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Viernes, 16 de febrero de 2018

Señores Flavia y Miguel:

De mi mayor consideración:

Por medio de la presente, quien abajo firma -ex inquilino de esta pensión- se dirige a ustedes a fin de
someter a vuestra consideración los hechos que siguen, con la intención y esperanza de que lo que tiene
para decir sea tomado por ustedes con la seriedad que merece, asignándole la gravedad que efectivamente
tiene (que no sea hecho a un lado por ustedes por considerarlo como mero puterío -con perdón por la
expresión), pues quien esto escribe entiende estar respondiendo a una situación que no vacilaría en
calificar de ‘delicada’, la cual consiste en la necesidad en que él se halla de hacerles saber que tienen
alojada, en la pensión de la que son propietarios, a una persona cuya conducta hace temer que nos
encontremos ante la presencia de un psicópata más que considerablemente peligroso, afirmación ésta para
justificar la cual tratará de detallar, lo más breve pero a la vez lo más completamente posible, su propia
experiencia con el mencionado individuo, el accionar y la persecución psicópata de la que el tal
individuo, quien responde al nombre de Fabián López, lo hizo y lo viene haciendo víctima desde hace ya
un número más que suficiente de semanas.

Siendo un día de mediados del mes de enero del año en curso, el mencionado individuo -quien
aparentemente procesa los datos de un modo particular y equivocado- comenzó a importunar al abajo
firmante con la invención de fábulas, presentadas por aquél como ciertas, que afirmaban textualmente que
personas alojadas en dicha pensión tenían planeado matar, o mandar a matar, al abajo firmante (!), fábulas
y disparates cuya reiteración insistente por parte del mencionado individuo produjeron en quien abajo
firma una justificada indignación, enojo y sentimientos de ofensa, todo lo cual condujo al fin a la ruptura
del vínculo e interrupción del saludo entre ambos.

Pocos días después de la ruptura de tal vínculo, el mencionado individuo hizo su aparición en uno de
los sectores comunitarios de la pensión, más concretamente en la terraza, con el objeto de colgar la ropa a
secar, tratándose de un día domingo a horas nocturnas (alrededor de las 22:30 horas), y el abajo firmante
decidió reanudar el diálogo aproximándosele a efectos de formularle, lo que efectivamente hizo, la
siguiente pregunta (la cual fue formulada de modo correcto, sin incumplir con ninguno de los
requerimientos del respeto): “Ahora que no hay más vínculo, ¿qué pensás hacer con el dinero que me
debés?, ¿me lo vas a pagar, no me lo vas a pagar…?”

Tal pregunta alude al hecho de que en marzo del año pasado el mencionado individuo le pidió al abajo
firmante que le prestara $ 2.000 (pesos dos mil), con el supuesto fin o excusa de comprar el horno que
aparentemente requería para trabajar como cocinero y comprometiéndose a devolver el préstamo al mes
siguiente (abril de 2017), dinero éste que quien abajo firma tuvo la ingenuidad de prestarle y que al día de
la fecha (ver fecha de esta carta), aún no le ha sido devuelto ni es esperable que le sea devuelto jamás, en
cuya devolución por lo tanto llevaba ya excedidos nueve meses (que ahora son diez) al tiempo de la
formulación de la pregunta del abajo firmante.

Frente a tal pregunta, por lo demás razonable y que quien abajo firma tenía todo el derecho del mundo
a formularle, el mencionado individuo respondió por medio de reacciones psíquicas de brote o
descompensación, comenzando así a sufrir episodios de crisis que lo llevaron a ponerse violento y a
invitar al abajo firmante a salir a la vereda a pelear, pedido al que éste no tuvo más remedio que acceder,
a efectos de sacar fuera de la pensión el problema consistente en tener que contener a alguien que
aparentemente se mostraba deseoso de pelear, de modo de no incurrir a altas horas de la noche y dentro
del sector comunitario en escenas ruidosas que pudiesen perturbar con mayor o menor gravedad el
descanso nocturno de los demás inquilinos de la pensión, perturbación que sin duda hubiese tenido lugar
de haber continuado desarrollándose la acción en el interior del mencionado sector y no en la vereda,
lugar éste que de todos modos no exime del riesgo de la generación, en perjuicio del vecindario, de
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algunas molestias que desde luego no son del deseo del abajo firmante, pero que por lo menos hace que
sean más leves que en aquél.

