros; por separado pero formando un conjunto –yo, distancia, otro. Las personas se
comunicaban –rompían la lejanía y se acercaban- a través de ritos, imágenes, símbolos y
signos, a través de los juegos y las liturgias.
Pero el Imago Mundi desaparece: “El mundo no es hoy ningún teatro en el que se representan
y lean acciones y sentimientos, sino un mercado en el que se exponen, venden y consumen
intimidades. El teatro es un lugar de representación, mientras que el mercado es un lugar de
exposición. Hoy, la representación teatral cede el puesto a la exposición pornográfica” (p.
68). Pasamos de compartir con otros nuestra interioridad psíquica a desnudar la intimidad
personal; de compartir espacios de juego y celebración comunes a desahogar las excitaciones
afectivas individuales. En la pornografía se desnudan los cuerpos sin dejar nada, en la
intimidad de las redes sociales se desnudan las conciencias sin dejar nada.
La sociedad positiva elimina la distancia a favor de la intimidad. Pero una intimidad que no
queda oculta sino que queda completamente expuesta. Es un imperativo el revelar los
sentimientos y emociones íntimos, sin dejar nada dentro. Al hacerlo todo cercano –íntimo- se
eliminan la lejanía y con esto se “desintegra la esfera pública, la conciencia pública, crítica,
y privatiza el mundo” (p. 69).
Decía Han, al comienzo, que la transparencia nos exige abandonar la esfera privada. Pero
hemos visto que también nos impone abandonar la esfera pública. ¿Dónde estamos entonces?
El capitalismo consumado, nos hace vivir, cada día con más intensidad, en una nueva esfera,
la cibernética, que ni es pública ni es privada, es la esfera de la intimidad. Las redes sociales
se transforman en la nueva esfera íntima. Es un cambio muy profundo el que se da aquí: de
compartir las intimidades entre un yo y un otro se pasa a derramar –desparramar, diría-
nuestras cosas privadas e íntimas en el Facebook, en el Instagram, en el Twitter y en el
Whatsapp, al alcance –literalmente- de millones de personas. Allí en esas utopías digitales -en
esos lugares sin lugar- lo público pasa a ser lo publicable, y lo íntimo, privado y personal se
convierte en comunitario; y lo común, lo que viene de otros, se hace algo personal, en un
encadenamiento (cuasi)infinito 34. La sociedad de la transparencia es, con esto, la sociedad
íntima, la sociedad de la revelación, de la exposición, del desnudamiento y de la confesión.
VI
En esta sociedad de la transparencia en la que vivimos nos encontramos con una nueva
paradoja -sí, otra más: la claridad sin luz. Y es que “la transparencia carece de
trascendencia” (p. 76). Hasta no hace mucho nos encontrábamos con que estaba la luz (de la
razón, de Dios, etc.) y la oscuridad (de lo irracional, de las tinieblas y las sombras, etc.); de
modo que esta dicotomía establecía un cierto orden, unas orientaciones y distinciones. La
sociedad de la transparencia, dice Han (p. 77), “no es iluminada por aquella luz que brota de
una fuente trascendente. La transparencia no surge a través de una fuente de luz. El medio de
la transparencia no es ninguna luz, es más bien una irradiación sin luz, que, en lugar de
esclarecer, lo penetra todo y lo hace transparente”. La irradiación, por el contrario, lo
atraviesa todo. No distingue ni texturas ni niveles, lo suyo es la homogeneización.
mandan todo tipo de cosas imaginables. Un fenómeno en expansión, dentro del ciberespacio, que trata de
aprovechar este imperativo del encadenamiento y la exhibición de la intimidad son las plataformas de
peticiones. Ahora los problemas y las dificultades propias pueden dejar se der personales y ser
transferidas al resto de los usuarios. Lo personal pasa a ser común y de nuevo a ser algo personal a través
de una cadena. En la web de Change.org podemos leer esto: “Vivimos en una época increíble, en la que las
oportunidades de cambiar las cosas son mayores que nunca. Conseguir que miles de personas se unieran tras
una causa solía ser un trabajo arduo y difícil que requería mucho tiempo, dinero y complejas
infraestructuras. Pero la tecnología ha conseguido que las personas estemos más conectadas que nunca.
(…)Trabajamos para conseguir un mundo en el que la gente tiene poder y generar cambios forma parte de la
vida cotidiana. Estamos empezando y nos gustaría que te unieras a nosotros”.
El panóptico que diseño Bentham a finales del s. XVIII era una clara manifestación de la
sociedad disciplinaria, en la era inmunológica 35. El panóptico digital en el que actualmente
vivimos encerrados es distinto: el sujeto “no es vigilado desde el único centro por la
omnipotencia de la mirada despótica. Desaparece por completo la distinción entre centro y
periferia”. En la era ciberdigital se ha eliminado la perspectiva central. Los moradores
piensan que son libres, que nadie los vigila a ellos mientras que ellos sí pueden vigilar a los
otros. Parecen no darse cuenta de que los otros hacen exactamente lo mismo. Ahora el
individuo –el sujeto de rendimiento- es el prisionero y el carcelero. Lo moradores del
panóptico se conectan, comunican y colaboran entre sí, de modo hiperactivo, para mantener
este status quo, de transparencia, de control. Todos ellos contribuyen al panóptico digital en la
medida que se desnudan y exponen en las redes.
La sociedad del control es también la sociedad del miedo. Han había dicho que lo que mueve
al sujeto del rendimiento era la ambición y el éxito36. Sin embargo, no sólo hay ambición y
búsqueda del éxito individual a toda costa en esta sociedad positiva. Hay mucha gente que lo
hace por encajar en este mundo, tienen miedo a ser juzgados. Hay mucha gente que lo hace
central y las celdas se disponen a su alrededor de manera circular. Desde esa perspectiva central se puede
observar a todos los prisioneros recluidos dentro de sus celdas individuales sin que estos lleguen a saber
si son observados o no. El efecto que persigue el panóptico es inducir en el recluso un estado consciente y
permanente de visibilidad. De este modo se garantiza el funcionamiento automático del poder, ya que el
prisionero no sabe nunca cuándo se le vigila y cuándo no. En este punto puede ser provechosa la lectura
de ‘Vigilar y Castigar’ de Michel Foucault (1975).
36 En ‘La agonía del Eros’, el tercer libro de la saga de la sociedad positiva, será el ego narcisista.
por seguir la corriente de la mayoría; realmente no ambicionan nada, tienen miedo a no ser
correspondidos por sus iguales, a ser abandonados a su suerte. Hay mucha gente que lo hace
por indecisión, porque piensa que si la mayoría hace lo que hace, lo hace por algo. Tienen
miedo a equivocarse y a que ese error les deje fuera de la entrega de premios. El hilo
conductor de todo esto es el miedo. La sociedad del rendimiento es la sociedad del éxito, sí;
pero también la sociedad del miedo. Y si alguien no quiere desvelar su intimidad, si alguien
no tiene miedo, están los hackers y los leakers para hacerlo, para igualar la balanza.
I
¿Qué es lo que ataca al amor hoy en día? Han asiente a las razones que dan algunos
sociólogos: la “libertad sin fin” y el “exceso de oferta”. Pero por encima de éstas, estaría la
que el mismo va a proporcionar: el “excesivo narcisismo de la propia mismidad” (p.9-10).
Bajo el régimen dictatorial del Yo, el otro desaparece. La sociedad tardomoderna actual es el
“infierno de lo igual” (p.12). Y el otro es lo distinto, lo que está fuera de mí. Y nadie quiere
que ese otro externo tenga más o sea más que uno mismo; y ese otro quiere lo mismo, que el
uno-otro no tenga más o sea más que el otro-uno. Así que todos iguales, todos lo mismo;
¡arreglado! Pero en un mundo en el que todo tiene que ser igualado, nivelado, estas categorías
–la del no-yo y la de afuera- tienden a desaparecer. Todos somos yoes, todos somos iguales –
lo mismo- y por eso ya nada va a quedar fuera. La propia categoría fuera-dentro ya no tiene
sentido. Vivimos en esta “cultura del constante igualar” (p.10) que está comparando esto con
eso y con esto otro constantemente. El otro desaparece, a lo sumo, se convierte en
“diferencias consumibles” (p.10). Todo tiene que estar bien mascado, para que no haga daño,
para que no haya resistencias, todo tiene que venir con una etiqueta de abre fácil: cualquier
día de estos nos enteraremos que hasta los cactus vendrán de China sin espinas. Y es que la
sociedad –el infierno- de lo igual se caracteriza por el exceso de positividad, por la saciedad y
por la apatía, también por la sobreprotección, como en el cuadro de Brueghel37.
El Yo, ahora mismo, lo es todo. Han lo llama el “sujeto narcisista del rendimiento” (p.12). El
mundo, para este sujeto, es la proyección de sí mismo, su espejo. El Yo mira y se ve a sí
mismo. No es capaz de reconocer el rostro o el semblante del otro en su alteridad: ya todo es
Yo. Este sujeto, además, busca constantemente el éxito –que es lo que alimenta al troll38. El
Yo muere de éxito, se ahoga en sí mismo, hasta el punto de agotarse y enfermar: la depresión
y otras patologías psiquiátricas y neurológicas.
37‘El país de Jauja’ (1567) de Pieter Brueghel el Viejo, actualmente en la Alte Pinakothek de
Múnich, Alemania.
38 En la jerga de las redes sociales se usa la expresión ‘don´t feed the troll’ (no alimentar al troll),
que vendría a significar –en el contexto de una conversación en un foro de discusión o similar- que no
hemos de hacer caso al individuo que trata de insultar más que hablar o dialogar, y no caer en la
provocación de sus insultos, dándole cuerda con nuevas intervenciones.
Ya no hay figuras paternas que nos guíen, ni madres que nos arropen, ni autoridades que nos
enseñen39, no ha sitio para esos prójimos que hacían de contraste fuerte frente al Yo
hiperbólico. A alguien le dio por pensar que eran figuras totalitarias, que oprimían la
sacrosanta igualdad uniforme que había de investir a la humanidad; y fueron eliminados
paulatinamente del panorama social. Lo que se llevan ahora son los gurús de la nueva era que
rápidamente pergeñan un decálogo de cómo ser feliz en este mundo de la rapidez. Los
twitteros que piensan que con un buen trino ya está el trabajo hecho. O las dietas milagro, o
los aparatos abdominales que sin esfuerzo te hacen perder un montón de kilos. El hilo que une
a todas estas actividades es que la gente se vuelve loca por comprar el libro de autoayuda o de
la dieta-milagro en cuestión, por seguir y retwittear a estos prohombres.
II
Han retoma una idea de un libro anterior (‘La Sociedad del Cansancio’):
en ‘Verdad y Método’, 1960) la distinción que hace entre autoridad de sumisión y la autoridad de
reconocimiento. Nos encontramos con la autoridad de sumisión, la del ordeno y mando, una autoridad de
imposición, que sólo requiere la obediencia ciega y la abdicación de la razón por parte del que recibe la
orden. Esta autoridad de gran vigencia histórica ha sido siempre arbitraria e irracional y ha coartado la
libertad de mucha gente, en muchas partes del mundo, porque ha ido siempre asociada a la coerción física.
Pero enfrente de este modelo de autoridad, en la antípoda de la misma, encontramos la llamada autoridad
del reconocimiento. Esta es una autoridad adquirida por el esfuerzo y el trabajo en los ámbitos
epistemológico y ético-normativo. Aquí no encontramos nada que sea ni irracional ni arbitrario. Es una
autoridad que se gana frente a los otros bien por ser un referente en el conocimiento, bien por ser un
referente en la justicia y la buena conducta. Se refiere, por ejemplo, al buen maestro, o al buen doctor, o al
buen profesional, aquellos que son autoridades en sus campos de acción, por sus grandes conocimientos y
su maestría, por su buen hacer, por su calidad humana, por su intachable conducta.
