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Sigurd Lewerentz Arturo Frediani i Sarfati

El juego sabio, correcto y magnífico del habitante en el escenario

Sigurd Lewerentz (1885-1975) pro-


yectó y construyó entre los años 1933
y 1937 la vivienda unifamiliar con la que
tal vez comenzó a transformarse en un
nuevo arquitecto. La villa Edstrand, si-
tuada en la costa suroeste de Suecia,
no es una obra redonda, ni una clara
declaración de intenciones sino un pro-
ceso trabajosamente compuesto en el
que se reconoce una actitud de sincero
autoexamen, un propósito de enmien-
da acerca del objeto del propio trabajo.
Lewerentz acometió el encargo como
42 una especie de terapia para superar
una grave crisis personal y profesional.
A medida que el proyecto fue tomando
cuerpo se fueron revelando los argu-
mentos de la metamorfosis y su volun-
tad de reconciliación con una disciplina
ancestral.
Se sabe que Lewerentz hablaba poco
de arquitectura lejos de la obra. Cuando
se sentía obligado a dar una opinión
casi siempre usaba frases cortas. Cuan-
do escribía alguna memoria de proyecto
empleaba un lenguaje directo y descrip-
tivo, dedicando toda su concentración a
asuntos de orden práctico. De acuerdo
con la coartada propuesta por Peter
Smithson, lo que distraía a arquitectos
como Lewerentz de las demostraciones
teóricas era el fragor del propio esfuerzo
arquitectónico1. Lewerentz sólo especu-
laba en su mesa de trabajo o en la obra.
Pero no estaba permitido recurrir a una
voz en off que nos explicara la experien-
cia desde fuera. Traducir la arquitectura
“a lenguaje” sería o bien una pérdida
1
inútil de tiempo o bien una falsedad. La al carácter de la forma, provocó en La 1. Fotografía interior de la Villa Edstrand.
arquitectura sólo se podría conocer des- Sarraz las sospechas de Le Corbusier Escalera
de su propia dimensión. y de Walter Gropius. Los organizadores
Al no poder apenas acudir a sus del CIAM constituyente no entendie-
palabras, la materia prima de nuestra ron cuales podían ser las limitaciones
indagación será la obra y su proceso. del “orden” que ellos reclamaban para
Recordaremos asimismo episodios bio- la nueva arquitectura en relación a la
gráficos preparatorios. Será útil fijarnos “Leistungsform” -literalmente rendimien-
en aquellos personajes que acompaña- to/prestaciones de la forma- que prego-
ron a Lewerentz, en las personas que naba su colega de la delegación ale-
marcaron su carrera, en sus referentes mana2. A diferencia de éstos, Häring no
y en sus amigos. consideraba la arquitectura como una
de las bellas artes -que de acuerdo con
Educación la definición aristotélica serían aquellas
El profesor más importante para la cuyo fin se refiere a sí mismas, las que
formación de Lewerentz y la de toda aspiran a un ideal de belleza- sino más
una generación de arquitectos suecos, bien como un arte práctico, conveniente
Ragnar Östberg, principal exponente para el hombre, cuyo fin era otro distin-
del romanticismo nacional, defendió to de sí: “debemos examinar las cosas
desde su atril la búsqueda permanente y dejar que descubran sus propias for-
de una cualidad “primordial” caracterís- mas. Va contra toda lógica conformar
tica de la arquitectura, independiente la realidad desde sus afueras. No tiene
de los estilos. Una propiedad esencial, sentido determinar la forma sin tener en
palpable en aquellos lugares que han cuenta su naturaleza íntima, forzarla a
superado la prueba del paso del tiem- través de cualesquiera normas, dictar-
po. Una cualidad resultado de la sínte- la” 3. A los arquitectos de la modernidad, 43
sis técnica entre estrategia y forma que educados en la academia como artistas,
Östberg identificó en algunos ejemplos les costaba bajar un peldaño del podio,
de arquitectura vernácula y popular. reconocer que era perfectamente po-
Tras licenciarse Lewerentz viajó a sible hacer una nueva arquitectura sin
Italia en busca de pruebas de la exis- cortar amarras con la tradición y con la
tencia de esta especie de santo grial cultura popular.
