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Término CRIMIPEDIA: Criminología ambiental

2014
CRIMIPEDIA: Criminología ambiental

CRIMINOLOGÍA AMBIENTAL

SANDRA VÁZQUEZ BARBOSA

RESUMEN
La conducta criminal está influenciada por el ambiente inmediato en el
que ocurre, este no tiene un papel pasivo, sino que participa como
elemento criminógeno afectando al comportamiento y al proceso de
toma de decisiones del criminal. El crimen, a su vez, no se distribuye de
manera azarosa, sino que se concentra alrededor de ambientes que, por
sus características, facilitan la actividad criminal.

Bajo esta idea surge la llamada Criminología Ambiental, disciplina que


estudia los sucesos criminales no desde el punto de vista del
delincuente como sujeto individual que está fuera de un contexto, sino
como resultado del encuentro entre un criminal motivado para cometer
un delito, que se rodea de objetivos delictivos potenciales en momentos
específicos del espacio y el tiempo.

A lo largo del siguiente punto se analizará en qué consiste esta


disciplina, dónde radica su origen y cuál ha sido su evolución a lo largo
de la historia.

Palabras clave: Criminología, oportunidad, delito, teorías de la


oportunidad, actividades rutinarias, elección racional, patrón delictivo,
escuela de Chicago, modelo ecológico, estadística moral, SIG, prevención
situacional del delito, hot spots, crime mapping.

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CRIMINOLOGÍA AMBIENTAL

Siguiendo a Vozmediano y San Juan (2010), la Criminología ofrece


variadas explicaciones para el fenómeno de la delincuencia, pudiendo
ordenar sus distintas teorías en tres niveles, en función de si inciden en
las características individuales del delincuente, en el contexto social, o
en el ambiente físico.

Tradicionalmente la Criminología clásica dedicó todo su esfuerzo a


profundizar sobre el primer nivel, centrándose en el estudio de la
criminalidad desde una perspectiva etiológica que trató de identificar
los factores que explican por qué un individuo se convierte en infractor.
(Fernández Molina, Vázquez y Belmonte, 2011). Perspectivas como la
Biología, la Sociología o la Psicología intentaban dar una explicación del
delito estudiando el comportamiento y las motivaciones del
delincuente. Con el objetivo de reducir el delito, se diseñaron
estrategias de intervención consistentes en caros y ambiciosos
programas sociales y tratamientos rehabilitadores que buscaban
convertir a los delincuentes en ciudadanos sanos y adaptados. A
comienzos de los años setenta, un grupo de autores británicos y
norteamericanos publicaron una serie de trabajos donde se criticaba
este sistema basándose en el escaso éxito que habían tenido y los
abusos que habían permitido, autores como Jeffery, Jacobs o Newman
denunciaban el fracaso del sistema social, de justicia, de prisiones y
policial, ofreciendo planteamientos alternativos centrados en la
modificación del ambiente en vez de en la figura del delincuente
(Medina, 2011).

A partir de este punto nace un conjunto de modelos teóricos que han


dado pie a un importante núcleo de teorías criminológicas encuadradas
en lo que se conoce como Criminología Ambiental, que no se interesan
tanto por explicar la dimensión individual del hecho delictivo, sino que
se centran en valorar el nexo entre la condición de vida urbana y
delincuencia. (Medina 2001, citado por Fernández Molina, Vázquez y
Belmonte, 2011)

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El estudio del comportamiento individual del delincuente es


importante, pero desde este único nivel no resulta posible explicar la
totalidad de un fenómeno complejo en el que interactúa una gran
casuística de factores (Vozmediano y San Juan, 2010), es por ello que
no hay que perder de vista la idea de que el sujeto se mueve dentro de
un contexto, un espacio donde existen oportunidades u obstáculos para
delinquir -en función de si su diseño es crimípeto o crimífugo (1 y 2)- y
es por ello que focalizar la atención en el nivel ambiental puede
permitir analizar en profundidad el peso específico que el escenario
tiene para explicar la conducta infractora y diseñar estrategias de
intervención especializadas (San Juan, 2013).

