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en predios de

la quimera

Nicolás
Gómez
Dávila
El reaccionario
auténtico
L
a existencia del reaccionario auténtico suele escandalizar al
Nicolás progresista. Su presencia vagamente lo incomoda. Ante la
Gómez actitud reaccionaria, el progresista siente un ligero menos-
Dávila* precio, acompañado de sorpresa y desasosiego.
Para aplacar sus recelos, el progresista acostumbra interpretar
esa actitud intempestiva y chocante como disfraz de intereses o
como síntoma de estulticia; pero solos, el periodista, el político y
el tonto no se azoran, secretamente, ante la tenacidad con que las
más altas inteligencias de Occidente, desde hace ciento cincuenta
años, acumulan objeciones contra el mundo moderno. Un desdén
complaciente no parece, en efecto, la contestación adecuada a una
actitud donde puede hermanarse un Goethe con un Dostoievski.
Pero si todas las tesis del reaccionario sorprenden al progresis-
ta, la mera postura reaccionaria lo desconcierta. Que el reaccionario
proteste contra la sociedad progresista, la juzgue, y la condene, pero
que se resigne, sin embargo, a su actual monopolio de la historia, le
parece una posición extravagante.
El progresista radical, por una parte, no comprende cómo el
reaccionario condena un hecho que admite, y el progresista liberal,
por otra, no entiende cómo admite un hecho que condena.
El primero le exige que renuncie a condenar si reconoce que
el hecho es necesario, y el segundo que no se limite a abstenerse si
confiesa que el hecho es reprobable. Aquel lo conmina a rendirse,
este a actuar. Ambos censuran su pasiva lealtad a la derrota.

*
Este artículo fue publicado por primera vez en el número 240 de la Revista
Universidad de Antioquia.

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El progresista radical y el progresista li- inclina sobre el hecho inminente para favo-
beral, en efecto, reprenden al reaccionario de recer su advenimiento, porque al actuar en
distinta manera, porque el uno sostiene que el sentido de la historia la razón individual
la necesidad es razón, mientras que el otro coincide con la razón del mundo.
afirma que la razón es libertad. Una distinta Para el progresista radical, pues, con-
visión de la historia condiciona sus críticas. denar la historia no es tan solo una empre-
Para el progresista radical, necesidad y sa vana, sino también una empresa estulta.
razón son sinónimos: la razón es la sustan- Empresa vana porque la historia es necesi-
cia de la necesidad, y la necesidad el proceso dad; empresa estulta porque la historia es
en que la razón se realiza. Ambas son un razón.
solo torrente de existencias. El progresista liberal, en cambio, se
La historia del progresista radical no es instala en una pura contingencia. La liber-
la suma de lo meramente acontecido, sino tad, para él, es sustancia de la razón, y la
una epifanía de la razón. Aun cuando ense- historia es el proceso en el que el hombre
ñe que el conflicto es el mecanismo vector realiza su libertad.
de la historia, toda superación resulta de un La historia del progresista liberal no es
acto necesario, y la serie discontinua de los un proceso necesario, sino el ascenso de la
actos es la senda que trazan, al avanzar so- libertad humana hacia la plena posesión de
bre la carne vencida, los pasos de la razón sí misma. El hombre forja su historia im-
indeclinable. poniendo a la naturaleza los fallos sobre su
El progresista radical solo adhiere a la libre voluntad.
idea de que la historia cauciona, porque el Si el odio y la codicia arrastran al hom-
perfil de la necesidad revela los rasgos de bre entre laberintos sangrientos, la lucha se
la razón naciente. Desde el curso mismo realiza entre libertades pervertidas y liber-
de la historia emerge la norma ideal que lo tades rectas. La necesidad es, meramente,
nimba. el peso opaco de nuestra propia inercia, y
Convencido de la racionalidad de la el progresista liberal estima que la buena
historia, el progresista radical se asigna el voluntad puede rescatar al hombre, en cual-
deber de colaborar con su éxito. La raíz de quier instante, de las servidumbres que lo
la obligación ética yace, para él, en nuestra oprimen.
posibilidad de impulsar la historia hacia El progresista liberal exige que la his-
sus propios fines. El progresista radical se toria se comporte de manera acorde con lo

