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La Angostura Del Evangelio PDF
La Angostura Del Evangelio PDF
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“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el
camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque
estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los
que la hallan.” —Mateo 7:13–14
A veces creo que una sencilla y famosa historia de las fábulas de Esopo tiene
bastante que decir al cristiano moderno. Me refiero a la famosa historia de
la rana y el buey. Un día, dice, una pequeña rana en un prado levantó la
cabeza y observó a un buey a su lado. Miró al buey y comenzó a admirarle, y
deseó ser tan fuerte y grande como el buey. «Soy tan pequeña e
insignificante —dijo—. Qué maravilloso debe de ser tener la anchura y
amplitud de ese buey». Y la historia narra cómo la rana empezó a imitar al
buey y empezó a expandirse, a hacerse cada vez más grande, más amplia, y
finalmente alcanzó un punto en que explotó y dejó de existir. Ahora bien,
eso, a menos que me esté equivocando, es lo que le ha venido ocurriendo a
la llamada fe de muchos cristianos en los últimos 50 años. En su deseo de
volverse amplia y ancha, la pequeña fe cristiana que tuviera el hombre ha
dejado de existir hace tiempo. No estoy muy seguro de cuál es la explicación
exacta del fenómeno, pero creo que debemos reconocer que ha habido una
tendencia en la Iglesia, particularmente en este siglo, a tener gran respeto y
consideración por el hombre de conocimiento científico. Este se ha
convertido en la autoridad última en todas estas cuestiones. La Iglesia ha
llegado muy lejos a fin de complacerle; ha estado dispuesta a no recalcar
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demasiado ciertas doctrinas de su credo y a borrar ciertas porciones de la
Biblia, y al hacerlo se ha alejado mucho del ejemplo que dio su Señor y
Maestro. Nunca veo a Jesucristo cambiando su evangelio a fin de que se
ajuste a las personas. Más bien le veo cambiando a las personas a fin de que
se ajusten al evangelio. Podemos tener la certeza absoluta de que no habrá
avivamiento verdadero alguno en este país, a pesar de lo que pueda estar
ocurriendo a nuestro alrededor, hasta que volvamos al patrón real.
Este es mi cometido:
Les guste o no a los hombres, nuestra misión es predicar la verdad que fue
entregada a los santos una vez para siempre. Existe un peligro muy real de
desarrollar una especie de complejo de inferioridad por temor a ser
estrechos de ideas que, en última instancia, ocasione el naufragio de nuestra
fe. Pero todo esto es un apéndice.
Porque mi texto no es un texto negativo, sino un texto muy positivo. Nos dice
que no solo no debemos temer que nos llamen estrechos, sino que de hecho,
si de verdad queremos ser cristianos dignos de ese nombre, debemos
esforzarnos por hacernos estrechos: ¡debemos entrar por la puerta estrecha
y andar por el camino angosto! Ahora bien, sin duda, esto es sorprendente y
asombroso. ¿No es extraordinario que, cuando nuestro Señor trató de
expresar su forma de vida, eligiera la misma palabra que más nos asusta; que
la palabra de la que más tendemos a asustarnos sea la mismísima palabra en
que él se regocija, la misma palabra sobre la que iza su bandera? Diría
también, a fin de animar y estimular a cualquier cristiano asustado que se
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encuentre aquí, que la próxima vez que uno de esos llamados hombres de
mundo te diga que eres estrecho, en lugar de intentar escabullirte,
simplemente quédate en tu sitio, mírale a la cara y di: «Por supuesto que soy
estrecho: y sería mucho mejor para ti, para tu mujer y tus hijos que también
te volvieras estrecho y dejaras de presumir de una apertura que no es sino
una máscara para la laxitud y el relajamiento». ¡No te molestaría tan a
menudo en el futuro!
¿Pero por qué habla nuestro Señor acerca de entrar por la puerta estrecha y
andar por el camino angosto? Cristo nunca dijo nada accidentalmente. Tenía
todas las letras del abecedario bajo su dominio y, sin embargo, eligió
deliberadamente estas palabras para describir su forma de vida. Habló de
este modo porque hay ciertos aspectos en que el evangelio de Cristo es
verdaderamente angosto. Me gustaría considerar contigo algunos de los
aspectos en que así es.
Pero la angostura del evangelio no acaba ni tan siquiera ahí. Se estrecha aún
más al insistir en que tiene algo que decir con respecto a nuestra conducta y
a nuestro comportamiento. No se contenta meramente con poner el alma
en contacto personal con Dios, sino que insiste en dictarnos el tipo de vida
que debemos vivir. Alguien dice: «Ese es precisamente el motivo por que he
abandonado hace tiempo la religión organizada y le he dado la espalda. Es
demasiado estrecha. Sostengo que estoy acreditado para vivir mi propia vida
a mi manera. No me estorbarán». Sí, el evangelio es muy estrecho, y es
estrecho con respecto a esta cuestión de la conducta y la ética en dos
aspectos principalmente: podemos denominarlos, si así lo preferimos, el
positivo y el negativo. Los mandatos negativos del evangelio con respecto a
la conducta nos resultan completamente familiares a todos: «No matarás».
