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Hay que orar invocando la presencia del Espíritu Santo en nosotros: Pedirle al Espíritu
Santo que nos ilumine, que llene nuestro entendimiento y nuestro corazón. Pedirle que derrame
sus carismas y frutos que El suscita con la lectura de la Biblia. La Iglesia, nos enseña, que ésta
ha de ser leída con el mismo Espíritu con que fue escrita. (Dei Verbum 12). El Espíritu, que
viene en auxilio de nuestra debilidad y nos enseña a orar como conviene (Rom 8, 26), conduce a
que la Biblia sea Palabra de vida para la Iglesia y para el creyente.
Con el Espíritu Santo en nuestra Oración, la Biblia es un libro vivo y que da vida. Con su ayuda en
la oración podemos liberarnos de nuestras tristezas y penas pues él es el “Consolador”, con el
Espíritu la oración va santificando poco a poco nuestra vida, es el “Santificador”; él nos vivifica y
renueva cuando estamos cansados y abatidos pues es el “Vivificador”, él nos sana si estamos
heridos y lastimados en nuestro interior porque es el “Sanador”, el escucha nuestras suplicas y las
dirige al Padre por ser el “Intercesor”.
1
S.S. Juan Pablo II, Encíclica “Dominum et Vivificantem”
2
2 Cor 3, 6.
PASO 2. LEER
“Buscad el libro de Yahveh y leed...” Is 34,16.
b) Hay que leer la Palabra de Dios humildemente: No hay que leer para ser más sabio o más
docto como los fariseos. Hay que imitar la lectura de los santos que se santificaron en ella.
Leamos para amar mas a Dios y al prójimo, leamos para hacer la voluntad de Dios y abstenerse
de ofenderlo y pecar. Leamos reconociendo que no sabemos, pero queremos aprender y
cambiar. A través de su lectura aprendemos del gran depósito de la sabiduría divina y nos
nutrimos de la Suprema Ciencia de Jesucristo. Josemaría Escrivá de Balaguer decía: "Que tu
conducta y tu conversación sea tal que todo aquel que te mire o te escuche, pueda decir: Esta
persona lee la vida de Jesucristo".
c) Hay que leer la Palabra de Dios para ver “Que dice”. ¿De que trata el texto?, ¿quienes
son sus personajes?, ¿Qué están haciendo?, ¿En que tiempo están y donde?: Hay que leer la
Biblia para explotar sus riquezas, extraer sus grandes tesoros de sabiduría, verdad, fe y amor, e
imitar el testimonio valeroso de sus grandes héroes con sus historias que se reflejan en nuestra
vida. Los santos durante toda su vida leían continuamente la Sagrada Escritura y ella dominaba
su manera de actuar, de pensar y de vivir. "La lectura de la Biblia ha producido muchos santos".
Es difícil imaginar un santo que no haya sido profundamente influenciado por la lectura
espiritual no sólo antes de entregar su vida a la obra de Dios en la tierra, sino continuando la
lectura espiritual como parte integral de su vida diaria hasta el día de su muerte.
Hay que empezar a leer la Biblia hoy mismo. El Catecismo de la Iglesia Católica en el numero
2654 señala: "Buscad leyendo, y encontraréis meditando; llamad orando, y se os abrirá por
la contemplación". Hay que leer buscando lo que Dios quiere decirnos, cada cita, cada texto,
cada versículo de la Biblia tiene algo que decirte, para encontrarlo hay que meditar y reflexionar
cada palabra, despacio, sin prisa, repasando lo leído para comprender cada vez mas y mejor.
PASO 3. MEDITAR
“No se aparte el libro de esta Ley de tus labios: medítalo día y noche; así procurarás obrar en
todo conforme a lo que en él está escrito, y tendrás suerte y éxito en tus empresas” Jos 1,8.
La Palabra de Dios esta llena de sabiduría y de enseñanzas útiles para todo hombre de cualquier
tiempo, es universal. La Palabra de Dios perdura eternamente y es valida para cualquier
persona. La Palabra de Dios, tiene que meditarse para entenderse verdaderamente, aun un libro
de matemáticas requiere reflexión para ser comprendido; ¡Con cuanta más razón la Palabra de
Dios requerirá de meditación reverente y confiada!.
