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LA TEORÍA DEL APEGO, EL APEGO Y SU EVALUACIÓN

Rebeca Alvarado Cortés

INTRODUCCIÓN

La teoría del Apego desarrollada por John Bowlby proporciona la comprensión de los motivos

por los cuales las personas desarrollan vínculos a lo largo de su historia, y por qué reaccionan

como reaccionan ante su pérdida. Desde el nacimiento, el niño establece un vínculo con su

cuidador/a para garantizar la seguridad y protección ante el mundo al que acaba de llegar.

En la actualidad, la teoría del apego es una teoría que está propiciando un gran número de

investigaciones. Las consecuencias de las implicaciones de esta teoría son tan amplias como

diversas. Esta teoría da cabida a un modo de entender el desarrollo evolutivo de un niño

integrando los aspectos emocionales, cognitivos y relaciones. Ha favorecido la comprensión de

la psicopatología, ha dado lugar a un modo de psicoterapia, y a la formulación de nuevos

conceptos. Se ha postulado como un marco epistemológico nuevo dentro de la psicología.

Desde una vertiente más cognitiva, en la década de los ochenta, Vittorio Guidano se basó en las

ideas de Bowlby como marco de su teoría y dar nombre a una forma de psicoterapia

denominada por él psicoterapia cognitiva post-racionalista. En concreto, ha desarrollado una

formulación del desarrollo del sí mismo (el desarrollo de la identidad personal el ser humano la

construye a través de un proceso gradual en el cual va aprendiendo a conocerse a sí mismo y en

el que influye factores madurativos, sociales y cognitivos) en el que integra la teoría del apego,

organización de las experiencias emocionales y el crecimiento cognitivo. El apego es el medio a

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través del cual el niño integra los aspectos emocionales y cognitivos en una relación. Guidano y

Liotti (Guidano y Liotti, 2006) consideran la teoría del apego como un nuevo paradigma

integrativo del desarrollo humano, en donde las primeras experiencias y relaciones afectivas

determinan la vivencia emocional que experimenta el niño. Sus estudios y trabajo clínico les

llevan a dos líneas distintas. Por un lado, a la concepción de cuatro organizaciones del

significado personal relacionados con un estilo de apego particular (organización depresiva,

fóbica, obsesiva y desorden alimenticio), los procesos de apego y su relación en el origen de los

trastornos emocionales; y por otro, al planteamiento de una forma diferente de psicoterapia en

donde la calidad de la relación terapéutica es el punto central y en donde el contexto terapéutico

se convierte en un laboratorio en el cual terapeuta (experto en su materia) y paciente (experto en

su vida) son investigadores en un mismo plano.

Desde la vertiente psicoanalítica, otro autor que coge la teoría del apego como marco integrador

es Jeremy Holmes (Holmes, 2009), quien hace una integración de los conceptos y terapia

psicoanalítica con el apego haciendo que cada una ilumine a la otra. Para él, y siguiendo a

Bowlby, en la terapia, el terapeuta se convierte en la base segura en la relación con el paciente

propiciando, al igual que una madre (o padre), la situación a través de la cual explorarse a sí

mismo, el mundo y las relaciones. Y partiendo de las narraciones que hacen de su historia

propiciar la re-narración desde ellos mismo y diferente a la surgida en sus vínculos primarios de

apego. Asemeja la ciencia inmunológica (defensas contra agentes patógenos) a la teoría del

apego, en donde el individuo ve la seguridad psicológica en el vínculo de apego y en donde, en

ocasiones, la seguridad se pone en peligro. Y la competencia narrativa sería pareja a la

competencia inmunológica.

Estos son solo dos ejemplos del alcance de la propuesta de Bowlby.

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BOWLBY Y LA TEORÍA DEL APEGO

Bowlby nació en Londres en 1907 y falleció en 1990. Estudió medicina y luego ingresó en la

Sociedad Británica de Psicoanálisis. En un principio, su teoría se enmarca y desarrolla en la

teoría de las relaciones objetales. Buscaba dar respuesta a preguntas como qué es lo que une a

las personas o qué es lo que hace que las relaciones se mantengan más allá del afecto. En sus

inicios, trabajó con niños y delincuentes que habían tenido separaciones prolongadas, o habían

perdido a sus progenitores, observando las consecuencias emocionales que esto producía

(Bowlby, 2006). Además, él mismo también fue separado de su familia a la edad de siete años

como consecuencia de la primera guerra mundial. (Spinelli, 2000).

