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Practica No.

3 de Filosofía de la Ciencia

EL CONOCIMIENTO

Francisco Miro Quezada

ASPECTOS GENERALES DEL CONOCIMIENTO


Básicamente y como acto psíquico, el conocimiento está en relación con los objetos, pero
no con todos sino con algunos. El conocimiento exige como condición que un objeto para
que sea materia de su intencionalidad debe poseer realidad, existencia -como cosa, hecho,
proceso.
Lo irreal, lo imaginario por sus propiedades no puede ser materia de captación o
aprehensión, es decir, no es cognoscible- sólo es experimentable como vivencia psíquica.
El conocimiento puede concebirse como actividad y como producto. Como actividad el
conocimiento es una producción d e l sujeto por la que el objeto queda reflejado en su
mente. Forman parte de la estructura del sujeto las actividades cognoscitivas como: la
percepción, la memoria, la imaginación, la intuición, el pensamiento.
Por su forma, el conocimiento es subjetivo porque en virtud de su carácter activo el sujeto
se proyecta sobre el objeto para desarrollar un proceso de aprehensión o apropiación de
las propiedades del objeto.
Las actividades cognoscitivas mencionadas expresan las distintas maneras como el sujeto
aborda el objeto para reflejar en diversos grados sus propiedades y relaciones.
Por su contenido el conocimiento es objetivo, es decir, es el reflejo de los objetos en sus
propiedades esenciales. Como producto el conocimiento es el resultado del acto de
conocer; el objeto se convierte en ese contenido significativo gracias a la operación mental
del conocer. A través de este proceso de transformación mental los objetos se convierten
en imágenes, representaciones y conceptos revelando distintas facetas de la estructura del
objeto. En este sentido como contenido significativo el conocimiento trasciende la esfera
psicológica para constituirse un reflejo generalizado de carácter lógico sustentado en el
lenguaje.
La captación es de naturaleza intelectual, mientras que su desarrollo se produce a través
del proceso lingüístico. Por su parte, el objeto expresa la realidad circundante sobre el cual
gira el desarrollo de las capacidades cognoscitivas formando parte de las respuestas vitales
que despliega el hombre para satisfacer sus necesidades. Es necesario puntualizar que
referirse al objeto es referirse a su significación filosófica, es decir, como ente, como cosa,
como objeto en general en la que se incluye dentro de la noción de ente a objetos
materiales, como célula, libro, carpeta, cuerpo u organismo, astro, planeta, estrella,
artefacto y objetos ideales como números, líneas, mapas, proposiciones, conjuntos.
El objeto como marco de referencia del conocer supone, pues, su realidad, su existencia
como hecho concreto, condicionado en el tiempo y en el espacio; como consistencia,
como permanencia que hace posible que el sujeto pueda lograr un nivel de rigurosidad y
profundidad en su aprehensión y fundar conocimientos verdaderos, universales y
necesarios.
Los elementos estructurales del conocimiento que pueden determinarse son el sujeto y el
objeto. El sujeto cognoscente y el objeto cognoscido. El sujeto es el conoce y desarrolla el
proceso de aprehensión o apropiación de las propiedades del objeto para producir su
imagen y concepto. El objeto que es conocido, captado y transferido mentalmente, cuyas
condiciones fundamentales son la consistencia y la permanencia como rasgos de su
realidad o facticidad.
Sea, por ejemplo, el enunciado legal siguiente: “Para todo x, si x es un pedazo de metal
que se calienta, entonces x se dilata”. Este enunciado supone la existencia de objetos
materiales —pedazos de metal—; de un sujeto que establece la relación calentamiento-
dilatación y la mide; y la necesidad de la estructura o sistema de los números y de una
métrica especial, sin las cuales no sería posible el establecimiento de la relación esencia
que existe entre dos variables expresadas en el enunciado que tiene el carácter de ley
científica.
Desde el punto de vista del análisis e interpretación del conocimiento, una observación
rigurosa nos permite puntualizar que la relación de sujeto y objeto implica un conjunto de
consecuencias de carácter complejo que ha dado lugar a la formulación de doctrinas,
teorías y escuelas a través de la historia de la filosofía acerca de su origen posibilidades y
criterios de validez. Lo evidente es que el conocimiento se presenta como una relación
entre estos dos elementos que permanecen enteramente separados el uno del otro. Por
otro lado, se trata de una correlación en el sentido que ambos son lo que son para el otro.
Esta correlación no es reversible lo que significa que el sujeto es algo completamente
diferente del objeto y esta diferencia está marcada por la función que cumplen en el
proceso del conocimiento; la función del sujeto es aprehender el objeto y la función del
objeto es ser aprehensible y aprendido por el sujeto.