Ya en la vereda, el mencionado individuo hizo reiterados ademanes de querer golpear al abajo


firmante, mientras éste se limitaba a tratar de contenerlo. Luego aquél incurrió en conductas tales como
prorrumpir en amenazas de agresión física y de difamación, pronunciando las palabras que se detallan a
continuación: “Yo fui miembro del partido nazi y tengo a mis camaradas de armas, y me basta con hacer
una llamada para que esos camaradas de armas te busquen y ‘te la den’, y nosotros no atacamos de
manera normal sino que directamente te vamos a hundir los ojos, así que te aconsejo que no inicies algo
que después no puedas afrontar, tomálo como una advertencia. Y olvidáte de ir a vivir a donde pensabas
mudarte porque ahí no te van a tomar porque te voy a difamar ante la dueña, y además tengo maneras de
amenazarla y presionarla obligándola así a que no te tome como inquilino. Y te voy a hacer echar de tu
trabajo porque tengo la dirección de correo electrónico del gerente del club donde trabajás y le voy a
mandar mensajes difamatorios para qué te echen”. (Todo lo cual le hace acordar a quien abajo firma que
en anterior ocasión le escuchó decir al mencionado individuo que había ‘escrachado y difamado en el
facebook’ a una anterior inquilina de la pensión, de nombre Yolanda, de modo que otros inquilinos de la
pensión ya han sido objeto de la infinita falta de respeto y víctimas de la agresión y persecución psicópata
de alguien que, por lo que se ve, no parece dar muestras de tener demasiados límites).

Para la adecuada comprensión de lo anterior, se debe aclarar que en ocasión pasada (temporada de
verano 2016/17) quien abajo firma hubo llevado su ingenuidad hasta el extremo no sólo de acceder a la
realización del préstamo monetario que queda detallado sino, además, de incurrir en los
bienintencionados gestos de (1) darle al mencionado individuo la dirección de correo electrónico del
gerente del club en el que él mismo se desempeña profesionalmente durante las temporadas de verano
(principios de diciembre a fin de marzo) desde hace ya catorce años como guardavidas e instructor y
entrenador de natación, a fin de que el mencionado individuo ofreciera por esa vía sus servicios como
cocinero, puesto que el club, por intermedio de sus representantes, se hallaba proyectando la contratación
de un experto en ese área y el mencionado individuo siempre se había presentado a sí mismo, falsamente
o no, como tal, y (2) presentarle al mencionado individuo, en ocasión en que éste deseaba un cambio de
domicilio, a una persona del conocimiento de aquél y que contaba y cuenta con viviendas de alquiler y en
una de cuyas propiedades se encuentra el abajo firmante actualmente viviendo en condición de inquilino y
que sólo alquila por referencias, de modo que sólo accedería a darle piezas de alquiler al mencionado
individuo en caso de presentarse el abajo firmante como garante de la fiabilidad de aquél, lo que el mismo
efectivamente tuvo la ingenuidad de hacer.

En la mencionada escena ocurrida el domingo en la vereda a horas nocturnas, la cual se extendió por
espacio de alrededor de hora y media y en cuyo trascurso el abajo firmante se limitó a tratar de contener a
un individuo descompensado que reiteraba sus ademanes violentos y sus amenazas de difamación contra
el mencionado firmante en ámbitos que a éste le resultan significativos, tal como lo son para todo el
mundo los ámbitos laboral y habitacional, además de promesas de concesión de una pelea desigual,
amenazas de agresión física abusiva y patoteril puesto que supuestamente habría de ser ejercida bajo el
cobarde amparo de la superioridad numérica y armamentística, el mencionado individuo procedió, con
fines intimidatorios o amedrentatorios, a hacerle saber al abajo firmante en qué consistirían algunas de las
difamaciones en las que estaba dispuesto a incurrir, una de las cuales será detallada a continuación a
modo de muestra (quedando las demás para ser detalladas de modo oral en caso de que al abajo firmante
le soliciten mayores detalles) con el objeto de que se aprecie claramente el modo en que opera la mente de
una persona con respecto a la cual debe considerarse seriamente la posibilidad de que estemos ante la
presencia de un psicópata:

