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enero 2019
Juan Larrea • Nicanor Parra • Ignacio Ramírez • Manuel Scorza • Roberto Bolaño • Marco
Antonio Quijano • Febronio Zatarain • Benito del Pliego • Juan Romero Vinueza • León Félix
Batista • Manuel de J. Jiménez • César Ruiz Ledesma • Manuel Illanes • Miguel Urbizagáste-
gui • Rocío Ferreira • Roger Santiváñez • Enrique Winter • Ilustra: Katherine Medina Rondón
POETIKA1Pittsburgh
número 3 - enero 2019
SUMARIO
PARA IR AL PARANÁ:
Un viaje al translingüismo a través de la poesía
León Felix Batista 37
ROGER SANTIVÁÑEZ:
Roberts Pool crepúsculos
Enrique Winter 105
Pese al lugar y la fecha de nacimiento, (Bilbao 1895) Juan Larrea tiene poco
que ver con los coetáneos españoles que la crítica literaria sigue reuniendo bajo
la noción historiográfica de “Generación del 27”. Basta con echar un vistazo a
su biografía para darse cuenta de que se trata de un personaje singular dentro
del panorama de las letras españolas de su tiempo. Sus presupuestos poéticos
y su obra misma sobresalen por su radicalidad vanguardista; su trayectoria
vital es asimismo inusual incluso comparada con la de los que, como él mismo,
tuvieron que optar por el exilio tras la victoria militar del General Franco.
Sus inicios como poeta, a finales de la década de los diez, estuvieron
marcados por el ejemplo de Vicente Huidobro: lo que le condujo, a partir
de 1922, a redactar sus poemas en francés y, dos años más tarde, a trasladar
su residencia a París, donde establece finalmente su domicilio en 1926. En
esta ciudad profundiza en el aprendizaje de la práctica artística y participa
de la bohemia que caracterizó a los cenáculos de la vanguardia europea
de entreguerras. Su cercanía con el grupo de emigrados latinoamericanos
que entonces se encontraba en la capital francesa, muy especialmente con
César Vallejo, propició una larga estancia en Perú entre 1930 y 1931. Poco
después de su regreso a París interrumpió la escritura de poemas, pese a
haber sido incluido en la famosa antología de Gerardo Diego, cuya primera
versión se publicó ese mismo año. Pese a que esta sigue siendo la parte menos
desconocida de su obra, no fue dada a la imprenta hasta 1969 —en Italia— y
1970 —en su primera edición española.
Durante la Guerra Civil se unió al esfuerzo de los órganos de
difusión cultural y propaganda de la República Española en París y comenzó
la redacción de artículos periodísticos y ensayos de interpretación histórica y
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la que surgen las bases del pensamiento sistemático que preside sus ensayos
hasta la fecha de su muerte.
Existen en torno a este diario, dos problemas fundamentales. Uno
de índole interpretativa, que deriva de su inusual factura intelectual, y otro,
más evidente e inmediato, de orden textual. Este último obstáculo deriva
del hecho de que no existe aún un texto que recoja integra y fielmente el
contenido de Orbe. Existe una selección significativa hecha en 1990 por Pere
Gimferrer; sin embargo, esta edición no contiene ni una tercera parte de las
notas originales y el criterio de elección de pasajes, un tanto aleatorio, impide
que la muestra sea representativa del contenido general. Además de esta
edición, han aparecido fragmentos mucho menos sustanciales de la obra en
publicaciones periódicas; de ellos los de mayor extensión son los publicados
por la revista española Poesía en 1984.
En cuanto a las versiones del texto original en que se basan estas
ediciones hay al menos dos de los que se tienen noticia: uno, que sirvió de
base para el libro de 1990, es una copia mecanografiada entre 1932 y 1933
por César Vallejo, conservada originalmente en el archivo de Gerardo Diego.