Para poder explicar y entender el desarrollo de las relaciones de un niño con otras personas,

Bowlby recurre a la etología pues encontró en esta disciplina la forma de estudiar el

comportamiento utilizando los conceptos psicoanalíticos, como el de instinto, conflicto y

mecanismo de defensa, desde una perspectiva científica que el psicoanálisis no aportaba, y

diferente a la propuesta del método científico de la teoría del aprendizaje. Para él, la teoría del

aprendizaje y el psicoanálisis no conseguían integrar los procedimientos de la primera con los

constructos de la segunda, y la etología si daba respuestas en el estudio del desarrollo del

comportamiento social y de las relaciones familiares en especies inferiores. Desde este marco,

comenzó a estudiar el comportamiento humano y su motivación. (Bowlby, 2006).

Las conclusiones a las que llega, le hacen utilizar otros conceptos que para él explican mejor los

resultados. Así, más que sean las necesidades de alimentación las que unen al niño a su madre, y

que esto haga posible la identificación y creación de lazos entre ambos, él postuló que es la

necesidad de protección y seguridad lo que lleva al niño a crear el vínculo, vínculo que llamó

apego. Como se refirió el mismo Bowlby (2006), es la madre en sí y no su seno. Esto es lo que

le hace cambiar el concepto de objeto por figura de apego, pues de esta manera para él expresa

el carácter protector, activo y relacional por parte de la madre frente al otro más pasivo. Por otro

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lado, el vínculo con la figura de apego sería el que hubiera hecho posible la supervivencia del

bebé, y de la especie humana por extensión, pues dicha figura le protege de los peligros y

amenazas del medio (frente a la necesidad de alimentación). Y para ello, la cría vendría con un

sistema preprogramado, un sistema de conductas como llorar o sonreír, que se desplegaría ante

ciertas circunstancias ambientales, con el fin de conseguir dicha protección; pero el apego,

siendo una predisposición innata, requeriría de un ambiente y de unas experiencias para

organizarse. Así, el apego sería una tendencia que lleva a los seres humanos a crear vínculos con

otros, y que hace posible el despliegue de ciertos comportamientos encaminados a establecer

proximidad, en un principio, y la disponibilidad, posteriormente. Otro punto al que va a dar una

explicación diferente, y en el que va a discrepar con la corriente psicoanalítica, es la noción de

fantasía como origen del desarrollo, defendida por M. Klein como fantasías del niño que van

definiendo las relaciones objetales. Para Bowlby la relación y las experiencias derivadas de

dicha relación serían las que tienen una influencia en el desarrollo (Bowlby, 2006; Wallin,

2012).

CONCEPTOS BÁSICOS

En la teoría del apego Bowlby expuso que los seres humanos tienen la necesidad evolutiva de

establecer vínculos emocionales para su supervivencia y su seguridad, contando desde su

nacimiento con un sistema psicobiológico innato (sistema conductual de apego), un sistema de

motivación para satisfacer dicha necesidad, a partir del cual tendería a establecer vínculos con

otros que le rodean (figuras de apego). Las conductas del sistema serían aquellas que ante una

situación de amenaza se manifiestan para mantener la proximidad de la figura de apego como el

llanto, agarrarse, reptar o la intensa protesta. Esta figura de apego, además, se convierte en la

base segura desde la cual explorar el mundo circundante y a la cual poder volver en momentos

de amenaza o cansancio (denominado por Bolwby sistema conductual exploratorio).