Frente al objeto el hombre puede adoptar diferentes actitudes en virtud de su
complejidad. Frente a los objetos o situaciones objetivas adoptamos una actitud empírica,
espontánea, ordinaria, y una actitud crítica, causal y sistemática. En cada una de estas
actitudes el hombre asume un modo de aprehender las propiedades y relaciones de los
objetos.
Con la palabra conocimiento designamos un acto de aprehensión o captación de
propiedades de los objetos a través de imágenes, representaciones y conceptos.
Tradicionalmente, los filósofos se han ocupado, entre otras cosas, de interrogantes acerca
de este acto de aprehensión que aparentemente no reviste problemas pero que, sin
embargo, ha dado lugar a una variedad de fundamentaciones.
ELEMENTOS DEL PROCESO DEL CONOCIMIENTO
Todo conocimiento es una relación con la realidad, sea esta de tipo objetivo o subjetivo.
Objetivo, cuando se da una toma de conciencia o un darnos cuenta de realidades que
están fuera de nosotros mismos. Subjetivo, cuando se relaciona con nuestra propia
conciencia, con nuestros valores, estados mentales de seguridad, duda, miedo o nuestras
creencias.
En todo proceso de conocimiento siempre existe alguien que conoce y algo que es
conocido o que se quiere conocer. De esta forma, el primer elemento del conocimiento es
el sujeto y el objeto. El sujeto es aquel que conoce, y objeto ese algo que se quiere
conocer, que en un momento puede ser una realidad abstracto-ideal como los números,
las ideas o también fenómenos materiales.
El segundo elemento del proceso del conocimiento está en la relación que se establece
entre el sujeto y el objeto. El sujeto se dirige al objeto para captar su sentido. El objeto
permanece independiente del sujeto, pero está para ser captado por el sujeto y conformar
una unidad. El objeto se sitúa frente al sujeto para ser analizado, para ser tomado por el
sujeto.
El tercer elemento que encontramos es el papel que desempeña cada uno, sujeto y
objeto tienen su oficio, desempeñan una función. El sujeto debe captar al objeto y el
objeto debe imponerse al sujeto y determinarlo. Para esto, el sujeto sale de sí para
encontrarse con el objeto que quiere conocer.
Un cuarto elemento lo encontramos en el dinamismo del conocimiento. El conocimiento
no es estático, es dinámico; permanentemente el sujeto está saliendo hacia el objeto para
captar, en mayor profundidad y en forma más completa, al objeto y a la realidad en
general. Por eso, el conocimiento humano es progresivo, dialéctico y no dogmático.
El quinto elemento nos lo da la representación inmanente del objeto en el sujeto.
Nuestra conciencia elabora la representación del objeto a partir de los datos que capta
del mismo. Cuando el sujeto se proyecta sobre el objeto elabora una imagen de éste,
pero el objeto permanece independiente del sujeto y de la imagen o representación que
elaboró. El sujeto, al salir hacia el objeto y tomarlo, debe volver en sí, regresar a su propia
esfera.
Por último, encontramos la finalidad del conocimiento. El conocimiento humano no es
caótico, tiene una finalidad que es llegar a poseer la verdad, responder a esa actitud de
admiración hacia la naturaleza. En el conocimiento, el hombre busca un bien, un valor o la
satisfacción de sus necesidades que pueden ser materiales, sociales, económicas,
psicológicas, religiosas, culturales o políticas. En última instancia, el conocimiento busca
relacionarnos con la realidad para comprenderla, darle un sentido y significado y, además,
debe proyectarnos a su transformación.
LAS FORMAS DEL CONOCIMIENTO
Como se recordará, cuando definimos al conocimiento en los términos de un acto o
proceso en el que un sujeto “cognoscente” aprende las propiedades de un ente dado,
dijimos que la “puesta en ejercicio’ correspondiente es de características o expresiones
“lingüísticas’ y “operativas”. Debemos aclarar esa dualidad de manifestaciones del
conocimiento, pues ello es útil para esta subsección.
Para decirlo de modo que nos parezca sencillo, hay que recordar que cuando decimos que
conocemos o sabemos algo por lo común demostramos dicho conocimiento ya sea
hablando, o dando muestras del mismo mediante alguna realización apropiada. Por
ejemplo, si decimos que sabemos cuáles fueron las causas propiciadoras de la guerra con
Chile, demostramos el conocimiento que decimos tener enunciando tales causas.
