Está en la página 1de 3

Luis Antonio de Oviedo y Herrera

Biografía
Hijo de Antonio de Oviedo y Herrera, y Luisa Ordóñez de Rueda. Estudió en la Universidad
de Salamanca; pero luego decidiose por la carrera de las armas y como capitán de una
compañía de coraceros participó en las guerras de Flandes. Nombrado corregidor de Potosí
(1667) efectuó el viaje a América en compañía del virrey Conde de Lemos; y si bien logró
aquietar en su gobernación las rivalidades mantenidas entre vascos y andaluces, fue
relevado de su cargo (1671) debido a la desaprobación que a dicho mandatario le
merecieron, por igual, su complaciente política con los mineros y los excesivos trabajos que
impuso a los indios mitayos (trabajadores de las minas).
Como maestre de campo, tomó entonces el mando de 250 hombres, y zarpó del Callao en
la armada enviada en socorro de Panamá (23 de marzo de 1671), atacada por el pirata
Henry Morgan; y al término de aquella empresa logró justificar la conducta que siguiera en
Potosí y nuevamente se le confió el gobierno de aquel corregimiento (1674-1680).
Luego fijó su residencia en Lima; recibió el hábito de la Orden de Santiago (5 de marzo de
1686), que se le había otorgado en 1663 por su actuación en Flandes, y el título de conde
de la Granja (20 de febrero de 1690) por su desempeño en Potosí.
Fue consejero del virrey Duque de la Palata y corregidor de Huánuco (1701-1705). Retirado
luego de toda actividad pública, parece que los achaques lo mantuvieron recluido en su
hogar. Aún presentó algunas composiciones poéticas a la academia reunida por el virrey
Marqués de Castell-dos-Rius, pero viose imposibilitado de concurrir personalmente a ella.
Murió en Lima, octogenario y afectado por la ceguera.
Obras
Vida de Santa Rosa de Santa María (1711)
Poema sacro de la pasión de nuestro señor Jesucristo (1717)
Sor Juana Inés de la Cruz
(Datos biográficos)

Sor Juana Inés de la Cruz

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, más conocida como Sor Juana Inés de la
Cruz, (San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1651-Ciudad de México, 17 de abril de
1695) fue una religiosa y escritora novohispana del Barroco en el Siglo de Oro. Cultivó la
lírica, el auto sacramental y el teatro, así como la prosa. Por la importancia de su obra,
recibió los sobrenombres de «el fénix de América», «la Décima Musa» o «la Décima Musa
mexicana».
A muy temprana edad aprendió a leer y a escribir. Perteneció a la corte de Antonio de
Toledo y Salazar, marqués de Mancera y 25° virrey novohispano. En 1667 ingresó a la vida
religiosa a fin de consagrarse por completo a la literatura. Sus más importantes mecenas
fueron los marqueses de la Laguna, virreyes de la Nueva España, quienes publicaron sus
obras en la España peninsular. Murió a causa de una epidemia el 17 de abril de 1695.
Sor Juana Inés de la Cruz ocupó, junto a Juan Ruiz de Alarcón y a Carlos de Sigüenza y
Góngora, un destacado lugar en la literatura novohispana.[1] En el campo de la lírica, su
trabajo se adscribe a los lineamientos del barroco español en su etapa tardía. La producción
lírica de Sor Juana, que supone la mitad de su obra, es un crisol donde convergen la cultura
de una Nueva España en apogeo, el culteranismo de Góngora y la obra conceptista de
Quevedo y Calderón.
La obra dramática de Sor Juana va de lo religioso a lo profano. Sus obras más destacables
en este género son Amor es más laberinto, Los empeños de una casa y una serie de autos
sacramentales diseñados para representarse en la corte.
Obras
Dramática
Los empeños de una casa
Amor es más laberinto
Autos sacramentales
El divino Narciso.

El cetro de José
El mártir del sacramento
Lírica
Poesía amorosa
Primero sueño

Pablo de Olavide
(Lima, 1725 - Baeza, 1803) Ilustrado español. Nacido en una rica e influyente familia criolla
de ascendencia navarra, cursó estudios en el elitista Real Colegio de San Martín, y en la
Universidad de San Marcos de Lima, donde se licenció y doctoró en Teología, en el año 1740,
para dos años más tarde licenciarse también en Derecho Civil.
Su carrera académica culminó en 1742 con la obtención de una cátedra de teología en dicha
universidad. Al poco tiempo, inició su carrera judicial, que le llevó, en 1745, a ocupar el
puesto de asesor del Tribunal del Consulado y oidor de la Audiencia de Lima.
Pero su rápida ascensión se vio de repente truncada por su actuación algo más que dudosa tras
el terremoto que asoló Lima, en 1746, en el que falleció su padre. Olavide fue acusado de
ocultación de la herencia paterna y de malversación de caudales, lo que provocó su caída en
desgracia dentro de la administración colonial. Pablo de Olavide marchó hacia España, en
1750, para justificar su conducta ante las autoridades del Consejo de Indias. En el año 1754
fue encarcelado y se confiscaron todos sus bienes, pero poco después pudo conseguir la
libertad bajo fianza.
Una vez libre de todo cargo, se casó con Isabel de los Ríos, rica viuda que le donó toda su
fortuna. Gracias a este matrimonio, a todas luces de conveniencia, Pablo de Olavide pudo
empezar a recuperar su deteriorada posición social y saldar sus cuentas con la justicia,
mediante el pago de una multa y una breve inhabilitación para desempeñar cargos públicos.
Entre los años 1757 y 1765 realizó tres largos viajes por Francia e Italia, que le dieron la
oportunidad de conocer a las figuras más importantes de la Ilustración europea. Gracias a su
nueva posición socioeconómica, Pablo de Olavide convirtió su casa de Madrid en uno de los
centros de reunión de la elite ilustrada.
Olavide supo aprovecharse de los influyentes personajes que iba conociendo en la Corte,
gracias a los cuales pudo reanudar su truncada carrera en la administración, ayudado también
por la nueva coyuntura política surgida tras los motines del año 1766. Ese mismo año fue
nombrado director de los Reales hospicios de San Fernando y de Madrid, y en el año 1767 fue
designado síndico personero del ayuntamiento de Madrid.

