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Michel Rondet, Tiene Dios Una Voluntad Particular para Cada Uno de Nosotros PDF
Michel Rondet, Tiene Dios Una Voluntad Particular para Cada Uno de Nosotros PDF
NOSOTROS?
Pero al mismo tiempo hay en nosotros algo que protesta: De este modo Dios
nos situaría ante un programa que hay que cumplir, establecido por fuera de nosotros,
sin proporcionarnos siquiera medios seguros para conocerlo. Porque si las palabras
tienen su sentido y se quisiera hablar de voluntad de Dios ¡Con qué peso no oprimiría
ese querer divino nuestras voluntades! ¡Qué angustia también para nosotros cuando se
tratara de tomar una decisión: Cualquier error o demora serían dramáticos! Dejando de
lado el designio de Dios, situándonos, aun involuntariamente por fuera de su proyecto,
lo habríamos echado todo a perder, lo habríamos estropeado. Y esto tanto más
fácilmente cuanto sabemos que los caminos de Dios no son nuestros caminos y cada
día medimos mejor lo difícil y atrevido que es querer discernir lo que nosotros
llamamos la voluntad de Dios. Que Dios nos haya colocado en la encrucijada de
caminos ante muchas direcciones de las que una sola sería la buena, sin
proporcionarnos los medios para reconocerla con certeza, mostraría el rostro de un
Dios perverso y en ningún caso puede expresar la actitud del Dios de la Alianza que
vino para salvar lo que estaba perdido.
Y, sin embargo, sabemos bien que es ese mismo Dios quien nos llama por
nuestro propio nombre y que nuestro encuentro con Él pasa por un camino que nos es
peculiar. Desde Abraham hasta San Pedro la historia de la salvación presenta
abundantes ejemplos de hombres llamados a una vida nueva para una misión precisa,
que a veces encuentra su símbolo en el cambio de nombres: Te llamarás en adelante
Abraham, Israel, Pedro. La misión de Moisés, la de Jeremías o de Pablo, parecen
corresponder claramente a una voluntad particular de Dios, llegando hasta marcar su
vida con una singularidad que los conduce a una verdadera soledad. ¿Destinos
excepcionales o ejemplares de lo que todos estamos llamados a vivir?
Existe una parte de nosotros mismos que no ha logrado del todo deshacerse de
una imagen perversa de Dios, heredada a veces del deísmo que ha caracterizado la
cultura occidental. Aquí es ese Dios todopoderoso, que todo lo sabe y lo ve, ante el
que la historia humana se despliega como un espectáculo sin nada de sorpresa y que
espera que nosotros ocupemos nuestro sitio de comparsas ahí donde Él lo tiene
previsto desde toda la eternidad. Nadie se expresará así de brutalmente, pero tampoco
hay que escarbar mucho para dar con esa imagen de Dios en el fondo de alguna de
nuestras manerasde concebir la voluntad de Dios, su providencia.
Es, pues, muy verdadero que hay un deseo de Dios que alcanza personalmente a
cada uno de nosotros. Si Dios se manifiesta por su Verbo, su Palabra, es ciertamente
para ser escuchado por cada uno de nosotros. Si nos llama a ser hijos en el Hijo Único,
es ciertamente porque espera de nosotros que nos expresemos en una palabra que
viene a reunirse con la suya.
En otros términos, podría también decirse que al crearnos a su imagen Dios nos
llama a cada uno de nosotros a dar a esta imagen su resonancia particular. Como Jesús
ha dado a la imagen del Padre un rostro humano particular y su palabra tiene un
acento único, así cada uno de nosotros está llamado a reflejar en su vida la santidad
del Padre.
Dios, ante cuya presencia existimos, no es ese ordenador súper poderoso capaz
de programar y tener presentes millones de destinos individuales y al que debiéramos
interrogar con miedo y temblor acerca de nuestro porvenir. Es el Amor que ha corrido
el riesgo de llamarnos a la vida, semejantes y a la vez diferentes, para ofrecernos la
alianza y la comunión. A esta imagen de Dios tenemos que convertirnos si queremos
poder situarnos de verdad ante la voluntad de Dios. Entonces lo reconoceremos, no ya
como un diktat o una fatalidad, sino como un llamamiento a una creación común.
Él podrá decir con toda verdad que esta fundación es por completo obra de
Dios, cuyo amor lo ha precedido y guiado en todas las etapas de su vida. Nosotros
podemos también decir que es la obra de Ignacio, de su generosidad, de su fidelidad,
de su lucidez: Lleva la marca de su libertad. ¿Será necesario hablar de una voluntad de
Dios? Nos damos muy bien cuenta de que toda alternativa de esta clase deja de lado
una verdad profunda: La de un encuentro, una comunión de dos libertades que se
convergen en una obra común.
Por el bien de todo el cuerpo
Hablar de voluntad particular de Dios acerca de cada uno de nosotros exige una
precisión. En la Biblia toda vocación es individualizada: Un hombre, un pueblo. Pero
San Pablo nos recordará que toda gracia es concedida para el bien de todo el cuerpo.
Si se quiere evocar todas las etapas de la historia de la salvación, se ven aparecer
nombres: Abraham, Moisés, David, los Profetas, Jesús. Nombres propios con sus
destinos particulares; pero ninguno de ellos puede comprenderse sin referencia a su
puesto en la historia común. Sólo hay santos en la comunión de los santos, en el
itinerario del pueblo de Dios hacia el Reino.
Hay muchas habitaciones en la casa del Padre. Dios espera que nosotros
edifiquemos allí la nuestra y está con nosotros en el trabajo.