arquitectónico. Su personal grand tour
también le llevó a Alemania donde tra- Asplund
bajó, entre otros, para Theodor Fischer, En 1915 Erik Gunnar Asplund pro-
co-fundador y primer director de la puso a Lewerentz participar juntos en
Deutsche Werkbund. Fischer logró en el concurso internacional para el nuevo
solitario lo que más tarde todos los pro- cementerio de Enskede, cerca de Esto-
fesores de la Bauhaus no consiguieron colmo, que ganaron con su propuesta
juntos: formar a un grupo de alumnos “Tallum”. Desde entonces y hasta otoño
recordados por la futura historia de la de 1933 los dos colaboraron en las dife-
arquitectura: Erich Mendelsohn, J.J.P. rentes fases del planeamiento, aportan-
Oud, Bruno Taut, Ernst May o Hugo do cada uno sus propios proyectos a un
Häring a quién Lewerentz conoció en el esquema general perfilado inicialmente
estudio del maestro. por Lewerentz. De entre estas obras, la
El discurso de Häring, donde el ar- capilla de la Resurrección (v. imagen de
quitecto juega el papel de medium más portada), acabada el 1925 situó inme-
que el de creador y en el que reivindi- diatamente a nuestro arquitecto en el
ca -de manera análoga a Östberg- la olimpo del clasicismo nórdico.
existencia de una naturaleza inherente
La colaboración entre Asplund y TA (del latín Id est) que insistiendo en
Lewerentz produjo asimismo el racio- que la evidencia nos ha de evitar expli-
nalismo elegante, luminoso y etéreo caciones, mejor deberíamos traducir al
de los pabellones y urbanización de la francés como voilà! El cónsul Edstrand
Exposición Internacional de Estocolmo y su esposa Oda eran gente mundana
de 1930. y abierta a las ideas modernas sobre
Pero en 1933 Lewerentz se sintió las que, además, se sostenían sus ne-
traicionado por su colega. Los adminis- gocios.
tradores del cementerio se reunieron en A ciento cincuenta metros de la par-
un aparte con Asplund y le pidieron des- cela de la villa Edstrand existe una pe-
hacerse de su socio a cambio de con- queña vivienda que el arquitecto y dise-
tinuar en el proyecto. Lewerentz, que ñador austriaco Josef Frank finalizó en
se había ganado a pulso la reputación 1927. La casa Claësson es un modesto
de interlocutor terco y difícil, esperó en pero brillante ejercicio moderno; un pe-
vano la solidaridad de su colega y tras queño volumen de ladrillo rojo de planta
una agria conversación telefónica puso baja y uno, con una gran terraza y con
fin a 18 largos años de sociedad y de cubiertas horizontales. Una innegable
amistad. La crisis daría inicio a “años de influencia en el desarrollo de las últimas
2 natural inseguridad en las cosas” en los fases del proyecto de la villa Edstrand.
que Lewerentz se situó aparentemente Lewerentz que con 48 años ya sabía lo
en los márgenes de la profesión 4. difícil que es dar con una buena opor-
Una carrera bien cimentada se res- tunidad y conservarla, se encontraba
quebrajaba, no ya con la anhelada hu- ante la ocasión adecuada para intentar
mildad hermana del silencio, sino con volver a la vía tras el descarrilamiento.
la soberbia de quien confía que la ex- Nuestro arquitecto comenzó a trabajar
44 celencia en el trabajo se explique por si usando un código inteligible por el clien-
sola. Lewerentz, que ya había demos- te, presente en el lugar y para el que se
trado una capacidad fuera de lo común veía capacitado.