“El principio del rendimiento, que hoy domina todos los ámbitos de la vida, se apodera
también del amor y la sexualidad” (p.26). El amor -esa cosa abstracta y vaporosa, pero tan
fundamental- toca tierra y se materializa, hoy en día, en sexualidad. Al hacerlo, en esta
sociedad de consumo e hiperactividad, el sexo se convierte también en rendimiento, la
sensualidad en capital y el cuerpo en mercancía (p.23). El otro es un “objeto sexual”, una cosa
sin rostro que ha dejado de ser un tú. El amor se ha de convertir en cuestión de satisfacción,
gozo y deleite; porque solo si es convertido en placer y sentimientos agradables – en abre
fácil- puede venderse y consumirse. Recordemos, dirá Han, “en este mundo de la positividad
solo se admiten cosas que pueden consumirse” (p.27).
III
La positivización que sufren todos los aspectos de la vida hace que el amor quede
domesticado. Los animales han de ser domeñados para que se les pueda exhibir en los circos,
por ejemplo. Nadie se expondría a dejar suelta a una fiera peligrosa. Y dice Han: “El
sufrimiento y la pasión dejan paso a sentimientos agradables y a excitaciones sin
consecuencias. En la época del quickie, del sexo de ocasión y distensión, también la
sexualidad pierde toda negatividad” (p.33-34). El amor ha perdido toda trascendencia,
cayendo en manos del confort y la comodidad.
El trabajo y la mera vida –la supervivencia- están relacionadas: son reacciones frente a la
muerte. El narcisista tardomoderno prefiere la salud a la soberanía y a la libertad, cualquier
cosa menos la muerte. Es que no quiere, siquiera, oír hablar de ella; incluso las personas
mayores –nuestros abuelos- tienen muy mal encaje en este modelo de realidad. La salud está
fetichizada: mientras haya salud no nos moriremos. Más aun, la salud está deificada y
sacralizada; la muerte no tiene cabida en el mundo del rendimiento: un muerto no rinde, no
produce, no consume. El hombre tardomoderno se aferra a la salud y al rendimiento (el
trabajo) –se convierte en empresario de sí mismo- pensando como aquella avestruz, que si
metía la cabeza en el agujero el problema estaría resuelto 40.
Y la mera vida no es lo mismo que la buena vida. Como tampoco son idénticas la vitalidad –
de la mera vida- y la vivacidad –de la buena vida41. La mera vida sólo es la supervivencia. La
salud, de la mera vida, otorga vitalidad al sujeto, lo convierte en superviviente, en un no-
muerto, en un zombi. El capitalismo, el reino de la ganancia y la producción, nos engaña
haciéndonos ver que esta compulsión por la acumulación y el crecimiento nos hace vivir
mejor. Y esto no es cierto, dice Han, lo que hace es arremeter contra la muerte, la cual
entiende como “pérdida absoluta”. Vale aquí el argumento de la extensión contra la
intensión. Alargar la vida, extenderla y prolongarla, no es lo mismo que hacerla profunda y
trascendente. Al capitalismo tardomoderno le vale con la cantidad, con el tamaño, con el peso.
La calidad, la vivacidad, corresponde al Eros.
IV
El mundo actual permite una libertad de elección de ilimitadas posibilidades: la oferta es
infinita –o casi. No hay más que ver el concepto de ‘gama’ en la telefonía móvil, por ejemplo.
Los hay de gama baja, de gama media y de gama superior –con diamantes, incluso-; la cosa es
que no haya nadie sin un terminal en el bolsillo. Por muy pobre que seas, en algún sitio hay
un smartphone esperándote. Y si puedes pagarlo a plazos, cualquiera puede medrar en el
escalafón de la lucha de clases adquiriendo un terminal con una manzana en el lomo. Hubo un
tiempo – durante la época inmunológica- en el que sólo había que venderle a los ricos y los
poderosos, y que de este modo sintieran en sus carnes el placer del elitismo. Pero en el ahora,
en la sociedad del consumo, hay que poder ofertarle consumibles a todo el mundo: en el
infierno de lo igual, todos tenemos el mismo derecho a consumir, eso sí, no todos podemos
pagar la misma gama de productos. La cultura del consumo está fabricando constantemente
nuevas necesidades (p.59). Es capaz de entrar en la cabeza de muchos hasta hacerles entender
que antes de tener alimentos en la despensa para estar nutridos, hay que tener un móvil para
estar comunicados.
Una cosa parecida ocurre con la información, mejor dicho, con la hiperinformación. Hay
tantos datos disponibles a golpe de clic –en internet- que es imposible acceder a todos, o saber
qué fuente es más fiable que otra. Y tanta exuberancia, dirá Han, bloquea el deseo, inhibe la
añoranza y reprime la fantasía. Como en la sección de televisores de los grandes almacenes,
hay tantas pantallas lanzado imágenes y dando voces, que no sabemos muchas veces a dónde
mirar, donde fijar la atención. En la “sociedad de actual de la aceleración” (p.63) lo que
importa es la “hipervisibilidad” (p.63), que no haya umbrales ni límites, que esté todo bien
expuesto, en relucientes expositores; tampoco enigmas ni misterios que puedan oscurecer el
ánimo del consumidor. El sujeto de rendimiento tiene que estar en lo suyo, centrado en
analizar la oferta, y consumir sin más distracciones. Todo tiene que ser transparente 42.
V
La política actual está atrofiada como tantas y tantas cosas en la sociedad positiva. Han afirma
que “el neoliberalismo lleva a cabo una despolitización de la sociedad” (p.67). En una
sociedad cansada -con individuos aislados que sólo están pensando en ellos mismos,
preocupados por el rendimiento y la actividad enfocada al consumo- es imposible una acción
común y conjunta; solo hay hueco para la tecnocracia administrativa. La categoría política por
excelencia, el nosotros, desaparece de la sociedad del rendimiento. Para Han, la política y el
Eros –aunque no lo parezca a primera vista- están relacionados. El Eros desea al otro, y la
acción política desea otra forma de vida, menos injusta. El Eros introduce la perspectiva “de
los Dos” (p.68)43 tanto a nivel individual como colectivo. Por eso el Eros está sentenciado en
la sociedad positiva, porque tanto a nivel personal como político supone una revolución. La
revolución es el estallido de la negatividad que tanto persigue la sociedad positiva: es la
ruptura, la interrupción de las categorías básicas de su funcionamiento como el rendimiento,
el consumo y la salud. No solo saca al Yo de sus casillas devolviéndole una parte importante
de su maltrecha salud mental; provoca en el Yo el establecimiento de relaciones con el otro
que no están no basadas en el interés, el cálculo y el consumo, o sea, crea un nosotros político.
VI
El pensamiento se hace cálculo y manejo de datos en la sociedad tardomoderna. Al hacerlo
pierde fuerza e inquietud, se deja el espíritu y la vivacidad. Pero eso no parece preocuparle a
la sociedad del rendimiento. “La ciencia Google” (p.75) pone a disposición del mundo una
inconcebiblemente ingente cantidad de datos, números e informaciones, que crece sin fin, en
una progresión imparable44. Toda esa cantidad de materiales, ya lo dijimos antes, eleva el
nivel de ruido hasta límites patológicos. Al cansancio y a la depresión, como males de nuestro
tiempo, añadiremos la sordera provocada por el ruido espantoso de la sociedad de la
información.
Sin embargo, entiende Han, este diluvio de publicaciones, datos e informaciones, “no produce
ningún conocimiento o verdad” (p.76). La sociedad de la información no es la sociedad del
conocimiento, desde luego. El pensamiento, el que inquieta y seduce, el que llena de fuerza y
deseo, el que transforma al ser humano, requiere de calma y pausa, necesita el silencio para
desarrollar su vivacidad. Esto es algo que la sociedad positiva no llega a entender, cómo es
posible que se genere actividad desde la negatividad de la contemplación. El inicio del pensar
ocurre siempre en compañía. El pensamiento comienza “bajo el impulso de Eros” (p.79). La
razón –el logos- necesita del amor para desarrollar todo su potencial. El enlace seductor del
Eros y el Logos produce la Filosofía; por esto, dice Han, el filósofo no sólo es el amigo de la
sabiduría, es su amante.
EPÍLOGO: EL EROS
El Yo sólo se mira el ombligo, hasta el punto de caer enfermo. Es el Eros lo único que puede
sacar al Yo de su ensimismamiento, zarandearlo, sacarlo de sus casillas. El Yo está
empachado de sí mismo y solo el Eros puede llegar para vaciarlo y que se vomite a sí mismo.
Es el amor el que puede dar nuevas fuerzas al Yo, a través del otro, para liberarse de esa fatiga
y de la depresión: “el Eros vence a la depresión” (p.13)45.
El otro está ausente, pero lo veremos en el futuro. Queremos llegar a él –al futuro- para
encontrarnos con el otro y amarlo. La ausencia es fundamental para el amor. Pero en la
sociedad del consumo, en la “temporalidad del clic” (p.28), la categoría de ausencia
desaparece, también el tiempo: todo está aquí y ahora, en el Yo. Y frente a esta “cosificación
44 Aquí podría ser provechosa la lectura de ‘Big data: La revolución de los datos masivos’ de Viktor
Mayer-Schönberger y Kenneth Cukier (Turner, 2013).
45 En este punto –para entender los argumentos de Han- se recomienda el visionado de la película
económica del otro” (p.30) solo tenemos al Eros. El amor es “una relación asimétrica con el
otro” (p.30). Del uno y del otro –distintos y diferentes, que no mejores ni peores-, no de dos
unos similares, iguales e idénticos. Y la negatividad de la ausencia, lo que se anhela, se quiere
y se ama pero no está aunque se le espera, es fundamental para desactivar la positivización
extrema del narcisismo, del consumo, de la cosificación.
El amor nos transforma y nos enajena de un modo completamente distinto a como lo hace la
sociedad del cansancio. El amor nos hace vulnerables, abre una brecha de emociones,
sentimientos y pasiones en nuestro ego. En la sociedad positiva, el amor tiene muy mal cartel.
En el mundo hiperactivo e hipercompetitivo en el que estamos, esa brecha es una debilidad
por la que el competidor puede entrar y dañarnos. Es un peligro, por tanto, arriesgar nuestra
integridad –nuestro éxito y nuestra salud- por el Eros. La positividad tiene que domesticar al
amor: para poder consumirlo con seguridad hay que quitarle todo lo que tenga de locura y
exceso, de riesgo y peligrosidad. El Eros es la muerte del Yo; el amante se olvida de sí, no
piensa más que en el otro. El amor no afirma al Yo, lo niega, lo oscurece. Por eso es la
solución a la sociedad positiva, contrariando la positividad con la negatividad del amor
erótico.
El Eros reconoce la belleza, pero también la crea, o la procrea. Es una fuerza energética de
renovación, de cambio, una “ruptura” y una “perforación” de lo mismo y de lo igual. Por eso
el amor, dice Han, “reduce el narcicismo” (p.69). Por eso, también dice Han, el Eros es una
fuerza que alimenta la acción política: “El Eros se manifiesta como aspiración revolucionaria
a una forma de vida y sociedad completamente diferente” (p.70).
HAN, EL POLEMISTA
Byung-Chul Han no hace libros voluminosos e inaguantables, esos tochos infumables que
hacen algunos para pavonearse delante de los académicos de su ramo. No puede negarse que
quiere llegar a un público intelectual y cultivado, pero no lo hace de modo impostado. Han
quiere vender muchos libros, que sus ideas y argumentos se extiendan por el mundo, pero
dudo que quiera impactar a las masas. Se intuye un intenso esfuerzo por la concisión, por no
andarse por las ramas, por ir al grano. Esas frases cortas y precisas que maneja lo atestiguan.
Logra colocar un producto que puede ser consumido por un buen número de personas, de un
amplio espectro académico. Sus libros bordean la centena de páginas, no están llenos de
indicaciones prolijas y complicadas, de densos pies de página, ni tampoco coloca al final una
lista interminable de bibliografía. Han dice lo que tiene que decir, de manera rápida y certera.
Rebate a tal filósofo o está de acuerdo con aquel otro de manera breve y sin aspavientos. No
degüella a quien piensa distinto, ni tampoco entroniza con quien concuerda. Esto provoca una
sensación de lectura rápida y amena, también muy productiva porque deja tantas cosas
abiertas que da pie a seguir pensando, con él o contra él, la cosa es seguir pensando.
A Han le gusta mostrar las paradojas en las que vivimos, las antinomias que nos rodean; y sus
libros parecen ser una de ellas. Los ensayos de Han son un producto de consumo típico de la
sociedad de consumo a la que critica durante toda su obra. O quizás habría que hablar con la
editorial que publica sus libros. Los tres textos que se presentan en este trabajo están muy
relacionados; tanto, que bien podrían formar parte de un único libro. Desconozco si será una
cuestión planteada por el autor o una estrategia de la editorial.
Han no es estridente, sin embargo hay aquí, en su discurso, una tremenda provocación al
debate y al enfado filosófico más tremendo. Se abre una controversia brutal con sus palabras.
El metalúrgico coreano es un polemista de primera, sin duda. Con el trabajo que ha costado
emanciparse de todo aquello que nos lastraba, en el pasado –lo negativo, el control, la
disciplina, etc. Con el esfuerzo que costó llegar a donde estamos, en un mundo desarrollado y
tecnológico; secularizado, liberado de oscuridades dañinas. Y con el sufrimiento que supuso
el reconocimiento de la igualdad inherente del ser humano (el caso de las mujeres es
especialmente importante). ¿Ahora resulta que todo aquello por lo que se luchó –y murió-
todo aquello que merecíamos, es una trampa del destino para agotarnos y volvernos locos
perdidos?
Han se alinea frontalmente contra categorías que hoy en día están en boga y que parecen
fundamentales, como son la actividad y la transparencia, para Han parece que no tienen virtud
alguna. Dudo que Han esté contra la actividad laboral, física o creativa. Dudo de que esté en
contra de que la gente trabaje y tenga éxito en la vida, de que pueda medrar en el escalafón
social. Dudo, finalmente, de que quiera proscribir la productividad y la creatividad de la vida
social. Lo que creo que hace Han es señalar la constante presión por el rendimiento, el hacer
todo eso por la única razón de alimentar el ego. Tampoco creo que Han esté en contra de que
la claridad presida las cuestiones políticas, y que las cuentas del erario público estén
cristalinas, y que la ciudadanía sepa el destino de sus impuestos. Lo que creo que hace Han es
señalar que la transparencia no se ciñe a estos ejercicios exclusivamente. La transparencia es
el engaño supremo, el mejor disfraz de cordero que un lobo feroz pudiera haber diseñado. La
transparencia se vende como calidad democrática cuando en realidad es un troyano que abre
una puerta trasera por donde nos cuelan un peligroso veneno: la exposición total y absoluta,
convertir al ser humano en consumible, en material fungible 46.
Dudo mucho que el pensamiento de Han sea un llamamiento a la desmovilización. O que sea
una loa a la impotencia del ser humano. O que sea una posición tibia, indefinida, falta de
compromiso político. Lo que creo que hace Han es decirnos que la potencia sin control no
sive de nada. Que la algarada incívica, el populismo ruidoso, la violencia revolucionaria no
conduce a ningún sitio en este momento. Entre otras cosas porque el propio capitalismo es ya
la instancia suprema en lo que respecta a la violencia; la máxima autoridad, con una
experiencia y una capacidad inigualables. Un muro puede salvarse de tres maneras, por
encima, por debajo o atravesándolo. Y muchos llevan siglos y siglos chocándose contra el
muro y despreciando a los que piensan en superarlo por encima o por debajo. Hay también un
cansancio provocado por el dogmatismo de un pensamiento que se cree poseedor del tarro de
las esencias, que sólo unos pensadores conocen el verdadero compromiso para cambiar las
injusticias de la sociedad.
Dudo mucho que Han piense que este paradigma del que nos habla –el neurológico- llegue a
quedarse para siempre. Y que el sujeto –de rendimiento- o la sociedad –del cansancio, la
transparencia y el narcisismo- que construye sean así para toda la eternidad. El mundo sigue
en movimiento, y si hubo un cambio –el paradigma inmunológico, el sujeto de obediencia y la
46 Fungible. (Del lat. fungi, gastar, y -ble). adj. Que se consume con el uso. Microsoft® Encarta® 2009.
sociedad disciplinaria- es posible y muy probable que dentro de un tiempo vivamos otra
mutación, y nos encontremos viviendo en otra sociedad. El cambio de paradigma que Han
describe no es una ruptura sino una continuación que también colocará al final un cartel que
ponga ‘to be continued’.
Sin embargo, no veo a Han como una especie de Pepito Grillo, haciendo de conciencia de
personas de madera, que ni saben, ni entienden. No lo creo; no parece que sea un ortodoxo
moralista o un telepredicador religioso subido en un púlpito sermoneándole a la gente: ¡Veis
todo lo mal que estáis haciendo las cosas, veis la decadencia en la qué vivís¡ ¡Esto va a
terminar muy mal! Han no trata a los lectores como pequeños zagales que no saben de lo que
va el mundo actual. No hay tal ingenuidad en Han, tampoco en la gente que lo lee. Trata de
analizar los males del presente, explicar los problemas que aquejan al hombre de hoy. En el
lenguaje coloquial diríamos que ‘está dando un toque’.
Como todo buen crítico de la cultura que se precie, sí que nos llama la atención sobre las
consecuencias de este modelo de sociedad. Vivir así tiene consecuencias, aunque nos parezca
la panacea de la historia. Vivir de este modo –en la sociedad del cansancio, en la sociedad del
narcisismo, en la sociedad de la transparencia- tiene graves consecuencias para la salud física,
psíquica y espiritual. Y no es que la vida en la sociedad inmunológica fuera mejor; que fuera
más sencillo vivir en la sociedad de la disciplina, del control y el trabajo. Tampoco, vivir allí
también era un auténtico quinario.
