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María Abella:

Editando la primera ola


Análisis monográfico de la obra “Ensayos Feministas” de María Abella De Ramírez en
torno a las principales demandas del movimiento hacia la primera década del siglo XX

Doctorado en Estudios de Género: 3ª Cohorte


Centro de Estudios Avanzados de la Fac. de Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Córdoba
Trabajo final del seminario “Historia del feminismo y de los movimientos sociales”
Docente a cargo: Dra. Dora Barrancos
Docente invitada: Dra. Ana Noguera
Autora: Lic. Mariana Barrios
Octubre de 2019
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MARÍA ABELLA: EDITANDO LA PRIMERA OLA


Lic. Mariana Barrios

“El feminismo va entrando en la República de una manera firme y segura: es una ola que
avanza sin que nadie se atreva ponerle dique (…)” (De Ramírez, 1965, p74)

1. INTRODUCCIÓN
El presente trabajo dista sobre una obra que, si bien su autora fue uruguaya de nacimiento,
permite acercarnos a los inicios del feminismo argentino ya que recopila, entre otros, textos
pertenecientes a “Nosotras”, cual fuera la primera revista declarada feminista del país,
fundada en 1901 y editada en su totalidad en la ciudad de La Plata. Nos referimos a María
Abella de Ramírez y específicamente a su libro “Ensayos feministas” (1965), que en realidad
consiste en la re-edición de la versión original que fue publicado en 1908 bajo el nombre de
“En pos de la justicia”.
El objetivo de esta monografía es, pues, realizar un análisis del abordaje de los temas que
consideramos que, por un lado, poseen mayor relevancia para la situación femenina de la
época y que, por el otro, presentan en el texto una propuesta concreta y fundamentada. Estos
son: educación y trabajo, derechos políticos y divorcio. En este sentido, en primer lugar, se
listarán brevemente los principales aspectos de la vida de la autora (a la que en adelante nos
referiremos como María Abella). En segundo lugar, para cada uno de los temas a tratar
desarrollaremos las ideas centrales que la autora defiende sobre ellos. Finalmente, se esbozará
una pequeña conclusión.
2. MARÍA ABELLA1
María Abella nació en Uruguay (en la ciudad de San José) en el año 1863, donde se casó
con Leandro Jardi pero enviudó muy joven. Sin embargo, vivió largos años en La Plata,
donde además de recibirse como maestra y contraer matrimonio con Antonino Ramírez2,
editó desde 1902 hasta 1903 la revista “Nosotras” a la que nos referimos al inicio. Con
respecto a esta y toda su obra, nos parece un dato importante el que aporta Di Paulo (2016) en
cuanto a las dificultades que enfrentó la autora, debido a lo rupturistas que resultaban sus
escritos para la moral de la época, para conseguir tanto que se publicaran como que se
repartieran. En cuanto a lo primero, finalmente encontró un tipógrafo anarquista que logró

