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ELOGIO A LA AFRIGENÍA

Jaime Arocha Rodríguez*

* Ph D en antropología de Columbia University. Profesor asociado del Departamento de


Antropología y director del Centro de Estudios Sociales de la Facultad de Ciencias
Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Su último libro Ombligados de
Ananse, está dedicado a la homenajeada por este artículo, por sus enseñanzas y persis-
tencia en el trazo del puente que une a África con América.

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Guapi, 1982. Foto Stephen Church

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El migrante desnudo que los sujetos de su investigación denominaban tron-
cos y que —desde la antropología, y luego de haber
Desde comienzos del siglo XVI, hasta finales del consultado con el antropólogo inglés Raymond Firth—
XIX, cerca de diez millones de personas fueron secues- ella llamó ramajes.
tradas en África por tratantes europeos1 . Dentro de la
historia de la humanidad, constituyen el único con- Había llevado la exhibición a varias ciudades co-
glomerado de gente obligada a migrar en la desnudez. lombianas para denunciar la expropiación territorial
Esos hombres y mujeres dispusieron de la memoria a la cual eran sometidos los mineros artesanales
como único medio para luchar por la libertad perdida afronariñenses, por parte de las multinacionales de las
y rehacer la identidad que el cautiverio les había he- dragas y los enclaves abiertos dentro de la selva. La
cho trizas2 . Convulsionaron el paisaje americano, po- acción de ellas partía de que el Estado los catalogara a
blándolo de animales que no existían en estas tierras, ellos como colonos en tierras baldías, y desconocía los
como los leones que veneran los mandingas de Malí o dominios creados por sus antepasados. Junto con la
las arañas que los ashanties de Ghana llaman Ananse; película Güelmambí, un río de oro, ese documento ha-
nombrándolo como lo hacían los bantúes con los bos- cía parte de otros que reñían con la ortodoxia porque
ques húmedos del Congo; iluminándolo con centellas sacaban las narrativas etnográficas de la torre de mar-
del dios Changó que veneran los yorubás de Benín; o fil y las desacartonaban mediante apoyos visuales y
estremeciéndolo con tambores carabalíes de Nigeria. metáforas literarias. El efecto de sus argumentos y
Mitos, saberes, ritos, estéticas multicolores y polirrit- maneras de narrar la desposesión de los mineros-agri-
mos que —no obstante la represión— hoy siguen prac- cultores del Afropacífico quedaría plasmado 16 años
ticando los afrodescendientes en Cuba, Brasil o las después, cuando el artículo 55 transitorio de la Cons-
selvas húmedas del Chocó, Cauca y Nariño; en el Pa- titución de 1991 —por primera vez en la historia co-
lenque de San Basilio, cerca de Cartagena o en San lombiana— hizo visibles a esos pueblos, legitimó sus
Andrés, Providencia y Santa Catalina. El antropólogo derechos étnico-territoriales, y los habilitó para alcan-
mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán, los etnólogos cu- zar la titulación colectiva sobre sus territorios.
banos Lydia Cabrera y Fernando Ortiz, el novelista
Alejo Carpentier y el poeta Nicolás Guillén, entre En medio del agite por terminar de arreglar los
otros pensadores, dedicaron sus obras a elogiar la paneles, me saludó como si nos hubiéramos conocido
africanía, noción de sí mismos que los afrodes- desde siempre. Me contó que hacía pocos días se ha-
cendientes moldearon en América partiendo de las bía encontrado con mi maestro Charles Wagley
memorias que portaban sus antepasados. El 30 de oc- (q.e.p.d) en Gainesville donde está la Universidad de
tubre de 1998, la antropóloga colombiana Nina S. de Florida, y que él le había hablado de mí, y le había
Friedemann se convirtió en argonauta del firmamen- pedido que me buscara. De ella, por mi parte, sabía
to y se unió a ese mismo grupo de intelectuales. por Elías Sevilla Casas, con quien desde hacía dos años
tratábamos de poner en marcha un estudio sobre la
historia y las características del oficio antropológico
Antropología heterodoxa en Colombia.

A Nina la conocí en Cali, en julio de 1977, con A lo largo del evento siguió exponiendo su antro-
ocasión del Primer Congreso de la Cultura Negra en las pología comprometida. Por esos días, con su hermana
Américas. Estaba atareada colgando los collages foto- Gloria y su cuñado Ronald Duncan, había terminado
gráficos que habían hecho parte de la exhibición una investigación sobre los campesinos negros de la
itinerante sobre la minería del oro en el litoral Pacífi- zona plana del norte del Cauca. Los resultados del tra-
co. Se basaba en los trabajos de terreno que había bajo comenzaron a aparecer en 1976, dentro del libro
desarrollado en el río Güelmambí, cuando era profe- que ella editó para la Biblioteca básica de Colcultura con
sora del Departamento de Antropología de la Univer- el título Tierra, tradición y poder, así como en un docu-
sidad Nacional de Colombia. Allá publicó Minería, mental ahora clásico dentro de la antropología visual.
descendencia y orfebrería artesanal, litoral Pacífico colom- La película Villarrica rompía con el tipo de objetivi-
biano (1974) con el análisis del sistema de parentesco dad que había entronizado el paradigma del relativismo

