Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El Psicopata Una Mente Amoral Tras La Ma PDF
El Psicopata Una Mente Amoral Tras La Ma PDF
El Psicopata Una Mente Amoral Tras La Ma PDF
“Muchas de las interacciones humanas de la gente son falsas. Yo siento que las falsifico todas, y que,
además, las falsifico muy bien. Alguna ventaja debía de tener. Supongo”
Dexter
“Después de que mi cabeza se haya desprendido del cuerpo, ¿podré oir, ni que sea un instante, el sonido
de mi propia sangre cuando brote de mi cuello? Sería el mayor placer para terminar todos los placeres”
1
interpersonales
Juicio pobre y dificultad para aprender de la Incapaz de seguir cualquier plan vital
experiencia
Tabla 1. Los rasgos del psicópata, según Hervey Cleckey (Tomado de Cleckley, 1941)
Por lo tanto, debemos considerar que las personas que presentan una
psicopatía muestran un conjunto de características claramente definitorias que
podrían resumirse de la siguiente forma:
2
Veamos con algo más de detalle algunas de las peculiaridades que Cleckley se
encargó de definir en su obra “The Mask of Sanity” (“La máscara de la cordura”).
3
tiempo, van perdiendo la confianza que los demás depositan en ellos. Aún así,
son capaces de esforzarse durante períodos de tiempo variables para, por
ejemplo, mantener un puesto de trabajo que les interesa, aunque no pueda
predecirse hasta cuando se mantendrán ajenos a su tendencia a la
irresponsabilidad y a la falta de constancia.
Conducta antisocial
4
Forth, 2007; Hare, 2003; Reidy et al., 2007). En congruencia con esa tendencia
a la agresión instrumental, numerosos estudios demuestran que el psicópata
experimenta mucha menos activación emocional al cometer actos de intensa
violencia (crímenes, violaciones, etc.) que el criminal no psicópata (Woodworth y
Porter, 2002).
5
reclusos que padecían este trastorno, Hare elaboró su primera versión del
Listado de Psicopatía (PCL), que constaba de 22 ítems (Hare, 1980). La versión
revisada (Hare, Hart y Harpur, 1991) consta de 20 ítems que se organizan
entorno a tres conjuntos de síntomas: i) los interpersonales, ii) los afectivos y
conductuales, relacionados con el estilo de vida, y iii) los propiamente
antisociales. En la tabla 2 se muestran todos los ítems de la última versión del
listado, de la cual existe una versión española (Moltó, Poy y Torrubia, 2000).
Tabla 2. Ítems del listado de Psicopatía Revisado (PCL-R), tomado de Hare (1991)
Por una parte, la idea original que sirve a Hare para formular su propuesta
teórica, se basa en que los rasgos de la psicopatía pueden agruparse en dos
factores interrelacionados: uno que contempla las características e
interpersonales, y un segundo que aglutina los síntomas impulsivos y
antisociales (Hare, 2003). Estos rasgos pueden dividirse en cuatro subgrupos o
facetas: a) Interpersonal (faceta 1), b) Afectiva (faceta 2), c) Estilo de vida
impulsivo (faceta 3) y d) Antisocial (faceta 4) (véase Tabla 3).
6
Factores Facetas Ejemplos de síntomas
Impulsividad, búsqueda de
sensaciones, gusto por las conductas
Estilo impulsivo (III) de riesgo, despreocupación por las
consecuencias de sus actos, déficit de
Impulsivo y antisocial control conductual, etc.
Tabla 3. Factores y facetas en los que pueden agruparse los rasgos del psicópata (Hare, 2003).
Otros autores defienden la idea de que las conductas antisociales son más una
consecuencia que no una parte constituyente del trastorno. De este modo, los
otros tres subfactores (o facetas) propiciarían la comisión de dichas conductas.
Un análisis factorial más detallado revela la presencia en la escala de dos
grandes factores en el PCL-R: el Factor 1, referido a las características
endógenas de la personalidad del psicópata, y el Factor 2, relacionado con su
socialización y, por tanto, con las características exógenas (Chico y Tous, 2003).
7
El controvertido Trastorno de Personalidad Antisocial (TPA)
8
que el Trastorno Antisocial de la Personalidad sea cuestionado desde que se
publicara el DSM-III, provocando una dilatada controversia.