Por otro lado, si, por ejemplo, decimos que sabemos cómo resolver una ecuación de
segundo grado, tenemos que demostrar este conocimiento que decimos tener
procediendo a realizar todo el número de pasos eficaces para el hallazgo de la solución.
Con estas dos clases de expresión o manifestación del conocimiento tendríamos
ejemplificada la dualidad antes aludida: “saber acerca de”, por un lado, y “saber cómo
hacer”, por otro.
Existen, por supuesto, otros casos que así pueden ilustrar también esta dualidad de
manifestaciones del conocimiento. En cuanto al “saber acerca de”, se trata, pues, del
conocimiento en su expresión lingüística. Por su parte, el “saber hacer” constituye la
expresión operativa del conocer.
Ahora bien, para el análisis gnoseológico de las formas de un conocimiento es pertinente
la manifestación “lingüística”, pues es mediante esta que se expresan las propiedades a
un ente dado. Dicho de otro modo, la “verdad” se define comúnmente como un atributo
de las proposiciones, y éstas, en fin, de cuentas, se expresa a través de códigos
lingüísticos.
Sobre la base de estas consideraciones, procederemos a dar una clasificación establecida
de dos formas “principales” del conocimiento:
a) El conocimiento empírico; y
b) El conocimiento conceptual.
Como ha quedado dicho, pues, estas dos formas están vinculadas al conocimiento como
“saber acerca de”. Es decir, a los aspectos “lingüísticos” de la expresión del conocimiento.
Tal como hemos hecho en las consideraciones de definición previas en esta vez trataremos
por separado estas formas, aunque cabe advertir que éstas se hallan trabadas entre sí y
sólo las diferencia la clase de ente de que se ocupa.
Por consiguiente, tenemos:
a) CONOCIMIENTO EMPIRICO: Como aquel que está referido a hechos, sucesos, estados
de cosas y fenómenos que se dan en el mundo real. Precisamente, el término empírico
proviene de una voz griega que es empirikós, que designa a lo que procede de la
experiencia sensible. No debe entenderse, pues, de acuerdo al uso corriente de esta
expresión, que, comúnmente, se asigna a aquellos casos relacionados con la
“práctica” de alguna actividad, por ejemplo, cuando se dice de alguien que es “un
empírico” en comparación a otro que es un “técnico” en una especialidad cualquiera.
El conocimiento empírico, en el sentido filosófico de esta palabra, es así el
conocimiento de hechos recogidos a través de la “experiencia sensible”. Se adquiere,
por tanto, mediante el contacto de nuestros sentidos con los objetos, hechos y
acontecimientos de la realidad que nos rodea.
Las propiedades de estos objetos, hechos y acontecimientos de nuestro entorno son
mostradas al sujeto que las capta sensorialmente. Este es el “sujeto cognoscente”
convertido ahora en observador. Sin embargo, y aunque pareciese, el conocimiento
empírico, como captación de propiedades de hechos observados, puede ser de dos
tipos y por tanto no se limita a lo que podamos “ver”. Si fuera así, por ejemplo, no
sería posible el estudio microfísico, es decir, el de las partículas atómicas; y tampoco lo
sería el estudio de la estructura y funcionamiento de las células.
Los dos tipos de conocimiento empírico son:
a) conocimiento empírico directo; y
b) conocimiento empírico indirecto.
El conocimiento empírico es “directo”, cuando lo obtuvimos u obtenemos en virtud
de un contacto inmediato con los hechos mismos. Es decir, la experiencia o el
contacto director, valga la redundancia, caracterizan al conocimiento empírico
“directo” de las cosas. Este conocimiento es “directo”, pues los sentidos están en un
contacto inmediato con los hechos.
A modo de ejemplos de “conocimiento empírico directo” podemos dar los casos de
“percepción de colores (cuando, por ejemplo, alguien dice: “Esta pizarra es verde”) o
de referencias de “sensación térmica” (cuando, por ejemplo, alguien dice: “El interior
del auto está caliente”).
Por su parte, el conocimiento empírico es “indirecto” una vez que lo conocido se ha
estipulado o deducido sobre la base de un conocimiento obtenido mediante
experiencia “directa”. O sea, el conocimiento empírico “indirecto” está en
dependencia del conocimiento empírico “directo” pues es deducido de este último.
Por definición, los entes de este segundo tipo de conocimiento no son “directamente”
observables. Pero esto no quiere decir que no existan, sino que las propiedades de
ellos pasan a ser deducidas a partir de observaciones directas. Por ejemplo, las
partículas atómicas y más aún las subatómicas distan de ser observadas u
observables, pero ello no impide que sean deducibles tanto a la estructura como la
dinámica de ellas, tal como lo atestigua la física contemporánea.
