generalizaciones Seguramente muchas veces ha escuchado la historia del hundimiento del “Titánic” y todo lo que se conjugó para que el accidente quedase registrado como algo extraordinario que se ha venido recordando y estudiando por más de 100 años. Veamos que tiene que ver el coaching con el Titánic y qué se puso en juego en la imprevisión que llevó al desastre. En relación a ello, recuerdo que mientras trabajaba en un programa a medida para una empresa, escuché decir cosas tales como: “a nadie le gusta que la critiquen” o “se debería hacer algo al respecto”, “es imposible que esto pasa aquí”, entre otras expresiones de características similares. Seguramente todos hemos escuchado o expresado frases del estilo, como, por ejemplo: “nadie quiere esforzarse” o “a la gente le gusta” (o no le gusta) (tal o cual cosa) y las escuchamos y procesamos sin darnos cuenta de los efectos de las mismas. Una de las frecuentes trampas de la comunicación interpersonal, que influye sensiblemente en los resultados de la misma, tiene que ver con el uso indiscriminado de múltiples generalizaciones. Ese tipo de expresiones nos crean la ilusión de captar una realidad que nos está expresando el otro, pero muy lejos está eso de ser cierto. Una primera consideración es que las personas se sienten a gusto en un mundo de generalizaciones, en las que etiquetan a todo y a todos de una manera simplista. Detrás de la fachada Tengamos en consideración que detrás de las generalizaciones suele haber un argumento no expresado que puede estar bloqueando mi vida y mis realizaciones. Por ejemplo, cuando una persona dice algo así como: “no sirvo para nada”, el argumento implícito – una especie de guión de vida – podría ser “no tengo oportunidades de mejorar” o tal vez “todo lo que haga estará condenado al fracaso” u otros similares. Veamos otro ejemplo: un individuo que afirma algo así como: ”eso es imposible que pase”, podrá tener como argumento de vida oculto algo así como: “no necesito hacer nada diferente” o tal vez “para qué voy a diseñar posibles alternativas”. Seguramente las personas vinculadas a los famosos hechos del Titánic y que estaban al frente del mismo lo pensaron así. Un ejemplo de ello es que no había una cantidad suficiente de botes salvavidas para proteger a todos los posibles pasajeros que viajaban. Aferrados a una historia La clave es que las personas se aferran a una historia que no ofrece chances de ser cambiada. Pero eso no es todo, demás refuerzan la misma mencionándola en forma permanente (lo cuentan a los demás y se lo cuentan a sí mismos). Lo invito a detenerse un momento y a pensar por lo menos 10 generalizaciones que usted pueda haber usado en alguna oportunidad. Si lo hace, seguramente podrá encontrar muchas más, pero sobre todo podrá apreciar que este tipo de expresiones suelen ser frecuentes en el lenguaje cotidiano. Lo que seguramente le resultará menos sencillo, es analizar cuál es el argumento implícito que está o estaba en ese momento, detrás de la expresión. Si no lo encuentra fácilmente, seguramente un coach podrá ayudarlo en ese camino. ¿Cómo se actúa? Una herramienta clave del coach, es no dejar pasar cuando su cliente (coachee) expresa una generalización. Para desbloquear la situación y sobre todo lo que pueda haber detrás de ella, el recurso es pedirle al cliente que sea específico. Ello implica preguntarle cosas tales como: “quienes”, concretamente; “cuándo”, concretamente, “cómo”, concretamente: así como “dónde” o similares. En el caso de algo no definido, la pregunta será “¿Qué cosa?” En frases más estructuradas podremos expresar preguntas que lleven a lo específico, como por ejemplo: “¿qué es lo que te parece..?” o “¿a qué cosas, concretamente te estás refiriendo” y así por el estilo. Como. Coaches procuramos que la persona vea las cosas en forma diferente. Para eso la forma más básica de abordar la situación, es descubrir y comprender la causa o sea, lo que hay detrás. La chica soñada Recuerdo a mi cliente Gustavo, que estaba enamorado a la distancia de una bonita compañera de trabajo. Su soledad y la búsqueda de una pareja, fueron el motivo que expresó cuando llegó a mí. En un momento de la primera sesión, expresó algo así como:” yo no soy adecuado para esa chica”, a lo que le respondí preguntando “¿por qué no sos el apropiado? Eso detonó en él expresar, una serie juicios y creencias sobre la chica y sobre sí mismo, que pasaban por afirmar que “es mucha mujer para mí”, así como también: “lo que pasa es que soy gordo” y “lo que sucede es que ella es una profesional universitaria y yo no”, entre otras muchas cosas. A partir de diferentes reflexiones sobre sus afirmaciones y lo que había detrás de las mismas, finalmente mi cliente comenzó a ver las cosas en forma diferente. Se dio cuenta, por ejemplo que el posible rechazo o la percepción negativa que la chica podría tener de él, era apenas una construcción en su propia mente. El cliente se sentía incómodo e inseguro por su sobrepeso y partía de la base que toda una serie de fracasos en su vida eran debidos a la actitud que las personas tenían sobre su gordura. Fuimos poco a poco desmoronando las fuertes creencias sobre ello, hasta que finalmente dijo ago así como “si no lo intento no lo voy a saber”, así como también “si me rechaza no tiene que ser necesariamente por ser gordo, tal vez no soy su tipo”. Así es que concluyó antes de disponerse a actuar, que: “sí, esa chica puede ser para mí”. La causa y los caminos Una clave fundamental de coaching, es comprender la causa y los posibles caminos que podrían surgir para el cliente y que el mismo pueda ver las cosas desde otra óptica. Por eso, la ayuda no viene simplemente por comprender el asunto, sino por facilitar que el cliente lo vea desde una nueva óptica que le abra caminos hacia nuevas acciones que lleven a lograr lo que pueda estar buscando. Siendo un nuevo observador del sí mismo y de las cosas, podrá tener la capacidad de abordar la situación y encaminarse hacia su propio objetivo. El placer del problema Pero no todo es tan sencillo como parece ser visto desde la teoría; existe lo que llamo “el placer del problema”. El asunto es que el cliente, aún cuando finalmente comprenda las causas del asunto y vea cosas que antes no veía, muchas veces se siente a gusto con la situación. Así es, por ejemplo, que su cuestión puede ser un motivo de charla que disfruta y que incluso, algunas veces, le transforman en el centro de una conversación. Resulta de ello, que el cliente retorna una y otra vez a su vieja visión del asunto, ya que el mismo suele ser una especie de “razón de ser”. Muchas veces es evidente para el Coach, la contradicción entre lo que el cliente expresa que desea lograr y que pudiera estar generándole malestar y frustración, con la persistencia en el viejo discurso o antigua visión por el “placer social” que el mismo le da. Frente a eso tenemos entonces un reto importante para Coach: Por un lado su cliente le pide ayuda para alcanzar algo, en tanto la actual situación le causa displacer y a partir de trabajar sobre el asunto encuentra una nueva visión y un camino, pero no actúa en consecuencia. Aquí viene un elemento importante de la labor de coaching, y que es que la agenda la marca el cliente. Si, yo puedo ayudarle a ver un nuevo mundo y éste encontrarlo y diseñar las acciones para alcanzar sus metas, pero finalmente no concretarlas en tanto la vieja situación le produce placer. En definitiva si el cliente nos pide ayuda para “destrancar” la situación, se la daremos, pero sí es su decisión seguir atado al pasado, debemos respetarlo.
® Derechos reservados Edgardo Martínez Zimarioff
Reproducción autorizada mencionando el autor y su correo electrónico: