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Tratado para radicales-TdS PDF
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Edición original: Rules for Radicals: A Pragmatic Primer for Realistic Radicals,
Nueva York, Random House, 1971
útiles
Índice
Logros y límites__________________________________________20
Agradecimientos__________________________________25
Prólogo__________________________________________29
1. El objetivo______________________________________41
La ideología del cambio_____________________________________47
Distinción de clases: la trinidad_______________________________54
2. De medios y fines________________________________61
5. Comunicación__________________________________111
6. Al principio____________________________________125
El poder primero, el programa después___________________130
Justificación___________________________________________133
El proceso del poder____________________________________136
7. Tácticas________________________________________147
Competencia__________________________________________165
Su propio petardo_______________________________________167
Un tiempo en prisión___________________________________170
Las tácticas y sus tiempos_______________________________172
Nuevas y viejas tácticas_________________________________175
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Tácticas heterodoxas
Logros y límites
Saul Alinsky
Prólogo
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7 «Se olvida que es sobre todo en lo concreto cuando es peligroso avasallar a los
hombres. Llegaría, por mi parte, a creer que la libertad es menos necesaria en las
grandes cosas que en las pequeñas, si no pensara que jamás puede darse la una
sin la otra […] La sumisión en los pequeños asuntos se manifiesta todos los días
y se hace sentir indistintamente a todos los ciudadanos. Ella no los desespera en
absoluto; pero los contraría sin cesar y los lleva a renunciar al uso de su voluntad.
Apaga poco a poco su ánimo y debilita su alma, mientras que la obediencia,
que no es exigida más que en unas pocas circunstancias muy graves, y muy
excepcionales, no muestra la servidumbre más que de tarde en tarde y sólo la hace
recaer sobre algunas personas. En vano cargaréis a estos mismos ciudadanos,
que habéis hecho tan dependientes del poder central, con la elección de vez en
cuando de los representantes de este poder; este uso tan importante, pero tan
breve y tan escaso, de su libre arbitrio, no impedirá que pierdan poco a poco la
facultad de pensar, de sentir y de actuar por ellos mismos y que caigan también
gradualmente por debajo del nivel de humanidad». Alexis de Tocqueville, De la
démocratie en Amérique, cap. XXIX, «Democratie et aliénation des peuples» [ed.
cast.: La democracia en América, Madrid, Alianza Editorial, 2002].
8 Voluntarismo es un término que describe las doctrinas filosóficas que sitúan
la voluntad como la primera de las potencias espirituales del hombre frente a
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la razón. Tales son los casos de Duns Scoto en la Edad Media y de Arthur
Schopenhauer y Ferdinard Tönnies en el siglo XIX. Tendencias políticas como
el anarquismo o filosóficas como el irracionalismo o el vitalismo también
consideran la voluntad como algo fundamental. [N. de E.]
1. El objetivo
Job VII, 1
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parte de Estados Unidos, sólo este hecho sería una gran revo-
lución en la política mundial para el futuro del hombre. Éste
es el principal motivo por el que trato de proporcionar un ma-
nual revolucionario que no esté enmarcado en un molde co-
munista o capitalista, sino que sea un manual para los despo-
seídos del mundo, independientemente del color de su piel o
de sus ideas políticas. Mi objetivo es sugerir cómo organizarse
de cara al poder: cómo obtenerlo y cómo usarlo. Defenderé
que cuando el uso del poder no supone una distribución equi-
tativa de los medios de vida para todas las personas, ha llega-
do el final de la revolución y comienza la contrarrevolución.
La revolución siempre ha avanzado con una lanza ideoló-
gica, al igual que el status quo lleva inscrita su ideología en su
escudo. Todo en la vida toma partido por algo. Toda vida es
guerrillera. No hay objetividad desapasionada. La ideología
revolucionaria no está confinada a una fórmula específica y
limitada. Son una serie de principios generales, enraizados
en la Declaración de Lincoln del 19 de mayo de 1856: «No os
engañéis. Las revoluciones no dan marcha atrás».
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La cuarta regla de la ética de los fines y los medios es que ésta debe
juzgarse dentro del contexto donde se desarrolla la acción y no desde
cualquier otro punto de vista cronológico. La Masacre de Boston
es un buen ejemplo de ello.1
4 The Yogi and the Commissar and other essays, Nueva York, Macmillan,
1945 [ed. cast.: Koestler, El yogi y el comisario, y otros ensayos, Buenos Aires,
Alda, 1946].
5 Bertrand Russel, Human Society in Ethics and Politics, Unwin Hyman,
1954 [ed. cast.: Sociedad humana: ética y política, Madrid, Cátedra, 1984].
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nada tiene valor como medio a no ser que el fin que persigue
tenga valor en sí mismo. Por lo tanto el valor intrínseco pre-
cede lógicamente al valor del medio.
Poder
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Interés personal
6 Saul Alinsky, Reveille for Radicals, Nueva York, Random House, 1969, p. 227.
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Compromiso
Ego
Conflicto
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Curiosidad
Irreverencia
Imaginación
Ego
4 «Adam Smith», The Money Game, Nueva York, Random House, 1968
[ed. cast.: El juego del dinero, México, Diana, 1969].
5. Comunicación
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Justificación
Aníbal
1 Las dos fuentes principales de poder son el dinero y las personas. Sin
dinero, los desposeídos deben construir poder con su carne y su sangre.
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3 William Shakespeare, Hamlet, Madrid, Espasa Calpe, 1994, acto III, es-
cena I.
