Narcotráfico en Colombia se refiere al negocio de las drogas ilícitas de
efectos psicotrópicos en Colombia, la producción y distribución de estos productos, así como
la evolución histórica de esta actividad económica. El narcotráfico ha tenido directa influencia en la vida política, social y económica del país; también como actor importante del conflicto armado interno, siendo el apoyo económico directo e indirecto tanto de grupos insurgentes (FARCy ELN) como de grupos paramilitares (AUC) y de la delincuencia organizada (carteles de la droga y Bandas Criminales). Varios dirigentes nacionales han sido acusados de alianzas con grupos de narcotraficantes y/o grupos armados ligados al narcotráfico para ganar poder político y económico.1 El uso de la hoja de coca y otras plantas había formado parte del estilo de vida de algunas comunidades indígenas de América del Sur, pero la demanda mundial de drogas psicoactivas durante las décadas de 1960 y 1970 incrementó la producción y procesamiento de éstas en Colombia. Se implementaron leyes de prohibición en Estados Unidos y en Colombia para sofocar el efecto negativo de las drogas en la sociedad y castigar a quienes las cultivaran, poseyeran, comercializaran o distribuyeran. En Colombia, se acusa a los Cuerpos de Paz de enseñar a los campesinos la fabricación de la cocaína y de involucrarse en el tráfico de marihuana, propagando la subcultura del narcotráfico.23 Desde el establecimiento de la guerra contra las drogas, los Estados Unidos y algunos países europeos han proveído al gobierno colombiano ayuda logística y financiera para implementar planes que permitan combatir el tráfico de drogas. El programa más notable ha sido el polémico Plan Colombia, el cual también está destinado a combatir los grupos armados ilegales calificados por estos países como terroristas, entre ellos paramilitares y guerrillas, que en la década de 1980 empezaron a financiarse con esta actividad ilícita. En Colombia, la guerra contra el narcotráfico empieza el 30 de abril de 1984, fecha del asesinato del Ministro de Justicia: Rodrigo Lara Bonilla; ordenado por el líder del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, entonces suplente en la Cámara de Representantes, y de quien Lara ya venia denunciando sus actividades ilegales a raíz del descubrimiento del complejo cocalero de Tranquilandia el mes anterior, por parte de la policía colombiana; razón suficiente para que el gobierno, presidido por Belisario Betancur, implementara de manera inmediata la Ley de Extradición contra los narcotraficantes firmada en el gobierno de Julio Cesar Turbay, luego de esto promulgó el Estatuto Nacional de Estupefacientes (Ley 30 de 1986), teniendo así una herramienta para combatir la fabricación, tráfico y porte de estupefacientes. A pesar de estos programas y leyes, Colombia continuó siendo el líder mundial en producción de cocaína con aproximadamente el 70% del total de distribución a nivel mundial y el 90% del procesamiento, según un informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos en 2004.4 La economía subterránea del tráfico ilícito de drogas venía operando en Colombia desde finales de los años 60´s cuando en la región Caribe, especialmente, floreció el cultivo de la marihuana y se dio un primer auge, la llamada bonanza Marimbera. El mercado norteamericano, receptor principal de los estupefacientes, empezaría luego a derivar hacia la cocaína, producto proveniente de la planta de coca al extraerle el alcaloide de la hoja, siendo cultivada y traída originalmente de Bolivia y Perú; pero varios años después, los narcotraficantes colombianos promoverían el cultivo de la planta en su propio país, haciendo innecesario importar la hoja de manera clandestina. En este marco, jugaría Colombia el papel de placa giratoria: Los cargamentos del alcaloide llegaban desde los laboratorios, donde era procesada, en el sur del país y eran redistribuidos por las mafias locales hacia EE.UU. Los primeros grupos de narcotraficantes surgidos en la primera parte de la década de los 70´s, presentes sobre todo en Medellín y el centro del país (en gran parte eran antiguos contrabandistas), fueron liquidados en guerras internas; le sucedería una nueva generación más violenta pero más activa y emprendedora, de la que serían exponentes Pablo Escobar, su primo Gustavo Gaviria, los hermanos Juan David, Jorge Luis y Fabio Ochoa Vásquez, Griselda Blanco (sobreviviente de la primera etapa) y Pablo Correa Arroyave en Antioquia; Carlos Lehder en Armenia; Gonzalo Rodríguez Gacha y Verónica Rivera en el centro del país; los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, José Santacruz Londoño, Pacho Herrera y los hermanos Henao en el Valle del Cauca; y José Rafael Abelló Silva en la Costa Atlántica. Sus profusas redes en Norteamérica y la diáspora colombiana en el exterior les permitieron controlar prácticamente todo el negocio y obtener astronómicos beneficios económicos, que los catapultaron pronto como los “Mágicos”, los nuevos ricos de Colombia. A partir de la Administración López, la economía subterránea de la coca iniciaría su apogeo. El gobierno Turbay emprendería las primeras acciones al respecto, presionado por los EE.UU., lanzando una fuerte ofensiva contra los cultivos de marihuana en la Costa Norte (cultivos que ya habían perdido su valor estratégico ante las plantaciones caseras surgidas en Norteamérica), firmando además a finales de 1979 el famoso Tratado de Extradición con la Administración de Jimmy Carter. Pronto los narcotraficantes se presentarían no solo como “empresarios” llamados "mágicos", sino como agentes de desestabilización y violencia en todo el país. La propia naturaleza ilícita de su negocio y la necesidad de protegerlo así lo dictaba