En una charla informal, una ‘charla de café’, una de esas charlas en las que uno se dedica a ‘filosofar’,
el abajo firmante manifestó ante el mencionado individuo la opinión de que entre una muerte lenta,
dolorosa y agónica, y otra rápida e indolora, obviamente era preferible esta última, y que por lo tanto, en
caso de que a uno le sobreviniese una enfermedad corrosiva de esas que lo consumen a uno lentamente y
con dolor, no estaría mal conseguir un arma de fuego con la cual procurarse una muerte del primer tipo.
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Veamos ahora en qué fue convertido esto por el mencionado individuo:

“Voy a mandarle mails al gerente de tu club diciendo que vos tenés tendencias depresivas y que te
querés suicidar y que por lo tanto hay que someterte a un peritaje psiquiátrico porque no estás bien de la
cabeza y por tanto es peligroso que alguien de tu condición mental esté trabajando en una pileta de
natación en la cual se encuentre realizando actividades al frente de un grupo de niños, y que por todo
esto te deberían echar. Y a la dueña del lugar a donde querés ir a vivir le voy a decir que no te tome
como inquilino porque la vas a comprometer teniendo un arma de fuego porque por ahí te querés matar,
o hacés destrozos, dentro de la vivienda (...)”

Un psicópata, pues, toma como base un hecho verdadero pero pequeño e inofensivo y lo tergiversa y
falsea para presentarlo como siendo un hecho grande y ya nada inofensivo.

Al día siguiente al domingo en que ocurrieron tales incidencias, el abajo firmante aprovechó que su
horario laboral correspondiente a los días lunes en el ya aludido club no es de 10:00 a 20:00 horas, como
en el resto de sus días hábiles, sino de 13:00 a 20:00 horas, de modo que empleó la mañana en dirigirse a
hacer la pertinente denuncia a la comisaría, en la que no obstante le dijeron que ellos no tomaban tales
denuncias sino que debía ‘formular una exposición’ en el juzgado de mediación sito en calle Albarellos al
563 (Tigre), puesto que antes tomaban ellos tales exposiciones en la comisaría pero ya no lo hacían más.
El abajo firmante se dirigió, pues, a dicho juzgado de mediación a realizar allí su declaración y, tras
explicar lo sucedido, se le informó que lo que allí podían hacer por él era fijar fecha para una audiencia de
conciliación entre ambas partes, audiencia ésta a la que de todos modos la parte requerida no tenía
obligación legal de asistir puesto que se trataba de una instancia meramente administrativa y no judicial ni
penal. Y ante la aceptación por parte del abajo firmante del recurso a esa instancia (por falta de algo
mejor), fue informado acerca de la fecha -que resultó corresponder al lunes siguiente a ese- en la que
debía volver al mencionado juzgado a efectos de retirar el papel certificado o documento citatorio a la
audiencia de conciliación, con datos acerca de fecha y hora de la misma, y con copia a ser enviada por él
mismo al domicilio de la parte requerida.

Ese mismo día lunes, al ingresar al club a efectos de dar inicio a su jornada laboral, el abajo firmante
se dirigió primeramente a Secretaría con el objeto de advertir al gerente de la posible aparición de
mensajes difamatorios en la bandeja de entrada de su dirección de correo. A tal fin, le hizo saber que tenía
que conversar con él sobre una cuestión grave, y al ser interrogado por él acerca de si la cuestión tenía
que ver con algún socio del club, respondió diciendo que se trataba más bien de una situación de carácter
personal pero que podía llegar a comprometerlo, afectarle o generarle molestias en el club. “Tengo un
vecino que mostró su lado psicópata, me sometió a agresiones acerca de las cuales ya están hechas las
denuncias pertinentes, pero me amenaza con incurrir en mensajes difamatorios, me recordó que tiene tu
dirección de correo y me amenazó con que iba a mandarte mensajes calumniándome. ¿Te acordás que
hace un tiempo el club precisaba cocinero y yo te dije que tenía uno y vos me diste tu dirección de correo
para que se la diera y se comunicara él con vos por esa vía? Bueno, se trata de esa misma persona”. A
esto el gerente respondió que estaría atento y a la espera de la aparición de mensajes de dicha índole (con
el objeto de bloquearlos) y que no había por qué preocuparse. No obstante, el abajo firmante albergó y
alberga aún el temor de que el mencionado individuo lo ensucie y lo haga quedar mal, sufrir un ‘papelón’,
o que ya lo haya hecho, en su ámbito laboral.