Dependiendo de la valoración que el niño haga de la base, de su disponibilidad, así será el

comportamiento exploratorio. Si la figura de apego es sensible a las necesidades del niño

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ofreciendo protección y apoyo a la vez que le permite la exploración se convertirá en digna de

confianza al tiempo que el niño se sentirá más libre para acercarse al mundo. La disponibilidad

de la figura no se circunscribiría a su mera presencia física, sino que estaría más relacionada con

la receptividad emocional pues la presencia puede no satisfacer la necesidad del niño si no

percibe, y es consecuente, con dicha necesidad. Al mismo tiempo, el niño debe sentir a través de

su experiencia interna subjetiva que está a salvo, seguro. Así pues, en este juego relacional, el

niño también valora y manifiesta comportamientos consecuentes de exploración o de

mantenimiento de proximidad (Bowlby, 2006; Wallin, 2012).

De este modo, tenemos por un lado un sistema conductual de apego que está presente en el niño

le es inherente durante toda la vida apareciendo en menor medida en momentos posteriores que

en la infancia pero sí ante todas aquellas situaciones que sean potencialmente amenazantes o

que pongan en peligro al individuo; y por otro lado, esta necesidad de apegarse que comporta

una forma aprendida a través de los primeros años serán los que se manifiesten cuando se vayan

estableciendo otras relaciones a través de lo que Bowlby denominó modelo funcional de apego.

Este modelo se habría ido construyendo en la infancia correspondiéndose al conocimiento

obtenido de las interacciones del niño con las figuras de apego y estaría constituido por

esquemas mentales a cerca de las figuras de apego, de cómo reaccionan, y de su disponibilidad.

Un modelo para ir dando significado, sentido y control al mundo relacional del niño. A su vez,

este modelo es el que se despliega ante las interacciones en la vida adulta y también puede ser

objeto de modificaciones por dichas interacciones, pues depende de las situaciones, de las

interacciones y de los modelos que los otros despliegan (Bowlby, 2006; Wallin, 2012).

Aquellas experiencias en la que el niño haya conseguido una figura de apego segura a través de

la que explorar el mundo, sensible a sus necesidades, conlleva una estabilidad emocional dando

lugar a representaciones mentales positivas de sí y de los demás. Sin embargo, la situación

inversa da lugar a inseguridad y representaciones mentales negativas de sí mimo y de los demás

(Mikulincer y Shaver, 2012). Así pues, dentro del apego existen varios tipos.

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TIPOS DE APEGO

En un principio, Bowlby habla de apego seguro y apego angustioso, entendiendo éste último

como estar en un estado permanente de ansiedad, y sería consecuencia de situaciones cotidianas

vividas con los padres en las que éstos actuaran de forma, como el mismo Bowlby mencionó,

patógena (amenazando, castigando, desatendiendo o culpabilizando) (Bowlby). Estaba

convencido que eran las interacciones diarias las que determinaban unas formas u otras. Pero

fue una colega, la doctora estadunidense Mary Ainsworth, quien diseñó un estudio para probarlo

empíricamente (Wallin, 2012), denominado la Situación del Extraño. A raíz de este estudio, la

Situación del Extraño se ha convertido en el paradigma experimental de la teoría del apego

(Florez y col.).

Ainsworth observó el comportamiento de los niños en una situación en la que los padres se

marchaban quedándose el niño a solas con un extraño en una sala de juegos. La madre o el

padre volvían durante unos minutos y se volvían a marchar, y finalmente salían la persona

desconocida y la madre o padre. En base al comportamiento explorador y las conductas de

apego, Ainsworth confirmó que la madre actuaba como una base segura a partir de la cual

explorar, y que en su ausencia la amenaza activaba conductas de apego y el niño inhibía la

conducta exploratoria. En función de los comportamientos observados, describió tres patrones

(tipos) de apego. Pero el descubrimiento más sorprendente fue que lo principal en el vínculo de

apego era la calidad de la comunicación entre ambos. Posteriormente, en otro estudio se

encontró un patrón comportamental diferente que había pasado desapercibido y que fue

incluido. Por un lado estaría el apego seguro, y por otro el apego inseguro, y éste a su vez puede

ser evitativo(o elusivo), ambivalente (o ansioso-resistente) y desorganizado-desorientado.

