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TEMA 69: REGÍMENES POLÍTICOS Y SUS CONFLICTOS

INTERNOS EN EL MUNDO ACTUAL. PRINCIPALES FOCOS DE


TENSIÓN EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES.

1. INTRODUCCIÓN.
1 1.1. DEMOCRACIAS OCCIDENTALES.
2 1.2. LAS NUEVAS DEMOCRACIAS.
3 1.3. LAS PECULIARIDADES DE ÁFRICA.
4 1.4. DE LA BIPOLARIDAD A LA UNIPOLARIDAD.
5 1.5. EL TERRORISMO INTERNACIONAL
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2. LOS CONFLICTOS ORIGINADOS POR LA DESMEMBRACIÓN DE
LA URSS.
3. LOS CONFLICTOS CON TRASFONDO RELIGIOSO: EL PESO DEL
ISLAM.
7 3.1. TENSIÓN EN CACHEMIRA Y EN PUNJAB
8 4.2. LA CRISIS ARGELINA.
9 4.4. LA GUERRA DEL GOLFO (1991).
4. LOS CONFLICTOS ÉTNICOS:
10 4.1. HUTUS–TUTSIS.
11 4.2. GUERRA EN SUDÁN.
5. LA CRISIS ÁRABE–ISRAELÍ.
6. EL PROBLEMA DE LOS NACIONALISMOS.
12 6.1. EL POLVORÍN DE LOS BALCANES.
7. BIBLIOGRAFÍA.

1– INTRODUCCIÓN.

El cumplimiento de los derechos humanos se ha convertido en una de las premisas


fundamentales de la gestión política internacional. Es el principal baremo para determinar
actualmente la legitimidad de un gobierno. No obstante, los derechos humanos no son
respetados en buen número de países. Los informes de Amnistía Internacional señalan la
violación sistemática de los mismos en países en numerosos países tanto desarrollados como
subdesarrollados.

Pero no podemos caer en la simplificación ni en la mera comparación de los distintos


regímenes políticos, sino que hay que analizar tanto las problemáticas específicas de cada
país, sus circunstancias y su trayectoria histórica (algo que, generalmente, no se hace cuando
se habla, por ejemplo, de régimen dictatorial de Cuba: ¿qué país de su entorno y nivel de
desarrollo es un paradigma de democracia?)

Derechos humanos, libertades y democracia son conceptos inseparables. No se puede


construir una democracia auténtica si nos e respetan los derechos fundamentales de todas las
personas, tanto a través de la leyes e instituciones como mediante la acción propia del
gobierno. Otras ideas inseparables de la idea de democracia y opuestas al concepto de
dictadura son las de pluripartidismo (frente a partido único o dictadura de uno) y la división
de los tres poderes: ejecutivo –gobierno que cumple y hace cumplir las leyes–, legislativo –
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Cámaras, Asambleas o Parlamento– encargado de elaborar y/o aprobar las leyes– y judicial –
Tribunales de Justicia en forma de jueces o jurados que juzgan con autonomía e
independencia–.

Amnistía Internacional denuncia todos los años a aquellos Estados que no han respetado
los derechos humanos y allí aparecen casos referidos a dictaduras de partido único como la de
China, Cuba o Vietnam, repúblicas presidencialistas como Francia o Estados Unidos, las
nuevas repúblicas democráticas de Europa oriental (con una transición que en lo económico
ha sido tan brusca como se esperaba, pero en lo político no menos), Rusia (por su modelo
político autoritario), y regímenes diversos de países africanos, latinoamericanos o asiáticos:
escasísimos países escapan a la nómina de los así señalados.

1.1. DEMOCRACIAS OCCIDENTALES.

El concepto de democracia tiene diversas acepciones e interpretaciones. Basta pensar en


sus raíces atenienses: apenas sí es considerado apto como ciudadano de derecho uno de cada
veinte atenienses en tiempos de Pericles. O basta recordar el tardío derecho a voto de la mujer
(en el caso de España, sólo desde 1931). Los países excomunistas sostenían su proclamación
como Repúblicas Democráticas hasta 1989, entendiendo la idea leninista de que la
democracia parlamentaria pluripartidista es una concepción burguesa de la democracia, y en
cambio el sistema comunista la verdadera democracia igualitarista. Sin embargo, el desplome
comunista en 1989 ha creado una identificación entre el concepto "democracia" y el modelo
de las llamadas democracias parlamentarias de Europa del Oeste y Norteamérica.

Las democracia europeas presentan hoy dos formas ligeramente distintas: las monarquías
parlamentarias mantienen la figura del rey o reina como jefe simbólico del Estado, que
representa a estos países en los actos oficiales, y nominalmente suscribe las leyes de un país.
Por un compromiso adquirido históricamente con el pueblo, su papel es de plena neutralidad
política y legislativa (es el caso del Reino Unido, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Suecia,
España); las repúblicas eligen un jefe del Estado, con poderes ejecutivos reales y directos
(limitados sólo por la concordancia y cohabitabilidad necesaria con el Parlamento), elegidos
democráticamente (Francia, Finlandia, Portugal, Grecia, Italia, Irlanda, Austria o Alemania).
En los 15 países de la U.E. se elige directamente a los miembros del Parlamento que pueden
componerse de una o dos cámaras (respectivamente, la Asamblea Nacional Francesa frente al
Senado y Congreso españoles o Cámara de los Lores y de los Comunes británicas)

En Norteamérica existen tres modelos democráticos distintos. Canadá es una democracia


pluripartidista en un país bilingüe, donde los franceses de Quebec siempre han deseado una
mayor autonomía e incluso la independencia, que han llevado a una "democracia
descentralizada", que modificó en 1982 la Constitución, y diferencia a los partidos liberal y
conservador canadiense de los autónomos de Quebec.

Estados Unidos es el primer y más carismático modelo democrático, plasmado en la


primera Constitución del mundo, elaborado tras su guerra de Independencia en 1787. Se
define como un Estado Federal (con 50 Estados integrados y diversos territorios como Puerto
Rico y varias islas del Pacífico asociados), gobernado por una democracia de corte
presidencialista y con dos cámaras (de Representantes y Senado) en la que se reparten los
escaños los dos partidos turnistas: republicano, de raigambre conservadora, y el demócrata,
más liberal, eligiéndose presidente cada 4 años mediante un colegio de electores (delegados o
compromisarios) a los que eligen los ciudadanos, para que éstos voten a su vez a los 583
electores que se corresponden con los 435 miembros de la Cámara de Representantes y 100
senadores (dos por Estado) y los 3 electores de la capital, Washington D.C.

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Otro modelo sería México. Una democracia casi monopartidista en la que sólo hay un
partido (PRI) que haya alcanzado el poder a lo largo de todo el siglo actual, solamente los
últimos presidentes han sido del partido conservador (PAN). Pero su estructura gubernativa
manifiesta los rasgos de autoritarismo y abusos del poder que han sido frecuentes en esta
"democracia autoritaria".

1.2. LAS NUEVAS DEMOCRACIAS.

Tras la caída del muro de Berlín y la desaparición de los regímenes comunistas se


produjo una expansión clara de la democracia parlamentaria como forma de gobierno
dominante en la mayor parte del mundo. Su predominio ideológico y la ausencia de
alternativas reales han facilitado esta expansión.

En Latinoamérica y algunos países asiáticos (Filipinas, Corea del Sur, Taiwán, Thailandia
o Birmania) Estados Unidos apoyó y colaboró con las dictaduras allí establecidas (como la de
Ferdinand Marcos en Filipinas hasta 1986) en el contexto de la guerra fría, pero en las dos
décadas finales del siglo XX impulsó la reformas democráticas que acabaron con las
diferentes dictaduras y dejó de apoyar a los gobiernos militares: así Brasil, Uruguay, Perú,
Bolivia, Guatemala y Honduras iniciaron sus procesos democráticos de carácter populista en
1985. En 1986 era derrocado el presidente Marcos de Filipinas y Jean–Claude Duvalier de
Haití. En 1987 el único país democrático de América Centra, Costa Rica, por medio de su
presidente Óscar Arias, logró que los dictadores de los restantes países centroamericanos
aprobaran y firmaron los llamados acuerdos de paz Esquipulas I, que iniciaban así el camino
para terminar con las respectivas guerras civiles, como paso previo a los procesos
democratizadores posteriores. Este mismo año, en que las débiles democracias sufren los
problemas de la deuda y la inflación galopante, en Chile la mayoría se pronuncia en contra de
la permanencia otros 7 años en el poder de Pinochet, continuando con su proceso democrático
iniciado en 1990.

En Asia no ocurrió exactamente igual. En Pakistán, Benazir Butto se convierte en 1989 en


la única mujer elegida democráticamente en un país musulmán, hasta entonces gobernado por
militares pero fue derrocada poco después por un golpe militar y, en la actualidad sigue
siendo una dictadura. Por su parte, la retirada de los soviéticos de Afganistán en 1988,
significó la llegada al poder de los talibanes en septiembre de 1994 iniciándose entonces un
régimen islámico integrista.

