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Blackwood. ¡Chas!

y aparezco a tu lado

Nota: * y 1/2

Endeble y efectista cinta de terror juvenil con una risible Uma Thurman.

Los internados y escuelas de señoritas se han convertido en un escenario recurrente del cine
fantástico y de terror. Los años setenta aportaron varios títulos celebres a este particular
subgénero. Chico Ibáñez Serrador debutó en la gran pantalla con un clásico dentro de este
tipo de películas: La residencia (1970). El realizador uruguayo de padre español logró mezclar
ingredientes del terror gótico con elementos de Psicosis y una sexualidad malsana en una cinta
que se ha convertido en un verdadero clásico. Unos años más tarde, en 1977, Dario Argento
logró uno de sus filmes más aclamados con Suspiria, una producción ambientada en una
academia de baile donde ocurrían extraños asesinatos. Más explícito que el filme de Ibáñez, la
cinta funcionaba como un efectivísimo slasher. Sin embargo, ninguna de ellas alcanzó la
sutilidad y la extraña atmósfera de Peter Weir en la justamente famosa Picnic en Hanging
Rock (1975), que abordaba la misteriosa desaparición de tres alumnas y una maestra.

Blackwood, el cuarto largometraje de Rodrigo Cortés, parece beber de todas ellas, aunque no
esté a la altura de ninguno de sus precedentes. El autor de las notables Concursante y Buried
toma como base la novela Down A Dark Hall, escrita por la estadounidense Lois Duncan para
ofrecer una película de terror vulgar que abusa de efectismos baratos y no consigue imprimir
el ambiente enrarecido que exige este tipo de productos.

Con un errático guion firmado por Chris Sparling y Michael Goldbach, el cineasta español
sigue los pasos de un grupo de adolescentes rebeldes que acuden a un tétrico internado para
reformarse y son utilizadas por los responsables del centro con oscuros propósitos. Sin
embargo, desde los primeros minutos, el filme no consigue que importen los problemas de las
jóvenes, debido especialmente a la escasa habilidad de los autores del filme para esbozar su
personalidad.

Incapaz de lograr que interesen mínimamente los dramas de las muchachas, Cortés acude a los
socorridos y pueriles golpes de efectos mil y una veces vistos. El uso marrullero del sonido y la
música toman el control sobre una trama que pierde totalmente el rumbo en su último tercio y
produce involuntaria risa en numerosas ocasiones.

El autor de 15 días descuida también el aspecto técnico, abusando de una cámara en continuo
movimiento, especialmente en el desenlace, y un montaje que se vuelve confuso poco a poco.

Al desbarajuste general se suma la patética interpretación de Uma Thurman, que solamente


provoca hilaridad con su papel de perturbada directora del centro.

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