Amy Winehouse, la cantante pop desaparecida el verano pasado, se envenenó con el
alcohol, y murió por haber bebido demasiado. En nuestra cultura, la noticia se presentó desde puntos de vista distintos. Por ejemplo, después de haberse curado de su alcoholismo, se ha matado bebiendo (es el titular de un periódico). Pero si quisiésemos decir la verdad, tendríamos que decir: «Amy ha muerto porque ha malinterpretado su naturaleza». Esta es una intuición mía, que viene de mi experiencia. Durante años la he seguido, y creo que era un genio. Venía de la tradición de Billie Holiday y Ella Fitzgerald, la voz de la humanidad, una voz que expresaba el alma de la humanidad, y sin embargo vivía una vida de la que la prensa hablaba según un cliché, el del rock and roll: las estrellas de rock beben alcohol, toman drogas... todo es normal. ¿Por qué deberían ir de la mano el alcohol y la droga? ¿Por qué una persona que conduce un autobús o un tren debe beber menos que una estrella de rock? Mientras la miraba cantar pensaba que era verdaderamente frágil, y, sin embargo, cuando cantaba tenía una potencia dentro, una potencia que no parecía ser suya, ella parecía tan solo el vehículo de esta potencia, como el filamento de una bombilla, que cuando hay electricidad se enciende y produce una luz fuerte. Parecía que ella era así, igual que muchos artistas, pero me parecía también que no entendía lo que le pasaba. Estaba en el centro de esta potencia, y no sabía lo que le pasaba, no sabía dónde estaba y qué le sucedía, y esto significa estar destinada a un final terrible, porque cuando la luz se apaga, no puedes salir. Como me sucedió a mí con el alcohol. La intuición de esta correspondencia es el motor que hay en mi interior, el objetivo de mi deseo; como seres humanos, tenemos ese objetivo, este deseo dentro de nosotros, pero existe siempre esta otra posibilidad: una persona con dones excepcionales, con una gran potencia y capacidad, que al final se destruye, porque no ha comprendido lo que tenía dentro de sí. Alguien debía decirle: «No te preocupes, te está pasando esto». Todos nosotros – que escuchamos este asunto en los medios de comunicación – redujimos enseguida la tragedia de Amy, como si fuese inevitable: es una estrella, por tanto, es natural que beba, que se drogue... es normal. En cierto sentido lo es, pero por un motivo distinto, justamente porque describimos la experiencia de forma reducida en vez de preguntarnos: ¿cuál es mi naturaleza? ¿Cuál es mi deseo? ¿Cuál es la finalidad de mi deseo? ¿Qué testimonia mi voz? Incluso aunque no lo sepa. Tenemos ejemplos de ello en nuestra cultura todos los días. La cultura nos da una lectura de la realidad que parece atenerse a los hechos, que parece explicar todo, pero sin embargo deja fuera muchas cosas. En este caso, la humanidad de la persona, es decir, el hecho de que muriera cuando no estaba sobre un escenario. Acababa de desayunar unas tostadas. Se metió sola en la cama por última vez, y allí fue encontrada por su chófer. Hay una historia humana detrás de lo que escuchamos en los medios.