El día siguiente a ese lunes, el abajo firmante aprovechó que el martes es uno de sus días francos o no
laborables en el club y se constituyó en la residencia de la señora en otra de cuyas viviendas iba
próximamente él a comenzar a residir en condición de inquilino, y le preguntó si había recibido malas
noticias de algún tipo; tras la respuesta negativa por parte de ella y ante la interrogación acerca de a qué
se debía tal pregunta, el abajo firmante le contó toda la historia de lo ocurrido con el mencionado
individuo, y le previno que podía suceder que en su teléfono celular recibiese ella audios difamatorios en
contra de él (pues el mencionado individuo tiene el número telefónico de dicha señora debido al hecho ya
consignado de que unos meses atrás había iniciado con ella tratativas de alquiler merced a la ingenua
intermediación del abajo firmante), y le manifestó el temor que sentía de introducir conflictividad en uno
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de los domicilios de ella, debido al riesgo de que el mencionado individuo incurriese en alguna clase de
atentado contra tal domicilio al saber que quien abajo firma se encontraba residiendo allí. Por último, le
hizo saber que si deseaba ella retirar su compromiso de darle piezas en alquiler en dicho domicilio debido
al mencionado riesgo, él lo sabría entender perfectamente y no opondría reparo alguno a dicha
determinación, ante lo cual ella lo tranquilizó y lo instó a que no se preocupara, diciéndole además que no
retiraba en absoluto el compromiso de tomarlo como inquilino, y añadió que dicho individuo no podría
hacerle daño alguno a ella ni al domicilio, que si recibía audios difamatorios lo iba a bloquear, y que ya se
notaba que el mencionado individuo no era normal y que lo ocurrido le demuestra a ella que no se
equivocó en cuanto al carácter negativo que le atribuyó ya en la primera impresión que se formó acerca
de él.

El lunes siguiente al de la primera visita del abajo firmante al juzgado de mediación, se presentó allí
por segunda vez, tal como le fuera indicado, a fin de retirar el documento citatorio que él mismo debía
llevar al domicilio de la parte requerida. A fin de reducir el riesgo de roces con el mencionado individuo,
el abajo firmante retuvo tal citación en su poder con el objeto de hacérsela llegar a la parte requerida
recién cuando él no estuviese viviendo más allí (pues para su mudanza faltaban sólo tres días) y por lo
tanto no hubiese posibilidad de nuevos encontronazos con el mencionado individuo, de nuevas
descompensaciones y actitudes patoteriles por parte del mismo. Efectuada ya la mudanza del abajo
firmante, se constituyó en el domicilio de los dueños de la pensión con el objeto de dejarles el papel
citatorio para que fuesen ellos quienes se lo alcanzasen al mencionado individuo, de modo de evitar todo
riesgo de roces con éste. Siendo atendido por la dueña de la pensión, señora Flavia Godoy, el abajo
firmante manifestó su deseo de depositar en manos de ella dicho encargo, solicitándole además que le
firmara un talonario que debía ser devuelto al mencionado juzgado, pues previamente había explicado él
allí que el pedido de una firma a la parte requerida se prestaba a nuevas descompensaciones, actitudes
patoteriles y demás conductas impropias por parte de ésta (pues quien experimenta una crisis violenta al
ser inquirido acerca de lo que piensa hacer respecto de una deuda, bien puede experimentar una nueva
crisis de igual o parecida violencia ante la petición de la firma de un papel citatorio), consiguiendo así que
dicho juzgado de mediación le aceptara la devolución del talonario con sólo la firma del notificador
(señora Flavia Godoy).

