A ello se debe nuestro interés por indagar en torno a los principios y características de una
manera particular de entender y actuar en educación que ha recibido el nombre poco
preciso de pedagogía tradicional. En una primera aproximación, de manera sintética
podríamos decir que en la Escuela Tradicional, bajo el propósito de enseñar conocimientos
y normas, el maestro cumple la función de transmisor. El maestro “dicta la lección” a un
estudiante que recibirá las informaciones y las normas transmitidas. La férula y el castigo
recordarán a los estudiantes que, al mismo tiempo que la “letra con sangre entra”, enseña a
respetar a los mayores. El aprendizaje es también un acto de autoridad.
Es posiblemente Alain el que le dará más coherencia, y el que de manera más sistemática
elaborará un discurso teórico que dé soporte a la práctica pedagógica tradicional.
Para Alain el principal deseo del niño es el de dejar de serlo, lo cual le confiere un gran
impulso a su actuación y un inagotable deseo por superarse. Quiere actuar como adulto.
Aun así, se complace con el juego y sigue siendo niño. En torno a esta contradicción se
desarrollará el proceso educativo. Las fuerzas del deseo por conquistar la adultez y las de la
realidad que la impulsen a las actividades propias de los niños. El papel del maestro es
favorecer su deseo “colocando un foso entre el juego y el estudio”. El niño mismo desea
que lo saquen del mundo del juego, porque quiere sentirse adulto; de allí que él ‘os
agradecerá haberlo obligado, os despreciará por haberlo halagado o mimado”.
Para conseguir el propósito anterior, el maestro tiene que actuar de una manera severa y
exigente ya que el niño y el hombre -para Aiainbuscarán siempre lo difícil. Sólo aquello
que les represente esfuerzos será de su atracción. Gracias a ello el hombre constituye la
especie con mayor deseo de Superación y la que más obstáculos necesita vencer. Por ello,
en la educación es conveniente y necesario tratar con severidad a los estudiantes; colocarles
retos difíciles y exigirles el máximo que ellos pueden dar. Prometer a los niños el placer y
la facilidad, por el contrario, es ir contra la naturaleza humana y contra la necesidad de
superarse venciendo las dificultades.
Todo arte de instruir consiste para Alain en lograr que el niño acepte el esfuerzo que ello
causa y que se alce a su estado de hombre. Para lograrlo, desde sus primeros años debe
acercarse a los grandes modelos humanos en la música y la poesía clásica.
Alain no sólo sustenta la rudeza en el trato al niño, sino que justifica la reiteración por parte
del maestro y la copia sucesiva por parte del niño. El principal papel del maestro —
comenta-- es el de repetir y hacer repetir, corregir y hacer corregir, en tanto que el
estudiante deberá imitar y copiar durante mucho tiempo. Aunque lo que él copia no lo
entiende, debe hacerlo ya que es gracias a su reiteración que podrá aprenderlo.
Como puede verse, Alain desarrolla un completo análisis de la Escuela Tradicional, que lo
llevará a sustentar la rudeza en el trato al estudiante, a justificar la imitación, a proponer
como única posibilidad del aprendizaje escolar la copia sucesiva de lo dicho por el profesor
por parte del estudiante y —en la medida en que sea posible— de los autores clásicos. Por
ahora dejemos que solamente sea Alain el que hable, nosotros lo podremos hacer un poco
más adelante.
EL MODELO INSTRUCCIONAL
Paradigma pedagógico
Los paradigmas o esquemas conceptuales, como los denominó en sus primeras obras
(1978), son considerados como concepciones reconocidas y aceptadas por la comunidad
científica, que durante cierto tiempo le proporcionan modelos de problemas y soluciones.
Una vez aceptados los paradigmas por la comunidad científica, se desarrolla la ciencia
normal, cuyo objetivo es resolver los problemas planteados dentro de los parámetros
delimitados por ellos. Cuando este desarrollo genera contradicciones con los paradigmas
precedentes, sobreviene una revolución científica, mediante la cual se introducen nuevos
enfoques conceptuales a la comunidad científica.
Utilizando este mismo lenguaje, podríamos decir que la pedagogía tradicional aceptó
implícitamente unos principios pedagógicos durante un largo tiempo y que éstos
constituyen la base para el posterior desarrollo educativo. En términos de Kuhn diríamos
que se reconoció y aceptó por parte de los pedagogos un paradigma.
PARADIGMA TRADICIONAL
El niño es una tábula rasa sobre la que se van Imprimiendo desde el exterior saberes
específicos; la función de la escuela consiste en dirigir esta transmisión de una manera
sistemática y acumulativa. Todas las escuelas tradicionales aceptan de hecho la concepción
anterior sobre el niño, el aprendizaje y la escuela.
¿Qué implica esta concepción para el currículo? Con el fin de facilitar la comprensión.
vamos a descomponer el paradigma anterior y observar sus implicaciones en cada uno de
los principales elementos del currículo, al tiempo que dejaríamos la evaluación de sus
principios para la parte final del capítulo. Veamos.
Este postulado se ha incrustado en tal forma en el sistema educativo que a veces resulta
difícil pensar la escuela de otra manera. La finalidad de un modelo pedagógico particular se
presenta, así, como la única finalidad posible en la enseñanza.
En este aspecto el paradigma ha sido profundamente efectivo, ya que como decíamos atrás,
los paradigmas son aceptados por la comunidad y es a partir de ellos como se observa y
explica el mundo.