Desde una lectura de la Escritura se puede conocer la voz de Dios para nuestro tiempo. Los
problemas actuales, al ser contrastados con la enseñanza de la Palabra de Dios, reciben nueva luz.
La Biblia sirve para iluminar la acción de los cristianos. La Biblia debe ser la inspiración
frecuente de nuestra meditación para mejorar nuestra vida y el texto principal para nuestra
propia evangelización.
PASO 4. ORAR
“orad al mismo tiempo también por nosotros para que Dios nos abra una puerta a la
Palabra, y podamos anunciar el Misterio de Cristo…” Col 4,3.
Hay que entrar en oración con Dios para que Él nos hable y
revele lo que no hemos captado para nuestra vida; nos perdone
y nos ame, nos sane y renueve, nos anime y fortalezca, y entre en
nuestro corazón.
Ábrele tu corazón al Señor totalmente al estar en oración, humíllate delante de Él. Tu oración
sea como la del publicano3 que se reconoció pecador y necesitado, y pidió a Dios que lo
ayudara; y no como la del fariseo que se creía bueno y perfecto. Si la Oración se hace
sinceramente, entregada, con fe y confianza en Dios y en su voluntad, y humildemente se tendrá
en este momento una verdadera experiencia de Dios, un encuentro vivo con Cristo que es la
Palabra de Dios que nos habla. Con una lectura espiritual de la Sagrada Escritura tenemos acceso
a Jesús y penetramos el misterio de su intimidad. El Espíritu Santo hace presente a Jesús en su
verdad salvífica, a través de la oración para que nosotros nos encontremos con Él y lo escuchemos.
Hay que llamar a Dios, pedirle en oración que nos hable, que nos brinde su bendita Palabra, no
solo hay que leer, sino escuchar a Dios en oración.
PASO 5. VIVIR
“Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él” 1Jn 2,6.
3
Lc 18, 10-14.
La lectura en oración y la comprensión de la Palabra de Dios conducen necesariamente al
amor, a la conversión, llaman al cambio de vida e invitan a dar testimonio en el mundo. Este
proceso nos lleva a escuchar la voz de Dios para nuestro tiempo. Y es una voz de liberación de toda
esclavitud desde su raíz, el pecado. No hay amor si no se traduce en actos y realizaciones de la vida
diaria, en actitudes y compromisos concretos. El hombre creyente al contrastar la enseñanza del
Evangelio con los problemas que surgen de la vida de la sociedad, tiende a asumir compromisos
para extender el reinado de Dios y hacer que llegue a todos los hombres la salvación y la
civilización del amor. Desde una vida cristiana auténtica, en unión con la doctrina de la Iglesia, se
da una lectura muy profunda de la Escritura y una experiencia del Dios cristiano.
¡No leemos la Sagrada Escritura para conseguir la fuerza que nos permita realizar lo que hemos
decidido! Más bien leemos y meditamos para que broten las debidas decisiones y para que la
fuerza del Espíritu nos ayude a ponerlas en práctica. No se trata, como muchas veces pensamos,
de orar más para obrar mejor, sino de orar más para comprender lo que debo hacer y para poder
hacerlo a partir de una opción interior. El interés por la Escritura y el reconocimiento de su valor
es un signo de que el Espíritu Santo anima nuestra vida. A través de este signo de los tiempos,
hemos de descubrir a dónde quiere conducirnos el Señor. Leer la Palabra de Dios espiritualmente
podrá darnos la fuerza para hacer viva esa Palabra mediante nuestro testimonio.
La consecuencia del encuentro vivo con la Palabra es el anuncio de Jesucristo. La mujer
samaritana, después de su encuentro con Jesús, corre al encuentro de los suyos llamándolos para
que vengan a ver aquel le ha dicho la verdad (Jn 4, 29). Ellos, al encontrarse con Jesús, dirán
que creen en él porque al oírlo han descubierto que es el salvador (Jn 4, 42). Quién se ha
encontrado con el Salvador ya no puede estar quieto y hace suyas la palabra de Pablo: “¡ay de
mí si no predicara el Evangelio!” (1 Cor 9,16).