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La musicoterapia en cuidados paliativos permite al enfermo


conectar con sus emociones y aliviar el dolor
El final de la vida es un momento complejo en el que muchas veces “hay sensación de dolor y muchas emociones”, y el
trabajo terapéutico con la música hace posible que el paciente “pueda conectar con esas emociones de una manera más
ordenada y aliviar el dolor”, tal y como afirma Patxi del Campo, musicoterapeuta y coordinador del Grupo de Trabajo
de Musicoterapia de la SECPAL, constituido en 2015 y del que forman parte cerca de 20 profesionales de todo el país.

En este sentido, este especialista destaca que la incorporación de la musicoterapia como acompañamiento en el final
de la vida resulta “muy beneficioso” tanto para el paciente como para sus seres queridos, porque “aporta a la persona un
soporte emocional que le permite disponer de un espacio y un tiempo donde poder expresarse, comunicar sus
sentimientos”. Al fin y al cabo, añade Patxi del Campo, la música es “ese lenguaje universal que todos usamos cuando
no sabemos con qué palabras denominar lo que nos está pasando”.

A nivel internacional la musicoterapia está muy instaurada como herramienta de trabajo terapéutico en cuidados paliativos

Según estimaciones del Grupo de Trabajo de Musicoterapia (MUSPAL) un centenar de personas


reciben musicoterapia cada semana en España dentro de las intervenciones con las que se trata de proporcionar una
respuesta integral a las necesidades físicas, psicológicas, emocionales, sociales y espirituales de los pacientes
con enfermedad avanzada o que se encuentran al final de su vida.

En la actualidad, una veintena de hospitales, fundaciones o asociaciones incluyen esta terapia no farmacológica
(TNF) en la asistencia que prestan en cuidados paliativos. La cifra amplía ligeramente los datos recogidos en el primer
informe “Musicoterapia en cuidados paliativos. Situación actual y registro de profesionales en España”, elaborado por
el MUSPAL, pero todavía queda muy lejos de la que registran países como Dinamarca, Inglaterra o EEUU, donde la
inmensa mayoría de los hospices (centros y servicios de cuidados paliativos) cuentan con musicoterapeutas formados y
con cualificación específica.

“En España vamos por bastante buen camino y estamos muy bien aceptados dentro de las unidades en las que se ha
implantado la musicoterapia, pero todavía queda mucho por hacer, como también queda mucho por hacer respecto al
acceso a los cuidados paliativos en general. En cualquier hospice de Dinamarca o Inglaterra, la musicoterapia
desempeña un papel muy relevante, lo que demuestra que a nivel internacional está muy instaurada como herramienta
de trabajo terapéutico en cuidados paliativos”, señala Patxi del Campo.

La musicoterapia está instaurada en numerosos países como terapia no farmacológica dentro de


una atención integral al paciente con enfermedad avanzada o al final de su vida
Como demuestran numerosas investigaciones, la musicoterapia en el ámbito de los cuidados paliativos contribuye a
disminuir los niveles de ansiedad en los enfermos y sus familiares, reduce la percepción de dolor, mejora el estado
de ánimo, facilita la respiración, favorece el sueño y la relajación y mitiga la sensación de cansancio, e incluso
existen estudios que ponen de manifiesto una menor necesidad de analgesia y sedación.

En este sentido, Patxi del Campo, también director del Máster de Musicoterapia del Instituto Música, Arte y Proceso de
Vitoria (IMAP) y musicoterapeuta en el Programa Vivir con voz propia de atención en Cuidados Paliativos, explica
que el uso profesional de la música y sus elementos como herramienta terapéutica no solo facilita “la relación del
paciente consigo mismo, porque de alguna manera puede empezar a conectar con sus emociones, con sus miedos,
con sus fantasmas…, sino también con sus familiares, porque en ocasiones realizamos las sesiones con ellos y eso
favorece el establecimiento de una red de comunicación mutua”.

Sin embargo, el coordinador de este Grupo de Trabajo de la SECPAL aclara que la utilización de la música como
proceso terapéutico siempre tiene que venir de la mano de un musicoterapeuta profesional y de protocolos de
intervención. No en vano, tal y como recuerda el MUSPAL en su informe, la música provoca en las personas “una serie
de sensaciones y emociones que evocan momentos biográficos y pueden provocar una movilización emocional”.
Según el uso que se haga de ella, “puede desembocar en reacciones negativas, desagradables o demasiado
intensas”que den lugar a situaciones dolorosas difíciles de gestionar.

El musicoterapeuta debe conocer la historia sonora del paciente


Por ello, la música como terapia “debe ser introducida de forma controlada, valorando y evaluando su impacto” y en
coordinación con el equipo multidisciplinar que atiende al paciente y a sus familiares. Es en este contexto donde se
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enmarca la llamada “historia sonora” del paciente, que constituye una de las principales estrategias del
musicoterapeuta para definir una intervención individualizada que responda a las necesidades particulares de cada
persona.

“En musicoterapia no existe una farmacopea musical. Cada uno tenemos una vivencia diferente con la música, y la
que me motiva o estimula a mí no es la misma que motiva o estimula a otra persona. Por eso es importante conocer la
historia sonora de cada paciente, a partir de la cual configuramos qué músicas vamos a trabajar y cómo, que puede
ser a través de técnicas receptivas, es decir, de escucha, pero también activas, implicando al paciente en experiencias
expresivas y creativas”, explica Del Campo.

La musicoterapia en el ámbito de los cuidados paliativos contribuye a disminuir los niveles de ansiedad en los enfermos y sus familiares

En relación a las posibilidades que abre la opción de “hacer música”, este profesional que forma parte de
la SECPAL considera que “a veces la propia persona ya es casi la partitura: tiene una respiración, un ritmo cardíaco,
un movimiento con la mano, con la cabeza… Si lees eso en términos de partitura musical, puedes apuntar una serie de
notas capaces de ir acompañando todo eso; o poner a su disposición un instrumento que, dependiendo de sus
capacidades, pueda manipular fácilmente, y pedirle que me acompañe en la composición que ambos vamos a
hacer”.

De este modo, añade, “el paciente no va a ser un sujeto pasivo, como a veces ocurre con las personas en el final de
la vida, sino que va a sentirse de alguna manera como parte del proceso de creación”, porque la musicoterapia
es “una intervención en la que no huimos de la relación de sufrimiento, sino que conectamos con ella, y en este trabajo la
persona pasa a ser muy activa en lo que está pasando”.

“Cuando un niño o una niña nace, es alguien con todo por hacer. Nosotros ponemos mucho amor para que crezca y sea
lo que tenga que ser. Si ponemos amor también en el final de la vida, y la música puede transmitir con facilidad ese
valor inmenso del amor, no damos valor a un sueño sino a una vida que ya ha sido, y muchas veces podemos darle
significado a la biografía de una persona escuchando algunas músicas de su historia sonora”, expone Patxi del Campo.

Para terminar, el coordinador del MUSPAL alude de nuevo al nacimiento para simbolizar el alcance de una intervención
desde la musicoterapia: “Cuando un bebé nace y le cantamos una canción, le estamos acunando para darle
seguridad; también podemos cantar a una persona que está en tránsito hacia la muerte, mecerla, abrazarla, creer
en ella como hemos hecho durante su vida… Y así también le estaremos dando seguridad, le estaremos diciendo “no
te preocupes”, le estaremos ayudando a contener el miedo al final de su vida…”.

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