Según los diversos paradigmas pedagógicos el conocimiento puede ser transmitido, creado
o reconstruido en la escuela. El modelo instruccional escoge entre estas opciones la
primera, ya que presupone que los saberes son los elaborados por fuera de la institución
educativa y que llegan a ella mediante la lección que dieta el docente. El estudiante es
identificado con un receptor, que gracias a la imitación y reiteración logrará reproducir los
saberes que le fueron transmitidos.
Postulado segundo (contenidos): Los contenidos curriculares están constituidos por las
normas y las informaciones socialmente aceptadas.
El estudiante es un elemento pasivo del proceso que, si atiende como es debido, podrá
captar la lección enseñada por el maestro. Y como siempre el alumno aprende igual, el
maestro debe siempre enseñar igual. En el plano de la secuencia aparecen entonces dos
formas dominantes de concatenar y organizar los contenidos: la secuenciación instruccional
y la secuenciación cronológica. En la primera de ellas sólo se debe enseñar un contenido
cuando la información previa ya haya sido aprendida; en la segunda, aquél se imparte
teniendo en cuenta el orden de la aparición de los fenómenos en la realidad.
Postulado cuarto (el método): La exposición oral y visual del maestro, hecha de una
manera reiterada y severa garantiza.
Los recursos didácticos propiamente dichos fueron creados a fines del siglo pasado. Salvo
experiencias aisladas, entre las cuales se destacan las de Itard y Fróbel, todo indica que las
escuelas no le asignaron importancia a las ayudas educativas sino hasta iniciado el presente
siglo. En la Escuela Tradicional de los siglos pasados, el niño recibía y recordaba los
aprendizajes gracias a su percepción, su memoria y su reiteración; pero para ello no
contaban ni el maestro ni el alumno con un material auxiliar. Fue la revolución de la
pedagogía de la acción, consolida ya bien entrado el siglo XIX, la que al reivindicar el
papel de la experiencia, la actividad y al juego en la educación, gesta la creación del
material educativo.
Las reflexiones psicológicas de Pavlov (1849- 1936), Watson (1878-1958) y Skinner (n.
1904), mostraron a los pedagogos tradicionales la conveniencia de utilizar y adecuar los
recursos didácticos a sus modelos pedagógicos. Fue así como se gestaron las actuales
memofichas y los listados de recopilación de informaciones científicas, matemáticas o
sociales, con finalidades educativas. La Escuela Tradicional comprendió que podía
conservar su estructura, adecuando los recursos didácticos a sus propósitos. La
sistematización conductista de Skinner y la enseñanza programada constituyen a este
respecto los mejores ejemplos. En los dos casos señalados, la Escuela Tradicional conserva
sus propósitos, sus contenidos y su secuenciación, presentándose una variación importante
exclusivamente en los recursos didácticos. De allí que la enseñanza programada pueda
ubicarse como educación tradicional.
La Escuela Tradicional concibe al estudiante como una tábula rasa sobre la cual se
imprimen desde el exterior imágenes o conocimientos. Freire la equiparó al sistema
bancario, en el cual el maestro es el depositario y el alumno quien recibe y debe mantener
la información transmitida.
La Escuela Tradicional se convirtió prácticamente en la única hasta fines del siglo XIX. A
partir de allí se inició la gestación de un nuevo enfoque pedagógico que lleva por nombre
“Escuela Nueva” y que se enfrentó a los principios señalados anteriormente, construyendo
unos nuevos. Aun así la Escuela Tradicional subsiste y conserva en la mayor parte de
regiones del mundo el predominio educativo hasta nuestros días.
La Escuela Tradicional es mucho más que un método, como a menudo se cree. Es una
manera de comprender al hombre y su propósito educativo, es una forma de entender los
propósitos, los contenidos, la secuencia, la metodología y la evaluación. Es, por ello, un
enfoque pedagógico que define una líneas de trabajo y un sentido a la educación.
Es, por consiguiente, la escuela que apagó las preguntas y la motivaciones propias de la
niñez, generando el desinterés y la incomprensión de la ciencia, común en los jóvenes y
adultos de nuestro medio.
Encontrar y evaluar los principios fundamentales sobre los cuales se levanta el modelo
instruccional es, a nuestra manera de ver, la única posibilidad en la dirección de construir
alternativas pedagógicas que la superen. Veamos.
No sólo hoy son relativamente claras las características, los niveles, las estrategias, las
diferencias y las limitaciones del pensamiento infantil, sino que incluso se avanza en la
línea de identificar las determinantes genéticas que le subyacen y que permiten afirmar que
es precisamente en la primera infancia cuando se sientan las bases estructurales del
posterior desarrollo.
La herencia de una especie que ya lleva un millón de años sobre la tierra no puede ser
enseñada en su totalidad a los estudiantes. No lo permitirían ni el tiempo, ni la pereza que
ello despertaría en los estudiantes. La pregunta en torno a cuáles contenidos enseñar es, en
esta medida, fundamental, ya que sólo así se puede determinar cuáles son los aspectos
esenciales de toda la herencia cultural que deben hacer parte de un currículo.
Así parezca absurdo, esta pregunta prácticamente no ha sido abordada por la pedagogía
tradicional y los modelos instruccionales que de ella se derivan.
Para abordar las anteriores preguntas, el currículo tradicional tuvo un gran problema en
cuanto identificó el conocimiento y el conocer (Kalmanovitz, 1987). En las ciencias, que es
el tema que nos ocupa, esto implicó reducirlas a los saberes específicos: las Informaciones.
Por ello, ante las preguntas anteriores, un maestro tradicional podría responder que por lo
menos habría que tratar de conocer la mayoría de hechos, de componentes o de reglas. La
mayoría, ya que