Esta copia, recoge anotaciones de entre 1926 hasta principios de 1933;
aunque esta ha sido la copia disponible para consulta de los interesados en
su estudio, tampoco acoge el contenido íntegro del diario. Además de esta
existe una copia mecanográfica del fragmento que sirvió de base para las
anotaciones publicadas por la revista Poesía en 1984. Este fragmento final,
con un principio y final claramente definidos, está fechado entre el 18 de
abril y el 21 de octubre de 1933. También se conserva en el archivo de Juan
Larrea, que recientemente se ha depositado en el Centro de Documentación
de la Residencia de Estudiantes de Madrid y está finalmente accesible
para el estudio, la copia manuscrita original que sirvió de base a las copias
mecanográficas que también se encuentran recogidas allí, aunque, hasta el
momento no se hayan publicado ningún examen detallado de las mismas.
Afortunadamente se ha hecho público otro documento de carácter
privado, la correspondencia de Juan Larrea a Gerardo Diego, que da
abundantes noticias del proceso de escritura y estructuración de Orbe, y
aclara las vicisitudes del intento de publicación. Las primeras noticias de la
redacción no provienen de 1926, fecha de las primeras anotaciones incluidas
en Orbe, sino de 19291; aunque en realidad las primeras menciones explícitas
e inequívocas a esta obra no se producen hasta febrero del 19322; este silencio
parece relacionado con el hecho de que solo a partir de julio de 1931 Larrea
piensa en las anotaciones como un texto a publicar y no como el diario
íntimo de una crisis personal, que es lo que comenzó siendo3.
Sabemos por dos cartas a Diego de junio y diciembre de 1932
que Larrea estaba pensando de poner punto y final a la obra y corregirla
adecuadamente, aunque en realidad esto nunca llega a suceder. Finalmente
en julio de 1933, aprovechando un encuentro en Francia, entrega a Gerardo
Diego las páginas que conforman el texto consultable hoy día4. Aunque
inmediatamente después de su encuentro, el 9 de agosto del 33, el autor
comunica que acaba de encontrar «otros elementos para continuar la
interminable historia»5. Sabemos por tanto que Orbe se prolongó más allá
continuar la interminable historia [es decir, Orbe]» (Cartas a Diego, pág. 260)
6 Vid. Bary: Larrea: poesía y transfiguración, pág. 105.
7 Según esta investigadora «Cuando en efecto el poeta, el 7 de julio de 1936,
se puso en viaje para reunirse con su familia en Digoin, en Francia, los dos
volúmenes estaban listos para la imprenta y empezada hasta la propaganda (Juan
Larrea, «Versión terrestre», Poesía. núm. 2, agosto-septiembre 1978, pág. 7)»,
Vid. Larrea, Juan: «Epistolario inédito de Juan Larrea a Bodini. (Para la historia y
edición de Versión celeste) [I]» [Ed. Laura Dolfi], pág. 122.
Recuérdese por ejemplo, con esta finalidad, que la reseña de los
proyectos editoriales de Cruz y Raya, editada en El Sol, con fecha 12 de julio de
1936 anunciaba que estaban ya “en prensa dos libros de Juan de [sic] Larrea, uno
en verso y otro en prosa” o sea Versión celeste y Orbe.», pág. 122, nota 23. Según
esta autora se produjo otro intento de edición, del que no se ofrece ninguna
prueba, en 1943 en la editorial Séneca (Vid. ibidem, pág. 143, nota 22).
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algunos de los rasgos propios del diario; sobre todo en las anotaciones
fechadas entre 1926 y 1931 la escritura es un instrumento de reflexión sobre
la vida cotidiana del autor, así como una meditación sobre su pasado, desde
su juventud hasta el momento mismo de la redacción. Específicamente el
diario se convierte en el instrumento utilizado para reflexionar sobre las
causas y las posibles salidas a una crisis personal desencadenada hacia 1929.