Apego Seguro. Se caracteriza por una confianza en el cuidador (figura de apego) que estará

disponible y será sensible a las necesidades del infante. Los niños con apego seguro pueden

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separarse de la madre pues saben que si en algún momento las circunstancias suponen alguna

amenaza sentida por él, la madre responderá atendiendo a su llamada. Y, además, pasada la

amenaza o reconfortado el niño, deja que vuelva a su actividad. De esta forma, el niño va

creando esquemas a cerca de las personas que le cuidan como confiables, al tiempo que ellos

también se creen dignos de confianza.

Apego Inseguro evitativo o elusivo. Estos niños, cuando la madre salía de la habitación,

mostraban comportamientos independientes de exploración. Exploran tanto en su presencia

como en su ausencia, pero tampoco la miran, o buscan. No muestran signos de angustia. No

obstante, el pulso cardíaco y los niveles de cortisol aumentan (Wallin, 2012). Según Ainsworth,

estos niños tenían dificultades emocionales. Habían ido aprendiendo que ante la necesidad de

ser protegidos, no solo no lo habían obtenido sino que además habían sentido el rechazo. Ante

esto, y con el fin de evitar frustraciones posteriores, responden con defensas y evitación

intentando negar la necesidad que tienen, construyendo una coraza para protegerse. (Oliva,

1995; Florez y col.). Ante la activación emocional sobrerregulan el afecto a fin de evitar otras

situaciones similares al rechazo (Fonagy, 1999).

Apego inseguro ambivalente o resistente. En esta ocasión, los niños mostraban mucha

preocupación a la hora de explorar. Cuando la madre se ausenta, apenas exploran y algunos

exhiben comportamientos de angustia como llorar. Al regreso de la madre, sus comportamientos

oscilan entre la irritación y el acercamiento, y no son capaces de calmarse en presencia o en

brazos de la madre. Se observó también que los comportamientos de las madres en casa en

ocasiones son responsivos a las necesidades del niño, y en ocasiones no, dependiendo más del

estado en el que ésta se encuentre. Al tiempo, inhiben las conductas exploratorias del niño

cuando éste las inicia interfiriendo en ellas, con lo que el desarrollo de la autonomía se ve

mermado. (Oliva, 1995). En este tipo de vinculación, el niño siente una inseguridad a cerca de la

accesibilidad de la madre con lo que desarrolla conductas para aumentar el acercamiento y el

aferramiento, conductas de mayor demanda de atención. En este tipo de apego, los niños

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subregulan el afecto expresando mayores muestras de ansiedad con el fin de aumentar el

contacto materno (Fonagy, 1999).

Apego inseguro desorganizado/desorientado. Este tipo fue hallado posteriormente al hacer un

análisis más exhaustivo de las interacciones que no eran clasificables. Estos niños dan muestras

de confusión y comportamientos contradictorios como acercarse a la madre y mirar hacia otro

lado, llorar en su presencia o mostrar movimientos estereotipados. (Oliv, 1995; Fonagy, 1999).

Para estos niños, sus madres (o cuidadores) son fuente de peligro y temor. Estos estudios fueron

llevados a cabo por Mary Main y añadió a la interacción no solo a padres aterradores sino

también a los asustados o disociados, y la estrategia desarrollada por los niños está caracterizada

por el miedo (Wallin, 2012).

Posteriormente, un estudio llevado a cabo por Main y col. (Wallin, 2012) demostró

empíricamente el modelo funcional interno de Bowlby, esto es, que la representación mental del

modo de relacionarse con otros y de sí mismo la construyen las personas en sus interacciones de

la infancia con las figuras de apego sirviendo como un marco para percibir e interpretar a los

demás al mismo tiempo que desarrollar conductas. Partiendo de que las representaciones

internas no son accesibles a la conciencia, sus resultados se obtuvieron no tanto de qué

verbalizaban sino del cómo, por ello se fijó en los procesos narrativos, como por ejemplo lapsus

de recuerdo, cuando la investigación se centraba en los padres; y cuando el objeto de estudio

eran los niños, a los 12 meses a través de la situación del extraño, y a los 6 años a través de las

verbalizaciones hechas cuando se le presentaban fotos o cuando realizaban el dibujo de la

familia. A parte de las conclusiones a las que llegaron en el estudio, desarrollaron una forma de

evaluar el mundo interior de los padres a través de lo que denominaron la Entrevista de Apego

Adulto, que correlaciona con los distintos tipos de apego de la situación del extraño y que ha

sido probada empíricamente por otros investigadores de todo el mundo (Wallin, 2012; Oliva,

1995).