En el DSM V, el grupo de trabajo en Trastornos de Personalidad ha
propuesto una reorganización importante de dichos trastornos, pasando de 10
trastornos en el DSM IV–TR a 5 trastornos en el DSM V. Además, la descripción
de los tipos de trastorno incluiría un nuevo formato en el que se combinarían los
déficits comportamentales y la configuración de rasgos particulares (Skodol,
2010). Otro de los cambios propuestos sería el de tener en cuenta la gran
comorbilidad existente entre algunos de los trastornos de personalidad descritos
en versiones anteriores del DSM. Así, las modificaciones planteadas requerirían
la puntuación de los individuos en relación a los rasgos de personalidad más
comúnmente asociados a cada tratorno.
9
TPA y psicopatía: ¿dos caras de la misma moneda?
10
emocional humano, al menos por lo que se refiere a aquellas áreas cuya
disfunción se ha relacionado con la sintomatología psicopática.
Desde que MacLean acuñó ese término, el estudio del llamado Sistema
Límbico se ha identificado a menudo con el del cerebro emocional. Los modelos
que desde entonces han surgido destacan a menudo la importancia de este
sistema funcional como sustrato neural de la conducta y la experiencia afectivas,
aunque hoy en día sabemos que otros sistemas (a menudo neocorticales) se
relacionan de forma esencial con nuestras emociones. Por otro lado, cabe decir
que MacLean (1970) defendió la división de nuestro cerebro en tres sustratos
neurales superpuestos, que habrían aparecido sucesivamente a lo largo de la
evolución filogenética. Cada una de estas “capas” cerebrales poseía su propia
función, dándose entre ellas una interacción jerárquica. El sustrato inferior lo
constituía el “cerebro reptiliano”, por encima del cual se hallaba el
paleomamífero (o Sistema Límbico) que, a su vez, se hallaba por debajo del
cerebro neomamífero (neocórtex). Esta disposición anatómica se correspondía
con el papel de cada estrato en la jerarquía funcional: así, la función de las
regiones más caudales era modulada de algún modo por las más rostrales. Esta
manera de entender nuestro cerebro, hoy ya superada, proyecta aún una
sombra muy alargada: de hecho, la influencia de la propuesta de MacLean se
puede rastrear hasta nuestros días en modelos tan reconocidos como el de
Damasio (2000).
En la actualidad, se sabe que el Sistema Límbico está formado por
estructuras corticales relativamente primitivas y por toda una serie de núcleos
subcorticales sobre cuyo número e identidad no acaban de ponerse de acuerdo
los investigadores. No obstante, parece otorgarse una relevancia especial a una
serie de regiones y sistemas funcionales entre los que, atendiendo a su
pertinencia en este trabajo, destacaremos: i) el giro cingulado, cuya función se
relaciona con la coordinación de la actividad de otras áreas límbicas y con la
experiencia subjetiva de la emoción (se ha dicho que es un “puente” entre lo
cognitivo y lo emocional) ii) El hipocampo y la circunvolución parahipocampal,
especialmente relacionados con la memoria emocional iii) la amígdala, situada
11
en cada lóbulo temporal (véase la Figura 1) e involucrada en las emociones de
miedo y de ira, en la agresión reactiva, en el condicionamiento aversiva, en el
aprendizaje instrumental y en los efectos fisiológicos y hormonales que
producen las emociones.
Figura 1. Sección coronal del cerebro humano en la que se puede apreciar la situación de
ambas amígdalas, ubicadas en la parte inferior medial de los lóbulos temporales.
12
Corteza Corteza Corteza
Sensorial Temporal FORMACIÓN
Sensorial
Secundaria Perirrinal HIPOCAMPAL
Primaria
Tálamo PREFRONTAL
Núcleo
MEDIO
Sensorial Lateral
ORBITOFRONTAL
Núcleo Basal
Estímulos Basal Accesorio
Emocionales
Núcleo
Central
Figura 2. Esquema de las principales relaciones funcionales de los núcleos amigdalinos -tanto
entre sí, como con el SNC, el SN Vegativo (o Autónomo) y el Sistema Neuroendocrino-
responsables de la conducta emocional. Las zonas sombreadas indican tres de las regiones
cuya disfunción se ha relacionado especialmente con la psicopatía: la corteza prefrontal medial y
la orbitofrontal, la formación hipocampal y la propia amígdala
13
próximos apartados, el estudio neurobiológico de la psicopatía ha revelado
anomalías estructurales y funcionales de particular relevancia en la corteza
ventromedial/orbitofrontal.