Estas teorías analizan las áreas en las que el delincuente vive, tratando
de dar respuesta a por qué determinados lugares dentro de los espacios
urbanos exhiben una mayor tasa de delitos y proponen de qué forma el
desarrollo urbano puede contribuir a la delincuencia (Medina 2001,
citado por Fernández Molina, Vázquez y Belmonte, 2011). El punto de
partida es que los delincuentes no son sujetos que sufren alguna forma
de patología que los hace diferentes del resto de los humanos, sino que
participan en comportamientos delictivos como respuesta a las
condiciones sociales en las que viven en el contexto urbano.
(Vozmediano y San Juan, 2010)

Como ya se ha indicado, el objeto de análisis del estudio de la


Criminología Ambiental son los elementos ambientales/espaciales de
los delitos, los cuales se han integrado progresivamente en una serie de
teorías sobre el comportamiento criminal y el hecho delictivo así como
una serie de principios y prácticas, que se vienen denominando Análisis
del Delito “Crime Analysis” (3) (Vozmediano y San Juan, 2010), ambos
están interesados por el evento delictivo y hacen hincapié en los
determinantes situacionales y se diferencian en que el Análisis del
Delito analiza información sobre eventos delictivos con el fin de
detectar patrones y tendencias mientras que la Criminología Ambiental
propone explicaciones teóricas para su comprensión. (Wortley y
Mazerolle, 2008).

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Las premisas de la perspectiva ambiental pueden resumirse en tres


puntos, según Wortley & Mazerolle (2008): la influencia del ambiente
en la conducta delictiva, la no aleatoriedad de la distribución espacio-
temporal del delito, y la utilidad de los elementos anteriores en el
control y prevención del delito.

DESARROLLOS TEÓRICOS EN CRIMINOLOGÍA AMBIENTAL

La Criminología Clásica se había centrado en el estudio del delincuente


como entidad individual, dejando de lado el papel que el ambiente tenía
en el hecho delictivo, es por ello que los aspectos ambientales del delito
habían constituido hasta principios de la década de 1970 un campo de
estudio escasamente tratado por la investigación científica y con poco
interés para la criminología.

PRECURSORES DE LA CRIMINOLOGÍA AMBIENTAL

Estadística moral del Siglo XIX

La escuela cartográfica o la de la estadística moral, nace en el Siglo XIX


como consecuencia de las reformas legales que habían tenido lugar en
el Derecho Penal, a partir de las cuales se crean las instituciones
policiales y penitenciarias y se introduce la teoría de la utilidad
(Vozmediano y San Juan, 2010). Esta escuela se caracterizó por la
producción de mapas del delito y por ser pionera en correlacionar las
condiciones sociales de determinadas zonas con los delitos que se
generaban en las mismas (Medina Ariza, 2010)

Durante las décadas de 1830, 1840 y 1850 surgió la necesidad de


recoger información sistemática sobre los delitos que se cometían, los
arrestos realizados y los infractores condenados, lo cual dio lugar a un
gran volumen de datos estadísticos sobre justicia penal. (Brantingham
& Brantingham, 1991, citado por Vozmediano y San Juan, 2010). El
estudio de estos datos permitió el hallazgo de patrones, entre ellos los
espaciales. Así surgió lo que se denomina como estadística moral –datos
estadísticos sobre suicidios, delitos y otros aspectos morales- cuyo
estudio científico se estableció en Europa a través de autores como

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Quetelet y Guerry y que permitió demostrar la existencia de de


patrones geográficos en la distribución del delito, así como su
persistencia en el tiempo (Vozmediano y San Juan, 2010).

La Escuela de Chicago

La Escuela de Chicago (1920-1932) estaba formada por un grupo de


sociólogos urbanos cuyos trabajos constituyen uno de los focos de
mayor expansión para el estudio de la criminología a partir de su idea
central de la importancia etiológica del factor ambiental y su
vinculación con la delincuencia. Comienza a tomar forma hacia 1920
gracias al trabajo de Robert Park y Ernest Burgess, este último con su
modelo de círculos concéntricos (4), en el campo de la sociología
urbana (Piovani, 2011) y durante los años treinta se convierte en el más
claro referente de los modelos ecológicos (5) al tratar de explicar el
desarrollo de núcleos delictivos en las nuevas urbes americanas
experimentando una rápida expansión industrial, así como fuertes
movimientos migratorios, como consecuencia de la “desorganización
social” que se generaba en estos contextos (Medina Ariza, 2010).

La principal pretensión de la Escuela de Chicago era comprender y


explicar los problemas sociales en su correlación con la nueva
estructura urbana, partiendo de diversos esquemas conceptuales y
modelos de crecimiento y organización metropolitano. Para desarrollar
sus teorías, llevaron a cabo investigaciones que combinaban teoría y
estudios de campo etnográfico en las distintas áreas de la delincuencia,
concluyendo que existía relación entre las características físicas y
sociales de determinados espacios urbanos de la moderna ciudad
industrial y el desarrollo de la criminalidad.

Entre sus principales aportaciones destaca por un lado, el hecho de que


no se limita sólo a explicar las causas por las que un individuo comete
un delito, sino que lo hace desde la óptica del sujeto y, por el otro,
intenta entender los mecanismos de transmisión y aprendizaje de estas
culturas llamadas asociales, a partir de la hipótesis de que los
individuos desviados se concentran en un espacio particular de
determinadas características, creando un área cultural aislada en el
seno de las grandes ciudades.

