Está en la página 1de 4

PRIMER BOCETO Y SUSTENTACIÓN CONCEPTUAL

FASE 3
EJERCICICIO NO. 1
POR: Sebastián Rodríguez Herrera

OTRA HISTORIA DE FICCIÓN


Como buen lector de ciencia ficción, pase la mayor parte de mi juventud explorando
la obra de Edgar Alan Poe, entre otros, y sabía muy bien que tarde o temprano las
sombrías ilusiones de todo gran escritor con alma de científico, por más borracho
que fuera, se hacían realidad. Con la misma pasión con la que leía esos relatos, mi
amigo Alan dedicó su vida a aprender sobre el cerebro humano, a estudiar en que
parte se ubicaban las áreas de la creatividad, de la formación de imágenes, de la
conversión de signos y sonidos en lenguajes y, sobre todo, determinar el espacio
físico de esa masa de tejido nervioso que llamamos cerebro, en donde se ubica la
conciencia, y al final de su vida yo creo que lo logró. Alternaba sus investigaciones
científicas con divertidas prácticas de hipnosis, en donde turnábamos para
hipnotizar a algún amigo y ponerlo a cacarear, a bailar o hacer cualquier actividad
bochornosa que nos divirtiera.
Justo ahora me viene a la memoria un suceso que nunca le he contado a nadie,
pero que luego de tantos años no creo prudente seguir guardando. Era la noche del
15 de julio del 2092, cuando un mensaje con asunto urgente apareció en la esquina
inferior derecha de la pantalla, justo cuando estaban mirando un clásico del cine de
rock, Bohemian Rhapsody. El mensaje era del asistente del Dr. Alan, y era tan
sencillo y preciso que no hubo necesidad de explicaciones: “Dr. Alan in articulo
mortis”. De inmediato agarre mi instrumental médico y pedí un dron para llegar lo
más rápido posible, sin pensar en cuanto me cobraría a esa hora. Aún así fui el
último en llegar. Había un par de conocidos en la habitación, entre ellos Alan, quien
estaba acostado en una cama de hospital y ya tenía conectadas a diferentes partes
de su cuerpo un buen número de máquinas, todas con un núcleo común: el
electroencefalograma radial (EER) creado y varias veces modificado por el mismo
Alan. Tratando de ser lo más claro posible solo diré que su funcionamiento era
recibir la información eléctrica del cerebro y traducirla en sonidos, imágenes y texto.
Pero los más cercanos a las investigaciones de Alan sabíamos que había estado
trabajando en otro tipo de aplicaciones para la máquina, mucho más intrincadas que
ser un simple traductor de impulsos nerviosos, y justo esa noche yo lo iba a
descubrir.
El asistente de Alan dirigía toda la operación con una seriedad militar, y me dio la
orden de seguir el estado de salud de mi amigo y marcar el momento exacto donde
daría su ultimo suspiro, suceso que no tardaría mucho ya que padecía desde hace
años de un cáncer gástrico que había hecho metástasis y estaba a punto de sufrir
un paro cardio vascular. El moribundo estaba en total tranquilidad, casi dormido.
Seguramente había sido hipnotizado por su asistente horas antes de que
llegáramos, y aunque interactuaba con nosotros a través del EER, sus respuestas
a las preguntas de su asistente eran cortas, como si no quisiera distracciones
mientras esperaba el momento.
- ¿Nos oyes Alan?
- Si
- ¿Cómo estas, qué sensación experimentas, tienes algún dolor en especial?
- Estoy muriendo…
Esa última expresión fue casi como un suspiro, así que vigile sus signos vitales,
espere algunos segundos y le señale que era el momento. Con la precisión de una
orquesta todos de apresuraron a oprimir botones, a mirar pantallas y a esperar
alguna reacción del moribundo. Luego de dos o tres minutos de angustiosa espera,
yo verifiqué mis datos y les dije lo que ya era evidente – El Dr. Alan ha muerto. Hora
del fallecimiento 22:38.
La habitación se inundo de un silencio sepulcral. El único ruido era el rápido
movimiento de los ojos al tratar de mirar al fallecido y al mismo tiempo los datos de
las pantallas, todo esto con una frialdad científica que hacia olvidar a ratos nuestra
humanidad y el dolor de la muerte.
Con el paso del tiempo la angustia creció, se notaba en las miradas de todos. Mi