1
Los datos biográficos de María Abella fueron tomados del prólogo de “Ensayos Feministas”, escrito por Carlos
M. Rama, además de otras fuentes que se encuentran citadas en la bibliografía.
2
Da allí el nombre que utilizaremos en las citas textuales de la autora a lo largo del trabajo (el apellido que
figura en el libro es el de casada y con la preposición “de”).
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publicarnos clandestinamente; y en cuanto a lo segundo, eran ella misma junto a sus hijos
(fue madre de once) quienes repartían las revistas.
En 1906 presentó su “Programa Mínimo de Reivindicaciones Femeninas” ante el
Congreso Internacional del Libre Pensamiento, realizado en la ciudad de Buenos Aires.
Consiste en un documento de 18 artículos que sintetizan los problemas que enfrentaban las
mujeres por su condición femenina en aquel momento3, y forma parte del libro “En Pos de la
Justicia” (primera edición del que nos compete en este trabajo) que fue publicado en 1908.
Entre estas demandas encontramos: igualdad de oportunidades entre mujeres y varones para
recibir educación y trabajar; domicilio conyugal de común acuerdo; derecho de la madre a
ejercer la patria potestad al igual que el padre; divorcio absoluto sin necesidad de
consentimiento mutuo; eliminar la prisión por adulterio; igualdad de hijas/os, matrimoniales o
ilegítimas/os, ante la ley; derecho de las mujeres solteras y mayores de edad a ejercer la
prostitución y que esta sea “tolerada pero no reglamentada”; derechos políticos para la mujer;
entre otros. El último artículo alude a la violencia de género y a los femicidios o lo que en
aquel momento se llamaba crímenes o dramas pasionales, concepto que de hecho la autora
critica:
Ultimo: y que cuando ocurran los mal llamados dramas pasionales, en los que, con el
mentido pretexto de los celos se ejercen ruines venganzas sobre indefensas mujeres, la
justicia, como medio de evitar el abuso, descargue sobre el criminal todo el peso de la ley.
(De Ramírez, 1965, p.15)
María Abella fue una de las protagonistas del proceso de organización feminista argentino
de la primera década del siglo XX, de la mano de otras pioneras como Julieta Lanteri con la
cual estuvo muy vinculada. En este sentido, fue fundadora de la Liga Feminista Nacional y,
como portavoz de la misma, creó en 1910 su segunda revista, “La Nueva Mujer”. Ese mismo
año, impulsó y disertó en la celebración del Primer Congreso Femenino Internacional, que
tuvo lugar en Buenos Aires. De este evento surgió la Asociación Femenina Panamericana, de
la cual en 1911 la autora funda la sección uruguaya en el Ateneo de Montevideo. Más allá de
su lucha feminista, fue parte del movimiento de librepensadores, enfrentando a la Iglesia en
muchos de sus textos, y muy posiblemente estuvo asociada a la masonería (Barrancos, 2008).
Además, fue una defensora de los derechos de niños y niñas (en 1913 asiste al Primer
3
El Código Civil vigente (esto es, el del año 1869) determinaba la inferioridad jurídica de las mujeres, quienes
dependían de la autorización de sus cónyuges para elegir educación y profesión (Barrancos, 2008). Las
argentinas tuvieron que esperar hasta el año 1926 para que con la reforma (Ley 11.357) se les reconociera
capacidad civil plena, derecho a la patria potestad sobre sus hijos/as, y, para las mujeres casadas, el de la
administración de sus bienes. El sufragio recién lo obtuvieron en 1947 (Ley 13.010), y la ley de divorcio
vincular no llegó hasta 1987 (Ley.24.012).
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Congreso del Niño, también realizado en Buenos Aires, en calidad de delegada), de la