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AÑOS SETENTA Y OCHENTA: SURGIMIENTO DE LAS PERSPECTIVAS


AMBIENTALES CONTEMPORÁNEAS

A principios de los setenta se publicaron dos trabajos que impulsaron


definitivamente un cambio en el enfoque del estudio del delito: Crime
Prevention Through Environmental Design publicado por Jeffery en
1971 y Defensible Space: Crime Prevention Through Urban Design del
arquitecto Oscar Newman en 1972, ambos postularon la existencia de
una relación entre el diseño del espacio urbano y el delito, manteniendo
que los cambios en el diseño urbano, el primero y arquitectónico, el
segundo, podían contribuir a la reducción del crimen (Vozmediano y
San Juan, 2010).

En 1961 la arquitecta Jane Jacobs publicaba el libro “The Death and Life
of Great American Cities” en el que criticaba las políticas urbanas de los
Estados Unidos de los años cincuenta por su efecto de destrucción de
las comunidades y creación de espacios urbanos aislados y artificiales
(Vozmediano y San Juan, 2010). Sobre esta base, el arquitecto Oscar
Newman publicaba “Defensible Space: Crime Prevention Through Urban
Design” donde proponía su idea del espacio defendible que se asienta
sobre la creencia de que el sentimiento de responsabilidad de los
residentes sobre espacios semipúblicos y privados y el incremento de la
vigilancia natural reducirá las tasas delictivas (Medina, 2013). Por su
parte, Jeffery (1971, citado por Medina 2013) criticó la poca efectividad
preventiva de paradigmas como la prevención general o los programas
sociales, proponiendo centrarse en el ambiente en el que se comenten
los delitos y en la interacción entre sus elementos, en vez de en el
delincuente, como elemento esencial para la prevención del delito
mediante el diseño.

Contemporáneo a estos trabajos, Goldstein (1979) publicó Improving


Policing: a Problem-Oriented Policing Approach, que constituye uno de
los enfoques de trabajo policial más influyentes en los últimos años.

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En los años ochenta, continuando con la línea crítica y sobre la base de


los elementos de la oportunidad y la racionalidad, surgieron las
llamadas Teorías de la Oportunidad, que se verán a continuación y la
Teoría de las Ventanas Rotas “Broken Windows” (Wilson y Kelling,
1982) que planteaba que el deterioro visible de los vecindarios a causa
de una falta de mantenimiento (ventanas rotas, suciedad, abandono)
influía en el comportamiento delictivo. (Vozmediano y San Juan, 2010).

TEORÍAS DE LA OPORTUNIDAD

Tanto para el enfoque de las actividades rutinarias como para la


perspectiva de la elección racional, la oportunidad juega un papel
relevante en la producción del delito. Uno de los primeros antecedentes
del paradigma de la oportunidad, aunque restringido al papel de la
víctima, fue enunciado por Garofalo en 1914, señalando que el estilo de
vida de un individuo es un factor crítico que determina los riesgos de
que sea víctima de un acto delictivo; posteriormente en 1978 Hindelang
continuo sobre la línea de esta idea y enunció la teoría de los estilos de
vida (6) (Rodríguez, 2012).

Las llamadas Teorías de la Oportunidad fueron desarrolladas por


Felson y Clarke y tienen como base la idea de que el comportamiento
individual es producto de la interacción entre la persona y el entorno
físico. La mayoría de las teorías criminológicas sólo habían prestado
atención al primer punto, considerando que existen grados en la
inclinación de un individuo a cometer delitos, lo que dio lugar a una
imagen incompleta de las causas de éste; sin embargo las teorías de
estos autores se centran también en las características de los
escenarios, que contribuyen a unificar las inclinaciones punibles del
individuo con acciones delictivas propiciadas por escenarios que
proporcionan muchas más oportunidades y tentaciones delictivas que
otros (Felson y Clarke, 1998).

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Su premisa principal es que para que el comportamiento delictivo se


produzca, han de concurrir tres elementos: un delincuente
predispuesto, una víctima propicia y una ausencia de control.

Felson y Clarke (1998) enumeraron en sus teorías los diez principios de


la oportunidad del delito:

1. Las oportunidades desempeñan un papel en la causación de todo


delito.

2. Los delitos de oportunidad (oportunistas) son altamente


específicos.

3. Los delitos de oportunidad se concentran en tiempo y espacio.

4. Los delitos de oportunidad dependen de los movimientos diarios


de cada actividad – los delincuentes y los objetivos se acentúan
de acuerdo con sus actividades rutinarias (trabajo, escuela,
diversión, etc.).