para trabajar con códigos tan distintos
como el neoclásico o el moderno podía, Edstrand 1 (1933)
o bien continuar creyendo en los estilos La primera propuesta para la villa
y afianzarse dentro de un marco con- Edstrand, como la casa de Frank, ocu-
vencional decodificable, o bien explorar pa el centro de la parcela y orienta sus
ese territorio difícil de verbalizar, situar- fachadas convencionalmente hacia los
se en la arena ambiental para ver lo que cuatro puntos cardinales. La casa se co-
pudiera dar de sí esa síntesis lógico-for- loca sobre una sutil elevación de terreno
mal entrevista por Östberg y reivindica- al final de una pista que arranca desde
da sobre renovadas bases por Häring. la calle. Entre la parcela y el mar hay
una franja de un verde exquisitamente
Volià! cuidado: la calle del hoyo tres. A un vo-
En 1933 los Srs. Edstrand, viejos co- lumen cúbico de dos alturas se adosa
nocidos de Lewerentz, formalizaron el una pastilla baja y alargada, orientada
encargo para una vivienda en la mejor a poniente, formada por un peine de
parcela del nuevo club de golf de Fals- habitaciones adyacentes a un patio que
terbo, cerca de Malmö. Knut Edstrand habremos recorrido antes de acceder
era el distribuidor para todo el sur de a la casa (fig. 2). Lewerentz vuelve a
Suecia de las carpinterías metálicas temas ya ensayados en proyectos no
diseñadas y producidas por Lewerentz realizados como el crematorio de Hel-
a través de su propia compañía IDES- singborg (1914) o el proyecto para la
3
capilla y crematorio en Djursholm (mar- una especie de barrera ante el volumen 2 y 3. Edstrand 1
zo de ese mismo 1933) pero sobre todo principal y el espacio privado. Los mu- 4. Edstrand 2/3
en una obra concebida dos años antes y ros del patio van, así, a desaparecer
no construida hasta 1936: el crematorio progresivamente. El parking es ahora
y capilla anexa del cementerio de Mal- un volumen independiente junto a la
mö5. En aquellos proyectos el patio se calle. Tanto en la segunda como el la
entiende como un recorrido ritual, como tercera propuesta el proyecto adquiere
una preparación al duelo. Ahora es pro- un aspecto más serio, más alemán. Ini-
bable que se quiera retener ese carác- cialmente los dos volúmenes se maclan
ter de experiencia previa acondiciona- tectónicamente a la manera del edificio
dora y al tiempo reservar una porción de Gropius para la Bauhaus y, más tar-
de la parcela para la intimidad familiar. de, terminan reposando directamente
El aparcamiento se sitúa en un vo- sobre la duna (fig. 4). La escalera se re-
lumen situado al otro lado del patio. Se tira del ventanal de la sala y ya no media
equilibra así una composición en la que entre un espacio interior y otro exterior
la separación de los planos próximos sino entre las habitaciones y las zonas
señala el acceso, enmarca un recorte de nobles de la casa. Más adelante uno de
horizonte marino y en la que el cuerpo los retos del arquitecto será dar con la
principal de la edificación, más alejado, manera de conciliar en una misma es-
actúa como contrapunto y referencia. La calera una cosa con la otra.
composición, con cierto sabor popular-
mediterráneo, es un ejercicio en donde Edstrand 4/6 (1934)
la calculada disposición de los prismas En la siguiente evolución vamos ha-
busca un efecto pictórico y alude al mo- cia una composición a la manera de la
delo purista. (fig. 3). villa Stein o de la casa Cook. El edificio
En la planta baja, el frente de la sala 45
se acerca al mar, deja atrás la duna y se
de estar es ocupado por una escalera asoma al campo de golf. La villa es más
que acompaña al ventanal (una dispo- objeto, se compacta y se separa total-
sición que reaparecerá en la obra aca- mente del suelo dejando una retícula de
bada). Al hacerse esto parece como si pilotis exentos junto a un pequeño vestí-
se buscara superponer la acción de su- bulo por el que ascendemos al volumen
bir/bajar al paisaje, para componer con edificado. Lewerentz intentará incorpo-
ambos ingredientes una suerte de se- rar en planta baja una “burbuja” de cris-
cuencia o episodio. El programa, por lo tal semejante a la de la villa Savoye, en-
demás, se organiza de manera esque- cintando una segunda sala de estar en
mática: habitaciones iguales para la fa- planta baja. El óvalo no tendrá aquí, sin