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De la Entrevista de Apego Adulto, se extraen cuatro tipos de patrones de apego como modelos

internos de relación, de estado anímico con respecto al apego, y que se corresponden con los

tipos de apego infantil.

El apego seguro-autónomo está caracterizado por una entrevista colaborativa y un discurso

coherente. Son capaces de hablar de sus vínculos de apego relacionando los recuerdos con los

sentimientos y los pensamientos sin que éstos les invadan emocionalmente. La valoración de la

experiencia no estaría determinada por la carga emocional que la experiencia supuso. El punto

crucial sería la capacidad de reflexionar sobre las experiencias tempranas tomando distancia del

recuerdo en sí, y esto a pesar de haber tenido relaciones inseguras con sus figuras de apego. Lo

que se observó es que hablaban de su vida integrando el recuerdo con la relación de apego.

Estos modelos serían flexibles, abiertos y autorreflexivos.

Los otros tres patrones de apego se corresponderían con los apegos inseguros. En estos casos,

las formas de relatar la propia vida estaría caracterizada por no haber tal integración entre las

experiencias de la infancia y el sentido de aquéllas. En esta ocasión, la colaboración y la

coherencia desaparecerían. El negador, que equivaldría al evitativo por negar las emociones,

presenta un discurso sin recuerdos de las experiencias de apego en la infancia, o, cuando

aparecen, en éstos se exalta la figura idealizándola. En estos casos, la experiencia de apego es

negada. Evolutivamente, los niños, ante la falta de apoyo y consuelo físico y emocional en una

situación de amenaza, inhiben el sistema conductual de apego desarrollando un modelo de

autosuficiencia a la vez que otro más inconsciente, del que se tienen que defender de la

vulnerabilidad ante el peligro. Y el otro se convierte en fuente de amenaza. Otro patrón de

apego es el preocupado, correspondiente al ambivalente, en donde las emociones en el discurso

se hacen presentes y en las relaciones actuales, como en los recuerdos, cobran un cariz especial

y aumentado. En esta ocasión, las verbalizaciones a cerca de los recuerdos son escasas, no

porque no sean capaces de recodar sino porque las emociones interfieren en ellos. Así, el

recuerdo, más que pertenecer al pasado sigue viviéndose como una preocupación presente

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relacionada con la relación de apego, y la narrativa se convierte en incoherente, por ejemplo a

través de un lenguaje infantil o vago. El pasado sigue viviéndose con ira, miedo o pasividad. En

este patrón, subyace el miedo al abandono pues la figura de apego a veces está y otras no, lo que

genera angustia. Finalmente, el otro patrón, denominado por Main irresoluto, y relacionado con

el apego desorganizado, está relacionado con experiencias infantiles de trauma en el que la

figura de apego aterrorizaba o provocaba miedo por su propio miedo o disociación. Y, además,

lo determinante no era tanto la experiencia en sí sino la elaboración y resolución de dicha

experiencia por parte de los padres. Por ello, de adultos los discursos tienen lagunas de

recuerdo, incoherencias, pensamientos irreales como creer que con un pensamiento podían

haber matado a alguien. Las narraciones se caracterizan por verbalizaciones contrapuestas como

relatar un hecho superficialmente y, de repente, centrarse en la descripción de los detalles de

algo, o un habla fluida interrumpida por periodos de silencio.