En el caso de las ciencias biológicas, por otro lado, pueden encontrarse menos
restricciones que las anteriormente señaladas en lo tocante a la física. Es decir, para
efectos del estudio de los procesos celulares e intracelulares se recurre a
instrumentos microscópicos que facilitan el acceso a la observación directa
correspondiente.
En suma, aparte de este acceso directo al conocimiento empírico ejemplificado en la
investigación biológica, en física y en las disciplinas psicosociológicas tenemos casos
que bien ilustran al conocimiento empírico “indirecto”.
Efectivamente, a partir de la observación directa de la conducta de una persona
podemos deducir, “indirectamente”, sus características e intereses individuales; e
igualmente de la observación de los fenómenos e intercambios colectivos se suele
deducir las condiciones que configuran a una sociedad en particular. También cabría
incluir dentro de esta categoría de conocimiento empírico “indirecto” al conocimiento
proveniente del estudio histórico, ya que éste trata de acontecimientos sociales que
son distantes en el tiempo y en el espacio referente a un observador dado.
En síntesis, podemos agrupar dentro de esa categoría de “conocimiento empírico
indirecto” al comprendido en disciplinas tales como a) las ciencias físicas; b) las
psicosociológicas; y c) la historia. Por consiguiente, esa delimitación del conocimiento
empírico “indirecto” integrada conjuntamente con el conocimiento empírico “directo”
conforma el marco global de la realidad y de los entes concretos cuyas propiedades
son aprehendidas en la observación.
La realidad, en una palabra, designa no sólo a lo físico, sino también a lo
social.
Visto esto en cuanto al “conocimiento empírico” en sus dos tipos “directo” o
“indirecto” y referido a hechos de la “realidad total” (física, biológica y psicosocial),
nos toca ahora ver lo referente al conocimiento conceptual.
b) CONOCIMIENTO CONCEPTUAL: Es aquel que tenemos acerca de entes abstractos, y
“objetos conceptuales”, que, por su propia naturaleza, no forman parte del mundo
real o material. En cuanto “entes abstractos”, se trata de objetos construidos por la
inteligencia humana para nombrar o aseverar algo de lo cual se tiene una experiencia
“directa” o “indirecta”.
En tal sentido, las categorías del lenguaje, de la lógica como de la matemática
constituyen ejemplos de “objetos conceptuales” que tienen propiedades captadas
por abstracción de la realidad, a la cual, sin embargo, no pertenecen. La designan,
describen o representan, pero no están en ella. Es el caso de los números. No tiene
sentido decir que el número 2 esté en tal o cual lugar, o que tengamos en nuestras
manos un logaritmo o una ecuación (a lo más estarían escritos, pero, si se les borra, no
hay que alegar).
Lo propio puede decirse de las categorías del lenguaje. A una designación como
“perro”
no hay que temerle (el nombre no nos muerde), pero al sujeto perro, sí (éste lo hace).
En otras palabras, los entes cuyas propiedades se aprehenden en el conocimiento
“conceptual” son abstractos y proceden de: a) las categorías del lenguaje; b) la lógica;
y c) la matemática. Se trata, pues, de un conocimiento de conceptos, es decir, de
objetos conceptuales, distintos, desde luego, a los “objetos materiales” o “concretos”
de la realidad observable.
Por su naturaleza lingüística, o lógico-matemática, a través de los “objetos
conceptuales” podemos concebir y formular proposiciones acerca de la realidad.
Estas últimas, a su vez, constituyen afirmaciones que, representando a la realidad,
se habrán de considerar, según los casos, o como “verdaderas” o, si no, como
“falsas”.
En otras palabras, la “verdad” es una propiedad que posee los objetos conceptuales
designados como “proposiciones”. Las proposiciones, dicho de otro modo, son
afirmaciones acerca de algo y, como tales, pueden ser “verdaderas” o “falsas”.
Con este esbozo de una clase de objetos conceptuales, como lo son las proposiciones,
pueden advertirse que estos permiten llevar a cabo representaciones o
simbolizaciones de hechos. A cuenta de esto último, por tanto, el conocimiento
conceptual no tiene que ver con la aprehensión de hechos del mundo material, sino
con la captación de entes especialmente abstractos (u “objetos conceptuales”) que
van a servir para nombrar como para describir a los objetos y sucesos concretos.
Cabe anotar, por otro lado, que el proceso de captación de estos entes u objetos
conceptuales, así como la explicación de por qué son adquiridos éstos por nosotros es
un problema psicológico, pero no filosófico. Al análisis filosófico interesa
esencialmente la naturaleza de los entes conceptuales, de qué forma se establecen
ellos en nuestro conocimiento y cómo pueden fijarse los criterios de referencia y de
verdad pertinentes.