milia, los invitados, el servicio y para la embargo, la justificación forma/función
cocina. Arriba encontramos las alcobas que propone el giro de los automóviles
separadas del matrimonio Edstrand. en la obra de Le Corbusier (fig. 5). El co-
La primera propuesta, en suma, aúna medor, situado extravagantemente en el
la cuidadosa composición de los volú- rellano de la escalera entre las plantas
menes con una incipiente disposición primera y segunda, plantea por primera
narrativa expresada tanto en el ritual de vez en el proceso aquellas contradiccio-
la entrada como en la escalera cruzada nes en las que tal vez podríamos incurrir
ante las vistas. caso de querer reforzar a toda costa el
paseo arquitectónico con una condición
Edstrand 2/3 (1933) real del programa. Da la sensación de
La batería de habitaciones gira 90 que Lewerentz desea conceder cada
grados (ahora norte/sur) y actúa como vez más importancia a la sintaxis mo-
4
derna, pero se siente obligado a incor-
porar algún argumento narrativo extraí-
do de la experiencia doméstica en los
entresijos de la composición. ¿Va este
recorrido artístico, este paseo por una
obra de arte a ser capaz de funcionar
y a ser asumido por los habitantes sin
que sea necesario poner siquiera un
poco de “carnada”, un cebo animal que
atraiga los instintos de la presa hacia
ese “sabio, correcto y magnífico de los
volúmenes bajo la luz”?
Lewerentz mordisquea abstraído el
lápiz 2B mientras se cuela una ráfaga
de aire por entre los pilotis. Dibuja en-
tonces un nuevo rectángulo protector
con significado igual a patio. Hemos
perdido algo de la riqueza narrativa, de
la intención secuencial de la primera
propuesta, pero el edificio es ahora au-
ténticamente moderno.

Edstrand 7 (1934)
Lewerentz continúa dándole vueltas
46 al comedor en el rellano de la escalera
(fig. 6). La mesa, para sujetarse bien en
el proyecto, necesita que la escalera ad-
quiera importancia y se oriente adecua-
damente hacia las largas puestas de sol
de Midsommar, el solsticio veraniego
que marca en la cultura sueca el inicio
de semanas de intensas reuniones fa-
miliares y con amigos en las se come
marisco, se cantan a voz en cuello vie-
jas canciones de tema marino/picante y
se ayuda a bajar la cena con abundan-
te aquavit. La escalera es, con el giro,
un volumen saliente que adquiere una
cierta autonomía del cuerpo principal,
rematada por una cubierta inclinada
que sigue la pendiente de cada tramo
como ya sucedía en su famoso club de
remo en Djurgarden, de 1915. El rella-
no, como el comedor en un bastubad 6,
es virtualmente una pieza que se aso-
ma al paisaje y se separa del resto de
la casa (fig. 7).

Edstrand 8 (1935) Inicio de la “in-


5
versión de los términos”
El proyecto lleva ya años de una lenta
maduración y los Srs. Edstrand apare-
cen impacientes y decididos a iniciar las
obras. Cliente -pero también arquitecto-
introducen nuevos datos en el programa
que seguramente obligan a Lewerentz a
regresar a la parcela y a volvérsela a mi-
rar con atención. En el lugar Leweren-
tz advierte detalles que anteriormente
había pasado por alto. El viento es casi
constante y molesto. La presencia de al-
gunos obstáculos o la propia ondulación
del terreno amortiguan sensiblemente
su intensidad en algunos puntos, espe-
cialmente a ras de suelo. La cima de la
parcela a apenas 2,28 m sobre el nivel
del mar obliga a subir por precaución
todas las piezas enterradas (bodega,
almacén, despensa...) a planta baja. En
la siguiente propuesta veremos como la
villa se aleja del mar y se embosca par-
cialmente tras la duna. La inflexión del
terreno ya no será utilizada como una
meseta sobre la que destaca un objeto
resplandeciente sino como un casi im- 47
perceptible elemento estratégico que, 6
interpuesto y sin que sea necesario di-
bujar un patio, permitirá a los habitantes
disfrutar de una cierta protección eólica
además de una sutil separación visual
del vecino recorrido golfista. La casa ha
migrado a la esquina oeste de la parcela
acercándose al vial de la urbanización
que da acceso a las parcelas adyacen-
tes (fig. 8). El volumen se estira hasta
convertirse básicamente en una barra
que separa efectivamente la calle de la
parcela. Tras este movimiento táctico
de discreción nórdica se reducirán drás-
ticamente las posibilidades demostrati-
vas del edificio.