El diario es también un testimonio de primera mano de la vida
y las ideas de algunos de sus amigos, entre los que se incluyen escritores
y artistas de la vanguardia internacional como Vicente Huidobro, César
Vallejo o el escultor de origen lituano Jacques Lipchitz, con los que se siente
particularmente identificado. Esto convierte a Orbe en un documento directo
del ambiente de las vanguardias en uno de sus periodos más interesantes.
Además, esta obra recorre en detalle el contexto intelectual en que
estos movimientos se desenvuelven: se refleja la recepción de las ideas de
Freud, la popularización del marxismo, la reacción ante el fascismo y el
nacionalsocialismo, el interés por la filosofía de la historia de autores como
Auguste Comte, Henri Bergson o Teilhard de Chardin; la influencia de
las concepciones teosóficas y ocultistas, el renacido interés por la literatura
romántica, y la curiosidad por los descubrimientos tecnológicos y científicos.
En este sentido Orbe es una obra especialmente interesante para
examinar la evolución de las ideas de los círculos vanguardistas con los que
Larrea se venía relacionando personalmente a partir de mediados de los años
20 (cubismo y creacionismo fundamentalmente), en el momento en que
el surrealismo trataba de convertirse en la única salida de la vanguardia10.
Helena López González de Orduña ha leído este diario desde la perspectiva
de las doctrinas surrealistas, reivindicando la cercanía de sus ideas con las
de este movimiento; aunque esta lectura ofrece interpretaciones de notable
interés, sigue dejando de lado un aspecto esencial y poco considerado: el
estudio de la evolución de sus ideas a partir de los principios estéticos con
los que se había vinculado públicamente. La postura de la autora reduce la
oposición de Larrea (y la de otros autores próximos a los círculos artísticos
en los que este autor se movió) a un intento de distinción personal, un tanto
caprichoso, frente al surrealismo.
11 V. Por ejemplo: Orbe (1933), pp. 235-238 donde bajo el epígrafe “La vida
poética” se hace el primer bosquejo de una sistematización de su forma de
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conocer; Orbe (1990), pp. 29-32, continúa estas primeras elaboraciones bajo el
título “Ciencia poética de la vida”.
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Bibliografía citada
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NOMBRAR ES TENER EL PODER
DEL UNIVERSO POÉTICO
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idiomática del habla popular, sino que funciona como aclaración del deber
del poeta –una puntualización más cercana a la idea de un arte poética–.
“Cambiar de nombre algunas cosas” puede ser una afrenta a ciertas palabras
“dignas de la poesía” para resignificarlas. Eduardo Milán (2013) dice al
respecto que:
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Bibliografía:
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UN VIAJE AL TRANSLINGÜISMO
A TRAVÉS DE LA POESÍA
León Felix Batista
superposición3–, sino según las ciencias –desde donde se habla sobre uniones,
mezclas, creación. Tenemos actualmente casos espectaculares de bilingüismo
nacional, incluso consignado constitucionalmente, como acontece en la
República del Paraguay, país cuya poesía es el objeto de debate y estudio
en este espacio. Sus idiomas oficiales son el español y el guaraní, lengua esta
última, para igualar las cosas, regulada también por una Academia de la
Lengua. En el ámbito coloquial persiste como habla dominante el yopará o
jopará, término guaraní que significa “mezclado” y que en la práctica resulta
exactamente eso: la mezcla indiscriminada (y sin embargo comunicativa)
del español del invasor-conquistador y el guaraní nativo. Otro nombre –
menos feliz– para este habla es “’guarañol”. Tan contundente realidad
bilingüe, trasladada al terreno de la poesía, se vierte en diferentes resultados:
basta pensar que en vez de procurar “entendimiento”, comunicabilidad,
lo que produce es una realidad verbal con mucho mayor sentido, ritmo,
movimiento.