En consecuencia, tenemos aquí la relación que existe entre filosofía, conocimiento y
verdad. Como se dijo en un inicio a propósito de las disciplinas filosóficas, una de
éstas, o sea la lógica, tiene entre sus temas el problema de la verdad.
EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
Aparentemente, para cualquier persona, el conocimiento, no representa ningún
problema, pues continuamente está manejando gran cantidad de conocimientos que se le
presentan en forma inmediata. Así, las siguientes verdades: los chibchas habitaron la
región cundiboyacense de Colombia; Bolívar lucho por la liberación de los pueblos
latinoamericanos del yugo español, etc., a primera vista son sencillas y no causan ningún
problema; todos los repiten y se encuentran en los textos escolares; sin embargo, pueden
comenzar a inquietarnos cuando nos preguntamos: ¿Cómo conocemos estas cosas?
¿Cómo sabemos que son verdaderas? ¿Cómo podemos estar seguros de esas verdades?
Al
tratar de responder a estos interrogantes es cuando el conocimiento comienza a ser un
problema, pues su respuesta no es tan sencilla e implica un proceso más complicado que
la simple aceptación de las verdades a primera vista.
El conocimiento es esencial para el hombre y hace parte de su desarrollo integral.
Indudablemente no es lo único que desarrolla su ser como persona humana, pero es un
aspecto importante que le da grandeza y mayor dignidad.
El hombre en forma natural se relaciona con la realidad, entendida ésta como todo lo
existente, todo lo que le rodea; en esa relación trata de entenderla, comprenderla e
interpretarla y al mismo tiempo busca su transformación. En este proceso de relación con
la realidad se da un conocimiento que puede provenir de la experiencia empírica, o de
procesos más complejos a través de la ciencia. La realidad, constantemente, está
interrogando al hombre, generando su admiración y éste permanentemente está dando
respuestas a estos interrogantes no siempre en forma adecuada, pero tratando de buscar
la verdad en sus respuestas.
El conocimiento genera un lenguaje con el cual comunica la verdad y las respuestas a sus
interrogantes. El conocimiento humano es fruto de un trabajo individual y colectivo; así,
cuando los hombres en la antigüedad se unieron para dar respuestas a los interrogantes
que surgían de la naturaleza, expresaron un mayor avance en los conocimientos.
El conocimiento implica un proceso muy complejo, mediante el cual el hombre organiza el
saber y va superando las simples experiencias espontáneas por un saber más sistemático,
ordenado y coherente a través de un método. A este saber es al que se denomina
conocimiento científico.
Gorgias, desde la época de los presocráticos, afirmaba tres tesis que señalan directamente
los problemas de conocimiento:
1. nada existe;
2. Si existe algo, no lo podemos conocer; y
3. supuesto que existe algo y lo podemos conocer, no lo podemos explicar y comunicar a
los demás. De una u otra forma toda, en algún momento de nuestro reflexionar y de
nuestra experiencia, nos hemos puesto ante los interrogantes que están en el fondo de
esta tesis:
¿Es posible tener algún conocimiento de la realidad? ¿De dónde surge nuestro
conocimiento? ¿De las facultades sensibles o de la razón? ¿Cuándo podemos estar seguros
de que tenemos la verdad o no?
Estos interrogantes son parte de los que plantea la filosofía y, más específicamente, la
teoría del conocimiento. Aquí vamos a tomar algunos de estos interrogantes para tratar de
introducir la problemática que surge a partir de una de las actividades que realiza el
hombre en su relación con las cosas.
LAS FORMAS DEL CONOCIMIENTO
¿ES POSIBLE TENER UN CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD?
En este primer interrogante nos situamos ante la posibilidad del conocimiento; ante el
problema de si al enfrentarnos a las cosas, nuestras facultades nos permiten adquirir una
representación adecuada de la realidad, o si por el contrario el hombre no puede tener
ninguna seguridad del conocimiento de su medio.
Las respuestas dadas a este problema varían: el dogmatismo considera que es posible el
conocimiento; lo dan como un hecho; creen firmemente en la capacidad cognoscitiva del
hombre y suponen que la realidad existe en forma evidente y se puede conocer a través
de nuestra inteligencia.
El dogmatismo tiene una confianza total en la razón humana y en la naturaleza, pues ésta
se impone al hombre y por eso es capaz de conocer.