5. Un delito crea oportunidades para otros.

6. Algunos productos ofrecen más tentación y oportunidad para el


delito. Las características que influyen en que un objetivo sea
más atractivo son su valor, la inercia, la visibilidad y el acceso
(conocidas con el acrónimo VIVA, como se verá más adelante)

7. Los cambios sociales y tecnológicos producen nuevas


oportunidades para los delitos. Un nuevo producto pasa por
cuatro fases: innovación, crecimiento, venta masiva y saturación,
siendo las dos fases intermedias las que más robos producen.

8. Los delitos pueden ser prevenidos mediante la reducción de


oportunidades.

9. La reducción de oportunidades normalmente no produce un


desplazamiento del delito.

10. Una reducción de oportunidades focalizada puede producir un


descenso de delitos más amplio.

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Las oportunidades delictivas son sumamente específicas de cada grupo


de delitos y de delincuentes, al igual que los delitos que, al ser distintos
entre sí, determinan en gran medida la disminución de oportunidades
delictivas, de manera que eliminar una oportunidad de un delito puede
no tener efecto sobre otro (Felson y Clarke, 1998).

Dentro de estas teorías se distinguen tres enfoques o perspectivas, cada


una de ellas considera que la oportunidad para delinquir es un
generador de delitos y presta suma atención a lo que hacen realmente
los delincuentes durante un delito. Las tres teorías de la oportunidad
delictiva pueden ordenarse según el ámbito al que otorgan mayor
atención, partiendo de la sociedad en sentido amplio (actividades
rutinarias) hasta llegar al área local (teoría del patrón delictivo) y el
individuo (elección racional). (Felson y Clarke, 1998)

El enfoque de las Actividades Rutinarias

Esta teoría, que fue enunciada inicialmente por Lawrence E. Cohen y


Marcus Felson (1979) y desarrollada posteriormente por el segundo, es
una de las construcciones teóricas más citadas e influyentes en el
ámbito de la criminología en general y las ciencias del crimen en
particular.

Esta perspectiva tiene su base en la teoría de la Ecología Humana


desarrollada por A. Hawley en 1950 y estudia el delito como evento,
poniendo de manifiesto su relación con el espacio y el tiempo y
destacando su naturaleza ecológica con las implicaciones que de ello se
derivan. (Vozmediano y San Juan, 2010).

Tal y como explica el propio Felson (2008), el enfoque ofrece


explicaciones a nivel macro y micro sobre la configuración de las tasas
del delito. A nivel micro, la teoría comenzó como un intento de
explicación de los delitos depredatorios partiendo de la base de que,
para que tales crímenes acontezcan, debe existir una convergencia en el
tiempo y en el espacio de tres elementos básicos: un posible
delincuente, un objetivo apropiado y la ausencia de un guardián capaz
que evite el delito. Este enfoque dio por supuesto al posible delincuente
y centró su atención en los otros elementos. En cuanto al objetivo

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apropiado, considera que cualquier persona u objeto pueden ser


objetivos de un delito, cuya posición en el espacio y el tiempo los ponen
en mayor o menor riesgo de un ataque delictivo. El guardián no era
normalmente un agente de policía o un guarda de seguridad, pero sí al
menos alguien o algo cuya presencia o proximidad disuadiría de la
comisión de un delito. De modo complementario, a nivel macro, la
organización social y las rutinas de la vida diaria harán que la
convergencia entre infractores y objetivos sea mucho más probable en
lugares y momentos concretos. (Felson, 2008)

Felson (2008) utiliza el acrónimo VIVA para referirse a los cuatro


elementos principales que influyen sobre el riesgo de ser victimizado
por parte del posible infractor:

- Valor: los delincuentes estarían interesados en objetivos a los


que atribuyen valor, por el motivo que sea.

- Inercia referido al peso del artículo y, por lo tanto, a la facilidad o


no para transportarlo.

- Visibilidad: referido a la exposición de los objetos a los


delincuentes.

- Acceso: diseño de las calles, ubicación de los bienes cerca de la


puerta u otros rasgos de la vida cotidiana que facilitan a los
delincuentes hacerse con los objetivos.

Como ya se ha señalado, para que tenga lugar el delito, un posible


delincuente debe encontrar un objetivo apropiado en ausencia de un
vigilante adecuado. Esto significa que el número de delitos puede
incrementarse sin que haya más delincuentes, siempre que existan más
objetivos o puedan hacerse con los objetivos en ausencia de vigilantes.
Ello significa también que la vida de la comunidad puede cambiar y
generar más oportunidades delictivas sin que haya habido incremento
alguno de la motivación criminal. (Felson y Clarke, 1998).