Pero, por otro lado, existe una escritura (¿poética?) que excede la
alternabilidad guaraní-español traduciéndose entre sí, proponiéndose más
bien como una especie de yopará poético, si se me permite el término. Para
ejemplificarlo, basten por ahora los casos medulares del libro Mar paraguayo
de Wilson Bueno, el concepto y desarrollo del “portuñol salvaje” de Douglas
Diegues y el Ysypó-paraguay-rembó de Cristino Bogado, salvando para otro
espacio experiencias de escrituras radicalmente translingüísticas de nuestro
ámbito, como las Galaxias de Haroldo de Campos y Larva de Julián Ríos,
además de las inmersiones en el portuñol, sus visos, en la poesía de Néstor
Perlongher. Esta escritura translingüística de la que hablo parte desde
el Paraguay, transformando su condición de triple frontera topográfica
(Paraguay-Brasil-Argentina) en triple frontera poética (español-portugués-
guaraní)4.
notícia
Al afirmar que “no hay idiomas ahí”, en ese silencio dicente, Wilson
Bueno formula una paradoja sígnica, un error en el sistema: el omelette de
lenguas, el batido de lenguajes en el vórtice, en el vértigo, pretende decirlo
todo callando al mismo tiempo desde una lengua fronteriza, o posición
bifronte y perspectiva esquiza, como la califica Bogado, y más allá, en “ese
no lugar llamado 3 fronteras”, fronteras que son simbólicas debido a que
el humus omnipresente del guaraní8 se suma al jopará español-portugués,
dialecto al que algunos llaman brasiguayo.
10 Op. Cit.
11 Poesía del Paraguay, selección de Miguel Ángel Fernández, Susy Delgado y
Fredi Casco; prólogo de Miguel Ángel Fernández, Editorial Arte y Literatura del
Instituto Cubano del Libro, La Habana, Cuba, 2010. Pag. 11
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putrefação –
para compensar toda essa lamentação –
arte legítima
como que non se falsifica –
los açougueiros como uma nova estirpe de artistas –
vagundeando pelo ar
u cheiro de la carne morta te delizia ou te faz vomitar
aquí – en la selva – en la ciudad – en el mundo de la lua –
por que será que u horror tem color de carne crua
Valga la mención final del título de uno de los más recientes libros
de Douglas Diegues: El astronauta paraguayo, publicado en Asunción en
2007. Otros brasileños practicantes del portuñol son Joca Reiners Terrón,
Ronaldo Bressane y Xico Sá.
Ella es
la reina de los albañiles
del mañana inconsútil
He’ë
digámoslo de una buena bez
toda la poesía yamada del poro’uñol salvaje
del kartonerismo vya asunceño
no es más ke la vieja puellarum kantica:
poesía empollada bajo las cálidas polleras de las yiyis,
poesía kalidá de exaltación de las yiyis pollerudas14
Así, por esta realidad se hace patente otra vez la relación indisoluble
entre Lenguaje y Poder, esa que sólo el poema puede hacer estallar en mil
libérrimos sentidos.
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GUERRA, JUSTICIA Y REFORMA
CONSTITUCIONAL DOS POEMAS DE IGNACIO
RAMÍREZ EN SU BICENTENARIO
Manuel de J. Jiménez
Universidad Nacional Autónoma de México
Fue en San Miguel el Grande, uno de los pueblos mágicos más emblemáticos
del Bajío mexicano −considerado hoy como Patrimonio cultural de la
Humanidad− donde nació Juan Ignacio Paulino Ramírez Calzada el 23 de
junio de 1818, hijo de don José Lino Ramírez, patriota e insurgente liberal
que llegó a ser vicegobernador de Querétaro, y doña Sinforosa Calzada.
Para marzo de 1826, el pueblo fue declarado ciudad y cambió su toponimia
por “San Miguel de Allende”, en homenaje al prócer independentista. A la
postre, no solo será Ignacio Allende uno de los “nachos” ilustres de la ciudad,
pues Ignacio Ramírez con una actividad vehemente en la política, el derecho,
la pedagogía, el periodismo y −como se observará en este texto− la poesía, se
perfiló como uno de los redactores más visionarios de la patria. Si Allende
defendió los intereses de la nación con la espada, Ramírez lo hace con la
pluma. Se trata de la recolocación del tópico literario de que la pluma es
más poderosa que la espada y, seguramente por esta razón, Liliana Weinberg
sugiere que Ramírez encarna la palabra de la reforma en la República de las
Letras.
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En ese mismo texto, Altamirano vuelve sobre el loci del maestro sabio
y extravagante. El profesor se consagraba al estudio en la biblioteca del
Colegio de San Gregorio y otras tantas, con tal devoción y empeño que “hizo
que se contara entre sus colegas que habiendo entrado en esas bibliotecas
erguido y esbelto, salió de ellas encorvado y enfermo, pero erudito y sabio,
eminentemente sabio” (Ramírez, 1949: 21). Existe también otro gran
tópico de la vida intelectual de Ramírez: la defensa de los indios. En efecto,
Altamirano es el discípulo chontal de El Nigromante, es decir, confiaba en
que los indígenas eran sujetos que merecían una instrucción de calidad y
que, de darles un trato igualitario, ayudarían al progreso nacional. Los indios
estaban en una situación de esclavitud material. Recordemos que poco antes
de llegar con su familia a Toluca, Ramírez se ve envuelto en un problema legal
por la publicación del artículo “A los indios” en la revista Temis y Deucalión.
Es el 9 de abril de 1850 cuando El Nigromante enfrenta una acusación
por difamación. En pocas palabras el texto es señalado como sedicioso,
infamatorio e incitador a la desobediencia. Finalmente, en ejercicio de su
profesión −recordemos que Ramírez es abogado por el Colegio de Abogados
de la Real y Pontificia Universidad de México− presenta su autodefensa y se
dicta sentencia absolutoria. A pesar de ello, el artículo causa más polémica
y es atacado o defendido en varios escritos periodísticos. La idea de que
los indígenas son sujetos políticos y que tienen la posibilidad de cambiar
su realidad pauperizada fue una propuesta que se adelantaba bastante en la
historia política mexicana.
El ideario de Ramírez, como sugiere en varios trabajos David Maciel,
es políticamente sugerente y, adelantándose ideológicamente a los preceptos
de la Revolución mexicana, participa de un liberalismo social. En uno de
sus textos sobre la Constitución de 1857 y las facultades del Congreso, El
Nigromante visibiliza la situación desventajada de la clase obrera:
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Fuentes de consulta:
Arellano, Emilio (2012). La nueva República. Ignacio Ramírez El Nigromante.
México: Planeta.
Payno, Manuel y Riva Palacio, Vicente (2013). El libro rojo. México: FCE.
Ramírez, Ignacio (1949). México en pos de la libertad. México: Empresas
editoriales.
Ramírez, Ignacio (2014). Ensayos. México: UNAM.
Weinberg, Liliana (ed.) (2014). Ignacio Ramírez. La palabra de la reforma en
la República de las Letras. Una antología general. México: UNAM-FCE-FLM.
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We at La Presa are dedicated to presenting the voices
of writers from Mexico, the US and Canada, in English
and/or Spanish, in a tri-annual literary arts journal
published by Embajadoras Press.