Como se puede observar, una característica que diferencia un patrón seguro de uno inseguro

viene determinada por la capacidad reflexiva que los individuos desarrollan y que se observa en

sus narrativas posteriores. Este punto clave fue desarrollado por Peter Fonagy (Wallin, 2012)

quien centró la investigación en los estados mentales, introduciendo el concepto de

mentalización como capacidad y proceso para saber de forma inconsciente y consciente de la

mente del otro y de la propia, que se desarrolla en las relaciones de apego y a través de la

capacidad de la función reflexiva. Fonagy (1999) añade a la teoría del apego un cambio pues lo

que indicaría un apego seguro, o no, vendría determinado por la asunción de los estados

mentales por parte del niño respecto a la respuesta del cuidador en vez de la creencia acerca del

propósito de dicha respuesta, y que, a su vez, esta capacidad de reflexionar sobre los estados

mentales se adquiere a través de la capacidad de mentalizar del cuidador. Mentalización y

función reflexiva, capacidad de reflexionar sobre los estados emocionales propios y de los

demás, hito del desarrollo humano después de haber logrado separarse de la realidad inmediata

en donde se produce una equivalencia entre el mundo subjetivo y la realidad externa, o en donde

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se produce un modo de simulación en el que se disociaría el mundo externo del interno (Wallin,

2012).

Las implicaciones de estos conceptos desde la primera exposición de Bolwby hasta las últimas

aportaciones son de gran magnitud pues no sólo dan explicación del desarrollo desde un punto

de vista diferente sino que también aportan una forma de comprender la psicopatología y la

psicoterapia distinta y/o complementaria, pues el contexto terapéutico no está separado de la

relación terapéutica, y según este modelo de apego, esta relación íntima entre paciente y

terapeuta se convertirá en un vínculo de apego, en principio determinado por el que trae el

paciente y distinto al finalizar. En este contexto cobra importancia, no solo por sus

implicaciones evolutivas y psicopatológicas sino también por el juego que puede llegar a

establecerse entre ambos, evaluar el apego del paciente.

LA EVALUACIÓN DEL APEGO

Ya en su estudio Main utilizó para investigar los patrones y estilos de apego la Entrevista de

Apego Adulto, el dibujo de la familia y fotografías de niños que se iban a separar de sus padres

y en el que se le pedían respuestas respecto a los sentimientos.

Como demostró Main (Wallin, 2012), los patrones de apego pueden evaluarse a través de las

narrativas que demuestran el estado de ánimo con respecto a las figuras de apego, narrativas que

descubren los modelos funcionales internos de las personas, y éstas, a su vez, dejan acceder a

los modelos inconscientes. Por ello, la atención está centrada en la forma del discurso más que

en el contenido. A pesar de que esta entrevista hubiera sido diseñada para la investigación, es

una herramienta útil para la evaluación.

Consiste en que el paciente hable de su biografía a través de preguntas de su infancia, una

entrevista semiestructurada de la que se obtiene una narrativa autobiográfica. A su vez, el

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terapeuta atiende a cuatro aspectos del discurso, que son la calidad, cantidad, relación y modo.

La calidad tiene que ver con la sinceridad o pruebas que aporta y que confirman lo que se dice.

La cantidad con la exposición clara y completa, ni breve ni con excesivos detalles. La relación

con la correspondencia entre la pregunta del entrevistador y la respuesta que emite. Y el modo

hace referencia a la forma de la comunicación, si ésta es clara, confusa, vaga o incoherente

(Aznárez, 2013; Wallin, 2012).

De esta forma, los individuos seguros-autónomos muestran una comunicación clara, sincera,

precisa y coherente. También capacidad reflexiva mientras se produce la narración. Los

negadores presentan un discurso con dificultades colaborativas e incoherente, en el que

aparecen contradicciones y falta de recuerdos. Los preocupados mantienen un discurso en el que

los recuerdos de la infancia parece que correspondieran al presente y aunque sí se da un discurso

sincero éste es confuso. El miedo, la ira o la impotencia son sentimientos que aparecen en las

relaciones actuales, pudiéndose dar también en la relación con el terapeuta. Los no-resueltos

tienen un discurso caracterizado por lapsus que se observan en cambios de actitud mientras

hablan. Un discurso desorganizado y desorientado en el razonamiento, con frases incompletas y

pausas largas. Es como si el trauma, la pérdida o el conflicto interno se introdujera y dificultara

la narración. La función reflexiva estaría ausente en estos tres últimos patrones.

También se han desarrollado cuestionarios que permiten medir las representaciones de apego.