14
2001) y un mayor volumen del hipocampo anterior del hemisferio derecho (Raine
et al., 2004). Es importante precisar que esta asimetría se ha observado
fundamentalmente en criminales psicópatas “no exitosos”, es decir, que habían
sido capturados y condenados.
15
substancia blanca que conecta los dos hemisferios cerebrales (Raine et al.,
2003). Según estos autores, este aumento de tamaño se relaciona con una
mejor comunicación interhemisférica. Sin embargo, la evidencia empírica es
equívoca por lo que se refiere a dichas implicaciones funcionales. Así, los
resultados de nuevas investigaciones sugieren que la psicopatía cursa con un
enlentecimiento en la transferencia de información entre hemisferios, por lo que
parece que el aumento de volumen del cuerpo calloso podría ir acompañado de
una alteración de las fibras que lo constituyen. En cualquier caso, las anomalías
en el procesamiento interhemisférico podrían explicar porque, en ciertos
individuos, las funciones mediadas por el hemisferio izquierdo (conductas de
aproximación, procesamiento lingüístico, etc.) no son adecuadamente
moduladas por las propias del hemisferio derecho (inhibición comportamental,
procesamiento emocional, etc.). Resulta interesante destacar que muchas de las
características del comportamiento psicopático coinciden con los síntomas que
produce este déficit de coordinación interhemisférica (Hiatt y Newman, 2007).
16
hito sin precedentes en el estudio de la función cerebral humana. Estas técnicas
nos permiten “ver” el cerebro vivo en funcionamiento con una buena resolución
espaciotemporal. La aplicación de la neuroimagen a la investigación de las
bases neurobiológicas de la psicopatía -muy especialmente de la llamada
Imagen por Resonancia Magnética funcional (fMRI)- ha hecho posible la
detección de diversas anomalías en el funcionamiento del cerebro del psicópata.
17
comportamiento amoral o la despreocupación por los actos que puedan dañar a
los demás, etc. A este respecto cabe citar un estudio reciente que demuestra
que los psicópatas presentan una menor activación de la amígdala a la hora de
emitir juicios morales con un importante componente emocional (Glenn et al.,
2009). Recordemos que, entre otras funciones, la amígdala resulta crucial en la
asociación estímulo-respuesta-consecuencia, muy relevante en el proceso de
socialización, dado que así aprendemos a evitar las acciones que pueden
resultar dañinas para los demás y/o que son socialmente indeseables. Por otro
lado, numerosos estudios han observado que los psicópatas presentan una
respuesta reducida en la corteza orbitofrontal durante el condicionamiento del
miedo (Birbaumer et al., 2005) y durante la participación en el dilema del
prisionero reiterado (o “iterativo”) (Rilling et al., 2007), un juego interactivo en el
que el máximo beneficio para los implicados se halla en la colaboración, pese a
incentivarse la traición al otro. En la versión “reiterada”, se juega repetidamente,
por lo que cada jugador puede castigar al otro por una traición anterior.
Puntualicemos que, entre otras funciones, la corteza ventromedial/orbitofrontal
juega un papel relevante en el proceso de integración del conocimiento moral
con las claves emocionales, en la comprensión del estado emocional de los
demás y en la inhibición de los impulsos antisociales, mecanismos clave para la
cooperación, la lealtad y el compromiso.
El análisis conjunto de las evidencias recientes que nos han aportado los
estudios con técnicas de neuroimagen funcional ha revelado una circunstancia
que ha llamado la atención de muchos investigadores: según parece, la gente
que obtiene puntuaciones muy elevadas en psicopatía presenta un
funcionamiento anómalo de las regiones tradicionalmente implicadas en las
18
decisiones morales (esto es, la corteza orbitofrontal, la corteza prefrontal medial,
la corteza prefrontal dorsolateral, el cingulado posterior, el giro angular, la
amígdala, etc), lo cual ha dado lugar a que surja la idea – aunque más bien
deberíamos decir “resurja” en honor al casi olvidado Benjamin Rusch - de que
los psicópatas presentan un serio déficit en la integración de los afectos que
rigen nuestro comportamiento moral. Esta concepción de la psicopatía como un
trastorno de la mente moral merece ser discutida más ampliamente en el
próximo apartado.