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cultural. Acusaba a los grandes ingenios de expandir- botella de aguardiente que los meseros habían puesto
se ahogando a los dueños de fincurrias de café y cacao. en cada mesa. Tan pronto pudo, le hizo el reclamo a
La cámara también se detenía en unas mujeres negras, Néstor Miranda Ontaneda (q.e.p.d) quien nos había
llamadas iguazas, como los patos que migran desde el convocado con el apoyo de la Fundación Friedrich
Canadá. Ellas aparecían haciéndole el quite a unos Neuman:
guachimanes que habían contratado los terratenientes
para espantarlas e impedirles alzar los pocos granos de —Ni el carnaval es trivial, ni todas las mujeres
soya que dejaban las cosechadoras mecánicas. trivializamos las culturas populares— le dijo a Néstor.
Añadió que a estudiosos de la coyuntura política, como
Entre simposio y simposio me dijo que por medio los que estaban reunidos allí, no les irían mal visiones
de la Sociedad Antropológica de Colombia impulsa- de colorido y estética que incluyeran una región más
ba la elaboración de un directorio de antropólogos. bien desdeñada en sus enfoques, y se lamentó de no
Como su proyecto y el que habíamos ideado con Se- haber llevado a ese evento su película Congos, ritual
villa Casas presentaban intereses comunes, acordamos guerrero en el Carnaval de Barranquilla.
ver cómo unificaríamos las dos propuestas.
Para ese entonces, ella hacía parte de la estación
de investigaciones que el Instituto Colombiano de
Carnaval y clientelismo Antropología tenía en el Caribe continental. Desa-
rrollaba trabajos en el terreno guiada por una hipóte-
La idea quedó en borrador, hasta un mes más tar-
de, cuando nos volvimos a encontrar en el albergue
turístico que entonces había a orillas del lago Calima,
cerca a Cali. Era otra primera vez: un grupo de filóso-
fos, historiadores, sociólogos y antropólogos debatía
el problema de las relaciones clientelares, ya no desde
el punto de vista de la inmoralidad política que a Car-
los Lleras tanto le preocupó por esos días, sino desde
una perspectiva histórica que mostraba su
funcionalidad en la consolidación de hegemonías
bipartidistas.

Nina estaba disgustada. Había preparado una ex-


posición sobre los concursos que las fábricas de cerve-
za y ron habían introducido en el Carnaval de
Barranquilla. La élites de la ciudad habían conforma-
do jurados para juzgar los atuendos, música y baile de
las distintas comparsas. Al tratar de complacer a los
patrocinadores, éstas iban atenuando las expresiones
simbólicas tradicionales que, en el caso de coreogra-
fías como la de la danza de congos, se referían a viejas
luchas en contra de la esclavitud. Nina presentía que
el Carnaval podría pasar de ritual que recorría las ca-
lles, complaciendo a los admiradores populares apos-
tados en las aceras, a ser un espectáculo de tarima o
recinto cerrado, donde lo pudieran apreciar y calificar
los jueces de la burguesía.

La dejaron de última. Para después de la comida,


pero antes de una celebración que comenzaría con la Congos. La estirpe noble del Carnaval. Foto Richard Cross

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sis audaz que aparecería en cuatro libros que publicó paciones permitían el apoyo mutuo y la curación de
cuando ya no pertenecía al instituto que menciono: las heridas sufridas durante la travesía transatlántica.
Ma Ngombe: guerreros y ganaderos en el Palenque de Sin embargo, los cautivos fueron convirtiendo sus ca-
San Basilio, Lengua y sociedad en el Palenque de San bildos en espacios de rebeldía a cuyos miembros los
Basilio (con Carlos Patiño Rosselli), Carnaval en convocaban mensajes clandestinos codificados en to-
Barranquilla y De sol a sol: génesis, transformación y pre- ques de tambor. En esas reuniones, cuyas huellas
sencia de los negros en Colombia. carnestoléndicas perduran hasta hoy, cantaban, baila-
ban, invocaban a sus antepasados, entronizaban reyes
y reinas de la fiesta, y celebraban ceremonias de sus
Carnaval y resistencia religiones ancestrales.

Según esa hipótesis, como todo el bajo Magdale- Según Nina, el otro conjunto de rebeldes incluía a
na, Barranquilla pertenece al área cardestoléndica los negros cimarrones que formaron unidades autóno-
caribeña. Las comparsas de toda esa región ritualizan mas como la que aún es palpable en el Palenque de
acciones de resistencia iniciadas por los esclavizados San Basilio. Sus organizaciones guerreras dejaron ras-
durante la colonia. Parte de ellos se integró a los ca- tros en los grupos de edad antagónicos, conocidos con
bildos de negros que los españoles les consintieron for- el nombre de cuagros, en las peleas rituales que
mar en Cartagena a los recién desembarcados que involucran a hombres y mujeres, y en el idioma crio-
compartían afiliaciones étnicas y lingüísticas. Esas agru- llo que aún se habla. La gramática y buena parte del
vocabulario de esta lengua provienen del kikongo del
África central, y su arraigo tuvo que ver con los
operativos de insurgencia y espionaje que llevaban a
cabo los insumisos, en apoyo de su gesta militar. Para
mitigar los efectos de esta presión incesante sobre
Cartagena, los españoles suscribieron con los cima-
rrones de la región circundante y de los Montes de
María un acuerdo de no agresión, el cual les garantizó
una autonomía étnico-territorial que se prolongó des-
de finales del siglo XVII, hasta mediados del XVIII.
Nina demostró que documentos coreográficos y mu-
sicales como el de la Danza de negros del carnaval de
Mompox hoy, dan cuenta de la zaga cimarrona.

La misma hipótesis se refería a que los atuendos de


los danzantes continuaban portando huellas de
africanía. Para entonces, había comenzado a interpre-
tar el sentido de las vestimentas del carnaval, valién-
dose de los escritos de Philippo Pigaffeta, un cronista
italiano del siglo XVII quien había visitado a los
kikongos del África. En esas crónicas, ella encontró
que los mandatarios de ese pueblo vestían las mismas
golas y penachos de flores que, en sus danzas, los congos
llevaban por las calles de Barranquilla.