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Jones. ¡Antes de que digas nada deja que te diga que todas
esas pancartas son una burda mentira!
Vecino. Mira, Jones, me importa un pimiento lo que hagas
para ganarte el pan. ¡Todo lo que sabemos es que o sacas a
esos negratas del vecindario o ya te puedes ir largando!
Competencia
Una vez que uno comprende esta batalla interna por el poder
en el status quo, puede comenzar a evaluar posibles tácticas
eficaces para explotarla. Es triste ver la imbecilidad de los or-
ganizadores sin experiencia cometiendo errores garrafales al
no tener siquiera una mínima noción de estos mecanismos.
Encontramos un ejemplo típico en la cúspide de la lu-
cha por los derechos civiles de Chicago de hace unos años.
Algunos de sus líderes declararon un boicot navideño a todos
los centros comerciales del centro de la ciudad. Fue un fra-
caso estrepitoso, y cualquier revolucionario con experiencia
podría haber anticipado sin reservas que así sería. Cualquier
ataque sobre el status quo debe utilizar la fuerza del mismo
para enfrentarla contra sí mismo. Examinemos de cerca este
boicot, el error reside en tratar de boicotear a todos en vez de
a algunos. Pocos liberales, sean blancos o negros, se privarían
de hacer sus compras de Navidad en las tiendas más atrac-
tivas. Incluso si no hubiera sido Navidad, sabemos que hoy
en día los piquetes son relativamente ineficaces a la hora de
frenar a la población. Existe un bajo nivel de identificación
por parte de la población con el movimiento obrero o con los
piquetes en general. Sin embargo, incluso esa pequeña iden-
tificación puede ser explotada colocando un piquete en frente
de un único centro comercial. Si la misma mercancía puede
ser adquirida al mismo precio en el centro comercial de la
calle de enfrente, la ligera incomodidad que crea el piquete
puede afectar a un gran número de clientes. Tienen además
una alternativa fácil y visible, cruzar la calle. Las reacciones
se hacen visibles cuando el centro comercial elegido como
blanco ve cómo sus clientes se van a la competencia.
Esta calculada maniobra de enfrentar el poder de diferen-
tes partes del sistema establecido es de capital importancia
para la estrategia. En cierto modo es similar a la estrategia
de los países pobres enfrentando a Estados Unidos contra la
Unión Soviética.
Su propio petardo
Un tiempo en prisión
que dispondría del resto del día para mí. Los temas tratados
durante la primera mañana eran muy interesantes y conti-
nuaron durante la comida, que se prolongó hasta las tres de
la tarde. Bien, eran las tres y seguía teniendo toda la tarde
por delante. Pero entonces uno de los miembros del grupo,
un astrónomo muy interesante, se acercó a charlar conmigo.
Para cuando se fue eran ya las cinco y no tenía ya demasiado
sentido ponerse a escribir, puesto que los cócteles comenza-
ban a las cinco y media, y después de los cócteles tampoco,
puesto que quedaría poco tiempo para que comenzase la
cena, y después de la cena tampoco merecía la pena poner-
se a la tarea puesto que era tarde y estaba cansado. Es cier-
to que podría haberme levantado inmediatamente después
de comer, pidiendo que no me interrumpieran porque iba a
pasar la tarde escribiendo. Podría haberme encerrado en mi
habitación y con un poco de suerte, haber pasado toda la tar-
de escribiendo. Pero la realidad es que no quería ponerme a
pensar y escribir, de la misma manera que nadie involucra-
do en movimientos revolucionarios quiere hacerlo. Daba la
bienvenida a esas interrupciones, utilizándolas como excusas
justificadoras de mi huida del suplicio de pensar y escribir.
La cárcel te provee de las circunstancias contrarias. No
hay teléfonos ni visitas que duren más de una hora. Tus car-
celeros son duros, asociales y por lo general tan aburridos
que entablar conversación con ellos resulta impensable. Te
encuentras confinado en una existencia anodina de la que
tratas desesperadamente de escapar. Al no poder escapar fí-
sicamente, estás forzado a borrar lo que te rodea sirviéndote
de tu imaginación: escapas en tus pensamientos y en la escri-
tura. En los periodos que pasé en prisión senté las bases de
mi primer libro y por primera vez ordené filosóficamente mis
ideas y objetivos, los pude definir.
todo el país, tanto que, salvo pocas excepciones, todos los lí-
deres de los sindicatos corrieron a buscar un refugio: la ac-
ción era demasiado revolucionaria para ellos. Los huelguistas
de brazos caídos comenzaron a preocuparse sobre la ilegali-
dad de su acción y a cuestionar sus razones, cuando Lewis,
el jefe de todas las organizaciones del CIO les proporcionó la
justificación que buscaban: «¡El derecho del hombre a tener
un trabajo prevalece sobre el derecho a la propiedad privada!
¡El CIO os apoya y respalda plenamente!».
Los huelguistas de la General Motors vitorearon. Ahora
sabían por qué habían hecho lo que habían hecho y por qué se
quedarían hasta el final. La lección aprendida aquí es que una
parte fundamental del trabajo del organizador consiste en
desarrollar instantáneamente la justificación de las acciones
que han surgido por accidente o por odio impulsivo. Sin esa
justificación la acción se vuelve inexplicable para sus partici-
pantes, y se desintegra rápidamente en la derrota. Poseer una
justificación dota a la acción de sentido y dirección.
8. La génesis de la táctica
de los apoderados
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