«No robarás». «No cometerás adulterio». «No tomarás el nombre de tu Dios
en vano». «Absteneos de toda especie de mal». Si hay algo sospechoso, es
erróneo, no debemos hacerlo. El evangelio va tan lejos como para decir que,
aunque algo pueda ser perfectamente lícito para mí, si es piedra de tropiezo
para un hermano más débil no debo hacerlo por amor a él. «Por eso mismo,
no veo utilidad alguna en este evangelio: hace desdichada la vida. Hay que
ponerse un traje negro y caminar cabizbajo por la iglesia». ¿Pero te has dado
cuenta de que si cada hombre y mujer fuera tan estrecho como el evangelio
de Cristo quiere que seamos no haría falta un tribunal de divorcios ni una
Organización de las Naciones Unidas? ¿Por qué? El mundo sería un paraíso.
¡Sería perfecto como Dios mismo es perfecto! La angostura del evangelio —
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lo digo con reverencia— es la angostura que hay en Dios mismo. ¡Ojalá todos
nos volviéramos estrechos para poder pasar por la puerta estrecha! «Pocos
son los que la hallan», dice nuestro Señor. ¡Sí!, porque hace falta un hombre
excepcional para decir «no» a la tentación y contenerse y controlarse a sí
mismo. Hace falta un hombre excepcional para negarse a sí mismo a fin de
facilitar las cosas a los demás. ¡En el camino ancho hay una multitud!
«Muchos son los que entran por [su puerta]». No hace falta un hombre
excepcional para pecar. Cualquier necio puede pecar, y todos los necios
pecan. Pero el camino ancho lleva a la destrucción. Hay una angostura del
evangelio en sus mandamientos negativos.
Ahí, pues, vemos algo de la angostura esencial del evangelio. Es, en otras
palabras, la angostura del experto o, si lo preferimos, la angostura del nivel
mas alto que puede alcanzarse. Es conocido el dicho de que en la cima
siempre sobra sitio para el que es bueno. Cuanto más elevado sea el nivel
alcanzado, a menos personas hallaremos en él. Por ejemplo, hay muchos que
cantan extraordinariamente bien, pero hay muy pocos «Carusos»; hay
muchos que pueden tocar el violín de manera excelente, pero hay muy pocos
«Kreislers»; hay muchos que pintan asombrosamente bien, pero pocos
pertenecen a la Real Academia. Ese, en mi opinión, es el razonamiento que
hace nuestro Señor en este texto: «No os conforméis con vivir de cualquier
forma». Viene a decir: «No os conforméis con vivir al nivel normal de la vida.
Subid a la cima. Escalad el monte. Vivid la vida con grandeza, vivid como
expertos. Vivid como vivo yo, sí, alcanzad la cumbre. ‘Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto’» (Mateo
5:48).
Pero, en último lugar, para ver el punto más estrecho y angosto de todos,
debes plantearte el evangelio en el punto en que dice que la salvación solo
es posible en una Persona y a través de una Persona en particular, y
especialmente en su muerte. Hay un punto al que la mayoría tiende a objetar.
«Hasta ahora he estado completamente de acuerdo contigo —dice alguno—
; me gustaba la insistencia en el alma, en la decisión personal y en la conducta
y la ética. Pero cuando ahora me dices que solo puedo salvarme creyendo
que Cristo murió mi muerte, me resulta imposible seguirte. Ese concepto es
demasiado estrecho. No puedo entenderlo. Me parece casi inmoral. No
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puedo seguir acompañándote». ¿Qué tiene que decir el evangelio a
semejante hombre? No debate con él. Le desafía. Se dirige a él y le dice algo
parecido a esto: «Si puedes encontrar a Dios sin ir a través del Calvario, hazlo.
Si puedes encontrar la liberación del dominio de tu pecado sin el poder de la
cruz de Cristo, sigue adelante. Si puedes hallar paz y descanso para tu afligida
conciencia sin creer en la muerte del Hijo de Dios por ti y tus pecados,
continúa. Si puedes mentir en tu lecho de muerte y pensar en comparecer
ante Dios sin miedo y sin alarma, no tengo nada que decirte. Pero, si alguna
vez te sientes perdido, miserable y despreciable; si alguna vez sientes que
toda tu justicia no es sino trapo de inmundicia; si alguna vez te llena de terror
y alarma el pensar en Dios y su santa ley, si alguna vez te sientes
completamente impotente y desesperado, entonces vuélvete a él, al Cristo
de la cruz con sus brazos abiertos, que aún dice: ‘Mirad a mí, y sed salvos,
todos los términos de la tierra’ (Isaías 45:22). Ahí es donde se centra la
atención de toda la humanidad. Él es el representante de todo el género
humano. Murió por todos. Pero, más maravilloso es que, de acuerdo con
Pablo, también puedo decir: «En él habita corporalmente toda la plenitud de
la Deidad». ¡Completamente hombre y completamente Dios en una sola
Persona! ¡Dios-Hombre! En él, Dios y hombre están indisolublemente unidos,
y a través de él y en él se abre el camino del Infierno al Cielo, de la oscuridad
a la luz, de la desesperación a la esperanza.
Y allí tendríamos que acabar si creyéramos lo que tan a menudo pasa como
evangelio hoy en día. Pero —bendito sea el nombre de Dios— el evangelio
continúa. Significa Belén, significa el desierto y la tentación, significa
enemigos y persecución, significa Getsemaní, el juicio, la cruz, la muerte, sí,
y el sepulcro. PERO, en la mañana del tercer día, ¡observa la resurrección!
¡Sueltos los dolores de la muerte, resucita triunfante del sepulcro! ¡La
oscuridad da paso al amanecer y a la luz del día interminable! «Estrecha es la
puerta, y angosto el camino»; PERO «lleva a la vida».
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