Como la agigantaban las dificultades, la exposi-


ción que hizo aquella noche en Calima fue altiva, ve-
hemente, sin eufemismos ni concesiones. Al repasarla,
Foto de Richard Cross para el libro Ma Ngombe: Guerreros y encuentro que se anticipó a caracterizaciones del Ca-
Ganaderos en Palenque de Nina S. de Friedemann y Cross 1979 ribe, como la que hace Antonio Benítez Rojo alrede-

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dor de la forma como tradición e innovación cultura- les presentamos a FES y COLCIENCIAS. Para hacer
les coexisten en esa región; del ejercicio de la no vio- esa primera aproximación sistemática al ejercicio de la
lencia y del deleite cotidiano por la puesta en escena antropología en Colombia, Nina formó un equipo bá-
que explica la prominencia del carnaval en toda esa sico con Iván Zagarra y Patricia Rodríguez, pero dado
geografía. De ahí homenajes internacionales como el el volumen de información, lo amplió con Laurie Car-
que le tributaron los asistentes a la Conferencia mun- dona, Álvaro Chaves Mendoza (q.e.p.d), Orlando
dial sobre el carnaval, celebrada en Hartford, Jaramillo, Adela Morales y Carlos Patiño Rosselli. El 9
Connecticut, entre el 9 y el 13 de septiembre de 1998 de octubre de 1978, dentro del Primer Congreso Na-
o galardones como los que le otorgaron la Cátedra de cional de Antropología que tuvo lugar en Popayán,
Africanía de la Universidad de Alcalá y UNESCO en realizamos el simposio Aproximaciones al estado actual
Abidján (Costa de Marfil), y la Fundación Fernando de la antropología en Colombia. Allí, Nina leyó la ponen-
Ortiz en La Habana. cia titulada Una aproximación a la bibliografía antropológica
sobre grupos negros en Colombia, con sus primeras
conceptualizaciones sobre invisibilidad y estereotipia en
Hacia la bibliografía anotada calidad de rasgos fundamentales de la discriminación
ejercida contra los afrodescendientes en Colombia. El
Terminadas las sesiones sobre clientelismo, pasamos panorama desolador que presentó sobre la ausencia de
a un salón amplio donde estaba la chimenea. africanística y afroamericanística dentro de los progra-
Retomamos el hilo del proyecto sobre la antropología mas curriculares, infortunadamente, aún está por co-
en Colombia, y como yo trabajaba en Cali, aprovechá- rregirse, no obstante los cursos e investigaciones que ya
bamos los viajes que hacía cada mes a Bogotá para ar- desarrollan universidades como la de los Andes,
mar la propuesta de investigación que al final del año Javeriana, Nacional y del Valle.

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Un año más tarde, nos congregamos en la Biblio- Universidad de Harvard, y fundador de Cultural
teca Luis Ángel Arango con ocasión del lanzamiento Survival, la oenegé pionera en la salvaguardia de los
de la Bibliografía anotada y directorio de antropólogos co- pueblos étnicos de todo el mundo. Para Nina, no ha-
lombianos, un balance sistemático del período que bía otra forma de divulgar con dignidad el trabajo de
había comenzado con la profesionalización de la an- los antropólogos. Le disgustaban los panfletos y los
tropología desde que fuera fundado el Instituto estilos panfletarios que para entonces se considera-
Etnológico Nacional. Clasificamos cada entrada bi- ban los más apropiados para hacer críticas y denun-
bliográfica por paradigma teórico, subdisciplina, tema, cias. De ahí su esfuerzo por lograr que la carta de la
grupo humano, región y período histórico enfocado. Sociedad Antropológica de Colombia -Micronoticias-
El minucioso trabajo editorial de ella permitió ofrecer fuera breve, pero hermosa. El nacimiento de este ór-
reseñas de la obra de 277 antropólogos, cuyo léxico gano se remonta a finales del decenio de 1960, cuan-
estaba al alcance de públicos amplios. Así el volumen do Nina aglutinó a quienes serían los miembros de
les podía ser de utilidad a estudiantes de bachillerato esa sociedad alrededor del análisis y denuncia de la
y de los primeros años de carrera. masacre de indígenas cuibas en el hato de La Rubie-
ra, después de que un colono los hubiera invitado a
un sancocho. No sólo era necesario protestar por el
Crítica y estética genocidio, sino por el alegato de los abogados defen-
sores en el sentido de que en esa región no era delito
La ceremonia fue por lo alto. Entre quienes la pre- matar indios. Micronoticias recogió la indignación de
sidieron estaba David Mayburry-Lewis, entonces di- una comunidad profesional que entonces no fue es-
rector del Departamento de Antropología de la cuchada por el Estado. De ahí en adelante, continuó

Minería en el Güelmambí. Nariño. Fotos Ronald Duncan. 1974

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plásticos. Tres lustros después, editó el número 1 de
América Negra, a la zaga de la América oculta, la revista
que le ha dado la vuelta al mundo no sólo con repro-
ducciones de clásicas iconografías africanas y
afroamericanas, e interpretaciones de huellas de
africanía, sino con aportes de especialistas africanos,
cuyos nombres y obras -pese a su relevancia para tra-
zar el puente que une a África con América- eran poco
conocidos en las universidades de este continente.

En el sentido de un trabajo editorial precursor de


la multimedia, de los libros ya mencionados, Ma
Ngombe y Carnaval en Barranquilla, son clásicos. Para
ilustrar los ambientes exteriores, los paisajes, las rela-
ciones de los palenqueros con su ganado, sus rituales y
su cementerio, Nina escogió fotografías de Richard
Cross, con quien hizo muchos viajes al terreno, antes
de ser asesinado en Nicaragua ejerciendo su oficio en
medio de la guerra. Las atmósferas íntimas, por su par-
te, fueron retratadas por ella misma. Esos registros ates-
tiguan un interés particular por el detalle y por esa
simultaneidad caribeña de tradición e innovación,
como puede apreciarse en la foto que registra una pa-
red con láminas del Sagrado Corazón, Pambelé y el
matrimonio de los dueños de casa.