Técnica de Hallazgos
Referencia Tarea Implicaciones
neuroimagen principales
19
Dificultades de aprendizaje
Condicionamiento
del temor a las
Birbaumer et al., del miedo mediante Disfunción en la corteza
fMRI consecuencias de ciertos
2005 un paradigma orbitofrontal
actos. Pobre respuesta al
pauloviano
castigo
Tarea de
Déficit en el procesamiento
reconocimiento que Menor activación de la
emocional y compensación
implicaba bien amígdala y mayor
de la disfunción límbico-
atender a la activación de la corteza
Gordon, 2004 fMRI prefrontal con la
información prefrontal dorsolateral en la
supraactivación de áreas
afectiva, bien a la tarea de reconocimiento
implicadas en las
identidad del emocional
decisiones “racionales”
estímulo.
Menor activación
amigdalina ante la traición
Dilema del
del otro, menor activación
prisionero iterativo: Tendencia del psicópata a
orbitofrontal ante la decisión
juego relacionado la traición, al egocentrismo
de cooperar. Mayor
Rilling et al., 2007 fMRI con la y a defraudar al otro, que
activación dorsolateral y de
cooperación/no sólo puede compensarse
la parte rostral del giro
cooperación con un con un esfuerzo cognitivo
cingulado anterior ante la
compañero
decisión de cooperar que
ante la de no cooperar
Menor activación de la
amígdala al tomar
La disfunción amigdalina
decisiones morales con
parece central para
contenido emocional. Los
explicar los diversos
suejtos con mayor
Glenn, Raine y rasgos psicopáticos.
fMRI Dilemas morales puntuación en el factor
Schug, 2009 Disfunciones de los
interpersonal presentan
procesos sociales
activación reducida en la
complejos necesarios para
corteza prefrontal medial, el
el comportamiento moral
cingulado posterior y el giro
angular
Tabla 4. Síntesis de los principales hallazgos sobre la base neural de la conducta amoral
20
En conjunto, los resultados relacionados en la tabla 4 apuntan, en primer
lugar, a que la psicopatía cursa con un déficit generalizado en el
condicionamiento aversivo, lo que se relaciona con la menor ansiedad que
sienten los psicópatas al anticipar las consecuencias de sus actos y, a la vez,
con la dificultad en modificar su comportamiento a partir de medidas punitivas
(de ahí, por ejemplo, el alto grado de reincidencia de los psicópatas violentos).
En segundo lugar, los resultados revisados –especialmente los relacionados con
la disfunción amigdalina y la orbitofrontal- demuestran una falta de respuesta
afectiva ante el distrés ajeno, lo que favorecería el engaño y la manipulación, la
insensibilidad ante el dolor de los demás, los actos impulsivos, las decisiones
irresponsables, la falta de sentimiento de culpa o de remordimiento, las
conductas de agresión instrumental y la disminución del miedo a los posibles
costes de su forma de actuar, alterando el juicio de lo que resulta moralmente
aceptable. Finalmente, parece que, o bien los psicópatas invierten más recursos
cognitivos en el procesamiento de la información con contenido afectivo -tal vez
para compensar sus carencias en la decodificación emocional-, o bien tienen
tendencia a “racionalizar” lo emocional, lo que explicaría la “frialdad” que les
caracteriza. Los datos disponibles apuntan más bien a la segunda posibilidad.
21
Contribuciones desde la neuropsicología clínica
Los resultados de otros trabajos son consistentes con los casos descritos.