El desequilibrio es una auténtica catástrofe. Es el contraste lo que hace posible que veamos las
cosas en su punto. Es el negro en el blanco lo que hace que distingamos el blanco y el negro.
Y la positividad sobre la profunda negatividad es lo que hace que veamos lo positivo y lo
negativo. La sociedad del cansancio, a transparencia y el narcisismo es el reino de la
positividad plena, como la sociedad de la disciplina y el trabajo lo era de la negatividad plena.
Y parece que nos cuesta –a los seres humanos- la mesura y el equilibrio, la delimitación, hasta
el punto de pasar del negro al blanco pasando olímpicamente del término medio.
Para salir del espacio-tiempo de la negatividad hizo falta la afirmación. Pero tanto exceso de
positividad nos ha metido en los problemas que narra Han en sus pequeños libros. Y resulta
que para librarnos de tanta positividad –una nueva provocación que enervará a más de uno-
tenemos que invocar esa negatividad que en otras ocasiones nos hizo tanto daño. Han no crea
ilusiones ni falsas expectativas: no hay finales felices ‘made in Hollywood’ para el mundo en
el que vivimos. Hay que volver a inocular un buen puñado de categorías negativas en esta
blancura sin mácula de la sociedad positiva, para no perecer con los nervios destrozados. Hay
que volver al yo más íntimo y reflexivo, y también pudoroso. Sin prisas. Hay que tomar las
cosas con temple, tomarse el tiempo necesario, en la hondura reflexiva.
Pero claro, seguimos teniendo un problema con la mesura –el metrón griego- y podemos
volver a eliminar toda positividad y terminar donde comenzamos. Han no habla de ello, pero
¿y si fuera posible volver al mundo inmunológico, a la sociedad de la explotación, la
alienación y la disciplina?
Lo critica mostrando sus articulaciones más evidentes, sus faces más conocidas. Piensa que
con solo describir al monstruo nos daremos cuenta de su monstruosidad. Y nos dice, además,
que al ser más que un modelo teórico, sino una realidad fáctica insoslayable, que está
plenamente implantada –es capitalismo consumado- provoca en el ser humano graves
alteraciones de su cuerpo (cansancio, agotamiento, estrés, fatiga crónica, burn-out) y su mente
(depresiones, TDAH, TLP).
47 La sociedad de rendimiento de la hiperactividad, y del dopaje (en ‘La sociedad del cansancio’).
48 La sociedad de la exposición, de la intimidad, de la aceleración, de la información, de la revelación, del control (en
‘La sociedad transparente’).
49 La sociedad de la igualdad, de la uniformidad, de la pornografía y del consumo (en ‘La agonía del eros’).
50 La sobrecarga, la sobreabundancia, la sobreexposición, la redundancia, la copiosidad y la exuberancia.
51
Entre otras: hiperactividad, hiperestimulación, hiperneurosis, hipermercado, hiperinformación, hipervisibilidad,
hipercompetitividad, hipernitidez, hiperproduccción, hipercomunicación, hiperaceleración, hipertrofia.
52 “Aumento de la cantidad de sangre presente en una parte del cuerpo que puede deberse a un aumento del flujo sanguíneo como
ocurre en la inflamación, la dilatación arteriolar local o la obstrucción del drenaje del área. La piel que cubre la zona congestionada suele estar
caliente y roja”. Enciclopedia de Medicina y Enfermería MOSBY Vol. 2, Grupo Editorial Océano, Barcelona, 1988.
53 Gras Balaguer (2014:4) aconseja la lectura de ‘La sociedad del espectáculo’ de Guy Debord (PRE-TEXTOS, 2005). Este
Este texto es citado explícitamente por Han en ‘La sociedad del cansancio’.
forma normal de vivir hoy en día. Y el mundo no parece que vaya a detenerse, y nadie va a
bajarse en la siguiente parada.
A muchos les parece que esta congestión, este constante llenarse el globo de aire, conducirá al
estallido, a la ruptura violenta de todo el sistema. Pero el sistema –liberal y capitalista-
también ha calculado estas posibilidades y procura al sujeto varias posibilidades. El sistema
de la transparencia permite el desahogo, procura que el sujeto pueda desbarrar con
contundencia y así eliminar gran parte de la tensión acumulada. Los muros de Facebook
funcionan en no pocas ocasiones como auténticos estadios de lapidación. Las personas
montan en cólera pero en vez de hacer algo que cambie la situación en el mundo real, tiene la
posibilidad, sentado en una silla frente al ordenador, sin moverse de casa, de desahogarse
mediante el anonimato que procura la red.
55 El anuncio del perfume Sí de Giorgio Armani, protagonizado por una bellísima Cate Blanchett es un ejemplo claro
de esto que hablamos de la sociedad positiva, de la afirmación constante. El anuncio dice así: “Sí a los sueños, sí a la libertad, sí a la
vida, sí al silencio, sí a la seducción, sí a la emoción, sí a la locura, sí al amor, sí a un nuevo comienzo, sí a la serenidad, sí a la fuerza, sí a
nosotros dos, sí a mí misma”.
https://www.youtube.com/watch?v=ry-PDjGECGg
56 El anuncio del Banco Santander expone meridianamente cómo el sistema de la transparencia manipula al individuo
dándole la ilusión de ponerlo al mando de sus decisiones. El anuncio dice así: “Déjame que te quién eres. Eres el cliente. Eres tú
quien decide si ese café es bueno, eres quien decide lo que vale y lo que no, lo que está de moda y lo que no se lleva. Tú de cides lo que es un
éxito, lo que funciona. Decides quién lo hace mejor, quién es más cercano, más transparente. Y sabes qué, tú nunca te equivocas”.
https://www.youtube.com/watch?v=64y0bvoaOic
CRITICAR AL CAPITALISMO
Sí, pero ¿cómo? Hay más de una manera de criticar al capitalismo; es lo que trata Han de
decirnos con sus obras. Los críticos marxistas piensan que toda aquella crítica que no sea
crítica marxista no es realmente una crítica al capitalismo. Es más, muchos de ellos entienden
que todas esas críticas no marxistas al capitalismo son, en realidad, un apoyo al capitalismo.