En el interior observamos como la
organización se hace compleja; las ne-
cesidades de servicio aumentan y el
programa se concreta. Pero principal-
mente vemos un esfuerzo por invertir
de alguna manera los términos del pro-
blema. Poco a poco la narración de los
acontecimientos va a dejar de ser mera 7
coartada justificativa de la forma. Lewe-
rentz va a dejar de usar los sucesos de
la vida cotidiana como carnada para
hacernos picar en lo compositivo o para
arrastrarnos hacia el disfrute estético de
la forma arquitectónica. Ahora la com-
posición comenzará a parecerse a un
trato estratégico con los acontecimien-
tos. La forma sin despreciar el estilo en
cuanto que sistema, encuentra una ra-
zón de ser “ética” quién sabe si capaz
de relevar en orden de importancia a la
razón plástica. El edificio se entenderá
cada vez más como la suma de diferen-
tes episodios, experiencias o secuen-
cias ambientales que al componerse
precipitan como un guión formal sinté-
tico. De la creencia en una maquina de
emocionar7 nacida de la composición de
formas con un significado autónomo a la
acción podemos pasar al no menos vi-
brante juego cotidiano de unos habitan-
tes implicados en un interfaz ambiental
performativo. ¿Será entonces cierto que
la arquitectura sirve a una causa distinta
48 de sí misma?
La transformación del proyecto des-
de la anterior entrega se puede resumir,
a parte del desplazamiento del edificio,
en este trabajo por elaborar y por rela-
cionar entre sí los diferentes capítulos
en múltiples permutaciones narrativas.
8 Provisionalmente consideraremos los
siguientes episodios: la aproximación
desde la calle, la llegada a pie desde
el campo de golf, el tee del “hoyo 19”
o área de descanso tras el recorrido,
la irradiación de las actividades indoor
hacia plataformas, balcones, solarium
y jardín al exterior, la sucesión enca-
denada de salón, hogar y comedor, la
habitación de Knut conectada por una
traviesa escalera de caracol privada
con la habitación de Oda, además de
otras dos alternativas de ascenso a la
planta primera desde la planta baja. La
escalera principal de la casa se ha sus-
tituido por una rampa corbuseriana y el
volumen que expresa el ascenso deja el
9 atardecer por la mañana. El comedor,
en consecuencia, desaparece finalmen- les del ocaso nórdico con los naranjas 5. Edstrand 4/6
te del rellano de una rampa que perma- de los rescoldos. 6 y 7. Edstrand 7
8. Edstrand 8
nece como principal afirmación icónica Edstrand 10 (1936) Versión cons- 9. Edstrand 9
de la casa. A medida que Lewerentz se truida 10. Marquesina
centra en la Leistungsform del proyecto, El edificio es ahora tan compacto y 11 y 12. Edstrand 10
en su capacidad formal para “habilitar” estereotómico hacia la calle que incluso
los acontecimientos y convocar la narra- la esquina que ocupan los dormitorios
ción, nuestro arquitecto irá despejando superpuestos de Knut y Oda, se acha-
trabajosamente sus principales dudas flana. El espeso muro previo que nos
disciplinares. separa del paisaje privado ya no es de
estuco blanco Weissenhof sino de la-
Edstrand 9 (1936) Encaje de las lí- drillo. Las ventanas de las habitaciones
neas narrativas. son rectángulos ligeramente vertica-
La rampa desaparece. La escalera les que no tienen ninguna intención de
encuentra finalmente su posición defi- desmaterializar el muro. Éste se pliega
nitiva en paralelo al eje longitudinal del como una solapa en la puerta de entra-
edificio y se decide a jugar un papel en da que así mira de soslayo a la del par-
el que las diferentes experiencias de la king, coplanar al imponente paramento.