Uno de ellos, traducido al castellano, es el CaMir (Balluerka y col., 2011) que consta de 75

items a los que la persona contesta según las valoraciones que hace con respecto a su

experiencia tanto en la infancia como en la actualidad y sobre la dinámica familiar. Evalúa el

apego seguro, el preocupado y el evitativo. Presenta varias ventajas como ser administrado a

adolescentes, es independiente de la estructura familiar de origen y proporciona medidas

dimensionales. Aunque es largo, existe una versión castellana reducida realizada por Balluerka

y col. (Balluerka y col., 2011).

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El hecho de que en la investigación Main utilizara otras formas de correlacionar el apego adulto

con la infancia a través de pruebas proyectivas, la situación del Extraño y las respuestas a

fotografías de familias, y que los resultados hayan sido corroborados por otras investigaciones,

hace posible que los patrones de apego, el apego y el desapego puedan evaluarse desde otros

instrumentos como las técnicas proyectivas.

Las técnicas proyectivas se basan en las respuestas del individuo, que pueden ser creaciones

gráficas (ej, dibujos) o percepciones ante una consigna emitida de forma verbal, para obtener

una comprensión del funcionamiento dinámico a través de cualidades cognitivas e

inconscientes.

En los test proyectivos gráficos, las realizaciones expresivas hechas por los pacientes ponen de

manifiesto tanto su historia como su mundo interior-subjetivo, una forma de expresar la

percepción que tiene del mundo, de sí y de su relación con él. Es un estímulo al que tiene que

dar una respuesta, un estímulo que llama a la imaginación y una respuesta del sí mismo. Ante

una hoja en blanco y una consigna (dibujar una persona, un árbol, una casa, etc.) tiene que

desplegar sus capacidades cognitiva como percepción, memoria o atención proyectando su

estado anímico, sus conflictos, mecanismos de defensa, o su yo (De Santiago y col., 1999).

El test del dibujo de la familia está indicado a partir de 5 o 6 años. Se pide que dibuje una

familia (no tu familia) para ver el grado de proyección y discrepancia entre la real y la dibujada.

Al término, se hace una serie de preguntas para averiguar los motivos por los cuales se

identifica con uno y otro miembro de la familia.

Los dibujos de familia de los apegos seguros se caracterizan por ser realistas, las figuras

dibujadas suelen estar juntas y con los brazos abiertos. En el apego evitativo, las figuras las

dibujan de forma estereotipada, sonrientes, alejadas y a veces como flotando. El apego

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ambivalente representan las figuras muy juntas, y éstas muy grandes o muy pequeñas (Wallin,

2012).

A la vista de estos resultados y con los datos disponibles de los patrones de apego, cabe pensar

que otras pruebas proyectivas gráficas muestres resultados similares.

Así, en el test del dibujo de la figura humana (DFH) se pide primero que dibuje a una persona,

después que dibuje a otra de sexo opuesto, y, finalmente, que narre una historia con las dos

figuras. A través de la interpretación expresiva del dibujo el clínico puede obtener datos que

apunten a uno u otro patrón. Por ejemplo, los brazos representan los rasgos de contacto. Los

brazos cortos están relacionados con el temor a la evaluación del otro y con dificultades

sociales; los brazos largos lo están con la agresividad exterior; y su ausencia puede indicar algún

trauma. Y a través de la historia observar la narrativa atendiendo al tema (conflictos actuales) y

a los matices (afectividad consciente e inconsciente). En la posterior entrevista a cerca de la

historia, se obtiene una narrativa que se podría relacionar con los patrones de apego.

Otra prueba proyectiva gráfica útil puede ser el test del árbol. En esta ocasión, el dibujo al no

estar relacionado con personas puede dejar más libertad para la proyección de la persona pues la

identificación escaparía a la consciencia. La consigna es “dibuja un árbol, que no sea un abeto”

y a su término se realizan una serie de preguntas como qué clase de árbol es, dónde está, si está

vivo o muerto, etc. Cada parte del árbol tiene un significado. Las raíces representan la parte

impulsiva, la preocupación por el contacto con la realidad; el tronco está relacionado con el yo,

el concepto de uno mismo y los afectos; y las ramas corresponden a las relaciones sociales, los

recursos para conseguir gratificaciones. A su vez, el tronco está relacionado con la vida y la

biografía de esa persona. Así pues, pueden observarse acontecimientos traumáticos a través de

cicatrices o marcas dibujadas en él y obtener un índice, índice de Wittgestein, para estimar el

momento en que sucedió.

