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John Waters, 10 de diciembre de 2011:

Amy Winehouse, la cantante pop desaparecida el verano pasado, se envenenó con el


alcohol, y murió por haber bebido demasiado. En nuestra cultura, la noticia se presentó
desde puntos de vista distintos. Por ejemplo, después de haberse curado de su
alcoholismo, se ha matado bebiendo (es el titular de un periódico). Pero si quisiésemos
decir la verdad, tendríamos que decir: «Amy ha muerto porque ha malinterpretado su
naturaleza». Esta es una intuición mía, que viene de mi experiencia. Durante años la he
seguido, y creo que era un genio. Venía de la tradición de Billie Holiday y Ella Fitzgerald,
la voz de la humanidad, una voz que expresaba el alma de la humanidad, y sin embargo
vivía una vida de la que la prensa hablaba según un cliché, el del rock and roll: las estrellas
de rock beben alcohol, toman drogas... todo es normal. ¿Por qué deberían ir de la mano
el alcohol y la droga? ¿Por qué una persona que conduce un autobús o un tren debe
beber menos que una estrella de rock? Mientras la miraba cantar pensaba que era
verdaderamente frágil, y, sin embargo, cuando cantaba tenía una potencia dentro, una
potencia que no parecía ser suya, ella parecía tan solo el vehículo de esta potencia, como
el filamento de una bombilla, que cuando hay electricidad se enciende y produce una luz
fuerte. Parecía que ella era así, igual que muchos artistas, pero me parecía también que
no entendía lo que le pasaba. Estaba en el centro de esta potencia, y no sabía lo que le
pasaba, no sabía dónde estaba y qué le sucedía, y esto significa estar destinada a un final
terrible, porque cuando la luz se apaga, no puedes salir. Como me sucedió a mí con el
alcohol. La intuición de esta correspondencia es el motor que hay en mi interior, el
objetivo de mi deseo; como seres humanos, tenemos ese objetivo, este deseo dentro de
nosotros, pero existe siempre esta otra posibilidad: una persona con dones
excepcionales, con una gran potencia y capacidad, que al final se destruye, porque no ha
comprendido lo que tenía dentro de sí. Alguien debía decirle: «No te preocupes, te está
pasando esto». Todos nosotros – que escuchamos este asunto en los medios de
comunicación – redujimos enseguida la tragedia de Amy, como si fuese inevitable: es una
estrella, por tanto, es natural que beba, que se drogue... es normal. En cierto sentido lo
es, pero por un motivo distinto, justamente porque describimos la experiencia de forma
reducida en vez de preguntarnos: ¿cuál es mi naturaleza? ¿Cuál es mi deseo? ¿Cuál es la
finalidad de mi deseo? ¿Qué testimonia mi voz? Incluso aunque no lo sepa. Tenemos
ejemplos de ello en nuestra cultura todos los días. La cultura nos da una lectura de la
realidad que parece atenerse a los hechos, que parece explicar todo, pero sin embargo
deja fuera muchas cosas. En este caso, la humanidad de la persona, es decir, el hecho de
que muriera cuando no estaba sobre un escenario. Acababa de desayunar unas tostadas.
Se metió sola en la cama por última vez, y allí fue encontrada por su chófer. Hay una
historia humana detrás de lo que escuchamos en los medios.

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