Anderson et al. (1999) demuestran que un daño temprano en la región
orbitofrontal a menudo da lugar a que el sujeto en cuestión manifieste rasgos
psicopáticos como la mentira patológica, la irresponsabilidad, la promiscuidad
22
sexual, la insensibilidad afectiva o la falta de sentimiento de culpa y de
remordimiento. Otros estudios neuropsicológicos apuntan que las lesiones de
esa región prefrontal cursan, entre otros síntomas, con falta de empatía,
impulsividad, desinhibición, insensibilidad o embotamiento emocional, falta de
regulación afectiva y disfunciones en la planificación y en la toma de decisiones
en el ámbito social, todos ellos rasgos típicos de numerosos trastornos
psicopáticos (aunque no de todos). Por otra parte, cuando se les administra una
tarea que implica la formulación de juicios morales, los sujetos con daño en la
región ventromedial/orbitofrontal tienden al utilitarismo, aprobando acciones que
implican un alto daño emocional ajeno, lo que sugiere que la corteza
ventromedial/orbitofrontal se halla involucrada en el procesamiento de
emociones clave para tomar ciertas decisiones morales (Koenigs et al., 2007).
Por lo que a la amígdala se refiere, las personas que han sufrido alguna
lesión (especialmente si afecta a ambas amígdalas), presentan también algunos
síntomas característicos de la psicopatía. Entre ellos, destacamos el déficit en el
condicionamiento aversivo, las alteraciones en el reconocimiento de las
expresiones faciales de miedo o un incremento de los impulsos primarios (p.e.
cuando la lesión es bilateral, puede producirse hiperfágia, hipersexualidad, etc.).
En cualquier caso, los rasgos globales que presentan estos pacientes difieren
significativamente de los propios de la psicopatía, lo que sugiere que los rasgos
psicopáticos pueden depender en mayor medida de las disfunciones en la
función ventromedial/orbitofrontal y/o que las alteraciones en la amígdala que
presentan los psicópatas son más leves y más específicas, afectando tan sólo a
ciertas partes de ésta (Gao et al., 2009).
23
manifestación de los distintos rasgos psicopáticos resultan fundamentales,
aparte de los posibles factores genéticos, la experiencia temprana de cada
individuo y el contexto familar, educativo y sociocultural, muy especialmente
cuando nos referimos a las conductas antisociales y a los actos violentos.
24
precisar que, en este caso, las manifestaciones violentas se deberían a un
déficit en la regulación prefrontal de la actividad del Sistema Límbico: en otras
palabras, se trataría de un tipo de agresión reactivo o emocional, cuando
sabemos que el rasgo prototípico de la psicopatía es precisamente la agresión
instrumental, una agresión emocionalmente “fría” cuyo objetivo fundamental es
el propio provecho. Esto implica que el incremento en el riesgo del
comportamiento violento relacionado con la baja expresión de la MAO-A no da
cuenta del tipo de violencia distintiva del psicópata. En consecuencia, cabe
esperar que nuevas investigaciones profundicen en los factores genéticos que
predisponen a la psicopatía.
A modo de conclusión
25
Actualmente, son numerosos los autores que, desde la psicología o desde las
neurociencias, defienden esta perspectiva. Más allá de la distinción entre lo que
resulta moralmente correcto o no, las emociones resultan cruciales para que ese
conocimiento se traslade a la acción. Según algunos autores, la gente actúa de
forma moral debido a la resonancia afectiva asociada a las normas aprendidas.
