Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Algunas razones para enseñar a señalar al niño que no muestra esta conducta:
- El niño puede usar efectivamente el gesto de señalar incluso cuando no sabe que los objetos
tienen nombres. La enseñanza de signos o palabras exige ese conocimiento previo.
- Los gestos, las expresiones faciales y la mirada deben constituir algunos de los procedimientos
más importantes empleados por el niño para especificar sus intenciones.
- Una de las razones más importantes para enseñar la conducta de señalar es que podemos
conseguir que el niño se dé cuenta que la comunicación (hacer señales a otras personas) puede
serle muy útil y proporcionarle satisfacciones de sus deseos.
- El dominio de un gesto como la conducta de señalar, puede ser usado en distintas situaciones
y contextos ocasionando el mismo resultado, la satisfacción de sus deseos, intereses o
necesidades.
- Los adultos van a atender y entender de forma más inmediata y efectiva las demandas del
niño pequeño.
- En los niños más pequeños (primera infancia), la conducta de señalar los prepara para el
mundo de las palabras.
El objetivo esencial es que el niño se acostumbre y, por tanto, llegue a adquirir el hábito de
conseguir lo que desea mediante el acto de tocar-señalar. Esto ayudará al niño a ser más
consciente de su dedo índice.
Debe modelarse (el facilitador ejecuta la acción para que el niño la imite), la conducta de señalar
mediante el uso del índice.
El facilitador, deberá usar la estrategia de enseñanza mano-sobremano (tome la mano del niño
y ayúdelo a señalar a un objeto para practicar gestos), para ello utilice los objetos del hogar que
se han identificado de interés para el niño (ej. el tetero, vaso de agua, la Tv, la cama, etc).
2) Señalando a distancia:
Es un gesto más abstracto y con un contenido más social a medida que se usa para solicitar
ayuda.
Para su enseñanza deben escogerse objetos atractivos y que el niño pueda ver fácilmente a
poca distancia; pero que no pueda alcanzar.
Esperamos que intente alcanzar uno de los objetos. En ese momento, tomamos su mano y
guiamos la conducta de señalar (sin tocar el objeto). Se le acompaña de verbalizaciones como
por ejemplo: “Marco señala”, e inmediatamente se le entrega lo que ha señalado.
El objetivo esencial, en este paso, es que el niño adquiera la experiencia de que el adulto
responderá espontáneamente a lo que desea conseguir.
Una ver que el niño señala a distancia, podemos plantearnos la enseñanza de un tercer paso
en el que el niño señala para escoger entre varias opciones o alternativas. Para ello hay que
proporcionarle oportunidades de que haga elecciones. En la media en que a la conducta de
señalar le damos un sentido de competencia para negociar con los adultos, se mejora la
comprensión de su sentido comunicacional.
El hecho de que el niño pueda conseguir negociar debe ser una de las máximas prioridades
para establecer la calidad de este tipo de comunicación.
Una vez que el niño ha adquirido la conducta de señalar, debemos colocar nuestra cara en línea
con sus ojos para establecer contacto ocular. Debemos mostrarnos perseverantes porque
señalar no es un gesto real a menos que se constituya en un mensaje para alguien, y mirar al
adulto es lo que demuestra que este mensaje es para el adulto.
En este paso es importante recompensar, dándole lo que señala, tanto por señalar como por
hacer uso de la mirada al mismo tiempo. Es conveniente, por tanto, esperar uno o dos segundo
hasta conseguir la mirada.
En este último paso es conveniente reducir el número de objetos para no confundirle con
demasiadas palabras, especialmente si todavía no hay lenguaje.
Aunque el adulto desee que el niño imite la palabra, puede que el niño no esté preparado para
ello. Debemos sentirnos satisfechos, al principio, con un sonido o simplemente una imitación
del movimiento de los labios. Gradualmente el sonido será cada vez más parecido a la palabra
que estamos usando o incluso la palabra misma.
Referencia
"Enseñando a señalar" Juan Martos, Carmen Monsalve y Gema López (es el cap. 5 del libro "El
niño pequeño con autismo" Angel Riviere y Juan Martos. Apna