Está en la página 1de 5

Riguel Galindo González

La Fe y la Nación1

La fe ha tenido (y tendrá) siempre un papel muy importante en el


comportamiento de los seres humanos. A través del tiempo la gente ha hecho
cosas increíbles con el afán de lograr el favor de loa dioses o por defender sus
ideales. En México tenemos como ejemplo de lo anterior, sin importar que sea
cierto o falso, el Grito de Dolores, dado por el cura Miguel Hidalgo en la
madrugada del 16 de septiembre de 1810, enarbolando el estandarte con la
imagen de la Virgen de Guadalupe.

Al parecer, el retoque de las campanas de la iglesia, aunado a la bandera con la


representación religiosa tomada por Hidalgo y el titulo que éste ostentaba (párroco
de Dolores), provocó que algunos fieles se unieran a su llamado de luchar por
una autonomía del Reino de la Nueva España. Pero la importancia de la imagen
representada en el estandarte portado por Hidalgo para los indígenas y mestizos
no comienza ahí: recordemos qué representaba para la población novohispana
ésta imagen.

La población mesoamericana llegaba de lugares distantes al cerro del Tepeyac,


donde se encontraba erigido un templo en honor de Tonantzin, diosa de la vida y
la muerte en el panteón mexica. Su popularidad era grande entre los originarios
del centro del territorio del actual México.

Durante los primeros años de la Colonia, la población nativa no dejaba de


adorar y reverenciar a sus antiguos dioses, por más que los europeos se
emplearon a fondo para “llevar a la verdadera fe” a aquellos. Testimonio de ésto
deja el franciscano Diego de Landa en su Relación de las cosas de Yucatán donde
dice:
Que estando esta gente instruida en la religión y los mozos aprovechados,
1
El trabajo esta hecho sobre la interpretación y aceptación que se tienen de los hechos
ocurridos en torno a lo que la historia oficial ha llamado La Independencia de México
como dijimos, fueron pervertidos por los sacerdotes que en su idolatría tenían y
por los señores y tornaron a idolatrar y hacer sacrificios no sólo de sahumerios
sino de sangre humana2

En el mismo texto de Marzal, se nos dice que de Landa tuvo “dificultades en su


trabajo por sus métodos un tanto violentos” en los que llegó a realizar varios autos
de fe a la población maya de Yucatán debido a sus reincidencias en la idolatría.
Con esto queda claro que, durante la evangelización de América, la violencia en
contra de creyentes paganos y la misma institución religiosa nativa fue uno de los
métodos empleados, pero no el único. Había lugares que dada la importancia y el
valor que tenía para los naturales, se conservó el lugar sagrado, es decir, tan sólo
se destruyó un templo para poner otro en su lugar, pero el sitio como tal siguió
conservando su carácter de sacrosanto con el fin de que, al congregarse una gran
cantidad de personas allí, se pudiera dar mejor el proceso de conversión, así
como poner de manifiesto la superioridad de la religión cristiana sobre las
creencias indígenas. Ejemplo de esto podemos ver el Templo Mayor, ubicado en lo
que hoy llamamos Zócalo de la Ciudad de México, el cuál fue destruido y,
posteriormente, con las mismas ruinas del edificio, se levantó en su lugar la
Catedral.

Tal fue el caso del citado Cerro del Tepeyac y el templo que ahí había. Fray
Bernardino de Sahagún dice que:
Cerca de los montes hay tres o cuatro lugares donde solían hacer muy
solemnes sacrificios, y que venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de éstos
es aquí en México donde esta un montecillo que se llama Tepeácac, y los
esáñoles llaman Tepeaquilla[…]; en este lugar tenían un templo dedicado a la
madre de los dioses que llamaban Tonantzin que quiere decir Nuestra Madre; allí
hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa, y que venían a ellos de muy lejas
tierras[…]; y ahora que esta allí edificada la Iglesia de Ntra. Señora de Guadalupe
también la llaman Tonantzin[…] y vienen ahora a visitar a esta Tonantzin de muy
2
De Landa, Diego. Relación de las cosas de Yucatán, citado en Marzal, Manuel. Historia
de la Antropología Indigenista: México y Perú, Anthropos, pág. 83
lejos, tan lejos como de antes, la cual devoción también es sospechosa, porque
en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora, y no van a ellas, y vienen
e lejas tierras a esta Tonantzin, como antiguamente3