El año 1989 supone, además de la caída del Muro de Berlín, la de las largas dictaduras de
Pinochet en Chile, Stroessen en Paraguay. 1990 supone la salida del poder en Nicaragua, por
las urnas, de los sandinistas encabezados por Daniel Ortega, a manos de Violeta Chamorro.
En 1994 se consolida la democracia en El Salvador y Haití.

1.3. LAS PECULIARIDADES DE ÁFRICA.

La situación en África tras el proceso de independencia resulta paradójica. Hasta 1979,


con la reunión de la XVI Cumbre de la OEA, no existió un primer intento sólido de garantizar
los derechos civiles básicos. Entonces se decidió elaborar una Carta africana de los derechos
del hombre y de los pueblos, aprobada en Nairobi en junio de 1981 y ratificada por la
mayoría de los Estados en 1986. La Carta prohíbe expulsiones colectivas de extranjeros, la
afiliación obligatoria a un partido, y pide solidaridad social y nacional (concepto dudoso en
unas sociedades con continuos enfrentamientos étnicos)

Frente a los clanes y jefes tradicionales, los nuevos gobernantes pasaron del
pluripartidismo al partido único, apoyados por parte del ejército y de una elite enriquecida.
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Algunos regímenes, como el de L. Senghor en Senegal, Kaunda en Zambia o Nyerere en
Tanzania, han intentado lo que se denominó el socialismo africano, con una política más
basada en el respeto al ser humano; pero han resultado regímenes efímeros.

En la década de los 90, Estados Unidos ha impulsado en África cambios similares a los
producidos en Europa oriental, prometiendo ayuda a cambio de democratizar el país. En
Sudáfrica, por primera vez existió un presidente negro, Nelson Mandela, en un país
gobernado por la minoría blanca desde su independencia.

En 1994 ya había 30 países pluripartidistas (Niger, Mauritania, Marruecos, Egipto..),


aunque se trata de democracias con muchas limitaciones, y otros diez se encuentran aún en
fase de transición hacia la democracia (Chad, Tanzania, Mozambique...). Sólo 6 países
conservan un régimen militar: Argelia, Libia, Nigeria, Sierra Leona, Somalia y Sudán, y otras
cuatro dudosas democracias (Guinea Ecuatorial, Zaire, Togo y Ginea–Bissu). Regímenes con
partido único subsisten en Eritrea, Etiopía, Túnez y Uganda, mientras viven en estado de
guerra civil Somalia, Liberia y Sudán. Sin embargo en otros países, como Zimbawe, se ha
retrocedido a un régimen casi dictatorial bajo el mandato de Robert Mugabe.

1.4. DE LA BIPOLARIDAD A LA UNIPOLARIDAD.


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Durante toda la Guerra Fría el mundo estuvo regido por una situación bipolar en la que la
URSS y EEUU eran los referentes máximos. La caída de los regímenes comunistas y la
desaparición de la URSS dejaron al polo capitalista como vencedor y a EEUU como la única
superpotencia. De esta manera, el mundo pasó a estar regido por una única potencia política,
económica y, sobre todo, militar. Era una situación de dominio unipolar que hacía mucho
tiempo que no se daba en la política internacional.

A partir de ese momento, la política norteamericana ha ido oscilando entre el multilateralismo


y el unilateralismo. En general puede afirmarse que la política de Bill Clinton se movió más
en la primera opción mientras que la de George Bush junior se ha movido en la segunda. No
obstante, los resultados de esta opción no han sido los esperados y en todos los escenarios en
los que EEUU ha emprendido acciones más o menos en solitario ha acabado teniendo que
buscar el respaldo de las instituciones internacionales: OTAN y ONU en Afganistán, ONU en
Irak, etc.

La hegemonía norteamericana no solamente se ha manifestado en sus actuaciones


internacionales en solitario sino también en la configuración de un nuevo enemigo que
sustituyera al fenecido bloque comunista. Ese nuevo papel, ya desde los mandatos del
presidente Bill Clinton, fue adjudicándose al islamismo radical que cuestionaba toda la
política norteamericana, y occidental en general, en la explosiva área del Oriente Próximo.
Una región vital para los intereses occidentales por sus importantes yacimientos y reservas de
petróleo y gas.

La amenaza de este terrorismo se fue concretando mediante la utilización de métodos


terroristas contra intereses norteamericanos ya desde 1998. Y culminó con el atentado de las
Torres Gemelas en 2001. Desde ese momento el terrorismo internacional de origen islámico
ha pasado a ser el nuevo enemigo a batir por el poder norteamericano.

1.5. EL TERRORISMO INTERNACIONAL

La violencia terrorista es un fenómeno complejo que ha ganado protagonismo en los


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últimos años por el activismo de los grupos islámicos vinculados a Al Qaeda. Pero su
definición no resulta fácil pues depende en exceso de la óptica ideológica de que se parte. En
general, podemos afirmar que el terrorismo es la utilización de la violencia sobre una
población civil para aterrorizarla y conseguir determinados objetivos con ello.

No se trata de un fenómeno nuevo pues sus antecedentes históricos se remontarían hasta


la Edad Media. Con más o menos efectividad ha estado presente en numerosos conflictos y
períodos históricos contemporáneos –anarquismo; guerra fría; grupos nacionalistas, fascistas
o izquierdistas en Europa, etc.-, pero hasta finales del siglo XX se trataba de una cuestión
puntual, localizada y con una transcendencia muy limitada.

La consideración del terrorismo como un fenómeno global y, por tanto, una amenaza para
el “status quo” internacional ha venido de la mano de la organización islámica Al Qaeda. Sus
ataques a intereses occidentales, especialmente norteamericanos, se iniciaron ya en los años
noventa del pasado siglo y culminaron en los atentados de las Torres Gemelas de 2001, de
Madrid y de Londres, además de multitud de atentados en otros países islámicos.

Sus amenazas globales a Occidente –difundidas por unos medios muy eficaces- y la
utilización de métodos terroristas le han otorgado el papel de enemigo público del bloque
occidental. La diferencia con etapas anteriores es que este enemigo ya no es un estado ni tiene
una localización fácilmente identificable; es un enemigo casi invisible que está cambiando el
sentido tradicional de la guerra.

2. LOS CONFLICTOS ORIGINADOS POR LA DESMEMBRACIÓN DE


LA URSS
Uno de los efectos que la caída del comunismo tuvo para la población del otro lado del
"telón de acero" fue la constatación del casi absoluto desconocimiento de la realidad del otro
mundo, tanto para los ciudadanos del Este como para los de los países capitalistas. Los
factores de este mutuo desconocimiento son por un lado las fáciles mitificaciones en contra y
en pro del lo que sucedía en el bloque opuesto, traducidas en una exageración siempre
interesada: es el caso de la supremacía atómica soviética, error propalado por EE.U. como
argumento para acallar a quienes recelaban de la prioridad armamentística; pero también es el
caso del "inminente" fin del sistema capitalista sostenido por el aparato del Partido
Comunista de la U.R.S.S. todavía a principios de los años 70. La guerra fría se libraba ante
todo en la prensa, era una guerra teatral, y en la que no había gama de grises: todo era blanco
o negro.

Por eso hoy nos cuesta tanto entender la dramática situación que vive Rusia; y a los
habitantes de este nuevo aprendiz de capitalista, les sorprende sobremanera los brutales
efectos sociales de la llegada de este hasta ahora anhelado "paraíso" de la sociedad de
consumo. Tal vez sea hora de efectuar un balance, siquiera tan provisional y prudente como lo
exige nuestra cercanía con los hechos.

El año 1991 fue crítico para la "Perestroika" o reestructuración. La claridad informativa,


en país donde la estadística oficial se instrumentalizaba propagandísticamente, aportó, entre
otros datos, uno estremecedor: siendo el país más grande del mundo y el tercero en población,
ocupa el lugar cincuenta y uno en la renta per cápita, situándose entre el primer y el tercer
mundo. Algo había pasado en los últimos tiempos, pese al obstinado silencio oficial. A partir
de 1975 se observó un estancamiento en la producción: si entonces producía más o menos el
mismo trigo que China, en 1982 solo se recoge la mitad que en dicho país.

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En el nivel tecnológico, el excesivo control de la investigación se traduce en que haya
campos en los que existan enormes lagunas: ordenadores personales, electrodomésticos o
superconductores. Porque el Estado soviético orientó sus prioridades antes a la defensa del
comunismo como sistema que a subvenir a las necesidades cotidianas de su población. No
hablamos sólo de armas, sino principalmente de ideología: era prioritario incrementar
siempre un poco más la cantidad de toneladas de acero, la industria pesada, no importa si es a
costa de que en los hospitales se sigan empleando jeringuillas no desechables con agujas diez
veces más gruesas que las de los países occidentales.