Pablo de Olavide
Olavide siempre apoyó y defendió la política reformista llevada a cabo por Campomanes y el
conde de Aranda, el cual lo tomaría bajo su protección directa, ofreciéndole, en 1767, el cargo
de superintendente de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, para dirigir la realización del
mayor proyecto de colonización agraria llevado a cabo en el reinado de Carlos III. Para
reforzar sus atribuciones y mejorar el control sobre el proyecto, también fue nombrado
asistente corregidor de Sevilla e intendente del ejército de Andalucía.
Durante el tiempo que Olavide estuvo al frente de tal proyecto, hasta el año 1775, elaboró dos
de los proyectos más representativos e importantes del reformismo ilustrado: el Plan de
Estudios para la Universidad de Sevilla, del año 1767, y el Informe sobre la Ley Agraria, del
año 1768. La actuación de Pablo de Olavide en Sevilla se extendió hacia ámbitos y esferas
muy diversas: el saneamiento de la hacienda municipal y la mejora del abastecimiento de la
población; la reforma y secularización de la asistencia social; las obras públicas y el
urbanismo; la animación cultural, etc.
Pero, sin lugar a dudas, su actuación más sobresaliente la realizó al frente de la colonización
de Sierra Morena, proyecto del que fue su máximo impulsor y valedor, todo ello pese a las
grandes dificultades, de todo tipo, que tuvo que sortear. En el año 1771, Pablo de Olavide
había logrado fundar más de cuarenta nuevos núcleos de población y colonizar una gran
extensión de tierras baldías.
La actividad reformista y modernizadora que desplegó Pablo de Olavide suscitó pronto la
oposición de los poderosos sectores reaccionarios y conservadores de la Corte, los cuales,
desde un principio, trataron de provocar su caída en desgracia mediante campañas
difamatorias de todo tipo y denuncias ante el Santo Oficio. Pablo de Olavide, debido sobre
todo a su anterior encuentro con la justicia, pronto fue puesto en la mira del Tribunal
Supremo. El inquisidor general solicitó y obtuvo de Carlos III el procesamiento de Olavide, a
finales del año 1775.
Éste intentó defenderse de las falsas acusaciones que se vertieron contra él, pero no logró
salvar su persona, y en 1776 se decretó su encarcelamiento y la confiscación cautelar de todos
sus bienes. Olavide pasó dos largos años en los calabozos de la Inquisición, hasta el año 1778,
cuando se hizo pública su sentencia definitiva, por la que fue condenado a ocho años de
reclusión en un monasterio. Dicha sentencia provocó un sentimiento general de rechazo por
parte de los círculos ilustrados españoles. A tal indignación se sumaron destacados
representantes de la intelectualidad europea, como fue el caso de Voltaire y Diderot.
Pablo de Olavide fue recluido, en un principio, en el monasterio leonés de Sahagún, pero
atendiendo a una súplica de traslado por su mala salud, se le trasladó a un convento de Murcia
y se le autorizó a efectuar prolongadas estancias en diversas estaciones termales.
Precisamente, a finales de 1780, cuando se encontraba en el balneario de Caldas de Malavella
(Gerona), Olavide aprovechó su proximidad con la frontera francesa para huir al país vecino.
En el París de los años ochenta, Olavide llevó una vida cómoda y apacible, recuperando sus
antiguas relaciones sociales, pero ya alejado de la política activa. El estallido de la Revolución
Francesa fue saludado por el ilustrado español con alegría y esperanza, pero debido a la
creciente radicalización del proceso, Olavide optó por marcharse de la capital francesa e
instalarse en el campo, en el castillo de Menug-sur-Loire. Pero en abril del año 1794 fue
detenido acusado de extranjero sospechoso de colaborar con la aristocracia, motivo por el que
pasó nueve meses en prisión, con la incertidumbre de si viviría o no. Con la caída del régimen
de terror impuesto por los jacobinos fue puesto en libertad.
Las angustias y privaciones que pasó en el presidio le causaron una profunda impresión en el
ánimo, que le supuso una vuelta a las prácticas religiosas con un fervor renovado. Fruto de su
nuevo estado religioso, publicó en 1797, en la ciudad de Valencia y de forma anónima, el
libro El Evangelio en triunfo o la historia de un filósofo desengañado. La obra alcanzó un
éxito fulgurante, lo que sirvió para facilitar su regreso a España, a la vez que se le rehabilitaba
públicamente y se le concedía una pensión vitalicia. Estableció su residencia en Baeza, donde
llevó en sus últimos años una vida complet

También podría gustarte