Foto de Milcíades Chaves para el libro Herederos del jaguar y la Carnaval, por su parte, divulga las impresiones que
anaconda de Nina S. de Friedemann y Jaime Arocha. 1982 el fotógrafo Nereo se formó de la alegría de los bailari-
nes, el virtuosismo de sus pasos, la estética de los disfra-
siendo un medio idóneo para protestar por las viola- ces y el colorido de las máscaras de la fauna danzante.
ciones tanto de los derechos de los pueblos étnicos, Esa belleza le hace pensar a uno que se trata del libro
como los de los científicos sociales, y para reforzar preciso para adornar la mesita donde tomaremos el café.
los escasos nexos que existían entre los académicos Sin embargo, los textos son subversivos, debido a los
del hemisferio sur. En consecuencia, publicó varios registros sobre la voluntad de recordar a África y a la
de los manifiestos que —como la Declaración de Bar- resistencia de la gente negra contra la esclavización. El
bados— originaban el paradigma de la antropología estándar que establece esa publicación, en cuanto a la
crítica latinoamericana3 . fotografía sobre celebraciones populares, tan sólo sería
aproximado tres lustros más tarde cuando ella terminó
En cuanto a lo editorial, está por igualarse la tozu- el libro Fiestas, con fotos de Jeremy Horner, una nueva
dez de Nina por romper la hegemonía que la acade- discusión sobre el sentido discriminatorio de nociones
mia noratlántica ejerce en la propagación del saber, y como las de artesanía, y evidencias adicionales de las
por amplificar el efecto de la palabra escrita mediante africanías que los elefantes bamilekes habían dejado en
la estética de los objetos visuales. Nunca dejó de pu- las marimondas del carnaval de Barranquilla.
blicar en los principales periódicos del país, y en 1976
creó Ediciones Zazacuabi, la serie de cuadernos sobre
tesoros arqueológicos muiscas, y de Tierradentro y San Los estatutos del terror
Agustín, que con Álvaro Chaves Mendoza, Pablo
Gamboa y Mauricio Puerta ilustró mediante En enero de 1980, cuando la Bibliografía anotada
diapositivas que anexaba al texto principal en sobres apareció en librerías, comenzamos a preparar un nue-

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vo proyecto que nos permitiera llenar algunos va- De nuevo, COLCIENCIAS y FES aprobaron la
cíos que había dejado el anterior: historias de vida investigación, y de inmediato vinculamos a Miguel
y subjetividades, la obra de los extranjeros que tra- Lobo-Guerrro y Xochitl Herrera para iniciar las bús-
bajaban o habían trabajado en Colombia, y de pen- quedas bibliográficas, así como a Francisco Ortiz y
sadores cercanos a la antropología, como el Elizabeth Reichel-Dussán quienes viajaban a Francia
historiador Juan Friede, el aporte de instituciones e Inglaterra, y podían contactar a los extranjeros que
anteriores al Instituto Etnológico Nacional, como habían trabajado en el país.
la Comisión Corográfica. Propusimos una amplia-
ción de la base documental, y elaboramos instruc- Seis meses más tarde, Carlos Valencia, quien ha-
ciones para recoger las biografías de colegas que bía editado Ma Ngombe, conoció un arqueo de la in-

representaran las distintas generaciones en donde formación recogida en ese período, y le propuso a Nina
existieran departamentos de antropología o hubie- hacer un libro cuyos protagonistas fueran los indíge-
ra antropólogos activos, incluyendo a quienes en- nas colombianos y quienes habían estudiado sus cul-
señaban en Estados Unidos, como Jean Jackson; turas. La coyuntura era apropiada en lo político y en
Francia, como Christian Gross, e Inglaterra, como lo personal. En su afán por controlar las acciones au-
Stephen Hugh-Jones. Esa guía incluía formación y daces del Movimiento guerrillero 19 de abril, el presi-
trayectoria académica, trabajos de terreno, presio- dente Julio César Turbay había desatado una ola
nes sociales y políticas en el ejercicio profesional, represiva al amparo del Estatuto de Seguridad. Por su
manejo de teorías y su aplicación, visiones sobre las parte, para restringir las recuperaciones de antiguos
entidades dentro de las cuales se desarrollaba la resguardos, había introducido el Estatuto Indígena. Si
actividad profesional, y estrategias para financiar el primero buscaba aniquilar la disidencia política, el
proyectos de investigación, en especial de aquellos segundo hacía lo propio con el disenso étnico. Sin
antropólogos que por esos días se iniciaban en la embargo, mientras que contra el de seguridad existía
aventura del trabajo independiente, y hoy encabe- una opinión pública con eco internacional, con res-
zan oenegés cuyo tamaño e impacto eran difíciles pecto a la capacidad de aniquilamiento cultural del
de imaginar a comienzos del decenio de 1980. estatuto indígena persistían invisibilidad e ignorancia.

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Por otra parte, de esa época del unanimismo político editor de Carlos Valencia. Como resultado de las en-
había dependido el que a Nina la declararan insubsis- señanzas de ese virtuoso del idioma escrito y de nues-
tente por objetar la gestión del director del Instituto tra propia paciencia, perfeccionamos la incorporación
Colombiano de Antropología, y en mi caso, la Fun- de giros literarios y metáforas a las narrativas
dación para la Educación Superior me hubiera exigi- etnográficas.
do la renuncia por haber simpatizado con Firmes, el
movimiento político nacido para denunciar las tortu- En esos días de junio y julio de 1981, también nos
ras que se habían hecho cotidianas en esos años. reuníamos con el señor Garibello del Ican, con
Milcíades Chaves, Fernando Urbina y Carlos Eduar-
do Jaramillo a revisar archivos fotográficos y a selec-
Antiasimilacionismo cionar los retratos que acompañarían el texto. Y
pasamos muchas noches en un cuarto oscuro que im-
Dentro del estudio sobre la historia de la antro- provisamos en el baño de emergencia de la casa
pología en Colombia, Herederos del jaguar y la ana- Friedemann, hasta que por fin optamos por la sabidu-
conda fue el producto mejor elaborado. Consistió en ría de Abdú Eljayek para que hiciera sus milagros con
un desafío político, estético, literario y etnográfico, los negativos difíciles.
ideado para seguir sacando de las torres de marfil la
Para septiembre de 1981, ya teníamos un macho-
información de las decenas de entrevistas que les
habíamos hecho a antropólogos y otros científicos te dentro del cual Nina retrataba a la Orinoquia co-
lombiana como escenario de encuentros de largo
sociales. Nina leía esos testimonios desde la perspec-
aliento entre guahibos, cuibas y otros pueblos sikuanis
tiva del manifiesto indeclinable sobre la manera como
y aquellos caribes que durante la época colonial po-
asimilación e integración habían sido utilizadas para
dían llegar hasta las playas del río Muco en busca de
acallar el disenso cultural y aplastar la diversidad
aceite de tortuga que extraían en ocasiones festivas,
étnica. Había hecho pública esa postura en el libro
cuando miles de esos animales desovaban en las are-
Indigenismo y aniquilamiento de indígenas, el cual ha-
nas calientes. O entre esos mismos pueblos y unas
bía publicado en 1974 con Darío Fajardo y Juan
multinacionales del petróleo que reproducían los nexos
Friede. También reinterpretó esos testimonios apo-
asimétricos desarrollados antes por los conquistadores
yándose en el aprendizaje que había madurado en en busca de El Dorado. Era un borrador final dentro
sus escritos de prensa. del cual ella se había permitido la licencia de ofrecer-
le al lector la oportunidad de sonreír debido a los
Ella se responsabilizó de los capítulos sobre cubiletes de unos marineros cunas, metidos en barcos
guahibos, wayúus, emberáes y cunas. Yo, de los de los de madera tallados por sus descendientes como me-
coguis, los tucanos, los sibundoyes, los paeces y los dios de simbolizar los viajes que hacen los espíritus de
guambianos. Después de discusiones acaloradas, op- los antepasados hacia el cielo. Valiéndose de esa mi-
tamos por no recurrir al género etnográfico tradicio- tología, ofreció una estética dorada por soles rutilantes
nal, el cual hubiera dado origen a ocho descripciones reflejados en las láminas de oro que formaban el fir-
comparables. Cada una habría comenzado describien- mamento cuna. También exaltaba la medicina emberá
do las relaciones de cada pueblo con sus respectivos y desmitificaba su equivalente facultativo, trayendo a
entornos, hasta llegar a la adoración de los dioses, des- colación el diálogo entre el jaibaná Floresmiro Ramos
pués de haber pasado por las maneras de reproducir- y el hermano de ella, el médico y antropólogo Alfon-
se, trabajar, gobernar, pintar, tallar, tejer, esculpir o so Sánchez. Luego, ese capítulo se adentraba en las
embellecer su paisaje. No sin dolor, abandonamos los prácticas terapéuticas del indígena con un respeto que
cánones que nuestros maestros nos habían enseñado lindaba en la veneración. En fin, entraban a la im-
para dar cuenta de la verdad y el conocimiento. Así, prenta testimonios acerca de la altivez del pueblo
buscamos otras lecciones. Nina releyó a Rulfo, mien- wayúu, para entonces engrandecida por la lucha que
tras yo seguía a la Tía Julia en televisión y en papel, y libraba para que la multinacional Exxon y el Estado
ambos aprendíamos a ser humildes frente a los tacho- colombiano reconocieran el valor simbólico de los
nes, flechas, signos de interrogación, y amonestacio- cementerios que serían destruidos al construir el fe-
nes verbales que nos hacía Juan Fernando Esguerra, el rrocarril de El Cerrejón.

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Tapar y caricaturizar la investigación que diseñamos de manera conjunta
después de haberle puesto el punto final al trabajo so-
A las pocas semanas de haber vuelto a la Biblioteca bre la historia de la antropología en Colombia. Com-
Luis Ángel Arango para lanzar el libro Herederos del ja- parando las notas que había acumulado Nina, con De
guar y la anaconda, con Xochitl Herrera, Myriam Jimeno, sol a Sol: génesis, transformación y presencia de los negros
Miguel Lobo-Guerrero, Néstor Miranda Ontaneda, Car- en Colombia, creo que ese proyecto fue una excusa para
los Patiño Rosselli, Roberto Pineda Camacho y Olga hacer el libro que ella atesoró en su mente por lo menos
5
Restrepo organizamos un grupo que comenzó a reflexio- desde 1979. Sin embargo, la idea del etnodesarrollo
nar sobre la información que habíamos acopiado dentro implicaba abocar situaciones que no enfrentamos con
de la investigación, con aportes adicionales desde las pers- Herederos: los afrocolombianos ostentaban una riqueza
pectivas del indianismo, la afroamericanística, la lingüís- particular en sus expresiones de música, danza, poesía,
tica, la Comisión Corográfica, la universidad pública y arquitectura y talla de maderas. Esa riqueza había nu-
privada, y la relación entre Estado e in- trido a una élite intelectual cuyos apor-
vestigación en ciencias sociales. Los re- tes no habían sido ajenos a movimientos
sultados de estos encuentros nos mundiales como el de la negritud, ini-
permitieron editar el volumen Un si- ciado por los poetas Aimé Césaire de
glo de investigación social: antropología Martinica y Léopold Sédar Sengor de
en Colombia. Fue publicado en 1984 Senegal. Esos logros, reconocidos por la
por Etno, el sello editorial al cual le academia internacional, permanecían
dimos vida, y nuestros acreedores par- excluidos de la identidad nacional y en
tida de defunción. una marcada invisibilidad. Amplifica-
da por el sistema educativo, esa
Para la publicación de ese libro, invisibilidad se traducía en estereotipos
Nina ya había madurado su pensa- que les atribuían a las naciones de Áfri-
miento sobre el papel de invisibilidad ca occidental, centro-occidental y cen-
y estereotipia en el desarrollo de bue- tral conductas contraevidentes de
na parte de la percepción que la aca- barbarie y salvajismo. Esa forma de dis-
demia occidental había elaborado criminar tenía efectos nefastos para la
sobre la cultura e historia de los autoestima y la conciencia étnica de sin-
afrodescendientes. En su artículo Es- número de afrodescendientes con quie-
tudios de negros en la antropología co- nes ella había interactuado en
lombiana demostró cómo la historia comunidades de ambos litorales y de la
había ocultado los niveles de desarro- zona plana del norte del Cauca. Si a esta
llo alcanzados por los estados africa- situación se le agregaba el mandato de
nos al inicio de la trata, y las teorías blanqueamiento que había imperado
evolucionistas de finales del siglo XIX desde finales del siglo XIX, dentro del
reducían los atributos de la gente ne- proceso de consolidación nacional, el
gra a los poderes musculares y sexua- producto de nuestra investigación ten-
El enano “papahuevos” en el
les. En ese escrito examinó los aportes carnaval. dría que ser comprensible para una
Foto Corporación Nacional
literarios de la élite afrocolombiana, de Turismo
mayor audiencia, próxima a las comu-
y la manera como habían sido desde- nidades de la base, las cuales para ese
ñados mediante los análisis simplistas del racismo a re- entonces no tenían muchas organizaciones que repre-
vés. Este marco de referencia recibiría atención sentaran sus intereses frente al Estado.
internacional en el artículo Colombia publicado en No
longer invisible: Afrolatinoamericans today, el libro que
editó en 1995 la oenegé inglesa Minority Rights. Diálogos con los escritores

Claro que ese salto también recibió el refuerzo del Dentro de este marco, el problema del estilo na-
proyecto Etnodesarrollo de grupos negros en Colombia4 , rrativo implicaba más aprendizaje. De ahí el acerca-

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miento a la Unión Nacional de Escritores y al trabajo al país por primera vez, y cimentó amistades con
de novelistas, narradores de cuentos y poetas. Con Orlando Fals Borda y David Sánchez Juliao.
Arturo Alape y Jaime Mejía Duque, entre otros escri-
tores, formulamos un proyecto para llevar a cabo el Fortalecidos por el diálogo transdisciplinar, el 18
Primer Encuentro Internacional de Escritores y Científi- de enero de 1983 iniciamos el trabajo de terreno yen-
cos Sociales. En preparación de ese evento, en julio de do a Ciénaga para tomar nota de cómo era que el 20
1982 realizamos en la Biblioteca Nacional una serie de enero el caimán salía del río y comenzaba a bailar
de mesas redondas, a las cuales concurrieron Germán en comparsas por las calles de la ciudad. Nos vimos
Arciniegas, Efraím Otero, Fernando Cruz Kronfly, Pe- con doña Digna Cavas, la primera mujer que bailó en
dro Gómez Valderrama, Eutiquio Leal, Germán Espi- una comparsa de solo hombres, y ayudó a cambiar las
nosa, Orlando Fals Borda, Jaime Jaramillo Uribe y fiestas del caimán; nos habló de cómo había movido
Azriel Bibliowicz. El diálogo versaba sobre la forma el «foyeye» frente al presidente Alfonso López
como los escritores recreaban fenómenos sociales; el Pumarejo, usando unas imágenes del realismo mágico
papel de la investigación en las ciencias sociales, el que nos hicieron pensar que Gabo podía haber repeti-
periodismo y la literatura; la función de la literatura y do las metáforas que ella inventaba. Visitamos los pue-
las ciencias sociales en la afirmación cultural de los blos de pescadores de la Ciénaga Grande, seguimos a
colombianos, y el científico como creador de imáge- Cartagena a entrevistar a los pescadores de La Boqui-
nes literarias. En diciembre de ese año, en la Bibliote- lla y pasar por el Palenque de San Basilio. Viajamos a
ca Luis Ángel Arango, retomamos esos temas ante una El Banco, donde filmamos la procesión de la virgen de
audiencia internacional que incluyó al cubano Ma- La Candelaria ataviada de joyas, y entrevistamos al
nuel Cofiño, quien —fascinado— se quedó en Co- maestro José Barros. De ahí a Mompox, donde cada
lombia, y al uruguayo Eduardo Galeano, quien visitó año Samuel Mármol se volvía cimarrón, mientras que

Troncos y minería, Los brazos, río Güelmambí. Nariño 1974. Foto N. S. de Friedemann