Por otro lado, la "Gladnost" (transparencia) también reveló la existencia de un "Sur"


interno: las repúblicas islámicas, en las que la renta per cápita es inferior a los 500 rublos, con
sangrantes carencias hospitalarias y escolares de un sistema que basa su credibilidad en la
tutela pública de dichas parcelas.

El caos organizativo de una economía hipercentralizada se plasmó con toda su dureza en


1991: buena parte de la cosecha quedó sin recoger, en las grandes ciudades del interior se
carece de calefacción mientras cientos de vagones cargados de carbón se encuentran
inmovilizados en perdidas estaciones de ferrocarril.

La impaciencia ante los cambios afecta a tres grupos. Si los comunistas ortodoxos ven
peligrar sus privilegios (aferrándose a esa tabla de salvación que es el control de la KGB
desde 1990), los demócratas radicales, con Yeltsin a la cabeza, creen que la reforma va
demasiado lenta, mientras a los nacionalistas de las tres repúblicas bálticas, Lituania, Letonia,
Estonia, poco les importa lo que suceda en el resto de la U.R.S.S. con tal de obtener su
independencia.

Gorbachov emprenderá las reformas sin apoyo suficiente dentro del partido, optando por
una transición a un ritmo lento. En 1991 convoca elecciones, un nuevo Tratado de la Unión
que acepta la independencia de las repúblicas bálticas. Los otros dos contendientes habrán de
jugar todavía sus bazas. Probablemente el mayor error de Gorbachov fue permitir que se
celebrasen elecciones en las repúblicas antes que en la URSS, porque ese factor otorgó a sus
rivales un aval democrático que él no poseía.

El momento crítico es el golpe de estado de los comunistas ortodoxos de agosto, justo


cuando Gorbachov asiste en Londres a una reunión de los siete grandes pidiendo ayuda,
cuando el Pleno del Comité Central del P.C.U.S. renuncia a la ideología marxista, y cuando se
firma el nuevo Tratado de la Unión. Si para Gorbachov el golpe fracasa por la propia
transparencia informativa que creó en los ciudadanos un rechazo hacia los golpistas, otros
analistas resaltan la falta de colaboración del ejército.

La tercera fuerza opositora, de la mano de Yeltsin –que había ganado las elecciones en
Rusia-, entrará en juego apostando nada más acceder al poder por una liberalización total de
la economía, ejecutada de forma demasiado brusca; frente a la esperada sociedad del
bienestar, Rusia asiste atónita a la creación de más de treinta millones de parados, una
inflación del 500% en 1991 (se liberalizan los precios antes de que haya suficientes productos
en las tiendas). Se argüirá que es el efecto de una falsa integración económica, de una
artificial protección del empleo no rentable por parte del anterior Estado soviético como parte
de su aparato propagandístico ("ningún trabajador sin empleo"). No sólo el coste social ha
sido demasiado oneroso, sino que hay elementos de juicio suficientes como para poder decir
que buena parte del futuro de Rusia se ha hipotecado por tan irresponsable transición,
realizada, por otro lado, con una política zarista, de amenazas a los parlamentarios,
concentración del poder político y empleo cotidiano de medidas "excepcionales". Lo que
parece fuera de toda duda es la creación de una nueva clase de oligarcas, muchos de ellos
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vinculados al antiguo aparato soviético y beneficiados por los procesos opacos de
privatizaciones, que se han constituido en la nueva clase dominante en Rusia.

Si el paso brusco a una economía de mercado ha conllevado la pobreza del 35% de los
habitantes, no es menos alarmante el paralelo resurgir del fundamentalismo islámico, el
creciente apoyo a los políticos antisistema como el imperialista Zhirinovski o el comunista
ortodoxo Rustkói, la tendencia centrífuga de muchas regiones rusas (¿será Rusia la "Turquía"
del XX, desgajándose impotentemente?) o el alarmante incremento del alcoholismo entre la
población (según algunas estadísticas más de diez millones de adictos): en definitiva,
productos de una peligrosa inercia en que la ruptura del espejismo capitalista ha postrado a
buena parte de la población.

La sucesión de Yeltsein por Vládimir Puttin no ha variado en lo sustancial la posición


delicada de Rusia en el panorama internacional (un gigante con pies de barro, al que la
iniciativa de George Bush jr. del “escudo antimisiles” puede dejar definitivamente
desplazado de la cabeza militar del planeta).

La ruptura de la URSS desencadenó una serie de conflictos tanto en sus fronteras internas
como en las externas. En sus fronteras internas, los procesos más graves ocurrieron en las
repúblicas bálticas, que se desgajaron rápidamente del control soviético y lograron, con
relativa tranquilidad, su independencia sin el concurso de la violencia, y en la región
caucásica donde sí se entró en un largo proceso de conflictividad en una doble perspectiva:

 Conflictos entre antiguas repúblicas soviéticas: Armenia-Azerbaiyán,


Chechenia-Rusia, Osetia del Norte-Ingushia.
 Conflictos interregionales en las mismas repúblicas: en Georgia surgieron los
conflictos con las regiones secesionistas de Osetia del Sur y Abjazia.

De todos estos conflictos el más duradero y sangriento ha sido el de Chechenia, aún hoy
no totalmente cerrado. La razón última de estos conflictos es doble:

 El interés de Rusia por controlar lo que podemos denominar su hinterland


político, especialmente en una región fronteriza con el islam.
 Asegurarse las rutas energéticas –gas y petróleo- que comunican los
yacimientos asiáticos con los mercados europeos.

3. CONFLICTOS CON TRASFONDO RELIGIOSO: EL PESO DEL ISLAM.

3.1. LA TENSIÓN EN CACHEMIRA Y EN PUNJAB

La región de Cachemira –situada al NW de la India y fronteriza con Pakistán- es una


región de mayoría musulmana. El integrismo ha calado cada vez con más fuerza en ella,
existiendo un conflicto entre que ha provocado tres guerras entre la India y su vecino Pakistán
–ambos potencias nucleares-: 1947–49, 1965 y 1971, y que a partir de 1989 a cobrado una
dimensión de guerra de guerrillas. El conflicto ha alentado el terrorismo separatista alentado
por Pakistán, según denuncia la India. Por su parte, Pakistán denuncia la violación sistemática
de los derechos civiles de los musulmanes cachemires. En la actualidad el riesgo de
enfrentamiento entre indios y pakistaníes no ha mermado.

En la India, los sijs del Punjab y los musulmanes de Cachemira son los movimientos
nacionalistas más activos en un país que tiene más de mil lenguas, 15 de ellas
"constitucionales" y 125 de sus 1000 millones de habitantes de 2001 son musulmanes, en

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minoría frente a los hinduistas. El movimiento separatista Punjab fue el responsable del
asesinato de la primera ministra Indira Ghandi en 1984, y desde entonces el terrorismo y los
grupos guerrilleros no han dejado de actuar. El terrorismo sij nació tras el ataque del ejército
indio contra el Templo de Oro de Amristar, y su objetivo es crear una Estado llamado
Khalismán que sea confesional e independiente de la India.

3.2. LA CRISIS ARGELINA.

Casi cinco años de guerra civil larvada entre un gobierno relativamente prooccidental y
un nutrido grupo islámico radical, han provocado ya cerca de 50.000 muertos, muchos no
reconocidos oficialmente. Como, oficialmente, tampoco hay guerra, sino "terrorismo". La
convocatoria de elecciones en 1991 parecía una solución al conflicto social de un país que se
debatía entre la democratización y la tradición, una vez superada su sangrienta guerra de
independencia. Sin embargo, el triunfo integrista no fue reconocido por la autoridades, que
aplicaron una ley muy restrictiva frente a la publicidad integrista, encarcelaron a varios de sus
líderes, y restringieron los movimientos de la población, imponiendo un larvado estado de
guerra permanente que no ha hecho sino azuzar el conflicto.

Pero pronto la crisis se "internacionalizó", a partir el secuestro de un avión de la Air


France a finales de 1994, el asesinato de ciudadanos franceses y posteriormente de cualquier
país europeo por terroristas del Frente de Salvación Islámica, la amenaza permanente contra
cualquier acto que recuerde las costumbres occidentales (mujeres que trabajen fuera de casa,
mujeres atletas, cantantes femeninas, o simplemente mujeres sin velo). La prohibición del FIS
en 1992 a cargo del gobierno del Frente de Liberación nacional y frente de la Fuerzas
Socialistas ha sido una medida claramente insuficiente.

Preocupada la comunidad internacional (no sólo por motivos humanitarios: los intereses
económicos en la región son elevados, debido a la aportación de hidrocarburos del país a la
Unión Europea –básicamente gas natural–, que puede verse amenazada), entre finales de
1997 y principios de 1998 propuso una mediación internacional en el conflicto, aspecto al que
el gobierno argelino se niega en rotundo: pues, oficialmente, como decimos, en Argelia no
hay guerra, sino delincuencia.

Pero independientemente del problema argelino intrínseco, el caso del FIS ha planteado
ya un dilema sobre el propio concepto de democracia que parecía superado desde la victoria
electoral de Hitler: ¿qué hacer cuando, democráticamente, vence en las urnas un partido que
amenaza con acabar con la propia democracia?; ¿es "democrático" –como en el caso
argelino– prohibirlo?.

3.3. LA GUERRA DEL GOLFO (1991).

El 2 de agosto de 1990 el ejército iraquí de Sadam Hussein invadía Kuwait, aduciendo


derechos históricos de soberanía sobre Kuwait, emirato que dispone de grandes pozos de
petróleo. Irak había mantenido durante 10 años (1979–1989) un enfrentamiento contra la
República fundamentalista del Irán de Jomeini, estaba arruinado y tenía necesidad de nuevos
recursos. Pero S. Hussein no pensaba en los riesgos de la fácil ocupación de Kuwait: Estados
Unidos y los países accidentales no consintieron la invasión, y tampoco la URSS, sumida en
problemas internos acuciantes, saldría en su ayuda. Posteriormente, fracasó en su intento de
vincular la guerra con la ocupación israelí de tierras palestinas, en un intento de
internacionalizar el conflicto y generalizarlo al conjunto de los países árabes contra occidente
y sus intereses en la región.

Bajo liderazgo y presión del Estados Unidos de George Bush, la condena fue unánime. El
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Consejo de Seguridad de la ONU, por una vez de acuerdo, acordó el ejemplo de la fuerza si
Irak no se retiraba de Kuwait antes del 15 de enero de 1991. Por primera y única vez Estados
Unidos y la URSS actuaban como aliados contra Irak y defensores de Kuwait. La ONU
procedió a un embargo comercial que aún perdura en parte, financiero y militar, decretando
un bloqueo naval en el Golfo, en el que también participaron navíos de la armada española, si
bien con presencia simbólica: el peso de las operaciones recae en Estados Unidos.

Sadam Hussein declaró que si Irak era invadido a su vez acataría Israel para defender al
pueblo palestino. Ambas agresiones se producen en enero de 1991 cuando misiles iraquíes
atacaron Israel y misiles de Estados Unidos a Irak. Israel, por petición expresa de Estados
Unidos, no respondió a los ataques para evitar la respuesta árabe. El 17 de enero de 1991, al
frente de otros 32 países, se inició por parte de Estados Unidos la Operación Tormenta del
Desierto, que tras 42 días supuso la derrota de Hussein, la devolución de territorios al emir de
Kuwait y la firma de la paz. Pero las consecuencias fueron heterogéneas: de Kuwait, bajo
acusación de colaborar con el dictador iraquí, son expulsados casi medio millón de
palestinos; Hussein procedió a perseguir al pueblo kurdo, provocando la emigración de 2
millones de personas a Turquía o Irán.

Pero el conflicto no acabó aquí. En 1997 Hussein incumplió sistemáticamente las


resoluciones de paz emitidas por la ONU sobre desarme e inspección de posibles depósitos de
armas químicas y bacteriológicas (ya empleadas en 1991). A finales de 1997 y principios de
1998 se produjo una crisis entre Estados Unidos e Irak que a punto estuvo de desencadenar
un segundo conflicto. Sólo la mediación del Secretario General de la ONU in extremis se
saldó con una paz por lo demás provisional: Clinton (que necesitaba un asunto internacional
para aliviar la presión interna de la opinión pública sobre su moralidad) debió aplazar la
anunciada invasión de Irak debido a que Hussein aceptó reanudar los permisos de inspección.
En esta ocasión, los restantes países árabes no veían con buenos ojos la intervención, ni
contaba con un apoyo unánime en Europa, siendo Yeltsein claramente contrario a la
intervención.

Estados Unidos vive una peculiar relación con Irak: sabe que necesita la existencia de un
país capaz de neutralizar por la fuerza el integrismo musulmán de la zona; incluso, sabe que
necesita un dictador; pero otro, pues Hussein se muestra capaz de desafiar las pretensiones
norteamericanas. Por otra parte, Kuwait continúa siendo el mismo país de antes de la invasión
iraquí: una vergonzosa dictadura en manos de unos jeques sin ningún tipo de escrúpulos, pese
a la petición de Estados Unidos de democratizar el país.

El bloqueo económico castigó duramente al pueblo iraquí y debilitó las posibilidades


bélicas del régimen de Sadam, pero no logró hacerle caer. No obstante el empeño
norteamericano en deshacerse de un líder incómodo y de controlar una región de gran
importancia estratégica acabaría desatando la llamada Segunda Guerra del Golfo (2003)

4– LOS CONFLICTOS ÉTNICOS.

La mayor parte de los actuales conflictos étnicos se han desarrollado en el continente


africano. En su casi totalidad se deben al proceso descolonizador que creó unas fronteras
artificiales que ignoraban las circunstancias históricas africanas. A menudo, estos conflictos
se revisten también de un barniz religioso que complica la resolución de los mismos. Otras
veces los intereses occidentales se hallan detrás de estos conflictos, verdaderas guerras civiles
que suelen alcanzar un grado de violencia brutal por la falta de controles internacionales.

4.1. HUTUS–TUTSIS.

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En la zona de los Grandes Lagos coexistían a la fuerza desde la formación de los estados
nacionales coloniales dos tribus socialmente enfrentadas: los hutus, agricultores generalmente
marginados de los puestos de gobierno y predominio social, y los tutsis, que constituyen la
minoría dirigentes, una especie de nobleza, que controla la ganadería y los puestos del
ejército. Se encuentran dispersas en cuatro Estados: en la región de Kivu al este de Zaire, el
su de Uganda, Ruanda y Burundi. Los hutus y los tutsis han llegado a enfrentamientos cada
vez más duros y violentos: en 1963 los hutus de Ruanda mataron a 12.000 tutsis; en 1973 el
general hutu Habayarimana es llevado al poder, hasta que en 1994 es derribado el avión
donde viajaba junto al presidente de Burundi. La consecuencia de este doble asesinato fue
que entre los años 1993 y 1997 las muertes y persecuciones se han convertido en auténticas
masacres por ambos bandos y más de un millón de hutus y medio de tutsis han tenido que
emigrar de sus tierras en 1996. Francia y Zaire han apoyado tradicionalmente a los hutus,
mientras el ejército de Uganda ha apoyado a los tutsis de Ruanda y de Burundi, que reciben
ayuda indirecta también de Estados Unidos. El conflicto de Ruanda, una guerra civil que se
ha extendido a Zaire y ya es una auténtica guerra interna y externa en y entre los 4 países
citados, no ha podido ser parado por la ONU, cuya ayuda se limita a enviar alimentos y
medicinas a los enormes campos de refugiados, que no siempre llegan a su destino.

En cuanto los cascos azules se han visto inmersos en el conflicto, la comunidad


internacional se desentendió en buena medida del conflicto. La prensa, que lento encontró un
filón informativo en un tiempo menos rico en noticias, finalmente ha abandonado a su suerte
la región de los Grandes Lagos: los enfrentamientos no han terminado, pese a que las noticias
que nos llegan sean casi nulas; pues, si bien es cierto que el conflicto se desarrolla
básicamente entre abril–julio de 1994, en la actualidad la represión sigue siendo feroz. La
conquista del poder por parte de los tutsis no significó el final del conflicto: los hutus
vencidos se retiraron a Zaire, incluido su ejército, vencido pero no liquidado. Zaire es hoy
otro Estado africano que se desintegra, en el que son los caciques locales los que manda y sus
intereses (guerra, diamantes, narcotráfico) los que priman. Pensaron estos caciques que, con
al ayuda del ejército hutu, podrían desalojar a los tustis del poder en Ruanda e incluso en
Burundi, y ampliar así sus dominios sometiendo a dos Estados aún independientes a un yugo
colonial. Y estas aspiraciones fueron precisamente la causa de a guerra que se libra
actualmente en la región, con armas de fabricación belga, francesa, árabe y sobre todo
norteamericana. Mientras, el PIB per cápita en Ruanda ha caído a 200 dólares, y en Burundi a
150.

