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MI IDEAL SERÍA ESCRIBIR

Rubem Braga

Mi ideal sería escribir una historia tan divertida que aquella muchacha que está enferma
en aquella casa gris cuando leyera mi historia en el periódico riera, riera tanto que llegara
a llorar y dijera: -"¡ay, dios mío, qué historia más divertida!"
Y entonces contara a la cocinera y llamara a dos o tres amigos para contar la historia; y
todos a quiénes ella le contara rieran mucho y quedaran alegremente espantados de verla
tan alegre. Ah, que mi historia fuera como un rayo de sol, irresistiblemente dorado,
caliente, vivo, en su vida de muchacha aislada, enlutada, enfermo. Que ella misma
quedara admirada oyendo su propia risa, y después repitiera a sí misma - "pero esta
historia es muy divertida".
Que una pareja que estuviera en casa malhumorada, el esposo bastante molesto con su
esposa, la mujer muy irritada con su marido, que esta pareja también fuera alcanzada por
mi historia. El marido la leería y comenzaría a reír, lo que aumentaría la irritación de la
mujer. Pero después que esta, a pesar de su falta de voluntad, conociera la historia, ella
también se riera mucho, y quedaran los dos riendo sin poder ver el uno al otro sin reír
más; y que uno, oyendo aquella risa del otro, recordara el alegre tiempo de noviazgo, y
reencontraran los dos la alegría perdida de estar juntos.
Que en las cárceles, en los hospitales, en todas las salas de espera, mi historia llegara - y
tan fascinante de forma gratuita, tan irresistible, tan colorida y tan pura que todos
limpiaran su corazón con lágrimas de alegría; que el comisario del distrito, después de leer
mi historia, mandara a soltar a aquellos borrachos y también aquellas pobre mujeres
capturadas en la acera y les dijera - "¡por favor, compórtense, qué demonios! no me gusta
arrestar a nadie". Y que así todos trataran mejor a sus empleados, sus dependientes y sus
semejantes en alegre y espontáneo homenaje a mi historia.
Y que ella, poco a poco, se regara por el mundo y fuera contada de mil maneras, y fuera
atribuida a un persa, en Nigeria; a un australiano, en Dublín; a un japonés, en Chicago -
pero en todos los idiomas guardara su frescura, su pureza, su encanto sorprendente; y
que en el fondo de un pueblo de China, un chino muy pobre, muy sabio y muy viejo dijera:
"Nunca oí una historia así tan divertida y tan buena en toda mi vida; valió la pena haber
vivido hasta hoy para escucharla; esta historia no puede haber sido inventada por ningún
hombre; fue, sin duda, algún ángel hablador que la contó a los oídos de un santo que
dormía, y que pensó que ya estaba muerto; sí, debe ser una historia del cielo que se filtró
por casualidad hasta nuestro conocimiento, es divina."
Y cuando todo preguntaran - "pero, ¿de dónde sacaste esa historia?"- Yo respondería que
ella no es mía, que yo la escuché por casualidad en la calle, de un desconocido que la
contaba a otro desconocido, y que por cierto habían empezado a contar así: "Ayer oí a un
sujeto contar una historia...".
Y yo escondería completamente la humilde verdad: que yo inventé toda mi historia en un
solo segundo, cuando pensé en la tristeza de aquella muchacha que está enferma, que
siempre está enferma y siempre está de luto y solita en aquella pequeña casa gris de mi
barrio.

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