190 NÓMADAS
la danza de indios le pasaba por el ladito a él y a sus excepcionales. Ponen al alcance de una audiencia
negros, y más al fondo se veía al poeta Cervantes dis- general información que en este país ha sido de cir-
frazado de pilandera, dirigiendo a otros hombres con culación muy restringida o inexistente, en primer
el mismo atuendo femenino. Buscamos los rastros que lugar, en el sentido de que era comparable con el
dejó el poeta Candelario Obeso en el colegio Pinillos europeo, el grado de la evolución de las naciones
y en el cementerio, y observamos a los joyeros hacien- que se formaron en el Sahel u orilla del desierto del
do sus afamadas filigranas que Nina ya había descrito. Sahara, como la de Malí; en valles y costas adyacen-
Navegamos en canoa a Santa Ana, donde celebraban tes a las desembocaduras de los ríos Senegal y Gambia
un carnaval de marimondas y reinas de carrozas mo- como las de yolofos, branes, zapes y bijagos; en los
torizadas en forma de góndola. valles de los ríos Congo y Kwanza, como las de congos,
ngolas y áncicos; y a las del Níger, Volta y Calabar
Al mes, mientras yo conocía a los pescadores de de los lucumíes, minas y carabalíes. En segundo lu-
Tumaco, mi colega seguía averiguando sobre Obeso, gar, deletrean grados de diversidad cultural
y se sumergía en la poesía de Jorge Artel, hasta que inimaginados, y trazan tejidos intrincados de relacio-
fue la hora de volver con ella a Tumaco, y leerles a los nes con viajeros, políticos, comerciantes y religiosos
pescadores, en voz alta, lo que íbamos garrapateando. musulmanes. En tercer lugar, dan cuenta del surgi-
El primero que cabeceaba nos daba un indicio de la miento de nuevas formaciones étnicas, como las de
longitud que debía tener el escrito. Había tanto por los afroportugueses quienes desempeñaron papeles
recortar, que optamos por cambiar de estrategia y de importantes tanto en la trata, como en la resistencia
entrada desarrollar relatos breves que algún día pu- a la captura. En cuarto término, informan sobre los
dieran moldearse para responder a los requerimientos ingentes esfuerzos de los europeos por invisibilizar
de aquellos pueblos cuyo modo de dar cuenta de la todos los logros anteriores y dar origen a estereotipos
realidad consiste en décimas, arrullos, alabaos y otras de salvajismo y barbarie. Y por último, gracias al viaje
formas de oralidad. Empero, esa meta requería reali- que durante ese período hizo a Senegal, le permitió
zar un programa educativo con cartillas y materiales al lector asomarse a una parte de la contemporanei-
audiovisuales, el cual no fue financiado porque las fun- dad de África occidental.
daciones habían reemplazado la prioridad que le ha-
bían dado al estudio de las culturas afroamericanas
por la de los derechos humanos. Como si la La telaraña entre África y América
invisibilidad no fuera una manera particular y perni-
ciosa de violar esos derechos. El resto de ese libro reforzó el sentido fundamental
de la vida profesional de Nina: trazar el puente que
une a África con América, identificando huellas de
Cuentos sin ficción africanía. La primera noticia de esa búsqueda data del
decenio de 1960, cuando halló las historias de Anancy
José Luis Díazgranados les dio el nombre de cuen- en San Andrés y Providencia. También conocida como
tos sin ficción a esas narrativas de cinco páginas. Las Ananse, esa araña les da el fuego y la sabiduría a los
comenzamos a producir para que Juan Fernando humanos. Nació en la mitología de los pueblos de habla
Esguerra las editara, hasta formar el volumen que bau- akán de Ghana y Costa de Marfil, y se le volvió a
tizamos De sol a sol: génesis, transformación y presencia aparecer a Nina hacia 1989 en Quibdó, cuando en-
de los negros en Colombia. Salió de las prensas de Pla- trevistaba a su amigo Pío Perea. En ese entonces, re-
neta Editorial en 1986, y su lanzamiento tuvo lugar en cogía materiales para el libro Chocó: magia y leyenda,
Bogotá, en el edificio de la Academia Colombiana de el cual escribió junto con el poeta Alfredo Vanín e
la Lengua, en cuyas paredes se habían tallado unas ilustró con fotografías de Diego Samper.
palabras doradas que contradecían el sentido de la obra
que presentábamos: «Un Dios, una lengua, una raza». En la representación de Ananse que Nina hizo a
partir de las palabras de Perea sobresalen astucia y
Con respecto a nuestro punto de partida, los ca- rebeldía. El realce de estas dos cualidades permane-
pítulos que Nina escribió sobre África son los más ció latente en mi memoria, distraído por la poesía de