libertad de expresión y de los derechos laborales: si bien nunca ejerció como maestra, sí lo
hizo gremialmente participando, desde La Plata, en la creación del sindicato local. Dejando
un gran legado para los feminismos argentino y uruguayo que con su ayuda habían nacido,
falleció en esa ciudad en el año 1926.
3. “ENSAYOS FEMINISTAS”
El contenido del libro inicia con el prólogo de los editores, la dedicatoria de la autora y el
“Programa mínimo de reivindicaciones femeninas”. Luego se divide en dos partes: la primera
se titula “Ensayos Feministas” y la segunda, “Dejando Volar el Pensamiento”. Ambas
secciones se componen de una variedad de tipos de textos: artículos, cuentos, cartas, entre
otros. A fines metodológicos, para cada escrito que citemos especificaremos su nombre y
paginación, y además, haciendo honor al título del libro, nos referiremos a ellos de forma
general como “ensayos”. En cuanto a las citas textuales, mantendremos la ortografía original.
a. Educación y Trabajo
Podríamos, a fines analíticos, distinguir entre una “primera María Abella” y una “segunda
María Abella” en lo que refiere al abordaje de los derechos políticos para la mujer en los
diferentes ensayos del libro (recordemos que se escribieron entre 1898 y 1908). Si bien muy
pocos cuentan con la fecha de publicación, en “La mujer debe unirse y representar a su sexo”
(De Ramírez, 1965, p.65) la autora afirma en una nota al pie que el mismo corresponde a
marzo de 1899, y por ello entendemos que en ensayos posteriores hubo un cambio de postura
el cual desarrollaremos en el siguiente apartado. En este sentido, en el texto recién citado
argumenta que era justo que las mujeres tuvieran derechos políticos pero no todavía, ya que
aún no estaban listas. En sus palabras: “tenemos, primero, que ilustrarnos, para asegurar
nuestra independencia intelectual, y saber trabajar, para ser dignas de merecer nuestra
independencia personal” (De Ramírez, 1965, p.66). De acuerdo a su opinión en ese entonces,
lo que debían hacer las mujeres era preparar el terreno para la conquista de los derechos
políticos, y esto lo harían a través de obtener la igualdad de oportunidades tanto en la
educación como en el trabajo, temas a los que nos dedicaremos en este apartado.
La propuesta de María Abella en esta materia es una crítica a la división sexual del trabajo
y consiste en que los empleos no se distribuyan según el sexo, sino según la vocación, o lo
que ella llama “inclinación”, de cada persona. En este sentido, invita a familias y gobiernos a
educar a las mujeres de manera idéntica que educaban a los varones. Con la claridad que
distingue su escritura, apelando a la lógica, explica:
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Tan injusto y criminal es querer imponer a todas y cada una de las mujeres la
misma tarea, como si se quisiera hacer que todos los hombres, fueran cuales fueran
sus inclinaciones naturales, se les dedicara al mismo oficio: a cavar tierra, por
ejemplo.
La división del trabajo no debe hacerse según el sexo, sino según las aptitudes de
las personas y en habiendo inclinación, tan bien sientan al hombre una espumadera o
una escoba como a la mujer un título de Doctora; tan injusto o impropio es poner en la
cocina a un ser inteligente e ilustrado, sólo porque sea mujer, como sería darle un
ministerio a un patán, por que pertenezca al sexo masculino.
(De Ramírez, 1965, pp.41-42)
De manera similar, sostiene en “Aspiraciones femeninas” (De Ramírez, 1965, p.60):
No nos agrada la división del trabajo, dejando forzosamente para la mujer los más
humildes, los más fastidiosos y los más mal retribuidos y para el hombre los más
fáciles, los más honoríficos y mejor recompensados.
Queremos que no se nos condene a todas las mujeres a un mismo oficio, porque
eso es tan cruel como sería violentar las inclinaciones naturales del hombre,
haciéndole trabajar en profesiones para las que no tengan vocación.
La escoba, la cocina y el fregado no nos agradan igualmente a todas las mujeres.
(De Ramírez, 1965, p.61)
Además, en “El Jefe” (De Ramírez, 1965, p. 48) menciona, aunque con términos más
fieles a su época, la infravaloración del trabajo de cuidados (y su consecuente feminización)
con respecto al trabajo remunerado (generalmente realizado por los varones). Con el lenguaje
irónico que también caracteriza a la obra, describe cómo muchos maridos, incluso
desempleados y sin responsabilidades, se niegan a colaborar en las tareas domésticas y
mantienen así su status de jefe del hogar:
De tiempo en tiempo se levantaba el marido para resongar y reprender sin son ni
ton por cualquier cosa para que „„los patos y las ovejas supieran quien es callejas” y
así afirmar ante propios y extraños su autoridad de amo.
Después de dejar llenadas sus funciones de jefe, volvía su majestad el marido a
recostarse, entreteniéndose tal vez en filosofar sobre los diversos giros del vuelo de las
moscas.
(De Ramírez, 1965, p.49)
Por otro lado, en otros ensayos como el ya mencionado “La mujer debe unirse y
representar a su sexo” (De Ramírez, 1965, p.65), expone argumentos para demostrar cómo su
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propuesta del acceso de las mujeres al mercado laboral sería beneficiosa para el Estado y la
sociedad en su conjunto. Por un lado, el gobierno contaría con el doble de la fuerza laboral
que poseía, y por el otro, el sector privado también saldría beneficiado porque, y es en este
tipo de pasajes en donde es menester realizar una lectura contextualizada pues al feminismo
actual le parecerían inaceptables:
Las fábricas e industrias obtendrían grandes resultados, empleando mujeres que
reclamarían a veces menos salarios que los hombres, pues ellas, trabajan sólo para,
ayudar a aquellos, mientras que los varones, como cada uno tiene que mantener una
familia, pretenden sueldos que en muchas industrias nuevas es imposible pagar.
(De Ramírez, 1965, p.66)
En la misma línea, en “Educación técnica de la mujer” (De Ramírez, 1965, p.93) plantea
que la apertura de “escuelas profesionales” (es decir, de artes y oficios) de mujeres son
deseadas tanto por los enemigos del adelanto femenino, que prefieren que, si estas van a
trabajar, que lo hagan en este tipo de actividades antes que en las “profesiones liberales”;
como también por las mismas feministas, para las cuales es positivo que se abran estas
escuelas ya que así aquellas mujeres que no tengan la capacidad o los medios para acceder a
las demás carreras también podrían conquistar su independencia económica (según María
Abella, base de las demás libertades). Aquí también refiere al beneficio que esto supone para
la sociedad argentina entera:
Y el día que la mayoría de las mujeres tengan oficio o profesión, el país podrá
hacer de cuenta que ha duplicado sus habitantes, porque habrá doble número de
brazos e inteligencias para desarrollar la agricultura, la industria, el comercio, la
ciencia y las ideas. Y cuando las mujeres que habitan esta tierra se conviertan en un
activo factor en el desarrollo de la riqueza y de las luces, la República Argentina
entrará en una nueva era de verdadero, sólido y rápido progreso.
(De Ramírez, 1965, p.94)
En “¡Ser madre!..” (De Ramírez, 1965, p.51) la autora alude a la idea de que las mujeres
han nacido para ser madres y solo para ser madres o, en la terminología de género actual, al
mandato de maternidad. En este sentido, argumenta que si cada deber tiene un derecho
correlativo, la mujer debería también tener el derecho a ser madre y, en consecuencia, no ser
castigada por concebir sin estar casada. Considera absurdo que esto suceda, y lo relaciona con
la falta de derechos de las mujeres a la educación y al trabajo, para concluir finalmente que
todo ello supone una esclavitud:
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Y hay algo más absurdo todavía: a. esos miles de mujeres a las cuales con motivo
de una moral arbitraria no se les permite que sean madres; se les pretende obstaculizar
en su derecho a ganarse el pan, en su derecho a instruirse, a pretexto de que la mujer
ha nacido para ser madre y nada más que para ser madre!!!
Dijeran, más bien que opinan que ha nacido para esclava y a lo menos dejarían de
ser hipócritas (…)
(De Ramírez, 1965, p.53)
b. Derechos Políticos
Como adelantamos en el apartado anterior, la opinión de María Abella sobre la conquista
de derechos políticos para la mujer, reflejada en los ensayos más antiguos del libro, mutó con
el paso del tiempo. De todas maneras, ya en aquel ensayo de 1889, como dijimos, sostenía
que conseguir estos derechos significaría que suene para las mujeres “la hora de la justicia”:
(…) y digo de la justicia, porque desde que el gobierno es para gobernar hombres y
mujeres; desde que la cámara legisla para mujeres y hombres y desde que está
probado que la mujer puede ser tan capaz para dirigir los destinos de los países como
el hombre, pues reinas ha habido que no han tenido nada que envidiar a los varones,
no veo por qué en pueblos republicanos que debían ser los más liberales y equitativos
no deba tener la mujer su representación en el gobierno.
(De Ramírez, 1965, p.65)
De igual manera, en otro de los ensayos que hemos repasado (De Ramírez, 1965, p.68) y
seguramente publicado en una fecha cercana, al referirse a las feministas de “los países
adelantados”4, es decir, donde el movimiento ya se encontraba muy encaminado, afirma que
la razón por la que ellas reivindicaban derechos políticos no era para simplemente poder
ocupar una banca en el Congreso, sino la posibilidad de participar en la formación de las
leyes para hacerlas equitativas para las mujeres.
Sin embargo, el cambio de postura lo encontramos de manera explícita en el último texto
de la primera parte del libro, titulado, precisamente, “Derechos políticos a la mujer” (De
Ramírez, 1965, p.145). Según el subtítulo, fue un trabajo presentado al Segundo Congreso
Nacional de Libre Pensamiento que a partir de trabajos como el de Mollès (2012)5

