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La Homosexualidad Histerica Luciano Lutereau
La Homosexualidad Histerica Luciano Lutereau
Desde hace un tiempo, con un equipo de colegas, venimos trabajando con el interés
de delimitar y cernir esa posición subjetiva que se acostumbra llamar “homosexualidad
femenina”.1[1]
1[1] El resultado de este trabajo se verá reflejado en un libro que saldrá en el curso de este año 2013:
Sentir de otro modo. Amor, deseo y goce en la homosexualidad femenina, que escribimos junto a Lujan
Iuale y Santiago Thompson.
Esta última observación nos lleva a una cuestión significativa: si el sujeto es la
división subjetiva, nunca podemos dejar de tratar de precisar qué posición toma el ser
hablante respecto de aquélla. Y aquí no indicamos ningún mecanismo específico, sino
el carácter electivo que siempre encontramos frente al conflicto. Por ejemplo,
pensemos en el caso del olvido de nombres propios en la Psicopatología de la vida
cotidiana: antes de realizar toda la deriva significante que permite encontrar la
determinación inconsciente de esa formación discursiva, es importante no olvidar la
decisión de Freud de callar…
He aquí, entonces, por qué con el curso de los años Lacan introdujo la noción de
parlêtre: esta última referencia no es un equivalente del sujeto, sino que recupera,
más allá del efecto de división, la posición que cada “ser hablante” toma respecto del
padecimiento.
Por otro lado, desde la perspectiva kleiniana también se intentó unificar una
suerte de “tipo general” y así se consolidó una explicación para todo uso: la
homosexualidad femenina sería el resultado de una fijación pre-edípica a la madre… No
obstante, ¿qué no se explica en el kleinismo por una fijación con la madre? Además,
¡¿quién no está fijado a su madre?!
Este último énfasis retoma ese interés psicopatológico del que hablábamos al
principio, el intento de cernir un mecanismo, que incluso se buscó en la obra misma de
Freud, en el caso de la joven homosexual, en ese punto en que se habla de “dar la
espalda al padre”. En la tradición francesa de esta expresión, se vertió el término como
“decepción”, y así es que algunos psicoanalistas lacanianos actuales hablan de que
éste sería el mecanismo de la homosexualidad femenina, al que además asocian cierto
rasgo querellante por identificación regresiva con el padre… De más está decir que
considero que esta posición es prácticamente ridícula, ya que no hay más que revisar
el caso de la joven homosexual para advertir que Freud deja siempre en suspenso la
cuestión de la “psicogénesis” y a lo suma está verificando la forma de separación a
través de la identificación que había conceptualizado poco tiempo antes en Psicología
de las masas y análisis del yo.
Éste es el sentido del libro Sentir de otro modo. Amor, deseo y goce en la
homosexualidad femenina: ubicar tres formas clínicas de homosexualidad en relación a
la mujer, a través de la histeria, la perversión y cierta posición femenina. En esta
ocasión trabajaremos sobre la posición histérica
De acuerdo con este esquema es que puede decirse que Dora era una suerte de
“joven homosexual”. Aunque no más que otra conocida histérica freudiana: la Bella
Carnicera, quien sueña con la cena impedida que podría agasajar a una amiga y cuyo
análisis confirma que igualmente se trata de una realización de deseo. En este sueño,
el significante de su deseo (caviar) se sustituye por el de su amiga (salmón), variación
que demuestra el deslizamiento que atañe al interés de la histérica por todo deseo más
allá del objeto en cuestión —esa pasión que Freud llamara “identificación histérica” en
Psicología de las masa y análisis del yo (1920)—; (6) sin embargo, el factor crucial de
la polarización del deseo se encuentra en la extraña preferencia que podría interesar al
carnicero en aquella amiga demasiado flaca: ¿qué podría ver este hombre —a quien le
gustaban las redondeces— en ella? Lacan expresa esta conclusión en los siguientes
términos:
“Pero ¿cómo puede ser amada otra (¿acaso no basta para que la paciente lo
piense con que su marido la considere?) por un hombre que no podría
satisfacerse con ella (él, el hombre de la rebanada de trasero)?” (7)
Ahora bien, ¿no debería reconocerse que hay un punto en que ese interés por la
Otra hace de la Bella Carnicera también una suerte de homosexual? He aquí el núcleo
de aquello que suele llamarse identificación viril: en absoluto se trata de que la
histérica asuma rasgos propios del hombre, en el sentido de la conducta fenoménica,
sino de su posición de interrogación de la cuestión de la feminidad a través del
carácter enigmático —ese punto ciego— del deseo del Otro. Este aspecto muchas
veces se expresa en ese síntoma central en la histeria que son los celos o bien en la
pregunta que muchas mujeres formulan a sus parejas actuales respecto de sus
anteriores compañeras: “¿Cómo pudiste estar con ella?”, donde en ese reproche se
encuentra menos una recriminación vacía o injuriante que la intención de responder
con el saber a la pregunta por el goce femenino.
De acuerdo con esta reinterpretación de los desarrollos acerca del Edipo, cuyo
punto de alcance son las fórmulas de la sexuación —en las cuales se distingue el lado
macho y el lado mujer—, cabe preguntarse: ¿cómo se localiza la histérica respecto de
su posición sexuada? Es importante destacar el énfasis en esta última expresión, ya
que el efecto principal de ese movimiento conceptual en la clínica de Lacan radica en
que se deja de pensar la relación con el sexo en términos de identificaciones (por
ejemplo, para la mujer: la “ser el falo”, circunstancia asociada a la donación de su
amor en función de aquello que no tiene, es decir, da su cuerpo como intercambio en
la demanda amorosa) para interrogar la posición sexuada a partir de la interrelación
del amor, el deseo y el goce.
Notas
(1)Cf. FREUD, S., “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. En: Obras Completas,
Amorrortu, Buenos Aires, 1998, vol. VII, p. 105.
(2)Cf. LACAN, S., El Seminario, Libro 20. Aún, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 103.
(3)Así, por ejemplo, en el tercer desarrollo de verdad que Lacan propone en este escrito,
sostiene: “La atracción fascinada de Dora hacia la señora K. (“su cuerpo
blanquísimo”)…” (Lacan, 1951, 209).
(4)Cf. FREUD, S., “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. En: Obras Completas,
Amorrortu, Buenos Aires, 1998, vol. VII, p. 27.
(5)“Vio cómo una persona era arrollada por un carruaje. Por último sacó a relucir que la
víctima del accidente no era otra que el señor K.” (Freud, 1905, 106).
(6)En estos términos, por ejemplo, expresa Lacan el interés de la histeria por los “chismes”:
“La devoción de la histérica, su pasión por identificarse con todos los dramas
sentimentales, de estar ahí, de sostener entre bastidores todo lo que pueda ocurrir que sea
apasionante…” (Lacan, 1960-61, 281).
(7)Cf. LACAN, S., “La dirección de la cura y los principios de su poder”. En: Escritos 2,
Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 606.
(9)Cf. LACAN, S., El Seminario, Libro 17. El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos
Aires, 2007, p. 137.
Bibliografía
LACAN, S., “Intervención sobre la transferencia”. En: Escritos 1, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2002.
LACAN, S., “La dirección de la cura y los principios de su poder”. En: Escritos 2, Siglo
XXI, Buenos Aires, 2002.
LACAN, S., El Seminario, Libro 17. El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires,
2007.
LACAN, S., El Seminario, Libro 20. Aún, Paidós, Buenos Aires, 2002.