Como la gente nativa, aún y cuando el templo ya había sido destruido, seguía
conglomerándose hacia allá, se optó por una reconversión, pero no de la gente,
sino del mito mexica. La leyenda de Juan Diego, en una breve semblanza, dice
así:
“El día sábado 9 de diciembre de 1531, muy de mañana en el cerro del Tepeyac
escuchó el cantar del pájaro mexicano tzinitzcan, anunciándole la aparición de la
Virgen de Guadalupe. Ella se le apareció cuatro veces entre el 9 y el 12 de
diciembre de 1531 y le encomendó decir al entonces obispo, fray Juan de
Zumárraga, que en ese lugar quería que se edificara un templo. La Virgen de
Guadalupe le ordenó a Juan Diego que cortara unas rosas que misteriosamente
acababan de florecer en lo alto del cerro para llevarlas al obispo Zumárraga en su
ayate. La tradición refiere que cuando Juan Diego mostró al obispo las hermosas
flores durante un helado invierno se apareció milagrosamente la imagen de la
Virgen, llamada más tarde Guadalupe por los españoles, impresa en el ayate. El
prelado ordenó la construcción de una ermita donde Juan Diego Cuauhtlatoatzin
viviría por el resto de sus días custodiando el ayate.”4

Poco más de un siglo después se escribe el Nican Mopohua en 1649, donde se


da testimonio de los “milagros” ocurridos al ahora santo Juan Diego. Desde ese
momento la popularidad de la Virgen de Guadalupe comienza a ascender debido a
que los indígenas y mestizos de identificaban con ella, se le atribuyen milagros.

“La virgen de Guadalupe estuvo presente en toda la obra de los jesuitas


expatriados y fueron los clérigos criollos, quienes más defendieron sus apariciones

3
De Sahagún, Fray Bernardino. Historia General de las Cosas de la Nueva España, Porrúa,
México, 2006, (“Sepan cuantos…” núm. 300), pp. 681-682
4
http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Diego_Cuauhtlatoatzin,
míticas y pugnaron porque se tomara como un símbolo de identidad”5.
Recordemos que Hidalgo había estudiado en el Colegio de San Nicolás Obispo,
en el actual estado de Michoacán. Dicho colegio era jesuita, lo que nos deja ver el
porqué de la decisión tomada por el “Padre de la Patria” de tomar como bandera
de su causa a la Virgen de Guadalupe. Logró reunir a las personas en torno de su
fe y con ello, nació la lucha independentista.

Es aquí donde juega un papel importante el Teorema de Thomas, donde su


premisa dice que “si las personas definen las situaciones como reales, éstas son
reales en sus consecuencias”. Desde este punto de vista, poco importa que la
Virgen de Guadalupe se haya aparecido en el Tepeyac, en tanto que “ha sido para
México tal vez el más poderoso polo de atracción y fuente de inspiración e
identidad. Será suficiente recordar en apoyo de esto lo que significó ella en los
momentos de pestes, hambrunas y de afán por encontrarse a sí mismo en los tres
siglos del México novohispano”6

Una inmensa cantidad de personas han manejado que la religión y la fe solo


entorpecen el progreso del ser humano, se crean leyes, como las de Reforma o la
Ley Calles, para impedir su actividad creyendo que se hace un gran bien a las
personas al adentrarlas dentro del cientificismo y alejarlas de la fe. En mi opinión,
lo que comúnmente pasa desapercibido es que el ser humano necesita aferrarse a
algo, tenerle fe a una fuerza superior o incapaz de ser controlada por la
humanidad que nos aligere un poco la inmensa carga que representa el sabernos
libres, a cargo de nuestro propio destino, de nuestras acciones y sus
consecuencias; de nuestra insignificancia dentro del universo.
Bibliografía.
ÁNGELES, Alba. Historia de México par a Tercer Grado de Educación Secundaria,
Ángeles, México, 2001

5
Ángeles, Alba. Historia de México para Tercer Grado de Educación Secundaria, Ángeles,
México, 2001, pág. 100
6
León-Portilla, Miguel. Tonantzin Guadalupe, Fondo de Cultura Económico, México,
2001, pág. 15
DE SAHAGÚN, Fray Bernardino. Historia General de las Cosas de la Nueva
España, Porrúa, México, 2006, (“Sepan cuantos…” núm. 300)

LEÓN-PORTILLA, Miguel. Tonantzin Guadalupe, Fondo de Cultura Económico,


México, 2001

MARZAL, Manuel. Historia de la Antropología Indigenista: México y Perú,


Anthropos, pág. 83

TODOROV, Tzvetan. La Conquista de América: El problema del Otro, siglo


veintiuno, España, 2010.

Medios Electrónicos
http://es.wikipedia.org

También podría gustarte