Sin embargo, esto no explica porque la gente reacciona emocionalmente ante el
sufrimiento de los demás. Evidentemente, nuestra capacidad simbólica y nuestro
razonamiento abstracto nos sirven para entender el dolor ajeno, pero la
comprensión por sí sola carece de un componente afectivo-motivacional. Para
explicar debidamente porque nos conmueve emocionalmente el sufrimiento
ajeno y, en consecuencia, porque tendemos a evitar las conductas que puedan
provocarlo -esto es, para explicar porque nuestro comportamiento moral se
basa, al menos en parte, en nuestras emociones- resulta esencial el concepto
de empatía. No sólo observamos el miedo o la tristeza de los que nos rodean: a
menudo, nos asustamos o nos entristecemos con ellos, aunque la vivencia no
sea del todo equivalente. No sólo sabemos que el sufrimiento ajeno es malo,
también sentimos que lo es. Esa puede ser, tal vez, la carencia fundamental del
psicópata: pese a saber si su conducta es moralmente aceptable o no, ese
conocimiento le deja emocionalmente indiferente, es decir, le trae sin cuidado
romper la norma porque, pese a conocerla, esa trangresión no le resulta
emocionalmente aversiva. Los resultados de algunos trabajos recientes sugieren
que esta podría ser una de las claves del comportamiento psicopático (Cima y
Raine, 2009). Por otra parte, la evidencia de que la falta de empatía podría ser
un rasgo central de la psicopatía, ha hecho que algunos investigadores se
hayan interesado por estudiar en estos sujetos el funcionamiento del sistema de
las neuronas espejo, cuya función parece relacionarse, entre otras, con la
capacidad empática (Rizzolatti y Craighero, 2004). Trabajos preliminares han
relacionado ya la psicopatía y el comportamiento moral con posibles
disfunciones en este sistema (Thagard, 2007). Pese a que las evidencias
empíricas aún son escasas, algunos estudios han informado de resultados
prometedores. Fecteau et al. (2008), por ejemplo, hallan una relación inversa
entre la excitabilidad del sistema especular sensoriomotor relacionado con el
dolor y las puntuaciones en el Psychopathic Personality Inventory (PPI), de
modo que los sujetos que puntuan más alto en la subescala de frialdad
26
emocional y despreocupación por el bienestar ajeno (coldheartedness)
experimentan menor empatía motora al ver un vídeo en el que una aguja
penetra una mano humana. Esperemos que los resultados de estos primeros
trabajos impulsen nuevas investigaciones que ofrezcan evidencias más sólidas
en torno a la interrelación entre las alteraciones del sistema de las neuronas
espejo, la disfunción empática y la amoralidad psicopática.
A modo de reflexión final, cabe decir que, aunque son incuestionables los
avances en el conocimiento de los déficits asociados a la psicopatía que han
propiciado, por ejemplo, las nuevas técnicas de estudio de la función cerebral,
creemos que hay que evitar un enfoque excesivamente reduccionista, eludiendo
caer en el determinismo biogénico o en el genético, aunque sea sólo por las
limitaciones inherentes a los métodos de estudio que utilizamos (las técnicas de
neuroimagen, por ejemplo, son meros correlatos con una validez predictiva
limitada). Por otra parte, no hay que olvidar que algunos de los hallazgos
relativos a la neurobiología de la psicopatía podrían deberse, más que a la
psicopatía en sí, al estilo de vida que suelen llevar muchos de estos individuos
(como el abuso de drogas estimulantes, que puede dañar la corteza
orbitofrontal). Así pues, debemos esforzarnos en discernir los genuinos factores
etiológicos de la psicopatía, lo que previamente requiere aclarar la relación entre
la psicopatía y el trastorno antisocial de la personalidad (TPA), así como
distinguir entre los diversos subgrupos que constituyen lo que indistintamente
calificamos de trastorno psicopático: todos ellos constituyen pasos
fundamentales en aras a encontrar soluciones terapéuticas que mejoren el
pronóstico de los afectados y que faciliten su adecuada rehabilitación e
integración social, un logro que sería la mejor forma de prevenir el daño que
estas personas pueden causarse a sí mismas y a los que les rodean. Todo ello
sin olvidar que, en los casos de conducta delictiva, los avances científicos en
torno a las causas de la psicopatía -y las implicaciones que puedan deducirse
sobre la responsabilidad que tiene el psicópata de sus actos-, pueden acarrear
profundas repercusiones en el ámbito jurídico.
27
Referencias bibliográficas
28
the moral brain: Fronto-temporo-limic grey matter reductions demonstrated by voxel-
based morphometry” NeuroImage, 40(3), 1202-1213.
DECETY, J., MICHALSKA, K. J., AKITSUKI, Y. y LAHEY, B. B. (2009): “Atypical
empathic responses in adolescents with aggressive conduct disorder: A functional MRI
investigation” Biological Psychology, 80, 203-211.
DECUYPER, Mieke; DE PAUW, Sara y DE FRUYT, Filip; DE BOLLE, Marleen y
DE CLERCQ, Barbara (2009): “A Meta-Analysis of Psychopathy, Antisocial PD and FFM
Associations”. European Journal of Personality, 23: 531-565.
