¡háblale a tus células con honda emoción! pídeles que cumplan bien con su tarea y que restablezcan su óptima función.
Dirígete a ellas de forma serena
y con la inflexión que mejor te cuadre con el tono dulce de una madre buena o con la firmeza con la que habla un padre.
Pero siempre hazlo de manera suave
como si le hablaras al ser más querido porque en el amor reside la clave para que el mensaje sea correspondido.
Y diles las frases que surjan de adentro
las que más te nazcan desde el corazón: “Vuelvan mis amadas a su justo centro recobren ya mismo su alta perfección.
Restauren ahora la exacta plantilla
de nuestro perfecto diseño inicial, recuperen, niñas, la Luz que más brilla la de nuestra impronta completa y cabal.
Las amo, pequeñas, y les agradezco
que aquí en éste instante reciban mi amor y que restablezcan lo que me merezco: que mi Ser recobre todo su esplendor.”
Cuando tu sostienes con suave insistencia
ese sentimiento de alta apreciación creas un efecto llamado “coherencia” en el magnetismo de tu corazón.
Y como ese campo se halla conectado
con el vibratorio campo universal nos responde siempre, si le hemos hablado con su propio idioma “el emocional.”
Ellas, de ese modo captan tu mensaje
perciben la carga que lleva tu acento y vibran felices de darle hospedaje al amor que envías con tu pensamiento. Y así agradecidas de que al fin les hables con tanta ternura, con tanta atención, responden veloces a tu trato amable apurando el curso de tu curación.
¡Háblales amigo con genuino afecto
y mientras les hablas siéntete sanado saludable, fuerte, vital y perfecto, con tu cuerpo entero todo iluminado!
¡Haz que este cariño se torne ostensible
haz que lo transmita tu tono de voz y te darás cuanta que no hay imposibles para aquel que asume que es parte de Dios!