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Érase un santo varón que peregrinaba por rutas que desconocía a uno de los santuarios más
célebres del país. Se adentró sin darse cuenta en el bosque, y quedó atrapado y perdido
entre la maraña de matorrales y árboles inmensos. Caminaba en todas direcciones,
probaba todos los senderos, lo volvía a intentar, y no había manera de salir de ahí. Se
hallaba totalmente desorientado y abatido.
En su búsqueda inútil se encontró con un grupo de trabajadores que andaban también perdidos.
Al verlo, se dijeron: “He ahí a un santo varón que nos indicará el camino. Acerquémonos
a él”.
Y le suplicaron: “Santo varón, indícanos el camino mejor para salir del
bosque. Nos encontramos desorientados, ¡sálvanos!”. Pero él les contestó:
“No os puedo enseñar nada, porque yo también me encuentro perdido.
Cada paso que doy me lleva a un enredo mayor”.
“¿Qué hacemos, entonces?”, preguntó el que hacía de capataz. Y el santo
varón les propuso: “Hay muchos senderos que NO llevan a ninguna parte,
pero tiene que haber uno que nos conduzca a la salida. Busquémoslo juntos.
Cada uno comunicará a los demás las huellas o indicios que vaya encontrando. Y nos animaremos
mutuamente. Así podremos encontrar más fácilmente el verdadero camino que nos llevará a la
liberación y a la luz. FIN