casa van a confluir y establecer rela- Ambas puertas quedan guarecidas de
ciones que iremos descubriendo con el la lluvia por una esbelta marquesina de
uso. Lewerentz no parece muy dispues- vidrio que apenas pincha en la cons-
to a dejar señales de lo mucho que ha trucción (fig. 10). Estas intervenciones
costado llegar hasta aquí: ni de cómo ha sobre el muro “primordial” parecen en
conseguido que nos encontremos al pie cierto modo como complementos re-
de las escaleras tanto si hemos llega- cientes a algo que entendemos como
una “preexistencia” (fig. 11) 49
do desde la calle como si regresamos
exhaustos tras haber mejorado nuestro Hacia el mar, los espacios de des- 10
hándicap (fig. 9); ni de cómo ha logra- canso after-golf de la planta baja, la te-
do que al ascender por la escalera nos rraza principal de la casa, la sala con su
encontremos entre una sucesión de ha- hogar, el comedor orientado al ocaso o
bitaciones, casi un muro macizo hacia la cocina; incluso el vacío bajo la sala,
la calle, y entre los espacios de vida en parecen añadidos -o sustraídos- según
común tanto exteriores como interiores. conveniencia y cargados a espaldas de
A medida que ascendemos desde la la compacta pastilla arcaica. Ya no po-
planta baja dejamos atrás la visión de demos hablar estrictamente de compo-
una moderna logia orientada a Dina- sición sino más bien de algo más vago
marca (oeste), un recinto cubierto pero para algunos y sutil para otros, de un
abierto que flanquea la escalera y que criterio de formación, de aquella lógica 11
ha resultado de “vaciar” la esquina su- conglomerada, contingente, a veces
roeste de la casa. Antes de llegar a la indiferente hacia el estilo, con la que
sala de estar, justo encima de esta ex- se han ido actualizando, incorporando
tracción, encontraremos una corredera nuevas posibilidades en algunos de los
transparente que nos dejará ver el exte- ejemplos de arquitectura vernácula que
rior a través de dicha estancia principal. tanto fascinaron a Ragnar Östberg. La
Ya dentro de la sala el hogar abandona villa Edstrand es, finalmente, la super-
su posición primitiva de espaldas al pai- posición de los episodios que la com-
saje y se orienta hacia la fachada marí- ponen. ¿Dónde han quedado los tics
tima, haciendo posible que nuestra vista estilísticos de la modernidad? El hecho
pueda empastar la suave paleta de azu- de interconectar, de solapar las narra-
ciones produce una cierta violencia en 12
el proceso, que deja de ser un ejercicio
formal coherente. Una violencia familiar
en aquellas construcciones venerables
que, con el paso del tiempo, incorpora-
ron, modificaron o perdieron actividad,
ganando altura, cambiando sus abertu-
ras etc. (figs. 12 y 13).
En el aspecto constructivo el edificio
se hace real. Un Lewerentz con canas
acepta e incorpora en el proyecto estra-
tegias para responder adecuadamente
al natural desgaste, al envejecimiento
material. Lewerentz, tiene cada vez más
presentes las palabras de Häring, recor-
demos: “No tiene sentido determinar la
forma, forzarla a través de cualesquiera
13 normas, dictarla”. La cubierta de la casa
Edstrand se inclinará suavemente a dos
vertientes para permitir desaguar con
naturalidad siendo la pendiente direc-
tamente visible desde el interior de la
casa. Sobre la cubierta, la terraza solar,
el lugar en donde tomar baños de sol en
los días despejados del verano, se con-
vierte en una especie de proa incrus-
50 tada en un diedro de obra que ha sido
explicada por la crítica de formación
moderna como una mera concesión a
la estética naval. Al igual que sucede
en el Estrecho de Gibraltar, el estrecho
de Oresund, donde las aguas del Mar
Báltico se encuentran con las del Mar
de norte, es una zona de fuertes tem-
porales. Si Lewerentz deseara coronar
la composición de la casa con un ele-
mento alegórico, ¿porqué desviarlo 12
14 grados de la alineación de la casa para
oponerse con exactitud al persistente
oeste-sur-oeste dominante en verano?