Y seguramente, muchos de estos críticos marxistas no verán con buenos ojos la crítica de Han
al capitalismo.
Lo que el marxismo entiende que hay que hacer frente al sistema de dominación neoliberal –
el capitalismo- es montar una resistencia global frente al Empire 57. Y que la masa
interconectada por las redes digitales sea la que derroque al establishment. La posición
marxista sigue fiel a la idea de la revolución como solución. Byung-Chul Han no comparte
este posicionamiento, ni critica al capitalismo de esta manera. La lógica del capitalismo no se
elimina por la protesta o por la violencia revolucionaria. Por muy justa que sea la indignación,
por muy loable que sea la protesta, la emotividad no es suficiente para tumbar este muro. El
fin del capitalismo no está tan cerca como algunos están augurando. El voluntarismo de un
puñado de críticos marxistas no genera tanta fuerza como para destruir semejante artefacto.
Porque, además, el capitalismo no es una roca inerte; el capitalismo responde y se mueve
frente a los movimientos de sus críticos. Si el capitalismo consumado es la máxima violencia,
los disturbios nunca podrán con él, ya que siempre podrá generar más y más violencia como
defensa. Y llegamos a una escalada de acciones contrarias. Y podemos llegar a una situación
en la que solo un cataclismo o un genocidio puedan generar tanta violencia como para
subvertirlo y llevárselo por delante. Pero nadie asegura que no nos lleve por delante a todos.
El problema del marxismo, piensa Han, es que creen seguir viviendo en la era inmunológica,
en la sociedad disciplinaria. ‘Conoce a tu enemigo’ parece decirle Byung-Chul Han a los
críticos marxistas. Hay que comprender los mecanismos de funcionamiento del poder
capitalista para poder resistirse de manera eficaz. Y resulta que el sistema de dominación
neoliberal en la sociedad de la transparencia ya no funciona del mismo modo a como lo hacía
en la edad inmunológica y la sociedad del trabajo. En aquellos tiempos, la explotación era
brutal y las condiciones de vida de las personas lamentables. Y como sabemos, toda opresión
genera represión, y a ésta se le responde con agresión. Todo es violencia, en esta dialéctica. Y
la violencia es mala para los negocios, es una pésima compañía para el mercado y el dinero.
Poco a poco se fue cambiando este paradigma. Las prohibiciones, la represión y demás se han
ido metamorfoseando de un modo tan sutil que han terminado por hacerse imperceptibles.
Están ahí pero la gente no las ve. No se busca tanto la obediencia por medio de la opresión
sino la dependencia por medio del embelesamiento y el deleite. El trabajador oprimido se ha
convertido en emprendedor, y termina por explotarse a sí mismo. Y la lucha de clases se ha
convertido en una lucha interna contra sí mismo.
El disciplinamiento pierde fuerza en la sociedad de la transparencia. La realización personal,
la autoexigencia y un gigantesco hipermercado para el consumo han tomado su lugar. En
tiempos pretéritos, el dinero estaba limitado a unas élites; solo unos pocos podían gastar y
consumir. Pero ahora, como en Dune, la especia fluye regularmente y (casi) todo el mundo
puede comprar consumibles. El capitalismo aprendió que si oprimía al trabajador, éste
respondería con violencia, se resistiría. Con lo que dejó de imponer y comenzó a cautivar
dándole migajas para gastar y poder tener un Smartphone, una consola de videojuegos y una
pantalla de televisión plana para colocar en su salón. Esta nueva forma de dominación no
ataca la libertad, la multiplica, la exagera hasta desfigurarla.
Ahora estamos más interconectados que nunca; pero esa conexión en las redes digitales no es
cooperativa. La masa indignada utiliza la red como desahogo psicológico, una forma de
eliminar su frustración. Pero de dar un clic a ‘Me gusta’ y los memes que insultan y difaman a
los conservadores y a los liberales, a la revolución y la revuelta en las calles y la derrota del
capitalismo hay un trecho largo. Hay muy poco margen para el éxito de la revolución frente al
capitalismo. El capitalismo refuerza en el ego del sujeto moderno la felicidad –y la
mansedumbre- a través del consumo. La revolución hoy no es posible, dice Han (2014), el
capitalismo consigue, por ahora, que nos parezcamos más a los humanos embarcados en el
Axioma –en la película Wall-E- que a la masa de manifestantes y sus máscaras –en V de
Vendetta58.
Las categorías que manejan los marxistas son insuficientes para entender la metamorfosis
capitalista que ha sufrido el ser humano en la sociedad tardomoderna, así lo entiende Han. La
represión externa disminuye porque cada vez es menos necesaria. En la mayoría de las
ocasiones no hay que estar obligando a que la gente haga aquello que es perjudicial para su
existir. La alienación ahora es cansancio y depresión. El agotamiento llega tras el denodado
esfuerzo por la optimización personal. El capitalismo no sanciona, el capitalismo encumbra.
Enaltece al exitoso y esforzado sujeto hiperactivo. Dinero, fama, reconocimiento: el ego es
una fácil diana. El narcisismo facilita la autoexplotación voluntaria.
Hay resortes psicológicos que el capitalismo maneja sin problemas y con probada solvencia.
¿A quién no le gustaría ser rico y poderoso?, ¿a quién no le gustaría tener una posición
desahogada o una fortuna a su disposición para consumir sin miramientos?, ¿a quién no le
gustaría tener una mejor casa, un coche más potente o ropa de diseño? ¿Quién quiere ser
pobre?, ¿a quién le gusta pasar penurias, tener que ir a algún lugar a por un plato de comida y
ropa, y depender de la caridad de otro para sobrevivir? ¿A quién no le gustaría tener más
poder del que tiene? El capitalismo potencia –y explota- la idea de que hay un proyecto de
hombre rico y opulento en nuestro interior. Y por ahí captura a millones de personas. Juega
con las emociones humanas, con el deseo de tener lo que no se tiene, de vivir donde no se
vive, etc.
http://blogs.publico.es/tremending-topic/2015/01/09/carino-que-dice-willy-toledo-que-ha-visto-el-video-de-la-boda-y-que-
en-realidad-no-estamos-casados/
Indignarse ahí no deja de ser una manera de formar parte del engranaje, de llamar la atención
sobre uno mismo, que se note que estás ahí, que existe y que tus pensamientos y ocurrencias
pueden consumirse. Me indigno, luego existo. Desahogo mis frustraciones narcisistas, luego
existo.
