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No parece complicado caer bien a la gente.

Con sonreír, mostrarnos


afables y no discutir mucho parece más que suficiente. Sin embargo,
en ocasiones nos encontramos con que aquellas personas a las que
en apariencia no hemos hecho nada, no parecen tenernos simpatía.
Puede ocurrir que, simple y llanamente, no sepamos cómo
conversar con los demás. Como en tantos aspectos de nuestra vida,
el inconsciente es tan poderoso que puede condicionar nuestras
actitudes y comportamientos sin que nosotros lo sepamos. Aquí
algunos consejos

 Escucha
Antes de hablar, presta atención. La escucha activa es una habilidad
comunicativa esencial que nos permite no sólo entender lo que la otra
persona nos dice, sino también lo que nos está intentando decir.
Todo acto comunicativo tiene una parte explícita –el texto en sí– y otra
implícita, más sutil y relacionada con el mundo de los afectos. Las
personas que no saben escuchar se quedarán, como mucho, en el
primer nivel, y jamás descubrirán la motivación real de su interlocutor.

 Un poco de cháchara no está mal, pero pasa rápido a otra cosa


Recurrir a ciertos temas de conversación banales como el tiempo
atmosférico o el deporte para romper el hielo con otra persona es
importante, pero debemos parar pronto si queremos establecer una
relación significativa con el interlocutor. Una investigación realizada
por la Universidad de Arizona puso de manifiesto que las personas
más felices son aquellas que mantienen conversaciones
trascendentes y que permiten cierto grado de intimidad hacia la otra
persona, mientras que la cháchara apenas tiene consecuencias
emocionales positivas.
 Llama a la otra persona por su nombre
En nuestro vocabulario, cada palabra tiene un diferente peso
emocional. De entre todas ellas, la que más nos importa es nuestro
nombre propio, ya que nos representa y nos confiere nuestro lugar
en el mundo. Hacer un pequeño esfuerzo para memorizar los nombres
de los demás puede hacernos ganar muchos puntos frente a un
desconocido.

 No hables demasiado
Muchos psicólogos han situado en un 30% el porcentaje de la
conversación que debemos acaparar, mientras que el 70% restante ha
de corresponder a nuestro interlocutor. Se trata más de una aspiración
que de una ley inamovible, puesto que se trata de un porcentaje
imposible de alcanzar por los dos miembros de la conversación, pero
de esa manera podemos conocer mejor a la otra persona y, así, saber
cuáles son sus gustos, opiniones y preferencias.

 Deja que los demás hablen de sí mismos


No hay nada que le guste más a una persona que hablar de lo que ha
hecho, de lo que piensa y de lo que le gustaría hacer. Como puso de
manifiesto una investigación realizada por la Universidad de
Harvard, sincerarse ante los demás proporciona una sensación de
placer tan alta que nos lleva a compartir continuamente nuestros
sentimientos. Por eso, demos a los demás la oportunidad de sentirse
bien. Nos lo agradecerán.
 Utiliza la táctica de la doble pregunta
Según explica el psicólogo en dicho volumen, una pregunta inicial
sobre algo que la otra persona considera positivo la prepara para, a
continuación, cuestionarle sobre su bienestar general. La primera
respuesta influye en la segunda, lo que suele provocar que el
interlocutor asegure que es feliz.

 Responde de manera activa


“Ajá”, “no me digas”, “pues mira”, “qué bien” son respuestas que
generalmente tienen una función fática, es decir, sirven para que
nuestro interlocutor sepa que le estamos prestando atención. Sin
embargo, resultan contraproducentes cuando se espera de nosotros
una respuesta algo más elaborada. Con las siglas ACR se conoce en
inglés al active constructive responding (“respuesta constructiva y
activa”), que define las respuestas significativas que damos a los
demás. Un estudio de la Universidad de Washington demostró que las
parejas que eran capaces de reaccionar de manera más
elocuente ante los problemas o las victorias de sus compañeros
tenían menos posibilidades de divorciarse.

 Sé positivo
El perro de Pavlov sigue descubriéndonos mucho de nuestro
funcionamiento cognitivo. Si mantener una conversación con alguien,
por muy amigo que sea, sólo sirve para deprimirnos, recordar nuestros
problemas o agobiarnos, tarde o temprano terminaremos
rechazando su presencia. Si, por el contrario, una charla ayuda a
elevar nuestra autoestima o a aliviar nuestra ansiedad, seguiremos
queriendo encontrarnos con nuestro amigo.
 Repite las cosas
Solemos pensar que repetir lo que nuestro interlocutor acaba de decir
nos hace parecer estúpidos o que no estamos prestando atención,
pero un estudio realizado por la escuela de negocios INSEAD en
Francia señaló que la mímesis lingüística contribuye a avanzar en
una negociación. Leil Lowndes sugiere, a tal respecto, que repetir de
forma interrogativa las últimas palabras que ha pronunciado
nuestro interlocutor demuestra que estamos atentos y le da pie a que
siga hablando de sí mismo y desarrolle su explicación.

 Dime de qué acusas a los demás y te diré qué piensan de ti


Hablar mal de alguien que no está presente en una conversación
puede ser muy perjudicial, y no únicamente porque nos haga parecer
unos cotillas. Según una investigación realizada por la Universidad de
Ohio, es bastante frecuente que se produzca una transferencia entre
las cualidades de la persona a la que estamos criticando y nuestro
propio ser, por mera asociación psicológica. Así pues, si nos
quejamos de que nuestra pareja es celosa, egoísta y aburrida,
nuestros amigos terminarán pensando que nosotros también somos
celosos, egoístas y aburridos.

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