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Otro grupo de técnicas proyectivas que puede ser útil son las técnicas aperceptivas en las cuales

la persona tiene que responder a un estímulo que se le presenta organizando previamente su

mundo interno, estímulos que no tienen significados y a los que debe darle alguno.

Dentro de este grupo se encuentra el test de Rorschach, en el que se presenta un número de

láminas en las que aparecen unas manchas de tinta. Permite obtener las características

psicológicas de un individuo. El análisis de esta prueba conlleva un proceso de análisis de

aspectos cualitativos, cuantitativos, simbólico y dinámico. En concreto, dentro del análisis

cualitativo y a través de los determinantes se valora la relación del individuo con el medio. Así,

el contacto con el medio se realiza a través de las formas; los sentimientos y la actitud interna

es mediante el movimiento, pues no está presente de forma explícita en la lámina y debe

aportarlo desde su vivencia anterior; el color representa la expresión de la afectividad, la fuerza

instintiva emocional, la regulación emocional; con el claroscuro (matices negros-grises) se

observa el estado de ánimo central y los estados de angustia; y la textura hace referencia a las

necesidades afectivas. Toda esta información podría llevar a entender cómo es la relación de

apego.

Para finalizar con la exposición de instrumentos de medida, haré referencia al test desiderativo,

perteneciente a los test proyectivos de asociación de palabras pues el sujeto responde lo primero

que piensa ante una frase verbal. En este test, se pregunta sobre qué le gustaría, o no, ser si no

pudiera ser una persona y por qué. El individuo debe por unos momentos imaginar de forma

fantaseada su propia muerte y, así, discriminar entre fantasía y realidad para jugar a la propuesta

del examinador. Como consecuencia, si el sujeto es capaz de diferenciar la realidad concreta de

la experiencia simbólica imaginada entrará a jugar. Por el contrario, si realidad y símbolo se

equiparan aparecen fracasos en cuanto dificultades para reinstalar el objeto necesitado y perdido

y para tolerar experiencias nuevas. La pérdida imaginada estaría relacionada con el desapego: en

qué medida es capaz de incluir simbólicamente la figura de apego para no necesitar su presencia

física, o cómo afecta el duelo. Y ello conlleva, a su vez, la capacidad reflexiva de la experiencia.

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Al elegir-desear (o lo que no desearía ser) se produce el desapego para volver a apegarse a otros

(las respuestas que emite) (Aznárez, 2012; Siquier)

Esta última cuestión, apego-desapego-apego, podría también ser aplicable a las otras pruebas

mencionadas pues, ante la consigna, la persona se sitúa en la tesitura de estructurar y responder

a lo que se le pide (ya sea dibujar o ver algo en una mancha), superar la ansiedad que supone

una situación nueva que hay que resolver. De esta forma, si no se puede, o no inicialmente, la

realidad inmediata se ha solapado con la realidad interior, anulándose o no existiendo la

capacidad reflexiva necesaria, y que es propia de los apegos seguros.

Serán necesarias futuras investigaciones que aporten datos para relacionar las pruebas

proyectivas con los estilos de apego. Esta forma de evaluación puede ser beneficiosa con

pacientes que presenten dificultades verbales y/o narrativas, viniendo a complementar las ya

existentes.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aznarez, B. (2012). Evaluación psicológica y psicodiagnóstico. Curso de evaluación


psicológica y psicodiagnóstico. Sociedad de Medicina Psicosomática y Psicoterapia.

Aznarez, B. (2013). Obtención de la narrativa de apego en el proceso psicodiagnóstico. Curso


de evaluación psicológica y psicodiagnóstico. Sociedad de Medicina Psicosomática y
Psicoterapia.

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