La fecha fijada para la audiencia de conciliación -audiencia ésta en la cual se hubiese tratado de
establecer qué es lo que la parte requerida (el ofensor) pretendía con sus amenazas, si es que éstas
obedecían a algún propósito-, fue fijada para el martes 6 de febrero a las 10:00 horas, con tolerancia o
margen de espera hasta las 10:30 horas. Ante la incomparecencia de la parte requerida, el requiriente
solicitó que por lo menos se le extendiese una documentación que certificase que él sí había comparecido,
alegando que quería tener la mayor cantidad de documentación posible en contra del mencionado
individuo -el requerido no compareciente- con el objeto de que, en el caso de que sufriese él un
‘accidente’, inmediatamente las sospechas recayeran sobre aquél. Acto seguido, y a efectos de conseguir
mayor documentación y mayores garantías, se dirigió a la comisaría a explicar lo que había ocurrido en el
juzgado de mediación y a solicitar que se le explicase qué nueva herramienta legal tenía él a su
disposición, cuál era el curso de acción que ahora debía él emprender, cuál la instancia legal siguiente a la
de la audiencia de conciliación, una vez que ésta hubo sido agotada. Allí se le explicó que en su anterior
visita a la comisaría le habían informado mal, pues la denuncia por amenazas de agresión física sí se
realiza en la comisaría, mientras que la denuncia por amenazas de difamación es la que no se realiza en
dicho lugar y por lo tanto sólo puede ser tratada en el juzgado de mediación, puesto que las amenazas de
agresión física constituyen un delito mientras que las amenazas de difamación constituyen una cuestión
privada que debe resolverse en todo caso por medio de abogados y no de la policía. El abajo firmante
aprovechó entonces para hacer la denuncia de amenazas de agresión física (cuya copia, más la de la
documentación que le fuera extendida en el juzgado de mediación, el abajo firmante remite a ustedes
junto con la presente (aclarando que el texto de tal denuncia es imperfecto e incompleto porque fue
escrito por un agente de policía que no escribió textualmente lo que el declarante exponía sino que
escuchó la declaración y, habiendo captado la idea, la expuso sobre el papel con sus propias palabras,
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pero que de todos modos ha contado con la aprobación del declarante y por el cual no se siente éste mal
representado)).

Siendo el día martes 13 de febrero, la dueña de la nueva morada en la que el abajo firmante se halla
residiendo en condición de inquilino vino a conversar amablemente con él acerca de temas relacionados
con la vivienda, preguntándole por ejemplo si se hallaba cómodo en la misma, y en un momento de la
conversación le hizo saber al abajo firmante que el mencionado individuo cumplió de hecho con sus
amenazas de difamación, habiendo recibido ella efectivamente los mencionados audios difamatorios, con
lo cual se vuelve más que probable que haya hecho lo mismo en el ámbito no ya habitacional sino laboral
de quien abajo firma. Al ser interrogada por éste acerca del carácter de esos mensajes y lo que en ellos se
dice, la mencionada señora no quiso hacer sentir mal a quien abajo firma y por lo tanto incurrió en
evasivas y se limitó a responder: “Pavadas, ‘boludeces’, cosas feas, básicamente lo que vos me dijiste
que podía llegar a decir. Yo le respondí irónicamente que lo creía un poquito más caballero, y en seguida
lo bloqueé, lo eliminé de mis contactos. Pretende decirme cosas acerca de vos y no se da cuenta de que
nosotros nos conocemos desde hace veinte años, ¿qué me puede decir acerca de vos? Así que, no te
preocupes.”

Sin otro particular, deseando que hayan leído hasta el final y que por lo tanto sepan a qué clase de
individuo tóxico tienen viviendo en la pensión de la que son propietarios y se sirvan de tal conocimiento
con fines preventivos para protección y resguardo de futuros inquilinos que de aquí en más vengan a tener
convivencia y vecindad forzosas con alguien en quien debemos sospechar la presencia de un psicópata, y
pidiéndoles, por último, disculpas por la necesaria extensión de la presente, debida a lo mucho que hay
para contar, los saluda atentamente:

ESTEBAN GENIN

D.N.I: 22.470.990

Domiciliado en Cazón 812, Tigre

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