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que su razón postula, puesto que la libertad Pero si la historia no es un sistema abs-
la crea; y como su libertad también engen- tracto que germina bajo leyes implacables,
dra las causas que defiende, ningún hecho tampoco es el dócil alimento de la locura
puede primar sobre el derecho que la liber- humana. La antojadiza y gratuita voluntad
tad establece. del hombre no es su rector supremo. Los
El acto revolucionario condensa la hechos no se amoldan, como una pasta vis-
obligación ética del progresista liberal, cosa y plástica, entre dedos afanosos.
porque romper lo que la estorba es el acto En efecto, la historia no resulta de una
esencial de la libertad que se realiza. La his- necesidad impersonal, ni del capricho hu-
toria es una materia inerte que labra una mano, sino de una dialéctica de la volun-
voluntad soberana. tad donde la opción libre se desenvuelve en
Para el progresista liberal, pues, resig- consecuencias necesarias.
narse a la historia es una actitud inmoral y La historia no se desarrolla como un
estulta. Es estulta porque la historia es li- proceso dialéctico único y autónomo, que
bertad; inmoral porque la libertad es nues- prolonga en dialéctica vital la dialéctica de
tra esencia. la naturaleza inanimada, sino en un plura-
El reaccionario, sin embargo, es el es- lismo de procesos dialécticos, numerosos
tulto que asume la vanidad de condenar la como los actos libres y atados a la diversi-
historia, y la inmoralidad de resignarse a dad de sus suelos carnales.
ella. Si la libertad es el acto creador de la
Progresismo radical y progresismo li- historia, si cada acto libre engendra una
beral elaboran visiones parciales. La his- historia nueva, el libre acto creador se pro-
toria no es necesidad, ni libertad, sino su yecta sobre el mundo en un proceso irrevo-
integración flexible. cable. La libertad secreta la historia como
La historia, en efecto, no es un mons- una araña metafísica la geometría de su tela.
truo divino. La polvareda humana no pa- La libertad, en efecto, se aliena en el
rece levantarse como bajo el hálito de una mismo gesto en que se asume, porque el
bestia sagrada; las épocas no parecen orde- acto libre posee una estructura coherente,
narse como estadios en la embriogenia de una organización interna, una proliferación
un animal metafísico; los hechos no se im- normal de secuelas. El acto se despliega, se
brican los unos con los otros como escamas dilata, se expande en consecuencias nece-
de un pez celeste. sarias, de manera acorde con su carácter

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El reaccionario no se abstiene de
social no es opción permanente, sino blan-
dura repentina en la coyuntura de las cosas.
actuar porque el riesgo lo espante, El ejercicio de la libertad supone una
inteligencia sensible a la historia, porque
ante la libertad alienada de una sociedad
sino porque estima que actualmente entera el hombre sólo puede acechar el
ruido de la necesidad que se quiebra. Todo
propósito se frustra si no se inserta en las
las fuerzas sociales se vierten hendiduras cardinales de una vida.
Frente a la historia, solo surge la obli-
gación ética de actuar cuando la conciencia
raudas hacia la meta que desdeña. aprueba la finalidad que momentáneamen-
te impera o cuando las circunstancias cul-
íntimo y con su naturaleza inteligible. Cada minan en una conjuntura propicia a nues-
acto somete un trozo de mundo a una con- tra libertad.
figuración específica. El hombre que el destino coloca en
La historia, por lo tanto, es una traba- una época sin fin previsible, y cuyo carácter
zón de libertades endurecidas en procesos hiere los más hondos nervios de su ser, no
dialécticos. Mientras más hondo sea el es- puede sacrificar, atropelladamente, su re-
trato donde brota el acto libre, más variadas pugnancia a sus bríos, ni su inteligencia a
son las zonas de actividad que el proceso su vanidad. El gesto espectacular y huero
determina, y mayor su duración. El acto su- merece el aplauso público, y el desdén de
perficial y periférico se agota en episodios aquellos a quienes la meditación reclama.
biográficos, mientras que el acto central y En los parajes sombríos de la historia, el
profundo puede crear una época para una hombre debe resignarse a mirar con pa-
sociedad entera. ciencia las soberbias humanas.
La historia se articula, así, en instantes El hombre puede, así, condenar la ne-
y en épocas: en actos libres y en procesos cesidad sin contradecirse, aunque no pueda
dialécticos. Los instantes son su alma fu- actuar sino cuando la necesidad se derrumba.
gitiva, las épocas su cuerpo tangible. Las Si el reaccionario admite la actual es-
épocas se extienden como trechos entre dos terilidad de sus principios y la inutilidad de
instantes: su instante germinal, y el instante sus censuras, no es porque le baste el espec-
donde la clausura el acto incoativo de una táculo de las confusiones humanas. El re-
nueva vida. Sobre goznes de libertad giran accionario no se abstiene de actuar porque
puertas de bronce. el riesgo lo espante, sino porque estima que
Las épocas no tienen una duración irre- actualmente las fuerzas sociales se vierten
vocable: el encuentro con procesos surgidos raudas hacia la meta que desdeña. Dentro
desde mayor hondura puede interrumpirlas, del actual proceso, las fuerzas sociales han
la inercia de la voluntad puede prolongar- cavado su cauce en la roca, y nada torcerá
las. La conversión es posible, la pasividad su curso mientras no se desemboquen en
familiar. La historia es una necesidad que la el raso de una llanura incierta. La gesticu-
libertad engendra y la casualidad destroza. lación de los náufragos solo hace fluir sus
Las épocas colectivas son el resultado cuerpos paralelamente a distinta orilla.
de una comunión activa en una decisión Pero si el reaccionario es impotente
idéntica, o de contaminación pasiva de vo- en nuestro tiempo, su condición lo obliga
luntades inertes; pero mientras dura el pro- a testimoniar su asco. La libertad, para el
ceso dialéctico en que las libertades se han reaccionario, es sumisión a un mandato.
vertido, la libertad del inconforme se re- En efecto, aun cuando no sea ni ne-
tuerce en una ineficaz rebeldía. La libertad cesidad, ni capricho, la historia, para el