4
Hacia la publicación de En Pos de la Justicia (1908), solo existían leyes de sufragio femenino en Nueva
Zelanda (1893), Australia (1902) y Finlandia (1906), además de algunos estados de EEUU: Wyoming (1869),
Utah (1870), Colorado (1893) e Idaho (1896).
5
En referencia a la Liga Argentina de Libre Pensamiento: “Hasta 1910, organizó el XIIIº congreso internacional
del librepensamiento (1906) y tres congresos nacionales en Córdoba (1908) y Buenos Aires (1909 y 1910).”
(Mollès, 2012, p.251). De esto deducimos que María Abella se refiere al “segundo” congreso organizado por la
Liga y no al segundo congreso nacional.
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entendemos que fue celebrado en 1908. En él, inicia expresando que la mayoría de varones y
mujeres no apoyaban el sufragio femenino, y que hasta hace poco tiempo ella tampoco.
Enumera entonces los cuatro típicos argumentos en contra:
1º La mujer no está preparada para recibir el voto; 2º la mujer es esencialmente clerical
y el voto femenino daría el triunfo a los católicos; 3º talvez los mismos clericales serán
los primeros en solicitar el voto femenino; 4º aunque nadie lo solicite aquí, él vendrá
cuando se haya acordado en todas las grandes naciones, porque la República Argentina es
progresista y en nada se quiere quedar atrás....
(De Ramírez, 1965, p.146)
Inmediatamente después afirma que la experiencia y la reflexión hicieron que cambiara de
opinión, y se dedica a contra-argumentar cada uno de esos motivos. Nos parece interesante
detenernos sobre todo en su justificación para rechazar el primer argumento, ya que es la idea
que ella había mantenido en ensayos previos (que las mujeres no estaban listas para votar):
He podido comprender que la mujer en general, está mejor preparada hoy que lo que
estaba el hombre cuando le acordaron el derecho de votar; que la mujer es naturalmente
viva y despejada; que se la cree menos capaz, por un prejuicio y porque leyes arbitrarias
la tratan en muchos casos como a un menor de edad; pero que generalmente tiene
capacidad suficiente no sólo para gobernarse a sí misma y tener ideas propias, sino
también para manejar al hombre que, siendo más fuerte, más favorecido por la opinión y
por las leyes; está casi siempre a merced de una mujer!
(De Ramírez, 1965, p.146)
Por otro lado, en cuanto al cuarto argumento sostiene, básicamente, que el voto no va a
venir solo y que ninguna libertad se consigue sin trabajo; así como los varones consiguieron
la libertad mediante la lucha, lo mismo les competerá a las mujeres. Finalmente, seguramente
con fines estratégicos ya que se dirige a una audiencia masculina (y heteronormada), María
Abella invita a los varones a apoyar el sufragio femenino para ser a su vez más libres y
felices de lo que ya son, pues si bien a ellos sí se les ha dado la libertad, les falta una
compañera con quien disfrutarla:
Pues bien, no nos cerréis el paso a las mujeres que hoy emprendemos el camino de
nuestra redención y de la vuestra; dejadnos volar en pos de más amplios horizontes:
nosotras completaremos y coronaremos vuestra obra, sabremos cubrir de flores el viejo
tronco que nos ha sostenido, darle nueva savia, nueva vida: seremos vuestras compañeras
en la lucha, hermanas en ideales, amigas intelectuales: nos tendréis a vuestro lado en el
frío gabinete científico, en las excursiones peligrosas y en los paseos en globo.... os
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deleitaremos con las manifestaciones de un arte femenino enteramente nuevo: nuevas


