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consigna pirata: "Que es mi barco mi tesoro, / que es mi dios la libertad, / mi ley, la fuerza y el
viento, / mi única patria, la mar".
A finales del siglo XVI y principios del siglo XVII se vio un aumento en la presencia de
“piratas” en las costas atlánticas del Reino de Guatemala, Méjico y las islas del Caribe. Es
importante comprender que “más allá de las riquezas materiales, el fanatismo religioso era
un incentivo muy fuerte para los piratas”, ya que estos provenían en su mayoría de países
protestantes de Europa y “vieron en la piratería una manera de combatir los papistas,
quitando al Rey de España una parte de los recursos económicos con los cuales financiaba
las tropas que luchaban contra los protestantes en Alemania, Flandes y Francia”.
Las fuentes y los estudios analizados confirmarían que la piratería en el área caribeña
representó otro frente de las guerras de religión en los siglos XVI y la primera mitad
del XVII. Queda averiguar si el carácter religioso de este conflicto fuera real, o más bien
utilizado instrumentalmente por uno u otro bando. Gracias a los documentos de la
Inquisición, tenemos mucha más información sobre las costumbres religiosas de los piratas
en la segunda mitad del siglo XVI y comienzos del siglo XVII, cuando corsarios ingleses y
franceses incursionaban regularmente en el área caribeña. El análisis de estas fuentes nos
transmite una imagen distinta de la que normalmente se asocia al pirata como aventurero
sin ley terrenal o divina. La mayoría de los piratas que estudiamos son píos creyentes,
practicantes fieles de distintas sectas protestantes, con fuertes convicciones religiosas,
dispuestos a defender y difundir sus credos con todos los medios posibles, preparados a
combatir no sólo por el botín, sino también en nombre de la fe reformada. Como veremos,
los corsarios ingleses, financiados por la monarquía inglesa protestante, eran muy
organizados desde un punto de vista religioso, y la vida a bordo era reglamentada por una
disciplina militar. Los discursos contra España y la propaganda anti católica se repetían a
menudo a bordo de las naves, y los corsarios eran adoctrinados por ministros del culto. Es
importante también subrayar las diferencias existentes entre los corsarios del siglo XVI y
comienzos del XVII, y los filibusteros de la segunda mitad del siglo XVII. Mientras los
primeros tenían una conciencia religiosa más desarrollada, con ideas sobre la reforma y su
contraposición con el catolicismo muy claras; los filibusteros, aun siendo en su mayoría
originarios de países protestantes, se caracterizaban más bien por un anti catolicismo que se
confundía con la aversión hacia España, donde los bienes de la iglesia eran atacados en
cuanto bienes materiales españoles, más que por su simbolismo religioso
No tuvo España enemigo más tenaz, más peligroso y más inteligente. No nos es posible
señalar sino un resumen muy somero de sus ataques al Imperio español. En 1572 saqueó a
Nombre de Dios, en el Atlántico, llave del istmo de Panamá y lugar de concentración de los
tesoros que del Perú venían a España; atravesó el istmo y dio vista al Pacífico. Fue y sigue
siendo una figura controvertida. En una época en la que Inglaterra y España estaban
enfrentadas militarmente, fue considerado como un pirata por las autoridades españolas,
mientras en Inglaterra se lo valoró como corsario y se lo honró como héroe, siendo
nombrado caballero por la reina Isabel I en recompensa por sus servicios a la corona
inglesa.
En el mundo de la piratería, ningún nombre tan altisonante y evocativo como el del célebre
y mitificado Francis Drake, un gentil hombre británico delincuente que a principios de 1578
estaba saliendo del estrecho de Magallanes, con su único barco, el “Golden Hind”, para
terror de las Indias españolas del Pacífico, porque ya en el Atlántico su nombre era más que
conocido, con los desmanes en Veracruz y en el istmo panameño y las amenazas a
Cartagena de Indias. Drake subió desde Chile con sus correrías y abordajes y, a finales de
marzo de 1579, estaba en el golfo de Fonseca, cerca del actual puerto de La Unión, según
los datos de la carta de fray Juan de Frías, del convento franciscano de San Miguel, al
alcalde mayor de San Salvador, Diego Galán (19 de abril). Solamente, fueron unos pocos
días en el golfo y salió Drake con su “Golden Hind” y un barco tomado frente a Costa Rica
hacia el norte, para apresar en las cercanías de Acajutla la nave del comerciante Francisco
de Zárate. Lo interesante del viaje de Drake para la historia centroamericana, y en particular
las costas del actual El Salvador, fue el espanto que ocasionó su llegada por el mar. Nunca
desembarcó, por lo menos no consta documentalmente haberlo hecho con aspavientos de
guerra en algún lugar, aunque es posible que hiciera alguno discreto en el golfo, pero el
terror que cundió por el Reino de Guatemala fue de antología. La Trinidad de Sonsonate
vio la más grande concentración de tropas hasta entonces levantadas en las provincias,
dirigidas en parte por los reticentes encomenderos atemorizados, y en Acajutla se armaron
pequeños barcos para ir tras él.
Pero todos los trabajos de defensa fueron en vano, Drake jamás intentó desembarcar en el litoral
sonsonateco y los afanes y preparativos se vieron frustrados, lo mismo que la frustración para
todos los que se vieron envueltos en este capítulo casi novelesco del siglo XVI salvadoreño. En el
Archivo General de Indias, existe el voluminoso e intenso Legajo Drake, con una singular y
abundante riqueza de datos e informes. En La Trinidad de Sonsonate, de gran nombradía por su
cacao, fue donde se padecieron las mayores aflicciones por las esperadas invasiones que nunca
ocurrieron