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En los parajes sombríos de la
reaccionario, no es, sin embargo, dialécti-
ca de la voluntad inmanente, sino aventura historia, el hombre debe resignarse
temporal entre el hombre y lo que lo tras-
ciende. Sus obras son trazas; sobre la arena
revuelta, el cuerpo del hombre y el cuerpo a mirar con paciencia las soberbias
del ángel. La historia del reaccionario es un
jirón, rasgado por la libertad del hombre, humanas.
que oscila al soplo del destino.
El reaccionario no puede callar, porque
su libertad no es meramente el asilo donde reaccionario no aclama lo que ha de traer
el hombre escapa al tráfago que lo aturde, y el alba próxima, ni se aferra a las últimas
adonde se refugia para asumirse a sí mismo. sombras de la noche. Su morada se levanta
En el acto libre el reaccionario no toma, tan en ese espacio luminoso donde las esencias
solo, posesión de su esencia. lo interpelan con sus presencias inmortales.
La libertad no es una posibilidad abs- El reaccionario escapa a la servidum-
tracta de elegir entre bienes conocidos, sino bre de la historia, porque persigue en la sel-
la concreta condición dentro de la cual no va humana la huella de pasos divinos. Los
es otorgada la posesión de su esencia. hombres y los hechos son, para el reaccio-
La libertad no es una posibilidad abs- nario, la carne servil y mortal que alientan
tracta de elegir entre los bienes conocidos, soplos tramontanos.
sino la concreta condición dentro de la cual Ser reaccionario es defender causas
nos es otorgada la posesión de nuevos bie- que no ruedan sobre el tablero de la histo-
nes. La libertad no es instancia que falle ria, causas que no importa perder.
pleitos entre instintos, sino la montaña des- Ser reaccionario es saber que solo des-
de la cual el hombre contempla la ascensión cubrimos lo que creemos inventar; es ad-
de nuevas estrellas, entre el polvo luminoso mitir que nuestra imaginación no crea, sino
del cielo estrellado. que desnuda blandos cuerpos.
La libertad coloca al hombre entre pro- Ser reaccionario no es abrazar determi-
hibiciones que no son físicas e imperativos nadas causas, ni abogar por determinados
que no son vitales. El instante libre disipa fines, sino someter nuestra voluntad a la
la vana claridad del día, para que se yerga, necesidad que no constriñe, rendir nues-
sobre el horizonte del alma, el inmóvil uni- tra libertad a la exigencia que no com-
verso que desliza sus luces transeúntes so- pele; es encontrar las evidencias que nos
bre el temblor de nuestra carne. guían adormecidas a la orilla de estanques
Si el progresista se vierte hacia el futu- milenarios.
ro, y el conservador hacia el pasado, el reac- El reaccionario no es el soñador nostál-
cionario no mide sus anhelos con la histo- gico de pasados abolidos, sino el cazador de
ria de ayer o con la historia de mañana. El sombras sagradas sobre las colinas eternas.

Nicolás Gómez Dávila (Colombia)


(Bogotá, 1913-1994). Escritor y filósofo. Ha sido uno de los críticos más radicales
de la modernidad. La obra de Gómez Dávila consta de un libro en prosa discursiva,
Textos I, y tres volúmenes de aforismos: Escolios a un texto implícito, Nuevos escolios
a un texto implícito y Sucesivos escolios a un texto implícito. Alcanzó reconocimiento
internacional solo unos años antes de su fallecimiento, gracias a las traducciones
alemanas de algunas de estas obras.

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