4.2. GUERRA EN SUDÁN

Se trata de otro enfrentamiento entre el norte árabe, rico, y el sur negro, pobre, que desea
separarse de Sudán. Un gobierno integrista islámico destruye desde 19889 sistemáticamente a
los pueblos de religión animista del sur de Sudán con todas sus armas: represión y restricción
de las libertades, tortura, terrorismo, encarcelamiento de los oponentes, bombardeos de la
población civil, etc. Es un gobierno intolerante frente a las reivindicaciones sociales del sur
pobre, pero también irrespetuoso desde el punto de vista de los derechos elementales, como la
elección de religión. Estados Unidos, a través de Uganda, ayuda a las guerrillas del sur de
Sudán, mientras el gobierno sudanés fomenta en Uganda rebeliones integristas contra el
gobierno. En la actualidad el conflicto se centra en la región de Darfour, donde se está
produciendo una verdadera masacre de la población civil.

5. LA CRISIS ÁRABE–ISRAELÍ.

El conflicto árabe–israelí es sin duda uno de los focos de tensión en la actualidad, en tanto
10
constituye, además de un enfrentamiento entre dos colectivos humanos por un mismo
territorio, un reducto del colonialismo (la desigual lucha entre un colectivo desarrollado y
otro subdesarrollado), un conflicto internacional a gran escala (intereses árabes frente a Israel
y su principal –casi único– aliado, Estados Unidos) y un conflicto religioso.

Desde finales del siglo XIX el movimiento sionista (Sión es el nombre hebreo de
Jerusalén) postulaba un Estado para el pueblo judía, disperso en diversos países de Europa y
Estados Unidos (donde constituía un poderoso lobby de presión política). Animados por la
Declaración Balfour de 1917, en la que Gran Bretaña se comprometió a favorecer la creación
de un "hogar nacional judío en Palestina", creación a ritmo incesante el establecimiento de
judíos en este territorio, en el que vivían desde su conquista en el siglo VII los árabes.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, al descubrirse el genocidio practicado por los


nazis, gran parte de la opinión mundial se mostró favorable al proyecto de crear un Estado
judío. Truman lo aceptó para captar el voto judío, y la URSS lo apoyó porque veían en ello el
mejor medio para oponerse al imperialismo británico en Oriente Medio. Gran Bretaña, al
sentir sus intereses amenazados, frenó la inmigración judía y potenció la creación de la Liga
Árabe (1945), que englobaba a Egipto, Irak, Siria, Líbano, Transjordania y Arabia Saudí. La
Liga manifestó su simpatía pro los mártires judíos, pero se opuso a que los palestinos fueran
quienes pagaran un crimen que no habían cometido.

Ben Gurión, presidente de la Conferencia Sionista, organizó una milicia judía o Haganah,
que, ayudada por grupos terroristas (Irgum), multiplicó los atentados contra los británicos y
contra los palestinos. El Reino Unido traspasó entonces la decisión sobre Palestina a la ONU,
que decidió en 1947 la partición del país en dos Estados, uno judío y otro árabe, y la
internacionalización de la ciudad de Jerusalén. Gran Bretaña anunció n su retirada y el
Consejo Nacional Judío proclamó la creación del Estado de Israel en 1948. Inmediatamente
los ejércitos árabes atacaron al nuevo estado, que, bien armado, sorprendió al mundo con una
fulgurante victoria militar, obteniendo más territorio del que la ONU le había asignado y
ocupando la parte occidental de Jerusalén.
La parte no ocupada por Israel (Cisjordania y Jerusalén Este) fue anexionada a Trasjordania
(actual Jordania) y Egipto se encargó de administrar la franja de Gaza. A partir de este
momento, el estado de guerra entre árabes e israelíes se hizo permanente y se agravó el
problema de los palestinos: por una parte, los que quedaron en territorio judío (unos 160.000)
constituyeron una minoría humillada; por otra parte, los que tuvieron que vivir bajo
administración jordana o egipcia (casi un millón) se negaron a integrase en estos Estados y
fueron concentrados en campos, bajo administración de la ONU.

En 1956 el presidente egipcio Nasser nacionalizó el canal de Suez, hasta entonces bajo
tutela anglo–francesa. Francia y Gran Bretaña reaccionaron violentamente, e Israel aprovechó
la ocasión para atacar a Egipto, aunque no logró consolidar nuevas conquistas territoriales
porque el presidente de los Estados Unidos, general Eisenhower, obligó a los israelíes a
retirarse a sus fronteras anteriores.

La tercera guerra tuvo lugar en 1967, y se conoce con el nombre de guerra de los seis
Días. El motivo inmediato fuer el cierre por Egipto a la marina israelí de los estrechos de
Tirán, que dan acceso al golfo de Akaba. En menos de una semana los israelíes derrotaron a
los árabes y ocuparon la península del Sinaí, toda Cisjordania, los Altos del Golán y la parte
orienta de Jerusalén. La ONU aprobó una resolución que prevé la evacuación de los
territorios así ocupados, pero Israel desoyó el dictamen.

La cuarta guerra árabe–israelí tuvo lugar en 1973: Guerra del Yom Kippur. Oriente Medio
vivía una guerra larvada. La muerte de Nasser en 1970, claramente alienado con la URSS,
11
marcó un nuevo período, en el que su sucesor Anwar el Sadat buscó el acercamiento
negociado al conflicto árabe–judío. Pero el terrorismo palestino y la represión israelí
bloquean toda negociación. Para salir del punto muerto, Sadat ordenó un ataque por sorpresa
el 6 de octubre, fiesta judía del Yom Kippur o Expiación, obteniendo lento grandes ventajas
territoriales. Pero los israelíes, con ayuda de Estados Unidos, no sólo recuperan el terreno
perdido, sino alcanzan la margen occidental del canal de Suez. A raíz de esta guerra, primero
Kissinger y luego Carter presionaron sobre Egipto logrando que Sadat firmara con Israel los
Acuerdos de Camp David (1978), que prevén la restitución del Sinaí a Egipto y la creación
por etapas de una entidad política palestina.

Ya en 1964 se había creado en Jerusalén la OLP, presidida desde 1967 hasta la actualidad
por Yasser Arafat, y con sesgo terrorista contra Israel. Tras varios años de acciones de
comandos, la resistencia palestina llegó en 1987 a ser masiva en los territorios ocupados,
donde se desarrollaron huelgas, manifestaciones y revueltas. Esta lucha se conoce con el
nombre de Intifada.

La ONU propició la negociación, y a partir de la Conferencia de Madrid (1991) se


sucedieron los contactos entre israelíes y palestinos. Este proceso de negociación tuvo otro
punto álgido en 1994, cuando Israel reconoció la Autoridad Nacional Palestina presida por
Arafat, que ejerce desde entonces como gobierno autónomo en la franja de Gaza y Jericó.

Sin embargo, la solución al conflicto dista de estar cerca. El Estado israelí se debate entre
el desarrollo de un plan efectivo de paz y la protección de los intereses de los cientos de
colonos judíos asentados en territorio árabe. Por eso, se reserva el derecho de intervención
cuando lo considera preciso, lo que sitúa el proceso de paz al borde de la quiebra, por la
negativa palestina a este acto y a tolerar nuevos asentamientos judíos en zonas árabes.

El gobierno de Netanyahu, para subsistir, debe tomar medidas capaces de contentar a la


vertiente más radical del sionismo, partidaria de frenar definitivamente cualquier proceso que
implique cesión territorial, pero también procurar no volver a dar motivos para el
resurgimiento de la Intifada ni la sempiterna condena internacional. Buena prueba de ello lo
tenemos en los sucesos más recientes: la Secretaria de Estado norteamericana, Margaret
Albright prosupo a finales de 1997 algo tan elemental como que las autoridades respectivas,
palestina e israelí, aportasen por escrito un mapa con las respectivas aspiraciones territoriales,
las zonas que consideran innegociables y las que estarían dispuestos a ceder a cambio de otras
compensaciones territoriales: el gobierno israelí ni siquiera ha sido capaz de dar hasta marzo
de 1998 este elemental paso.

La sustitución de Netanyahu por “el halcón” Ariel Sharon se ha visto traducida en 2001
por una nueva oleada de transgresiones a los acuerdos de paz vigentes, con la penetración del
ejercito israelí en zonas “A” o de exclusividad palestina, consintiéndose además nuevos
asentamientos judíos en territorios palestinos.

Tras la enfermedad de Sharon, su partido ha continuado en el poder y ha llevado a cabo una


retirada unilateral de Gaza pero continúa la presión férrea sobre los territorios palestinos y
cerrándose a cualquier diálogo tras la llegada de Hamás al gobierno palestino.

6. EL PROBLEMA DE LOS NACIONALISMOS.

Siquiera una alusión a los conflictos nacionalistas, con distintos tintes de dramatismo, en
el resto del mundo. Bretones y corsos en Francia, lombardos en Italia, vascos en el sur de
Francia y España (junto con catalanes y gallegos), irlandeses católicos separatistas frente a la
mayoría protestante partidaria de permanecer adscrita a Gran Bretaña, flamencos y valones en
12
Bélgica, son los más destacados nacionalismos históricos en el seno de los países europeos.
La mayor parte de los nacionalismos europeos, sin renunciar a sus ideales nacionalistas, se
han decantado por la integración en Europa. Pero una parte de los grupos nacionalistas
separatistas, como el IRA en Irlanda del Norte, ETA en Euskadi, Frente de Liberación Corso
en Córcega, proclaman con medios terroristas el derecho a la autodeterminación.