FECTEAU, S., PASCUAL-LEONE, A., y THÉORET, H. (2008): “Psychopathy and
the mirror neuron system: Preliminary findings from a nonpsychiatric sample” Psychiatry
Research, 160, 137-144.
FIRST, Michael; FRANCES, Allen y PINCUS, Harold (2005): DSM – IV – TR. Guía
de uso. Barcelona: Masson.
FLIGHT, J. I. y FORTH, A. E. (2007): “Instrumentally violent youths: The roles of
psychopathic traits, empathy, and attachment” Criminal Justice and Behavior, 34(6),
739-751.
FU, Q., HEATH, A.C., BUCHOLZ, K.K., NELSON, E., GOLDBERG, J., LYONS,
M.J., TRUE, W.R., JACOB, T., TSUANG, M.T. y EISEN S.A. (2002): “Shared genetic
risk of major depression, alcohol dependence, and marijuana dependence: contribution
of antisocial personality disorder in men” Archives of General Psychiatry, 59:1125–32.
GAO, Y., GLENN, A. L., SCHUG, R. A., YANG, Y., y RAINE, A. (2009): “The
neurobiology of psychopathy: A neurodevelopmental perspective” Canadian Journal of
Psychiatry, 54(12), 813-823.
GLENN, A. L. y RAINE, A. (2009): “Psychopathy and instrumental aggression:
Evolutionary, neurobiological, and legal perspectives” International Journal of Law &
Psychiatry, 32, 253-258.
GLENN, A. L., RAINE, A., y SCHUG, R. A. (2009): “The neural correlates of moral
decision-making in psychopathy” Molecular Psychiatry, 14, 5-6.
GORDON, H.L., BAIRD, A.A., y END, A. (2004): “Functional differences among
those high and low on a trait measure of psychopathy” Biological Psychiatry, 56, 516-
521.
HARE, Robert D. (1970): Psychopathy: Theory and research. New York: John
Wiley & Sons, Inc.
HARE, Robert D. (1980): “A research scale for the assessment of psychopathy in
criminal populations” Personality and Individual Differences, 1, 111-119.
HARE, Robert D. (1991): The Hare Psychopathy Checklist — Revised. Toronto,
ON: Multi-Health Systems.
29
HARE, Robert D. (2003): The Hare Psychopathy Checklist-Revised (2nd edition).
Toronto, ON: Multi-Health Systems.
HARE, Robert D.; HART, Stephen D. y HARPUR, Timothy (1991): “Psychopaty
and the DSM-IV Criteria for Antisocial Personality”. Journal of Abnormal Psychology,
100 (3): 391 – 398.
HIATT, K. D., y NEWMAN, J. P. (2007): “Behavioral evidence of prolonged
interhemispheric transfer time among psychopathic offenders” Neuropsychology, 21(3),
313-318.
KIEHL, K. A., SMITH, A. M., HARE, R. D., MENDREK, A., FORSTER, B. B.,
BRINK, J., y LIDDLE, P. F. (2001): “Limbic abnormalities in affective processing by
criminal psychopaths as revealed by functional magnetic resonance imaging” Biological
Psychiatry, 50(9), 677-684.
KIEHL, K. A., SMITH, A. M., MENDREK, A., FORSTER, B. B., HARE, R. D., y
LIDDLE, P. F. (2004): “Temporal lobe abnormalities in semantic processing by criminal
psychopaths as revealed by functional magnetic resonance imaging” Psychiatry
Research: Neuroimaging, 130(1), 27-42.
KOENIGS, M., YOUNG, L., ADOLPHS, R. et al. (2007): “Damage to the prefrontal
cortex increases utilitarian moral judgments” Nature, 446:908–911.
LÓPEZ, María y NÚÑEZ, Mª del Carmen (2009): “Psicopatía versus Trastorno
Antisocial de la Personalidad” Revista Esp. de Investigación en Criminología, 7, 1-17.
LÓPEZ-IBOR, Juan José y VALDES, Manuel (dir.) (2002): DSM-IV-TR. Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona: Masson.
30
PORTER, S., y WOODWORTH, M. (2006): “Psychopathy and aggression” en C.