Como toda teoría, no está exenta de críticas, en este caso las dos
principales que ha recibido se basan por un lado, en su aparente falta de
interés, al menos en sus planteamientos iniciales, por las motivaciones
del infractor, debido a que consideran el delito como un aspecto más de

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las rutinas y los estilos de vida actuales y no como una patología


individual o social; y por el otro las relacionadas con su aplicación
práctica para el control y prevención de la delincuencia, ya que es en la
intervención donde pueden surgir de modo más acuciante cuestiones
éticas que habrán de valorarse. (Vozmediano y San Juan, 2010).

Teoría del Patrón Delictivo

Esta teoría fue propuesta por Paul y Patricia Brantingham, quienes


partieron de la base de que los delitos no ocurren al azar ni
uniformemente en el espacio, tiempo y sociedades, sino que existen
puntos conflictivos en los que se producen muchos más delitos que en
otros lugares, existiendo por tanto, tendencias o patrones. La teoría se
desarrolló para explicar como se configuran dichos patrones delictivos
en el espacio urbano (Brantingham y Brantingham, 1991, citado por
Vozmediano y San Juan, 2010)

Comprendieron el evento delictivo como un fenómeno complejo que


incluye al menos cuatro dimensiones: ley, infractor, víctima/objetivo en
un contexto espacio-temporal común, que no se da aleatoriamente en el
espacio, el tiempo o la sociedad por lo que es susceptible ser descrito
mediante patrones. La mayoría de las personas que coexisten en los
espacios urbanos, incluso los peores delincuentes, dedican la mayor
parte del día a actividades que no están relacionadas directamente con
el delito. En su rutina diaria se desenvuelven como cualquier otro
individuo coincidiendo en lugar y tiempo con el resto de la población.
Esto les llevo a deducir que existen elementos comunes en los
elementos que dan forma a las dinámicas de las actividades legales y
delictivas de las sociedades y les llevó a preguntarse cuáles eran los
mecanismos que llevaban a los delincuentes a desplazarse del modo en
que lo hacían en el entorno urbano, cómo elegían a sus víctimas u
objetivos y como influía en sus patrones delictivos sus percepciones
subjetivas (Vozmediano y San Juan, 2010)

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Ya en el año 1978, los Brantingham propusieron un modelo para


explicar el modo en que los infractores seleccionan el lugar para
cometer el delito. Su teoría gira en torno al ambiente como elemento
fundamental, profundizando en conceptos como los diferentes tipos de
ambiente o el espacio objetivo y subjetivo, concluyendo que las
personas actúan y reaccionan en el mundo que para ellos es conocido,
no en el mundo que existe en un sentido objetivo. Plantearon que un
individuo motivado para cometer un delito concreto pasará por un
proceso de decisiones de múltiples etapas, en el que buscará e
identificará un objetivo o víctima concreto, con una posición
determinada en el espacio y tiempo. Este proceso de decisión será más
largo y complejo en el caso de las motivaciones instrumentales por
contraste con las motivaciones de tipo afectivo. El individuo que
pretende cometer un delito utilizará las claves que el ambiente
proporciona para localizar e identificar sus objetivos y será el tiempo y
la experiencia lo que le lleve a aprender a seleccionar las claves
adecuadas para llegar a generar un esquema relacionado que tendrá
influencia en sus futuras conductas de búsqueda. (Vozmediano y San
Juan, 2010)

Al igual que en el enfoque de la actividad rutinaria, esta teoría tiene tres


conceptos principales: nodos, rutas y límites. Nodos se refiere a desde
dónde y hacia dónde se trasladan las personas, ya que los delitos no
solo se generan en determinados lugares, sino también cerca de ellos.
Cada delincuente busca los objetivos del delito alrededor de los nodos
de actividad personal (hogar, la escuela o las zonas de ocio) y las rutas
entre ellos. Asimismo, las rutas seguidas por las personas en sus
actividades cotidianas están estrechamente relacionadas con los
lugares donde son víctimas del delito. El tercer concepto, los límites, se
refiere a los confines de las áreas donde la gente habita, trabaja, compra
o busca entretenimiento. (Felson y Clarke, 1998)

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Teoría de la Elección Racional

Tras las críticas a los postulados del positivismo criminológico y sus


pobres resultados preventivos, los investigadores revitalizaron las
ideas de la escuela clásica, uno de cuyos paradigmas fundamentales está
relacionado precisamente, con la teoría del delito como elección
racional formulada por Wilson y Herrnstein (1985, citado por
Rodríguez, 2012) y por Clarke y Cornish (1986, citado por Vozmediano
y San Juan, 2012). El delito para estos autores, es producto de una
elección racional tomada sobre la base de los costes y beneficios que
una conducta puede proporcionarle, aunque entienden que en el
comportamiento puede influir factores psicológicos, sociales y
experienciales del individuo, sin embargo “el delincuente busca el
placer y evita el castigo inminente” (Felson, 1994). Esta idea también
puede encontrarse en la teoría de crimen y castigo de Becker (1968),
que postula que algunas personas cometen actividades ilícitas si el
beneficio esperado de dicha actividad supera su costo, entendido éste
como la probabilidad de captura y condena, y la severidad del castigo.
(Becker, 1993, citado por Rodríguez, 2012).