En Sri Lanka los atentados terroristas de los 10.000 tamiles independentistas (sobre una
población tamil de 3,6 millones, que habitan en el NE de la isla) han sido frecuentes en los
años noventa: en noviembre de 1993 los guerrilleros "Tigres de Liberación del Elam Tamjul"
causaron más de mil muertos en un ataque contra un complejo militar en el norte de la isla, y
asesinaron más tarde al presidente. Los enfrentamientos entre el ejército cingalés y la
guerrilla independentista tamil han sido frecuentes desde 1983, y sólo a partir de 1995 se
puede hablar de un cierto éxito militar del gobierno de Sri Lanka. Pero los guerrilleros siguen
su lucha desde el interior de la selva.

El resurgir del nacionalismo chino ha ido unido a la expansión económica ininterrumpida


en las dos últimas décadas: la reunificación de las tres Chinas es el objetivo de Pekín. El
Reino Unido y Portugal con anterioridad habían concentrado la devolución respectivamente
de Hong Kong en julio de 1997 y Macao en diciembre de 1999. El otro objetivo consiste en al
ocupación de Taiwán (antes Formosa), que China no reconoce como Estado.

6.1. EL POLVORÍN DE LOS BALCANES.

El nacionalismo balcánico tiene, como mínimo, las siguientes dimensiones:

1– Problema religioso. La religión ha desempeñado un papel esencial en el surgimiento del


nacionalismo balcánico. Pensemos que durante el largo período que abarca desde la
dominación romana primero y luego bizantina y el presente, tres religiones han pugnado
sobre un mismo espacio, sin que ninguna de ellas haya logrado imponerse erradicando a las
restantes: la católica, la griego–ortodoxa, y la religión islámica. Los Balcanes pertenecerán, al
menos en su mayor parte, a la mitad del Imperio Romano de Oriente. Cuando tenga lugar en
el año 1054 el cisma religioso entre Roma y Bizancio, dará comienzo la larga fase de
enfrentamientos religiosos en el teatro de los Balcanes, que en la actualidad no se ha cerrado.
En segundo lugar, la conquista a manos de los turcos selyúcidas de buena parte de los
territorios bizantinos a lo largo del siglo XV y hasta prácticamente la Primera Guerra
Mundial, dará paso a una presencia muy importante del islamismo: pero ya desde el inicio, se
trata de una concepción islámica muy combativa (no en vano en la religión conquistadora,
impuesta por una raza culturalmente muy atrasada como los turcos del momento, y adopta
una actitud a la defensiva desde un primer momento.

En la actualidad el problema religioso se ha visto agravado por el talante tan


profundamente combativo de los tres credos. El fundamentalismo islámico ha calado muy
hondo en el conjunto de los Balcanes, con una proyección tanto interior como internacional
evidente: los musulmanes reciben el apoyo del conjunto de los fundamentalistas xiíes en su
pretensión de crear un estado confesional musulmán, el primero de estas características
dentro de Europa. No puede olvidarse el talante religioso del conflicto vivido en Yugoslavia,
del que frecuentemente se han sobredimensionado los aspectos étnicos y políticos olvidando,
puede que intencionadamente, plantear la realidad de una guerra con bastante de
enfrentamiento religioso, o religioso–cultural (pues a cada religión le corresponde una cultura
y formas de entender la vida y el Estado peculiares). De esta forma, en Bosnia–Herzegovina
existe una ambición antes de que la guerra estallase por crear un estado musulmán.

Toda solución al drama balcánico debería pasar por retomar el espíritu de convivencia
13
religiosa pacífica que refrendara en su día la firma del Tratado de Westfalia de 1630 (que a su
vez cerraba un largo ciclo de enfrentamientos religioso–políticos europeos). En Europa se
hace imprescindible un nuevo diálogo ecuménico, que parcialmente ha sido promovido en
tiempos recientes por la jerarquía católica, olvidando todo intento de unidad religiosa.

En la base del conflicto balcánico puede pues detectarse un afán proxelitista por parte de
los patriarcas ortodoxos, que realizan una innegable presión sobre la población (puesta de
manifiesto en la reunión llevada a cabo pocas semanas antes de estallar la guerra yugoslava
en Estambul, incitando a sus fieles a no dejarse avasallar por Estados surgidos con raíz en
otras confesiones). Pero igualmente patente es el papel de una Iglesia católica en la ex–
Yugoslavia que, contando con la aquiescencia del Papa, también exhortaba a los fieles desde
los púlpitos para preservar un espacio propio para el catolicismo. Por su parte, los integristas
de Libia, Irán, Arabia Saudita y Turquía se entrometieron de forma palmaria en los asuntos
espirituales (en realidad políticos) de los líderes religiosos musulmanes bosnios, planteando
el conflicto como una cruzada. La influencia de Turquía va más allá de algo particular: existe
una peligrosa ambición, incluso territorial, de dicho país, cuyo presidente en más de una
ocasión aludió a una posible "nueva Turquía", que sin duda agruparía a países tan diversos
como los comprendidos entre Mongolia hasta el Adriático. Si bien es cierto que Turquía está
llamada a ser, desde un punto de vista de los intereses geoestratégicos globales, una especie
de "Estado–tapón" frente al integrismo, no lo es menos que su actitud constituye un punto de
desequilibrio para la región balcánica.
2– La sustitución del Estado comunista se ha llevado a cabo sin una transición pacífica hacia
un estatus democrático, como ha sucedido más o menos ejemplarmente en otros países ex–
satélites soviéticos. La anterior gravitación alrededor de una política centralista férrea, como
la que, directa o indirectamente, imponía la URSS, se ha traducido en una euforia
nacionalista, que se ha superpuesto a la consecución de un régimen capaz de garantizar el
respeto a las libertades fundamentales y derechos humanos. El parlamentarismo no ha sido en
estas condiciones posible.

Es preciso que situemos en el contexto de los países comunistas el significado del


nacionalismo. A diferencia de lo que pueda significar en Occidente, el nacionalismo es en los
Balcanes un refugio extremo de la protesta social y política, que, al no poder enfocarse en un
sentido parlamentario, se identifica con esta manifestación ideológica. Así pues, por debajo o
antes de una reivindicación de los derechos de identidad cultural
o autogobierno, constitutivos propiamente del nacionalismo, en los Balcanes existe una
proyección de valores sociales, de protesta ante las injusticias, sobre el nacionalismo; o, para
ser más exacto, para ese extraño conglomerado de identificaciones entre nacionalismo y
religión, que durante los 45 años de presidencia vitalicia del mariscal Tito supuso una vía de
oposición al comunismo, no tanto como alentada, pero sí al menos más tolerada que el
cuestionamiento directo del sistema comunista.

Pero el problema es aún más complejo. Los primeros nacionalistas balcánicos tras la
Segunda Mundial son los propios comunistas: la legitimación única posible para estos
políticos autoritarios era el lenguaje nacionalista, único reducto de discurso de futuro que
pueden ofrecer al pueblo. Las diferencias de clase entre un conjunto indisimuladamente
privilegiado de personas adscritas a la cúpula comunista–aparato administrativo y el pueblo
era disimulado bajo el único discurso unificador posible: la unión, de tipo nacionalista, frente
a otras nacionalidades; la reivindicación de un estatus preferente en el confuso panorama
regional de los países balcánicos. El programa nacionalista inicial girada entorno de un
"nacional–comunismo alrededor del Comité Central del Partido Comunista".

Yugoslavia era una federación de 6 repúblicas: Eslovenia, Croacia, Bosnia, Serbia,


Montenegro y Macedonia. Cada una de ellas tenía su propio Comité Central del Partido
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Comunista. En realidad, a falta de partidos políticos plurales, éste era el único organismo
entre ubicado entre el ciudadano y la Administración central. De esta forma, y como medio
para ganarse el apoyo popular, su carácter reivindicativo (ya que no dirigido a la mejora del
propio sistema en el que se insertan, el comunismo yugoslavo), los Partidos Comunistas de
cada Estado van adoptando como emblema la defensa a ultranza de los intereses de los
respectivos territorios.

Los primeros pasos hacia la definición de un discurso nacionalista discriminatorio se


darán en Eslovenia y Croacia, con el consentimiento o aquiescencia de la cúpula central
comunista. En estas regiones se inicia ese lenguaje nacionalista sumamente combatiente, que
pide abiertamente un tipo de confederación.