Otra posición se encuentra entre los escépticos, quienes sostienen lo contrario a los
dogmáticos. Para ellos los sentidos nos engañan y llevan al hombre a cometer gran
cantidad de errores, contradicciones y diversidad de opiniones con respecto a una misma
cosa que no podemos tener ninguna seguridad en nuestros conocimientos. Nuestras
facultades cognoscitivas, como los sentidos y la razón están influidas por gran cantidad
de factores que les permite alcanzar los objetos que quieren conocer. Entre ellos se
encuentra Gorgias, con sus tres tesis sobre el conocimiento. La realidad solo la percibimos
como apariencia cambiante.
El escéptico debe situarse ante la realidad como un observador, un buscador y un
cuestionador, pero no puede afirmar ni negar nada, debe abstenerse de dar juicios.
La actitud escéptica no es una posición que se pueda aceptar, puesto que muy bien
podemos equivocarnos en algunas cosas por nuestros sentidos, pero no siempre. Puede
existir una serie de limitaciones que hacen que nuestro conocimiento sea relativo; esto
sucede especialmente con los aspectos relacionados con los valores humanos, pero no
con los objetos que tienen su propio ser. Los objetos no son totalmente conocidos por el
hombre, pero la ciencia los aborda a través de un continuo proceso, en donde
persistentemente va ampliando la verdad sobre ellos. Otra posición frente a la posibilidad
del conocimiento la encontramos en el relativismo y el subjetivismo, para los que el
conocimiento es posible, pues podemos tener cierto grado de seguridad en los mismos;
pero niegan que podamos alcanzar verdades universales, absolutas, inmutables. Para
éstos, nuestro conocimiento es relativo, depende de circunstancias que afectan al objeto
y al sujeto que conoce. Cada cual elabora su propia verdad de acuerdo con sus
experiencias, pero de ninguna manera puede pretender imponerla a los demás.
Los relativistas y subjetivistas caen en la misma contradicción de los escépticos, pues la
verdad significa concordancia con la realidad objetiva. Si se acepta que la verdad es
subjetiva, ya al aceptar, ya al aceptar esta premisa estamos aceptando una verdad
universal y se cae en la contradicción.
El pragmatismo acepta, por otra parte, la posibilidad del conocimiento, pero éste debe
subordinarse a la acción y en ella está el fundamento de su validez y la certeza de la
verdad.
El hombre primero es un ser que se relaciona con los objetos para solucionar sus
necesidades y problemas, luego elabora teorías; por esta razón, primero es un ser práctico
y luego teórico. Para el pragmatismo la verdad consiste en lo útil y provechoso; la ciencia
es válida en la medida que nos lleve a conocimientos útiles y prácticos.
El pragmatismo olvida el valor de la teoría frente a la práctica o la acción; la acción sin la
teoría se convierte en un caos, en un activismo sin comprensión ni orientación. La teoría y
nuestros razonamientos tienen valor en sí mismos y están continuamente relacionándose
con la acción; a su vez, la práctica le sirve a la teoría para reorientarla evitando que se
convierta en simple especulación.
Por último, encontramos el criticismo, para el que el hombre puede llegar a conocer y
poseer la verdad, pero es necesario justificar racionalmente la forma como llegamos a ese
conocimiento, demostrando la forma como conocemos y como los objetos se nos
presentan para ser conocidos. Para ello es necesario asumir una actitud crítica ante el
conocimiento; no podemos aceptar todo conocimiento sin que medie un análisis de los
mismos, como también su justificación y explicación.

¿EN DÓNDE SE ORIGINA EL CONOCIMIENTO?


Al plantearnos este segundo interrogante, nos referimos a los problemas sobre las
circunstancias que han hecho posible que el hombre se preocupe constantemente por
conocer el mundo que le rodea, sus leyes su cambio y su sentido. Igualmente, nos
situamos frente a la experiencia y la razón como fuente del conocimiento humano o
si, por el contrario, el hombre ya está dotado de ciertos conocimientos que le son
dados, o si necesita de las facultades sensitivas e intelectivas al mismo tiempo.
Desde una perspectiva histórica, podemos decir que el conocimiento se origina en la
cultura, cuando el hombre comienza a modificar su ambiente para poder sobrevivir y
desarrollarse satisfaciendo sus necesidades; para esto fue necesario que el hombre se
preocupara por comprender la naturaleza, y se entendiera a sí mismo. Las
preocupaciones vitales exigieron un conocimiento, pero, al mismo tiempo, exigió la
comprensión del cosmos y su sentido.