El mismo Lewerentz que en 1925 había
conquistado el corazón de sus colegas
con el desencaje de apenas dos grados
entre la cella y el pórtico de acceso a
la capilla de la Resurrección, reconocía
ahora en el viento un argumento para
desmontar la linealidad compositiva que
había mantenido durante las nueve ver-
siones anteriores del proyecto.

15 Premonición
La estructura narrativa vence a la es- Notas: 13 y 14. Edstrand 10
tructura estilística, La composición deja 1. “No es que los arquitectos silenciosos no 15. Panorámica de la Villa Edstrand. Exterior
de guiarse básicamente por la conven- digan nada, sino que su propia actividad -por
ción del lenguaje y da paso a la inter- lo complejo de la invención- no les permite
ser conscientes de estar haciendo y, por
vención del escenario, de la narración consiguiente, no les permite hablar de aquello
ambiental de los acontecimientos -una que cambia la tendencia de la marea de la
nueva energía en el sistema- y, en de- arquitectura” Peter Smithson en: Sigurd Lewe-
finitiva, promueve su síntesis espacial. rentz 1885-1975 The Dilemma of Clasicism,
La villa Edstrand, liberada de su inte- Architectural Association, Londres 1988.
gridad formal, ya no se construye sólo 2. Colin St. John Wilson documenta el desen-
desde la función sino desde la experien- cuentro entre LC y Häring en el CIAM de La
cia vital del espacio. El proceso se en- Sarraz en el primer capítulo de su libro “The
Other Tradition of Modern Architecture, The
frenta, a medida que avanza, primero a
Uncompleted Project” (Black Dog Publishing,
pequeños conflictos que evidencian que Londres 2007).
la composición y las oportunidades de 3. “Wege zur Form”, ensayo de Hugo Häring
disfrute del espacio van por derroteros publicado en 1925 en la revista Die Form.
en ocasiones contradictorios, no sien- 4. En los archivos del Museo de Arquitectura
do posible un estricto control estético de Suecia (Arkitekturmuseet) se conservan
del objeto si consideramos seriamente dos notas manuscritas fechadas el 31 de
ambas cosas a la vez. La villa Edstrand marzo de 1940 y el 1 de abril siguiente en las
es, así, un montaje tan refinado como que, pocos días antes de morir Asplund, éste
y Lewerentz reabren sus heridas. En la nota
sus habitantes pero tan arcaico y con-
de respuesta Asplund echa las culpas de la
tradictorio como sus pulsiones. Lewe- situación a la “natural inseguridad en las co-
rentz ha puesto en marcha un proceso sas” de Lewerentz así como a su “soberbia”.
irreversible para su arquitectura. Su 5. Ver documentación de los tres proyectos
formalización y la experiencia sintética 51
en “Sigurd Lewerentz” de Nicola Flora, Paolo
del espacio construyen nuevamente Giardello, Gennaro Postiglione y Colin St.
un campo de maniobras al servicio de John Wilson (Electarchitecture, Milán 2002).
la estructura narrativa de los aconteci- 6. bastu o bastubad es el nombre que los
mientos, de su compromiso con el lugar suecos le han dado a la sauna finesa, que
suele contar con dos cámaras diferenciadas:
y de su rica combinatoria. Un terreno
la sauna propiamente dicha más una sala
de juego que nunca debió ser menos- de descanso con un pequeño comedor cuya
preciado en beneficio de la claridad del puerta conecta, si hay suerte, directamente
diagrama moderno. La certeza positivis- con el lago o con el mar báltico
ta y la redención por el arte se enfren- 7. Una machine à émouvoir según la definición
tan con la premonición de una actitud purista de Le Corbusier y Amédée Ozenfant
antidogmática, exploratoria y desde
siempre propia de la arquitectura. La
premonición de una sintonía con lo real
que todavía tardaría unos años en in-
corporarse a los croquis de aquellos ar-
quitectos que, tras la guerra, habríamos
de conocer como nuevo-empíricos.

Arturo Frediani Sarfati es arquitecto y


urbanista. Profesor colaborador perma-
nente en la escuela de arquitectura de
la URV (EAR).

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