En el fondo, durante este período concreto a Tito le conviene fomentar la disensión entre
la oposición ("divide y vencerás"), por lo que no duda en alentar las tendencias centrífugas
del país, que suponen una dispersión de las ambiciones de la oposición.
Cuando se celebren las primeras elecciones libres, entre 1989 y 1990, serán los partidos
nacionalistas (que la gente identifica con la oposición) los principales beneficiarios de esta
nueva situación. Ya durante las campañas electorales, sumamente belicosas, se adopta un
discurso claramente clericalista, en el que ideas religiosas y aspiraciones nacionales se unen a
ciertas reivindicaciones difusamente sociales (en buena medida demagógicas). En Eslovenia,
Croacia y Macedonia, los partidos triunfantes son lo que han mantenido un programa
separatista más explícito.

3– El papel de las potencias occidentales. A la altura de 1989 la caída del comunismo fue una
sorpresa total. Poco o nada preludiaba que la llegada al poder de M. Gorbachov en 1985, e
incluso la profunda crisis económica y social originada en el conjunto del mundo socialista
tendría la dimensión tan radical que condujo a la transición hacia regímenes no comunista.
Por eso, EE.U., Alemania y otros países con intereses indirectos (y, por acción u omisión, el
conjunto de Europa occidental) no vio en principio con malos ojos el que se produjera en la
zona balcánica una exacerbación de las tendencias nacionalistas, como una forma de
asegurarse el no retorno a un régimen comunista sólidamente implantado. Es preciso tener en
cuenta que las condiciones, el "precio" de ese apoyo internacional o simpatía, en forma de la
feroz guerra posterior, no eran previsibles a la altura de 1990.

Pero no es menos cierto que el papel desempeñado por Alemania contribuyó no poco al
enfrentamiento bélico. Existe, a nivel global del orden internacional, un peligro evidente con
el surgimiento de una Alemania nueva, fuerte y militarizada (pese a la renuncia en 1990 a
contar con las armas atómicas de la antigua RDA). Los cancilleres alemanes, y especialmente
Helmut Kolh, apoyaron el desarrollo de los movimientos nacionalistas centrífugos. Junto con
otros países como Bulgaria, aspiran a tener un creciente papel en el área balcánica, actuando
tanto en los asuntos propios de la Comunidad de Estados Independientes (en su momento)
como de Rusia, atribuyéndose un protagonismo desmedido en los asuntos balcánicos. La
creación de las Fuerzas de Intervención Urgente de la Unión Europea, ha sido tomada por
algunos politólogos de izquierda como la instrumentalización militar de Europa en beneficio
de sus aspiraciones expansionistas (no al nivel de una expansión territorial, sino de sus
aspiraciones de que todos los países centroeuropeos "graviten" a su alrededor) Incluso hay
quien se pregunta hasta qué punto son conscientes Francia, España o Inglaterra de esta nueva
política alemana agresiva.

Italia y Bulgaria también tienen sus aspiraciones, más o menos disimuladas, sobre estos
territorios irredentos. Italia, en la Segunda Guerra Mundial, ya había ocupado la rica costa
dálmata (en la actualidad atractivo destino turístico) y la península de Istria, donde por otra
parte viven muchos italianos. También pretende Italia una intervención global sobre la zona
15
por los intereses relacionados con Albania: la desestabilización del conjunto del área puede
suponer un peligro para el país, como se puso de manifiesto cuando el fraude bancario y la
protesta subsiguiente reportó a Italia a miles de albaneses que intentaban residir en el país.
Por su parte, los intereses búlgaros en Serbia y Macedonia parten del hecho de la presencia de
importantes minorías en dichas regiones. Durante el período anterior a la guerra, también se
difundió por Bulgaria la idea de la posibilidad de incorporación de Macedonia.

4– Variación ideológica entre los comunistas serbios y montenegrinos. Viendo el cariz que
tomaban los acontecimientos, y que resultaba imposible navegar contra corriente, también los
comunistas serbios y montenegrinos, que constituyen en el conjunto del país la elite
privilegiada, optó por cambiar sus iniciales recelos ante el nacionalismo emergente por un
discurso más próximo al nacionalismo localista, y aprueban la creación de un gobierno
nacionalista.

5– Identificación entre divisiones étnicas y políticas: la pugna política, ideológica, pasará


pronto a ser mero trasunto del enfrentamiento étnico–geográfico. En el decurso de los años 89
y 90 es patente como por encima de otras consideraciones políticas se produce una
identificación peligrosa entre las posiciones de los políticos de los distintos partidos y un
núcleo común de intereses étnicos, que poco a poco hará que se olviden posturas
diversificadas y se incida cada vez más en la defensa de intereses territoriales étnico–
religiosos de cada uno de los grupos en conflicto. Al mismo tiempo, en Eslovaquia y Croacia
se produce una Conferencia de obispos que contribuirá decisivamente a esa identificación
entre intereses nacionales y credos, en medio de lo que el profesor Indick calificó de "curas
guerreros".

A occidente no le interesa la nación, sino fundamentalmente la forma de gobierno que se


adopte.

6– Papel desestabilizador de las oligarquías y nacionalismo populista. Buena parte del


conflicto balcánico ha tenido que ver sin duda con la personalidad de políticos extremistas
como Karachdi. No se trata de personalizar el conflicto, sino de plantearlo desde una nueva
perspectiva: la del papel de las oligarquías serbias, croatas, etc. Para los grupos dominantes,
algunos de los cuales se han visto ciertamente beneficiados por la crisis económica y social
que siguió al súbito desmonte de la economía estatalista (digámoslo de otra manera: que han
hecho o al menos conservado sus fortunas en tiempo de profunda recesión económica), el
nacionalismo es una especie de salvaguardia de sus posiciones de dominio: pues, por encima
de toda reivindicación social, de toda exigencia de mejora social, se ha creó un discurso
político en el que conservarán posiciones dominantes, al frente del que se pondrán. Como
puede inferirse de esta circunstancia, el nacionalismo balcánico emergente es de corte
populista, reducido a unas reivindicaciones irracionalistas de corte autoritario, y basadas en
un etnocentrismo puro: perpetuar la adoración de la idea nacional anulando las diferencias
políticas y de clase, poniendo el interés y la soberanía nacional en primer plano. Existe un
espíritu de autarquía nacional, contrario a la anterior interdependencia económica y criterio
de solidaridad interregional. Se trata de un nacionalismo que reconoce a la guerra como una
virtud y causa justa.

Este discurso tiene a primar los estados étnico–religiosamente puros, como de hecho son
los que han surgidos de Yugoslavia. Son estados, lo que se quieren imponer, de una sola etnia,
lo que conlleva a episodios racistas: si durante el dominio de Hitler se produce la depuración
de serbios en Croacia entre 1941 y 1945, auspiciada por los nazis, hoy se repite al revés el
fratricidio: desde el inicio de la contienda, se volvió a vivir la experiencia de los campos de
concentración.

16
Es imposible construir un Estado, una sociedad civil, sobre la base de una pretendida
"pureza". Pero esta premisa, válida de modo general, es aún más patente en el caso de la
antigua Yugoslavia, donde la mezcla entre etnias, religiones y territorios es abrupta. Así, por
ejemplo, la minoría serbia en Croacia vio amenazada en estas circunstancias su situación, por
lo que procedió a la creación de células autonómicas independentistas, que pretendían crear
estados serbios dentro de Croacia, especialmente en las regiones fronterizas entre Croacia y
Serbia.

En Serbia existía, y existe, como demuestra el actual conflicto de la región conflictiva de


Kósovo –donde ya se iniciara la Primera Guerra Mundial– el problema de los albaneses, más
de un millón y de religión musulmana frente a los ortodoxos serbios –mayoría–, católicos y
ateos, que son predominantes en el Estado serbio pero no en dicha región del sur (con todo,
los albaneses son apenas el 40% del total de población): los intentos románticos de creación
de la "Gran Albania" pasaban por la hostigación terrorista a Serbia, que en marzo de 1998
causó más de 50 muertos entre los albaneses. En Bosnia existen importantes grupos de
croatas (hasta un total del 17%), musulmanes en mayoría (el 43%) y con una importante
población de raza serbia (hasta el 39%), y una minoría croata (17%). Los musulmanes
solicitarán un estado independiente de corte islámico, lo que será inmediatamente rechazado
por los demás bosnios.

Es importante advertir que buena parte de las informaciones recibidas en Occidente han
sido parcialmente manipuladas a favor de los croatas (sin negar las responsabilidades en
crímenes de guerra terribles de buena parte de los serbios), en parte por ser este colectivo de
mayoría católica. Por su parte, los serbios se encontraban mal organizados, especialmente en
cuanto a las relaciones con el exterior, sin una red de televisión internacional ni prensa en
idiomas extranjeros, lo que contribuirá a su mala imagen en el resto de Europa.