Por otro lado, cuando hablamos del hombre concreto, del hombre individual,
encontramos varias posturas frente al problema del origen del conocimiento. En primer
lugar, encontramos el racionalismo, para quienes el conocimiento tiene su origen en la
razón; la experiencia no tiene ningún valor en la adquisición del mismo. Para ellos, los
sentidos nos engañan y, por lo tanto, la razón es la única que puede alcanzarlo; además
hay una identificación entre el pensar y el ser, o las cosas mismas.
En los tiempos modernos, Descartes pretende buscar un método que sea similar al de las
matemáticas, para alcanzar una plena seguridad de su conocimiento y así dejar las
verdades subjetivas; de esta forma, Descartes pretende dudar de todo, de la experiencia,
de los sentidos, hasta llegar a la convicción de no dudar de su actitud de duda, de que está
dudando. De esto concluye que sin duda es porque piensa, y a partir del pensar, de la
razón comienza a conocer todo. Por lo tanto, la razón es la única que nos puede
proporcionar un criterio de verdad de nuestro conocimiento.
El valor del racionalismo radica en haber realzado el aspecto racional en el conocimiento
humano, sin embargo, desprecia otras fuentes como es la experiencia.
En el empirismo, para el que la única fuente del conocimiento humano es la experiencia,
los contenidos de la razón son sacados de la experiencia; el espíritu humano no tiene
ideas preconcebidas, sino que está en blanco para ser escrita por medio de la experiencia
diaria. La actitud racionalista quiere aplicar el método matemático al conocimiento y los
empiristas quieren aplicar el método de las ciencias naturales. Todo conocimiento, en los
empiristas, debe haber pasado por los sentidos. Los empiristas niegan las ideas innatas,
pues consideran que, si éstas existieran en nuestra mente, todos tendríamos las mismas
ideas, cosa que es falsa.
Los empiristas aportan a la teoría del conocimiento el haber resaltado la importancia de la
experiencia, al igual que los racionalistas, pero fallan en asumir una posición extrema.
El intelectualismo llamado por algunos criticismos o posición ecléctica surge como una
postura conciliadora ante los extremos del racionalismo y el empirismo. Para éstos, la
experiencia y la razón aportan en la producción de conocimiento. Nuestro conocimiento
tiene, indudablemente, su punto de partida en los sentidos; este conocimiento sensible
nos permite formar las percepciones y, a partir de ellas, surge la actividad intelectiva.
Las facultades sensibles nos proporcionan información sobre la realidad que luego es
procesada por la razón, la cual elabora los conceptos abstrayendo los elementos
comunes, dejando los accidentales.
Aristóteles es uno de los pensadores que aportaron, en este sentido, a la teoría del
conocimiento.
Para él, el conocimiento científico debe ser necesario y universal, no se puede hacer
ciencia de lo accidental y particular; toda representación que se tiene en el intelecto
debe tener un fundamento en la realidad, pues ha sido adquirido por los sentidos que nos
relacionan directamente con la realidad.
Esta posición es asumida más tarde por Tomás de Aquino y, en general, es aceptada por la
filosofía.
EL CRITERIO DE VERDAD EN EL CONOCIMIENTO
El tercer interrogante que nos planteábamos está relacionado con el criterio de verdad de
nuestro conocimiento, o el criterio con el que podemos estar seguros de que las verdades
que adquirimos son realmente verdaderas.
En todo conocimiento nos ponemos en contacto con la realidad, con la naturaleza, con los
hombres, con su cultura; esa realidad como lo sostuvieron los antiguos griegos y fue uno
de sus mayores problemas, es cambiante, está en devenir. Por lo tanto, la verdad que
adquirimos de esta realidad también deberá tener una cierta dosis de dinamismo, pero sin
caer en el extremo del relativismo.
La ciencia y el conocimiento humano en general, están en un proceso de mayor
aproximación a la realidad, que le permite ir superando posiciones incompletas o erradas.
Esta aproximación es mayor cuando el hombre logra crear grupos de investigación o
comparte sus experiencias, sus verdades. Es así que los griegos cuando crearon las
escuelas, en donde se comunicaba la ciencia del momento, lograron un mayor desarrollo
de sus explicaciones sobre la naturaleza y la realidad.
Aquí nos acercamos al problema de la verdad. Pero, ¿qué es la verdad? Este es un
interrogante que el hombre siempre se ha hecho dando diferentes respuestas, pero, al
mismo tiempo, éstas crean otros interrogantes.
Una primera aproximación a la verdad la encontramos cuando observamos que las cosas
corresponden a su idea; cuando decimos que una persona es verdaderamente un hombre,
estamos diciendo que esa persona corresponde realmente a lo que es el hombre; o
cuando decimos que un objeto es de verdadero oro, estamos diciendo que ese objeto
corresponde a la idea de oro.