creaciones musicales, nuevas esculturas, nuevas novelas, nuevas pinturas y ¡vosotros
sereis los eternos inspiradores de nuestro arte!....
(De Ramírez, 1965, p.149)
c. Divorcio
Como mencionamos en su biografía, María Abella fue parte del movimiento de
librepensadores y un ejemplo de ello es su crítica explícita a la institución del matrimonio. En
“La libertad de la mujer y el matrimonio” (De Ramírez, 1965, p.106) afirma que el
matrimonio, es, de hecho, una esclavitud. Como contrato vitalicio por el cual la mujer queda
subordinada a su marido, sin posibilidad de ruptura, esa institución es para ella opuesta a la
libertad de la mujer; y se pregunta si entonces no debería ser el matrimonio el que se
modifique, en lugar de que la lucha por los derechos femeninos le ceda paso a él.
Específicamente sobre el divorcio, la autora dedica dos textos consecutivos dentro del
libro: “Al valeroso diputado Olivera” (De Ramírez, 1965, p.110) y “El divorcio por pedido
de una sola de las partes” (De Ramírez, 1965, p.113). El primero consiste en una carta
destinada al autor del proyecto de ley de divorcio vincular, discutido en la Cámara Baja
argentina en 1902 y rechazado por solo dos votos. El segundo, un discurso, según nota al pie
de la autora, leído en el Congreso de Córdoba de Libre Pensamiento (el mismo en el que
expuso a favor de los derechos políticos para la mujer en 19086).
Respecto al diputado Olivera, María Abella lo llama el primer campeón del feminismo
“pues por mucho que pueda interesar a los hombres el divorcio, nunca puede interesarles
tanto como a nosotras, puesto que la costumbre ha hecho que el matrimonio sea una cadena
que sólo ata a la mujer” (De Ramírez, 1965, p.110). Encontramos aquí nuevamente la idea
del matrimonio como esclavitud, y a lo largo del texto argumenta que si bien el divorcio,
como escapatoria a ese suplicio, favorecería especialmente a las mujeres, serían muy pocas
las personas que de hecho recurrirían a él. Esto se debe a los miedos socialmente impuestos
en torno al divorcio: que los hombres lo utilizarían solo para cambiar de esposas, las prédicas
de la Iglesia, el temor de tener que auto-sustentarse económicamente, etc. Paradójicamente, al
existir la posibilidad de romperlos, según María Abella, la ley de divorcio terminaría más
bien estrechando los vínculos. Más allá de este argumento, la autora afirma que el divorcio es
un bien para la sociedad, un paso hacia la libertad que es el primero de los bienes, y por ello
es beneficioso para todas las personas así quieran o no divorciarse. En relación a la Iglesia,