NÓMADAS 191
relatos suyos, como el del joven que navega en su y el centroafricano Victorien Lavou (profesor de la
canoa por el río, ve de lejos a la niña de sus sueños, y Universidad de Perpiñan, Francia) también se vin-
cuando ella se acerca, le canta haciendo que su remo culen con ese proyecto académico.
vibre al ritmo del agua y suene al pegarle a la canoa.
Ella se emociona, y le contesta haciendo también A Dagó lo conmovió el que personas ombligadas
roncar su canalete, y dándole a él un si sin palabras con Ananse estuvieran siendo desplazadas del litoral
de la boca. Junto con ese relato, se me fue enredan- Pacífico por una violencia que no logró entender.
do el recuerdo de otro de los hallazgos de ella, el de Quizás a los otros visitantes africanos les pase lo mis-
la ombligada. En Criele criele son le dedicó un cuento mo y que —como Dagó— se vayan de este país con
sin ficción a esa ceremonia, cuyo fin consiste en pro- la convicción de mantener y estrechar lazos con los
piciar el que niños y niñas desarrollen los atributos afrocolombianos. Con personas como ellos, surge la
propios de ciertos animales o plantas. Para ello, los posibilidad de que se vayan creando globalizaciones
padres esparcen polvos preparados con partecitas de disidentes que le hagan contrapeso a las hegemónicas
esos animales o plantas sobre la herida que deja el megalopolitanas que, al haber sido convertidas en
ombligo al desprenderse. Los efectos obvios de este fenómenos locales por las máquinas digitalizadoras,
ritual son la perpetuación de las calidades de la na- amenazan como nunca la diversidad cultural.
turaleza, y la fraternización con ellas. Sin embargo,
cuando la ombligada se hace con una telaraña o con Ya dije que a Nina de Friedemann le preocupó la
el saquito en el cual venían los huevos de una ananse, ausencia de los diálogos Sur-Sur, y que, para superar
lo que se perpetúa es la búsqueda de la libertad, me- ese vacío y estimular aún más la búsqueda de huellas
diante el ejercicio de la agudeza mental. La chispa de africanía, en 1990 creó la revista América Negra. De
que me permitió fundir en uno los dos recuerdos sur- hecho, ella falleció unas horas después de haberle dado
gió cuando le buscaba un título a mi último libro. la última revisión al número 15 de esa revista, el cual
Luego, vendrían otros hallazgos: el del parentesco fue coeditado por el historiador cubano Alejandro de
entre Ananse y Elegguá, la deidad que dentro del la Fuente y por el Centro de Estudios Latinoamerica-
panteón yoruba también encarna insumisión y astu- nos de la Universidad de Pittsburgh, con el propósito
cia, y el de una cartografía de ombligadas y ananses de dar a conocer los resultados del estudio sistemático
que incluye buena parte del Caribe insular y conti- que el propio De la Fuente dirigió para dilucidar el pa-
nental, el litoral Pacífico colombo-ecuatoriano, norama racial de la Cuba contemporánea. Los efectos
Ghana y Costa de Marfil en África. de esa publicación, como los intereses que los acadé-
micos africanos visitantes han manifestado por
El nuevo conocimiento de una presencia tan di- Afrocolombia en general y el Afropacífico en particu-
fundida hubiera sido imposible sin la obra de Nina. lar, habrían estremecido a Nina. Sería la emoción de
Por eso le dediqué a ella Ombligados de Ananse y la constatar cómo su obra contribuyó a ampliar los efec-
llamé mi maestra. Ella me dijo que esas palabras eran tos del elogio a la africanía.
inmerecidas. Infortunadamente no alcanzó a ver
que, en este caso, no tenía razón. El llamado de aten-
ción sobre las huellas akanes ha estimulado nuevas
miradas de los africanos hacia Afrocolombia. Así, Citas
el marfileño Albert Dagó Dadie escribió el ensayo
Ananse, el hilo y el ombligo,y lo leyó en Bogotá en 1 Esta cifra proviene de Encarta Africana, la enciclopedia digital de
octubre de 1999, dentro del Tercer Encuentro de la Microsoft, y sigue siendo controvertida. En su tesis doctoral,
Cultura Negra. Por su parte, el congoleño Wilfrid Adriana Maya cita las últimas pesquisas de Inikori (1998) al res-
pecto, quien habla de nueve millones (véase también Friedemann
Miampika, se vinculó como profesor visitante de la y Arocha 1986: 33-35).
maestría en estudios caribeños que ofrece la sede 2 El martiniqueño Eduard Glissant formó la trilogía migración for-
de la Universidad Nacional de Colombia en San zada, desnudez y memoria.
Andrés. También es posible que el beninés Olabyi 3 En el decenio de 1980, el nombre de esa carta pasó a ser Noticias
Yai (profesor de la Universidad de la Florida, antropológicas, cuya publicación se suspendió durante casi todo
el decenio de 1990, para reaparecer en abril de 2000 con homena-
Gainesville y embajador de Benín ante la Unesco) jes a los antropólogos desaparecidos en los dos últimos años,

192 NÓMADAS
Hernán Henao Delgado, Virginia Gutiérrez de Pineda y Nina S. FRIEDEMANN, Nina S. de y Patiño Rosselli, Carlos. Lengua y socie-
de Friedemann. dad en el palenque de San Basilio. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo,
4 El Centro de Investigaciones para el Desarrollo (Canadá), y las N LXVI. 1983.
fundaciones para la Educación Superior (Colombia), Ford (E.U.) FRIEDEMANN, Nina S. de y Vanín R., Alfredo, con fotografías de
e Interamericana (E.U.) financiaron esa investigación. Diego Samper. El Chocó, magia y leyenda. Bogotá: Litografía Arco.
5 Proceso mediante el cual un pueblo proyecta su futuro con base 1991.
en sus logros histórico-culturales. INIKORI, Joseph E. Les aléas méconnus de la traite négrière
transatlantique: sources, causes et implications historiographiques.
En Diene, Doudou (Ed.). Le chaîne et le lien, une vision de la traite
Bibliografía négrière, pp. 130-151. Paris: Éditions UNESCO. 1998.
MAYA, Adriana. Los afrocolombianos frente al cristianismo: brujería
AROCHA, Jaime. Ombligados de Ananse. Santafé de Bogotá: Centro y reconstrucción étnica en el Nuevo Reino de Granada, siglo
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AROCHA, Jaime y Nina S. de Friedemann (Eds.). Un siglo de inves-
tigación social: Antropología en Colombia. Bogotá: Etno. 1984.
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FRIEDEMANN, Nina S. de. Minería, descendencia y orfebrería, litoral
Pacífico colombiano. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
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Criele criele son: Del Pacífico negro. Bogotá: Planeta Colom-
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Fiestas, con fotos de Jeremy Horner. Santafé de Bogotá: Villegas
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«San Basilio en el universo Kilombo-África y Palenque-Amé-
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FRIEDEMANN, Nina S. de y Jaime Arocha. Bibliografía anotada
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Antropológica de Colombia-Tercer Mundo Editores. 1979.
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De sol a sol: génesis, transformación y presencia de los negros en
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FRIEDEMANN, Nina S. de, Fajardo, Darío y Friede, Juan. Indigenismo
y aniquilamiento de indígenas en Colombia. Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia. 1974.

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