En este caso, estamos ante la llamada verdad ontológica, pues la cosa misma corresponde
con la idea que tenemos de las cosas, de su esencia.
Existe otro tipo de verdad que es la lógica. Se da cuando nuestros juicios o ideas
corresponden a las cosas. En tal caso, nuestros juicios son verdaderos. Pero, ¿cuál es el
criterio con el que afirmamos la veracidad de nuestros juicios?
Parménides considera que la verdad es la revelación del ser, la cual es realizada por la
razón, pues los sentidos nos engañan
Para Platón, lo real está en las ideas, pues los sentidos nos engañan; la verdad se debe
descubrir desde el mundo de las ideas. La verdad se debe descubrir desde el mundo real
de las ideas y es la conformación con los modelos o arquetipos ideales, es la relación que
se tiene con estos arquetipos.
Para Aristóteles, la verdad se debe encontrar en las cosas; la realidad se da en ellas;
nuestras ideas deben concordar con éstas. Por lo tanto, la verdad radica en la relación que
se tenga con las cosas, o adecuación de las ideas a las cosas. Más tarde, Tomás de
Aquino afirma que la verdad es la adecuación del pensamiento a las cosas. Si mis ideas
no concuerdan con las cosas estaré en el error y mi juicio no será verdadero.
Descartes considera que el criterio de verdad radica en que las ideas sean evidentes, claras
y distintas. Todo lo que no presente como evidente, claro o distinto no podrá considerarse
como verdadero.
Para Heidegger, la verdad es el desocultamiento del ser a la inteligencia del hombre. El
hombre es un ser abierto a las cosas, sólo tiene que permitir que éstas se le manifiesten,
se le revelen.
Todas las concepciones anteriores han tratado de dar una respuesta al interrogante:
¿Cómo podemos estar seguro de que nuestro conocimiento es verdadero? Cada postura
tiene un concepto de verdad diferente, pues parte de una forma de ver el conocimiento
humano también diferente. Por eso, quienes consideran que es más importante el sujeto
que conoce, ven la verdad desde el sujeto, desde su razón; quienes dan más importancia al
objeto que se conoce, se le dan a este objeto y la verdad se fundamenta en el mismo
objeto que se conoce.
Nuestro entendimiento, en el proceso del conocimiento tiende a los objetos y logra de
ellos una representación que no es idéntica al objeto, sólo una representación de sus
aspectos más generales, sin que por esto agote toda la realidad del objeto. El
entendimiento actúa en forma dinámica y organiza los datos que recibe por medio de
los sentidos, los integra los relaciona, los confronta.
Todo conocimiento está referido a las cosas, a los objetos, y la verdad nace de la
confrontación que hacemos con esa realidad.
Cuando decimos que algo es verdadero, siempre estamos haciendo referencia a un objeto,
a un hecho o a una acción. Por lo tanto, hay cierta correspondencia con los hechos.
Cuando nuestros juicios o ideas corresponden con los objetos estaremos en la verdad
lógica. Esta verdad no es absoluta sino relativa, pues siempre habrá posibilidad de una
mayor adecuación al objeto o a los hechos. El conocimiento científico trata de buscar
instrumentos y métodos para que la adecuación de nuestras ideas a la realidad sea
cada vez mayor y más exacta. La verdad —filosófica o científicamente hablando— no
puede considerarse como absoluta; siempre tiene un cierto grado de relatividad.
Actividades
1. ¿Cuál es la condición que deben cumplir los objetos para ser cognoscibles?
2. Establecer un cuadro comparativo entre las características del conocimiento como
actividad y como producto.
3. A través de un diagrama de llamas precisar los elementos del conocimiento.
4. Proponer dos ejemplos por cada una de las formas del conocimiento:
a) Conocimiento empírico
a.1.) Conocimiento empírico directo
a.2) Conocimiento empírico indirecto.
b) Conocimiento conceptual
5. Esquematizar las disti ntas corrientes fi losófi cas y sus tesis (respuestas) frente
al problema: ¿Es posible tener un conocimiento de la realidad? ¿En dónde se origina
el conocimiento? Argumenta brevemente con cuál de las corrientes filosóficas te
identificas frente a este problema.
6. Esquematizar las distintas orientaciones filosóficas alrededor del criterio de verdad y
argumentar con cuál de ellos te identificas.
7. ¿Cuál es la postura del autor frente a la pregunta ¿cómo podemos estar seguro de que
nuestro conocimiento es verdadero? ¿Compartes su opinión?
8. Todo conocimiento está referido a las cosas, a los objetos, y la verdad nace de la
confrontación que hacemos con esa realidad.

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