Tras las elecciones de 1990 la situación de la Federación yugoslava era paradójica e


insostenible. Las dos repúblicas del Norte, Croacia y Eslovenia, tenían gobiernos comunistas,
y las cuatro restantes gobiernos controlados por los comunistas. El 2 de junio de 1990 el
Parlamento esloveno aprobó una "declaración de soberanía", y el 23 de diciembre de
separación de la federación yugoslava. En diciembre en Croacia se aprobaron medidas afines.

En Bosnia los tres partidos musulmanes se presentaron unidos a las elecciones de 1990,
resultando vencedores. De esta forma, la situación yugoslava en 1991 era explosiva,
sobreviviendo sólo tres órganos federales: la Presidencia, el Gobierno y el Ejército, de los que
los dos primeros se mostraban impotentes. En cambio, los serbios, que eran sólo el 36% de la
población, eran mayoría (60%) entre los mandos del ejército, y entre los altos mandos existía
un núcleo de antiguos combatientes comunistas, que consideraban que el ejército debía ser el
guardián del estado socialista.

En julio de 1990, algunos municipios croatas se rebeleron contra la capital croata de


Zagreb y proclamaron la "Región Autónoma Serbia de Krajina". Favorecidos por la presencia
de muchos serbios en las comisarías, los milicianos del ex–jefe de policía de Knin, la ciudad
que encabeza la sublevación, se apoderaron de arsenales. A comienzos de 1991 el Gobierno
de Croacia había perdido el control sobre la región, que aprobó su anexión a serbia. En
Eslovenia occidental sucede algo similar, pese a no ser los serbios mayoría: aquí intervino ya
el ejército, al margen de la legalidad. Ante los incidentes que siguieron entre policía, ejército
y población, el conflicto se precipitará: el 2 de agosto de 1991 el ejército se lanzó por fin
abiertamente a la batalla de conquista, apoyando a los movimientos de los milicianos serbios
en cada lugar.

Otro problema era quién ostentaría la presidencia federal. Según Tito, sería rotatoria entre
17
las distintas repúblicas, por lo que en 1991 correspondía a un croata. Milosevic, líder serbio, y
los nacionalistas serbios en general, lo aceptaban esta idea, bloqueando su aceptación:
Yugoslavia se quedaba sin jefe de estado ni presidente. Así, el ejército encontraba
justificación para actuar por su cuenta o bajo las órdenes de Slabodan Milosevic.

En junio, antes de lo previsto, desoyendo las advertencias serbias e internacionales,


Croacia y Eslovenia se proclamaron soberanas. Apenas 48 horas después, 40 carros blindados
federales y una veintena de acorazados toman el aeropuerto esloveno, encontrando la
oposición de unas creadas fuerzas armadas eslovenas que se habían abastecido secretamente
en Hungría y Checoslovaquia de armas. El Ministro de Información esloveno advirtió que
disponían de 70.000 reservistas armados.

Nadie imaginaba que el poderosísimo ejército yugoslavo podría verse acosado por unos
combatientes poco organizados. Pero, tras impedir el aterrizaje de aviones militares, y desoír
las consignan lanzadas por aire por parte del ejército, los eslovenos se prepararon para la
resistencia.

Inicialmente se acordó formalizar un acuerdo de paz, según el cual las tropas retornarían a
sus cuarteles se nombraría al croata Mesic presidente federal, y Croacia y Eslovenia admitían
retrasar su independencia.

Pero el alto el fuego no fue respetado, y el general del Estado Mayor yugoslavo apareció
en televisión para anunciar que el Ejército se consideraba en guerra con Eslovenia.

El Ejército tenía en Mesic a su principal enemigo. Sin embargo, la Comunidad Europea y


Estados Unidos habían presionado a Serbia para que fuera reconocido. Los eslovenos, pese a
no ver reconocida su independencia, se vieron pronto libres de las tropas yugoslavas, y
crearán su propia moneda. En cambio, Croacia no pudo impedir el movimiento de tropas por
su territorio, ni había aprovechado las circunstancia para acelerar su independencia. Un
gigantesco comboy militar salió de belgrado con destino a Bosnia y la franja fronteriza entre
serbia y Croacia en junio. Los desórdenes entre la población no cesaron de agravarse, con la
complicidad del Ejército federal con grupos paramilitares serbios. Pronto un tercio de Croacia
estallará en guerra.

A mediados de agosto, Milosevic y el Ejército se lanzan abiertamente a la conquista del


territorio de una Croacia que no ha podido movilizar a sus reservistas por falta de armas. La
primera operación fue la ocupación de una franja comprendida entre el río Danubio y el
Drava. a partir de septiembre, la devastación se realiza de forma selectiva, dirigida
especialmente contra los principales enclave de riqueza industrial y minera.

Al tiempo, los serbios se hacen con la presidencia federal, que recae en el montenegrino
Kotic, aliado de Milosevic. En octubre bombardean el palacio presidencial de Zagreb,
mientras los croatas, sin armas, endurecen el asalto al cuartel Tito de Zagreb para
conseguirlas. Dubrovnik es bombardeada y atacada, pese a ser una ciudad desarmada y poco
belicosa.

El presidente español, F. González, justificó la pasividad de la C.E. argumentando que


carecía de mecanismos y estructuras imprescindibles para una acción colectiva en la difunta
Yugoslavia, pese a la existencia de la OTAN y la UEO. Ni siquiera inicialmente se bloqueó
comercialmente a serbios y croatas, ni hubo un despliegue militar que hubiese amenazado, a
esta altura del conflicto, la posición de Milosevic. Los políticos occidentales continuaban
hablando de "Yugoslavia" como si ese Estado siguiera existiendo.

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Desde julio a diciembre de 1991, la comunidad internacional sólo realizó apelaciones a la
"buena voluntad" para poner fin a los combates. Sólo en septiembre de 1991 la ONU aprobó
un embargo de armas. A principios de enero de 1992, sin una misión clara, comenzaron a
desembarcar en la zona soldados de la ONU.

Tras el fracaso mediador de los países europeos, OTAN y del propio Yeltsein (Agosto de
1995), la solución provisional se dio en diciembre de 1995 gracia a la decidida intervención
activa (bombardeos y tropas) de la OTAN. Bill Clinton impuso a los tres líderes enfrentados
aceptar el inicio de negociaciones, y formó la firma en Dayton de una paz que parecía difícil,
dado lo irreconciliable de la posturas de Croacia, Bosnia y Serbia. Clinton encargó a la
empresa Silicon Grafics un programa informático generador de realidad virtual de todos los
lugares en liza, y así se pudo acordar el reparto entre serbios, bosnios y croatas: Serbia
domina un corredor que se adentra en la antigua Croacia y Bosnia, con ciudades como Doboj
y Banja Luka unidas por un estrecho pasillo con el resto de Serbia. Si embargo, la paz aún no
está consolidada, y prueba de ello es el que el presidente de la nueva Yugoslavia (Serbia y
Montenegro), Milosevic, se negó a reconocer el triunfo de la posición en las elecciones de
1996. Sólo posteriormente Karadic llegó al poder: pero desafiando a la comunidad
internacional, que pretende juzgar como criminal de guerra a Milosevic, se niega a entregarlo.

El último (de momento) episodio de gran embergadura del polvorín balcánico lo


constituye en enfrentamiento entre la Belgrado y la región de Kosovo, de mayoría albanesa.
En 1998 se inició el conflicto. En Kosovo, pese a estar integrado en Serbia, el 90% de la
población es de origen albanés. Hubo movimientos en petición de la autonomía que
Milosevic (quien será juzgado posteriormente por sus responsabilidades en todo el conflicto,
una vez que pierdas las elecciones que había convocado para perpetuarse en el poder) había
anulado en 1990, llegando a pedirse la independencia. Aunque todos lo organismos
internacionales indicaron que debía evitarse el recurso a la fuerza, la OTAN inició una
intervención armada contra el régimen de Serbia para evitar la limpieza étnica a que estaba
siendo sometida la población albanokosovar, organizada alrededor del Ejército de Liberación
de Kosovo.

Posteriores brotes independentistas protagonizados por albaneses surgirán en 2001 en la


montaña macedonia.

7. BIBLIOGRAFÍA.

G. MAMMARELLA: Historia de la Europa Contemporánea desde 1945 hasta hoy.


Barcelona, 1996.

TRUYOL Y SERRA, A.: La Sociedad Internacional. Madrid, Alianza, 1985.

AGUIRRE, M.: Los días del futuro. La sociedad internacional en la era de la globalización.
Barcelona, 1995.

NIVEAU, M.: Historia de los hechos económicos contemporáneos. Barcelona, Ariel, 1983.
CASSASSAS, Jordi: La construcción del presente. El mundo desde 1848 hasta nuestros días.
Barcelona, Ariel. 2005.
RAMONET, Ignacio: Guerras del siglo XXI. Nuevos miedos, nuevas amenazas. Barcelona,
Mondadori.

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