6
Esto refuerza la veracidad de los datos que citamos de Mollès (2012), ya que al final del texto la autora
especifica la fecha y el lugar en que lo escribió: “La Plata, Noviembre 8 de 1908” (De Ramírez, 1965, p.120).
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sostiene que esta debe aceptarlo como una necesidad de los tiempos modernos, y que incluso
la Biblia lo avalaría.
En su discurso sobre el divorcio comienza, aquí también, criticando al matrimonio en sí
mismo como una institución tiránica, que quizás haya sido útil en los inicios de la civilización
pero no en la actualidad y por lo tanto debería desaparecer. Uno de los argumentos que brinda
en este sentido es que en tiempos de matrimonios arreglados, como en los que escribe María
Abella, muy pocas personas se casaban por amor y la ley obstaculizaba encontrarlo en otra
persona al no poder contraer matrimonio de nuevo. Para ella, “el único vínculo que debe ligar
al hombre y la mujer en el matrimonio es el amor y cuando éste pasa, debe rescindirse el
contrato matrimonial como se rescinden los demás cuando termina la cosa por que se hizo”
(De Ramírez, 1965, p.117). Atendiendo a las distintas razones que dificultan obtener el
consentimiento de ambas partes, propone legalizar el divorcio absoluto pero “no solo por
mútuo consentimiento, sino por la voluntad de una de las partes, y el cónyuge que quiera
separarse no debe estar obligado a expresar la causa, como a nadie se pregunta la causa
porque se casa7” (De Ramírez, 1965, p.118). Además, sugiere evitar la hostilidad entre las
partes durante los procesos de divorcio, llevándolos a cabo en un marco de respeto. Por
último, sostiene que si los divorciados tuviesen hijos/as, las obligaciones para los divorciados
serían, para el padre, mantenerlos, y para la madre, cuidarlos.
4. CONCLUSIÓN
Los temas que hemos tratado aquí lejos están de limitarse a los que María Abella
desarrolla en su obra. Por ejemplo, para un trabajo posterior, sería interesante analizar el
extenso abordaje que ella hace sobre la Iglesia: sus críticas a la moral y confesionalidad
cristianas e incluso a la complicidad de aquella con los asesinatos de mujeres; pero a la vez,
sus propuestas para reformar esa moral de acuerdo a las nuevas necesidades o, también, el
reconocimiento a la fuerza de la Iglesia y la invitación a tomar su modo de organización
como modelo para que el movimiento de librepensadores sea igual de fuerte. En este sentido,
nos parece relevante mencionar que en su discurso en el Congreso de Libre Pensamiento de
1908, la autora alude a un programa de tres puntos compuesto por el divorcio, la educación
laica y la separación entre la Iglesia y el Estado, donde dentro de estos tres, el primero sería el
más urgente.

7
María Abella critica en el texto la ley de divorcio uruguaya de 1907 ya que admitía el divorcio pero solo por
consentimiento mutuo. Sin embargo, en 1913 Uruguay fue el primer país latinoamericano en legalizar el
divorcio por la sola voluntad de la mujer y sin tener que dar cuenta de las causas.
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Esto último es solo un ejemplo más de cómo a pesar de que estos textos se escribieron
hace más de un siglo, puede encontrarse en ellos muchísima actualidad para la agenda
feminista presente. Al mismo tiempo, han quedado obsoletos algunos planteos de la autora de
carácter heteronormado y esencialista respecto al género, o su constante admiración por los
países norteamericanos y europeos, en especial por los Estados Unidos. De todas maneras,
atendiendo a la época a la que pertenece la obra, podemos afirmar con seguridad que María
Abella fue una revolucionaria, y que a ella y a las demás pioneras mucho les debemos no solo
las feministas de hoy, sino las mujeres argentinas todas.
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