La perspectiva de la elección racional que plantearon Cornish y Clarke


(1986, citado por Felson y Clarke, 1998) fija su atención en la toma de
decisión del delincuente. Su premisa principal es que el delito es una
conducta intencional, diseñada para beneficiar de alguna manera al
delincuente. Los delincuentes persiguen fines cuando cometen delitos,
aun cuando sólo presten una breve atención a tales fines y tengan en
cuenta unos pocos beneficios y riesgos a la vez. Estas restricciones en el
pensamiento limitan la racionalidad del delincuente, que también está
limitada por la cantidad de tiempo y esfuerzo que pueden destinar a la
decisión y por la calidad de la información de que dispongan.
Raramente tienen una imagen completa de todos los costes y beneficios
del delito. Este planteamiento pretende comprender cómo el
delincuente efectúa elecciones criminales, dirigidas por un motivo
particular en un escenario determinado que le ofrece las oportunidades
de satisfacer ese motivo. Mantiene, por tanto, la imagen de un
delincuente que piensa antes de actuar, aun cuando lo haga sólo por un
momento, teniendo en cuenta algunos beneficios y costes de la
comisión del delito.

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Inicialmente Cornish y Clarke (1975, citado por Vozmediano y San Juan


2010) realizaron una primera propuesta sobre el modo en el que el
ambiente afecta a la conducta delictiva que denominaban ambiental/de
aprendizaje y que podía resumirse en los siguientes puntos:

1) Aunque el bagaje emocional y la educación de un individuo


tienen un papel en la delincuencia, los determinantes más
importantes de la conducta delictiva los proporciona el ambiente
inmediato.

2) El ambiente proporciona claves y estímulos para la delincuencia


así como refuerzos.

3) Estas conductas delictivas se aprenden en ambientes concretos,


de modo que se repetirán si las condiciones son similares.

4) Las variables situacionales relacionadas con una conducta


delictiva concreta no se relacionan con otros tipos de delitos.

Posteriormente en su manual “60 pasos para ser analista delictivo”


Cornish y Clarke (2008, citado por Vozmediano y San Juan, 2010 )
establecen seis conceptos clave:

1) El comportamiento delictivo tiene un propósito.

2) El comportamiento delictivo es racional.

3) La toma de decisiones al llevar a cabo un delito es específica de


ese tipo de delito.

4) Las elecciones de los infractores se clasifican en dos grupos, de


implicación y de evento.

5) Hay tres fases de implicación en la actividad delictiva: iniciación,


habituación y abandono.

6) Los eventos criminales siguen una secuencia de pasos y


decisiones.

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La principal crítica que ha recibido este enfoque es la que hace


referencia a que no todos los delitos son racionales, como señala
Serrano (2004) la idea de un delincuente racional en numerosas
ocasiones ha sido exagerada ya que los delincuentes toman las
decisiones en el marco de un espacio de tiempo más bien corto, con
poca información relevante y con sus habilidades cognitivas que
pueden ser limitadas; esto lleva a pensar que los planteamientos de este
enfoque sólo se aplicarían a delitos con fines de beneficio económico,
que se conciben como más racionales. Ante esto Clarke y Cornish
defienden que hasta en los delitos en los que el autor es imprevisible
existen una serie de decisiones que se toman con cierto nivel de
planificación y racionalidad. (Vozmediano y San Juan 2010)

LA CRIMINOLOGÍA AMBIENTAL EN LA ACTUALIDAD

Los desarrollos teóricos surgidos en las décadas de los años setenta y


ochenta han seguido evolucionando y complementándose entre sí hasta
la actualidad. Desde este período, las disciplinas que abordan el estudio
de la delincuencia han reconocido que el hecho delictivo puede ser
interpretado más fácilmente si se tiene en cuenta su componente
geográfico, partiendo del supuesto teórico de que todo fenómeno social
es dependiente del espacio donde sucede (Galdon y Pybus, 2011),
derivado de esta idea, en los años noventa comenzaron a comercializarse
los llamados Sistemas de Información Geográfica (SIG) lo que supuso un
gran avance en las técnicas para representar geográficamente eventos
delictivos. Otra área a reseñar que ha destacado especialmente entre la
policía y otros profesionales implicados en la prevención del delito ha
sido los denominados análisis hot spot. (Vozmediano y San Juan, 2010).

Por otro lado, el trabajo de Goldstein de 1979 “Improving Policing: a


Problem-Oriented Policing Approach” unido a la teoría de la elección
racional de Clarke constituyeron el caldo de cultivo de la prevención
situacional del delito. (Medina, 2013)

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Mapas del Delito, Sistemas de Información Geográfica y Análisis de


Hot-Spot

Con el término anglosajón Crime Mapping o mapas del crimen, se


conoce el proceso mediante el cual se llevan a cabo análisis geográficos
de los delitos. Su uso había comenzado a mediados de la década de los
sesenta, con autores que empezaban a realizar trabajos con esta nueva
tecnología como Harries o Rengert (Harries, 1999, citado por Medina,
2013). Esta disciplina ha avanzado mucho en los últimos años debido al
interés que ha tenido para la investigación y la práctica policial la
aparición del software SIG (Sistemas de información geográfica)
(Vozmediano y San Juan, 2010).

Los mapas del crimen cumplen tres funciones: (Medina, 2013)

1. Facilitan análisis estadísticos y visuales sobre la naturaleza


espacial del delito y otro tipo de eventos.

2. Permiten relacionar fuentes de datos con variables geográficas


comunes

3. Proporcionan mapas que ayudan a comunicar los resultados de


los análisis.

En cuanto a SIG, es una tecnología que emplea software, hardware y


datos para recopilar, gestionar y analizar y representar todo tipo de
información referenciada geográficamente, pretende ser útil para el
estudio y búsqueda de soluciones de problemas del mundo real,
trabajando sobre un modelo cartográfico de dicha realidad. Aplicado al
campo del delito, SIG permite visualizar y analizar geográficamente los
datos de delitos en un área geográfica determinada (un país, región o
ciudad). (Vozmediano y San Juan, 2010). Esta información geográfica
tiene dos vertientes: la vertiente espacial – conjunto de mapas o
representaciones cartográficas de los lugares de interés- y la temática –
bases de datos con información alfanumérica- La clave del SIG es que
enlaza la información geográfica con la temática, de modo que trabaja
simultáneamente con una representación geográfica y sus atributos
temáticos asociados (San Juan, 2013)

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Su comercialización comenzó en la décadas de los ochenta y las tareas


que desempeña de manera principal son: (Medina, 2013)

1. Captura la información, mediante procesos de digitalización de


imágenes, procesamientos de imágenes satélite, fotografías,
vídeos, procesos aerográficos, etc.

2. la almacena en forma de bases de datos especiales

3. La manipula haciendo interaccionar los diferentes objetos

4. Realiza análisis y modelos

5. Presenta la información tratada.

Es importante señalar que a la hora de realizar mapas del delito lo


habitual es representar un único tipo de delito puesto que los patrones
de cada tipología delictiva son diferentes.

El tipo de mapa más sencillo que SIG genera son los mapas temáticos
descritos por Harries (1999, citado por Vozmediano y San Juan, 2010)
como una caja de herramientas, por la flexibilidad para presentar en el
mapa el tema estudiado de muy distintas maneras. En función del tipo
de información que se maneja pueden ser cuantitativos o cualitativos, y
en función del modo de representación pueden ser mapas de puntos, de
líneas, de coropletas o estadísticos (Vozmediano y San Juan, 2010).

Por último, el hot spot se define como el área que supera el número
medio de eventos delictivos, o un área en el que el riesgo de ser víctima
de un delito es superior a la media (Eck, 2005), son utilizados para
realizar análisis que permitan identificar lugares problemáticos y guiar
la intervención, aunque para hacerlo es necesario el empleo de técnicas
más sofisticadas que los mapas temáticos sencillos.

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Prevención Situacional del Delito

Derivada de las Teorías de la Oportunidad y de los trabajos citados


anteriormente de Jeffery (1971) y Newman (1972) relativos a la
influencia del diseño arquitectónico en el delito, surge la llamada
prevención situacional como una estrategia práctica y efectiva para
reducir problemas delictivos muy específicos que se centra en estudiar
cómo se comete el delito, dejando de lado los motivos por los que se
comente (Clarke, 2008, citado por Medina, 2013).

La prevención situacional se aplica para eliminar un problema que ya


existe, es una estrategia de intervención para la reducción y posterior
prevención del delito en lugares y situaciones en los que se ha
detectado la existencia de un problema delictivo concreto. Para ello
utiliza un enfoque de investigación-acción: ante un problema, se
plantean hipótesis sobre sus causas, se estudia una variedad de
soluciones posibles, se escogen medidas para implementar y evalúa el
resultado (Clarke, 2008, citado por Medina, 2013)

Aunque en un primer momento fueron 8 las categorías que se


plantearon para la prevención situacional, con la última actualización a
raíz de las consideraciones de Wortley (2001, citado por Medina, 2013),
la prevención situacional, como indican Cornish y Clarke (2003) ha
quedado configurada en 25 técnicas distintas que pueden agruparse en
5 objetivos:

1. Amentar el esfuerzo: hacer la comisión de un delito más difícil, o


aparentar que lo es, ya que se trata de influir en la percepción
del delincuente potencial.