J. Patrick (ed.): Handbook of Psychopathy. New York: Guilford Press.
RAINE, A. (2002): “Biosocial studies of antisocial and violent behavior in children
and adults: A review” Journal of Abnormal Child Psychology, 30 (4), 311-326.
RAINE, A. (2008): “From genes to brain to antisocial behavior” Current Directions
in Psychological Science, 17(5), 323-328.
RAINE, A., LENCZ, T., TAYLOR, K., HELLIGE, J. B., BIHRLE, S., LACASSE, L.,
LEE, M., ISHIKAWA, S., y COLLETTI, P. (2003): “Corpus callosum abnormalities in
psychopathic antisocial individuals” Archives of General Psychiatry, 60(11), 1134-1142.
RAINE, A., y YANG, Y. (2006): “Neural foundations to moral reasoning and
antisocial behavior” Social Cognitive and Affective Neuroscience, 1(3), 203-213.
REIDY, D. E., ZEICHNER, A., MILLER, J. D., y MARTINEZ, M. A. (2007):
“Psychopathy and aggression: Examining the role of psychopathy factors in predicting
laboratory aggression under hostile and instrumental conditions” Journal of Research in
Personality, 41,1244-1251.
RHEE, S.H. y WALDMAN, I.D. (2002): “Genetic and environmental influences on
antisocial behavior: a meta-analysis of twin and adoption studies” Psychological Bulletin.
128 (3):490–529.
RILLING, J. K., GLENN, A. L., JAIRAM, M. R., PAGNONI, G., GOLDSMITH, D.
R., ELFENBEIN, H. A., y LILIENFELD, S. O. (2007): “Neural correlates of social
cooperation and non-cooperation as a function of psychopathy” Biological Psychiatry,
61(11), 1260-1271.
RIZZOLATTI, G. y CRAIGHERO, L. (2004): “The mirror-neuron system” Annual
Review of Neuroscience, 27: 169–192.
ROSSELLÓ, Jaume y REVERT, Xavier (1998): “Modelos teóricos en el estudio
científico de la emoción”, en PALMERO, F. y MARTÍNEZ-SÁNCHEZ, F. (Coords.):
Motivación y emoción. Madrid: McGraw-Hill.
SEO, D., PATRICK, C.J., y KEN, P.J. (2008): “Role of serotonin and dopamine
system interactions in the neurobiology of impulsive aggression and its comorbidity with
other clinical disorders” Aggression and Violent Behavior, 13(5), 383-395.
SKODOL, Andrew (2010): “Rationale for Proposing Five Specific Personality
Disorder Types”. Disponible en
http://www.dsm5.org/ProposedRevisions/Pages/RationaleforProposingFiveSpecificPers
onalityDisorderTypes.aspx
THAGARD, P. (2007): “I feel your pain: Mirror neurons, empathy, and moral
motivation” Journal of Cognitive Science, 8, 109-136.
31
TIIHONEN, J., ROSSI, R., LAAKSO, M. P., HODGINS, S., TESTA, C., PEREZ, J.,
REPO-TIIHONEN, E., VAURIO, O., SOININEN, H., ARONEN, H. J., KÖNÖNEN, M.,
THOMPSON, P., y FRISONI, G. B. (2008): “Brain anatomy of persistent violent
offenders: More rather than less” Psychiatry Research: Neuroimaging, 163(3), 201-212.
TORRUBIA, Rafael y CUQUERELLA, Angel (2008): “Psicopatía: una entidad
clínica controvertida pero necesaria en psiquiatría forense”. Revista Española de
Medicina Legal, 34(1): 25 – 35.
WEBER, S., HABEL, U., AMUNTS, K., y SCHNEIDER, F. (2008): “Structural brain
abnormalities in psychopaths – a review” Behavioral Sciences and the Law, 26(1), 7-18.
WOODWORTH, M., y PORTER, S. (2002): “In cold blood: Characteristics of
criminal homicides as a function of psychopathy” Journal of Abnormal Psychology, 111,
436-445.
YANG, Y., RAINE, A., LENCZ, T., BIHRLE, S., Lacasse, L., y COLLETTI, P.
(2005): “Volume reduction in prefrontal gray matter in unsuccessful criminal
psychopaths” Biological Psychiatry, 57(10), 1103-1108.
32