LeeGould@embajadoraspress.com
amaranta.caballero@gmail.com
LITERALIDAD PERCEPTIVA EN 2 PERSONAJES DE
GARABOMBO EL INVISIBLE DE MANUEL SCORZA
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Bibliografía
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SANTA TERESA O EL SECRETO DEL MAL: UNA
APROXIMACIÓN A “2666” DE ROBERTO BOLAÑO
Manuel Illanés
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mujeres migrantes que laboran en las maquilas por salarios de hambre. Estas
víctimas son, desde el punto de vista de los victimarios, material desechable,
lo que no sólo se expresa por la constante incidencia de los asesinatos entre
las féminas de este grupo, y la virulencia que tales crímenes muestran, sino
que también por el hecho de que los cadáveres son abandonados en zonas
de la periferia de Santa Teresa / Ciudad Juárez, tales como descampados,
basurales, barrancas, etc., es decir, que se confundan, literalmente, con los
desechos y la basura (lo anterior se ejemplifica en el tiradero El Chile, que
es mencionado varias veces en “La parte de los crímenes”, un vertedero
ilegal donde se encuentran algunos cuerpos de víctimas, prácticamente
irreconocibles). De cierta manera, esto exhibe la absoluta asimetría que hay
entre víctimas y victimarios: mientras las primeras se hallan en un estado de
total indefensión, siendo muchas veces raptadas a plena luz del día sin que
nadie haga nada por ayudarles, los victimarios cuentan con todos los medios
para raptarlas, torturarlas, asesinarlas, deshacerse de los cuerpos y desaparecer
posteriormente en el anonimato. Lo que surge de esta constatación es la idea
de que el poder se manifiesta en tanto realidad incondicional que resguarda
a algunos y aniquila sin piedad a otros, siendo estos “otros” aquellos que no
pertenecen a la cofradía de la que se forma parte, la que se encuentra detrás
de los abusos y vejaciones en Las 120 jornadas y de los asesinatos en 2666.
Justamente tal rasgo de las mujeres asesinadas, el de su pertenencia
a uno de los estratos más bajos de la sociedad y su indefensión, es apuntado
por Sergio González Rodríguez en Huesos en el desierto, una obra que funge
como contrapunto ensayístico de la ficción elaborada por Bolaño en 2666,
ya que en ella se abordan los crímenes de Juárez a través de una serie de
reportajes que González produjo como periodista del periódico Reforma,
durante los años en que los feminicidios se desarrollaron con mayor fuerza.
El recientemente fallecido ensayista señala, refiriéndose a Huesos…
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BIBLIOGRAFÍA
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ENTREVISTA A MARCO ANTONIO QUIJANO
Miguel Urbizagástegui
Universidad Nacional Federico Villarreal
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“un callejón sin salida definitivo”, ya que “no fueron, ni por asomo, un
periodo de reestructuración del lenguaje poético”. ¿Piensas que es así?
Definitivamente, no es un callejón sin salida. Es más, el panorama
es complejo y de múltiples formas de discurso. Desde los 90’ conviven en
nuestra poesía diversas propuestas que van desde lo narrativo-coloquial, el
discurso de lo cotidiano, la vena culturalista hasta poéticas neoexpresionistas
o neobarrocas. Eso es enriquecedor para nuestra literatura.
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LOS GIRASOLES
1888
Óleo sobre lienzo
97 x 73cm.
The National Gallery
Londres (Gran Bretaña)
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¿Qué sería de las tinieblas
si no se alimentaran de fiebres?
¿Qué sería de la luz
sin ojos que acribillar?
Sylvia Plath
el murmullo de la noche
espera mi última palabra sobre este lienzo interminable
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1885
Óleo sobre lienzo
82 X 114 cm
Rijksmuseum Van Gogh,
Amsterdam (Holanda)
***
Amo de mi ser las horas oscuras,
en las cuales se ahondan mis sentidos
Rainer María
Rilke
anima mi desorden
en esta parte de la ciudad nos han quitado las luces
el agua
ya no alcanzo a ver el fondo de la noche
ni siquiera el fondo de mí mismo
desaparece mi calma
se desborda este apremio metódicamente elaborado sobre platos vacios y
regreso desteñido
con un sórdido conjuro entre los dientes
maldiciendo las calles que no permanecen en su sitio
gramputeando esta sequedad en los labios
resuelto a afilar los bordes de la penumbra y
confundirme en su naturaleza
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El ojo de Bacon (2017):
un delicioso tríptico de Febronio Zatarain
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Soy uno
pero tengo cuatro rostros
No los finjo
Ellos se aparecen cuando quieren
bebo en calzoncillos
y ahora me veo de traje fume y fume
La nostalgia me entra
era un muchacho cuando hacía eso
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Roger Santiváñez
Roberts Pool crepúsculos
Enrique Winter
Roger Santiváñez ha transitado con solidez la ruta del poeta maldito que
se convierte en músico. A cuarenta años de empezarla, rimbaudiano, en
el desorden riguroso de los sentidos, pone a disposición de los lectores
angloamericanos la que tal vez sea su obra más difícil de traducir, por entregarse
entera y casi sin narración a los sonidos propios del castellano. Elsa Costa
hace aquí una labor magnífica al producir en inglés los murmullos de agua
del original a través de nuevas rimas y aliteraciones, versionándolos como si
se tratara de una directora ante una orquesta. Roberts Pool crepúsculos cuaja,
en ambos idiomas entonces, una estética inconfundible a primera vista en
la página, por sus tercetos en los que cada verso tiende a ser igual de ancho,
también en el oído, gozoso de arritmias, y, por supuesto, en el fondo mismo
de la escritura, siempre a la siga de la belleza carnal.
Santiváñez viene del Perú de César Vallejo, sin duda, pero sobre
todo de César Moro (1903-1956), de la locura culterana de Martín Adán
(1908-1985) y de las raíces surrealistas de Emilio Adolfo Westphalen (1911-
2001), tradición de quiebres en los límites de la palabra, interrumpida
sólo por la generación anterior a la suya, más coloquial y casi igualmente
poderosa, convirtiéndolo en una especie de isla que escribe desde sus abuelos
literarios para sus nietos futuros. Una isla que se separó del continente de
la anécdota en libros tan interesantes como El chico que se declaraba con
la mirada y Symbol, que desde el lumpen opera de bisagra entre su poesía
temprana y la mayor atención a la sonoridad que nos convoca en este libro.
Una sonoridad ya anunciada mucho antes, en su primer libro, en sus tres
poemas “a la manera de José Lezama Lima”, que nombran la realidad, pero
siempre de otro modo.
Porque Roberts Pool crepúsculos es barroco y define sus capas
sobrepuestas y recargadas en el primer verso: “& el destello del brillo del
río”, que, además, presenta la luminosidad sobre la que el conjunto vuelve
incesantemente hasta que “La luz ya no es del sol sino del aire”. La sensación
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acorde con su uso de giros como cardinals, swing, glitter o never ever. En
su poesía temprana abundaban frases cortas y disruptivas, aquí los vaivenes
del lenguaje no se detienen más que cuando termina el poema y ni siquiera
entonces hay puntuación.
“Roberts Pool crepúsculos”, la primera sección, escrita al borde de
la piscina del mismo nombre, nos prepara para el carácter más abstracto
de “Dante’s Reading”, la segunda, con sus tres poemas inducidos por la
lectura de La divina comedia en Ocean City, un balneario de Nueva Jersey.
Es interesante el desajuste que esta fuente externa produce. El primero de los
poemas hace la transición desde la búsqueda de belleza de la que veníamos
a la metaliteratura, que es otra que huye, haciendo aquí más evidente el
despliegue del lenguaje cantándose a sí mismo, en una acumulación de
imágenes aparentemente inconexas y surreales. Como nada se concluye, para
bien, en el devenir de este libro, redobla doblemente el final de la sección
al develarlo: “de nuevo atravesando superpuesto recomienzo es/ Cuchar
nunca va a acabar”. Por ello “Final aún”, la tercera sección, plantea una
salida alternativa, distinguiendo a este canto respecto de otros por el goce
y el descenso, para luego marcharse con el lenguaje hecho silbido, como en
Altazor de Vicente Huidobro. Un aire tibio. Afinen los oídos que comienza
aquí el concierto de verano.
DATOS DE LOS COLABORADORES
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