2. Aumentar el riesgo: que la detección de un delito sea más


probable.

3. Reducir los beneficios percibidos: reducir la rentabilidad del


delito –o las expectativas de rentabilidad (de nuevo lo relevante
es la percepción del infractor)

4. Reducir las provocaciones: evitar o deducir las disposiciones


emocionales transitorias que pueden llevar a la comisión del
delito (a raíz del trabajo de Wortley, 2001)

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CRIMIPEDIA: Criminología ambiental

5. Eliminar las excusas: clarificar las normas de conducta,


incrementar los sentimientos de culpabilidad del infractor o
facilitar la elección de opciones no delictivas

Entre las críticas que ha recibido esta teoría se encuentran: 1) la


propuesta carece de una teoría de fondo, a lo que los autores responden
que existe una base teórica y en todo caso lo que se debería criticar son
los desarrollos teóricos; 2) consideran el enfoque como una solución a
corto plazo que no interviene en el origen del problema; 3) su diseño e
implementación conlleva problemas éticos (Medina, 1998); 4) está
enfocada principalmente a delitos contra la propiedad, aunque los
autores añaden que actualmente se aplica a otras tipologías delictivas
como por ejemplo el abuso infantil; 5) el enfoque genera
desplazamiento, a lo que los autores contestan que el desplazamiento
nunca es 100% y además existe difusión de beneficios.

EL FUTURO DE LA CRIMINOLOGÍA AMBIENTAL

El futuro de esta disciplina pasa por la ampliación y sofisticación de


métodos y técnicas que emplean para su desarrollo, y más aún hoy en
día donde la actualización de las tecnologías se produce casi de manera
diaria.

Siguiendo a Vozmediano y San Juan (2010), otra posible vía de


expansión de la disciplina es la aplicación de sus teorías y principios a
tipologías delictivas que tradicionalmente no habían sido estudiadas, ya
que la principal aplicación de las mismas ha estado enfocada a delitos
contra la propiedad, el delito que más preferentemente se ha estudiado
ha sido el común, prestando menor atención al delito de cuello blanco.
En los últimos años esta teoría se está aplicando a nuevos ámbitos como
por ejemplo a la prevención del abuso sexual de menores (Wortley y
Smalbone, 2006).

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NOTAS

(1) Espacios crimífugos: aquellos diseños urbanos que, por sus


especiales características físicas, inhiben, disuaden o, cuando menos,
disminuyen la probabilidad de que se cometa un delito.

(2) Diseño crimípeto: aquel que es espacialmente favorecedor de


acciones delictivas como puede ser por ejemplo, el acceso a un garaje o
a un paso subterráneo.

(3) Análisis del Delito: se trata de un conjunto de herramientas para el


análisis sistemático de los datos policiales sobre el delito que
proporciona cierta información pertinente sobre los patrones del delito.
Se analizan los datos policiales en función de sus características socio-
demográficas, temporales y espaciales, y a menudo, se realizan
representaciones visuales – como gráficos, tablas y mapas-. De este
modo, el analista del delito proporciona indicaciones tácticas para la
resolución de delitos por parte de la policía y para el desarrollo de
recursos, evaluaciones y estrategias de prevención del delito. Por tanto,
el analista del delito describe patrones de ocurrencia del delito; el
criminólogo ambiental intenta comprender estos patrones.

(4) Modelo de círculos concéntricos: desarrollado por Burguess en


1925, a partir del estudio espacial de la ciudad de Chicago planteó que
una ciudad tipo estaría formada por cinco zonas concéntricas
principales donde el punto central sería la correspondiente al distrito
de los negocios que se encuentra rodeado (segundo anillo) por zonas de
transición donde se encuentran fábricas y suburbios; en los tres anillos
subsiguientes se encontrarían las zonas residenciales de estatus
socioeconómico creciente a medida que se avanzara hacia los
suburbios.

(5) Ecología Humana: concepto desarrollado por Park y Burguess, que


deriva por analogía, de la Biología y que se basa en el estudio de las
relaciones espaciales y temporales de los seres humanos con su
entorno.

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(6) Teoría de los estilos de vida. Enunciada por Hindelang en 1978, la


idea central se basa en que determinados estilos de vida tienen una
relación directa con la probabilidad de ser víctima porque ofrecen más
oportunidades para ello. Cuanto más tiempo pasa una persona en el
hogar, menor es la probabilidad de que sea victimizada, mientras que a
más tiempo en lugares públicos dicha probabilidad se incrementa

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