Bibliografía:
- BYUNG-CHUL HAN, La sociedad del cansancio, Herder, Barcelona, 1ª edición, 4ª reimpresión,
2012 (2010) [Traducción: Arantzazu Saratxaga]
- BYUNG-CHUL HAN, La agonía del Eros, Herder, Barcelona, 2014 (2012) [Traducción: Raúl Gabás]
- BYUNG-CHUL HAN, “¿Por qué hoy no es posible la revolución?”. El País. Opinión, 3 OCT 2014
[Traducción: Alfredo Bergés.].
En: http://elpais.com/elpais/2014/09/22/opinion/1411396771_691913.html
- MENENE GRAS BALAGUER, “El Mundo como Hipermercado. Byung-Chul Han y el infierno de lo
igual”. Casa Asia, 22 SEPTIEMBRE 2014.
En: http://www.casaasia.es/noticia/detalle?id=213900
Webliografía Complementaria:
1. ARTÍCULOS EN PRENSA Y EN REVISTAS:
- JOSÉ F. BASELGA, “El todo es lo no verdadero. Un comentario a La agonía del Eros de Byung-
Chul Han”, en Ápeiron. Estudios de filosofía Nº1, 2014 ISSN 2386 – 5326, pp.433-440.
En: http://vixra.org/pdf/1409.0215v2.pdf
- FRANCESC ARROYO, “Aviso de derrumbe”. El País. Cultura, 22 MAR 2014. [Entrevista a Byung-
Chul Han]
En: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/03/18/actualidad/1395166957_655811.html
En: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/03/18/actualidad/1395168650_227355.html
2. ENTRADAS DE BLOGS:
En: http://unlibroenmimochila.blogspot.com.es/2014/02/la-sociedad-del-cansancio-y-la.html
En: https://apuntesdelechuza.wordpress.com/2014/04/10/byung-chul-han-pensar-en-el-capitalismo/
- JOSELUIS817, “Byung-Chul Han: confiar en alguien”. Estética existencial, 07 MAYO 2014 (Blog).
En: https://joseluis817.wordpress.com/2014/05/07/confiar-en-alguien/
- JUAN DAVID GALINDO GUARIN, “Animal laborans: verdugo y víctima. Actualización del
pensamiento de Michel Foucault según Byung-Chul Han”. In Media Res Magazine, 10 MAYO 2014 (Blog).
En: http://inmediaresmagazine.wordpress.com/2014/05/10/animal-laborans-verdugo-y-victima/
- ALONSO MUÑOZ PEREZ, “Byung-Chul Han. La sociedad del cansancio (I)”. Seminario de
Estudios Políticos, 12 MAYO 2014 (Blog).
En: https://seminariopensamiento.wordpress.com/2014/05/12/byung-chul-han-la-sociedad-del-cansancio-i/
- JOSÉ M. MORA FANDOS, “La sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han: cuatro notas de
lectura”. Mil lecturas, una vida, 16 MAYO 2014 (Blog).
En: http://millecturasunavida.blogspot.com.es/2014/05/la-sociedad-del-cansancio-de-byung-chul.html
- ALONSO MUÑOZ PEREZ, “Byung-Chul Han. La sociedad del cansancio (II)”. Seminario de
Estudios Políticos, 19 MAYO 2014 (Blog).
En: https://seminariopensamiento.wordpress.com/2014/05/19/byung-chul-han-la-sociedad-del-cansancio-y-ii/
- ALFONSO BÁRCENA, “De la sociedad del cansancio a la sociedad de la transparencia”. La razón
desencantada, 25 MAYO 2014 (Blog).
En: http://larazondesencantada.blogspot.com.es/2014/05/de-la-sociedad-del-cansancio-sociedad.html
En: http://www.cecubo.org/2014/05/la-sociedad-de-la-transparencia-de-byung-chul-han-editorial-herder/
- ALEJANDRO GÁNDARA, “La filosofía cansada”. EL MUNDO Blogs Cultura El Escorpión, 25
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En: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/escorpion/2014/06/25/la-filosofia-cansada.html
- RAFAEL GARCÍA DEL VALLE, “La sociedad del Podemos”. Erraticario, 17 AGOSTO 2014.
En:
- DAVID PAVÓN-CUÉLLAR, “Psicologismo, idealismo y posmodernismo en Byung-Chul Han”.
Intervenciones inéditas, 9 OCTUBRE 2014 (Blog).
En: https://davidpavoncuellar.wordpress.com/2014/10/09/psicologismo-idealismo-y-posmodernismo-tardio-en-byung-chul-han/
- ANA MARCH, “La sociedad del cansancio. Byung-Chul Han”. Blogs Culturamas Ana March, 21
NOVIEMBRE 2014 (Blog).
En: http://blogs.culturamas.es/anamarch/2013/11/21/la-sociedad-del-cansancio-byung-chul-han/
- JOSÉ M. MORA FANDOS, “Más sobre La sociedad del cansancio de Byung-Chul Han”. Mil
lecturas, una vida, 29 NOVIEMBRE 2014 (Blog).
En: http://millecturasunavida.blogspot.com.es/2014/11/mas-sobre-la-sociedad-del-cansancio-de.html
En: http://hipermediaciones.com/2014/12/08/byung-chul-han-transparencia-cansancio-y-psicopolitica/
- ANA MARCH, “El infierno de lo igual: la sociedad de la transparencia”. Blogs Culturamas Ana
March, 13 DICIEMBRE 2014 (Blog).
En: http://blogs.culturamas.es/anamarch/2013/12/13/el-infierno-de-lo-igual-la-sociedad-de-la-transparencia/