trabajo había terminado, pero nadie me pidió que saliera así que me quede junto al
cadáver, en verdad quería saber los motivos de ese experimento tan importante en
el que me había metido mi amigo. Luego de cinco horas, cuando la luz del sol se
filtraba por los bordes de los grandes ventanales tapados por gruesas cortinas rojas,
continuaba el silencio, nadie hablaba de renunciar al experimento, aun cuando
nuestros cuerpos nos pedían a gritos un descanso. De repente un pequeño bip nos
despertó de nuestra angustiosa vigilancia. En la pantalla del EER se apreciaban
unos puntos suspensivos, como si un mensaje se estuviera cargando desde la
mente del cuerpo fallecido. Mientras los demás configuraban las maquinas para dar
un resultado más preciso, yo revisaba el cuerpo de Alan, que estaba frio, sin
dilatación de pupilas y con los signos propios de la muerte. En un abrir y cerrar de
ojos todos se concentraron en la pantalla del EER, lentamente, letra a letra, estaba
apareciendo un mensaje: -S o y A l a n l a o s c u r r d d d m e r d e e a …- Vamos
a cambiar la frecuencia- dijo el asistente moviendo unas perillas de la máquina. Y
luego apareció un mensaje completo en la pantalla:
- La oscuridad me rodea. Los puedo oír, pero nada más, no hay nada. Soy
Alan. La oscuridad me rodea…
- Hay comunicación. Nos alegra mucho volver a tenerte con nosotros Alan.
Dinos si además del sonido de nuestras voces, ¿escuchas algo más?
¿puedes ver o sentir algo?
- Nada, o bueno si, quizá lo siento todo al mismo tiempo… ¿por qué mierdas
todo tiene que ser tan relativo? Esperen, veo un punto de luz, se hace grande,
muy grande… m e e s t a e e n v o l v i e n ñ d s k n f ñ d s g j…
- Alan, ¿nos oyes?... Responde Alan… Control del EER llamando al Dr, Alan
T… Responda doctor…
El silencio volvió a cubrir la habitación. Yo estaba inmóvil entre las maquinas y el
cuerpo de Alan, casi sin aliento trataba de explicarme lo que acababa de suceder,
lo que para todos parecía un resultado esperado. Después de unos minutos quitaron
la vista de las pantallas y miraron a su alrededor, se percataron de mi estorbosa
presencia y me pidieron que saliera, y que recordara el pacto de silencio firmado
con el propio Alan cuando estaba en vida.
Esto que hoy narro pasó hace unos cuarenta años, no volví a tener contacto con
ninguno de los asistentes al experimento, ninguna información al respecto, y por
más que buscaba solo me encontraba con caminos sin salida o eternos procesos
burocráticos. Pienso que todo era un intento por materializar una idea que estuvo
en la mente de mi amigo Alan desde que le enseñe ese cuento de Poe “La verdad
sobre el caso del señor Valdemar”, esa de diseñar un dispositivo que pudiera
conectarse con un cerebro humano hipnotizado de tal manera que, ambos
resultaran ser una y la misma cosa. Hasta aquí dejo esta confesión, quisiera que la
tomaran como una más de esas historias ficticias que suelo escribir, y no como lo
que en realidad es, la fuente de mis historias, las cosas que mi querido amigo Alan
me narra desde el más allá a través de una máquina.

EJERCICIO NO. 2
1. Hipótesis:
¿Se puede transmitir la conciencia humana a una máquina?
2. ¿Qué tecnología o ciencia usaré para probar la hipótesis?
Máquina de representación de los estímulos nerviosos del cerebro, el
electroencefalograma radial (EER).
3. Nudo del relato
El experimento del cual es testigo el narrador, y que es la causa para que él escriba
ciencia ficción. Experimento que en un principio es un misterio, pero que se
convierte en una búsqueda de respuestas por parte del narrador para saber que
paso con su amigo, encontrándose con que la conciencia de su amigo sobrevive en
una maquina que se comunica con él.
4. Paradoja
La eternidad se puede convertir en una eterna maldición
5. Cuestionamientos
¿Se puede determinar qué es la conciencia, en términos físicos?
¿Puede una maquina conectarse de manera inmediata (sin mediación) con el
cerebro humano?
¿Puede existir la conciencia sin el cuerpo?
6. Referentes
“La verdad sobre el caso del señor Valdemar”, Edgar Allan Poe
“La inmortalidad”, Jorge Luis Borges

También podría gustarte